Me Cogí a la Mujer del Sastre Parte 2

Continúa la noche con Perla y el morbo y los deseos de sexo se hacen cada vez más fuertes haciéndonos de todo.

Me cogí a la mujer del Sastre Parte 2

Después de la tremenda cogida,  nos levantamos de su cama y fuimos los dos al baño de nuevo. Esta vez ambos nos aseamos, Perla, ya sin ningún pudor y problemas, se dio una ducha y yo también me metí con ella. Se asombró al verme ingresar al recinto pero me dejó hacerlo y la comencé a besar. Se puso una gorra de baño y volvió a mi boca, besándonos como locos los dos. Me aparté de ella y le enjaboné sus tetas, pasando mis dedos y el jabón por sus pezones, luego su espalda y su culo. Le pasaba el jabón por su raya del orto llegando a su orificio anal, donde metía mi dedo enjabonado. Perla gozaba todo aquello, pero ella no se quedaba quieta, también con otro jabón me pasaba por la verga, mis huevos, mis tetillas y pecho. La di vuelta, la puse con el culo hacia mí y empecé a pajearla. Ella movía su culo con mucho morbo, por eso le metí mi dedo pulgar en el agujerito de su culito y el dedo mayor en su vagina. Hacía presión con ambos como intentando unirlos, Perla se volvió loca e inició un vaivén con su traste que le provocó un orgasmo nuevamente. Sus gemidos en la ducha eran fatales y retumbaban aún más por lo cerrado del recinto, pese a que teníamos abierta la puerta del baño que era muy espacioso. Sin mucho más, aquella hembra descontrolada se acabó en mis dedos. Se dio vuelta y vino hacia mí a besarme nuevamente y a rozarme. El agua nos dijo que ya la tibieza era fría y pese a que era tiempo veraniego, no daba para darse una ducha fría. Riéndonos salimos y nos secamos con la misma toalla.

Perla fue al dormitorio donde se iba a vestir.

-          ¿qué haces? – le pregunté

-          Me visto, no voy a cenar desnuda – contesta

-          ¿No quedamos en que yo era tu macho?

-          Sí, claro

-          Bueno, entonces nada de ropa, desnudita a comer

-          Pero Carlos…

-          Pero nada – y la agarré por la espalda la besé y me la llevé

-          Está bien, desnudita como a vos te gusta y a mí también – risas

La comida estaba fría, por lo cual hubo que llevarla al microondas para que tomara su temperatura y pudiéramos cenar. Eran las once y media pm, por lo cual aún era temprano y teníamos tiempo.

Perla se encargó de calentar la comida y yo aproveché a vestirme, me puse el pantalón, los zapatos sin medias y la remera para ir hasta mi auto.

-          Cómo? – grita Perla – Vos te vestís y yo no puedo

-          Voy hasta el auto, tengo allí un bolso de deportes que me puede ayudar si me quedo toda la noche.

-          Ah en ese caso sí, toma las llaves y abre, no vayas desnudo porque ahora todo eso es mío verdad?

Bajé hasta el auto, allí tenía dos cosas, el bolso que le dije, donde guardaba desodorante, una camiseta blanca, un short, romanitas y una cantidad de cosas para hacer deporte. Todo eso, en este caso, me venía muy bien ya que para pasar la noche me iba a servir. Pero además había una segunda cosa, el viagra. Me tomé otra pastilla de cincuenta miligramos. No se puede consumir más de cien miligramos en veinticuatro horas, pero en dosis de cincuenta sí sabía que se podía.

Subí a la casa nuevamente y Perla, desnuda me esperaba. Apenas llegué me abrazó, besó con su lengua y comenzó a sacarme los pantalones. Me desabrochó el cinturón, bajó el pantalón y el bóxer. En tanto yo me quitaba la remera, cuando siento que la muy puta estaba lamiéndome la verga.

-          Qué rica está – lo decía en serio, se le notaba que lo pensaba.

Mi verga estaba tomando cuerpo, yo parado en la escalera y ella del lado de adentro de la puerta lamiendo y ronroneando como una gatita.

-          Viste que ahora soy una gatita

-          Ah, te gusta ser una gatita?

-          Sí, me encanta ser tu gatita sabes por qué?

-          No, no me imagino

-          Porque a las gatitas les gusta la leche

-          Y vos de dónde vas a sacar la leche?

-          De acá – con su dedo señalaba la verga que ya estaba semi dura – acá hay lechita para esta gatita que nunca probó como corresponde.

-          Me vas a decir que nunca tomaste lechita?

-          No y te lo en serio

-          Perla, con cuarentas y seis años, una mujer hermosa, una boquita sensual, una hembra caliente, más de veinte años de casada y me vas a decir que nunca te comiste une verga.

-          Nunca, ya te dije, lo que fue mi vida si me crees bien, sino, no puedo obligarte a que lo hagas.

-          Te creo, te creo

Me agarro de las manos me pidió que me sentara en el sillón. Lo hice. Tomó uno de los almohadones de otro de los sillones. Lo puso entre mis piernas, pero en el suelo. Perla se arrodilló, se puso entre mis piernas y me dijo:

-          Ahora es mi momento amor, ya te lo dije, además eres mi amo, soy tu esclava así que no debo olvidar eso, que me encanta y excita. Por favor trátame como tal.

-          Vas a calentar la comida de nuevo?

-          Si, la caliento mil veces más, pero antes necesito comer algo, tener algo en mi estómago.

Se agachó y empezó a lamer mi verga. Redondeaba la punta me lamía por los huevos, por la pelvis.

-          Lo hago bien?

-          Si, bastante bien

Fue besando mi cabeza que , si bien aún no estaba totalmente parada, ya se iba levantando.

-          Hola mi cosita – le dijo a la verga con voz de puta – me vas a dar lo que quiero verdad? Te voy a comer toda?

Diciendo esto, la tomó con una de sus manos e inició un sube y baja con su boca abierta y lamiendo con su lengua toda la cabeza de la verga. Miré su otra mano y la tenía entre sus piernas. En tanto me comía la verga se pajeaba, estaba totalmente entregada.

-          Por favor Carlos, dame todo, estoy desesperada por comerme todo.

Era la paja que se hacía que la calentaba más, se metía la verga toda en la boca y al sacaba con un chupón que se oía fuerte.

-          Mira, mira como esta puta te lame la verga, no dejes de mirarme y oblígame.

-          Dale puta, comete la verga, no la dejes por un instante

-          No, no, para nada mi macho, yo soy muy obediente y me la voy a comer toda, pero por favor no me dañe, no me haga daño.

Le agarré de la cabeza y se la apretaba. La tomé del pelo y la llevaba hacia adelante y hacia atrás. Eso la hizo gemir y calentarse más. Las chupadas eran cada vez más profundas y fuertes. Con su mano me pajeaba y con la otra se pajeaba ella. No podía más la saqué de allí la hice levantar y la traje hacia mí.

-          No, no – gritaba – no me la saques de la boca, malo, no me quites la lechita

-          Cállate puta, ven para acá.

Dicho esto, se me tiró encima y ambos caímos en el sillón hacia un costado, quedó arriba de mí. La puse abierta de piernas, yo en el medio y con un movimiento de mi verga se la clavé de nuevo en la concha. Perla inició un movimiento de abdomen y yo desde abajo también. Se la clavaba de tal manera que la verga salía toda y volvía a entrar sin problemas. Se oía el chasquido que la verga hacía al entrar en su concha, por toda la lechita que había en aquella vagina. Las tetas de Perla casi que me ahogaban encima de mi cara. Los pezones a veces se metían en mis ojos, eran como putas de lo duro que estaban. Me fui un poco más abajo y de esa manera comencé a pegarle palmadas en su culo.

-          Pégame, si pégame, dame fuerte, me gusta que me maltrates, me porté mal me merezco muchas palizas.

-          Así que te portaste mal, entonces te voy a cachetear este culo y te lo voy a coger en cualquier momento.

-          Ah sí, si me porté horriblemente mal, si, me merezco que me hagas todo lo que quieras.

-          Cógeme el culo, cuando quieras mi amor, mi macho, ahora no pares que me acabo, no te detengas por favor

Perla cabalgaba con la verga dentro y se sentó en mi vientre clavada totalmente, se tocaba su tetas y me miraba, subía sus pezones y se los lamía. Se apoyó en mi pecho y empezó a acabarse.

-          Me acabo, me acabo, pero amor no me acabes por favor, no te descargues dentro de mí.

-          A no quieres que te acabe

-          No, no por favor

Empecé una fuerte presión sobre su concha con mi pelvis y mi verga dentro, le daba empellones que no tardaron en surtir efecto. Perla largó un alarido de placer, en el momento que mis manos cacheteaban su culo. Contuve mi acabada como pude, pero lo logré ella se salió de encima de mí, se bajó del sillón que soportaba nuestra cogida, se agachó a la altura de mi verga y se la puso en la boca. Como el ritmo estaba impuesto, se la hice tomar de las manos y con mi vientre bombeaba su boca. Comencé a sentir los espasmos, a gemir y a decirle cosas

-          Te vas a tragar la lechita toda, toda como una gatita obediente y bien putita como eres.

-          Claro papito – y volvía a chupar la verga con fuerza y una paja increíble.

Le volví a marcar los movimientos y ya no aguanté más, mi verga se hinchó y le lancé un chorro de semen inmenso, otro seguido y un tercero, con mis gemidos además de la presión que le hice en sus pezones al extender mis manos. Perla hizo un gesto de aprobación y lamía mi verga. Me miró a los ojos y me seguía chupando. Apartó mi verga de su boca y los hilos de semen le corrían por sus labios. Se relamía los mismos, mientras volvía a descabezar mi verga y sacar los últimos vestigios de leche. Tomé la verga en mis manos y le hice el movimiento para que viera que aún goteaba semen, de inmediato trajo su boca y su lengua absorbiendo todo.

-          ¡qué rica! Me la tomé toda amor!!!!

-          Si ya vi, que golosa fuiste

-          Qué delicia, nunca había probado algo así, me encantó, es más, mientras me la tragaba me mojé y tuve un orgasmo suave, por lo que significa el momento. Fue un orgasmo mental de la libido, por encima de lo físico.

-          ¿de verdad nunca te habías tomado la leche?

-          No, no te juro que no, es mi primera acabada en la boca y la disfruté.

Al final le tuve que creer. Fuimos de nuevo al baño, pero esta vez no hicimos nada, solo nos aseamos como correspondía.

Volvimos a la mesa y nuevamente el “lo mein” (fideos chinos) al microondas. Perla y yo nos reímos porque era la segunda vez que lo calentábamos y la tercera desde que lo traje del cantón chino. A esas alturas eran la una de la madrugada. Nos sentamos a la mesa y por fin cenamos. La mesa era grande, de comedor y con capacidad para diez comensales. Perla se sentó a mi lado y así cenamos. Una mujer muy tierna, sumamente cariñosa, apenas nos conocíamos, tres días y se dirigía a mí como si hiciera meses que estábamos juntos. Es me puso un poco triste, porque me daba miedo que luego terminara en desilusión o desencanto.

-          Perla, a veces siento que exageras con tus palabras, me dices amor, corazoncito y muchas cosas que no sé cómo explicarlas, pero no sé, quizás soy un poco raro al decirte esto, pero no sé, no me hagas caso

-          No, no te preocupes, si te molestan no te las digo más – contestó con algo de tristeza.

-          No es porque no me guste. Sino porque no sé por qué las dices.

-          Ah, entiendo, crees que soy falsa o como dijiste exagerada.

-          Falsa no, exageradas, tal vez sí, pero no te pongas mal, es mi manera.

-          Te explico, desde que hoy llegaste y me besaste hasta ahora, pasaron mil cosas que nunca me habían pasado. Tuve más orgasmos en estas horas que en mucho tiempo. Me hiciste sentir una hembra, me trataste como me gusta y soñé siempre que me trataran. Soy muy morbosa, tú me diste morbo, me apasiona el sexo así, fuerte, sucio, con avidez. En cuatro o cinco horas que estamos juntos te di mas que a ningún hombre, lo que te digo lo siento, estoy extasiada y si sé que algo nunca me va a pasar es arrepentirme de haberte conocido. (Estas palabras fueron casi las mismas que dijo, las tengo en mi mente y las tendré siempre).

-          Te creo, y me gusta que seas como sientes, yo soy igual. Pero una cosa, el postre no lo traje porque en el cantón chino no había nada que me gustara.

-          Me encanta la repostería, quieres que haga una torta y la comemos en la madrugada total es nuestro día.

-          No te vas a poner a cocinar ahora no, para nada.

-          Carlos no estás acostumbrado a que las mujeres te sirvan.

-          No, siempre he sido muy independiente. Me gusta que me sirvan en la cama, pero no en la vida como servidumbre, no soy machista.

Hizo un mohín delicioso y vino hasta mí a besarme en la boca, en tanto yo le agarré las tetas.

-          ¿tienes fruta?

-          Sí  - me dijo

-          Hay peras, manzanas, bananas y no sé que otra más puede haber.

-          ¿frutillas? – pregunté

-          Me fijo, creo que en la heladera había, la señora compró el otro día, pero ya me fijo.

Se levantó, miré su culo redondo, hermoso, se lo dije y ella hizo un movimiento, se dio vuelta y me dijo

-          Es tuyo

Desde la heladera me gritó

-          Hay frutillas!

-          Bien -  exclamé – Yo las lavo y tú haces un merengue. ¿Te animas?

-          ¡Claro! Si es lo que quieres con gusto, ya te dije pídeme y te lo doy.

-          Bueno, dame el culito

-          Amor no lo pidas, tómalo, ya te dije soy tuya.

Vino hacia mí y se sentó en mi falda, me besaba la boca, las mejillas y se apretaba a mi espalda. La acaricié, por un momento se erizó toda, pero tanto que su piel quedó totalmente granulada y los pocos vellos de sus brazos se erizaron como un toque de corriente eléctrica.

-          ¿Qué te pasó? – pregunté totalmente desconcertado

-          Así me pones, ves, me erizo de la sensación que recibo y se hundió en un beso apasionado, entrelazando nuestras lenguas.

Nos separamos, nos miramos y ella dijo

-          Bueno voy a hacer el merengue

-          Bien y yo a limpiar y lavar las frutillas

Así lo hicimos, terminé antes que ella entonces, mientras batía el merengue fui hasta un equipo de audio que había en la sala y puse música. Mi mente pergeñaba muchas cosas, pero ahora quería que ella viviera otra forma de sexo. Soy un apasionado del sexo y la fruta. Apronté el lugar, perla ni se percataba, seguía en la cocina con su tarea. Allí estaba desnuda, hermosa, con el pelo recogido por un lazo que se puso y con su piel tersa y suave.

En el living la música era suave, romántica. Apagué la luz central y dejé la de unas lámparas que estaban a los costados y que iluminaban hacia el techo. Traje el sillón grande, testigo y terreno de nuestras cogidas recientes más hacia el medio. Era de color marrón claro y lucía una tremenda mancha de semen reciente, sin dudas que Perla ni se había percatado, aún estaba fresca la humedad de aquella mancha de placer. De morbo la olí y era semen. Ese sillón era mullido e inmenso, por eso en él se podía tener sexo casi como en una cama de una plaza, fui hasta la recamara de Perla y traje una sábana, la puse encima del tapizado de aquel hermoso living. Sentí la voz de Perla

-          Amor ¿Qué haces? Todo oscurito y esa música que lindo!

Era igual a una niña, todo le gustaba, todo le era novedoso.

-          Bueno, señora, usted ahora termine lo que estaba haciendo y avíseme cuando lo haya finalizado.

-          Terminé Carlos, eso te venía a decir.

-          Bien, entonces acuéstate en el sillón que ya vengo.

-          Sí, mi macho, cumplo tus órdenes.

Fui a la cocina y Perla ya había terminado el merengue. Tomé el plato en el que estaba hecho y lo traje junto a las frutillas. Lo puse al lado del sillón mientras ella me miraba con ojos grandes, llena de intrigas.

-          Ahora se terminó lo de macho y de dominarte. Vamos a ser más suaves, es la hora de vivir de otra forma el sexo.

-          Sí Carlos, te sigo en lo que quieras.

-          Ven -  le dije

Con obediencia vino hasta mí, la abracé, me abrazó y comenzamos a bailar un tema suave, lento y muy romántico que salía de aquel equipo con un audio excelente y que sonaba en toda la habitación. Sus pezones se apretaron contra mi pecho, mis manos le acariciaban la espalda en un ritmo igual al que la música imponía. De nuevo su piel se erizaba. Mi boca besaba su oído y le decía que era hermosa y me gustaba su piel. Se aferraba más a mí. Sus manos acariciaban mi espalda y los labios se posaban en mi cuello. Sentí como me daba suaves besos y ronroneaba igual que una gatita, pero ahora no era en celo sino de mimos.

-          ¿Te gusta? – pregunté

-          Estoy en las nubes – me susurró al oído

Así la tuve un gran rato, bailando en medio de la sala. De pronto saqué mi cabeza de su cuelo y besé su mejilla. Se estremeció. Besé sus labios. Los abrió. Posé de nuevo mis labios en los suyos e inicié un beso suave, lento, profundo, emulando la música que oíamos. Sentí como su mano se apoyaba en m cabeza y me acariciaba el pelo mientras nos besábamos. Suavemente la fui llevando hacia el sillón. La incliné y la recosté. Ella no abría sus ojos, solo me atraía a su boca. Estaba acostada y yo arrodillado a su lado, pegado a su cara. Mi mano izquierda acariciaba su vientre y mi mano derecha su frente. Mi boca en la suya y nuestras lenguas jugaban suave deliciosamente. Me aparté, tomé una frutilla y la puse en  mi boca. Fui hacia ella le di un beso y cuando su boca se abrió le puse la frutilla. Se sobresaltó pero la tomó. Tomé otra frutilla y la puse en su ombligo. El frío y la humedad de la fruta la hicieron tener una pequeña contracción que enseguida dominó. Fui con mi boca besando su pancita, lamí todo alrededor y luego abriendo mis labios bajé sobre su piel y los cerré en ella tomando así la fruta. Perla gemía y acariciaba mi pelo. Otras dos frutillas fueron a parar sobre sus pezones, gimió cuando percibió el jugo y como se las ajustaba a sus pezones para que se mantuvieran allí. Tomé una tercera fruta, esta fue a parar al interior de su vagina junto a una cuarta. La quinta la puse en su boca para que no pudiera abrirla y sus gemidos solo eran sonidos intermitentes. Tomé el merengue, con una cuchara de metal fría para que sintiera el cambio de temperatura, lo esparcí por sus pechos alrededor de las frutillas, su aureola quedó totalmente cubierta por el blanco y azucarado postre. Con la misma cuchara, rebozando merengue, le cubrí todo su pubis y los vellos que ahí estaban, ahora blanqueados. Cargue nuevamente el utensilio de metal con el delicioso merengue y lo llevé hasta su vagina. Le abrí los labios vaginales y fui llenándolos de la blanca y dulce pasta. Recargué la cucharita y ahora la llevé hasta su culo, puse merengue alrededor de su ano. Levanté las piernas de aquella hembra y puse sus pies en el posa manos del sillón quedando más a la vista su hermoso orto. Le llene su raya toda de crema. Mi postre de hembra está terminado. Perla no hablaba solo jadeaba y gemía don sus labios cerrados por la frutilla que tenían encima. De pronto vi que temblaba, me asusté, le quité la frutilla de la boca y le pregunte que le sucedía, no dejaba de temblar.

-          Me voy a acabar, no puedo más

-          No te toque por favor -  le dije

-          La frutilla de los labios de su boca no pudo sostenerse, pero el resto estaba intacto.

Fui a sus pezones, lamí sus aureolas, probando lo delicioso que había quedado el merengue hecho por Perla. Tomé la primera frutilla de sus pezones, abrí la boca lo más que pude y me comí todo aquel pezón, y cuando le extraje la fruta lo hice mordiéndolo con mis labios. Perla gimió, jadeó sus manos tocaban los lados del sillón, tenía como espasmos. Continué con la otra frutilla posada en el otro pezón, hice lo mismo, pero esté no lo comí yo, sino que lo llevé a su boca y se lo di para que ella lo saboreara. Su lengua me recibió con desesperación, me lamía, estaba desesperada.

-          Me estoy enloqueciendo, por favor, Carlos, por favor no doy más que quieres, pídelo.

-          Shh – le dije- no te apures, todo debe ser en silencio y calmo

Fui bajando por su pancita, hasta llegar a los vellos de su pubis, ahí el merengue se había entrelazado con sus pendejitos, comencé a lamerlos. Perla se retorcía de placer y al no poder tocarse, golpeaba sus manos contra el sillón. Abría mi boca y la iba cerrando en su pubis comiendo el merengue y a la vez con mis dientes rozando la piel de su entrada a la vagina, el paso anterior a su concha. Los vellos no me molestaron y con merengue me tragué todo lo que iba lamiendo y chupando.

-          Carlos no puedo mas – rogaba Perla

-          Ahora todo es suave Perla -  le dije

-          Si amor lo sé, pero me estás enloqueciendo, no creo poder soportar más

Sin mediar palabra bajé con mi lengua por su vagina y v como se contraía, los gemidos de Perla delataban su acabada, pero no era con espasmo, sino que se prolongaba y extendía en el tiempo. Alcancé la primera frutilla dentro de su vagina y la absorbí con mis labios. Mi lengua iba buscando el merengue vaginal que contenía aquella latente concha de hembra. Perla estaba en un temblor, todo su cuerpo se movía al ritmo de su acabada. Tomé la segunda frutilla que se encontraba más al fondo de su vagina, el clítoris le explotaba, se salía casi de su espacio natural. Perla ya no contenía sus gemidos y sus movimientos, su concha se estremecía, no daba más y su uñas rascaban mi pelo. Subí hasta su boca con mi fruta y la deposité en su boca. Me atrajo hacia ella como una turbina de deseos.

-          No puedo dejar de acabar – esas eran sus palabras

Volví a meterme entre sus piernas. Ahora las elevé y mi lengua se apoderó de su agujerito, le absorbí toda la crema la hice girar hacia el respaldo del sillón para seguir con mi lengua por la raya de su hermoso y deseoso orto. Una vez terminado todo mi postre la hice volver a su estado natural, acostada en el sillón y sin darle respiro me monté sobre ella. Mi verga que ya no aguantaba más, estaba que estallaba. Perla me besaba la boca, la cara, con sus manos me tomaba de las mejillas y me atraía hacia ella. Con un movimiento suave, lento, fui apuntando mi ariete hacia la cueva de mi deseosa y caliente pareja. Cuando ella sintió la cabeza de mi verga se aferró a mi i atinó a decir

-          Si mi amor, si, pónmela, si cógeme de nuevo por favor.

No le contesté, solo la penetré profundamente. Mis brazos a cada lado de su cuerpo se flexionaron me levante y la miré. Ella también me miró. Inicié un ritmo suave, lento, donde cada penetración era muy lenta, muy suave, casi por segundos. Entendió que todo era diferente. Se abrazó a mí, puse mi cabeza encima de su hombro y ambos empezamos a coger. Perla gemía y se movía hacia adelante y hacia atrás. A la inversa lo hacía yo y lo cóncavo  y convexo era solo uno. Tomamos un ritmo suave lento y cada vez más arrollador.

-          Me gusta así amor – decía Perla sin dejar de temblar – Cógeme lentamente, suavemente. No puedo más, de nuevo voy a acabarte.

Mi verga estaba ya casi por explotar, no aceleré el ritmo sino todo lo contrario, solo que ahora me posé sobre su boca y la besaba pero nuestras lenguas se tocaban fuera de las bocas.

-          Hay Carlos – gritó Perla

Una enorme venida sentí en mi verga, la vagina de Perla se estremecía de tal forma que sentía como una mano que me apretaba mi pedazo. Eso me hizo acabar a mí, un chorro de leche explotó de nuevo en aquella vagina hirviendo. Al sentir mi acabada, ella me apretó contra su boca y me gemía hasta que dijo de nuevo todo lo que sentía

-          Sí, sí, si ahí tengo de nuevo tu semen, estoy llena de él, llena.

Le acallé las palabras con mi boca. Quedamos un rato así, yo encima de ella y mi verga dentro de su vagina. Perla me besaba suavemente mi cara, mis mejillas, mis labios y me acariciaba la espalda. Cuando me fui a levantar me di cuenta que casi no tenía fuerzas. Ambos nos reincorporamos, fuimos al baño e inmediatamente nos acostamos en la cama y caímos en un profundo y reparador sueño.

(Continuará……)