Me convierto en la perra de papá
Papá cede a su instinto dominante.
Hace unos años mi madre falleció por un cáncer que tenía cuando yo tenía catorce años, por aquel entonces cursaba la ESO. Para mí y para mi padre fue un hecho muy duro, pero nos consoló mucho, el poder tenernos el uno al otro, y salir adelante. Tras aquello mi padre empezó a pasar más horas en el trabajo, y yo me pasaba la mayor parte del tiempo sola en casa.
Ahora ya estoy en la carrera, la verdad es que no me puedo quejar, los estudios me van muy bien, tengo un novio muy cariñoso y amable, y a mis amigas, que las quiero a todas. Un viernes por la noche, me quedé hasta tarde viendo una película en el salón, estaba arropada bajo la manta, pues no quería ser descubierta, ya que la película era algo subida de tono, y me acariciaba el coño lentamente. Era una sensación muy placentera.
Cerré los ojos y me concentré en lo que estaba haciendo, mientras podía oír los gemidos de la mujer en la película, a la que estaban follando con dureza una y otra vez. Aparté mi ligero tanga, dejando que mi pequeña mano explorara todo mi coño, hasta el último recoveco, acariciando suavemente el hinchado clítoris, que me producía olas de placer al acariciarlo circularmente. Mi otra mano, como si tuviera vida propia, se metió bajo mi camiseta holgada, y acarició mis rosados pezones.
Estaba tan concentrada en mi tarea, en darme placer, que no me di cuenta de cuando entró mi padre en casa, ya que todavía no había llegado del trabajo. Se quedó un rato observándome, escuchando los pequeños gemidos que se escapaban de entre mis labios, provocando que se tapara con la chaqueta, y aclarara la garganta para llamar mi atención. Abro los ojos totalmente sorprendida, ¿cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Por qué no me dijo nada?
Podía ver cierto nerviosismo en su mirada, pero sin embargo tenía todo el cuerpo relajado. ¿Sabéis? Mi padre era un hombre bastante atractivo, durante estos años se había estado cuidando, y la verdad es que no estaba mal, un buen madurito con el que jugar. Me puse colorada como un tomate, no sabía que decir, y agradecí que él tomara la iniciativa.
- Peque, ya he llegado a casa, me voy a la cama, que estoy muy cansado. Acaba la película si quieres y no te acuestes muy tarde. -Se metió un poco en el sitio, como algo incómodo-. Buenas noches cielo.
- Buenas noches papá, me acuesto en seguida. ¿El trabajo bien? - Muy lentamente volví a acariciar mi coño, intentando que no se diera cuenta-.
- Si bien, ya sabes, algo cansado, me voy a dormir.
Se marchó a su habitación, mientras yo me relajaba un poco en el sofá, me había puesto cachonda el pensar que mi padre me estaba viendo y observando, se habría quedado sorprendido después de aquello. Apagué la televisión, la película ya no me emocionaba tanto, y fui hacia mi habitación, la cual estaba en frente a la de mi padre. Se había dejado la puerta entornada, y me quedé sorprendida al ver lo que pasaba.
Mi padre tenía uno de mis tangas, con el cual se estaba masturbando, gimiendo de placer, y yo lejos de asustarme, me puse cachonda otra vez. Bajé un poco mi tanga pero cayó al suelo, a mí no me preocupaba, eso no era lo importante ahora, y me acaricié y masturbé el coño con fuerza, quería correrme. Podía escuchar sus gemidos, uno detrás de otro, y sin darme cuenta a mí se me escapó el gemido del orgasmo.
Mi padre paró en seco y miró directamente hacia la puerta, creo que sólo pudo ver mi sombra desvanecerse entre las paredes. Me metí rápidamente en la cama, tenía el corazón que se me iba a salir del pecho, me había masturbado viendo a mi padre, y me había encantado, fue uno de los mejores orgasmos que había tenido. Di varias vueltas en la cama, sin poder dormir, así que me levanté y fui al cuarto de mi padre, y me metí en la cama no él.
- ¿Qué haces aquí pequeña? -Se notó que por un momento se le agitó la respiración, pero pronto consiguió calmarla.
- No puedo dormir papi, deja que duerma contigo esta noche, por favor. -Puse pucheros de perrito-.
- Está bien peque, pero intenta dormir. -Cerró los ojos-.
Muy despacio abrí las sábanas de la cama, y me metí a su lado, buscando el calor corporal de mi padre, el cual me abrazó lentamente, dejándome sentir su cuerpo pegado a mi espalda. El corazón se me estaba acelerando, se podían escuchar mis latidos, el estar tan cerca de mi padre de esta manera, me ponía muy nerviosa y me excitaba sobremanera. Hacía mucho tiempo que observaba a mi padre, y me gustaba.
Quise recolocarme en la cama, por lo que sin darme cuenta moví mi culo rozando su entrepierna, lo cual hizo que mi padre reaccionara intentando mantenerme quieta, pero queriendo sujetar mi cadera para evitar el movimiento, chocó su mano contra mi coño el cual notó húmedo de la corrida anterior, y de la excitación que sentía este momento. Al notar su mano en mi coño, no pude evitar que se escapara de entre mis labios un sutil y pequeño gemido.
Mi padre no apartó la mano, sino que siguió explorando mi zona lentamente, poniéndome cada vez más cachonda, soltando cada vez con más frecuencia pequeños gemidos de placer, y sintiendo como mis pezones se endurecían hasta casi doler. Quería que me tocase más, que me hiciera suya, no aguantaba más.
- Pequeña, esto no está bien, soy tu padre -respiró profundamente-. Además yo no… no puedo darte algo convencional, yo… me gusta otro tipo de cosas, y no podría hacerte eso a ti, mi pequeña.
- Papi, por favor, hazme tuya -se me escapó otro gemido pero con un tinte de súplica- por favor papi, lo necesito. Aceptaré todo, por favor.
- Nena, yo lo hago con otras mujeres, no quiero hacerte eso a ti, eres mi pequeña -volvió a respirar profundamente-. No te puedo negar nada con esos pucheros que me haces, pero ¿estás segura de ello?
- Si papi, por favor, quiero ser sólo yo, nada de otras mujeres -con pucheritos-. Quiero satisfacer todas tus necesidades yo sola, hazme tuya por favor papá.
- Bien nena, tú lo has querido, llevo mucho tiempo deseando este momento. A partir de ahora yo soy tu Amo y harás todo lo que yo quiera, y tú eres mi perra. ¿Entendido?
- Sí Amo.
De su mesilla sacó un par de muñequeras unidas por una cadena, la cual enganchó al cabecero, y después puso las muñequeras en cada una de mis muñecas. Se podía ver la lujuria en sus ojos, como si fuera a devorar a su mejor presa. Agarró el cuello de mi camiseta, y tirando fuerte de ella, y varias veces, consiguió partirla en dos, dejando mi pecho al descubierto.
Qué brutalidad, jamás había visto así a mi padre, pero no es que me diera miedo, sino al contrario, esa necesidad animal de mi cuerpo, me estaba poniendo más cachonda, hacía que mi coño se mojara rápidamente. Miraba mi cuerpo, como si de un ángel se tratara, pasaba sus largos dedos por las curvas de mis redondos y grandes pechos, algo que había sacado de mi madre. Seguía bajando, y cuando pensé que volvería a tocar mi coño, siguiendo la dulce tortura anterior, paró en seco, dejándome totalmente sorprendida.
- Tu placer es ahora mío, yo decido cuando te corres, cuando te tocas, etc. Tú sólo tendrás que servir a tu Amo.
- Sí Amo.
Se lanzó hacia mis pechos, a mis pezones, y comenzó a saborearlos lentamente, pasando su lengua en movimientos circulares y rectos. Conseguía que mi cuerpo se arqueara una y otra vez, por el placer que me estaba dando, jamás me habían comido así, devorado así. Mordió mis pezones una y otra vez, ocasionando cierto dolor, pero que se compensaba con la excitación que sentía, y los movimientos circulares de los dedos de mi padre, sobre mi hinchado clítoris. No podía parar de gemir, me estaba torturando de una manera muy dulce.
Con sus labios, fue bajando por mi estómago hasta llegar a mi adorada zona, mi coño, el cual suplicaba fervientemente por su atención, queriendo sentir su aliento, sus labios, su lengua, todo de él. ¡Por fin! Posó sus labios sobre mi clítoris, podía sentir su calor, su respiración, todo, y succionó con fuerza, arrancándome gemidos guturales de placer.
Estuvo un rato pasando su lengua por mi coño, incluso metió un par de dedos, los cuales movió von velocidad y fuerza, hasta el punto de casi hacerme correr, pero justo paró antes de que llegara el deseado orgasmo. De su mesita de noche, sacó un objeto que yo no había visto antes, pero al introducirlo en mi coño, y ver cómo funcionaba, entendí que era un vibrador, el cual controlaba la potencia, y me iba a volver loca.
Se acercó a mi boca, y sacándosela del pantalón, sin mediar palabra, agarró mi cabeza, tapó mi nariz para que abriera la boca, y me la metió sin ningún tipo de contemplación, mientras de entre sus labios, salí un gemido animal, casi aullido. Se movía lentamente dentro de mi boca, disfrutando cada milímetro de ella. Yo no podía hacer nada, más que succionar, y abrir bien mi garganta, porque él lo controlaba todo.
Nunca había probado estas cosas, pero me estaban encantando, mi padre sabía lo que necesitaba, y él mismo me lo daba, una y otra vez. Quería correrme, lo necesitaba, pero por alguna razón sabía que no debía hacerlo, no al menos sin su permiso. Aumentó el ritmo en mi boca, me costaba no atragantarme con ella, no paraba de succionar, lamer y disfrutar de su peculiar y embriagante sabor.
Cuando noté como se hinchaba aún más, supe lo que venía, así que con el poco movimiento que podía hacer, me la metí hasta el fondo, disfrutando de sus chorros de semen soltados directamente hacia mi estómago. Al acabar, movió algunas veces más sus caderas, su polla en mi boca, aprovechando yo así a limpiársela completamente. Soltó mi cabeza, y lentamente se recostó a mi lado, dejó el huevo en modo automático, y me abrazó por la espalda.
- A dormir pequeña, mañana si eres buena podrás correrte. Ahora eres mi perra -me dio un beso tierno en los labios y cerró los ojos-.
- Buenas noches Amo -Sonrió-.
No podía dormir, el muy cabrón me había dejado con el huevo encendido, el cual no paraba de torturarme una y otra vez, me sentía muy cachonda, pero cuando estaba para correrme, de repente el huevo paraba. La verdad es que fue una noche muy larga, pero realmente placentera e instructiva, él llevaba en control ahora.
Por la mañana, me desperté bastante tarde, pues cuando miré el reloj eran las doce, y ya no sentía las vibraciones de mi cuerpo, así que ¿cuándo me lo habrá sacado? Miré a los lados, pero mi padre no estaba, me había desatado por completo, así que sin pensármelo dos veces, fui al baño, no me aguardaba ya las ganas. Cuando salí, fui a mi habitación a por algo de ropa, pero para mi sorpresa, todo mi armario había desaparecido, tenía la boca abierta por la sorpresa.
Justo entonces, entró mi padre en la habitación, llevaba en la mano un collar de perra, y en la cara se le veía una sonrisa de oreja a oreja, que no podía aguantarse. Una de las manos, las tenía por detrás de su cuerpo, no podía saber qué llevaba, pero la verdad es que no me preocupaba lo más mínimo.
- Buenos días pequeña, ¿qué tal has dormido? -su cuerpo estaba completamente relajado, y parecía que pillaba por el sol, pero creo que eso lo estaba soñando yo, aún medio dormida-.
- Buenos días papi, he dormido regular, pero qué te voy a contar jeje -me encantó ver como saltaba una pequeña risilla por mi comentario.
- Bueno ven aquí -sin pensármelo dos veces, fui con él-. Voy a darte tu nuevo atuendo por casa, luego en el armario de mamá, encontraremos toda tu nueva ropa, y a partir de ahora dormirás siempre conmigo. A partir de ahora irás a cuatro patas desnuda por casa perra.
Me puso el collar de perrita, y una diadema con orejas de perro también, recalcando lo que era. La verdad es que me encantaban esas orejitas, eran muy monas. De su parte de atrás sacó la correa que rápidamente enganchó a mi collar, y sin darme tiempo para asimilarlo, me robó un beso apasionado y animal, de esos que ponen cachonda a cualquiera, no me lo negaréis.
Se separó lentamente de mí, y me hizo agacharme para poner a cuatro patas e ir hasta la habitación de mis padres, donde al abrir el armario de mamá, me di cuenta de que toda la ropa era super pequeña, es decir, se me vería casi todo, iría como una fulana. Miré a mi padre y tenía el semblante serio.
- Amo, ¿he de llevar esta ropa solo? Es muy poca cosa… -Su semblante no cambió lo mas mínimo, y me daba un poco de miedo verle así-.
- Ésta es tu nueva ropa perra, y es la que te tiene que gustar para tener contento a tu Amo, o ¿no quieres tenerme contento?
- Si Amo, me encanta esta ropa -Sonreí-.
- Ahora vamos a jugar perra.
Me llevó las salón y poniéndome de nuevo las muñequeras de ayer, me dejó atada a una pequeña argolla en el suelo, que estaba debajo del sofá, y que nunca había visto.Ahí estaba yo, a cuatro patas, pero con mi cabeza tocando el suelo y las piernas bien abiertas, esperando y deseando que me hiciera suya de una vez por todas.
Sentí un par de azotes en el culo, que hizo que gimiera, y después, al fin, por fin, pude sentir como mi padre entraba dentro de mí, me estaba llevando al séptimo cielo, arrancando de mi garganta sonidos guturales que ni yo misma sabía que podía hacer. Empezó a bombearme con fuerza, una y otra vez, recalcando esa necesidad animal de poseer a su perra, a su hembra.
Agarró mi pelo, y echó mi cabeza hacia atrás, haciendo que me mirara en el espejo, y viera la cara de guarra que estaba poniendo, mientras el sonreía de satisfacción. Sabía que me estaba llegando el orgasmo, no podía controlarlo, venía como un tsunami hacia mí.
- Amo le suplico que deje que esta perra se corra por favor.
Antes de que pudiera escuchar su respuesta, el orgasmo venció la batalla y me corrí como nunca antes lo había hecho. Oleadas de placer me envolvían completamente, los ojos se me habían puesto en blanco, el placer que sentí, fue indescriptible. Poco después, noté como mi padre se corría dentro de mí, en mi parte más profunda.
- No te he dado permiso para correrte puta -a través del espejo, estaba muy serio, y tenía una especie de latido de muchas puntas en las manos-.
- Lo siento Amo, no pude aguantarme -me sentía fatal-.
- Ahora sí que aprenderás a no correrte sin permiso.
Salió de mí, y poniéndose de pie, empezó a azotarme el culo varias veces, una detrás de otra, sin parar, dejándome el culo bien rojo. Escocía picaba, no podía aguantar más, y justo cuando paró, sonó el timbre, y en mi interior, maldecí a quien fuera que había estropeado este momento. Mi padre salió de mí, y me desató por completo, dejando que pudiera estirarme antes de levantarme.
- Ve perra, y abre la puerta -volvía a estar serio-.
- Pero voy desnuda -temblaba por el medio-.
- Abre he dicho, si no quieres que te castigue.
Viendo la mirada seria de papá, ni me atreví a rechistar sobre la orden que me acababa de dar, así que me puse en pie, y fui hacia la puerta para ver quién era. Cuando la abrí, quedé totalmente sorprendida, ahí estaba mi abuelo con la polla fuera esperando…. Continuará.