Me enamoré de su estómago

Su estomago era plano, tan plano como una tabla (ya sea de surf o de planchar) y al estar tumbada de lado, la parte inferior del bikini se había deslizado un poco hacia abajo y me permitía ver un trozo de carne blanca justo encima del pubis.

ME ENAMORÉ DE SU ESTOMAGO

La primera vez que la vi fue esta misma mañana. La primera vez y la única. Y me enamoré de ella por su estomago. No por sus ojos negros, ni por su pelo ondulado, tampoco por sus piernas largas y contorneadas, tampoco por su minúsculo bikini rojo que mostraba mas que ocultaba. Por nada de todo eso. Ella estaba en la playa, tumbada de lado, leyendo un libro. Estaba sola. No la vi llegar, simplemente abrí los ojos y allí estaba ella. No se como se llamaba, todavía no lo se. Pero su nombre es lo de menos, a una mujer con un estomago como ese no se le pregunta por el nombre. Su estomago era plano, tan plano como una tabla (ya sea de surf o de planchar) y al estar tumbada de lado, la parte inferior del bikini se había deslizado un poco hacia abajo y me permitía ver un trozo de carne blanca justo encima del pubis. No se veía nada mas, pero era suficiente. Yo soy un hombre de estómagos y esa mujer me estaba mostrando su estomago con la propina de un trozo que no había visto ni el sol. Era un estomago digno de cualquier vestal después de un estricto régimen, digno de una modelo de pasarela o de una adolescente preocupada por su apariencia. Pero ella no era ninguna de esas tres cosas. Ella era simplemente ella. Sin más. Volví a mirar su estomago, ella estaba absorta en el libro y no se había dado cuenta de mi presencia a poco menos de diez metros. Incluso pude adivinar una diminuta pequita en la parte izquierda del comienzo de su pubis. Estuve mirando esa zona y me imaginé desayunando, comiendo, cenando y durmiendo encima de aquel estomago. Ella levantó la cabeza y me miró, después sonrió y me hizo una señal con el dedo apuntando a mi… ¡diablos¡ Tenia una erección de caballo y ella se había dado cuenta. Ella y toda la maldita playa. Me di la vuelta y clave dolorosamente mi polla en la arena. Ella se rió, con una sonrisa amplia y sincera. Eso me gustó. La mujer del estomago perfecto no se había tomado a mal mi involuntaria erección. Permanecí en esa posición por espacio de unos quince minutos, fingiendo que tomaba el Sol, cuando levanté la cabeza ella ya no estaba. Ni ella, ni su toalla, ni su libro… ni su estomago. Yo recogí mis cosas y me dirigí al merendero. Necesitaba una cerveza fría. Para mi suerte (o mi desgracia) ella estaba en el merendero bebiéndose también una cerveza, ahora llevaba unas grandes gafas de sol que la otorgaban un aspecto bastante "fashion" y un pareo de colores anudado justo por debajo del ombligo. Su estomago seguía siendo excelente, incluso en esa posición medio oculto. Ella me sonrió y yo pedí una cerveza.

-Lo siento –dije sin poder reprimir una risita nerviosa-. No se que ha sucedido.

-¿No lo sabes? Pues parecía bastante evidente

Me trajeron la cerveza y me bebí media de un solo trago.

-Pareces sediento –dijo ella sin dejar de sonreír.

-Mas de lo que crees.

-¿Qué mirabas?

-Tu estomago

Inmediatamente cambió su sonrisa por una mueca de sorpresa.

-¿Mi estomago?

-Si… me obsesionan los estómagos.

-¿Y eso?

-No sabría explicarlo

Ella devolvió la sonrisa a su rostro.

-¿Qué opinas de mi estomago? –dijo quitándose el pareo.

Maldita sea. De nuevo la erección volvió a aparecer aunque no por arte de magia sino por arte de aquel estomago. Ella me miro y se rió abiertamente.

-Ven –dijo cojiendome de una mano.

Junto al merendero había unas casetas de baño pintadas de colores llamativos, ella abrió una de las casetas y nos metimos dentro.

-Masturbarte –me ordenó- correte en mi estomago.

-Quitate el bikini

-No. Haz lo que te he dicho.

Yo no era capaz de pensar con claridad, simplemente me bajé el bañador y comencé a masturbarme a escasos centímetros de su ombligo. Ella miraba asombrada y sonriente, como un niño frente a un juguete nuevo, se reía y después se mordía el labio. Yo no tardé demasiado en correrme. Mi semen comenzó a salir disparado hacia su estomago, su ombligo, parte de su bikini. Ella lo miró y después sonrió pero no se limpio, simplemente dijo "ahora vete". Mis piernas aun temblaban, yo me subí los pantalones y volví al chiringuito de playa. Esperé dos cervezas mas pero ella no salía lo que comenzó a preocuparme pues allí estaba cayendo un sol de justicia. Justo cuando me decidía a ir a buscarla, la puerta se abrió y salió ella con un bikini nuevo. Me miró y sonrió, después se dirigió a la playa.

Iba a seguirla cuando llegó mi mujer con los niños.

-¡Pedro! ¡Papa¡ -gritaron los tres al unísono mientras se dirigían corriendo hacia mi.

-¿Qué tal el paseo? –le pregunte a mi mujer mientras la besaba en la mejilla.

-Normal. Los niños querían helado pero no se lo compré.

Los niños comenzaron a revolotear a mi alrededor chillando "papa, queremos helado".

-¿Tu que has hecho? –me preguntó mi mujer.

-Nada. He estado aquí tomándome una cerveza.

Miré en dirección a la playa, allí estaba ella mirándome y sonriendo. Entonces se quitó la parte de arriba del sujetador dejando al descubierto dos magníficos pechos que a juzgar por el color blanco era la primera vez que veían el Sol en todo el verano. Mi polla comenzó a crecer rápidamente formando una mas que evidente tienda de campaña en mi bañador.

-¡Pedro¡ -gritó mi mujer poniéndose delante de mi para que nadie se diese cuenta.

Los niños señalaban mi pene sin dejar de gritar "papa tiene un helado".

Les juro por lo mas sagrado que mañana iré a la playa solo.

Completamente solo.