Me cogi a la mujer del sastre Parte 1

Una mujer cuarentona, que no recibia verga desde hacía mucho. Fueron días de erotismo y mucho sexo

Hola amigos, como siempre gracias a esta página, puedo contar mis aventuras sin temor a que nadie se enoje y sin herir la sensibilidad o la intimidad de ninguna de las personas. Igual que digo siempre, narro lo que me ha dejado un recuerdo especial. No me siento ni considero un “galán” o un “cogedor plateado”, pero no me puedo quejar de mi acercamiento a las mujeres y la suerte que corro. Por razones obvias, tengo muchas perdidas, pero acá lo que interesa es contar las ganadas, de manera que lo que hago es un relato de lo que viví, con los recuerdos que ello me ha dejado. A medida que comienzo a describir los hechos, estos vienen más claros a mi cabeza y siento que cada instante revivido los vivo con la misma sensación, casi hasta en los diálogos, que si bien no son letra por letra, casi todos están dentro del contexto en que se hicieron, al igual que el contenido que tuvieron.

Bien, el inicio es en una de las casas de ropas muy conocidas en mi país. Soy cliente de la misma desde hace más de 15 años, por lo tanto conozco a sus vendedores y el personal que normalmente está al frente de la empresa. Fui a comprarme un ambo, es decir pantalón y saco del mismo tono, pero sin chaleco. Esa es la diferencia entre un traje y un ambo, aunque por lo general se les dice traje a los dos. Elegí uno color azul claro, muy lindo y elegante. Como me pasa siempre, los pantalones debo arreglarles el bajo ya que mi medida es de 1.73 y vienen para piernas más largas. Por lo tanto, una vez que termino la prueba, me lo dejo puesto esperando que venga el sastre, don Renzo, que es quien revisa las medidas y realiza el arreglo. Me senté en el banco del probador y para mi sorpresa viene una dama en lugar de Renzo. Una mujer  no muy alta, pelo castaño claro, ojos negros, vestida con el uniforme de la empresa, pantalón azul claro y camisa blanca. Un hermoso culo, verdaderamente redondeado, como a mí me encantan y unas tetas de infarto, grandes, no desproporcionadas, pero grandes, realmente grandes. La edad estaría en unos cuarenta y tantos años, pero se la veía bien cuidada, su tez blanca, con sombra azul en los ojos y los labios con un rosa pálido brillante. Es de las mujeres que me pueden, me encantan, me enloquecen y más cuando se cuidan como se veía que se cuidaba ella.

-          Hola – me saluda – veamos que tal este ambo

-          Hola- respondo - ¿Qué le ha pasado a Don Renzo?

-          Está de licencia y me tocó a mí trabajar. (risas)

-          ¡Me alegro! Hace años que lo veo, es bueno salir de licencia y descansar. ¿Vos hace mucho que estás? Porque nunca te había visto.

-          No – responde – yo trabajo con él en la sastrería y hago su suplencia.

-          Ahh  entonces conoces el oficio

-          Sí, desde que me casé aprendí el oficio

-          ¿Tu marido también es sastre? – pregunté

-          Sí, si me casé con Renzo, él fue quien me enseñó el oficio.

O yo estaba loco, o me había dicho que estaba casada con Renzo. El veterano era un hombre grande, verdaderamente grande para aquella mujer, tremenda hembra. Mientras ella seguía armando los bajos de los pantalones le pregunté

-          ¿En serio estás casada con Renzo?

-          ¡Claro! – contestó con fuerza y risas a la vez - ¿Acaso no me crees o tengo que traerte la libreta de matrimonio?

-          Si, si te creo – ahí se corta la conversación porque ella revisa los bajos y me dice

-          El bajo está bien, ahora veamos el tiro del pantalón – y se agachó pero delante de mí.

Por el escote de la camisa se le veían dos tetazas, que hermosas y grandes eran. Estaban enfundadas en un sostén blanco y al arrodillarse desde arriba yo la veía perfectamente. Ella se levantó y cuando levantó la cabeza se percató que le miraba sus senos. No dijo nada, por lógica, pero no le desagradó, me di cuenta.

-          ¿Qué tal, el bajo por delante antes de ver el tiro? – me pregunta y mira hacia el bajo

-          Bien – respondí

-          Bueno, ahora vayamos a revisar el tiro

Se vuelve a arrodillar y otra vez el escote y las tetas a mi alcance.  De verdad no les miento esas tetas me pusieron caliente. Un gran problema porque se me estaba endureciendo el muchacho de abajo y ella iba hacia el tiro. Subió con sus manos por los lados del pantalón, del lado de adentro, a efectos de estirar el tiro y que quedara con una caída perfecta. Como les dije recién, la verga se empezó a parar y como sucede casi siempre, cuando menos quieres que pase, es imposible manejarlo. Una de sus manos sujetaba el bajo y la otra estiraba hasta llegar al tope, por lo tanto, bingo, su puño chocó contra mi verga, en realidad contra mi bulto. Sin dudas que se dio cuenta, no hizo gesto pero siguió presionando y a mi más se me paraba. Se levantó y me dijo

-          Creo que allí queda bien

-          Si, está bien – me miraba al espejo y el bulto estaba, imposible ocultarlo.

Siguió con el saco y también le hizo marcas con una tiza para dejarlo de medida.

-          ¿Para cuándo lo precisas? – me consultó

-          Para el jueves (era lunes)

-          Huy – me dice – estaría para el viernes

-          No puede hacer un esfuerzo, porque tengo un evento ese jueves

-          Es que me lo llevan mañana y recién lo tengo pronto para el miércoles en  la noche, el jueves lo van a buscar y está acá en la tarde o el viernes en la mañana. Salvo que vayas el jueves a buscarlo a la sastrería, en ese caso te lo entrego yo.

Ya me vino todo el morbo y le dije que sí, que iba el jueves a buscarlo.

-          Bueno entonces te doy la dirección y vas el jueves a las 7 pm. Ahora sácate el pantalón que me llevo todo yo, de esa forma me dará el tiempo.

-          Excelente te lo agradezco

Entornó la puerta del probador y quedó fuera esperándome. Me cambié, arreglamos con el vendedor y le entregaron a ella el ambo. Mientras yo pagaba la vi que hablaba con una de las chicas de atención al cliente. Por los espejos la miraba y en tantos pude ver uno que la enfocaba de atrás y me regocijaba con su culo, se dio cuenta de nuevo, con esa ya eran dos veces. Por casualidad salimos juntos y me saludó y le dije

-          Gracias de verdad te lo agradezco

-          No tienes por qué agradecerlo, eres cliente y vale el esfuerzo – me recalcó

-          Perdona pero no se tu nombre – le pregunté

-          Perla y el tuyo?

-          Carlos

-          Un gusto Carlos

-          Un gran gusto Perla

-          Lo mismo digo Carlos en la tarjeta está mi número mañana llámame y te digo como están las cosas para el jueves.

Nos retiramos cada uno por su lado. Me quedé con sus tetas en mi mente, con su culo en mi mente, con su boca y su carita en mi mente. Esa mujer me gustaba, no se me podía escapar. Es imposible sacarme de encima el cazador, es mi estilo y forma, además de excitarme me incentiva.

Toda la noche pensando en Perla, el martes a la mañana la llamé

-          Hola Perla, soy Carlos. ¿te acuerdas de mí?

-          Si Carlos, como estás, aún no tengo novedades, es muy temprano.

-          No, pero no te llamo por eso, es que pensaba si para ese ambo puede anexársele un chaleco

-          Si, se puede pero tú no lo compraste

-          Es que en ese color no tenían (mentira pero bueno)

-          Puede ser que no les quede, yo creo que tengo de esa tela y ese color.

-          Serías tan genialmente hermosa como para hacerme uno

-          (risas) No sé si lo seré pero te llamo en un ratito a este número y te digo.

Pasó un ahora y me llama Perla.

-          Carlos lo tengo, pero debes venir a probarlo porque hay que cortarlo y debería de ser hoy.

-          ¿A qué hora?

-          Ven a las 6 pm

A la hora convenida estaba en la puerta de su sastrería, vi que cerraban a esa hora, porque salían los empleados por una puertita de reja que había en la reja principal que ya estaba baja. Perla me vio desde adentro y vino a mi encuentro.

-          Hola, ven, pasa – me dijo con una sonrisa hermosa.

Vestía unas calzas negras, con una blusa que le tapaba el culo pero apenas, por lo cual se le veía ese hermoso redondo que llevaba al final de su espalda. Las tetas, tal cual el día anterior, pero parecían más grandes, quien pudiera tenerlas entre las manos y la boca besando esos pezones que no imaginaba como podían ser, en proporción a los pechos.

-          Hola -  le dije ya dentro del interior del local.

No quedaba nadie, por lo tanto comenzamos a hablar y me mostró la tela del chaleco, me pareció ideal, me probó con unos papeles que eran los moldes y en un segundo, encima de una mesa especial y con una tijera que daba miedo, cortó las partes y dejó el formato del chaleco. Sencillamente excelente, daba gusto verla trabajar.

Me contó que su marido estaba en el exterior con sus dos hijos y que había quedado con toda la responsabilidad de la sastrería, que además en la casa de ropa me habían recomendado como cliente, por lo tanto no quería quedar mal. Más la miraba y más deseos me generaba, ni idea como entrarle, era tan cálida y a la vez lejana que no sabía cómo pasar al tema central. Se hicieron las 7 de la tarde y miré el reloj entonces ella me dijo:

-          Te estoy entreteniendo, pero pasa que si no corto ahora el molde, después no lo hago

-          No – le dije -  me encanta hablar contigo y verte trabajar, solo que como son las siete pm pensé que te incomodaba acá.

-          Para nada, me quedo hasta la madrugada a veces, con tal de terminar el trabajo

-          Está bien, pero lo vas a terminar ahora? Porque no es para que tomes esto a lo loco.

-          No – dice riendo – está bien.

Seguimos hablando de mil cosas, ella no paraba de cortar y coser. Me probaba y seguía hasta que finalizó. Se levantó, cerró la puerta principal y  me dijo que saldríamos por otro lado porque allí ya estaba cerrado. Subimos a lo que era su casa por una escalera pequeña, que daba a una ante cocina. Allí había en la mesa una tarta hecha y en eso suena el teléfono. Atiende, eran sus hijos desde Europa. Me hace una seña como de disculpas y le contesto, también con seña, que no se preocupe. Habló un rato largo, yo me quedé mirando una cantidad de cuadros que había en el lugar. Terminó y me pidió las disculpas del caso. La causó gracia la tarta de verdura que su empleada le había dejado para la cena.

-          Se ve rica - le dije

-          Si ella es muy servicial y sabe que no tengo tiempo de cocinar. ¿Te gusta la tarta de zapallitos? – me preguntó

-          Sí, me encanta es muy rica

-          Te invito

-          No, estás loca, como voy a comer tu cena

-          ¿Crees que voy a comerme toda esa tarta?

-          Bueno, pero sería un abuso de mi parte

-          No, está bien si no quieres te entiendo.

-          Perla, no te conozco no me conoces, pero me agrada tu compañía, me quedo.

Su cara se iluminó, me di cuenta que ella deseaba que me quedara. Me dijo que me sentara y la esperara. Fue adentro, trajo vasos, platos y cortó la tarta. Perla trozó la tarta, trajo una botella de jugo de naranja. Se sentó a la mesa y comenzamos a comer. Casi no nos conocíamos y allí estábamos los dos. La conversación fue larga y extensa. Me contó que sus hijos estaban contentos en Europa. De pronto, como un salto de un escalón a otro me dice:

-          ¿Eres casado, separado, divorciado, soltero viudo? – y se ríe – porque no sé nada de ti.

-          Estoy separado desde hace más de 15 años, pero nunca me divorcié – contesté

-          Ah, yo igual, estoy separada desde hace 5 años

-          ¿Pero viven juntos? – le pregunté

-          Sí, claro, el en su dormitorio y yo en el mío, los chicos ya saben y ha sido mejor para los dos.

Como se pueden imaginar, esto me dio la pauta para ya tirar el anzuelo y pescarla, de todas maneras no era una presa nada, pero nada fácil. Ahí viene mi parte sexual, porque es imposible dejar esa conversación así, por lo tanto le pregunté

-          Perla ¿Cómo manejas el tema de tu vida viviendo así en la misma casa?

-          ¿Te refieres a mi vida con otras personas o parejas?

-          Exacto – respondí

-          Sin problemas, de hecho me he dedicado a mi trabajo. Solo una vez salí con mis amigas pero no me sentí bien.

Luego loa conversación siguió y era cierto desde hacía cinco años estaba metida en ese lugar, lo que me llamó la atención fue lo cuidad que estaba y no parecía de las mujeres que no tuvieran sexo.

-          Perla, perdona la pregunta pero, una mujer linda como vos, que no disfrutes el sexo, la vida, por estar metida acá me parece una locura.

-          Es verdad, pero así ha sido hasta ahora, sucede que yo me separé por diferencias con él, pero me enteré hace menos de un año que, desde hacía más de diez, Renzo era amante de la dueña del local donde tu compras la ropa.

-          La conozco, es una mujer mayor – le dije con asombro

-          Si, ahora, pero hace 10 años no lo era y se acostaban. – respondió con cara de pocos amigos.

Esto me dejó la puerta abierta, ahora solo me faltaba poder dar el batacazo final. Seguimos conversando mucho y ahí supe que tenía 46 años, no los aparentaba para nada, cuando miramos el reloj y eran las dos de la mañana.

-          Mira la hora – me dice

-          Sí, pero contigo sigo hasta mañana – respondí

Ella rió, pero era verdad la hora se hacía imposible. Me levanté, Perla también quedamos que en la mañana nos hablábamos y me acompañó hasta la puerta. Bajamos la escalera principal, una escalera de mármol amplia. Ella iba delante y yo admirando su culo a través de la calza. Llegamos abajo y cuando la saludé le di un beso en la mejilla, pero la comisura de mis labios, tocó la comisura de sus labios. Nada dijo, quedó mirando mientras subí a mi auto y me saludó al cerrar la puerta.

La mañana del miércoles me encontró trabajando hasta que recibo un mensaje de texto en mi teléfono, era Perla “¿Cómo dormiste Carlos? Soy Perla”, ese sms me encantó porque me demostraba que ella pensaba en mí y lo hizo en la noche. Este cazador ya estaba muy enganchado con este tema. Le contesté “Perla, claro que sé quién eres, ya te tengo agendada. Dormí pensando en vos y desperté igual”. Me responde, “Gracias por tenerme agendada, yo también te agendé y que pensaste? Devolví al segundo: “pensé de todo”. Viene respuesta: “decime algo”. Dije “mejor te lo digo personalmente” Respuesta de perla “malo!”.

Ya era mía, solo faltaba el zarpazo. Pasó el miércoles y a eso de las ocho pm fui a un cantón chino, compré comida china y me fui a su casa. Toqué timbre y por el balcón escucho la voz de Perla preguntando quien era. Doy dos pasos hacia atrás y le digo mostrándole las bolsas de comida:

-          Hola!!!! Acá estoy con comida china, hoy me toca invitar a mí, si quieres claro.

Su cara estaba llena de asombro, se rió y a la vez la vi nerviosa.

-          Ya bajo loco!!!

Sentí que la puerta se abría ya aparece la musa inspiradora de mis sueños sexuales de esos días. Estaba con la misma calza del día anterior, una remera al cuerpo y allí se veían sus tetas tal cual las imaginaba. Lo estrecha de la remera permitía verlas en todo su esplendor, con el canal del medio divino, me lo imaginaba pasándole la lengua.

-          ¡Qué loco sos! – dijo - ¿Por qué no me llamaste y avisaste?

-          ¿Interrumpo?

-          No, para nada pero no me pude arreglar, me tomaste de improviso, me llamó la atención que no me llamaras por el traje, mañana es el evento.

-          Perla – le dije – mira, te mentí el evento es el viernes, cuando dije el jueves fue porque la empresa siempre me demora y era para asegurarme. En cuanto a llamarte para preguntarte por el traje te equivocas, si te llamo es por vos.

-          Gracias!!! Lo de la mentira te lo acepto porque todos los clientes hacen lo mismo.

Todo esto en el hall de entrada, ella se rió y me ayudó con las bolsas y pasó adelante subiendo las escaleras. Detrás un servidor admirando el culo ese. No sé si era mi locura o qué, pero lo movía sensualmente. Llegamos a la cocina y Perla puso todo en orden. Estaba muy contenta, se la veía alegre feliz. Fue sacando las bandejas de la comida china y las ordenaba muy prolijamente en la mesada de la cocina, mientras abría los placares buscando platos, vasos, cubiertos.

-          Carlos siéntate que yo me hago cargo

-          No – le dije – te ayudo

Perla puso un mantel blanco, yo la ayudé con los platos y la mesa quedó pronta. Se paró a mirar que faltaba y dijo

-          Está todo pronto, ah pero faltan las servilletas – y se fue a la cocina nuevamente.

La seguí, ella me vio venir y me rezongó

-          Carlos yo me hago cargo, ya te dije, no te molestes en serio.

-          Me gusta ayudarte – le dije

Perla fue hasta la mesada y en la cajonera buscó las servilletas. Cuando las puso encima de la mesada para abrir la heladera en busca de no sé qué, fui por detrás de ella la agarré por la cintura y le besé el cuello. Se dio vuelta, me quedó mirando y dijo

-          Carlos! ¿Por qué esto?

No terminó la abracé por delante y le besé con vehemencia, casi con una fuerza inusitada. Mi lengua rozaba sus labios cerrados, hasta que los abrió y entré en su boca. Un sabor dulce me invadió, la besé encontré su lengua, que esperaba. Al sentir mi lengua, la suya comenzó a moverse, respondía el beso, estaba pegada a mí y nuestras lenguas se entrelazaban en su boca. Mis manos acariciaban su espalda, sus manos se enroscaron a mi espalda. Acaricié sus nalgas y no opuso resistencia. Mis manos agarraron por fin aquel culo deseado y soñado. Estaba durito y ella muy caliente.  En un momento nos separamos y nos cruzamos la mirada.

-          ¿Por qué hiciste esto? – dijo

-          Porque me gustas – y la volví a besar y ella abrió su boca nuevamente.

Mis manos se fueron de nuevo a su culo, la apreté contra mí más fuerte, ella no solo accedió sino que más se aferró. Puse mis dedos en el borde de la calza y fui poco a poco abriendo paso. Perla no se despegaba de mi boca. Por un momento me aparte de sus labios y fui a besar su cuello. Pero inmediatamente me buscaba la boca y me besaba. Sus besos eran cada vez más candentes y fuertes, en cada besar había un sonar de su voz, como un gemido que la hacía hervir más y más.

-          Estaba deseando tenerte -  le dije

-          Yo también a vos – dijo entre dientes

La llevé hasta el sillón del living, casi sin separarnos, caminábamos como atorados, a los tropezones, nos sentamos y seguimos besándonos. Hasta que llegó el momento, mi mano derecha fue hacia el escote de la remera. No pude más, la metí dentro y abracé su pecho izquierdo que casi no entraba en mi mano de lo inmenso que era. Perla dio un salto y su lengua seguía ahora dentro de mi boca, era ella quien venía a mí. Otro salto di yo cuando sentí su pezón. Era una roca su dureza y enorme su tamaño, nunca había sentido un pezón así. Me aparté de Perla y le dije

-          Me encantan tus tetas, desde que te vi soñé con tenerlas en mis manos

-          Lo sé, te vi ¿Tanto te gustan?

-          Me apasionan

Dicho esto Perla se sacó su remera por encima de su cabeza y vi aquellos tetones en todo su potencial. Me arrodillé sobre un almohadón que encontré en el sillón y puse mi cabeza entre esas tetas hermosas. Ella me abrazó y yo también lo hice. Mis dedos encontraron la traba del sostén y se lo desprendí. Perla hizo un gemido de sorpresa cuando sus tetas quedaron al aire denudas a mi merced. Eran dos melones de carne de hembra hermosos, y sus pezones estaban tan duros y grandes como un dedo. Parados, enhiestos, marrones con puntitos en la aureola. Mi boca fue hacia ellos. Con mis labios los apreté, con mi lengua los mojé, con mi mano tocaba el otro. Mientras mi boca se comía un pezón, mis dedos aprisionaban el otro de una manera casi demencial. Perla a esa altura gemía y jadeaba. La tenía a mi merced, se dejaba llevar, era una mujer muy excitada y caliente.

-          Te gusta esto hermosa?

-          Si, si me gusta Carlos

-          Hace mucho que no te tocan?

-          Mucho, mucho, tócame, tócame toda, toda – gemía solo gemía

Me aferré a sus pezones de nuevo y se los chupaba, lamía besaba, redondeaba con mi lengua por la aureola. Con mis labios se los apretaba y estiraba hacia atrás, lo que la hacía gemir más y pedirme más. A esas alturas mis manos estaban en sus nalgas y sus caderas. Buscando el borde de la calza, las puse dentro de la misma y fui tirando hacia abajo.

-          ¿qué haces malo, me quieres desnudar?

-          Claro que sí, para contemplarte toda.

-          Bien – dijo – pero con una condición, que me hagas sentir como nadie, que me trates como si fuera una perra, que no me dejes respirar, necesito un macho. ¿Entiendes? Un macho, un tipo que me haga de todo que me haga sentir lo que no siento, que soy una mujer deseada. Por eso desde que te vi me masturbo pensando en vos.

Me encontré con una Perla totalmente enardecida, caliente, entregada al placer y necesitada de un hombre. Le creía que no tenía sexo por tiempo, por cómo se expresaba y de la forma en que estaba.

-          Si divina, te voy a tratar como te mereces, espero me sigas el ritmo y sepas que quiero hacerte de todo.

-          Eso quiero, que me hagas de todo, lo que se te antoje, hazme sentir hembra, perra, puta, una yegua, hazme lo que se te antoje.

Le agarré las calzas y se las tiré hacia abajo, con tanta fuerza que se vinieron con la tanga y apareció una mata de pelos en su pubis. Ella quedó un poco asombrada pero ayudó a sacarlas y quedó desnuda. Me quitó mi remera y me tocaba la espalda. Le hice abrir las piernas y le miraba la concha, Era una concha más bien cerrada, sin depilar arriba pero depilada en los costados. Perla me observaba y nada decía me acerque a su boca y la besé de nuevo le lamí las tetas, le mordí los pezones, la llené de saliva alrededor de aquellos impresionantes senos. Saqué mi lengua y aún arrodillado entre sus piernas, fui hacia su boca y se la lamí. Quedó con la boca entreabierta cuando le lamí entre las tetas y fui a su pancita, su ombligo. Llegué con mi lengua a su matita de pelos, a la entrada de su concha, se los lamí todos. Le rodee de saliva la comisura de sus piernas, las piernas y de nuevo a la mata de pelos.

-Chancho que haces por allí – me dijo

Le abrí más las piernas y que grito pegó cuando sintió que mi lengua hacía contacto con los labios externos de su concha. En serio aquella concha no estaba tan abierta y era más bien pequeña. Utilicé mis dedos para abrirla y meter mi lengua dentro de ella, allí si vino la primera catarata de flujos. Perla se estaba acabando, las contracciones de su vagina eran monstruosas. Pegaba con sus manos a los costados del sillón, eran golpes fuertes y su boca emitía gemidos profundos y prolongados. En aquel éxtasis de sexo y viendo la locura de mi hembra le metí mi dedo mayor en la entrada de su culo, no se resistió pero lo contrajo de tal forma que me atrapó el dedo.

-          Estás hirviendo perrita – le dije

-          Si, si estoy caliente, caliente y me siento a desmayar.

Terminó de decir esto que inició una acabada con gritos y mucha lujuria, se movía con la pelvis de arriba hacia abajo, era casi incontrolable pero un momento creí que iba a lastimarse con mi boca en su concha. Mi dedo mayor en en su culo se movía y la penetraba, el dedo pulgar lo llevé a su concha y casi como una especie debandado le hice con mis dedos que no se unían porque en medio quedaba su carne. Esto la enloqueció junto con mi lengua que la penetraba en la concha. Encontré su clítoris hinchado, hirviendo, lo cachetee con la lengua, se hinchó y sus contracciones fueron casi espasmos. Era el momento de hacer lo que me gusta, decirle cosas para que más se caliente

-          Eres una putita verdad?

-          Si si soy una putita

-          Te gusta que te coma la concha, pedilo sino te dejo de chupar la concha,

-          No, no dejes de chuparla, me gusta que la chupes, por favor

-          Con la condición que te acabes de nuevo y me des el juguito en la boca

-          Si, si te doy el juguito en la boca

-          Quien es tu macho?

-          Vos, vos sos mi macho?

-          Que sos?

-          Tuya, soy tuya hacerme lo que quieras, por favor hacerme lo que quieras

-          ¿Cuál es tu sueño putita?

-          Este que me chuparan la concha que me trates mal, que me digas insultos que me domines.

Ya era mía, la tiré hacia atrás en el sillón y le besé la boca dándole dentro mi saliva con su jugo.

-          Te estás tomando tu juguito de puta que me largas en la boquita

Volví a bajar a su concha a lamerla. Me fascina comer las conchas lamerlas, chuparlas hacerlas gozar hasta que se retuercen de placer. Perla comenzó a balbucear algo, pero en su calentura no se le entendía

-          Que decías putita?

-          Quiero conocerte, quiero verte

-          Qué quieres ver?

-          Tu pene, quiero tocarlo

-          Mi pene?

-          Si, si por favor.

-          Nada de pene tu quieres mi verga

-          Si, si tu verga mi amor, quiero tocarla verla la necesito por favor

Me levanté y agarré su remera tirada en el suelo. Se la puse en los ojos.

-          Te voy a tapar la cara y nada vas a decir

-          Sí mi amor nada voy a decir

-          No me digas amor, decime macho

-          Mmmm si mi macho si soy tuya me calienta que me domines

Fui a la mesa y tomé una servilleta y la hice como una venda. Pasé por detrás del sillón le quité la remera y le até esta improvisada venda.

-          Decime si ves algo puta

-          No mi macho no veo nada te lo juro, temo que me maltrates por eso te hablo así

Era una Perla desconocida, le gustaba la perversión del maltrato y de sentirse dominada.

Volví delante de ella, ya vendada y le dije

-          Ahora te vas a pajear para mi, a ver cómo te pajeabas antes de encontrarme

-          Me da vergüenza hacerlo Carlos

Puse mis manos en su concha y yo comencé a pajearla, le metía los dedos en su clítoris, le hundía mis dos dedos dentro de su vagina que estaba totalmente mojada, que emanaba sus líquidos ya en la tela del sillón.

-          No te de vergüenza que yo te pajee puta

-          No, no me da

-          Bueno ahora te pajeas vos es una orden

-          Si, si

Le tomé las manos y se las puse en la puerta de su concha. Perla comenzó a masturbarse a pajearse, en tanto yo me saqueé los pantalones y mi bóxer. La verga la tenía hinchada, parada totalmente, abierta en mi extremo y mientras me la pajeaba, en su puntita aparecían pequeñas gotas de mi semen.

-          Carlos. ¿dónde estás?

-          Acá mirando cómo te pajeas para mi

Dicho esto la bese en la boca y ella la abría a la vez que gemía. Le pasaba los labios por sus pezones y fui a sus manos y le pasaba los dedos. Cuando Perla sintió mi lengua dejo de tocarse la concha.

-          Quien te ordenó que dejes de pajearte

-          Perdón mi macho, perdón

Inmediatamente comenzó a pajearse de nuevo y con más fuerza, la calentaba que la tratara así.

-          Queres que también te la chupe

-          Si, si quiero que la sigas chupando y quiero sentirte

-          Entonces no dejes de pajearte y no sé qué quieres sentir puta

-          Tu verga, estoy que no puedo más

-          Ahora te vas a hacer la paja con tus dedos y mi lengua

Mientras decía esto le ponía la lengua en su raja al lado de sus dedos, al sentir esto, Perla abría más sus labios vaginales para que mi lengua rozara su clítoris, ella misma se daba placer y me entregaba su vagina a mi boca. Me paré frente a su cara. Acaricié mi verga que estaba dura y muy parada. Me acerqué a Perla y se la puse entre sus labios. Dio un salto.

-          ¿Qué te pasa puta?

-          Carlos que es eso?

-          Acaso no sabes?

-          Si, si pero que dureza, quiero verla.

-          No, ahora vas a hacer lo que te diga está claro

-          Si, si

-          Si qué?

-          Si mi macho sí, pero acércala de nuevo por favor por favor

Se la acerque de nuevo y se la pasé por los labios ella abrió la boca y se la puse en ella.

-          Chúpame la verga putita

-          Si, te la chupo, que dura y grande, que dura, me voy a acabar

Sus manos comenzaron a apretarse más y más la concha y yo cogía su boca. Perla emitió un tremendo grito de placer y tuvo una tremenda acabada. Inmediatamente le saqué su venda y Perla queda con la mirada fija a la verga que tenía en la boca. Comienza a tocarla a tocarme los huevos y la sacó de sus labios para mirarla.

-          Te gusta?

-          Me encanta amor

-          Que linda esa, que suave, dura y parada

-          Chúpame la verga

-          Si si si mi macho

Ella lamía mi palo y se lo ponía en la boca, gemía. Bajé mi mano hacia su concha y me encontré con una vagina latiendo, con un calor imponente y que, apenas sintió mis manos se contrajo. Tomé a Perla por los brazos, la levanté y la traje hacia mi boca. Comencé a besarla, ahora dulcemente, ella se apretó a mí e inmediatamente sus manos bajaron s mi verga.

-          Cómo te gusta tocarla puta

-          Carlos me fascina, es una enorme verga, por favor ahora sí pónmela, te lo pido por favor, no me hagas rogar más ni puedo más, te lo  juro, por favor.

Su cara era un canto a las ganas de coger.

-          Pero te voy a tratar como una perra, tal cual me pediste

-          Si, si pero por favor cógeme, no aguanto más siento como debilidad en mis piernas.

Esto me dio pie para hacer algo que me encanta hacerles a las mujeres y que ellas aman que se los haga. Me fui hasta una de las sillas del comedor. Me senté allí y con mi verga mirando hacia el techo comencé a pajearla. Ella me miraba parada y con una cara de deseo increíble.

-          Carlos por favor no puedo más

-          No soy Carlos

-          No, perdón mi macho por favor

-          Arrodíllate

-          Si me arrodillo

-          Ahora ven gateando

Comenzó a gatear y se acercó a mi enseguida quedó de rodillas entre mis piernas y sin que yo le dijera nada empezó a chuparme de nuevo la verga. Le gustaba la verga era una adicta. La tomé de los brazos la levanté hice que se pusiera de pie. Me miraba a los ojos, le pasé la mano por la concha, gemía. Mientras se lo hacía le decía cosas y a ella le encantaba, se retorcía de placer. Le metía mi dedo en su culo en su vagina. La hice girar y le bese ese culo divino le lamí toda la raya del culo. Volví a girarla me observaba ahora se tocaba ella.

-          Vení – le dije siéntate en mi verga puta

-          ¿Cómo?

La tome de las piernas la hice venir hacia mí abriéndose de piernas y quedando cada pierna a un lado de la silla.

-          Así se hace, ahora comienza a bajar

Suavemente Perla comenzó a bajar y cuando mi verga toco su vulva hizo un saltito pero la senté de golpe y se la enterré toda. Ese momento fue un instante de locura para Perla. Le dije

-          Ahora que te parece puta

-          Cógeme, me duele pero cógeme, me gusta el dolor, me entró toda de golpe me duele pero no quiero que pares por favor perfórame

La propia Perla pese a ese dolor que dijo, empezó a subir y a bajar cogiendo ella sola. La silla crujía porque el movimiento de nuestros cuerpos era impresionante. Las tetas me rozaban el pecho. Los pezones estaban duros. Perla solo gemía y se agarraba de la silla para subir y bajar más fuerte. Se estremeció cuando le empecé a nalguear su culo.

-          Pégame, sí pégame, me encanta tener una verga adentro y que me azotes, déjame le culo rojo.

-          El culo te lo voy a coger ese culito va a ser mío

-          Si, te lo doy, cuando quieras me lo coges

-          Ahora te vas a quedar con mi semen dentro

Cuando le dije eso me apretó la verga con su concha, pasó sus manos por detrás de mi cuello, busco mis ojos y cuando nos cruzamos las miradas me dijo tal cual:

-          Por favor, vacíate dentro mío, quiero sentir un macho en mi  matriz por favor, dame todo eso quiero sentirme hembra.

-          Toma – le grité

En tanto comencé a bombear y Perla también. Mi verga no aguantaba más, mis huevos empezaron a lanzar la leche.

-          Ahí te lleno puta

-          Te espero macho, te espero

Mi leche comenzó a escupir la vagina de Perla, ella así lo sintió y sus espasmos empezaron a ser tremendos. Las tetas le bailaban, los pezones iban camino a salírseles de las aureolas, un grito salió de la garganta de Perla y otro de la mía. Las piernas de esta hembra en celo se cerraron contra los lados de la silla. Sus manos me arañaron la espalda. Cuando el afloje se apoderó de nosotros, la concha de Perla daba pequeños espasmos que apretaban a mi verga que, ya acabada, aún estaba con algo de dureza.

Ella cayó en mi hombro la abracé, se incorporó y me miró. Hizo un gesto de vergüenza, la atraje hacia mí y nos besamos. Me abrazó con sus brazos y extendió mas el beso, yo le hacía pequeños surcos con las yemas de mis dedos en su espalda. Dejamos de besarnos y puso su cabeza en mi hombro, mientras seguía apretada a mí.

-          Nos levantamos – le dije

-          Sí, vamos a comer, pero por favor no dejes de abrazarme

-          La seguí abrazando

Percibí humedad en mi hombro, la aparté y cuando le veo los ojos estaba llorando.

Me preocupé y le pregunté

-          Te hice daño?

-          No, no es que estoy muy emocionada, me siento rara, feliz, pero rara, totalmente mujer.

-          Me alegro, eres una hermosa mujer

-          Tu un hombre divino y si no te molesta me gustaría que te quedaras a dormir.

-          ¿Estás loca? ¿Con tu empleada mañana, cómo haces? Tus empleados.

-          No te preocupes, a la señora le digo que no venga, a mis empleados los tengo allí abajo y acá no suben y por lo demás digo que me siento mal y no voy a ningún lado. Sé que tienes que trabajar, pero si quieres te quedas en la mañana y en la tarde te vas.

-          ¿Por qué quieres que me quede?

-          Voy a ser sincera contigo, para que me cojas todo el día. No quiero salir de acá, ni vestirme, ni que te vistas, seré tu esclava, te daré lo que me pidas pero necesito sentirme más hembra.

-          Okey acepto. Soy tan difícil para hacerme convencer que hasta yo mismo me asombro – ambos nos reímos

Nos levantamos, fuimos los dos al baño, Perla me dice que ella iba al baño de su dormitorio y que yo fuera al de la sala. Me negué y fui con ella a su baño. Estaba enojada o se hacia la enojada pero igual aceptó. Entramos los dos al baño y ella se sentó. Se tapaba la cara con sus manos, le daba vergüenza, pero le saqué las manos y le pedí que meara mientras me besaba. Así lo hizo en tanto yo le tocaba las tetas y los pezones. Mi verga estaba toda mojada de semen y de los jugos de Perla, Le dije que me la lavara. Me miraba con asombro y cuando iba a buscar el jabón le dije:

-          ¿Qué vas a hacer?

-          A lavártela, como me pediste

-          No, con agua no

-          ¿Con qué entonces?

Era tan inocente que me daba morbo, le acerque mi verga flácida a su boca y allí entendió. Me la lamía y yo le gemía. Mientras ella tiraba de la cadena, la hice parar, se sentó en el bidé y en tanto se lavaba su concha, me limpiaba la verga con su boca. La situación y el toque de sus manos su vagina, Perla comenzó a gemir.

-          Putita te calentaste de nuevo

-          Si, es que estoy hirviendo y todo lo que me haces me excita

-          Sácate toda la calentura puta

Me lamia la verga y se pajeaba.

-          Es que no quiero tocarme eso lo hago siempre ahora te tengo a vos,. Hacerme vos de todo como te dije.

La levanté del bidé, tome el jabón y comencé a lavarla, le pasaba el jabón por su concha y su culo. Mi verga (me había tomado un viagra, siempre lo hago para ser feliz y no tener sorpresas que a veces pasan) estaba de nuevo en proceso de arranque. Ella lo notó, me la comenzó a amasar.

-          Que linda que la tienes, que grande y gordota es

-          ¿Te gusta?

-          Sí, me encanta, ya te dije

-          ¿No querías comer?

-          Yo no, vos dijiste de comer, yo tengo acá mi comida

Diciendo eso se arrodilló en el baño y empezó a lamerme la verga. La levanté, la puse contra la pared, le enjuague la concha no la sequé. La hice salir del baño y cuando pasábamos por su dormitorio la empujé hacia la cama.

-          Hay malo, me caí en la cama y estoy desnuda y vos con eso parado. ¿qué me vas a hacer Carlos?

Sin decirle palabra fui hacia ella, me subí encima, la miré a los ojos, le abrí las piernas, agarré mi verga bien parada ya por la situación tan erótica y caliente y se la enteré en la concha. Perla dio un grito y se abrazó a mi espalda. Empecé a cogerla con todo. Comencé a cabalgarla, la cogía con desesperación, tanta que mi mente estaba nublada solo pensaba en es hembra que me calentó desde que la vi. Ya los dos más entregados empezamos a atenernos más confianza. Perla se soltó e inició una catarata de frases que me asombraron pero más me calentaron.

-          Cógeme hijo de puta, ponme esa verga así, préñame, no tomo ni me cuido, mañana me tomo la píldora pero hoy préñame como nadie me lo hizo nuca.

Al decir eso me sorprendió pero ya no podía parar. Perla me nalgueaba y yo también a ella en los costados porque estaba debajo de mí. Me lamía la cara y yo a ella, la apreté con fuerza y los bombeos eran tremendo sacaba la verga del todo y se la metía hasta el fondo. El somier pegaba contra el respaldo, gemía, gritaba, me insultaba y me pedía

-          Dame, préñame, basura, con esa verga dura dentro, soy una yegua que se deja coger por su macho, mira como te  jadeo – y en mis oídos me gemía y me decía – macho ahora sos mi macho, ahora tengo macho.

No aguanté más y empecé a acabarme, Perla lo notó y pasó sus piernas por detrás de mi espalda, las entrecruzó y comenzó su acabada con frases y palabras

-          Así, así más te las abro y más me entra, me vengo, me vengo con tu acabada.

Le acabé y en un arranque de locura la bese de lengua, ella me apretó la lengua y su acabada fue tremenda.

Caí a su costado y ella quedó tendida.

-          Carlos, no te vayas, de verdad no te vayas.

-          Ya te dije me quedo

(Continuará…….)