Me convierto en la perrita de mi profesor 4
Confronto a mi profesor por su mentira, pero termino teniendo una rica follada en su oficina.
No escuché mucho de aquella conversación, estaba bien que disfrutara ser insultada durante el sexo, pero jamás sería su amante, a saber, cuantos problemas me irá a traer con la directora. Escuché que se estaban por divorciarse, pero creo que ya estamos lo suficientemente grandecitos para andarnos con secretos. De pronto, noto silencio antes de que se escuchen los tacones de la directora Katrina dirigirse a la salida y luego el de la puerta cerrándose.
Fabián se levanta también y, aunque me siento avergonzada, me levanto sin mirarlo con el único objetivo de ir hacia la puerta. Ya estoy a pocos pasos cuando su voz me detiene.
—Ni te atrevas a abrir esa puerta, Marta, no a menos que hayamos esclarecido esta situación.
—Esclarecer ¿qué? ¿Qué fui tu amante sin saberlo? ¿Sabes cuantos problemas conlleva? Ni debería escucharte, eres un idiota – tomo el pomo de la puerta, pero su mano la cierra inmediatamente y puedo sentir su duro cuerpo presionándome contra mí. Yo hago todo lo posible para evitar gemir.
—No me digas que estás celosa – se burla, dentro de mi gritaba que sí, pero no iba a perder la poca dignidad que me quedaba.
—No te hagas ilusiones, ¿por qué estaría celando a un anciano? – me da un escalofrío cuando siento su ronca risa en mi oreja.
—Es gracioso porque has dejado que este anciano te coja como nadie – su mano empieza a subir por mi muslo y siento su erección presionando mi culito.
—Suélteme, esto ya ha acabado – digo con poca convicción.
—Te soltaré cuando te haya explicado – su mano seguía subiendo y solté un jadeo cuando magreo una de mis nalgas y gruñó en mi oído –. Con Katrina ya estábamos separados desde hace un año, yo vivo por mi cuenta y ella por la suya, desde hace tiempo nuestro matrimonio no funcionaba, así que yo fui el que decidió dar el paso. Además, estoy seguro que esa cabecita tuya omitió que estoy divorciado desde hace unos minutos – hizo una pausa –. Cuando te folle contra la mesa seguro podrás verlos más de cerca.
—Odio las mentiras, Fabián.
—Y yo tu hipocresía, estos meses te he estado conociendo, aunque no te des cuenta – dice mientras mete sus dedos entre mis pliegues para untarse con mis jugos –. Así que sé perfectamente que este coñito se humedece pensando que te preferí a ti antes que a ella, que a pesar de tener una esposa haya preferido hundirme en ti una y otra vez – dijo ahora introduciendo dos dedos en mi canal.
—Eres un cabrón – me atrevo a decirle, sobre todo porque está en lo cierto. No puedo negar que, aunque este mal, que me haya preferido a mi hace que mi coñito se derrita de gusto.
Él tira de mi trenza dejándome arqueada, apoyando mis manos en su puerta y mi culito en pompa siendo presionado por su erección. Suelta la primera nalgada y no puedo aguantar más el gemido que si escapa de mi boca.
—Mhmmm
—Eso, Martita, deja de engañarte, que sabes que no puedes negarte a mi polla como la perrita codiciosa que eres, ¿o acaso vas a negarte a ella? – dijo presionando más solo que esta vez ayudé con mi culo a generar más fricción, el cabrón me tenia en la palma de su mano, así que me rendí y negué –. Quiero que lo digas, di que quieres que vuelva a reventar ese estrecho coñito.
—Si…
—Marta…
—Joder, sí, fóllame de una vez, viejo cabrón – inmediatamente caen un par de nalgadas en mi culo e imagino lo rojo que debe estar quedando.
—Eres una jodida caprichosa, pero te voy a recordar que con mi polla dentro te conviertes en mi putita – acto seguido escucho el cierre de su pantalón bajar. Frota aquel pedazo de carne contra mi centro húmedo y cuando pienso que va a seguir torturándome entra de una estocada.
—AHHHHH – grito a pesar de que alguien me pueda escuchar, es que me la metió tan fuerte y ahora está quieto tan solo deleitándose con mi estrechez. Tira más fuerte de mi trenza y coloca su otra mano en mi cuello atrayéndome hacia él.
—Aunque debo admitir que me alaga que te sientas celosa – saca caso todo su miembro de mi y vuelve a empujar hacía arriba de una manera violenta haciéndome gritar de placer –. Shhh, que se van a enterar que me estoy follando a una putita en mi oficina. Ahora, si quieres que reviente este coñito, se honesta – susurra contra mi oído y su respiración en mi cuello me llena de excitación –. Di que te pusiste celosa, muñequita.
—Sí, joder, me puse celosa, quiero ser el único coño que te folles… Ahhh – gimo cuando empieza con sus estocadas que me llevan contra la puerta por la que intenté huir hace unos momentos. Mi falda está por completo levantada y sus ásperas manos tienen agarradas mis caderas con fuerza – Ahhhh sí, así, ahhhh, que rico me folla profesor – me toma con más fuerza y ahora sus manos viajan debajo de mi sudadera hacia mis tetas, se prende de mis pezones erectos y los pellizca como me encanta.
Me sube la sudadera y pega mis tetas al frío vidrio esmerilado de la puerta. Aumenta el ritmo de sus embestidas llevándome al límite. Todo es demasiado para mí, sentir su polla abriéndose paso entre mis paredes estrechas, el frío contra mis tetas, los susurros lascivos en mi oreja y eso gruñidos roncos me llevan al orgasmo que deja a mis piernas sin dar respuesta.
—Aún no hemos terminado, Martita – me dice y es ahí cuando noto su aún hinchada polla en mi coño.
No digo nada, la mirada que le doy es suficiente para que sepa que quiero más. Me carga hasta donde su escritorio está ubicado y pega mis tetas contra este, se separa un poco para acomodar unos papeles frente a mí.
“Resolución de divorcio”
El coño se me aprieta con solo leerlo.
—Tu culito siempre me ha encantado y lo sabes, ¿ya me dejarás follártelo? – dice mientras lubrica mi otra entrada con mis propios jugos.
—Te lo daré, pero no aquí – él empieza a repartir besos por mis hombros, va descendiendo hasta llegar a mi vagina, la lame entera, deleitándose con mi excitación y gruñendo cada que me sale más humedad del coño, atrapa mi clítoris y succiona.
—Ahhh
—Estas tan rica, Marta y estás hecha toda una putita para mí.
—Sí, soy toda tuya, tu putita – le respondo.
Se levanta, me toma de las caderas y me echa sobre su escritorio de manera que podemos vernos a la cara. Fabián es de tez blanca, pero es bronceado, sus ojos son marrones claro y siempre lleva barba. Es robusto, no en el sentido en el que no hace ejercicio, sino por lo duros que son sus músculos, es por eso que pensé que era diez años menor cuando lo vi por primera vez.
Su pene está erecto, es de tamaño promedio, pero lo que me vuelve loca es su grosor y la virilidad que transmite, la boca me saliva por chupar e intento levantarme, pero él me detiene para volver a dejar mis pechos al desnudo y volver a apoyar mi espalda contra la mesa.
Se acerca a mi y empieza a frotar su glande contra mi clítoris, sonríe con malicia porque sabe que me tortura.
—¿Quieres decir algo?
—¿Pue…puede desabotonarse la camisa? – le pregunto.
Él no responde, solo me mira con perversión y empieza a desabotonársela, está por quitársela, pero me aferro a ella con mis manos.
—Eres una joven muy sucia, Martita – dice antes de desabrocharse el pantalón y bajarlo por completo. El líquido escurre de mi coño ante la imagen que aparece en mi cabeza, jamás me imaginaría estar en el escritorio de mi profesor con las tetas al aire con mi macho maduro con la camisa abierta y los pantalones abajo, esa es una jodida fantasía que no sabía que tenía.
Se acerca más y empieza a meter su pene lentamente, me apoyo sobre mis codos para no perderme como ese venoso pedazo de carne se abre paso entre mis pliegues.
—Tan estrecha – maldice. Pone una de mis piernas sobre su hombro aumentando sensaciones y me da una estocada haciendo que mis tetas se muevan.
Entonces sé que me romperá el coño cuando con su otra mano toma la cinturilla de mi falda y nos hace volver a chocar.
—Ahhhhhh, sii – gimo.
Es violento como siempre, en la pequeña oficina en la que estábamos solo se escuchaban nuestros gemidos, sus calientes gruñidos y el sonido de su pelvis chocando contra mi húmedo centro. Me tenía al límite, apenas podía pensar, en especial con la vista que tenía de él, de sus manos sosteniéndome con fuerza y de ese torso musculado lleno de vellos que me ponían a mil.
Mis pechos también se movían con violencia, rebotaban y cuando soltaba mi falda su mano atrapaba uno de ellos para magrearlo o darle una palmada. Siento mi coño apretar nuevamente, estoy cerca, así que hago el amago de sentarme y atrapo su antebrazo para mirarlo anhelante.
—Joder, eres toda una putita – me dice.
—Y quiero más, haga que su putita se corra profesor – y lo hace, me penetra de una manera más salvaje, tanto que la mesa sobre la que estoy empieza a moverse hacia atrás.
—AHHH – grito cuando me corro, apretando su palpitante polla que empieza a soltar su corrida en mi interior –. Que rico – digo y siento sus últimos chorros en mi abdomen, por el que paso mi dedo para llevármelo a la boca. Lo miro aún con el dedo en mi boca y soríe -. Supongo que si te acabas de divorciar no hay ningún problema - le digo.