Me convierto en la perra de papá II
Continua la historia entre un padre y su hija
Mi abuelo estaba ahí,Plantado delante de la puerta con la polla fuera y erecta, dejándome a mí en estado de shock, jamás pensé que vería a mi abuelo tierno y cariñoso, con la polla sacada delante de mí. Nos miramos los dos, mi cara debía de ser todo un poema, colorada como un tomate, y mi abuelo sonreía, al ver mi cuerpo joven desnudo, y mi vergüenza a tal situación.
Mi padre se acercó hasta la puerta, y con toda la naturalidad del mundo, saludó a mi abuelo, como si no le importara que éste tuviera la polla al aire. Yo no conseguía moverme, aquello estaba suponiendo demasiado. Sentí cómo mi padre se acercaba a mi oreja, podía sentir su respiración, su aliento, su calor.
- Perra, es hora de que saludes al abuelo como es debido, así que agáchate y chupa puta -pude sentir qué sonreía-. Estás tardando.
- Sí Amo.
Me puse de rodillas lentamente, miré la polla de mi abuelo, mientras sentía sus miradas sobre mi cabeza. La verdad es que era una sensación extraña, pero no me llegaba a desagradar del todo, así que escogí sobre ella, y la agarres con mi mano, para comenzar a masajeara lentamente. Estaba dura, realmente dura, aunque no tanto como la de papá, supongo que la edad influiría en ese aspecto. Abrí mi boca, y sacando mi lengua, fui lamiendo todo el tronco de la polla, hasta acabar en la punta.
Por dios, tenía un buen sabor, así que después de juguetear un rato con mi lengua en la punta, me la metí poco a poco hasta el fondo de la garganta, llegándome a atragantar brevemente con ella. Mi abuelo me agarró del pelo y me sacó brevemente la polla, para hacerme mirar hacia arriba, y escupir dentro de la boca, para después volverme a meter la polla hasta la garganta.
Ahí estaba yo, en la entrada de mi casa, que si alguno de los vecinos de nuestro piso salía, me vería completamente desnuda, y chupando la polla de mi abuelo, ya que por aquí ellos eran muy conocidos. Pensé que mi abuelo acabaría pronto, por aquello que dicen, que cuantos mas cumples, menos… En fin, pero todo lo contrario, aguantaba demasiado bien, pero después de un rato que me pareció interminable, se corrió en mi boca, lanzando todo su semen al fondo de mi estómago. Tragué todo sin dudarlo, la verdad era que tenía un sabor muy agradable.
Mi padre agarró mi correa, y tirando de ella, me hizo pasar dentro de casa hasta el salón, en el cuál él y el abuelo se sentaron en el sofá, en el mismo sofá que yo tantas veces me había masturbado. Aquel pensamiento hizo que mi coño sintiera un golpe de calor, provocando que cerrara mis piernas y las frotara entre sí, hecho que a mi padre no le pasó desapercibido.
- Perra, tráenos unas cervezas, que tu puterío hay que celebrarlo -se rieron a carcajada limpia-.
- Si Amo.
Lejos de ofenderme, me lo tomé como un alago y fui a por las cervezas que mi padre me había pedido. Abrí el frio y las cervezas, y yendo hacia el salón cogí unos vasos del mueble bar, para poder servirles la cerveza como es debido. Les serví las cervezas, y fui a tirar los botellines a la basura, pero antes de poder volver, ya oí la voz de mi padre llamándome, por lo que fui rápidamente a su encuentro.
- Perra, pruébate la ropa que ahora es tuya, y enséñanosla al abuelo y a mí zorrita -Sonreía de oreja a oreja, llegando a ser a veces algo espeluznante.
- Si Amo.
- No te demores.
Estaba frente al armario de mi madre, intentando elegir qué conjunto ponerme, pero tampoco quería tardar demasiado, pues me estaban esperando en el salón. Escogí un modelito bastante escueto, con una pequeña camisa que a penas tapaba mis grandes pechos, y una minifalda, que a penas llegaba al final de los cachetes del culo. Para rematar me puse unos taconazos y me maquillé cual fulana de la calle.
Iba andando hacia el salón, con paso firme y seguro, pero cuando ellos me vieron, pude ver cómo la boca se les abría hasta el suelo, y mi seguridad aumentó más de lo que esperaba. Les había dejado boca abierta a los dos, lo cual fue muy gratificante para mí, tenía efecto en los hombre, y además ese tipo de efecto.
- Madre mía, como está la niña -Sonriendo a mi padre-.
- Si eh, la verdad es que es una buena pieza a comerse, no nos vamos a engañar -miró a mi abuelo, y sonrió echándole una mirada complice a mi abuelo-.
Mi padre agarró de mi correa, y tirando de ella con fuerza, consiguió tirarme encima de ellos sobre el sofá. Los dos rieron, y mi padre haciéndome un par de señas, saqué las dos pollas, y con el fin de juguetear con ellas, intercalándolas , para que ninguno sintiera que recibía menos atención que el otro. Mi abuelo comenzó a meter los deditos dentro de mi culo, los cuales al principio me molestaban, pero después me calentaban el coño aún más.
No me fijé en que mi padre tenía una especie de vara en las manos, pero que la sentí muy bien, mientras le chupaba la polla, pues se dedicó a darme golpes con ella en el culo, una y otra vez, provocando que este se enrojeciera poco a poco. Me sentía tan puta, me encantaba chupar sus pollas, y colmarlos de atenciones, así que cuándo decidieron que ya era hora de que dejara de chuparles la polla, mi padre me agarró del pelo y apartó mi cara de ellas.
- Perra, monta sobre el abuelo, que seguro que tiene ganas de probar ese coño tan rico que tienes puta -sonrió ampliamente-.
- Sí Amo.
Dejé que mi abuelo se recostara levemente sobre el sofá, y montándome a horcajadas sobre él, me metí su polla hasta el fondo, la cual me rellenaba entera, y rozaba todo mi interior, arrancándome verdaderos gemidos de placer. Sin que lo viera venir, mi padre se levantó del sofá, y volvió a azotar mi culo, mientras yo montaba la gran polla del abuelo. Tiempo después, mi padre paró de azotarme el culo, y aunque por breves instantes no sabía lo que estaba haciendo, poco después descubrí y sentí, que estaba intentando entrar dentro de mi culo.
El abuelo lo había estado preparando para la entrada de sus pollas, pero la de mi padre era muy gruesa, y al principio me molestaba bastante, aunque conforme fue pasando el tiempo, la sensación se fue tornando en puro placer. Sentía tanto placer, no podía ni controlar mi propio cuerpo, movido por el vaivén de las penetraciones que me proporcionaban los dos hombres, provocando que mis ojos se pusieran en blanco por el placer que sentía.
Noté como ellos se corrían, dejando que yo no lo hiciera, pero tampoco me desagradó, yo servía para servirles a ellos, y si ellos habían podido acabar, yo ya era feliz. Los dos salieron de mí a la vez, pero mi padre cogiéndome por los hombros, me arrastró por el suelo, hasta dejarme encima de la alfombra. El aún estaba duro, así que abrí mis piernas para poder recibirle en mi interior de nuevo, pero lo primero que hizo, fue coger un plug anal, y metérmelo en el culo, para que nada de su semen se me escapara.
De encima de la mesita cogió una mordaza que dejaba completamente mi boca abierta, y unas pinzas, que pronto aprendí que se ponían en los pezones, las cuales me producían cierto dolor y molestia, pero soportable. Abrió mis piernas, y con su propia mano, azotó varias veces mi coño, produciéndome varias descargas de placer, que mezclado a la molestia de los pezones, me transportaba a mismísimo edén.
- ¿Te gusta verdad zorra? Siempre has sido tan caliente como la puta de tu madre -sonreía perversamente, pero yo sólo podía pensar en placer-.
De mi boca salió algo parecido a los sonidos de sí Amo, pero con la mordaza que tenía en la boca, me era difícil pronunciar algo entendible. Bajó su cabeza a mi coño, donde ahora podía sentir su respiración y su aliento, que me erizaban la piel, pero después sentí como su lengua salía de su boca, y aterrizaba en mi hinchado clítoris.
Lametazo a lametazo, hacía que mi cuerpo se arqueara de placer, y suplicase por más, necesitaba más, esta placentera tortuga iba a acabar conmigo. Mi abuelo se levantó del sofá, se acercó a mi cabeza, y sujetándola con los pies, para que no pudiera moverla, meó apuntando a mi boca. Tenía que tragar si no quería morir por no respirar, así que comencé a tragar lo más rápido que pude, así hasta que el abuelo acabó.
Se limpia la polla con un pañuelo, que me tiró a la cara, y despidiéndose de mi padres marchó de casa. No paraba de oler la mezcla del olor de la orina con el de la polla de mi abuelo, la verdad es que era un olor que me embriagaba, pero que me gustaba más el de mi padre.
Después de haber estado torturando mi coño sin dejarme correr, se separó de mi, provocando gimoteos por mi parte. Se guardó la polla, me dio un azote en el clítoris, que casi provoca que me corra, y se levantó del suelo, para luego desatarme y quitarme todo.
- Vístete, quiero que vayamos a un sitio -sonreía-, ahora ve a tu armario escoge algo de ropa perra.
- Sí Amo, ¿a dónde vamos? -pregunté tímidamente-.
- Por eso no te preocupes, tú vístete como sólo tú sabes hacerlo -siguió sonriendo-.
- Sí Amo.
Corrí hacia el armario para ponerme algo de ropa que a mi Amo le pudiese agradar. Mientras me estaba vistiendo, apareció él, que se apoyaba en la puerta observándome de una forma muy sexy, Poco después de un par de minutos él también se vistió, y la verdad es que el traje le quedaba de vicio.
Yo sin embargo, iba con demasiada poca ropa, pero al ver como él se mordía el labio, es que era un conjunto totalmente de su gusto. Salimos por la puerta de casa y nos metimos en el ascensor, en el cual no desaprovechó la oportunidad para meterme mano, incluso cuando uno de los vecinos se subió. Estaba muy cachonda, todas esas emociones eran tan nuevas para mí, porque aunque alguna vez había tenido algún novio, en nada se comparaba con esto.
Bajamos en el sótano, fuimos al coche, y desde ahí pusimos rumbo a nuestro destino, que todavía no tenía ni idea de cuál era. Confiaba en mi padre, como en nadie más, él siempre había sido un pilar para mí, no sé que haría sin él. Llegamos a nuestro destino, y para mi sorpresa era un sex-shop, al cual entramos, y mi padre directamente me metió en uno de los probadores dándome la instrucción de que me desnudara.
Me desnudé rápidamente, tenía muchas ganas de correrme, y sabía que sólo se me permitiría hacerlo, si me portaba bien y complacía a mi Amo. A causa del frío, tenía los pezones como piedras, aunque no nos engañemos, mi excitación también influía en ello. Por después, apareció mi padre con varias cosas que quería que me probara. Empezamos con un collar metálico, que se cerraba con un candado, y la verdad es que era más ligero de lo que parecía.
Las muñequeras y tobilleras eran de piel, pero también tenían una parte metálica que se cerraba con candado para que no se pudieran quitar. Por último, trajo un cinturón de castidad, según me fue explicado, aunque a mí me costaba prestar atención de lo excitada que estaba con todo aquello.
Cuando estuvo conforme con como me quedaba todo, llamó a la dependienta para que le diera su opinión sobre que le parecía a ella. Se nota que la dependienta estaba excitada, y mucho, no paraba de portarse las piernas entre ellas, además de tener la cara colorada por la excitación. Mi padre pidió a la señorita, de forma muy amable, que se sentara en un sillón con las piernas bien abiertas.
A mí me miró, y con una seña supe entender a mi padre, haciendo que fuera a cuatro patas hasta el sillón, y comportándome como una verdadera perra, le comí el coño a la dependienta, la cal me sujetaba la cabeza para que no parase. Mi padre me quitó el cinturón de castidad, ya que al ver la situación, se puso completamente cachondo de nuevo.
Me penetró con dureza una y otra vez, sentía como la punta de su polla, rozaba el final de mi como una y otra vez. Me sentía en la gloria, y al juzgar por los gemidos de la dependienta, ella también, lo cual me alegró, ya que era el primer coño que degustaba. Me gustaba ese sabor, era muy distinto al de las pollas, pero para nada desagradable.
Estuve follando su coño con mi lengua, hasta que la dependienta se corrió en mi cara, apretándome aún más contra ella, y sin yo poder aguantarme, me corrí como la puta que soy, y apagando mis gemidos en el coño contra el que tenía aplastada la cara. Sentí los chorros de mi padre inundado mi interior por completo, el cual al acabar y salir, me puso el cinturón de castidad, guardándose las llaves de todos los candados.
Cuando la dependienta se recompuso, mi padre pudo pagar los objetos que ahora formaban parte de mi atuendo, la verdad es que parecía una completa perra. Yo mientras me vestí, y fui al lado de mi pare, el cual cogió mi correa y la agarró con fuerza. Nos despedimos de la dependienta, y nos dirigimos a casa de nuevo.
Al llegar a casa, coincidimos con mi abuela en el portal, la cual se quedó muy sorprendida al verme vestida así, mientras yo me ponía colorada como un tomate de la vergüenza que estaba pasando. Mi padre, sin hacer mucho drama, saludó a mi abuela sin más, para después subir los tres juntos en el ascensor hasta casa.
Qué viaje más incómodo la verdad, no voy a engañaros. Porque entre mi padre y mi abuela, se veía que había un duelo de miradas, la tensión se podía cortar un cuchillo. Por fin llegamos a nuestro piso, y entramos en casa, donde mi padre me mandó directa a la habitación, así que sin hacer preguntas fui, mientras que ellos se quedaban hablando.
- Tienes que decirle la verdad a la niña, no puede vivir así por más tiempo -dijo con cara seria-, la niña ha de saber la verdad.
- Está mejor así, es mejor que no te metas -la furia podía verse en sus ojos-.
- Si no lo haces, lo haré yo -estaba enfadada-.
- Ni se te ocurra, ella no lo puede saber -Apretaba los puños con fuerza-.
Salí de la habitación porque quería beber un vaso de agua, y fue entonces cuando oí parte de la conversación, donde se notaba que estaban alterados. ¿Qué era eso que no podía saber? ¿Qué es lo que me estaban ocultando? Aparecí en la puerta de la cocina de repente.
- ¿Qué es lo que no puedo saber? -puse cara seria-, soy lo suficientemente mayor como para saberlo.
- Te he dicho que te fueras a tu cuarto, ¿qué haces escuchando conversaciones ajenas? -su enfado estaba a punto de estallar-.
- Exijo saberlo…
- Eres adoptada, nosotros no somos tu familia real, aunque te queremos como si lo fueras. Tu madre fue ….
Antes de que pudiera acabar la frase, la mano de mi padre estaba tapando su boca con gran fuerza, se veía que le estaba domando la furia. Continuará…