Me dejo tocar el culo en el colectivo (3)

Algunos lectores me acusan de ser marica y otros me acusan de puto. A quién se le ocurre. Yo soy un hombre casado, y si tengo un nuevo amigo, no hay nada malo en una amistad entre hombres. Aunque sea un poco inusual...

Me dejo tocar el culo en el colectivo (03)

Por Lindo Culo 04

lindoculo04@yahoo.com.ar

Estaba impaciente por ver a mi nuevo amigo. Con mi mujer todo andaba bien, o al menos todo lo bien que podía andar desde que por primera vez en mi vida había mamado una tranca. ¡Y qué tranca!

Curiosamente en esos días me la cogí más que nunca. Pero era algo distinto, ahora, mientras me la cogía pensaba que era con esa tranca con la que la estaba cogiendo. Mi mujer, loca de la vida. Tenía garche todas las noches, y a veces hasta de día. Estaba delirante por el "reverdecer de nuestro amor". Y a mi me parecía muy bien. Pero la imagen y el sabor de esa estupenda polla me perseguían a toda hora.

Me imaginaba a mi mujer cogida por ese hombre, y me la llevaba a la cama, y le daba y le daba. Empecé a darle por el culo y ella se moría de gusto, mientras se masturbaba por adelante.

Pero yo estaba cada vez más ansioso esperando que mi amigo, el hombre que me sedujo apoyándome el culo en el colectivo, me llamara. Estaba celoso incluso, me preguntaba a qué otro estaría cogiéndose, a quién le dejaría mamarle la polla y cuando volvería a sentirme como si fuera su puta.

¡¡Por qué no me llamaba!! ¿Es que lo único que quería era seducirme para luego abandonarme? ¿Qué clase de hombre era ese? Me asombraron esos ataques de desesperación histérica totalmente impropios en un individuo masculino como yo. Pero así estaba.

Finalmente me llamó a la oficina, cerca del medio día. Habían pasado ocho días. Frente al alivio que me produjo escuchar su voz en el teléfono, me reí del drama que me había estado haciendo, como si fuera una quinceañera desequilibrada por el encuentro con un chico. Junto con el alivio volvió el aplomo. No tenía caso evitar que se me notara la alegría, pero procuré darle a mi voz un tono jovial, calmo.

"¿Puedo verte ahora?"

"¿¿Ahora??"

"Ya mismo" Era tal la fuerza imperativa de su voz, que aún a través del teléfono, sentí que trastabillada.

"¡Pe-pero… estoy en el trabajo…!" la inseguridad se transparentaba en mi voz. Sentía que frente a ese ímpetu mi resistencia se desmoronaba como un muro de greda.

"¡Buscá una excusa! ¡Cualquiera! ¡Pero vení de inmediato al bar de la otra vez!"

Farfullando algo confuso acerca de un pariente en problemas conseguí permiso de mi jefe, irritado por abandonar la oficina teniendo tamaña pila de trabajo sin cumplir, y me escabullí, totalmente sonrojado, lo sabía por los calores que invadían mi cara. Pero ese hombre sabía que me podía ordenar lo que quisiera, cuando quisiera. Mientras apresuraba mis pasos en dirección al bar, la imagen de su tremenda tranca turgente y su atractivo rostro, iban delante de mí, como un burro persiguiendo una zanahoria que cuelga de una vara adherida a su montura.

Aunque mi capacidad para pensar coherentemente había huido en el tumulto de mis emociones, trataba de pergeñar alguna excusa tartamudeante para pedirle que no me rompiera el culo, que era justo lo contrario de lo que me pedían mis más secretos deseos. Pero estaba atemorizado y demasiado confuso para lograr algún argumento que lo persuadiera. ¿¿pero que lo persuadiera de qué?? ¡si no me había pedido nada aún! ¡Ni siquiera sabía el porqué de su orden imperativa de que fuera donde me esperaba!

De uno de los reservados del bar sacó medio cuerpo, como saludándome. Al irme a sentar a la mesa extendí mi mano en un intento vacilante de estrechar la suya, pero se me adelantó, plantándome un apasionado beso en plena boca. Me puse colorado como un tomate. Por suerte no todos habían tenido acceso visual al reservado, pero algunos se fijaron. Arrastrándome de un brazo me sentó en ángulo con él, y empujándome levemente por la espalda me acercó a su cara, para poder continuar besándome en una forma muy caliente, con lengua y todo. Pronto mi respiración se fue acelerando. Porque sus golosos besos se sucedían uno tras otro, comiéndome la boca. Si había habido preguntas agolpándose en mi mente sobre la razón de su urgencia, habían volado como nubes dispersadas por el viento, como ventarrón.

Una de sus manos se había colado por dentro de la camisa y me acariciaba cálidamente el pecho, endureciéndome los pezones.

Inconscientemente, mi mano encontró su polla por debajo de la mesa, dentro del pantalón. Y se aferró a ella como si no pudiera hacer otra cosa en el mundo. Y era cierto, todo mi mundo era él, su pollota enhiesta, sus manos acariciantes y su boca devoradora.

Cuando el mozo asomó su presencia en el reservado, mi amigo dio la orden de dos cafés, y sin esperar que se fuera el mozo, continuó magreándome, como si le perteneciera en cuerpo y alma.

Y cuando su mano bajo de mi espalda hasta mi culo, me levanté apenas como para que pudiera tocármelo bien.

Cuando el mozo volvió con los cafés nos encontró de pié, con él restregándome la polla contra mi mullido posterior, y yo refregándoselo a través de la tela de ambos pantalones.

"¿El señor desea pasar al cuarto superior?" preguntó con una sonrisa cómplice mientras con él contra mi nalgas, sentía las manos calientes de mi seductor magreándome el pecho con mi camisa totalmente desabotonada, en medio de mis jadeos y gemidos y el chasquido húmedo de sus besos en mi cuello. Era evidente para el mozo que mi amigo estaba en total control de la situación, es decir de mí, que estaba para lo que él quisiera.

El mozo entendió eso como un "sí", y con las manos de mi amante sobándome todo el cuerpo me sentí llevado escaleras arriba, como si me estuvieran llevándome al cielo o al mismísimo infierno, que si de eso se tratara no me hacía diferencia con tal de que me siguieran llevando.

Cuando nos dejó solos en el dormitorio prometido, en realidad se había ido a accionar las cámaras ocultas detrás de los espejos. Pero yo creía que estábamos solos y me encontraba en pleno delirio de calentura.

Mi amigo me guió hasta el baño, y bajándome el pantalón hasta la mitad, dejó mi rollizo posterior al aire, y comenzó a lavármelo con agua tibia, ojete incluido. Todo eso sin dejar de besarme, manteniéndome completamente conmocionado. Cuando comenzó a limpiarme el agujerito por dentro, hundiéndome su fuerte dedo hasta el fondo, me estuvo cogiendo el orto dándome tanto gusto que de mi polla erecta comenzó a brotar el semen irresistiblemente.

Cuando él advirtió como me había corrido, lanzó una risita baja "Vaya, mi cielo, ha quedado sólo una polla en pie… ¿Qué se te ocurre que podríamos hacer con ella? Sacate los pantaloncitos, mi nene…"

Y me llevó hasta la gran cama, con el culo al aire, sabiendo que su polla detrás de mí, iba apuntándome como un rifle a su presa.

"Por favor…, sé suave…" atiné a implorarle, cuando la sentí entre mis nalgas.

"¡No, mi ángel, ni sueñes con que te la meta, por ahora! Solo quiero que me la vayas sintiendo…" Y separándome las nalgas puso su gran don entre ellas, pero no apuntándome al ojete, sino en dirección transversal al mismo, de modo que pudiera sentir el grueso y caliente tronco moviéndose en paralelo a la raya del culo, pero con la enhiesta poronga separándome las nalgas. Nunca había experimentado nada tan erótico. Me acomodé lo mejor que pude para sentir como la cabeza de su enorme pollón me frotaba desde la base de los huevos hasta el principio superior de las nalgas, como si le estuviera cabalgando la pollota con mis nalgas como jinete, y su tronco como caballo. Sentía con mi ojete las frotadas de mi seductor todo a lo largo, sin sentir la amenaza de una penetración, que con la posición transversal de su polla no entrañaba ningún peligro, pero me daba la sensación que sus frotaciones provocaban en mi ano, con cada frotación, y en mis huevos y sus cercanías.

Sentí que mi culo se abría como besando con mis nalgas y ojete ese largo tronco que iba y venía, dándome un placer indescriptible.

Hasta que me avisó "no te asustes, te voy a enfilar el glande frente al ojete, pero no para penetrarte, sino para inyectarte mi semen para que lo disfrutes aunque no sientas mi garcha adentro. Ya estoy por acabar…" Y yo sentí venir la inminencia de su acabada, a la puerta de mi ojete, con su glande tan bien colocado que cuando comenzaron los chorros de su eyaculación, mi orto se abrió goloso, para recibirla. Sentí toda esa leche caliente corriendo como un torrente hacia el fondo de mi ano, emisión tras emisión. Fue como si me hubieran cogido, pero sin la pija adentro. Sólo con su leche.

Sentí es esfuerzo de autocontrol con que sus manos se aferraban a mis caderas, para no sucumbir a la tentación de enterrármela hasta el fondo. Me pareció muy considerado de su parte, demasiado considerado, quizá.

Sentí que amaba a ese hombre, mientras recibía su enema de semen, escuchando sus roncos jadeos.

"Ahora limpiámela con la lengua y después andate" Y tendido boca arriba me dejó engullir su grueso glande lo más que pude, mientras mi boca succionaba hasta la última gota que pudiera quedarle.

Luego me vestí y me fui, sintiendo la enorme descarga de semen que había donado mi amigo a mis intestinos, apretando las nalgas mientras bajaba la escalera, para que no se me escapara nada.

Me sentía extrañamente orgulloso, y con la certidumbre de que pronto tendría otra llamada suya.

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