Me cogí a mi mamá
En este relato les cuento cómo, de una manera totalmente impensada, un día vi desnuda a mi madre: ¡de inmediato la deseé!; vi cómo se le insinuaba a un jovencito, apenas un poco mayor que yo; vi cómo él se la cogió por la fuerza. Luego de eso, mi mamá, arrepentida, terminó por hacerlo conmigo.
Me cogí a mi mamá
Resumen: en este relato les cuento cómo, de una manera totalmente impensada, un día vi desnuda a mi madre: ¡de inmediato la deseé!. A unos minutos de eso, vi cómo ella andaba loca por un jovencito, apenas un poco mayor que yo; vi cómo se le insinuaba y cómo este terminó por hacerla suya, a pesar de la negativa de último minuto de mi mamá; se la cogió a la fuerza. Luego de eso, mi mamá, arrepentida, terminó por hacerlo conmigo; ¡fue mi primera vez, con una mujer y con ella!.
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Era el fin de curso en la escuela. ¡Estaba tremendamente emocionado!. La noche anterior había dormido muy poco, por la emoción, aunque había un sentimiento que me acompañaba y le hacía mella a mi felicidad: ¡mi padre tenía ya casi un año de haber fallecido!.
Ese día ya no había clases; se iba a hacer la fiesta pero ya no en la escuela, sino en un salón de fiestas: iba a haber comida y creo que hasta música y baile.
Ese día mi mamá no fue a trabajar, ¡había pedido el día, para poder ir a mi fiesta!. ¡Era un viernes del mes de julio!. ¡Andaba yo emocionado!, y apresuraba a mi madre, aunque aún era bastante temprano, ya que la fiesta estaba programada para iniciarse a las 3 de la tarde.
Mamá se metió a bañar y salió del baño solamente con una toalla enredada alrededor de su cuerpo, y otra en su cabeza, en sus cabellos. ¡Creo que siempre lo hacía de esa manera, pero solamente hasta hoy me di cuenta de ello!, y le puse mucha atención.
Se metió a su recámara y se puso a cepillar el cabello, a maquillarse su cara. Yo la observaba a lo lejos, desde el pasillo de la casa. Le miraba sus piernas y sus hombros, desnudos, hasta que comenzó a arreglarse sus manos, a cortarse sus uñas, a pintárselas, y luego pasó a las uñas de los pies, a arreglárselas y pintárselas.
¡Mi corazón me dio todo un vuelco y comenzó a latirme con muchísima prisa y velocidad!. ¡La toalla se le había levantado por encima de la cintura y pude mirarle la pelambrera de su sexo!. ¡Sentía que reventaba de la excitación!.
Estuvo un buen rato con una pierna levantada, hasta terminarse los dedos de ese pie y luego cambió, pero el panorama de su sexo peludo continuó embelesándome mis sentidos: ¡era el mejor regalo que me pudo haber hecho mi madre!, pero aun había más: luego de terminar con sus pies, se levantó y comenzó a mirarse al espejo, uno que tenía en su recámara, en su tocador. ¡Se palpaba sus senos!, se tocaba sus pezones, se acarició su pelambrera, su sexo, pasándose una mano por encima de él y luego tomó uno de sus perfumes, que tenía un atomizador, una especie de “pera”, con la que comenzó a rociarse su cuerpo, desde el cuello, las axilas, sus senos, su vientre, su sexo: ¡también se estuvo perfumando su sexo!.
Luego de eso, dejó su perfume sobre del tocador y se dirigió hacia una cajonera que tenía en su recámara. Abrió uno de sus cajones y empezó a buscar algo, hasta que lo encontró: ¡eran unas pantaletas rositas!, ¡unas totalmente nuevas!. Lo digo pues todavía estuvo quitándoles las etiquetas.
Yo la miraba pasearse desnuda, haciendo todo lo que estaba haciendo. Le miraba deliciosamente el bamboleo de sus senos, el menear de sus nalgas, la firmeza de sus piernotas. ¡Se veía rete buena mi madre!.
Finalmente se puso sus pantaletas: ¡eran rositas, de un rosa salmón, con unos vivos negros en la cintura. ¡Eran totalmente transparentes!, de adelante y de atrás: ¡se le notaban muy fácilmente sus nalgas y su rajadita trasera!; se le notaba muy fácilmente su pelambrera y su sexo, por la parte delantera.
Luego de que se la puso, se volvió a mirar al espejo; se recorrió la pantaletas con sus dos manos; se ponía en una posición, se ponía en otra, de perfil, de frente, ¾, etc., ¡se estaba modelando frente a su espejo!.
Se volvió a rociar con perfume, su cuerpo y por encima de la pantaleta y luego de eso se puso una bata, opaca, con la que la veía yo casi todos los días.
Le vi intenciones de salir y me hice loco en un closet, como buscando algo perdido:
- ¿qué no te piensas bañar y arreglar?.
Me preguntó, sorprendida de mirarme sin arreglar. Le dije que sí, y me metí a darme un baño, pero también una masturbada, ¡estaba tremendamente caliente!, por lo que acababa de ver. ¡Sentí esa eyaculación como algo maravilloso, fue de verdad delicioso venirme pensando en esa mujer que acababa de ver, encuerada, vistiéndose, poniéndose sus calzones!.
Me estaba terminando de vestir cuando me asomé al cuarto de mi mamá: ¡estaba solamente con sus pantaletas, y con unas zapatillas rojas, de tacón alto. Se fue hasta su ropero y tomó un vestido, uno rojo, sin mangas, con escotes muy grandes, por delante y detrás, con unos tirantes muy delgaditos, amplio, con cierre por la parte de atrás.
Se lo puso, sin brasier: ¡solamente llevaba sus calzones debajo de ese vestido!. Se lo empezó a acomodar y:
- ¡Manuel…, Manuelito…, hijo…!,
comenzó a gritarme, y me aparecí:
- ¡súbeme el cierre, porque no me lo alcanzó, me cuesta trabajo…!,
Me pidió.
Me coloqué detrás de ella: le pude ver su espalda y hasta a mis fosas nasales les llegó el olor al perfume que se había puesto. ¡Era bonita su espalda!.
Le miré sus calzones, que le llegaban adonde comenzaba justamente su cierre. ¡No pude resistirme y estirándole el resorte de sus calzones, se lo solté y le di algo así como un “ligazo”, que la hizo molestar:
- ¡Estate quieto Manuel…, no bromees…!,
y luego de eso, se lo subí.
Mi mamá volvió a mirarse al espejo, se llevó las manos a su cabello, se re-acomodó alguna mecha de ellos y luego, modelando frente al espejo, me preguntó:
- ¿Me veo bien…, estoy guapa…?
= ¡Sí mami…, te ves rete guapa…!.
Se estaba admirando en el espejo (y admirándola yo), cuando en eso tocaron la puerta:
- ¡Yo voy…!,
Dijo mi mamá, apresurándose hacia la puerta. Yo me quedé viendo desde la recámara de ella.
¡Era el de la verdura!, un muchacho como de unos 25 años, flaco, grandote. Mamá lo saludó muy sonriente, y le dio un beso en la mejilla, que me sorprendió, y luego de eso, lo hizo pasar:
- ¡Ya casi nos vamos…, qué bueno que llegaste temprano!. ¡Pásate…, siéntate un
minuto, en seguida nos vamos!.
Y se metió hacia su cuarto. Me dijo que ya nos íbamos y que tomara mis cosas.
Tome una chamarra; ella tomó un sweater y nos fuimos para la sala:
- ¿Ya conoces a Boni…?,
Me preguntó. Le dije que sí. Era el idiota de la recaudería, que venía a traerle la fruta y verdura a mi mamá. ¡Ya lo conocía!.
- ¡El es Manuel…!, espero que se lleven bien…,
dijo mi mamá, haciendo señales de salir.
Nos fuimos al coche y ahí, Boni…facio, le preguntó a mi mamá si quería que él manejara. Ella le dijo que sí, y el mono ese se fue manejando el coche de mi mamá.
Llegamos a la fiesta un poco después de las 2. Nos instalaron en una mesa redonda, que era para 10 personas. Comenzaron a servir de beber. Yo pedí una coca, pero mi mamá y el mono ese pidieron unas cubas – ron con bebida de cola – y comenzaron a platicar entre ellos, sin hacerme caso a mí, ni a las otras personas que estaban en nuestra mesa.
Yo me puse a platicar tonterías con gente que era de mi escuela, pero que no era de mi salón, aunque no cejaba por escuchar lo que platicaban mi mamá y ese mono.
Sirvieron de comer y luego comenzó la música. Mamá y su mono se pararon a bailar. Andaban baile y baile, por toda la pista. Yo ni me fui a bailar con tal de estarlos mirando. ¡Andaba tremendamente enojado!. Mi mamá no dejaba de sonreírle, de hacerle caritas, de celebrarle todas las pendejadas que aquel mono le hacía o le decía. ¡Yo estaba que me llevaban los diablos!.
La fiesta se detuvo y comenzó a hablar el director, los padres de familia y luego tocaron las golondrinas y…, yo seguía nomas viendo a mi mamá y a ese mono, que ni caso le hacían a los que hablaban en el micrófono, hasta que terminaron de hablar y la música y el baile continuaron.
Mi madre y el mono se fueron a bailar; anduvieron bailando un buen rato. Yo había visto que siempre mi mamá me buscaba con la mirada y también vi cómo otros compañeros se subían a un segundo piso, a algo así como un tapanco y desde ahí estaban mirando a la pista. ¡Yo hice lo mismo!. Me fui hasta el tapanco y desde ahí los estuve mirando. Mi mamá me buscaba con su mirada, pero ahora no me encontró.
Algo le dijo ese mono, y mi mamá le lanzó los brazos y se agarró de su cuello y le plantó un beso en su mejilla. Los dos rieron y siguieron bailando, pero mi mamá seguía a cada rato acercándole su cabeza a la cabeza del mono, su carita a la cara del mono, y le daba de besos en sus mejillas. El otro nada más se reía y seguía bailando y…, ¡seguro!, haciéndole bromas o diciéndole chistes, pues mi mamá no dejaba de sonreírle. ¡Estaba encabronadísimo!, ¡a más no poder!.
Ya daban casi las 8 PM, cuando oí y vi que algunas personas comenzaban a retirarse, por lo que fui a la mesa a decirles que ya nos fuéramos – (para que ya no siguieran con su plática idiota).
Nos fuimos al coche. El mono le abrió la puerta a mi madre, y ella a mí, la de atrás. Ella se subió adelante, del lado del copiloto, y vi cómo se le subía su vestido, hasta muy por arriba de sus rodillas. El mono también lo notó y tan sólo exclamó:
= ¡Huuuyyy, huuuyyy, huuuyyy!.
Mi mamá nada más se sonrió, voltió a verlo y…, algo que nunca pude yo imaginar: ¡ella misma se levantó un poco más su vestido, mostrándole descaradamente sus muslos hermosos a ese mono indecente!.
Ese mono cerró la puerta del lado de mi mamá y se dio la vuelta para subirse del lado del volante. Yo me subí en la parte de atrás y trataba de no perderme detalle de lo que pasaba ni perderme ni media palabra de la conversación.
- ¿Te gustó lo que viste?,
le preguntaba mi madre, a ese mono:
= ¡Qué bárbara…, están rete lindas…!,
- ¡Y eso que no las miraste más que medio segundo…!.
¿Te gusto…?,
Le preguntó mi mamá, a ese mono, acercándole su carita a su cara, acariciándole la cara con su mano derecha, pegándole su carita a la de él, plantificándole un beso en la mejilla.
El mono ese no decía nada, nada más se reía de las ocurrencias de mi mamá, hasta que llegaron a un alto, un semáforo, y ahí se detuvo ese mono, y entonces, mi mamá se puso a tratar de besarlo en la boca; él no se dejaba, la esquivaba y le negaba sus besos, pero mi mamá se le lanzaba por encima de él:
= ¡Vas a hacer que me choque…, nos van a multar…!,
le dijo, riéndose de los esfuerzos vanos de mi mamá.
Se reanudó la marcha y al poco llegamos a la casa, que no estaba lejos. Ellos se bajaron sonriendo, jugando. Mi mamá se adelantó a abrir la puerta y yo fui el primero en entrar, completamente “engorilado” por la situación. Mi mamá se quedó en la puerta de entrada, esperando al mono ese.
Cuando llegó ese mono, mamá le saltó a su cuello, diciéndole algo como:
- ¡ahora sí no te escapas…!,
queriéndole dar un beso en la boca, pero el mono ese se hizo para atrás, y como era mucho más alto que mi mamá, ella no pudo alcanzarlo, pero lo logró jalar hacia ella y luego cayeron sobre un sillón, que estaba al lado de la puerta de entrada. ¡Ahí mi mamá se subió encima del mono y se esforzaba por darle un beso en la boca, a lo que aquel se negaba, muerto de risa.
¡No lo consiguió mi mamá!. El mono le dijo algo al oído, que no alcancé a oír y luego de ello, mi madre se levantó y vi que se dirigía hacia mi recámara, por lo que opté por recostarme sobre de la cama, vestido, nada más sin zapatos. Ella llegó a mi recámara y me preguntó:
+¿Quieres algo para cenar…?.
= ¡No…, me anda doliendo la cabeza!,
le dije, de mal talante,
= voy a tratar de dormirme.
A lo que ella me contestó:
- Bueno…, si se te ofrece algo voy a estar aquí en la sala, con Boni…
Mi mamá se regresó pa’ la sala. De inmediato me puse a escucharlos, o al menos a tratar de escucharlos, aunque alcanzaba a mirarlos desde el fondo del pasillo, pero no alcanzaba muy claro a escucharlos.
Mi mamá llegó a subirse sobre de las piernas del mono, quien le pasó sus manos por detrás de su espalda de mi mamá, que empezaba a rogarle:
- ¡Ándale Boni…, dame un besito…, para comenzar…!.
Oí que se hablaban, sobretodo mi madre; era ella la que hablaba, el mono nomás la escuchaba y “le daba su avión”.
= ¡No…, cómo crees…!.
- ¿Porqué no…, no te gusto…?. ¿Me encuentras fea…?. ¿Te gustan otras…?.
¿Andas con otras…?.
A toda esa andanada de preguntas, el mono no contestaba, solamente meneaba su cabezota, sin contestarle a mi madre, que estaba loca por una respuesta, ¡y un beso!.
- ¿Porqué es que no quieres…?, ¡ya…, dime…!. ¿Andas con otra o con otras…?.
= Eso no puedo decirlo…
- ¡Sí…, dime…!, ¿te andas cogiendo a Rosalba…?.
= Eso no se dice…
- Pero andas con ella, ¿verdad?.
= No lo se…, mi memoria se puso en blanco…, ya no me acuerdo de nada.
- ¿Cómo eres…, ya…, dime…!. ¿También andas con la Sra. González…,
con Margarita González…?.
= ¡Cómo crees…!.
- Pues ella me dijo…, una vez…, no hace mucho…
= ¿Qué cosa te dijo…?,
- Que habías “estado” con ella…, que le habías hecho “cosas”…, ¡que habían
estado en un motel…!.
= ¡Yo no me acuerdo de nada…, creo que lo soñó esa señora…!.
Mamá estaba sobre de las piernas del mono, con sus piernas separadas, una a cada lado de las piernas del mono, que tenía sus dos piernas juntas, sentado.
Mamá estaba colgada de su cuello, atosigándolo con preguntas; el mono nomás se reía, agarrándole las nalgas a mi mamá. ¡Le había metido las manos por debajo de su vestido y le estaba agarrando las nalgas, no se si por arriba o por debajo de sus pantaletas!.
- ¡Ándale Boni…, dame un besito en la boca!,
Le pidió por enésima vez mi mamá, a lo que el mono ese le contestó:
= ¡No me gusta besar en la boca…!.
Le expresó finalmente, de manera tajante.
- ¡Es que…, tengo muchas ganas de estar contigo!.
= ¿Me vas a ayudar con lo que te pedí…?,
Le preguntó el mono ese a mi madre, y ella, presurosa, de inmediato se bajó de las piernas del mono, fue hasta su bolso, que estaba sobre la mesa, sacó unos billetes y se los dio.
= ¡Por eso es que me gustas, chaparra…, siempre dispuesta a ayudar…!,
Le dijo ese mono, guardándose los billetes en la bolsa trasera de su pantalón, y casi de manera inmediata, le dijo a mi mami:
= ¡Ven para acá, chaparrita…!.
Y ella, moviendo la cola, como si fuera un perrito, se le acercó:
= ¡Híncate y bájame el pantalón!.
Mi mamá de inmediato lo obedeció; se hincó entre las piernas del mono, le desabrochó el cinturón, le bajó el cierre del pantalón y luego que el otro se levantara un poquito, procedió a bajarle su pantalón, primero hasta la rodillas y luego hasta llevarlo hasta sus tobillos:
= ¡quítame también los zapatos!,
Cosa que hizo también de inmediato mi mami.
Apareció el mono ese, de piernas flacas, solamente con sus calzones:
= ¡quítamelos…!,
Le dijo a mi mami, mientras él procedía a quitarse la playera que llevaba esa noche.
Apareció con su verga algo flácida, caída hacia adelante, pero muy larga. ¡A mi mamá le brillaron los ojos y de inmediato estiró su manita!.
- ¡Boni…!, ¡la tienes muy grande…!,
Le dijo, mientras el mono volvía a sentarse en aquel sillón.
Mi mamá volvió a hincarse enfrente del mono y comenzó a acariciarle y a masturbarle su pene, que de inmediato se comenzó a levantar:
- ¡Lo tienes muy lindo…, grandote…!,
Le dijo mi mami, con voz de niña malcriada y traviesa.
= ¡Mámamelo!,
Le ordenó ese mono a mi mami, y de inmediato ella se lo dirigió hasta su boca, y comenzó a mamarle ese pene, ya casi en plena erección. ¡Mamá se veía muy contenta, feliz, realizada!. Dirigía ese pene a su boca, el cual se perdía entre sus labios; ¡lo metía y lo sacaba!:
- ¡Me gusta mucho mamar una verga…!. ¡Me encanta mamarte tu verga…!,
¡tan rica…, tan grande…!.
Y en ese momento, sin ningún aviso que pudiera delatarlo, ese mono se levantó de su sitio y jalando de los cabellos a mi mamita le dijo:
= ¡Ves porque no te beso…, eres una mamadora de vergas…, yo no le doy besos
a las mamadoras de verga…!,
le dijo, dándole un aventón, y después continuó:
= ¡Desnúdate…, quiero ver qué me voy a coger…!,
Y mi mamá procedió a desnudarse.
Llevó sus manos por detrás de su espalda, se bajó el cierre y luego se sacó el vestido por debajo de sus pies, quedando solamente con sus pantaletas rositas, muy transparentes, y con sus zapatillas rojas, muy altas.
= ¡Se ven muy cachondas tus pantaletas…, así…, transparentes…!.
¡Date la vuelta…, que quiero verte las nalgas…!.
Y mi mamá obedeció.
= ¡Me gustan tus nalgas…!. ¡Todavía estás bien conservada, rucaila ++ …!,
tienes unas nalgas sabrosas, unas chichis no caídas, andas con buena pierna y
no estás tan jodida de cara…!. ¿Quieres mamarme la verga?.
(++ Nota: “Rucaila” viene de
ruca
, que es un despectivo de vieja o anciana, en el argot de algunas zonas de México)
Mamá estaba bastante apenada; la miraba con la cara hacia abajo, escuchando los calificativos del mono aquel, escuchando lo que le estaba diciendo, escuchando sobretodo la pregunta final:
= ¿Quieres mamarme la verga?.
- ¡Sí…!,
le dijo mi mami, con una voz apenas audible.
= ¡Híncate y mámamela!,
Le dijo ese mono, en tono imperativo y “perdonador”.
El mono estaba sentado y mi mamá se le hincó enfrente de él y comenzó de nuevo a mamarle su pene.
El mono se ensañaba con ella, empujándole su miembro hasta adentro de su boca, hasta su garganta, haciéndola que tosiera y basqueara:
= ¡Trágatela toda chaparra…!, eso era lo que querías…, ¿no es así…?.
Y zafándose de esa verga, mi madre alcanzó a decirle a ese mono:
- ¡También quiero que me la metas…!.
= ¡Por supuesto chaparra, nada más mámala bien, para que no te lastime tu
pucha…!.
Mi mamá siguió mamando y basqueando todavía por algunos cinco minutos más, hasta que entonces volvió a detenerse y volvió a suplicarle a ese mono:
- ¿Ya me la metes, papito…?. ¡Me tienes rete caliente, mi Boni…!,
le dijo mi mami, tratando de hacerse agradable.
El mono ese la agarró de sus senos, pequeños y firmes; se los comenzó a apretar, con tanta fuerza que mi mami lanzó un grito de dolor:
- ¡Aaaayyy…, me duele…, suavecito…, no me lo hagas tan fuerte…!.
Y en ese momento preciso me descubrió, mirándolos.
- ¡Déjame…, déjame…, ya no quiero…!,
Comenzó a gritarle mi madre, para no decirle que yo estaba mirándolos, pero el mono ese clavó su boca en los senos de mi mamá y comenzó a chuparlos con fuerza, sin hacer caso de lo que le gritaba mi madre, que ya no quería.
El mono ese continuó mamándole los senos y comenzó a tratar de quitarle la pantaleta; mi madre se seguía oponiendo, pero aun sin decirle que yo los estaba mirando.
- ¡Déjame…, déjame…, ya no quiero hacerlo…, ya me arrepentí…!,
= ¡Ahora te chingas, cabrona…, no nada más andas de calienta vergas…!.
Y procedió, poco a poco, a pesar de las oposiciones de mi mamá, a bajarle los calzones, a llevárselos hasta sus rodillas
- ¡Nooo…, por favor…, ya no quiero…, no quiero hacerlo…!. ¡No me quites las
pantaletas…, ya no quiero hacerlo…, déjame…, por favor!,
pero ese mono no le aflojó en su actuación.
Yo la verdad estaba tremendamente excitado de ver a mi madre a punto de conjunción, aunque la escuchaba gritar y decirle que la dejara, que ya no quería:
= ¡Ahora te chingas, cabrona…, estás rete buena rucaila…, te lo voy a meter …!.
Y en un nuevo esfuerzo, consiguió bajarle los calzones, llevarlos hasta sus pies.
- ¡No por favor…, no me violes…, no quiero…, ya me arrepentí…!,
Repetía mi mamá, tratando de cubrirse sus intimidades: sus senos y su panocha, peluda, que yo había ya admirado antes de irnos a la fiesta de graduación.
= ¡Quién te entiende cabrona, primero que sí, ahora que no…!. ¡Ahora te chingas,
cabrona…, te lo voy a meter…!.
El mono ese, aunque flaco, era mucho más fuerte que mi mamá, menudita, y para “convencerla” le soltó una cachetada tremenda, que tuvo un efecto extraño en mi ser: ¡hizo que me viniera yo en seco, así como estaba, sin pantalones ni calzones, tan sólo mirando la violación de mi madre!.
Ese golpe, que debió ser muy fuerte, dejó aturdida a mi madre, que se quedó como estatua, sin volver a moverse, conservando su misma posición, completamente desnuda, con sus senos de fuera, enseñando su sexo, peludo, con las manos en los costados, cuando el mono ese volvió a tocarle las chichis, a pellizcarle con mucha fuerza sus dos pezones, fue que mi mamá reaccionó, pero ahora de manera distinta, rogándole que la dejara, que ya no lo hiciera:
- ¡Se bueno…, ya déjame…, por favor…, ya me arrepentí…, no lo quiero…!.
Pero el mono ya estaba embalado y de un tremendo empujón lanzó a mi madre contra de aquel sillón, donde cayó mitad sentada y mitad acostada, con las piernas abiertas: ¡le miraba su pelambrera, y su rajadita rosada!.
El mono ese, con el pito tremendamente parado, ¡descomunal!, se colocó entre los muslos de mi mamá, que en ese preciso momento trató de cerrarlos, pero los muslos del mono ya estaban adentro y no le permitieron cerrarlos:
- ¡No…, no…, déjame…, ya no quiero…, dé-ja-meee…!,
Le musitaba mi madre, tratando de que yo no lo oyera, pero lo oí.
Al mono ese le hacía gracia el cambio de ideas de mi madre, las suplicas que le hacía para que No se la cogiera, luego de que le había suplicado que Sí se la cogiera.
El mono ese, con sus piernas en medio de las de mi mamá, impidiendo que cerrara sus piernas, comenzó a tocarle su sexo, su clítoris, a darle dedo: uno, dos, tres dedos comenzaron a desaparecer en el interior del sexo de mi mamá.
- ¡Aaaaggghhh…, no…, agh…, no…, agh…, déjame…, ya no…!,
Luego vi que el mono ese comenzaba a triturarle el clítoris a mi madre, haciéndola soltar de berridos:
- ¡Aaaaggghhh…, no…, agh…, no…, agh…, aaaggghhh…!.
Luego de eso, el mono ese le acercó su verga a los labios vaginales de mi mamá. Ella suplicaba que no se lo hiciera.
- ¡No por favor…, te lo ruego…, no me la metas, ya no lo quiero…, ya no!.
= ¡ahora te chingas rucaila…, ahí te va la pescuezona…!.
El mono flaco ese estaba dispuesto; se le echó encima y su verga comenzó a tratar de meterse en la cuevita de mi mamá y comenzó a picotearla, a tratarla de introducir en su cavidad, hasta que lo logró.
- ¡Aaaaggghhh…!.
¡El gemido de mi mamá me lo confirmó!. ¡El mono ese se lo acababa de meter en su panochita!, ¡hasta adentro!.
- ¡Aaaaggghhh…, buuu…, snif…, ahahah…, no lo quiero…, no quiero…!.
Gritaba, llorando, mamá, y luego de eso escuché un grito de inconformidad y de enojo:
- ¡Ya salte cabrón, ya no quiero…, no quierooo…!
= ¡Esto es lo que querías!, ¿verdad mi rucaila?.
- ¡Déjame desgraciado…, me duele…, suéltame…, ya no quiero…!.
Gritaba mi mami, moviéndose, tratándose de zafar, de sacarse esa verga, que ya tenía muy adentro, en aquel orificio cerrado por tanto tiempo y ahora re-estrenado de manera violenta.
= ¡Te la tengo hasta adentro, Rucaila, qué rico…, estás bien apretadita, Rucaila!.
- ¡Nooo…, me duele…, ya no…, sácala…, por favor…!. ¡No quiero…!.
= ¡Muévete…, déjame disfrutarte, rucaila…!.
- ¡Sácalaaa…, snif…, sácala ya…, buuu…, por favooor…, buuu…!.
Las lágrimas se escurrían por todo el rostro de mi madre, pero yo estaba extasiado, absorto en aquella cogida, ¡no podía reaccionar!, no podía salir del letargo, y en esos momentos oí:
= ¡Estoy por venirme rucaila…, ahí te van mis moquitos rucaila…, te voy a hacer
una panza, cabronaaa…!.
El mono ese tenía completamente ensartada a mi madre, hasta el fondo, con esa vergota tan larga que parecía casi un estoque:
= ¡Me vengo rucaila, me vengo…!,
gritaba ese mono cabrón, desgraciado, al tiempo que inundaba la matriz de mi madre con su esperma caliente.
- ¡Aaaahhh…, gggmmmbbb…!,
alcanzó a gemir mi mamá…, al recibir esa descarga de leche en su vientre, pero casi al momento reaccionó diferente:
- ¡Te estás vaciando en mi vientre cabrón…, me vas a hacer un chamaco…!.
= ¡Ahora ya eres mi vieja, rucaila…, vas a ser toda mía…, ya verás…!.
- ¡Ya salte pendejo, ya sácamela…, sácamela…!.
Poco a poco, sin mucha prisa, aquel desgraciado mono flaco comenzó a sacar su pene de la vagina de mi mamá. Tomó sus pantaletas y se limpió su camote, para luego comenzar a vestirse, sin prisa ninguna.
Mi mamá, completamente desnuda, se había dejado caer hasta el piso, sobre aquella alfombra que adornaba la sala, no se si para que yo no la viera.
El mono ese tan sólo le dijo, a manera de despedida:
= ¡si quieres buscarme…, ya sabes adonde encontrarme…!,
Y se fue.
Oí que cerraba la puerta, y no supe más cómo reaccionar. Estaba casi desnudo también, con tan solo mi camisa, desabotonada, sin nada debajo; ¡estaba paralizado, impactado!.
¡Frente a mí se encontraba mi madre, completamente desnuda!; sus ojos denotaban que había llorado, pero trataba de dirigirme una cierta sonrisa, para eliminar mis temores o angustias.
Se me aproximó lentamente, pasó sus brazos alrededor de mi cuello, recargó su cabeza en mi hombro y me estrechó:
- ¡perdóname hijito!,
me dijo, tratando de sonreírme.
Sentí que sus lágrimas me mojaban mi cara y mi pecho:
- ¡me hace mucha falta tu padre…, me hace mucha falta estar con un hombre…,
tener relaciones sexuales…, que me hagan gozar…, que me hagan sentirme
mujer…!. ¿Me comprendes…, me entiendes…?. ¿Me podrás perdonar algún
día…?
Ya no supe qué hacer o decir:
- ¡Tú viste cómo le pagué a ese muchacho…, para que me la metiera…, para que
me recordara lo que era sentirse una hembra…, sentirse mujer…!. ¡Estaba
comprando sus caricias…, sus tocamientos…, su compañía…, su virilidad…!,
pero…, cuando te miré que nos observabas…, me di cuenta de todo y…, ¡ya no
quise seguir…!.
Las lágrimas empezaban a correr ahora también por mis mejillas. ¡Estábamos llorando los dos!, y la estreché fuertemente, desnuda, como se encontraba.
Ella empezó a levantar su carita hasta quedar cerca de la mía; nos miramos un momento y después, sin pensar, nos besamos en la boca, ¡con mucha pasión contenida!.
Sin decir nada nos seguimos besando, mientras lentamente ella me quitaba mi camisa, y me dejaba igual de desnudo que ella.
Sin dejar de tocarnos ni soltarnos la mano, nos fuimos para su cuarto, a su cama matrimonial. Nos acostamos desnudos, mirándonos uno al otro, sin dejar de abrazarnos y besarnos.
Me coloqué sobre de ella, separé sus piernas y la penetré lentamente. ¡Era mi primera vez!, ¡era la primera vez que yo estaba con una mujer!. ¡Era nuestra primera vez!, y era una sensación extraña para ambos. ¡Esa terrible sensación del incesto!. Su interior era cálido y suave.
¡Tuve una sensación de bienestar que recorría todo mi cuerpo, desde mi pene hasta mi cabeza, desde mi pene hasta la punta de los dedos de mis pies. ¡Era electrificante la sensación!.
Suavemente empecé el movimiento: ella tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos; yo tocaba suavemente sus pechos y ella tenía sus manos en mi cintura. ¡Sentía cómo presionaba suavemente mi pene, mientras yo la penetraba una y otra vez!, un tanto a lo loco, haciéndole caso a mi instinto, sin ninguna experiencia.
El resto sucedió ya muy rápido: imprimí movimientos muy rápidos de va y viene, de mete y saca, haciendo que ella se moviera también.
- ¡Agh…, agh…, agh…!.
Ella empezaba a jadear de una forma que me excitó mucho; yo empecé a transpirar. Mis gotas de sudor caían en su pecho y su cuello. Mientras más crecía mi excitación, más rápidamente me movía dentro de ella.
Repentinamente ella se aferró a mi espalda y sus piernas se cerraban como un candado, por detrás de mi espalda, mientras un cálido sentimiento recorría por mi cuerpo; ¡sentí una punzada a la altura de mi abdomen y una sensación nueva y placentera se apoderó de mi ser!.
- ¡Vente mijito…, vente, mi amor…!.
A pesar de dos venidas que ya me había yo “echado” antes, una antes de la fiesta, y la otra hacía apenas unos instantes, viendo a mi madre con aquel mono que estaba, esas sensaciones que estaba yo disfrutando me hicieron que rápidamente llegara de nuevo a una nueva eyaculación. Aceleré con renovadas fuerzas y con más potencia sobre de su sexo, metiéndosela rápidamente, hasta que el intenso mete y saca desencadenó mi nueva venida, la tercera del día:
= ¡me vengo mamita, me vengo…!.
- ¡Vente mijito…, vacíate todo en mí…, inúndame de tu semen…, si he de quedar
embarazada, prefiero que sea de ti…, dámelos mi chiquito, dámelos todos, mi
amor…!.
¡Algo estalló dentro de mí!, y una fuerte efusión brotó de mi pene, inundando las entrañas de mi mamá. Mis movimientos salvajes se acompasaron a los chorros de mis venidas y aventaba yo mis caderas y pene con fuerza, hacia adentro de mi mamá.
De la punta de mi miembro salió un chorro abundante de semen caliente que inundó todo su interior: ¡qué placer que sentí!. ¡Me estaba viniendo adentro de mi mamá!.
- ¡Aaaahhh…! ¡Qué delicia, mijito…, qué delicia mi rey…!.
= ¡Mmmmggg…!.
Ella se sacudió violentamente y me dedicó unas palabras bonitas. Yo ahogué un grito mientras me estrechaba con fuerza. ¡Fue un momento que pareció hacerse eterno para los dos!, ¡la conjunción de nuestros dos cuerpos en uno solo!.
Me dejé caer sobre de ella, agotado por el esfuerzo. Reposé durante unos minutos sobre ella, con mi pene aún adentro de sus entrañas.
Estábamos la cama matrimonial de mamá, aún desnudos; yo recostado sobre su abdomen, mientras ella acariciaba mi cara.
No dijimos nada durante muchos minutos, hasta que finalmente le dije:
= ¡perdóname mamacita…!.
Y ella me devolvió mis palabras:
- ¡perdóname hijito…!.
Me incorporé y saqué mi pene ya flácido de su vientre y ella me lo mamó y me limpió con su boca. ¡Era deliciosa esa sensación, la sensación de su boca en mi pene, mamándomelo, igual que se lo había estado mamando a ese mono!. ¡Lo sentía sabrosísimo!. ¡Tenía razón el mono ese, al respecto de mi mamá!: ¡era una mamadora de vergas…!, como lo pude comprobar ya después.
Hicimos un trato: ¡seriamos amantes mientras se pudiera!, pero ella necesitaba de un hombre y lo iba a buscar.
Se puso a buscarlo y yo a disfrutar de sus búsquedas, pues siempre llevaba a sus parejas a la casa, a que se la cogieran, hasta que finalmente no lo ha encontrado, no a uno solo, ha tenido que conformarse con varios, incluyéndome a mí y a ese mono, atleta de los orgasmos con su garrocha y desplantes de chulo.