Me desconocido que conocí en Internet
Esta es mi historia. De cómo fui desvirgado por Pedro... mi mejor amante.
Me llamo Antonio, tengo 28 años soy moreno y simpático, de estatura más bien baja aunque eso lo compensó con 19 cm de buen pene. Hace un año me mude de mi ciudad de origen en las costas colombianas a una ciudad del interior de mi país. Desde que era un adolescente comencé a desarrollar un cierto gusto por los chicos, pero el temor pudo más y nunca hice nada para conocer a alguno con mi mismo gusto. Luego de terminar mi profesión decidí iniciar mis estudios postgraduales por lo que aproveche para alejarme de mi casa por un tiempo y me busque una universidad alejada.
A los pocos meses de haberme instalado conocí a un chico de 19 años que me gustó mucho, con él tuve mi primera relación gay en un monte, fue una experiencia formidable pero no voy a hablarles de ella. Luego de este chico, con las primeras arrecheras de la nueva experiencia, me dediqué a coleccionar amantes hasta que un día recibí un mail bastante particular. Su remitente un chico de 25 años, profesional llamado Pedro, quien por un mensaje que coloqué en un grupo de MSN decidio contactarme (pues yo ofrecía algo de aventura, jejejeje). Para cuando Pedro me escribió yo ya había olvidado el mensaje que coloqué pero decidí ponerme en contacto con el chico.
Durante días estuve conversando con él, pero la verdad no me agradaba la manera en que se dirigía a mi pues pensó que yo era un puto así que decidí ignorarlo y tratarlo con descortesía. Hasta que un día me escribió un mensaje que me dejó impactado pues de manera bastante inteligente y agradable me pedía que nos fueramos a la cama. Decidí entonces que lo mejor sería darme la oportunidad de conocerle, le di mi número celular y a la noche siguiente recibí su llamada. Su voz era hermosa, pues a pesar de ser muy masculina era tremendamente suave y dulce. Comenzamos nuestra conversación de manera trivial, hasta que mi futuro amante me dijo lo que deseaba hacer conmigo. De forma muy cortante me dijo: "quiero lamer tu culo, porque nunca me he comido un culito negro". No pude contener mi risa y le dije que yo era activo y que no me interesaba experimentar con mi culo. Sin embargo, la idea de sentir una lengua recorriendo mi culito me pareció muy excitante y acorde una cita con él al día siguiente.
Llegado el día recibí otra llamada de Pedro, quien me dijo que se encontraba cerca del lugar donde yo vivo (pues vivo a unas cuadras de la Universidad donde él sabía que yo estudiaba). Eso me puso muy tenso porque muchos de mis amigos (que no saben de mi condición) estaban cerca del lugar donde él me había dicho que estaba, salí a su encuentro y rápidamente me alejé de la zona. El ambiente entre los dos era muy tenso por los nervios que sentíamos. Pedro era un chico de 25 pero parecía mayor, pues es bastante corpulento y medianamente alto, al verlo me impacto mucho su aire de hombre, y la sensualidad de su voz que resulto ser más sensual que a través del teléfono. Mientras nos alejábamos mi interés crecía por los comentarios inteligentes y graciosos que hacia (ninguno de mis amantes me había llamado más la atención que él, pues sólo me interesaban sus cuerpos y satisfacer mis ansias) Abordamos un bus con rumbo a un motel cercano al pueblo donde el vivía (un pueblo cerca de la ciudad en la cual vivo). Al llegar al pueblo abordamos un taxi hasta el motel. Luego de una corta charla nuestra faena comenzó con un apasionado beso. Debido a que Pedro era más alto que yo, me tomó en sus brazos y me alzo llevándome a la cama donde nuestro beso se extendió mientras de forma casi desesperada nos desprendíamos de los ropajes.
Sus labios comenzaron a recorrer mi cuerpo mientras con sus manos se deshacía de mi ropa interior. Me tomó por la cintura y de forma suave me fue volteando y acomodando mi cuerpo para que mi culito quedara a merced de su lengua. No pasó mucho tiempo cuando sentí su lengua humeda y caliente recorrer mi culo hasta llegar a mi ano virgen, donde con fuerza su lengua comenzó a entrar. La sensación que me producía era inigualable, Pedro era un experto lamiendo culo, la intensidad de su lamida la completaba con suaves caricias en mi espalda y en mi pene. Yo sentía como su lengua hurgada en mi trasero mientras me masturbaba de manera intensa. Nunca había sentido algo así, la sensación era única, quizá era su lengua o quizá era mi nuevo amante que me había deslumbrado con su inteligencia y su buen sentido del humor, lo cierto es que sentía como una extrema sensualidad recorría mi cuerpo.
Luego de cinco minutos (que a mi me resultaron eternos) Pedro se detuvo y se acercó a mi para decirme lo rico que sentía lamer mi culito y lo mucho que le impactaba la forma en que había dilatado. Nos unimos en un largo beso hasta que decidí que era hora de retribuir a mi amante de la misma manera que el había hecho, comencé a deslizarme por su pecho hasta que llegué hasta su pene, su pequeño y rosado pene que se me presentó como un delicioso manjar. No pude resistir la tentación y comencé a mamarle el pene, me encantaba el sabor de su pene pero decidí que quería comerme su culito, era delicioso sentir el sabor de sus nalgas, el calor de su culito y el aroma de sus genitales, todo el cuadro fue genial. Pedro me pidió que hiciéramos un 69 lamiendo nuestros culos así que me monte encima de él. Pedro me proporcionaba un placer inigualable así que me levanté y le pedí que me penetrara, que quería sentirlo dentro de mí. Luego de un rato de comerme el culo, hizo que me pusiera en posición fetal, acomodó su pene en la entrada de mi trasero y mientras se hundía en mi, me tomó por la cintura halándome hacia él. Sus embestidas fueron brutales, pero a ese punto lo único que sentía era placer.
Su pene entraba y salía de mi culo con fuerza pero el dolor era poco comparado con las sensaciones que me proporcionaba. Mis gemidos silenciosos eran ahogados por el sonido de sus guevas golpeando mis nalgas. Sentía los pelos de su pubis rozar mis nalgas, sus manos que se apoderaban de mi cintura, su pene que se abría paso en mi interior, con una fuerza descomunal, me moría por sentir sus descargas en mi interior era tanto el placer que no quise ni masturbarme, sentí sus descargas en mi interior mientras que se tiraba encima mío para besarme tiernamente en el cuello. Esa noche lo hicimos tres veces más. Luego de tanto placer nos despedimos con un largo beso. Llegué a mi casa lleno de placer, con una sensación única en mi cuerpo (aunque con un poco de dolor por las embestidas de mi amante) Nuestras faenas se repitieron en dos ocasiones más en los siguientes ocho días. Pero decidimos que sería mejor terminar las cosas (creo que nos estábamos enamorando), en nuestro último beso lloramos. Fue fantástico conocerlo, sentir todo lo que me hizo sentir, abrazar su cuerpo, sentir sus besos, escuchar su voz mientras nos encontrábamos acostados. Él ha sido y creo que seguirá siendo la mejor experiencia de mi vida pero todo lo bueno termina.