Me debes una

Veo por de manera accidental a mi amigo en una tórrida escena homosexual. Esto despierta en mí sensaciones y deseos hasta ahora desconocidos.

Me llamo Lorenzo, Loren para mis amigos. Soy un chico de 16 años, y físicamente siempre me han dicho que soy atractivo, aunque yo me considero un chico normal. Practico el fútbol en un equipo de la liga local de cadetes, y eso hace que me mantenga en forma y tenga un cuerpo más bien atlético.

Actualmente estoy estudiando bachillerato en un instituto de mi ciudad, y la mayor parte de mis amigos estudian conmigo. Me llevo especialmente bien con Mauro, un chico de mi edad con el que tengo bastantes cosas en común y solemos quedar fuera del instituto junto con otros amigos más.

De hecho, la historia que estoy relatando tiene bastante que ver con él. Todo empezó una tarde en la que estábamos conectados por la webcam del ordenador para comentar temas referentes a un examen, ya que solemos saltarnos alguna que otra clase y al final siempre tenemos los apuntes incompletos. Solemos conectarnos bastante a menudo, empezamos hablando de temas de clase y acabamos por los cerros de Úbeda, enlazando una conversación con otra, de manera que acabamos hablando de cosas que no tienen nada que ver con el tema inicial. Esa tarde en concreto terminamos hablando de lo que molaría ir al instituto en ciclomotor.

  • ¿tú sabes lo que fardaríamos? –me decía él.

  • Si, además se liga más.

  • A ver si hay suerte este verano, me sale un trabajito y puedo sacar algo de dinero para comprarme una.

  • Ya ves… Bueno, voy  a echar una meada que llevo toda la tarde aquí sentado y no me aguanto.

  • Ok Loren. A mí me están llamando al timbre y no están mis padres, voy a ver quién es y a continuar estudiando.

  • Venga, ya hablamos -me despedí, mientras  me levantaba de un salto para ir corriendo al baño.

Tras aliviar la vejiga, me dirigí a la cocina para ver si encontraba algo para picar, y me entretuve un rato discutiendo con mi hermana, dos años mayor que yo, recriminándome que nunca me encargo de sacar al perro a la calle, cosa que me fastidia porque fue ella quien se empeñó en adoptar ese perro, y por lo tanto, la obligación es suya.

Tras unos minutos de discusión improductiva, volví de nuevo a mi habitación y me senté en el escritorio a releer mis apuntes de matemáticas. Sin querer moví el ratón del ordenador, y la pantalla que se encontraba en reposo se volvió a encender. Levanté la vista y vi que Mauro no había cerrado la aplicación con la que estábamos conversando, y la webcam seguía conectada. De repente vi algo que acaparó toda mi atención: Mauro estaba en la cama, pero no estaba solo, estaba enrollándose con alguien en la cama.

La puñetera silla de su escritorio me tapaba parte de la visión y no podía ver las caras, pero se estaban besando seguro, por la postura y los movimientos que hacían.

“Que cabrón”-pensé- “No me ha contado nada, ¿quién será?

Empecé a hacer un repaso mental de las posibles candidatas que podían estar ahora mismo en su cama.. “¿Su vecina Sonia? No, no creo... ¿Alguna de las que conocimos hace quince días en el parque? Me extrañaría.. Tiene que ser alguna  del insti....¿pero quién?”

Solo podía ver unos vaqueros y la parte inferior de la camiseta. En cambio, Mauro quedaba bastante encuadrado en pantalla, podía ver como su mano recorría el muslo de su misteriosa pareja, hasta llegar al vientre, donde se detuvo para  empezar a desabrochar los botones del pantalón. En ese momento tuve una erección instantánea y pensé que no estaba bien  espiar a un amigo en una situación como esa, pero tampoco estaba bien que él me hubiera ocultado algo así,  y no pude más que clavar la vista fijamente en la pantalla del ordenador.

Y entonces sucedió lo más insólito: la mano que había introducido por dentro del pantalón apareció de repente con una polla entre sus dedos. “¿Pero qué cojones...?” No podía dar crédito a lo que estaba viendo... ¿estaba con un tío? Si, hombre… ¿en serio?

Mi erección lejos de desaparecer, se acentuó aún más. Estaba absorto, sin poder mover ni un músculo, y con la mirada fija en la pantalla. Mientras mi amigo pajeaba al desconocido amante, se iba despojando de su pantalón y de su ropa interior, hasta que quedaron los dos completamente desnudos. Para entonces, yo ya había empezado a acariciarme un poco por encima del pantalón, aunque mi polla pedía algo más, así que la liberé de su cautiverio y empecé a masajearla suavemente.

Poco a poco, vi cómo Mauro iba acomodándose en la cama hasta tener la polla de su amante cerca de su cara, y deseé con todas mis fuerzas que dejara de pajearle y se comiera esa polla. Era un deseo salvaje provocado por el morbo y la excitación que  me producía la situación, no me reconocía., nunca me hubiera imaginado que una escena homosexual produciría tanta excitación en mí.

De repente, lo que tanto había deseado por fin se produjo: Mauro se introdujo el pene de su amante entre los labios, y lentamente su boca empezó a realizar un rítmico movimiento de vaivén a lo largo del tronco del pene.

Aquello me aceleró el corazón, incrementando mi nivel de adrenalina y excitación, mi mano subía y bajaba a lo largo de mi polla casi imitando el ritmo de Mauro con su boca.

Todavía no podía ver la cara del otro chico, me moría de las ganas de saber quién era, pero su cara quedaba fuera de plano, la dichosa silla del escritorio me tapaba la visión de ese lado de la cama.

Mauro se encontraba a cuatro patas, agazapado sobre la polla de su presa, con  su culo en pompa apuntando directamente hacia mí. Me llamó la atención su orificio anal, que estaba totalmente depilado y,  sin razón aparente, un escalofrío de placer me recorrió la espina dorsal hasta mi cerebro, que empezó a imaginarse situaciones morbosamente sexuales con ese orificio como protagonista.

Era increíble el morbo que sentía, casi deseaba que esa polla que tan lujuriosamente mamaba fuera la mía.

Mis pensamientos se disolvieron cuando Mauro dejó de lamer el pene del anónimo chico y se dirigió al cajón de su mesita, de donde sacó un tubo. No era difícil imaginar aquello qué representaba o cual iba a ser la próxima escena que iba a presenciar. Mi nivel de excitación ya era máximo, tuve que dejar de masturbarme porque estaba al borde del orgasmo, de que mi semen saliera disparado y a borbotones, pero deseaba prolongar ese placer, seguir disfrutando del morbo que me producía esa situación hasta ahora desconocida para mí.

Como era de imaginar, Mauro puso un poco del contenido del tubo en su mano, que supuse sería algún tipo de lubricante, e hizo lo mismo en la mano del otro chico. Este último extendió el lubricante por su polla, esmerándose especialmente en la zona del glande. En cambio, Mauro repartía el gel por su zona anal, masajeando suavemente el agujero con la yema del dedo corazón, y me pareció ver que el extremo del dedo desaparecía por un instante en el interior del agujero.

Aquello me puso muy caliente, más de lo que estaba, el corazón me dio un vuelco sólo de imaginar lo que venía a continuación... no podía estar sucediendo, me parecía tan irreal…

Pero repentinamente, los dos protagonistas de la tórrida escena que tanta excitación me estaba provocando se incorporaron de inmediato y comenzaron a vestirse de manera apresurada.

“Mierda...”- pensé. Estaba claro que estaban solos y en ese momento alguien había llegado a su casa. En ese momento caí en la cuenta de que yo tampoco estaba solo en casa, y en cualquier momento alguien podía entrar a mi habitación y pillarme así, con la mano dándole a la zambomba… La verdad es que la excitación te hace bajar la guardia y te vuelves más imprudente.

Me guardé la polla en el pantalón conforme pude, y observé la pantalla de nuevo. Pude ver de refilón la cara del otro chico, pero no lo suficiente como para reconocerlo.

Mauro se acercó a su ordenador y me dio un vuelco el corazón. Me apresuré a cerrar el programa y a bajar la pantalla del portátil, como queriéndome esconder después de haberme portado como un sucio voyeur, y haberme excitado como una perra en celo viendo a mi amigo en una escena de sexo homosexual.

Eso me hizo bajar un poco el calentón, pero me fui directo al baño, a encerrarme y poder acabar tranquilamente la paja que había empezado. Tiré una toalla en el suelo y me coloqué encima, con las piernas abiertas, acariciándome el ano con un dedo y agitando mi polla con la otra, mientras pensaba en el ojete depilado de Mauro, imaginándome mil cosas que hasta ahora ni se me habían pasado por la cabeza. Esto hizo que no tardara en correrme, saliendo un chorro de semen disparado con tanta fuerza que me llegó al pecho, para a continuación resbalar hacia abajo dejándome lleno de mi propia leche.

El día siguiente transcurrió con normalidad  en el instituto, no coincidí apenas con Mauro. Era viernes y estábamos todos revolucionados pensando en el fin de semana. Como hacía buen tiempo me salte un par de clases para ir con unos compañeros al parque a tomar el sol tirados encima del césped.

  • Hey, tíos – dijo Ricardo, uno de los compañeros- ¿Quedamos esta tarde para dar una vuelta? No puedo estar toda la tarde encerrado en casa sin fumarme un cigarrito. ¿Quién se apunta?

  • Yo me apunto- contesté.- Enviare un par de mensajes a ver si se apunta alguien más.

  • Vale. Yo lo enviaré al grupito de Paula a ver si quedamos con ellas después en el centro comercial.

Y así estuvimos un buen rato hablando de chicas, de festivales y de deporte. Al final de la mañana volvimos a clase, y al acabar me fui a casa absorto en mis pensamientos, que naturalmente, eran de índole sexual.

Abrí la puerta y me dirigí a la cocina, a calentar el plato de comida que mi madre me había dejado preparado. No había nadie en casa. Mi padre estaba trabajando, mi madre aprovechaba el viernes por la tarde para ir a hacer la compra, y mi hermana ya había avisado que ese día no comía en casa.

Comí rápidamente sin hambre, y tras recoger la mesa, me dirigí al baño. Llevaba todo el día dándole vueltas a una idea, y estaba casi decidido a materializarla.

Abrí un cajón del baño y saqué una maquinilla y espuma de afeitar. Me desnudé completamente y puse un poco de espuma en mi zona anal, la esparcí y me dispuse a afeitarme el ano, obsesionado con tal idea desde que vi el de Mauro la tarde anterior.

Una vez rasurado, y con una erección tremenda por el morbo y la excitación que estaba experimentando, decidí ir más allá y depilarme también el pubis y los testículos.

Cuando ya estaba en ello, se me ocurrió la idea de dejarme un poquito de vello en el centro, como las pornostars que veía en los videos de internet. Total, si después no me gustaba cómo quedaba, podía afeitarlo del todo.

Al finalizar me di una ducha para limpiar los restos e intentar bajar un poco el calentón. Estaba haciendo verdaderos esfuerzos para no masturbarme, y de momento lo estaba consiguiendo.

Al salir de la ducha me miré en el espejo del lavabo. La verdad es que el trocito de vello que me había dejado “a la brasileña” me quedaba muy bien. Me sentía un poco femenino, y esa sensación me excitaba sobremanera.

Me di la vuelta y puse el culo en pompa, me agarre las nalgas y las aparté un poco, dejando ver el ojete recién depilado. Me encantaba cómo había quedado, igual de femenino que por delante. Era como si acabara de descubrir una parte nueva de mi cuerpo, habiendo pasado desapercibida todos estos años.

Tras dudar un poco, me dirigí totalmente desnudo a la habitación de mi hermana, y abrí el primer cajón de la cómoda que hay frente a su cama. Reconozco que no es propio de mí invadir su intimidad y sus pertenencias, pero la excitación que sentía en ese momento hacía aflorar mis  instintos más primitivos.

Allí estaban a mi merced, todas sus braguitas exquisitamente ordenadas. Hurgué con los dedos como si estuviera manipulando una pila de papeles, para ver las que se encontraban más abajo… ¡Bingo! Ahí estaba lo que estaba buscando: un tanguita rojo que había visto alguna vez colgado en el tendedero cuando mi madre ponía la lavadora.

Lo saqué cuidadosamente y lo estiré para observarlo. En la parte delantera tenía un dibujo de Betty Boop en ropa interior luciendo una postura muy sugerente, además de un lacito rojo en la parte superior. Los laterales iban rematados, al igual que el resto, por unos encajes casi imperceptibles, enlazando con el triángulo situado en la zona trasera, que se estrechaba en su zona inferior hasta formar una delgada línea, la que se aloja entre las nalgas.

Sin pensármelo dos veces, introduje una pierna, luego la otra, y lo deslicé cuidadosamente hacia arriba, notando su roce por los muslos. Acomodé la tira entre las nalgas y coloqué los testículos y el pene como pude en el tanga, ya que con la erección que tenía, apenas me cabían nada en ese minúsculo trozo de tela.

Volví al baño y me miré en el espejo para ver cómo me quedaba. Realmente me vi sexy, sobre todo por detrás. Por delante gran parte de mi pene erecto quedaba por fuera del tanga. Al acariciarlo un poco noté lo el calor que desprendía, lo rodeé con la mano y empecé a subirla y bajarla rítmicamente mientras me miraba el culo en el  espejo, imaginándome que era el de alguna chica de clase. El roce del tanga en la raja del culo me excitaba sobremanera, estaba totalmente absorto en mis pensamientos cuando de repente oí la puerta de la entrada. Alguien había llegado. Me dio un vuelco el corazón y me apresuré en cerrar la puerta del baño. Me puse los pantalones sin quitarme el tanga y acabé de vestirme más tranquilamente.

Me mojé un poco el pelo y salí disimuladamente del baño con la toalla en las manos, como si me hubiera acabado de duchar.

Había regresado mi madre… Entré en la cocina a  saludarla y me estuvo comentando algunas cosas referentes a la vecina que se había encontrado en el ascensor. Miré la hora y me di cuenta de lo rápido que me había pasado la tarde, en media hora había quedado con mis amigos y se me hacía tarde, así que acabé de arreglarme el pelo y me fui, enfundado con el tanga rojo de mi hermana.

El simple hecho de andar o agacharme hacía que el tanga me presionara la raja del culo y el agujero del ano, y eso hacía que me excitara, por lo que debía de ir controlando mis movimientos para no tener una erección constante.

Una vez me reuní con el grupo, dimos una vuelta, nos compramos refrescos energéticos y nos lo tomamos en el parque. Yo no prestaba demasiada atención a la conversación de mis amigos, me limitaba a observar las chicas que pasaban,  muchas de ellas con leggins o pantalones ajustados. Me preguntaba si tendrían el culito depilado como yo, como sería el tanga que llevaban, o si sentían la misma excitación que yo al notar la tira del tanga presionando el ojete.

Estuve como 10 minutos sumido en mis pensamientos, que se esfumaron repentinamente al ver aparecer a Mauro.

  • Eh tíos, por fin he podido escaparme un rato. ¿me he perdido algo?

Hizo el saludo de rigor, chocando la mano uno a uno. Al finalizar, se puso a mi lado y estuvimos hablando un rato. Me comentaba algo acerca de un amigo de su padre que tiene una empresa y a lo mejor podía darle trabajo en verano para sacarse algo de dinero para la moto.

Mientras me hablaba, me venía a la mente la imagen de su culo depilado, el culpable de haberme obsesionado en llevarlo yo también así.  Me acordaba también de cómo le mamaba la polla a su amante anónimo…

Finalmente tuve que dejar de imaginar tanto y prestar atención a lo que me contaba, porque no me estaba enterando de nada, y lo único que hacía era asentir con la cabeza de manera sistemática.

Finalmente Ricardo propuso ir al centro comercial a ver si veíamos a Paula, la chica que le gustaba. La verdad es que Paula es muy guapa, y el grupo de amigas con el que va tampoco se quedan atrás. Algunas veces coincidíamos los dos grupos y nos juntábamos.

Una vez allí, subimos por las escaleras mecánicas y nos dirigimos a una zona ajardinada donde hay sitio para sentarse y desde donde se puede controlar gran parte de la gente que pasa. De repente, Mauro se paró en el escaparate de una tienda y dijo:

  • Esperadme un momento, que quiero entrar a ver las camisetas.

  • Va, Mauro. No fastidies- dijo Ricardo- te esperamos allí.

  • Vale, cuando acabe me acerco. Son dos minutos.

  • Yo entro contigo- le dije.

Así pues, entramos los dos en la tienda mientras el resto se dirigía al punto de encuentro. Mauro estuvo observando unas camisetas estampadas y yo me dirigí al rincón donde estaba el calzado. Me senté en un banco y me probé unas zapatillas. Al agacharme para anudarlas, noté cómo el tanga se me clavaba en la raja del culo y eso me estimulaba.

Lo hice un par de veces más, hasta que me di cuenta que al agacharme, se me levantaba un poco la camiseta, y la zona trasera del tanga se me había subido hasta asomar por fuera del pantalón. “Mierda- pensé- Espero que no me haya visto nadie”.

Mientras me miraba las zapatillas apareció Mauro y me dijo:

-  La verdad es que te quedan bien las zapatillas.  Pero éstas igual te quedan mejor – se dirigió al estante de zapatos de chica, y cogió unos zapatos de cuña de color rojo- hacen juego con tu ropa interior.

Me quedé  paralizado, sin saber que decir. Toda respuesta que se me ocurría me parecía más estúpida y ridícula que la anterior.

Al verme apurado y callado, Mauro continuó:

  • Parece que te quedan bien. Son de tu hermana ¿verdad?

  • Si- contesté- ¿quieres verlas?

  • Jaja. Ya he visto una parte, pero tengo curiosidad por ver el resto.

  • Ven. – le dije.

Tenía el pene totalmente erecto. Así que al levantarme, cogí un par de prendas para taparme el bulto y me dirigí a los probadores. Me metí en uno que estaba vacío y Mauro entró detrás de mí. Corrí la cortina y le di un pequeño empujón para que se sentara en el taburete.

Me sentía muy excitado, el corazón a cien por hora, sin saber muy bien lo que estaba haciendo, ni lo que podía suceder a continuación.

Me di la vuelta, dándole la espalda a Mauro, me desabroché el pantalón y me lo bajé lentamente, mientras ponía el culo en pompa apuntando hacia la cara de Mauro, tal y como hacen los strippers. Por los espejos del probador pude ver reflejada su cara de asombro. El fino hilo del tanga dejaba ver mi ojete depilado, lo cual pareció excitarle bastante.

Me di la vuelta lentamente y ante su cara apareció mi polla erecta, atrapada entre la tela roja del tanga y mi abdomen. El glande estaba brillante y lubricado debido al líquido preseminal, originado por los múltiples momentos de excitación experimentados durante toda la tarde.

Mi paquete se encontraba a un palmo de su cara, y pude observar como sus ojos iban de un lado a otro, fijándose en todos los detalles: Betty Boop, el lacito, el glande brillante, el tronco de mi polla que quedaba medio dentro del tanga y medio fuera… incluso intuí que le gustaba el olor de excitación  que desprendía mi polla.

  • ¿te gusta? –le pregunté

  • Te quedan muy bien- respondió mientras tragaba saliva.

Entonces introduje los pulgares entre la goma de los laterales del tanga, y empecé a bajarlo lentamente. Mi polla se liberó de su prisión y se separó de mi abdomen, bajando unos grados y quedando a escasos centímetros de la boca de Mauro, que observaba mi pubis rasurado a medida que lo iba descubriendo.

Tras unos segundos que me parecieron interminables, se me aceleró aún más el corazón al ver como Mauro separaba lentamente los labios para abrir su boca, mientras inclinaba la cabeza hacia adelante. Vi aparecer su lengua, que entró en contacto con mi frenillo mientras sus labios envolvían suavemente mi glande y sus ojos se cerraban como queriendo disfrutar de un exquisito manjar.  La sensación que sentí fue indescriptible. Su lengua empezó a enroscarse y darle vueltas a mi glande, para volver al frenillo y estimularlo frenéticamente. Sentí que me iba a correr, y parece ser que Mauro lo detectó, por lo que dejó de utilizar su lengua, y abrió los ojos. Su mirada se clavó en la mía mientras su boca avanzaba por mi pene, desapareciendo a su paso. Cerró los labios y realizó el camino inverso, retrocediendo hacia la punta de mi polla, mientras la dejaba empapada de saliva.

Esto lo hizo dos veces más, hasta  que de repente se tragó toda mi polla de una embestida, hasta la base, de manera que con su labio superior rozaba el trocito de vello que conservaba, y en los testículos notaba su labio inferior. Se la había tragado entera. Retrocedió de nuevo y empezó a realizar un movimiento rítmico hacia adelante y hacia atrás, esta vez con ritmo más acelerado.

Era la primera mamada que me hacían, y me la estaba haciendo un chico. Me sentía un poco intranquilo por este hecho, pero la excitación del momento hacía que no pensara demasiado en eso y me centrara en el placer que estaba sintiendo.

Mauro sacó mi polla de su boca, y empezó a masturbarme lentamente mientras su boca se dirigía a mis huevos, los envolvía con la lengua y los acariciaba con los labios.  Yo notaba que iba a correrme, y solté un gemido, no podía ni hablar. Mauro supo interpretar ese gemido, porque aceleró el ritmo con el que me estaba masturbando e hizo desaparecer el glande de mi polla en su húmeda boca, mientras su lengua se movía como la de una serpiente.

En apenas unos segundos, mi polla explotó, vaciando el contenido de mis huevos en su boca. Tuve que apoyarme en la pared para no desplomarme, el placer que sentí durante esos segundos fue increíble.

Mauro fue aminorando el ritmo hasta parar, y vi cómo dejaba caer de su boca una mezcla de semen y saliva sobre su mano. Continuó lamiendo suavemente mi polla, impidiendo que desapareciera la erección. Y de repente noté como su mano se abría paso por mis piernas hasta llegar a mi ojete, el cual cubrió con la mezcla pringosa que tenía en la mano. Acarició mi agujero con la yema de su dedo, en movimientos circulares, y presionándolo. El improvisado lubricante hizo que pudiera introducir sin dificultad el extremo de su dedo casi sin darme cuenta.

Me asusté un poco al no saber qué es lo que vendría a continuación, pero de repente la cortina del probador se abrió un poco, apareciendo la cabeza de una mujer mayor.

  • ¿Está ocupado?- preguntó mientras dábamos un respingo e intentábamos taparnos - uy, perdón, creía que no había nadie- dijo un poco sofocada mientras volvía a cerrar la cortina.

Me vestí rápidamente, sin tiempo casi a limpiarme y nos fuimos todo lo rápido que pudimos.

Salimos de allí riendo nerviosamente.  Miré alrededor y vi la tienda de lencería donde mi hermana había comprado el tanga. Entré en la tienda y Mauro me siguió.

El tanga estaba hecho un asco y tenía que hacer algo para que mi hermana no se diera cuenta de lo sucedido y devolverlo esa misma tarde a su cajón.  Así que decidí comprar uno nuevo idéntico al que llevaba. Y aprovechando el apuro que iba a pasar comprándolo, decidí coger otro de color negro con encajes para mí. Mauro me miró sensualmente y me dijo:

  • Ese es muy sexy.  No conocía esta faceta tuya.

  • Shhhhh, calla que te van a oír.

Me dirigí a la caja para pagar y le dije a la dependienta que era para regalo.

  • Son muy bonitas, yo creo que le gustarán a tu novia- dijo mientras pasaba la pistola por el código de barras - yo llevo unas iguales ahora mismo.

Yo estaba más sonrojado que un tomate, mientras oía a las chicas que estaban en la cola cómo cuchicheaban algo y se reían.

Salimos de la tienda y pensé que no podía ir con la bolsa de la tienda de lencería donde estaban el resto de amigos. Empezarían a preguntarme y a sonsacarme. Así que le dije a Mauro que me iba directo a casa a dejar la bolsa. Él me cogió del brazo y me llevó al pasillo que conduce a los baños del centro comercial. En ese momento no pasaba nadie por allí. Me metió mano en el paquete y abrí la boca para decir algo, momento que aprovechó para lanzarse y meter su lengua en mi boca, para entrelazarla con la mía, provocándome una erección instantánea.

Se separó a los pocos segundos y me dijo:

  • Vale, te puedes ir, pero ya sabes que me debes una

  • Claro, no te preocupes- contesté sin saber exactamente a qué se refería.

Nos despedimos y me fui a casa, muy excitado y pensando en que le debía una.. ¿una que?¿una mamada? Si, seguramente sería eso…  ¿Qué si no?