Me cogió el amigo de papá

Mi gusto por los chicos de mi edad se perdió completamente. Ahora solo dejo que señores de 40 a 60 me penetren

Hace 2 meses cumplí 20 y a los días me entregué a un hombre 40 años mayor

Este incidente ocurrió luego de que mi jefe iniciara mi gusto por las vergas maduras. Se volvió un viccio dejarme coger por viejos

Papá es un hombre mayor de 58 años. Policía retirado. Un día nos invitaron al cumpleaños de un ex compañero suyo en el hotel de su familia y como era un poco lejos, toda mi familia fue invitada a hospedarse en el hotel por esa noche.

Al llegar, su ex compañero (al que llamaremos Juan) nos hizo pasar al salón donde sería el evento. Todo marchaba en orden, había carne asada y alcohol de por medio.

Las cosas se subieron de tono cuando el alcohol hizo efecto y Juan comenzó a decirle a mi padre cosas referidas a mí como

-Como haces, Martín, para no matar a todos los pretendientes de Camila. Ya está hecha toda una mujer.

Mi papá solo reía, pues él también estaba un poco ebrio.

Yo conversaba con las hijas de Juan, cuando de repente bajaron las luces y pusieron música. En seguida dejamos nuestros vasos y nos fuimos a bailar a la parte desocupada del salón.

Era de noche y era una fiesta formal. Así que me había puesto un corto vestido de satén color vino pegado al cuerpo que dejaba al desnudo toda mi espalda. Imposible pasar desapercibida si además lo combiné con unos zapatos de taco alto color negro que estilizaban mis piernas y hacían que mi culo se viera muchísimo mejor.

Bailábamos divertidas, a veces de manera sensual. Y cada vez que volteaba, Juan estaba mirándome con una expresión un tanto extraña para mí. Parecía un depredador esperando que su presa se aleje de la manada para cazarla.

Intenté no darle vueltas al asunto y disfrutar, pero tantos tragos hicieron que deje la pista para dirigirme al baño.

Fui a ver a Juan para que me indique en que habitación me tenía que hospedar yo, porque necesitaba ir al baño y él se ofreció a acompañarme para que no me perdiera. Lo que me pareció completamente normal, ya que siempre fue amigo de la familia y me conoce desde que nací.

En el camino, pude observar que para tener 60 años se conservaba bastante bien. Un tipo alto, de tez morena, con cuerpo claramente trabajado en gimnasio y sus respectivas canas que marcaban su vejez.

-Te ves bastante bien, Cami- Rompió el silencio.

-Gracias, Juan.- Me limité a contestar

-Te conozco desde que sos una nena, pero cuando tu papá me llamó por tu cumpleaños número 20 pensé que eras otra persona-

-Ah, si?- La conversación me empezó a interesar, estaba un poco borracha y me acordaba de cuando Oscar (mi jefe) intentaba llegar más lejos sin propasarse.

-Si- dijo- Estás mucho más linda y tenés buen cuerpo, sin ofender.

-Gracias- dije de nuevo- vos también estás bastante bien para tu edad-

Sé que a algunos maduros les da un poco de morbo que agregue lo de la edad, lo toman como un reto. Y ésta no fue la excepción.

-Me conservo bastante bien, y en todos los aspectos- dijo con agilidad.

-No lo sé Juan. Debería preguntarle a tu mujer para estar segura- me reí algo pícara. Sabía lo que se venía.

-O deberías verlo por vos misma- retrucó

-Aunque me gustaría, estaría cometiendo un error.

Llegamos a la habitación y no siguió con el tema. Se ofreció a esperarme afuera, pero lo hice pasar con la excusa de que debía retocar mi maquillaje y que podía demorar un poco. No quería hacerlo esperar.

Entramos y me dirigí al baño dejando mi bolso sobre la cama.

Me demoré un poco más de lo normal para justificar lo que había dicho antes. Pero cuando salí me encontré con un Juan borracho que sostenía una tanga en una mano mientras que la otra acariciaba su pene por encima del pantalón.

Como no me escuchó salir, desaté la tira de mi vestido y fingí salir del baño otra vez con la tira en mi mano y el torso un poco desnudo dejando ver parte de mis pechos.

-Juan, disculpa. He tenido un problema con mi vestido y no puedo atarlo sola. Podrías?

Sus manos dejaron mi tanga cuidadosamente mientras yo me daba vuelta para dejarle paso a mi cuello. Agarró las tiras de mi vestido y con mucha delicadeza le hizo un moño. Aprovechó para rozar suavemente la piel de mi cuello y por instinto gemí.

Me separé de él al instante, preocupada. Pero él solo sonrió y me dijo que no me preocupe.

Cuando íbamos a salir de la habitación me dijo

-Cami, perdona. No está bien lo que voy a decir, pero me pones loco. No estoy seguro de si es el alcohol o tu vestido apretado que te marca el culo o que me calentas desde hace un tiempo y no lo quería ver. Quizá sea todo eso junto pero te juro que me muero por llenarte la concha de mi leche.

Me quedé estupefacta. No esperaba esas palabras. Pero me calentaron como una hoguera y me lancé a por sus labios.

Nos besábamos apasionadamente, como dos viejos amantes. Sus manos recorrían mi espalda hasta mi culo, lo apretaba y nalgueaba. Pequeños gemidos escapaban de mi boca mientras intentaba no perder la estabilidad.

Desató el moño que él mismo había hecho minutos atrás y mi vestido cayó. Sorprendido notó que no llevaba ropa interior, dándose cuenta de que no era la niña inocente que él pensaba que estaba corrompiendo.

Inmediatamente le quité la poca ropa que le quedaba y empecé a recorrer su cuerpo con pequeños besos. Bajé por su cuello, su pecho, su abdomen y así hasta llegar a su pija, que me esperaba dura y suplicando mi lengua.

Pasé toda mi lengua por su pene, desde sus huevos hasta la punta y la metí en mi boca. Nunca había probado una verga tan grande, ni siquiera podía meterla completa en mi boca.

-Que zorra resultaste ser, pendeja- gemía Juan

Y yo, concentrada en mi labor, no dejaba de chuparle el pene como puta profesional. Disfruté tanto darle ese placer.

Me tomó con fuerza y me tiró a la cama. Al parecer, darse cuenta de lo puta que podía ser la hija de su amigo hizo que desaparecieran las palabras suavidad y piedad de su vocabulario.

Me besaba, apretaba con fuerza mis tetas y me apoyaba su pene en mi depilada concha. Bajó por mi cuello, se detuvo en mis tetas mientras lamía y mordía mis pezones, luego bajó por completo y empezó a presionar mi clítoris con su lengua. Tanto placer en poco tiempo hizo que me corra y el probó todos mis jugos.

Siguió pasando su lengua desde mi clítoris a mi culo y yo solo podía gemir del placer que sentía.

-Cogeme, Juan. Necesito que me cojas hasta que se escuchen mis gritos en el salón!- Supliqué

Sacó su lengua y puso su verga en la entrada de mi vagina. Estaba tan mojada y caliente que no pensé en lo que iba a doler esa larga y dura pija entrando en mi interior.

-Que pasó putita? Tan golosa te ves y te duele mi pija?

No me tuvo piedad, los primeros minutos fueron una tortura hasta que me acostumbré a tenerlo dentro y un placer inimaginable llenó mi cuerpo.

Sus embestidas eran rápidas, pero me daba con una fuerza de dioses. Me dejé ir tanto por el placer que perdí la cuenta de todas las veces que me corrí. Ni siquiera sabía que podía ser así.

Sacó su pene y me puso en cuatro. Tres nalgadas me dio, con mucha fuerza y gemía por el castigo.

-Que rico culo tenes, pendeja.- dijo mientras ponía su verga en mi ano

-No, por ahí no. Vas a lastimarme. La tenes muy grande- me quejé por el dolor que estaba sintiendo. Pero ya sabía que era inútil pedirlo.

Lentamente entró en mi culo y yo sentía que me desgarraba por dentro. Un par de lágrimas salieron de mis ojos, pero el dolor que estaba sintiendo pronto se convertiría en placer.

Juan penetraba mi culo una y otra y otra vez, mientras me agarraba las tetas y apretaba mis pezones con una mano y con la otra me nalgueaba de vez en cuando. Me corrí una vez más mientras me rompía mi culito

-Toma pendeja- decía Juan- Te voy a llenar de leche

-Si papi. Dámela toda. Tu putita quiere su lechita- gemía

Y de un momento a otro, Juan aceleró sus embestidas hasta que sentí su semen caliente llenando mi culo.

Mientras su pene seguía dentro de mi culo y se hacía más chico después de terminar, me masturbó tan delicioso que volví a correrme, esta vez en un squirt que mojó todas mis piernas y la cama.

Juan salió de mi interior, se vistió y salió de la habitación. No sin antes darme un beso y avisarme de que les iba a decir a mis padres que estaba muy borracha y me quedé dormida.

Aun me toco pensando en el rico sexo que tuve con Juan aquella vez, ansiosa por repetirlo