Me confundieron con una prostituta
Por complacer a mi novio terminé complaciendo a otros y hasta la cárcel fui a dar.
Me confundieron con una prostituta.
Hola, quiero contar un relato de un suceso que me ocurrió hace poco, en el cual, por querer complacer a mi novio, terminé complaciendo a muchos otros individuos.
Gerardo y yo nos hicimos novios en la preparatoria y cuando pasamos a profesional fue la primera vez que tuvimos sexo; en general fue bastante bueno, él me hacía llegar al orgasmo y me decía que le gustaba mucho como se lo hacía yo.
Todo iba bien hasta que noté que Gerardo comenzaba a fijarse mucho en otras chicas estando yo presente; en varias ocasiones le reclamé y él se disculpó en todas esas ocasiones y yo, como estaba enamorada y muy tonta, lo perdoné siempre.
Fue en una de esas ocasiones que él me dijo que se fijaba en otras chicas porque yo me vestía y arreglaba muy conservadoramente y las chicas de mi edad eran más destapadas y liberales; enseñaban más y yo era muy recatada.
A mí me pareció que Gerardo exageraba, pues a veces si me ponía minifaldas o ropa ajustada, pero aun así le pregunté que entonces como quería que me vistiera y él, señalándome una prostituta que vimos en ese momento en una esquina me dijo: "así", Le pregunté que si bromeaba y muy serio me dijo que no, que le gustaría que un día que saliéramos me vistiera de esa manera; yo le dije que lo pensaría.
La verdad es que Gerardo me puso a pensar mucho, pues yo no quería perderlo y haría lo que fuera por estar con él, pero esa vestimenta se me hacía demasiado atrevida; pues la chica traía una falda que apenas le cubría las nalgas y un top súper ajustado que se pegaba a sus tetas como si fuera de licra o algo así; se le veía mucha piel y yo no estaba acostumbrada a enseñar tanto.
Al final, tonta como siempre, pensé que si quería conservar el amor de Gerardo tendría que hacer lo que él mandara, además así me enseñaron en mi casa, que el hombre mandaba y la mujer obedecía. Así que fui a una sex-shop y compré un vestido negro muy ceñido, con un gran escote y de falda muy corta; era de un material que a la vista parecía plástico, pero era una tela muy flexible; cuando me lo probé en el vestidor de la misma tienda no me atreví a salir porque me dio pena con el encargado.
Ese fin de semana Gerardo y yo íbamos a ir al cine y luego a cenar y al final de seguro terminaríamos en la cama como casi siempre. Me vestí con mi nuevo vestido, me arreglé y peiné a la moda, pero de verdad parecía prostituta. El vestido me cubría apenas lo indispensable; los hombros iban descubiertos, por el escote asomaba el principio de los senos y tenía una apertura en el centro que dejaba ver desde debajo de los senos hasta el vientre, incluyendo al ombligo; también tenía unas pequeñas aberturas a los lados de la cintura, con unas tiras que dejaban ver más piel; la falda era tan corta que si me agachaba se veía buena parte de mis nalgas y sentada se me subía casi hasta las ingles.
Me tuve que salir de mi casa con mucho cuidado para que no me vieran mis Papás ni mis hermanos porque entonces si se me hubiera armado. Una vez en la calle los chiflidos y las palabras obscenas no dejaron de escucharse por donde yo pasaba; todos los hombres parecían perros, aullaban, silbaban y gritaban como enajenados; hasta me dio un poco de miedo cuando unos chicos me empezaron a seguir; pero afortunadamente solo me dijeron algunas obscenidades y se largaron. También subirme al microbús fue un triunfo, apenas pude alzar la pierna para alcanzar el escalón y casualmente varios hombres me dejaron pasar con toda intención de verme las nalgas seguramente. Para colmo de males, el micro iba hasta el tope y como los "caballeros" son muy educados, nadie me dejó sentar; por el contrario, un viejo que iba sentado delante de donde encontré un pequeño lugar para pararme, nada más me veía las piernas y me rozaba con sus rodillas. También fueron varios los individuos que al recorrerse por el pasillo pasaban detrás de mí y me arrimaban sus cosas; llegué a sentir algunas manos que me tocaron, pero cuando volteaba no sabía ni quien había sido. Me bajé del micro sumamente enfadada con todos los hombres.
Llegué a la esquina donde había quedado de verme con Gerardo; aunque ya llevaba 20 minutos de retraso, él no estaba; no vi tampoco el auto de su Papá que era el que siempre llevaba; me extrañó, pues el siempre es muy puntual y normalmente me regañaba por llegar tarde. Saqué el celular de mi bolsa y le marqué, por toda respuesta salía una grabación que me decía que el número no estaba disponible. Decidí esperar a mi novio a ver a que hora llegaba.
La gente me veía como si de verdad fuera una prostituta, unos con recelo, otros con morbo; hasta un auto con tres tipos se detuvo a preguntarme cuanto cobraba; como no le hice caso, me dijeron de groserías y se fueron. Como diez minutos después sonó mi teléfono y era Gerardo que me decía que estaba atorado en el tráfico por una manifestación y que llegaría como en media hora, que lo esperara ahí; la comunicación fue bastante mala, por lo que no le pude decir que mejor nos viéramos en otra parte; antes de decirle yo algo, la comunicación se cortó; volví a marcar, pero otra vez me salió la maldita grabación y resignada pensé en esperarlo; no podía moverme de ahí porque pensé que podría llegar en cualquier momento y si no me veía a lo mejor se iba. Lo malo es que los hombres que pasaban seguían molestando.
Unos cinco minutos después de la llamada de Gerardo una patrulla con dos policías se detuvo frente a mí y uno me indicó que me acercara; lo hice y me dijo que no podía estar allí, que no era zona permitida, le quise explicar que yo no soy prosti, pero no me dejó hablar, me dijo que me fuera o me llevarían a los separos; sin remedio empecé a caminar alejándome de allí, pero una vez que vi que la patrulla se dio la vuelta en la siguiente esquina, me regresé a donde estaba.
De nuevo intenté llamar a Gerardo pero otra vez la misma grabación; para relajarme un poco me distraje viendo los aparadores y así no haría caso tampoco de los hombres que me seguían diciendo muchas cosas y de los autos que se paraban a verme, de todos modos los escuchaba pero decidí no hacer caso. Por eso cuando escuché que una voz de hombre a mis espaldas decía: "Oye, tu, te estoy hablando, ven acá". Por más que me hablaban, yo decidí no voltear para no ver a algún tipo idiota haciéndome proposiciones; hasta que sentí que me jalaban del brazo y me decían: "Te estoy hablando piruja, ven acá". Volteé dispuesta a cachetear al tipo, pero vi que era el mismo policía que unos minutos antes me había dicho que no podía trabajar allí.
Apenas me dio tiempo de reaccionar, me jalé tratando de que me soltara, pero el policía rápidamente me esposó las manos atrás y me llevó hacia la patrulla con fuerza, lastimándome el brazo mientras me decía que ya me lo había advertido; le grité diciéndole que no soy prostituta, pero él no escuchó y solo logré que se hiciera una escena en plena calle y que toda la gente volteara a vernos.
Con lujo de violencia el poli me subió a la parte de atrás de la patrulla y él se subió adelante con su compañero, que arrancó a toda velocidad; una reja me separaba de ellos. Les volví a decir que yo solo estaba esperando a mi novio, pero ellos me dijeron que me callara y que como no les hice caso, me llevarían a los separos; todavía les dije que eso era un atropello y que en cuanto pudiera los iba a denunciar a sus jefes o a derechos humanos. Uno de ellos me dijo que me callara o me harían arrestar por desacato. Decidí callarme y enojada pensé que en cuanto llegáramos con el ministerio público le explicaría todo y le pediría castigo para los infames servidores.
Uno de ellos habló por radio, dijo varios números en clave pero alcancé a oír que la persona del otro lado de la comunicación le decía: "cámbiate al 5", o algo así; el poli movió algo en su radio y dijo: "ya estoy"; el poli dijo: "llevamos una piruja" y; el otro le dijo: "nos vemos donde siempre", dijeron algo así como "10-4" y cortaron.
La patrulla siguió avanzando hasta llegar a una zona muy sola, casi no había gente en la calle; nos detuvimos frente a un portón de lo que parecía ser una bodega o algo así; les pregunté dónde estábamos y no hubo respuesta. Hicieron ruido con la sirena y un policía abrió al portón, entramos y vi que era una especie de bodega vacía; había otras dos patrullas estacionadas a un lado y supuse que estaríamos en los mentados "separos", el mismo poli que había abierto, cerró la puerta.
Nos detuvimos y los polis se bajaron; otros cuatro policías se acercaron y saludaron a los que iban conmigo; luego el que me había subido a la patrulla regresó y me abrió la portezuela; me ordenó bajarme y lo hice, notando como todos ellos miraron hacia mi entrepierna cuando salí de la patrulla.
Uno de los polis silbó con admiración y el que abrió la patrulla me tomó de un brazo y me llevó hacia ellos; les dije que me llevaran inmediatamente ante su superior o se meterían en problemas, ellos comenzaron a reír, lo que me molestó aun más. Les dije que conocía mis derechos y que ellos no podían retenerme allí por ningún motivo, pero ellos no dejaban de reírse.
Cuando por fin se calmaron, uno de ellos me dijo que me estaban ayudando y que si me portaba bien con ellos, no habría necesidad de llevarme a los separos ni al ministerio público. Le dije que no me importaba, pero que me llevaran a donde fuera necesario. Ellos empezaron a ponerse serios y uno me dijo: "mira, como se ve que eres nueva te voy a explicar; si te portas bien con nosotros te dejamos ir así nada más, si no, de todos modos nos vamos a divertir y te llevamos con el juez y de seguro te mandará encarcelar unas 72 horas con otras putas como tú que son bastante salvajes, así que tu decide". Me quedé perpleja de escucharlo, pero pensé que la primera opción era mejor, de todos modos estaba sola con esos seis tipos que se decían representantes de la ley y en cualquier momento podrían hacerme algo; así que respondí: "Está bien, me portaré bien, pero luego me dejarán en paz, ¿sí?". "de acuerdo", dijeron ellos.
Uno de ellos que parecía mandar a los demás me dijo; "A ver, primero date una vuelta, queremos verte bien", me di una vuelta despacio y ellos quedaron embobados; luego me dijeron que me hincara y obedecí; me rodearon y uno se paró enfrente de mí; me ordenó bajarle la cremallera con la boca y sacar su cosa; me le quedé viendo molesta, pero obedecí; con trabajo pero saqué la cosa del individuo que ya estaba levantada y él me ordenó chuparla; lo vi y estuve a punto de mandarlo a volar, pero analicé la situación rápidamente; estaba esposada, rodeada de seis individuos, en quien sabe donde y ellos tenían el poder de llevarme a la cárcel y me imaginé la vergüenza ante mi familia, mi novio y mis compañeros de escuela; además, ellos podrían forzarme a cualquier cosa y este tipo solo quería una chupada; pensé que sería mejor hacer lo que me pedía y acabar lo más pronto posible.
Abrí la boca e introduje el falo del individuo en ella; cerré los ojos y lo chupé como Gerardo me había enseñado; escuché unos gritos como de triunfo de los policías y al que se lo chupaba comenzó a gemir y a decirme: "Así puta, ya ves que fácil es; eres experta mamacita" y colocó una mano en mi cabello, empujándome y jalándome al mismo ritmo al que yo chupaba; me dijo que también le chupara los testículos y obedecí; chupe y chupe hasta que él gritó: "¡Me vengo, me vengo!", quise sacar su cosa de mi boca, pero me lo impidió sosteniéndome la cabeza con ambas manos y ordenándome que me tragara su leche; casi me ahogo con todo lo que arrojó en mi garganta.
Una vez que el individuo terminó, me hicieron moverme hacia la derecha, donde ya otro me esperaba con los pantalones abajo y su falo erecto; tuve que hacer el mismo trabajo que con el anterior, le chupé el falo hasta que se vino y luego pasé al siguiente; pensé que si se los tenía que chupar a los seis para que me dejaran libre, sería sencillo; aunque ya la quijada se me empezaba a cansar. Aún así, seguí chupando y tragándome su asqueroso semen; tardé bastante con cada uno pero al final logré satisfacer a los seis.
Uno de ellos se acercó a mí y me ayudó a levantarme; empezó a quitarme las esposas y supuse que ya me dejarían ir; pensé en que de inmediato le hablaría a Gerardo, pues mientras yo chupaba uno de los falos escuché sonar mi celular desde la bolsa.
Pero cuando él terminó de quitarme las esposas me dijeron: "Quítate la ropa". Me les quedé viendo sin saber que hacer, les dije que no y el que siempre hablaba me dijo: "Quítatela ahora o te la quitamos nosotros puta". Deseé con toda mi alma que solo quisieran verme desnuda y que se conformarían con eso. Empecé a desvestirme despacio; me quité el vestido mientras ellos aplaudían y casi babeaban. Quedé en ropa interior y me dijeron que me la quitara también; les pedí que ya me dejaran ir y uno de ellos dijo: "Ya estuvo, muchachos encuérenla y llévenla así a la delegación; dicen que así la encontraron"; dos de ellos se acercaron amenazantes y solo alcancé a decirles: "¡No, no, yo lo hago, yo me lo quito, está bien!". Me desabroché el sostén y lo dejé caer al suelo junto con el vestido; con un brazo me tapé los senos mientras me quitaba los zapatos y las medias; ellos ya no hacían ruido, pero noté sus miradas morbosas sobre mis curvas. Los miré tratando de que se apiadaran de mí, pero sus miradas frías me decían lo contrario; solo me quedaba la mini tanga que me había puesto para que Gerardo se emocionara; pero al verlos supe que también me la tendría que quitar. Lo hice con toda la vergüenza que se puede sentir en un momento así.
Quedé totalmente desnuda frente a esos seis pillos que se decían policías, tapándome con las manos los senos y mi triángulo sexual; ellos ya estaban desvestidos y con sus falos levantados; supe que querrían que me acostara con ellos; pero yo no estaba dispuesta a tanto, por eso cuando se acercaron les dije que no haría nada más y retrocedí indicándoles que se quedaran donde estaban. Choqué contra la pared; me arrinconaron y uno de ellos me mostró unas esposas. Fácilmente me cargaron y me llevaron hacia una patrulla; me colocaron las manos a los lados de la parte de en medio, que separa la ventana delantera de la trasera; me colocaron las esposas una en cada mano, pasando la cadena por esa parte. Luego, me colocaron empinada de tal manera que ellos me veían todo; uno me empujó la cabeza dejándome agachada viendo el piso y sentí como el primero de ellos se colocaba atrás de mí y alcancé a ver que se hincaba. No tardé en sentir que sus manos se colocaban en mis nalgas y me abría la vagina y luego sentí como su lengua húmeda se introducía en mí.
Por más que quise evitarlo, las lengüeteadas del policía empezaron a hacer que me mojara; cerré los ojos y me mordí los labios para no gemir de placer; los demás polis empezaron a decirle: "ya guey, ya cógetela de una vez" y él se levantó, colocó su falo en la entrada de mi vagina y empezó a empujar; con mi vagina mojada fue más fácil la entrada para él. Al principio sentí un poco de dolor, pero poco a poco se fue transformando en placer. Fueron varios minutos que él estuvo con su mete-saca que me hizo sentir un placer mayor al que yo había sentido con Gerardo. Unos momentos después, yo estaba a punto de venirme cuando el poli con un gran grito soltó sus descargas de semen dentro de mí.
En cuanto el terminó y se retiró, otro poli se colocó detrás de mí, puso sus manos en mis nalgas y de igual forma, empezó a penetrarme con fuerza; de nuevo empecé a sentir placer con él, pero no pude llegar al nivel que logró el anterior; pero poco a poco fue subiendo el nivel de intensidad de tal manera que al poco tiempo sentí que estaba a punto del orgasmo y en ese preciso instante, el poli soltó su leche dentro de mí y de nuevo me dejó a medias.
Lo irónico del asunto es que yo ya estaba deseando que el siguiente entrara, para poder terminar y aunque sabía que los seis iban a pasar por mí, en ese momento el placer dominaba todo mi ser, detal manera que cuando el siguiente me penetró empecé a moverme al mismo ritmo que él para poder venirme. Unos minutos después lo logré; por fin tuve un profundo y delicioso orgasmo que me hizo sentir que valió la pena el haber satisfecho a los polis.
Lo malo vino después, pues al yo haber terminado, mi vagina se cerró y se le quitó lo húmeda; así que cuando el siguiente poli me penetró, comencé a sentir dolor y le pedí que se detuviera, el me dijo que me moviera como había hecho con su amigo para que lo gozara más, pero yo ya no pude gozar; su falo me rozó las paredes de la vagina; él continuó entrando y saliendo de mí sin hacer caso de mis súplicas y cerré los ojos ahora para llorar en silencio. De nuevo me mordí los labios, pero esta vez para que no escucharan mis gritos de dolor.
No se detuvieron, el poli entró y salió de mí durante un buen tiempo hasta que también soltó toda su leche dentro de mí. Los dos siguientes continuaron con la misma tónica; me metieron sus falos y me bombearon con fuerza, sin importarles mi dolor ni mis lágrimas.
Todos se vinieron dentro de mí y mi vagina quedó muy rozada; me ardía bastante cuando ellos me quitaron las esposas. Ellos ya estaban vestidos y fríamente me ordenaron vestirme; en cuanto terminé dos de ellos se acercaron y mientras uno me sujetaba, el otro me colocó de nuevo las esposas con las manos atrás. Les pregunté que hacían y me dijeron que ya nos íbamos, pero que me sacarían de allí como llegamos. No quedé muy convencida, pero tuve que aceptar sus argumentos.
De nuevo me subieron a la patrulla y salimos seguidos de las otras dos; más adelante ellos se fueron por otro lado y nosotros nos seguimos: pregunté a donde me llevaban y no recibí respuesta, ni siquiera voltearon y entonces si me dio miedo; les dije que yo ya había hecho lo que ellos me habían pedido, así que me tenían que liberar; el poli que iba del lado del copiloto se volteó y me dijo: "Mira puta, ya cállate o de verdad te va a ir mal; tu solo síguenos el juego y todo saldrá bien". Me callé, pero seguí nerviosa. Hubiera querido tomar mi celular y llamar a Gerardo, pero mi bolsa estaba en el piso de la patrulla y el teléfono adentro; era imposible sacarlo.
Un poco después llegamos a un edificio donde había varias patrullas afuera; nos estacionamos y ellos bajaron; uno me abrió la puerta y me sacó mientras otros polis que estaban allí les decían: "Ahora si trajeron una buena, eh, ¿dónde la encontraron?"; yo iba a responder, pero el poli me jaló y me metió rápido al edificio; allí había un mar de gente, entre policías y delincuentes y gente vestida también con traje. De nuevo todos los hombres me miraron con morbo mientras el poli me abrió paso hasta un mostrador y allí nos detuvimos.
Un señor casi pelón, flaco, chaparro y con unas gafas que se sostenían de su prominente nariz con traje y sin corbata se levantó de un escritorio y le preguntó al poli: "¿Qué tenemos?". El poli se puso a hablar rápidamente como merolico: "Con la novedad, Licenciado que encontramos a esta prosti ejerciendo en lugar prohibido; se le recomendó apartarse del lugar, pero en cuanto nos alejamos volvió a la esquina y tuvimos que traerla; se resistió al arresto y utilizó palabras altisonantes en contra de mi pareja y yo". Mientras el decía todo eso, el tal Licenciado me recorría de arriba abajo con la mirada y no disimulaba su morbo, deteniendo su vista en el escote de mi pecho y luego viendo mis piernas, también durante la letanía del poli intenté hablar para explicar que todo era mentira, pero el tal licenciado me hizo señas de que me callara. Obedecí esperando que cuando terminara el poli me dejaran hablar a mí.
Pero cuando el poli terminó, el licenciado le dijo: "Pues bueno, de seguro ya le hicieron la faena tu y tu pareja, ¿verdad?"; el poli se puso nervioso, negó con la cabeza y dijo: "No, lic. ¿cómo cree?". El Licenciado me barrió de nuevo con la mirada y dijo: "Pues métela en los separos 72 horas para que se le quite andar de desobediente". Indignada, comencé a decir groserías, pero el licenciado me dijo que me callara o me mandaba recluir más tiempo; el poli me jaló, pero yo no me iba a dejar tan fácil, así que intenté soltarme y forcejeé con él mientras gritaba que ellos me habían violado y que yo no soy prostituta. Tuvieron que llegar otros tres polis y solo de esa manera me sometieron y me pudieron llevar casi a rastras.
Me aventaron en una celda muy pequeña de cemento, solo había una saliente de la pared que hacía las veces de cama, también de cemento y un foco de luz amarillenta que medio iluminaba el lugar. Uno de los polis me quitó las esposas y salió; cerraron una pesada puerta de metal que solo tenía una pequeña rendija que se abría desde afuera. En cuanto se fueron golpeé la puerta exigiendo que me dejaran salir, pero nadie respondió. El olor del lugar era espantoso, una mezcla de sudor y orines era lo que se sentía, casi me vomito de la pestilencia.
Cansada de todo lo sucedido, me senté en el camastro de cemento y comencé a llorar de impotencia ante la prepotencia y bajeza de los policías; no supe a que hora fue que me quedé dormida.
Desperté cuando escuché el ruido de la pesada puerta que se abría; entró el Licenciado que me había mandado a ese inmundo lugar, aun me encontraba amodorrada cuando el empezó a hablar, me dijo: "A ver muchachita, de seguro quieres irte rápido de aquí para seguir ganando dinero con tus cochina profesión, ¿verdad?" Estaba a punto de contestarle cuando él, sin dejarme hablar prosiguió: "Si quieres, te puedo dejar ir, pero como ya sabrás, todo tiene su precio y tu deberás pagar para irte". Le dije que no tenía mucho dinero, pero él sonriendo sarcásticamente me dijo que no era dinero lo que quería precisamente, acto seguido, el licenciado se bajó los pantalones con todo y trusa y vi su enorme pene erecto; el me ordenó hincarme y chupárselo; lo insulté y le dije que estaba loco si creía que yo haría esas cochinadas y él me dijo que obedeciera o me dejaría allí encerrada; le respondí que no me importaba y que prefería que me dejara allí.
El Licenciado se me quedó viendo y me dijo que me arrepentiría de mi decisión; salió y de nuevo azotaron la puerta. Unos segundos después, el Licenciado entró de nuevo, pero esta vez acompañado de dos policías diferentes a los que me habían llevado a la estación; cerraron la puerta y el Lic. les dijo que me esposaran, yo me hice hacia atrás, pero quedé arrinconada. Me voltearon hacia la pared y mientras uno de los polis me sostenía los brazos desde atrás con fuerza, el otro me colocó las esposas, pasándolas por una clavija que había en la pared de la celda; de tal manera que quedé con las manos hacia delante y un poco empinada.
El Lic. les ordenó a los polis que se salieran y en cuanto lo hicieron él se colocó detrás de mí; me dijo: "¿Ya ves?, más te hubiera valido hacerlo por la buena, ahora va a ser a fuerza y te vas a quedar las 72 horas", mientras decía eso, me bajaba mi tanga y me subió el vestido hasta dejármelo en la cintura. Le grité groserías y le dije que lo denunciaría a sus superiores; el se rió y me dijo que me callara o me iría peor; pero en ese momento él ya comenzaba a introducir su falo en mi vagina sin dar oportunidad a lubricarme, por lo que me provocó un tremendo dolor y al parecer, a él le provocaba un tremendo goce; siguió empujando hasta meter todo su miembro, sin hacer caso de mis gritos y lágrimas de dolor.
Metió hasta el fondo su duro falo que me quemaba y lentamente comenzó a moverse dentro de mí primero despacio y luego más rápido y más y más rápido, hasta que su vaivén era tan fuerte que se escuchaba el golpeteo de sus testículos contra mis nalgas; sus manos se apoyaban en mi cadera y él seguía metiendo y sacando su miembro con fuerza, gozando con mi sufrimiento y diciéndome cosas como: "Ya ves puta, si es tu trabajo del diario, no sé porqué te haces la inocente", o "yo no te voy a pagar, pero te hubiera podido ayudar si hubieras querido, ahora te vas a amolar". Era irrelevante lo que yo decía mientras gritaba por el dolor que me infringía el tipo, él seguía entrando y saliendo y diciendo cosas que yo ya no escuchaba.
De repente se detuvo y se salió; pensé que ya había terminado, pero luego me di cuenta de que introducía algo delgado en mi ano, creo que era un dedo; empecé a decirle que por allí no lo hiciera, que tuviera piedad, pero él me dijo que me aguantara o sería peor y que había dejado pasar mi oportunidad cuando el me lo pidió por las buenas. Unos segundos después sacó su dedo y se colocó en posición de penetrarme por el ano; le supliqué que se detuviera, pero fue inútil; su fierro caliente se introdujo en mi adolorido ano haciéndome sentir que me iba a partir en dos.
Poco a poco su falo se introdujo hasta donde pudo; grité con fuerza, pero nada sucedió, él empezó a entrar y salir de mi pobre ano gozando con la cogida y tomándose nuevamente de mis caderas. El tiempo se me hizo eterno y su movimiento no cesó hasta que sentí como su líquido caliente entraba en mis entrañas con fuerza, el Lic. gemía de placer y yo seguía llorando de rabia y dolor.
Él se subió los pantalones y me dijo que nos veríamos mañana; le grité que no me dejara en esa posición, pero él se salió sin hacerme caso; alcancé a escuchar que decía: "Allí se las dejo". Escuché que la puerta se cerró y volteé por encima de mi hombro; vi a los dos polis que habían entrado con el Lic. anteriormente y noté que se empezaron a desnudar; les grité que se detuvieran y que si me hacían algo los denunciaría, pero ellos se echaron a reír; no dijeron nada, uno de ellos se acercó a mí y me quitó las esposas, quise defenderme pero ya el otro poli me detenía las manos. En unos cuantos segundos me desnudaron mientras yo me retorcía pidiéndoles que me dejaran; cuando me di cuenta, ya me habían esposado de nuevo, pero esta vez en la espalda, ellos me obligaron a hincarme y uno se paró frente a mí ordenándome que le chupara su tremendo falo erecto, yo me negué y volteé la cara hacia otro lado, pero el otro poli, que estaba atrás de mí, me tomó del cabello y de las mejillas y me obligó a voltear hacia su amigo y a abrir la boca, me hicieron introducir su asqueroso miembro en mi boca y el que estaba detrás de mí me hizo moverme hacia delante y hacia atrás jalándome de los cabellos. Ellos reían y se burlaban de mí diciéndome que si yo era una prosti porque me hacía del rogar y que apenas era el principio.
Estuve chupándosela al tipo un buen rato hasta que terminó y me hizo tragarme toda su leche. El otro poli no me soltó hasta asegurarse que me había tragado el semen de su compañero; luego, me sentaron en el camastro y me hicieron abrir las piernas, todo el tiempo estuve gritando que me dejaran en paz, pero casi de inmediato el otro poli se acomodó y me penetró en esa incómoda posición sin darme tiempo a nada. Empezó su mete-saca con fuerza haciéndome llorar por la salvaje violación.
No duró mucho, pero a mi se me hizo eterno, sentí como su semen invadía mi vagina y casi de inmediato se salió; rápidamente se pusieron los uniformes y se fueron, dejándome mancillada, adolorida y esposada. Como pude me acomodé en el camastro y llorando por recordar todo lo ocurrido me dormí.
Tuve una pesadilla en la cual varios hombres vestidos de policía me perseguían por unas callejuelas oscuras, yo iba totalmente desnuda y por donde daba vuelta encontraba más y más policías, hasta que me rodeaban y me sometían; uno a uno me violaban con saña; en un momento yo veía a uno de los policías que me estaba violando y veía la cara de mi novio Gerardo sonriendo con burla, luego otro poli me violaba, pero todos tenían la cara de Gerardo; uno tras otro pasaban por mí, era interminable; un ruido fortísimo me despertó de la horrible pesadilla; apenas abrí los ojos cuando sentí un cubetazo de agua fría en mi rostro; desnuda como estaba, el agua helada cayó en todo mi cuerpo.
Enfrente de mí estaban dos tipos con traje, uno de ellos era el Licenciado del día anterior, otro, un señor pelón alto y gordo y atrás de ellos había tres o cuatro policías que no alcancé a ver muy bien. El tipo gordo me aventó mi ropa y le ordenó a un poli quitarme las esposas. El poli obedeció y me ordenaron vestirme, lo hice y entonces entre dos polis me tomaron de los brazos y me sacaron de la celda; estuve a punto de preguntar a donde me llevaban, pero ya había aprendido que era inútil tratar de hablar con ellos, así que mejor caminé junto con ellos.
Salimos a la misma zona donde el Lic. despachaba detrás del mostrador; allí me soltaron y me dieron un sobre con mis pertenencias adentro, solo en ese momento habló el Lic.; me dijo que había cumplido las 72 horas de castigo y que podía retirarme, pero que no volviera a ejercer "mi oficio" en lugar prohibido o la siguiente vez sería peor. "¿Peor?", pensé para mis adentros, "no volveré a hacerlo".
Salí del lugar adolorida, triste, humillada y cansada; aún con lo mal que me veía los hombres que pasaban junto a mí me decían cosas y me silbaban. No sé como llegué a mi casa; tuve que sufrir la regañiza de mi papá aún cuando le expliqué lo que sucedió (claro, le oculté las violaciones de que fui objeto); aún así, me castigó sin salir varias semanas.
De Gerardo no he vuelto a saber ni quiero saber nada de él; creo que el al igual que mi Papá y todos los hombres no entienden lo que sufrí y tal vez piensa que yo me perdí por gusto; en fin.