Me enamoré de mi profesor
¿Me pueden culpar? Está buenísimo
Lo que ahora les relataré sucedió hace muchos años, cuando estaba en último año de colegio. Empezaré con una descripción física: tengo rasgos alemanes, mis abuelos eran de allá y heredé la piel blanquísima y ojos azul cielo pero el cabello café oscuro largo hasta la cintura por parte de la familia de mi madre. Sé que no soy fea, soy bastante bonita y tengo éxito con los chicos. Mi vida transcurría normal y corriente, con fiestas y amigos y un novio, hasta que un día al llegar al salón de clases me senté junto al resto de mis amigas. Era una mañana soleada de lunes, a principios noviembre cuando la primavera está llegando a su fin y el verano empieza a asomarse en el hemisferio sur.
Tamara, una amiga, se acerca a nosotras y nos dice entusiasmada:
-¿Vieron al nuevo profesor? Es para violárselo con la mirada.
-Oí que será profesor el próximo año y nos hará clases ahora para acomodarse al ambiente.- dice Susana.
-Lástima que estemos en último año.
Yo no estoy sorprendida. Muchas veces han llegado profesores nuevos y jóvenes y a mis amigas se les revolucionan las hormonas y tienen una inexplicable afabilidad con la materia que el susodicho imparte. Debo reconocer que hay algunos guapos, de esos que te quedas mirándolos y no prestas atención a lo que tratan de enseñarte, pero jamás para perder la cordura. Por lo menos a mí jamás me ha sucedido.
Entra nuestra profesora de matemáticas al salón. Pasa la poca materia que queda, que como siempre no capto ya que mis habilidades matemáticas son nulas. Yo hago dibujitos en mi cuaderno cuando da unos cuantos ejercicios, pero la mujer me ve y me llama la atención.
-Señorita Von Branberg, si se distrae con unos simples ejercicios de matemática, quiero verla cuando conozca al nuevo profesor. Es un joven bastante bien parecido.
Otra más hablando del tipo. Parece que ese hombre ya es noticia en las cabezas de todas las mujeres en el edificio.
Suena el timbre de recreo. Ahora se supone que me toca historia, que es mi materia favorita, y que es la que impartirá el nuevo profesor. Esto se pondrá interesante. Suena de nuevo el timbre, el que llama a los alumnos a sus respectivas aulas. Mis amigas están ansiosas, dicen que lo han visto y que es hermoso, que es guapo y todas las trivialidades posibles, yo sólo me limito a esperar en mi puesto mientras oigo las risitas nerviosas de las locas de mis amigas. Se abre la puerta. Entra un joven de unos 24 años. Alto, cabello negro con ondas que le caen sobre la frente, ojos azules expresivos y con aire tímido, musculatura bien formada.
Oh, por Dios pienso en mi mente.
He visto jóvenes guapos, he visto profesores que te quitan el aliento, pero nada parecido a lo que hay frente a mis ojos. Lo que tenía frente a mi era un Adonis o algo así, era una versión cincuenta veces mejorada de Gael García Bernal, Zac Efron y lo que una vez fue Leonardo DiCaprio, era tan atractivo que no me di cuenta que tenía la boca abierta con un poco de baba en mi comisura. Oigo las risas de mis amigas por mi reacción.
-Tienes novio.- me susurra Tamara, que está al lado de mi puesto. Por supuesto no he olvidado que tengo pareja.
El ser casi celestial deja sus libros en el escritorio que está a pocos pasos de mi puesto; ni siquiera se digna a mirarme. Toma un plumón que está en los cajones del mueble y con tinta azul escribe con letras grandes en el pizarrón:
“Diego Zabaleta”
Luego se voltea a nosotros y nos saluda:
-Buenos días, jóvenes. Mi nombre es Diego Zabaleta y estoy acá para acostumbrarme a este colegio ya que enseñaré historia el próximo año.
Escucho unos lamentos de las mujeres de mi curso.
-No se preocupen, hoy sólo comentaremos lo que están viendo y luego pueden hacerme preguntas.
Yo parecía embobada, no podía quitarle los ojos de encima y él aun no reparaba en mi existencia. Detrás de mí, una compañera levanta la mano y el profesor le daba la palabra.
-Señor Zabaleta, disculpe si sueno impertinente pero ¿Cuántos años tiene usted?
Él ríe por lo bajo. Debieron hacerle esa pregunta ya bastantes veces.
-Veinticuatro años.
Había acertado con la edad.
Empezamos a comentarle la materia, lo que estamos viendo y lo que ya vimos, él nos hacía preguntas. Hablamos de la Revolución Francesa, algo que vimos años antes pero que yo tengo fresca en la memoria por mi amor por la historia. Discutimos y charlamos sobre los incidentes, lo que llevó al pueblo a una revolución y sus consecuencias.
-Entonces, es el joven Luis XV quien asume el trono de Francia a la muerte de su padre, ¿O no?
Todos quedan callados y yo me sorprendo al descubrir el notable error de la frase, pero supongo que de eso se trataba su pregunta.
-Error, señor. No fue Luis XV el que asumió el trono, fue Luis XVI. Luis XV era su abuelo y al fallecer él, su nieto asciende al trono.
No pedí la palabra, pero gracias a eso al fin notó mi presencia. Parecía satisfecho de que alguien reconociera su error a propósito, además, noté que me observó de pies a cabeza.
-Excelente, señorita…- va al libro de clases y busca mi nombre.- Paula Von Branberg.
Yo le sonrío ante su reconocimiento y él me devuelve la sonrisa.
La clase de historia se me pasó volando y cuando menos lo esperé sonó el timbre. Vi como el señor Zabaleta recogía sus cosas del escritorio y luego levanta su mirada para encontrarse con la mía.
Así pasan los días. Yo deseando que llegue la clase historia para responder todas sus preguntas y ser la que siempre da las mejores explicaciones, ganándome la admiración de este nuevo profesor. Mas cuando estaba con mi novio, un chico de mi misma generación, no podía evitar una sensación de vacío en mi interior. Con mis amigas comentábamos siempre sobre Diego Zabaleta en nuestras salidas y en los patios del colegio, siempre siendo yo el objeto de burlas al ser la que más enganchada estaba con el profesor.
-No te ilusiones, Paula. El tipo tiene novia.- me dijo Susana.
-Bueno, yo también tengo novio. No es que me vaya a enamorar de él ni nada por el estilo.
Al decir eso, trato de hacerme creer a mi misma eso.
Un día, en clase, al cruzar la pierna y dejar que mi falda se suba hasta la parte alta de mi muslo, notó la mirada casi indiscreta de mi profesor hacia mi pierna, a la cual no quitaba esos ojazos de encima. Empecé a saludarlo después de clases y a hablar menos formal con Diego. Primero eran comentarios sobre la materia y después fueron siendo más personales, hasta que un día me comentó que había terminado con su novia, una muchacha de fuera de la ciudad, del pueblo de conde él venía.
-No fue un buen rompimiento.- me dijo con tristeza.
Yo no podía sentir pena por eso, pero en un sentido me alegraba, mi atracción hacia ese profesor iba creciendo día a día
Increíblemente, ese mismo día tuve yo una pelea con mi novio, quien me reclamaba estar más fría y distante, que sólo hablaba de mi nuevo profesor y que ya no era la de antes. En eso tenía razón, yo ya no lo quería, sólo tenía ojos para Diego.
El penúltimo día de clases, luego de que me tocara historia en el horario, esperé a que se fueran todos del salón y cuando el profesor se iba a despedir de mí yo lo frené en seco.
-Señor, hay algo que deseo hablar con usted.
-¿Pero no puede ser otro día, Paula? Estoy por irme.
-No. Debe ser ahora.
Mi corazón latía más rápido que en un ataque de taquicardia. Era el momento de confesarle todo.
-Pues habla.- me dijo él.
Me armé de valor y elegí las palabras con las que iba a comenzar.
-He notado que usted me mira.- Hice una pause, luego continué.- Me mira más que otras alumnas. Y que conmigo usted se puede librar y ser más que un profesor y…y…
-Este tema no es bueno hablarlo ahora.- dice tajante.
-¡Pero señor, debo hacerlo!
-¡Es que no se puede, Paula! ¿No te das cuenta que me traes loco?
Me quedé helada. Era la confirmación de mis sospechas.
-Pues no es un sentimiento del que yo esté ajena.- dije silenciosamente.
Él con un rápido movimiento me toma por la cintura y me junta con su poderoso cuerpo. Luego me cubre la boca con sus labios. Primero es un beso suave y tranquilo pero después empezamos a tomar ritmo y nuestras lenguas se juntan jugando y acariciándose entre sí.
De pronto, para el beso en seco, dejándome su calor en los labios.
-Paula.- dice entre jadeos.- Me tienes como un estúpido desde que te vi, pero no podemos hacer esto aquí.
-¿Entonces dónde?- le susurro.
-Acompáñame.
Me toma de la mano, primero asegurándose de que no quede nadie en el colegio y luego salimos hacia el estacionamiento cogidos de la mano. Me abre la puerta y entro en su auto, luego se da la vuelta y entra él y empieza a conducir hasta donde supongo es su casa. Nos besamos en los semáforos hasta que llegamos a un edificio. Me ayuda a salir del auto y me besa en el camino al ascensor. Cuando llegamos ahí, me estampa contra la pared y empieza a besar mi cuello y yo le abro su camisa, pero sin quitársela. Al llegar al departamento, él abre como puede la puerta y la cierra de golpe, me toma en brazos y me guía a su cama, donde me apoya y luego se pone junto a mí, besándome y subiéndome la falda. Yo le termino de quitar su camisa, que ocultaba un abdomen perfecto y marcado. Le beso los abdominales y bajo hasta el inicio de sus pantalones. Notó que hay un bulto en ellos y lo froto con mis manos. Abro la hebilla del pantalón y él se los baja junto con los bóxers, dejando al descubierto una polla en plena erección. Me la meto en la boca sin pensarlo y empiezo a lamerla de arriba abajo, masajeándole los huevos. Miró su expresión y noto que me sonríe y luego echa su cabeza hacia atrás, con gesto de placer. Con mi mano lo masturbo y sigo jugueteando con mi lengua en ese gran pene. Así estamos unos minutos hasta que él me levanta la cabeza y me vuelve a besar. Desabrocha mi blusa y mi sostén y al encontrarse con mis pechos los besa y lame, hasta los muerde haciéndome gemir del placer, con sus dedos los toca y aprecia lo duro que están mis pezones. Uy que rico. Después baja a mi falda, me la saca junto con mi calzón y me abre las piernas. Con su lengua juega con mi botoncito y la pasa de arriba abajo por tono mi coñito. Yo gimo del placer, enterrándole los dedos en su cabello negro. Mientras el disfruta succionando todo lo que encuentra en mi vagina, yo empiezo a arquear la espalda para sentirlo más adentro.
-¿Te gusta?- me dice ronco.
Yo sólo lo miro y sonrío, lo suficiente para que entienda lo que sentía en ese momento. Siento dentro de mí convulsionar todo. Entiendo que viene mi primero orgasmo de la jornada. Fue esplendido. Busco la boca de Diego y me la como a besos. Así estamos cuando siento la punta de su pene en la entrada de mi coño; eso me hace volver a estar a mil. Juega mientras me tortura a la espera de sentirlo dentro de mí.
-Hazlo rápido.- le suplico.
Mi carne empieza a abrirse, dejando pasar esa polla que me trae vuelta loca. Al tenerlo dentro de mí empieza un mete saca y luego empieza el sexo de verdad. Empezamos con un ritmo despacio y después más y más rápido haciendo movimientos rítmicos y besándonos en el entretanto. Llega el primer orgasmo siendo sentido por los dos. Así nos quedamos toda la tarde, cambiando de posición y de método hasta quedar exhaustos abrazados bajo las sábanas.