Me convierto en la esclava de mi marido (5)

Lo que saco a continuacion si lo reconoci y me aterrorizo. Era un latigo, parecido a los que usan los domadores del circo. Pero este terminaba en 5 puntas. De pronto, tuve claro cual seria mi castigo y mire a Jorge espantada.

He pasado otra fase en mi proceso de conversión en esclava sexual de mi marido. Ha ocurrido lo que nunca pensé que podría ocurrir. He descubierto lo que me pasara si desacato sus ordenes. Y lo he averiguado de la forma más dolorosa que he experimentado nunca.

Hoy he vuelto a quedarme sola, pero no me importa. Necesito analizar todo lo que me esta pasando. Hay que ver como ha cambiado mi vida en estos días. He pasado de ser una mujer recién casada normal y corriente a convertirme en el objeto sexual de mi marido. Me ha hecho hacer cosas que ni siquiera sabia que podían existir. Y todavía me quedan otros tres días sin contar el de hoy.

Hasta ahora, nada de lo experimentado me ha desagradado especialmente, exceptuando la experiencia con Tomas, el vagabundo. Aunque el desagrado fue al principio, cuando pensé que tendría que dejarme follar por él. Pero después, cuando salió a la luz la zorra que hay en mi, lo disfrute tanto que no me importaría repetir. Siempre que Jorge quiera.

Entre estos pensamientos y las labores propias del hogar, se me ha pasado la mañana volando. Al mediodía, Jorge ha llegado a casa con una sonrisa enigmática. No me ha querido decir a que venia esa sonrisa hasta que no hemos terminado de comer. Entonces me lo ha explicado.

-         ¿ Sabias que dos calles mas abajo han abierto un sex – shop?

-         No, no lo sabia. ¿ Y que pasa con eso?

-         Pues que me han dicho que tienen una sala en la que se graban escenas porno para subirlas por Internet. Después, la gente puede descargársela por 5 o 6 euros.

-         ¿ Y eso es lo que te hace tanta gracia?

-         Es que me ha dado mucho morbo  pensar en que te follan mientras yo contemplo como te graban. Sin contar con el hecho de saber que el video lo verán miles o millones de personas. Solo de pensarlo se me pone dura. Esta tarde iremos.

-         Ni hablar.

-         ¿ Cómo has dicho?

-         Que no quiero y no voy a hacerlo.

Le di la espalda y me dirigí al baño. Me alcanzo rápidamente, me agarro con violencia del brazo y me giro. Antes de que me diera cuenta, me soltó una bofetada que resonó en la habitación.

-         No se te ocurra darme la espalda nunca mas mientras hablo contigo, zorra estúpida. Has agotado mi paciencia. Vamos.

Me saco a rastras hasta el garaje. Me subió en el coche de un empujón, se subió y arranco el coche. Salimos a la calle.

Todo este tiempo había permanecido callada. La sorpresa, el dolor en mi mejilla y la humillación de que mi marido me hubiese pegado, cosa que no había hecho hasta entonces, me habían dejado muda. Pero ahora reaccione.

-         ¿ Dónde vamos?

-         Cierra la boca.

No volví a preguntarle nada mas durante el trayecto. Era evidente que no me iba a contestar. Le mire de reojo. Tenia los labios apretados de pura rabia y los ojos le echaban chispas.

Cuando aparco enfrente de la casa de Alfonso y Clara, me sorprendí. Me bajo sin miramientos del coche y nos acercamos a la puerta. Toco el timbre y abrió Alfonso. Al ver su expresión furibunda, pregunto:

-         ¿ Que pasa, Jorge? Traes una cara...

-         Pasa que esta zorra va a dejar de tocarme los cojones. Se ha atrevido a cuestionar mi autoridad. Necesita uno de tus correctivos.

-         ¿ Estas seguro? Siempre has dicho que no te gustaría castigar a tu hembra.

-         No me cabrees tu también. Haz lo que te digo y punto.

-         De acuerdo. Como tu quieras.

Nos hizo pasar a la biblioteca. Acciono un pequeño botón disimulado en una de las estanterías y esta se abrió, dejando al descubierto una pequeña habitación. Nos hizo pasar.

Era una extraña estancia. Estaba llena de cosas y aparatos que no había visto en mi vida y que no sabia para que servían. Pero tenían todas un aspecto atemorizante, así que intuí que no seria para nada bueno. Me dirigieron al centro de la habitación.

-         Desnúdate.

-         ¿ Que?

-         ¡ Que te desnudes de una puta vez!

Le obedecí asustada. No sabia que pretendían hacer conmigo. Bueno, tenia una ligera idea. Alfonso había dicho que me iban a castigar. Lo que no sabia era como. Pero no tardaría en averiguarlo.

En cuanto estuve desnuda, Alfonso se dirigió a una mesa y abrió un cajón. De allí saco unas esposas y unas cuerdas. Me esposo las manos y las levanto por encima de mi cabeza. Las ato a una pequeña argolla en la que no había reparado. Después, abrió mis piernas hasta que estuvieron a la altura de otras dos argollas y me ato los pies. A continuación, se dirigió a un armario del que saco una pequeña caja cuadrada. Era extraña. Tenia dos cables. En el extremo de cada cable había dos pequeñas pinzas metálicas. Me pregunte para que servirían.

Lo que saco a continuación si lo reconocí y me aterrorizo. Era un látigo, parecido a los que usan los domadores del circo. Pero este terminaba en 5 puntas. De pronto, tuve claro cual seria mi castigo y mire a Jorge espantada.

-         Jorge, por favor, no me hagas daño. Por lo que más quieras, ten piedad de mí.

-         Lo que más quiero es que mi zorra sea obediente y sumisa. He tratado de hacértelo entender por las buenas y no has aprendido. Espero que aprendas por las malas. Alfonso, procede.

Alfonso llamo a Clara por un interfono. Cuando paso y me vio en aquella posición, me miro con lastima. Era evidente que ella también había pasado por esto.

-         Clara, prepara a esta putita desobediente. Hay que enseñarle a respetar a su Amo.

Clara echo agua en una palangana y cogió una esponja. La mojo y me la paso por los pechos y mi sexo. Después cogió la extraña caja. Pinzo cada uno de mis pechos con aquellas pequeñas pinzas. A continuación, se agacho y con sus manos abrió y pinzo también los labios de mi coño.

Cuando se levanto, me miro fijamente a los ojos. Parecía pedirme perdón con la mirada, como diciéndome que si no obedecía, la castigaría a ella también.

Se dirigió a Alfonso y cogió el látigo que tenia en la mano. Se puso a mi espalda. Apreté los dientes esperando el primer latigazo, pero lo que sucedió me pillo completamente desprevenida.

Alfonso acciono un mando y sentí una pequeña pero punzante descarga eléctrica en mi coño y mis pechos. Sin darme tiempo a respirar, Clara descargo el látigo en mi culo. Solté un grito.

-         ¿ Obedecerás a tu Amo?

No podía hablar. Estaba intentando recuperar la respiración. Al ver que no contestaba, Alfonso volvió a accionar los mandos. Otra descarga sacudió mi cuerpo. Clara volvió a azotarme.

-         ¡Ahhh!

-         Contesta, zorra. ¿ Obedecerás a tu Amo?

-         Si, le obedeceré. Pero por favor, parad. No sigáis con esto. Os lo suplico.

No me hicieron caso. Otra descarga, un nuevo latigazo. Empecé a llorar y a suplicar su perdón. Hicieron caso omiso.

-         ¿ Cuestionaras las ordenes de tu Amo?

Estaba sin resuello. Notaba mi cuerpo cubierto de sudor. Me demore en contestar. De nuevo volvieron las descargas y los azotes.

-         ¡ Ahhhh!

-         Responda, perra. ¿ Cuestionaras las ordenes de tu Amo?

-         No, no las cuestionare. Haré todo lo que desee, pero no sigáis. Tened compasión de mí. Jorge, por favor.

Le mire, buscando su perdón. Su expresión era rara. Tenia los ojos llenos de lagrimas, pero fríos, altivos, distantes. Su mensaje era claro: “ tu te lo has buscado”

Ya no me hicieron mas preguntas. Pero el martirio no termino aquí. Siguieron soltándome descargas y latigazos. El culo me ardía, los pezones me quemaban, el coño lo tenia insensible... No podría aguantar mucho más tiempo. Hasta que Alfonso dijo:

-         Es suficiente. Clara, puedes retirarte.

Salió en silencio. Estaba al borde del desvanecimiento. Mi cabeza se había derrumbado hacia delante. No sabia cuantas descargas y latigazos me habían dado. Perdí la cuenta al llegar a veinte. Jorge y Alfonso se acercaron y me desataron. Me habría caído al suelo si no me hubiesen sujetado cada uno por un brazo. En ese momento, perdí el conocimiento.

Cuando desperté, mire a mi alrededor. El reloj de la mesita marcaba las 11. Ya era de noche. Ese dormitorio no era el mío, así que supuse que seguiríamos en casa de Alfonso y Clara. Jorge estaba sentado en una butaca.

-         ¿ Que haces?

-         Mirándote. Eres preciosa incluso cuando duermes.

Esa frase dicha con tanta ternura me descoloco. Hacia unas horas, había hecho que sus amigos me castigaran sin misericordia.

-         Acércate.

Me levante despacio. Me costaba andar. Todavía estaba dolorida. Se levanto y me acaricio la cara con suavidad.

-         No quería llegar a esto, pero no me has dejado otra elección. Mi dulce y tierna Aurora.

Me beso muy despacio. Mi boca se abrió y nuestras lenguas se enredaron. Sus manos acariciaron todo mi cuerpo y se posaron en mis pechos. Mis doloridos pezones respondieron a sus caricias irguiéndose y poniéndose como piedras. Le gemí en la boca.

Se separo y se desnudo. Acerco su boca a mis pezones y los chupo como si se alimentara de ellos. Aunque me dolían, era deliciosamente erótico. Eche mi cabeza hacia atrás.

Una de sus manos se dirigió lentamente a mi entrepierna. Las separe para dejarle paso. Paso uno de sus dedos por toda la raja de mi coño arriba y abajo, hasta notar que me humedecía y mis flujos mojaban su dedo. Entonces, con mucha suavidad, me lo introdujo.

-         Jorge...

-         Solo quiero que me obedezcas.

Saco su dedo y se sentó en la butaca. Tomo mi mano, me acerco a el y me situó encime. Me deje caer poco a poco hasta llenar mi vagina de su miembro. Que delicia. Me moví despacio, disfrutando de este momento. Era la primera vez, desde que me case, que mi marido no me fallaba. Me hacia el amor.

Y por Dios que lo necesitaba. Después de mi tortura en la pequeña sala, necesitaba sentir su amor para calmar mi dolorido corazón. Necesitaba sentir que me quería. Y él lo sabia y me lo daba.

Cogió mi cara entre sus manos y me beso con pasión. Sus dientes aprisionaron mi labio inferior y lo mordisqueo dulcemente. Después, su lengua trazo el contorno de mis labios y me susurro en la boca:

-         Te deseo. Te quiero como nunca he querido a nadie.

Estas palabras me llenaron de felicidad.

-         Compláceme y te daré amor, ternura, pasión. Pero te lo tienes que ganar.

Salió de mí bruscamente. Le mire. El amor había desaparecido. Ahora había perversión en su mirada.

Me dio la vuelta y apoyo mis manos en el respaldo de la butaca. Puso mi culo en pompa. Me penetro violentamente y me la saco.

-         Jorge, follame. Por favor, metemela. Te lo suplico.

-         Dime que eres.

-         Tu esposa.

-         Respuesta equivocada.

Me volvió a penetrar y la volvió  a sacar. Me estaba volviendo loca. Necesitaba su polla muy dentro de mí.

-         Jorge, no seas cruel. Estoy cachonda y necesito tu polla. Por favor.

-         Dime que eres.

Otra vez me la metió hasta el fondo. Se movió dos o tres veces y me la saco.

-         Jorge...

-         Que me digas que eres.

Ahora lo entendí. Supe que respuesta dar.

-         Soy tu puta, tu zorra, tu fulana. Tu humilde sierva siempre dispuesta a complacerte.

-         Así me gusta, zorrita.

Me penetro violentamente. Me hizo daño en los labios todavía hinchados y doloridos, pero el placer fue aun mayor.  Me daba embestidas brutales. Mi coño estaba empapado. Tanto, que se oía claramente el “ chof, chof”  de mis jugos al chocar con sus huevos.

La butaca se movía sin control. Levante mi pierna y la apoye en el asiento para sujetarla mejor. Esto hizo que las penetraciones fuesen mas profundas, y mi placer aumentara.

-         Si, sigue, sigue. No dejes de follarme .

-         Te gusta que te folle como a una zorra, ¿ verdad?

-         Si, me encanta. Dame mas fuerte, rómpeme en dos. ¡¡Siii!!

-         Eso es, puta. Muévete más rápido. Joder, hay que ver como tu coño se traga mi polla. Si, que gusto. Sigue así ,sigue.

Me iba a correr. Sin saber por que, le pregunte.

-         ¿ Me puedo correr, mi Amo?

-         Vaya, veo que vas aprendiendo. Pero no, no puedes correrte todavía.

Apreté los dientes y cerré los ojos. Iba a ser difícil no correrse cuando me bombeaba a toda velocidad. Su polla rozaba las paredes de mi coño.

Todavía duro un poco más. No sabia cuanto tiempo podría aguantar sin correrme hasta que me saco la polla del coño y me la metió en la boca. Se la chupe con fervor hasta que se corrió dentro. Me lo trague todo, golosa y se la limpie hasta dejársela brillante. Después se dirigió a la cama y se acostó. Al ver mi cara frustrada, se rió.

.- Este es el final de tu castigo. Estarás sin correrte hasta que yo lo juzgue conveniente. Y no se te ocurra masturbarte. Se te nota mucho en la cara cuando estas cachonda. Además, ya sabes lo que ocurrirá si lo haces.

No se me ocurrió protestar. Me acosté a su lado y me abrazo.

-         ¿ Has aprendido algo de la experiencia de hoy?

-         Sí. Lo siento, no volveré a decepcionarte.

Me levanto el mentón y me beso.

-         No me decepcionas. Solo corrijo tus defectos. Si me satisfaces, yo sabré darte todo lo que necesitas. Te daré lujuria, perversión, depravación. El sexo duro y sucio que te vuelve loca y saca la puta que llevas dentro. Siempre tendrás con que rellenar tus agujeros, pero a mi manera. ¿ Lo has entendido?

-         Sí, mi Amo.

Después de esta conversación, se durmió. Yo, como siempre, me quede pensando. Hoy he dado un paso más. Mi carácter va cambiando conforme mi devoción a mi marido va creciendo. Cada vez tengo mas claro mi futuro.

(CONTINUARA)

P.D.- Aunque no me gusta el dolor y el sufrimiento, entiendo que en esta categoría es necesario, y mas para corregir los defectos de Aurora. Solo espero haberlo descrito bien.