Me despedí de mamá a pollazo limpio

Me quedé de piedra. No solo estaba desnuda. Se estaba masturbando con dos dedos que pude ver mojados de caldos. Sus grandes tetas se bamboleaban cada una hacia un lado, pero redondas y firmes...

Ocurrió el verano pasado. Papá estaba fuera por asuntos de negocios y yo estaba haciendo viajes con la furgoneta para terminar de llevar mis cosas a mi nuevo piso.

Mamá me miraba de una forma extraña cada vez que me veía entrar y salir de mi habitación con cajas, bolsas y maletas. No quería que me fuera de casa, no lo veía necesario.

No paraba de decirme que hoy en día los hijos dejan el nido a los 35 como pronto y que ella no esperaba que el suyo se largara con dieciocho recién cumplidos. Que no era justo. Que qué iba a hacer ella sin mí y sin trabajo, que se iba a aburrir de mortalidad. Yo le decía que le regalaría un ipad por su cumpleaños, que nadie podía aburrirse con un ipad, y que la visitaría a menudo y podría llamarme las veces que quisiera. No añadí que pudiera visitarme en mi piso porque le tenía mucho aprecio a mi recién alcanzada independencia.

Después del último viaje, cuando ya podía instalarme tranquilamente en mi piso, me di cuenta de que no me había despedido de ella. Ni siquiera le había dicho que me llevaba la última caja, así que mamá a lo mejor todavía esperaba verme aparecer para un último viaje. No podía dejarla esperándome. Pensé en llamarla por teléfono pero me di cuenta de que dejar la casa familiar bien se merecía un abrazo de despedida y seguramente unas cuantas lágrimas. Así que cogí la furgoneta y volví a casa.

Abrí la puerta con mis llaves. La casa estaba silenciosa. Paseé por las habitaciones para despedirme también de mi hogar. La cocina, el salón, la biblioteca... Toda mi infancia estaba entre aquellas paredes, mis recuerdos... Bueno, los recuerdos no se mudaban a ninguna parte, seguirían conmigo por el resto de mi vida. Como el recuerdo de lo que pasó a continuación. Tras recorrer la casa y no ver a mamá por ningún sitio pensé que se habría marchado a ver a alguna amiga. Así que fui a mi cuarto para comprobar otra vez si me había dejado algo en algún cajón. La puerta estaba entornada. Cuando iba a empujarla vi por la ranura que mamá estaba en mi cama... desnuda.

Me quedé de piedra. No solo estaba desnuda. Se estaba masturbando con dos dedos que pude ver mojados de caldos. Sus grandes tetas se bamboleaban cada una hacia un lado, pero redondas y firmes, con los movimientos de puro placer que imprimía a su cuerpo su masturbación. Pero lo que me resultó más chocante fue descubrir que tenía la cara oculta tras unos calzoncillos sucios. Unos calzoncillos míos, la parte donde reposaban mis huevos justo encima de su nariz.

Me fui al salón caminando de forma mecánica. Me dejé caer en el sillón. Aquello era demasiado. Permanecí como ido al menos cinco minutos. No podía pensar. La imagen de mi madre masturbándose con mis calzoncillos en la cara aparecía grabada a fuego ante mis ojos. Mi polla martilleaba salvajemente bajo mis pantalones. Me dolía. No hacía el favor de aflojar, no tenía la decencia de darme la razón y ponerse en estado de reposo ya que aquello estaba mal.

Minutos después y en vista de que no podía soportar más la erección contra mis ceñidos vaqueros me desabroché el pantalón y me saqué la polla. No podía creerlo. Me excitaba mi propia madre. Y a ella le excitaba el olor de mi ropa interior.

Y encima me sacaba la polla en vez de salir corriendo de allí.

Escuché un ruido a mi izquierda y vi a mi madre junto al sillón, desnuda y con mis calzoncillos en la mano.

  • Te dejabas esto -me dijo.

Yo la miré de arriba a abajo, casi en estado de shock. Después me miré la polla, cada vez más y más dura, las venas marcadas como jamás lo habían estado. Parecía la polla de un monstruo.

No sé si mi madre interpretó sendas miradas como una invitación pero lo cierto es que se puso a horcajadas sobre mí y se metió mi rabo dolorosamente enhiesto despacio entre los pliegues de su vulva.

Cuando se dejó caer con todo el rabo dentro me abrazó fuerte y me besó. Primero un beso dulce en los labios pero luego empezamos a comernos las bocas como dos amantes zarandeados por la más demoledora pasión.

Poco después mamá cabalgaba sobre mi rabote completamente enajenada, su pelo suelto me hacía cosquillas y me restregaba las tetas por la cara. De alguna manera conseguí bajarme los pantalones para estar más cómodo y dejar libres mis cojones. Tengo unas pelotas muy grandes.

En cierto momento tuve que sostenerla de la cintura para que moderara un poco las subidas y bajadas. Me estaba follando a mamá y durante los minutos que llevábamos haciéndolo había estado tres veces a punto de correrme sin remedio. Pero quería que durara más. Quería darle una buena despedida a mi madre aunque no fuera por métodos convencionales.

A la siguiente vez que sentí que se aproximaba la lechada del siglo le hice parar y le pedí que se diera la vuelta y se sentara encima de mi mástil. Mamá obedeció, complacida. Me dio la espalda y deslizó otra vez su coño mojado por mi verga hasta quedar bien ensartada. Una de sus manos empezó a masajearme los cojones. Empujé su culo hacia arriba para ver como poco a poco mi pollaca, que estaba completamente desconocida, salía de su coño y volvía a entrar con un golpe de caderas. Ahora era yo el que podía controlar mejor la follada, mamá apoyaba una o las dos manos en mis piernas y mentenía la posición, como si fuese a levantarse de una silla incómoda, mientras yo le daba tralla. Poco después acabamos tirados en el sillón, yo metiéndole rabo hasta las entrañas y magreando sus pechos y ella girando la cara buscando mi boca.

Tenía ganas de hacerle de todo. Quería comerle el coño y el culo y metérsela también por detrás, quería que se sintiera bien guarra siendo follada por su hijo de dieciocho, por una polla joven y solícita. Pero llegué a un punto de excitación sin retorno y tuve que contentarme con ponerme rápidamente de pie mientras ella caía de rodillas al suelo y dejar que me diera cuatro lamidas en el cipote antes de soltar una corrida que no acababa nunca. Le llené la boca de leche y mamá se la tragó agradecida, relamiéndose de gusto mientras se daba palmaditas en el coño como si fuera una atriz de película porno actuando para mí.

Fue brutal.

La verdad es que solo ocurrió aquella vez y nunca más volvimos a hablar del tema, pero solo puedo decir que me follé a mi madre y que fue uno de los mejores polvos de mi vida.

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