Me dieron una sustancia extraña y me cogieron.
En una fiesta de noche de brujas, yo disfrazada de diablita, mis compañeros me dieron una sustancia para excitarme y terminé desvirgada y cogiendo con el que menos me gustaba, al igual que con otros hombres desconocidos.
Esta historia me la envió una amiga llamada Sayuri y me pidió que la publicara ya que ella no ha podido. Así que aquí se las presento:
Hola me llamo Sayuri, tengo algunos rasgos japoneses debido a que la familia de mi mamá es de origen japonés. Mido 1.62 m, peso 48 kg, ojos negros y rasgados, cabello negro, largo y lacio natural, piel clara, muy delgada casi flaca, pero a pesar de eso creo que soy bonita porque hay muchos chicos que me han querido ligar.
Esto me pasó hace 3 años cuando yo iba en segundo grado de secundaria. Resulta que yo era de las chicas serias y estudiosas de mi grupo, y aunque para entonces ya tenía la inquietud por saber y experimentar el sexo, no me atrevía ni siquiera a tener novio a pesar de que tenía muchos pretendientes.
En mi grupo había un muchacho problemático llamado Marcelo que había reprobado dos años en la primaria y uno más en la secundaria y por eso era tres años mayor que todos los demás del grupo. Yo le tenía mucho miedo porque a cada rato se metía en problemas y además, a cada rato me estaba molestando.
Al principio yo no entendía el por qué me molestaba mucho más a mí que a cualquiera de mis amigas o amigos, fue hasta que en un día mientras estábamos en el recreo él me empezó a jalar del cabello, yo me enojé y lo quise reportar en la dirección, pero cuando me dirigía hacia allá, Marcelo me agarró de la cintura y se me re pegó de tras de mí.
Estábamos en un descanso de las escaleras del edificio administrativo, yo traté de zafarme pero como él era mucho más grande y fuerte que yo me dominó fácilmente. Yo apenas pude voltearme hacia él para exigirle que me soltara pero él me dijo que no y que no lo acusara pues si no me iba a molestar más que nunca.
Pero como yo estaba harta de que todos los días me molestara, seguí decidida a acusarlo, entonces él me arrinconó con sus brazos en una esquina del barandal de la escalera y ahí me volvió a exigir que no lo acusara. Yo intenté escapar pero él se me acercó más al punto en que nuestras rodillas chocaban. Yo estaba muy asustada pues además justo en ese momento no pasaba nadie por ahí.
De pronto algo ocurrió en él que sin previo aviso intentó besarme en la boca, apenas sentí sus labios tocar los míos volteé mi cara hacia un lado para evitar que me besara y con una mano lo empujé del pecho y muy enojada le dije:
- ¡¿Qué te pasa?! Está bien, ya no te voy a acusar pero suéltame.
Marcelo se mostró confundido, como si no supiera lo que estaba haciendo. De hecho fue la única vez que lo vi realmente asustado. Yo creo que era porque le asustaba más que yo lo acusara por quererme besar a la fuerza que era mucho más grave que acusarlo por molestarme.
A partir de ese día comprendí que Marcelo me molestaba más que a cualquiera porque en realidad yo le gustaba. Lo malo es que él no era de mi tipo de hombre, aunque a pesar de eso, yo empecé a tenerlo presente en mis pensamientos porque aunque solo logró tocar mis labios con los suyos sin llegar a besarme realmente, yo ya lo consideraba como mi primer beso.
Después de ese día Marcelo dejó de molestarme tanto, incluso trataba de ser amigable conmigo pero yo procuraba mantenerme lejos de él, aunque no podía evitar sentir sus miradas sobre mí casi todo el tiempo.
Además de las constantes miradas, me molestaba el hecho de que cada vez que un muchacho se me acercaba, él solía amedrentarlo para que no se me acercara. Si de por sí yo era muy tímida para conseguir novio, con eso ahora ya era imposible.
Pasaron un par de meses, para entonces ya casi yo ignoraba por completo a Marcelo. Pero todo cambió cuando fui a la noche de brujas organizada en la casa de un compañero del grupo. Yo me vestí de diablita, con un vestido rojo con la falda ajustada y muy corta que apenas y me cubría mis partes íntimas, además de mi tridente y mis cuernos con luces.
A esa fiesta fue casi todo el grupo, incluyendo a Marcelo quien no se quiso disfrazar y solamente se vistió de negro, y cuando me vio, casi se queda con la boca abierta. Al principio no me molestó su reacción porque me sentí sexy, pero luego me puse muy incómoda porque él se sentó justamente enfrente de mí con su mirada clavada en mis piernas.
Aunque yo intentaba mantenerlas cerradas, no faltaban los descuidos, y para acabarla de amolar, la tela de mi vestido era elástica y tendía a subirse, yo tenía que estar constantemente acomodándome la falda pero hubo un momento en que se me subió tanto que yo misma pude ver mi calzón blanco estando sentada, mientras que frente a mí Marcelo parecía disfrutar la vista y devorarme con la mirada.
Ya para las diez de la noche solamente quedábamos cinco chicas y siete chicos, Marcelo incluido. Pero algo raro pasaba con los chicos porque se veían muy sospechosos y a cada rato se reían. Yo por mi parte ya me quería ir pero mi amiga Lucía me pidió que me esperara un poco más porque su papá la iba a recogerla hasta las once de la noche y entonces ella le pediría que me llevara a mi casa en su carro.
A las diez y media de la noche los padres de Luis se fueron a dormir, entonces los chicos se nos acercaron y nos ofrecieron unos vasos con refresco. A los pocos minutos me empecé a sentir rara, como si mi temperatura comenzara a subir y empecé a lubricar sin razón.
En ese momento no entendía el por qué me sentía excitada, tiempo después me enteré que los chicos le habían echado a nuestros refrescos una sustancia que sirve para que las vacas o yeguas se apareen cuando se ponen difíciles. Tenía un nombre raro, como unbina o algo así.
El hecho es que yo me estaba excitando cada vez más y más sin control. Y es que cuando quise buscar a mi amiga Lucía para que nos fuéramos ella ya se estaba besando con Luis mientras otro chico llamado Pablo le estaba acariciando un pecho.
Yo era la única que estaba sola, pues Lucía estaba con dos chicos, Rita con otros dos y mis otras dos amigas con uno respectivamente, mientras que yo estaba sola y Marcelo se mantenía sentado frente a mí solamente observando mis piernas y algo más pues por la excitación dejé de acomodarme el vestido.
Cuando yo me preparaba para levantarme e irme aunque sea sola, Marcelo se sentó a un lado de mí y me dijo que me veía muy bonita y sensual de diablita. Yo intenté ser cortante pero a la vez, en el fondo se me quitaron las ganas de irme. La verdad es que aunque yo trataba de disimular, estaba ya bien excitada con ganas de ser poseída por un hombre.
Conforme Marcelo me chuleaba se iba acercando cada vez más hasta que pasó su brazo por detrás de mí para abrazarme por los hombros y me hablaba pegado a mi oído diciéndome cosas más atrevidas como que le gustaba mis piernas, que yo estaba bien sabrosa, que mi calzón blanco me hacía ver muy sensual, y otras cosas más.
Tal vez fue por el efecto de la excitación pero en ese momento empecé a ver guapo a Marcelo y las cosas que me decía en lugar de molestarme me empezaron a gustar. Entonces él puso su mano en mi pierna y yo no le dije nada, luego él trató de besarme y yo le correspondí.
En una pausa yo medio reaccioné e intenté separarme de Marcelo pero cuando volteé hacia las chicas, me calentó ver que a ellas también las estaban besando y manoseando, de hecho Lucía estaba con las piernas abiertas, con su vestido de la llorona levantado, Pablo entre sus piernas sobándole su rajita por encima de su calzón, mientras que Luis la besaba, con su mano metida por su el escote de su vestido agarrándole los pechos.
En ese momento mi razonamiento fue: “Si ellas lo hacen, ¿yo por qué no?” Y regresé mi cara hacia Marcelo, acercándome para ver si él volvía a besarme, cosa que hizo sin titubear. Yo le correspondí y cuando sentí su mano subir por mis piernas y tocar mi rajita, abrí más mis piernas para darle toda libertad.
Yo estaba ya demasiado excitada que me moría de ganas por ser penetrada, de hecho mi rajita me palpitaba y lubricaba una y otra vez. Por su parte Marcelo estaba igual, tenía su respiración tan acelerada como la mía y no dejaba de decirme que yo le gustaba mucho y que siempre se masturbaba al recordarme.
Entonces, de pronto se detuvo, se levantó y tomándome de la mano me pidió que lo acompañara. Aún no entiendo el por qué accedí sin titubear pero me llevó hacia el jardín de la casa y recargándome sobre los barrotes que limitaban la cerca, se me pegó de frente y me empezó a besar mientras me agarraba los pechos.
Era la primera vez que un hombre me tocaba y me estaba gustando demasiado, a pesar de que Marcelo no me agradaba. Yo me empecé a volver loca cuando sentí en mi abdomen el pene erecto bajo el pantalón de Marcelo. Me inquietaba demasiado porque era la primera vez que tenía una verga tan cerca de mí, y que además lo podía sentir y se sentía enorme y dura.
Marcelo empezó a frotar su paquete en mi cuerpecito, incluso se agachó un poco para que su verga coincidiera con mi rajita. Yo estaba tan excitada y tan ansiosa por ser penetrada por primera vez que empecé a desabrocharle su pantalón, pero no pude por lo torpe y nerviosa que estaba.
Entonces Marcelo se lo desabrochó él mismo, su pantalón cayó hasta sus zapatos. Yo quise mirar su paquete pero, por la oscuridad no se distinguía nada, solamente percibí más oscuridad por su calzón azul marino que cubría su verga.
Luego Marcelo dejó que yo le bajara su calzón y yo lo hice tratando de agudizar mi vista para distinguir su pene en la oscuridad, de hecho en mi afán por observarlo me agaché un poco y sin querer choqué mi nariz con la punta de su verga.
Marcelo me pidió que se la mamara, yo accedí tomando su pene por el tronco. Mi vista fue mejorando y por fin la distinguía mejor. Era enorme, yo creo le mide como unos 18cm o más, además de gruesa y cabezona.
La verdad es que yo era muy mala para mamar, no tenía ni idea de cómo hacerlo, y por otra parte fui perdiendo rápidamente las ganas de mamarle la verga porque yo estaba tan excitada que ya quería que me penetrara, entonces me paré y le dije con cierta desesperación: ¡Ya métemela!
Marcelo estaba con las mismas ansias que inmediatamente me subió el vestido y me bajó el calzón hasta quitármelo por completo, yo le abrí mis piernas mientras él acercaba su verga en mi rajita, luego colocó su cabecita entre mis labios vaginales tratando de encontrar mi entradita, mientras yo no podía creer lo rico que se sentía.
Tardó varios minutos en encontrar mi entradita pues como yo era virgen la tenía bien cerradita mientras que la verga de él estaba muy grande. Cuando al fin colocó la punta en mi entradita empujó para penetrarme pero no entraba más que un poquito de su cabeza.
Entonces yo misma traté de ayudarle separando con mis dedos mis labios vaginales hasta que después de tres intentos, la cabeza de su verga me entró completamente quedando como atorada pues aunque yo me sentía bien abierta, mi vagina lo apretaba fuerte impidiendo que entrara más o que se saliera.
Ambos empezamos a empujar, yo con mi cadera hacia él y él con su verga hacia mi vagina que después de otra descarga de mis jugos logramos que se me clavara un poco más. Fue tan doloroso pero sabroso que instantáneamente me arrojé hacia el pecho de Marcelo y lo empecé a morder, al mismo tiempo le apreté sus brazos con mis manos, de hecho creo que le encajé un poco mis uñas.
Cuando logró meterme un poco más su verga, comenzó a bombearme. Al principio le costaba mucho trabajo pues no se deslizaba pero luego se aflojó un poco y se deslizó con más libertad hasta que de pronto sentí un líquido caliente inundarme por dentro, me di cuenta que era mi virginidad la que se había roto pero no me importó. Yo quería saciar la extraña excitación que tenía y que me hacía ignorar el dolor que me provocaba, así como todos mis principios y valores.
Fue ahí que empecé a gemir fuerte, es que había tratado de mantenerme lo más silenciosa posible para que los padres de Luis no se dieran cuenta de lo que estábamos haciendo, pero era tanto el dolor combinado con placer que me fue imposible aguantarme.
A Marcelo no pareció importarle que se dieran cuenta los padres de Luis pues también empezó a gemir más fuerte hasta que en unos tres minutos después se vino descargando su lechita dentro de mí. Yo me sentí un poco frustrada porque yo seguía demasiado caliente y con ganas de ser cogida por más tiempo.
Entonces quise mirar a través de la ventana qué estaban haciendo mis amigas y amigos pero para mi sorpresa no había nadie. Supuse que se habían ido y no nos dimos cuenta por estar cogiendo bien rico.
Marcelo mientras se recuperaba me pidió que le mamara la verga para que no se le bajara pues él quería volverme a coger. No tardó ni cinco minutos cuando su verga se le puso otra vez bien dura, entonces me puso de frente contra los barrotes y levantando mi vestido por mis nalgas, me volvió a penetrar por la vagina.
Yo estaba gozando de su penetración aunque no me dejaba de doler. También me gustaba que cada vez que me empujaba su verga, mi cuerpo chocaba contra los barrotes haciendo que estos sonaran pues estaban un poco flojos.
Eran tan fuertes sus empujones que varias veces me golpeé las rodillas con los barrotes. Es que Marcelo era un chavo moreno de 17 años, de 1.72 m y algo obeso, mientras que yo una niña de 13, en ese entonces de 1.50 m de estatura y como de 35 kg de peso. En verdad que era mucha la diferencia de nuestros cuerpos.
Me sentía que todo mi cuerpecito se perdía y se escondía tras su inmenso cuerpo, y por lo mismo que nadie podría verme ser cogida y penetrada por una enorme verga que me tenía bien abierta mientras estaba insertada tratando de clavarse más adentro de mí.
Mientras me bombeaba, de pronto se detuvo e hizo que yo me callara, justo en ese momento un carro se estacionó frente a la casa y mi amiga Lucía salió de no sé dónde. Era obvio que todos los muchachos y muchachas no se habían ido como yo pensaba, sino que al igual que nosotros se habían escondido para no ser cachados por los padres de Luis mientras cogían.
Una vez que Lucía pasó sin darse cuenta de nosotros, se subió al carro y se marchó con su padre, luego nosotros continuamos cogiendo. Creo que apenas me entraba como la mitad de su verga, pero aún así me sentía completamente llena, incapaz de recibir más verga en mi interior.
Finalmente pasaron como siete minutos y Marcelo se volvió a venir dentro de mí. Esta vez su venida fue más larga y fuerte. Casi me sacó el aire al aplastarme con fuerza contra los barrotes. Tardó un rato en reaccionar y después sacó su verga de mi interior. Yo sentí un líquido que se enfriaba rápidamente al recorrer mis piernas hasta llegar a mis zapatos.
Creo que si hubiera durado un minuto más, yo hubiera alcanzado mi primer orgasmo pues ya estaba a punto de tenerlo. Entonces con la certeza de que los demás seguían en la casa, Marcelo me pidió que los buscáramos pero yo me negué y le dije que ya me quería ir a mi casa.
Aunque él me insistió yo no cedí y solo entré a la casa para tomar mis cosas e irme, ahí me di cuenta de que se me habían caído los cuernos mientras me cogía en el jardín, quise regresar por ellos pero me arrepentí, no quería darle más motivos a Marcelo para volverme a coger.
Todo lo hice muy aprisa y evitando ver la cara de Marcelo, pues la verdad no sabía cómo mirarlo o cómo tratarlo. Por una parte me sentía avergonzada por dejarme coger y por otro lado mi excitación aunque ya había bajado un poco me seguía teniendo bien caliente y con ganas de seguir cogiendo toda la noche, yo tenía miedo de que al mirarlo terminara por pedirle que me volviera a coger.
Pero antes de irme e ignorando lo de la sustancia en mi refresco, cometí el error de tomarme el resto de mi bebida para refrescarme pues había perdido muchos líquidos por el sudor al momento de estar cogiendo.
Ya eran las once y media y Marcelo me acompañó a tomar un taxi, el cual pasó a los cinco minutos. En la espera no nos dijimos ni una palabra, ni siquiera permití que Marcelo se despidiera de mí. Es que aunque fue muy rico, me daba cuenta que acababa de cometer el peor error de mi vida.
En el camino la calentura me volvió a subir, entonces me empecé a sobar la rajita y mis pechos. El chofer no tardó en darse cuenta y me empezó a mirar por el retrovisor, yo me di cuenta pero no me importó y le seguí ahora con un poco más de atrevimiento, entonces el chofer me dijo:
- ¿No quieres que te ayude?
Yo me quedé callada por unos segundos hasta que le dije con voz muy baja: Bueno.
La verdad es que yo seguía dominada por la sustancia en mi refresco y lo único que quería era un hombre para que me diera una buena cogida y no podía razonar en que si estaba bien o mal o en las consecuencias que podía tener. Solo me importaba tener un hombre entre mis piernas penetrándome toda la noche.
El taxista, un señor como de 35 años, estacionó su taxi y rápidamente se bajó para subirse conmigo en el asiento trasero. Apenas cerró su puerta se bajó el pantalón y su ropa interior, y levantándome por las piernas, hizo que yo me acostara bocarriba con mi cabeza apoyada sobre la otra puerta.
Luego el taxista me subió el vestido y me fue quitando el calzón. Luego subió una de mis piernas sobre el respaldo del asiento y la otra pierna se la puso en su hombro, acercó su pene en mi entrada y sin perder tiempo me la clavó.
Su verga le media como 14 o 15 cm y no era muy gruesa, así que no tuvo problemas para penetrarme por completo pues yo seguía muy abierta por la penetración de la verga de Marcelo. Lo que sí fue más doloroso que antes y a la vez más sabroso, fue cuando me la metía, pues su verga me llegaba más profundo de lo que fue con Marcelo.
Una vez que me empezó a penetrar con un buen ritmo, también me empezó a besar y a chuparme los pechos. Es que como mi vestido era de una tela sintética y elástica, el taxista lo estiró por mi escote para bajarlo por mis hombros y por mis brazos hasta liberar mis pechos. Pues bastó con bajar también mi sostén para lograrlo.
Cuando el taxista estaba muy cerca de venirse, otro carro se estacionó detrás de nosotros, el taxista se detuvo en su mete y saca y se quedó quieto esperando que no se dieran cuenta. Entonces se escucharon unos golpes en la ventana del lado que le quedaba al taxista y él tuvo que separarse de mí para ver de qué se trataba.
Yo me preocupé al imaginarme que fuera un policía o algo así. Entonces el taxista bajó el vidrio y un señor le preguntó:
- ¿Todo bien colega?
Era otro taxista que se había detenido para ver si tenía algún problema el taxista en el que yo venía. Entonces él le respondió:
Todo bien colega. Lo que pasa es que me encontré una niña muy necesitada y le estoy haciendo el favor.
Ya veo colega. Pues además está bien bonita y sabrosa. ¿No me das chance?
Pues órale aprovecha. No todos los días uno se levanta a niñas como estas.
Al mirar eso, yo les dije que no quería entonces el nuevo taxista me dijo:
- No es lo que tú quieras mamacita, además se nota que eres una putita pues mira cómo vienes vestida.
No quise discutir más porque me daba cuenta de que aunque yo dijera que no, de todas maneras me cogería pues estábamos en medio de la nada y nadie me podría ayudar. Y por otra parte yo seguía sin poder razonar mi conducta, solamente era movida por mi calentura y eso era que me siguieran cogiendo, sin importar ya quién.
El nuevo taxista, un señor como de 30 años, se subió al taxi y me penetró en la misma posición que el anterior. Su verga le media entre 12 o 13 cm apenas y me hacía sentir placer. Después de unos cuatro minutos se vino dentro de mí.
Cuando se retiró yo pensé que el primer taxista me volvería a coger pero en lugar de eso otro señor también taxista se metió y sin darme chance de reaccionar, ya me estaba penetrando. Su verga le media como 14 cm y tal vez como era más joven, unos 25 años, duró mucho más que casi tuve mi orgasmo.
Igual se dejó venir dentro de mí y cuando se retiró otro taxista nuevo ocupó su lugar. Este tenía como 40 años y tenía una verga como de 17 cm. Desde que me la clavó por primera vez la sentí bien rico, casi ya no me dolía y eso que me la metió por completo.
Se ve que cuidaba su erección pues por momentos hacía pausas para calmarse. Duró como diez minutos, en ese tiempo yo no dejaba de gritar como loca porque se sentía mejor que cualquiera de las cogidas que me habían dado antes en ese mismo día.
Cuando el taxista sintió que estaba a punto de venirse, aceleró su mete y saca e hizo que yo tuviera mi primer orgasmo casi al mismo tiempo en el que él eyaculaba dentro de mí. Yo sentí espasmos dentro de mi vagina, una gran cantidad de mis jugos explotar, una electricidad recorrer todo mi pequeño cuerpecito, del cual no respondía ni un solo musculo al tratar de moverme y cuando al fin me bajaron todos esos síntomas, sentí una felicidad indescriptible.
Cuando se bajó ese señor del taxi, alcancé a escuchar que les dijo a los demás:
- Esas niñas japonesas sí que son bien putitas, pero que bueno porque esta está bien sabrosa.
Entonces ahora sí el primer taxista se dispuso a continuar cogiéndome pero me bajó del taxi, luego hizo que me apoyara con mi estomago en el cofre y yo misma le paré mis nalguitas y el taxista trató de penetrarme por el ano.
Yo le dije que por ahí no, afortunadamente el señor no insistió y me penetró por mi vagina, mientras tanto sus colegas nos miraban y por momentos me agarraban los pezones. El señor se vino en unos tres minutos y otro ocupó su lugar. No supe cual fue, aunque estoy segura que no fue el señor de 40 años porque yo me hubiera dado cuenta porque su verga era la más grande.
Antes de que se viniera otra vez el que me estaba cogiendo, alcancé a tener otro orgasmo aunque no fue tan fuerte como el primero pero igual lo gocé.
Afortunadamente ya no pasaron más taxis y me quedé sin más hombre que pudiera penetrarme. Digo afortunadamente porque ya eran más de las doce y mis papás debían estar muy preocupados pues yo les dije que llegaba como a las once.
Los tres taxistas después de agradecerme y decirme que yo les gustaba mucho, tomaron sus taxis y se marcharon, mientras que yo me subí al taxi del primero y él me llevó a mi casa, claro sin cobrarme.
Tuve mucha suerte al llegar a mi casa porque mis papás estaban en la esquina de la cuadra esperándome, pero como yo los vi antes, me agaché para que no vieran que yo venía en ese taxi que pasó frente a ellos. Le dije al chofer que me dejara más delante de mi casa en donde no me pudieran ver mis papás, y al bajarme me fui escondiendo entre los postes y jardineras y entré rápidamente a mi casa sin que ellos me vieran.
Ya adentro corrí a mi cuarto, me limpié lo más que pude y me cambié de ropa. Apenas un par de minutos después entró mi mamá y se sorprendió de verme en mi cuarto ya con mi pijama puesta, entonces me preguntó:
- ¿Ya estás aquí? ¿A qué hora llegaste?
Yo le mentí diciéndole que ya tenía como una hora y cómo no encontré a nadie pensé que ya se habían dormido y por eso no les avisé.
Pero te dijimos que a las once tenías que llegar.
Solo me tardé una hora más. Yo no tengo la culpa que ustedes se salieran.
Mi mamá se quedó tranquila con mi mentira y le avisó a mi papá para que se regresara a la casa, y ninguno de los dos siquiera sospecharon que acababa de ser cogida por cinco hombres que aún así no lograron calmar el efecto de la sustancia en mi refresco.
De hecho no pude dormir en toda la noche por esa sensación de calentura, además de que me sentía mareada, me dolía tremendamente la cabeza y tenía demasiada sed. Por otra parte no podía dejar de sorprenderme porque no podía creer que hubiera sido capaz de coger con tantos hombres. Yo, una chavita seria y tímida, acababa de hacer lo que muy pocas mujeres se atreven a hacer en su vida.
Desde ese día me convertí en la putita de los taxistas pues como el taxista que me cogió primero supo donde yo vivía, un día me esperó y me llevó gratis y poco a poco fui cediendo hasta que me volvió a coger y los demás taxistas no se quisieron quedar atrás. De hecho me consienten dándome dinero y regalos.
Lo que pasa es que desde esa experiencia y aunque ya no estaba bajo la influencia de aquella sustancia, se me quedó el deseo de ser penetrada a cada rato y por eso me fui con los taxistas pues ahí siempre hay hombres dispuestos a cumplir mis necesidades.
De hecho ya perdí la cuenta de con cuantos taxistas me he metido. Es que algunos solo aparecieron para cogerme un día y luego nunca más los he vuelto a ver. También tuve que aprender a cuidarme para no quedar embarazada pues tuve mucha suerte las primeras veces en que lo hacía sin tomar precauciones, pues nunca se me ocurrió decirles que no eyacularan dentro de mí.
Incluso hubo una vez que al ir a una reunión de su sitio de taxis me cogieron hasta once taxistas. Y por lo rosada que me estaban dejando al pasar uno tras otro, accedí a que me penetraran por el ano, de lo cual después me arrepentí pues me dejaron bien lastimada, pero afortunadamente sin consecuencias.
En cuanto a Marcelo. Cuando Lucía me contó que descubrió lo de la sustancia en nuestras bebidas, tuve el pretexto perfecto para alejarme de Marcelo pues lo amenacé con denunciarlo a la policía. Además él dejó de interesarse tanto en mí porque después de haberme cogido a mí en aquella noche de brujas, se cogió también a mis otras tres amigas que se fueron más tarde de la casa de Luis y ellas se quedaron enamoradas de la enorme verga de Marcelo y ahora él ya tenía a quien cogerse en lugar de mí.
Por otro lado, meses después Marcelo tuvo que abandonar la escuela pues volvió a reprobar y por su edad ya no le dejaron que cursara la secundaria en nuestra escuela.
Antes de despedirme, quiero hacer una reflexión y una petición: Por favor muchachos, no utilicen esas sustancias, como la que usaron en mí, con otras las chicas porque según leí son muy peligrosas, pueden causar hasta la muerte si se da una dosis fuerte.
Consideren que son para animales con cuerpos muchos más grandes y resistentes como las vacas y las yeguas que a comparación, nosotras tenemos un cuerpo más pequeño y frágil por lo que la dosis debería ser mucho menor.
Pero para evitar riesgos, mejor no las utilicen. No se echen un cargo de conciencia para toda su vida. Mis amigas y yo tuvimos suerte de sobrevivir gracias a que éramos muchas y los muchachos solamente habían conseguido muy poco de esa sustancia.
Bueno, espero que les haya gustado mi historia y gracias a Sandrita por publicar mi historia. Besos.