Me comiste entera...y me encantó
El otro día tenía tantas de tí que lo único que deseaba era ser tuya. Te miré fijamente a los ojos y te pedí con un dulce susurro: Ven mi vida, abrázame, besa mi boca, acaricia mi piel...mi cuerpo es todo tuyo y al oírme, me diste todo el placer que sólo tú sabes darme...
Me comiste entera...y me encantó.
Te miré fijamente a los ojos y te pedí con un dulce susurro: "Ven mi vida, abrázame, besa mi boca, acaricia mi piel...mi cuerpo es todo tuyo".
Tú hiciste lo que sensualmente te susurré y después de desnudarme lentamente, me tumbaste en la cama boca arriba y con esa voz tan varonil que me enloquece, me dijiste:
¡Mi niña, te voy a comer entera!.
Mientras veía como te desnudabas, yo tocaba mis tetas, las sobaba sin parar...con los dedos índice y pulgar de ambas manos pellizcaba suavemente mis pezones; erectos, muy duros, deseando una lengua caliente y voraz que los chupara: la tuya. Me dijiste con voz apasionada:
¡Me encanta chuparte y acariciarte toda; pasar mis dedos por todo tu cuerpo...por todos los rincones de tu cuerpo, hasta llegar al último pliegue de tu piel!.
Cuando te desnudaste por completo te tumbaste a mi lado, de costado y fuiste bajando hasta llegar a los pies...me cojiste uno (el izquierdo) y me pasaste la lengua por los dedos -primero todos juntos- y luego metiste en tu boca mis cinco deditos de las pies uno a uno.
Subiste besándome la pierna y al arribar a la cadera me la separaste...me besaste y lamiste los muslos por dentro y los mordiste suavemente; me pasaste la lengua por las ingles y seguiste subiendo dándome pequeños besitos por la tripita hasta que metiste tu lengua en mi ombligo.
Yo sólo gemía y suspiraba.
Te pusiste encima de mí pasando una pierna a cada lado de mis caderas y continuaste subiendo besándome hasta llegar a mis pechos...
Sujetaste mis brazos para que no pudiera moverme y a continuación bajaste tus labios para lamer y besar mis suaves tetitas.
Abriste tu boca del todo para meterte un pezón dentro y me mordiste fuerte hasta hacerme gritar:
¡Ayyyyyyyy!.
Noté como tu polla se metió entre mis piernas y me rozó los muslos. Yo las cerré para apretártela entre ellos y te la acaricié, mientras tú no dejabas de lamerme los pezones y de chupármelos...
Al tener tu polla así cogida, te hice una paja muy sensual. Oí tus placenteros gemidos.
Me moví un poco y bajé mi cuerpo para que, tu cada vez más duro pene rozara mi rajita, cerré las piernas más fuerte y así me acariciaste entre los muslos y el chocho...
¡Mmmm. que gran placer!.
Me mordiste con fuerza el cuello y me hiciste un chupón; me miraste a los ojos y me dijiste:
¡Dame un beso...dame tu lengua!.
Tu lengua buscó la mía desesperadamente y al encontrarla me besaste con fuerza; tu caliente lengua entró entera dentro de mi boca y saboreó y paladeó nuestros sabores.
Nos dimos un beso largo y húmedo. Yo, con un hilo de voz te pedí:
¡Chúpame el coñito!.
Los dos, al mismo tiempo dimos un alarido de gusto. Me dijiste:
¡Quiero metértela toda y luego sacártela para comerte el chocho!.
Al oírte tuve un orgasmo fortísimo; colocaste la punta de tu enorme falo en la entrada de mi cueva y dando un empujoncito suave, me entró la punta...muy caliente y dura.
Con otro empujón más fuerte me la fuiste metiendo poco a poco hasta que por fin me la hincaste entera dentro de mi.
Empecé a correrme como una cascada...
Yo no podía moverme pues seguía sujeta por los brazos, pero con un ágil y rápido movimiento me diste la vuelta y ahora yo estaba encima tuya. Me pediste:
¡Sacátela y sube hasta poner el coñito sobre mi boca!.
Me lamiste toda la rajita, pasaste la lengua entera por el coñito y separando los labios mayores con tus dedos, metiste la punta de la lengua dentro de mí lamiéndome de arriba a abajo hasta llegar a mis labios menores.
Tu lengua me lamió todo el chocho.
Estaba disfrutando como nunca y con un grito entrecortado te pedí:
¡Cariño, méteme un dedo también en el culo!.
Pasaste tu dedo corazón por la rajita del culo hasta llegar a mi ano. Al llegar ahí me lo acariciaste y luego me lo diste para que lo chupara y lo mojara en saliva; yo te obedecí y lo ensalivé mucho. Me dijiste con voz triunfal:
¡Voy a metértelo en el culo hasta dentro!.
Yo suspiré muy fuerte al sentir tu dedo por el ojete y me estremecí como loca al notar como me lo apretabas e ibas introduciendo la yema de tu dedo.
Mi culito estaba deseando que lo metieras y poco a poco se fue abriendo hasta que te llegó al nudillo. Al mismo tiempo lamías en círculos el clítoris...
En ese momento yo sólo jadeada y me moría de placer.
Casi sin darme cuenta volví a correrme y con voz dulce te rogué:
¡Penétrame otra vez, por favor!.
Tú me sonreiste y después de besarme muy suavemente me cojiste por la cintura y de un envite me la metiste entera...hasta el fondo.
Juntos dimos un grito y tú me dijiste a continuación:
¡Hoy eres más mía que nunca: mi polla está en tu chocho, mi dedo en tu culo y mi lengua en tu boca... que rico te estoy follando por todos lados!.
Con un giro volviste a cambiar de postura y otra vez estabas encima de mí...yo totalmente abierta de piernas. Sentía como tu dedo se movía dentro de mi culito, como tu pene me acariciaba toda la vagina y como tu lengua entraba entera dentro de mi boca hasta la garganta.
Noté como tu pene palpitaba dentro de mi coñito y supe que ibas a explotar de un momento a otro. Me susurraste:
¡Mi cielo, no puedo mas. Necesito eyacular...Recíbeme!.
A lo dos al segundos, sentí en mi interior una oleada de semen...
Tu leche salió a borbotones; caliente, muy espesa, quemándome por dentro, pero no me importó porque tu semen es mi mejor vitamina y me da la vida...
Me inundaste de tu leche deliciosa, te vaciaste dentro de mí y me dijiste:
¡Que rica nuestra mezcla...leche y miel, un cocktel delicioso, el más sabroso!.
Al oirte decir esto, te sonreí; te pedí que salieras de dentro de mí y que te pusieras de pie.
Después de tí yo también me levanté de la cama y al hacerlo me cayeron todos nuestros jugos por los muslos, me froté con una mano y me chupé los dedos...
Tú no dejabas de mirarme y en voz bajita casi me suplicaste:
¡Hazme una felación!.
Me arrodillé ante tí y te chupé la polla con deseo, pero muy suave y lentamente.
Te limpié con mi lengua lamiendo tu pene...sin dejar de mirarte.
Al despedirnos me abrazaste con fuerza y volviste a besar dulcemente mis labios y mirándome fijamente a los ojos me susurraste:
¡Es divino estar contigo. Eres mi diosa y te adoro!.
¡Gracias por esta tarde tan maravillosa!.
Yo te devolví ese maravilloso beso y con una sonrisa te dije: "Y tú el mejor amante que tengo".
Dedicado a tí, mi tesoro.