Me convertí en la perrita sumisa de mi asaltante

No se conformó con mi dinero y quiso follarme, yo no me conformé con que me follara y quise ser su perrita sumisa, él se moría de ganas por ser mi amo...

Hace un año conocí esta página web, era exactamente lo que buscaba. Me considero una chica de mente activa, que disfruta con el sexo y a la que le encanta probar cosas nuevas. No se por qué razón la categoría que más me gusta es la de dominación, me excita imaginarme tanto sometida como Ama. A menudo imprimo vuestros relatos y los leo tranquilamente en la cama, muchos de ellos llegan a excitarme tanto que siento mi coñito arder, se humedece tanto que acabo con el tanga empapado, y a veces tengo que saciar mis deseos masturbándome con ansiedad. Ahora he decidido publicar mis propios relatos, espero que disfrutéis tanto con ellos como yo disfruto con los vuestros... Aceptaré todo tipo de comentarios y enviaré mi dirección de correo a quienes me la pidan.

ME CONVERTI EN LA PERRITA SUMISA DE MI ASALTANTE

Eran las dos de la madrugada, la calle estaba desierta y yo me encontraba sacando dinero de un cajero. De pronto, una voz grave me ordenó:

Pon las manos en la nuca y calladita...

Así lo hice, su mano recogió rápidamente el dinero del cajero, pero no se fue, permaneció a mi espalda observándome, comenzó a olisquear mi cuello, mi cabello, mis hombros descubiertos...

Mmmmmm... ¡qué bien hueles zorrita...! Creo que voy a darte una propina por habérmelo puesto tan fácil...

Me agarró del brazo y me giró bruscamente para verme. Era un chico de unos 29 años, atractivo, corpulento.

Voy a llevarte a mi casa, ni se te ocurra gritar ni hacer ninguna tontería, o lo lamentarás...

Estoy segura de que podría haber escapado, pero le seguí el juego, la verdad es que en una situación normal me habría fijado en él, habría intentado ligármelo... Además no se por qué pero no tenía miedo. Me metió en su coche, no dije ni una palabra, tampoco temblaba, eso le extrañaba pero creo que a la vez le excitaba. Mientras conducía acariciaba mis piernas, poco a poco fue introduciendo su mano debajo de mi falda, luego debajo de mi tanga, tocó mi sexo, que estaba como siempre... caliente...

Vaya, vaya... eres una perrita sumisa que se muere de ganas porque le den su merecido... tranquila, hoy es tu día de suerte...

Entonces le miré fijamente y le dije desafiante:

Que te jodan

Me propinó una bofetada (bastante light...) y dijo:

Ya hemos llegado, pero antes de subir, quiero que me la chupes, ¡zorra!

Sacó su enorme pene y agarrándome del pelo me lo introdujo en la boca. Gracias a mis artimañas se corrió enseguida entre gemidos.

¡Qué bien la mamas, putita, a ver qué más sabes hacer...!

En el ascensor me magreó todo lo que quiso, sobaba mis pechos a su antojo, mis muslos, mis nalgas... mostraba un especial interés por mi cabello, lo acariciba y lo olía cerrando los ojos, como si no quisiera olvidar su olor, olisqueaba cada rincón de mi piel como si fuese un perro y yo una perrita en celo. Una vez en casa me ordenó que me desnudase completamente. Se acercó y me besó apasionadamente... Lamía mis orejas, mi cuello, mis hombros... levantó mis brazos por encima de mi cabeza y sujetándolos por las muñecas se deleitó saboreando mis pechos, succionaba mis pezones como queriendo extraer su jugo. De pronto, me puso de cara a la pared y me ordenó abrir las piernas al máximo.

Te voy a follar hasta que me canse puta...

Agarrándome de las caderas me hizo doblar la espalda quedando mi culito a su merced, en pompa. Fue al cuarto de baño y volvió con un bote de crema y un cepillo de pelo. Comenzó a cepillar mi cabello y mi piel como si fuese una perrita, la excitación le hacía restregar su enorme y erguida verga contra mi culo y no paraba de hablarme y decirme groserías que me estaban poniendo a mil.

Así, muy bien... vas a ser una perrita buena verdad... si no ya sabes que tendré que castigarte... ¿vas a portarte bien?

Al ver que no le contestaba me dio un azote con el cepillo en el culo. Yo seguía sin hablar, no se por qué pero quería provocarle, me excitaba cómo me estaba tratando, y el azote más que dolerme hizo que mi coñito se mojase aún más. Continuó dándome azotes y yo gemía cada vez que recibía uno, gemía como una perrita que está siendo castigada por su amo... pensar aquello me excitó aún más... deseaba que aquel tío fuese mi amo, que me sometiese e hiciese conmigo lo que se le antojase. Quise que él intuyese lo que yo pensaba y le dije:

Me portaré bien... amo...

Me hubiera gustado ver la cara que puso, pero lo que sí noté fue su verga contra mi culo, que se puso aún más dura y grande. Cuando fue capaz de reaccionar volvió a acariciar mi cabello y mi cuerpo con el cepillo, suavemente.

Así me gusta perrita... ya veo lo que quieres... no te preocupes porque lo tendrás, a partir de ahora serás mi perrita sumisa... mi esclava...

Sí amo, gracias, muchas gracias...

Ahora voy a estrenarte como mi perrita, a ver, ábreme bien tu culito que tengo que examinarlo...

Me apoyé con los hombros en la pared y con las manos abrí mi culito para él todo lo que pude. Se agachó para observarlo detenidamente y, como no, también olisqueó mi agujerito, lamía mis nalgas, lamía los dedos que rodeaban el ano abriéndolo al máximo y yo me moría de ganas porque introdujese su lengua allí... Empezó con pequeños toquecitos con la punta de su lengua, metía la puntita una y otra vez, hasta que poco a poco me la metió todo lo que pudo. Aquella sensación me estaba volviendo loca, deseaba que me poseyera de una vez, que llenase todos los orificios de mi cuerpo.

De pronto noté algo frío en el ano, me estaba untando crema para lubricarlo bien, me metió un dedo, luego dos... y de pronto sentí que estaba intentando introducir algo más rígido... era el mango del cepillo con el que anteriormente me había cepillado y castigado. Lo introdujo dentro de mi todo lo que pudo, casi hasta hacerme daño.

Ponte a cuatro patas perrita y sígueme, ten cuidado de que no se te caiga la colita tan original que te he puesto...

Hice lo que me ordenó sin tener idea alguna de lo que pretendía hacer conmigo, la verdad es que me costaba bastante caminar con aquello allí metido, tenía que apretar el culo con todas mis fuerzas para que no se me cayese. Le seguí hasta la cocina, abrió la nevera y cogió una botella de agua, tras beber un largo trago me preguntó si tenía sed, asentí con la cabeza, entonces cogió un tarro ancho de plástico, lo colocó en el suelo y lo llenó de agua. Me acerqué a él y bebí como una perrita sedienta.

Ahora vamos a descansar un poquito mientras vemos la tele.

Le seguí hasta la sala de estar, encendió la tele y se sentó en el sofá, entonces me indicó que me colocase boca a bajo en su regazo, con mucho cuidado de que no se me cayera el cepillo hice lo que me ordenó. Mientras veía la tele acariciaba mi cabeza y mi espalda con sus manos. Me sentía afortunada porque el destino hubiese cruzado a aquel hombre en mi camino. No quería perderle, así que me propuse satisfacerle al máximo, intentaría darle todo el placer posible. Deslicé mi cuerpo hasta que su verga quedó a la altura de mi boca, y suavemente comencé a lamerla, la besaba y succionaba y no tardó nada en ponerse dura como una piedra. Chupé sus testículos una y otra vez, esta vez no quería ser tan rápida, quería hacerle gozar como nunca. Recorrí mi cara con su glande, acariciaba con él mis ojos, mi nariz, mis mejillas... y comencé a dar golpecitos con él en mi rostro y en mi lengua. Aquella escena le estaba poniendo a mil, lo notaba en las contracciones de su verga. Recorrió mi cuerpo con su mirada y se percató de que aún tenía el cepillo metido en el culo, así que como símbolo de agradecimiento me lo sacó delicadamente.

Ponte a horcajadas mirando hacia la televisión.

Sí amo...

Una vez me coloqué como me había ordenado me agarró de los hombros y me agachó hasta que su verga se introdujo por completo en mi coñito. Me sentí totalmente llena de él y comencé a moverme suavemente, en círculos, adelante y atrás, arriba y abajo... De pronto pareció que se percató de que aquel no era exactamente mi papel, así que me empujó hacia delante y me apoyé con las manos en la mesita que había en frente del sofá. Él se puso de pie y volvió a tomar su rol dominante, me folló salvajemente, mientras me daba cachetes en ambas nalgas a la vez.

Así perrita, te gusta eh... no hará falta que te diga que no te puedes correr si yo no te doy permiso ¿no?

La verdad es que no había pensado en aquello, me moría de ganas por correrme de una vez y sentía que me iba a resultar imposible no hacerlo.

Me voy a correr perra... aaaaaaaahhh.... aaaaaaaaaaahhh... toma... toma... agggrrrr.... agggrrr.

Yo también me corrí sin poder evitarlo, pero no hice ningún ruido para que no se diese cuenta. Cuando terminó cayó exhausto en el sofá. Yo permanecí en la misma postura, sentía cierto miedo, era imposible que se hubiese dado cuenta, pero estaba tan callado... y sentía que me estaba observando fijamente.

Perra, ponte de rodillas, date la vuelta y mírame.

Me puse de rodillas, me giré y le miré. Permanecimos mirándonos unos segundos, sentía que su mirada se me clavaba en el corazón, no pude aguantarle la mirada y bajé la vista. Entonces me dio una bofetada que me tiró al suelo.

Ahora estoy cansado, ve a darte una ducha fría mientras decido cuál va a ser tu castigo.

(Continuará...)