¿me ayudas a montar en bici, papi?

Ayudar a tu hija a montar en bicicleta puede ser muy placentero.

¿ME AYUDAS A MONTAR EN BICI, PAPI?

Con esta sencilla frase se iniciaron una serie de acontecimientos que desembocarían en una historia de pasión y lujuria entre padre e hija.

Aunque ya era mayor de edad, Lourdes hacía tiempo que no montaba en bicicleta. Desde que aprendió con sus primos cuando tenía 9 años apenas si había vuelto a practicar.

Las vacaciones en el pueblo de sus abuelos eran un buen momento para volver a montar.

Ese verano sus padres, ella y sus dos hermanos pequeños, habían llegado al pueblo una mañana de finales de junio en una vieja furgoneta Volkswagen.

-Vamos chicos bajad el equipaje, dijo el padre.

-Jolín papá, pesa mucho. Se quejó Lourdes.

-Anda no seas protestona hija.

-Y además tienes que bajar también la bicicleta. Le recordó su hermano Roberto.

-Siiiii, dijo Lucas su otro hermano. Tú súper bici en la que hace años que no montas. Jajajaja.

-Anda no os riais de vuestra hermana y ayudarla a bajar la bicicleta. Dijeron los padres a dúo.

Los chicos ayudaron a Lourdes a bajarla.

La madre, Sara se llamaba, terminó de bajar el resto de maletas y después Ramón, el padre, fue a aparcar la furgoneta en la cochera.

Ya instalados fueron a ver a los abuelos, los padres de Ramón. Comieron allí y después de recoger la mesa pasaron a tomar unos cafés y hablaron del tiempo que hacía que no volvían al pueblo. Los abuelos les dijeron lo mayores que estaban ya.

Los chicos no recordaban bien el pueblo ya que eran muy pequeños la última vez que estuvieron. Más tarde dieron una vuelta por los alrededores. Así pasó el primer día.

-¿Me ayudas a montar en bici, papi?

Lourdes le pidió a su padre que la ayudara.

-¿Cuanto hace que no montas?

-Buf, dijo apartándose el flequillo de la frente. Al menos 8 años.

-Pero ya sabes que montar en bici no se olvida ¿verdad?

-Si papá. Pero no quiero que mis hermanos se rían de mi. Y los chicos del pueblo seguro que se cachondean también si ven que no sé montar siendo tan mayor.

-Espérame un segundo que voy a cambiarme de ropa. Voy a ponerme algo más deportivo.

-Vale. Te espero aquí.

Lourdes se quedó de pie sujetando la bicicleta junto a la casa y de repente se dio cuenta de que había un chico espiándola a través de la ventana de la casa de enfrente.

El chico sonrió y la saludó con la mano y luego desapareció dentro de la casa.

Al poco volvió el padre con ropa deportiva dispuesto a ayudar a su hija.

Lourdes se agarró al manillar e intentó subirse al sillín.

-Así no cariño. Sube primero la pierna izquierda y luego siéntate en el sillín.

Al levantar la pierna, cómo llevaba una falda corta, Lourdes dejó ver sus bragas color azul cielo. Su padre se fijó en ellas pero no le dio más importancia.

Comenzó a andar con la bici pero no se le daba muy bien y casi se cae en dos ocasiones.

Su padre entonces decidió acercarse más a ella y sujetarla por la espalda.

Después de un rato de pedalear llegaron a un camino con muchas piedras. Al ver que le costaba seguir pedaleando y que si Lourdes se caía podría hacerse daño, Ramón decidió subirse a la bici y sentarse en el sillín indicando a su hija que se sentara sobre él y que fuera montando mientras él iba moviendo las piernas sobre el suelo para que no pesaran tanto al ir los dos subidos.

Lourdes se subió y se sentó sobre él.

Al comenzar a moverse, el culo de su hija rozaba su pene y entonces Ramón recordó una vez cuando eran novios que su mujer se puso encima de él en el cine de verano de la playa y empezó a frotarse contra su pene.

Con el movimiento de su hija y el traqueteo de la bici el padre se empezó a empalmar.

No se sentía bien en ese estado y más aun provocado inconscientemente por su hija.

Después de un rato subieron una pequeña pendiente y allí junto al rio se detuvieron.

Lourdes apoyó la bici en un árbol, era tan vieja que ya no tenia el apoyo para dejarla de pie, y se acercó a la orilla. Su padre la siguió.

Entonces en vez de agacharse estando de pie, se puso de rodillas y se mojó la cara con el agua fresca que corría.

Al verla en esa postura, su culo en pompa apretado por las bragas, su padre se excitó bastante. Como estaba vestido con la ropa deportiva, su pene abultaba bastante y no podía hacer nada para disimular su erección.

Lourdes terminó de mojarse la cara y se incorporó.

-Papá. ¿Quieres refrescarte?

-No cariño, estoy bien. La verdad es que si necesitaba refrescarse, pensó, pero por dentro.

Se giró de espaldas a ella para que no viera su erección, pero iba a ser difícil esconderse mucho rato.

-¿Te pasa algo papá?

-No, tranquila estoy bien.

-Parece que quieras ocultarme algo, dijo ella. No se le escapaba una.

Ramón se giró un poco y entonces Lourdes pudo ver el bulto en el pantalón.

-Me pasa a veces cuando monto en bicicleta. Dijo el padre un poco cortado. El traqueteo y el movimiento hacen que…

-No pasa nada papá. Iba a decirle que ella a veces se humedecía con el roce del sillín de la bici pero prefirió callarse. Ya no soy una niña y se lo que os pasa a los hombres.

-Volvamos a casa entonces. Dijo Ramón. Mejor esta vez vamos andando.

Durante el camino de vuelta pensó que ir en falda no era lo más apropiado para montar en bicicleta, pero la visión del culo de su hija le había excitado bastante y no quería dejar pasar la ocasión de volver a vérselo. No era lo más normal excitarse con su hija, pero ya era toda una mujer y al mirarle el culo la había mirado como a lo que era, una mujer, y no como a su hija.

Con estos pensamientos llegaron a la casa.

Esa noche Lourdes se acostó tarde. Afortunadamente la casa era grande y tenían una habitación para cada uno por lo que no tenia que dormir con sus hermanos.

Serian las 12 de la noche o así y cuando se metió en la cama la luna, que ese día estaba llena, iluminaba su ventana.

Se quedó mirándola como hipnotizada y entonces recordó el bulto en el pantalón de su padre.

No era la primera vez que veía un bulto en el pantalón de un chico. En el instituto los tíos andaban todos salidos y los que tenían novia se morreaban y tocaban en las escaleras, y los que no se metían en los baños en el recreo a masturbarse. Lo sabia no porque hubiera entrado nunca en el baño de los chicos, sino porque sus amigas de clase escuchaban los gemidos que venían del baño, ya que su clase estaba pegada a estos y cuando estaba todo en silencio los oigan gemir y también correrse.

Estos pensamientos y la visión de su padre erecto la excitaron y se bajó las bragas hasta los tobillos y mirando la luna comenzó a tocarse.

Acarició sus pezones que ya estaban duros y con la otra mano bajó a sus labios y comenzó a frotarlos.

Cuando estuvo húmeda, metió su dedo índice en su coño y se masturbó simulando que era el pene de su padre el que entraba y salía de el.

No tenia novio hasta ahora ni pareciera que le importaran mucho los chicos de tan concentrada que estaba en sus estudios, pero desde luego que si le gustaban los hombres y estaba claro que algo había despertado en su padre y no solo por el movimiento de la bici. Cuando era pequeña, antes de dejarlo, había montado muchas veces con él y no recordaba haber visto a su padre empalmado como esa tarde.

Aceleró el ritmo de penetración volviendo a pensar en él. ¿Se sentía atraída por su padre? ¿Por un hombre que la sacaba más veinte años? No sabia exactamente que le estaba pasando, pero siguió así pensando en él hasta que finalmente se corrió ahogando sus gemidos mordiéndose la mano.

Su padre se despertó a las 4 de la madrugada con una erección muy grande. Su mujer dormía a su lado dándole la espalda. Se quedó mirándola y entonces hizo algo que en un primer momento achacó al calor que tenia, pero que luego sin duda hizo por el recuerdo de la visión del culo de su hija.

Abrió un poco las piernas de su mujer que dormía desnuda y se mojó dos dedos en la boca y se los metió despacio por su coño hasta que la dilató un poco y entonces girándose se acopló a ella y la penetró despacio pero con ganas.

Comenzó a bombearla y mientras ella se movía él vio a su hija al levantar la pierna para subirse a la bicicleta y luego mientras se agachaba en el rio para refrescarse la cara.

Pese a los empujones que le estaba dando su mujer no se despertó y él no tardó mucho en llegar al orgasmo derramando todo su semen dentro de ella mientras gemía Lourdes, Lourdes, en voz baja.

Una vez que terminó se salió de ella. Su mujer solo dio un ronquido y se puso boca arriba sin ser consciente de que su marido se acababa de correr dentro de ella. Al día siguiente se daría cuenta de que aun tenia algo de semen en su interior.

Ramón se durmió algo más tarde, satisfecho aunque un poco arrepentido por haber pensando en su hija mientras lo hacia.

Al día siguiente amaneció algo nublado.

Cuando se incorporó de la cama, la madre notó algo de humedad en su coño pero no se dio cuenta de nada y se duchó como si nada hubiera pasado.

Más tarde desayunaron y Roberto y Lucas se dedicaron a meterse con su hermana.

-Hermanita, ¿hoy también vas a ir con ruedines? Se rió Roberto.

-Si, si, hermanita. Pero dos adelante y dos atrás. Jajajaja. Terminó Lucas.

-No seáis estúpidos hijos, les espetó su madre.

-Sé montar mejor que vosotros, par de tontos.

-Acabad de recoged las cosas, anda. No os metáis con vuestra hermana, dijo Ramón. Ya lo hace muy bien.

Iba a salir con la bici pero entonces Lourdes se detuvo en el umbral de la puerta al ver lo nuboso que estaba.

Dio media vuelta y subió a su cuarto y cuando bajó se había puesto sus botas de agua rosas que le habían regalado por su cumpleaños el año pasado.

-Si quieres nos quedamos hija. Parece que vaya a llover y mucho.

-No te preocupes papi, llevaremos paraguas.

-Anda, dijo su madre, si llueve volved pronto.

-Esta bien. Estad tranquilos.

-Suerte papá, dijeron los hermanos. Su madre les dio un capón y también le desearon suerte a su hermana.

Al salir Ramón se fijo en que Lourdes llevaba también falda, pero si cabe más corta que la del día anterior.

Ella en cambio se fijó en que el chico del día anterior volvía a estar asomado a la ventana y volvía a saludarla con la mano. Decidió devolverle el saludo. Su padre ni se enteró de tan ensimismado que estaba mirando su culo y se pusieron en marcha.

Llegaron de nuevo al camino con piedras e hicieron lo mismo. Ramón se subió a la bici y Lourdes encima. Al sentarse sobre él se dio cuenta de que su falda era como 2 o 3 centímetros más corta que la del día anterior. Era a cuadros y bastante bonita.

Sus bragas hoy eran de color rosa.

Comenzaron con el traqueteo y esta vez Ramón se levantó un poco para sentir más el culo de su hija frotándose contra su paquete.

Al cabo de un momento su hija se giró y le preguntó:

-¿Voy bien así, papi?

-Si cariño, dijo él con un hilo de voz.

Un rato más tarde volvió a preguntar:

-¿Lo estoy haciendo bien, papi?

Pero él entendía a que se refería a si estaba masturbándole bien con su culo, no a si estaba montando bien en bicicleta.

Cuando llegaron al rio se bajaron de la bici, la dejaron apoyada en el árbol y para entonces Ramón volvía a estar empalmado. Solo que ese día se había llevado una riñonera que poniéndola de frente tapaba algo su erección.

Lourdes no se refrescó la cara sino que se sentó bajo el árbol e invitó a su padre a hacer lo mismo.

La tenía a su lado con esas piernas tan bonitas, esas botas rosas que también le excitaban y su cara a un palmo de él. Lourdes era rubia, muy guapa, con una melena que le llegaba hasta los hombros. Ojos azules y unos labios carnosos que invitaban a besarla.

Se miraron mutuamente y ella le dijo:

-Otra vez te he provocado esto.

-¿El qué? Dijo él haciéndose el tonto.

-Tu erección, papi.

-Ah. No te preocupes hija.

-No debo dejarte así. Es malo para ti que acumules tensión ahí.

-No hija, tu… tu madre y yo hacemos el amor y con eso se me va la tensión.

No sabia que más decir.

-Si, pero ella no está aquí ahora.

Dios mío, pensó. Quiere masturbarme.

-Tranquilo papi. No digas nada.

En ese momento se subió más la falda dejando ver del todo sus bragas. Metió la mano por debajo del pantalón de deporte y agarró su polla.

-Mejor dejémosla salir.

Al bajarle el pantalón un poco, dejó salir una polla congestionada con venas alrededor y un glande liso y brillante.

Dios, no. Volvió a pensar. Está decidida.

Pero en lugar de oponer resistencia se dejó hacer y Lourdes empezó a subir y bajar su mano haciéndole una paja bastante buena suponiendo que su niña nunca le hubiera hecho eso a ningún chico.

-Mi niña, gemía él. Qué gusto me das. Qué gusto.

-¿Así voy bien, papi? ¿Te gusta como te lo hago?

-Siiii, por dios no pares, sigue así mi vida.

No tuvo que rogarle más porque su niña aceleró el ritmo. Justo cuando notó que iba a correrse se inclinó un poco hacia ella y derramó su semen caliente sobre sus piernas.

-Uff, uff, uff. Terminó de correrse y como si la naturaleza quisiera coordinarse con ellos, justo en ese momento comenzó a llover. Era una lluvia de verano pero suave.

Lourdes se levantó, se quitó la falda, las bragas y las botas y se metió en el rio limpiándose el semen de sus piernas.

Su padre la miraba embobado, si hubieran estado a solas en su habitación o en otro sitio, la habría follado allí mismo.

La lluvia mojaba a ambos pero a ninguno le importó.

Poco después Lourdes salió del rio y se agachó besando a su padre en la boca. Él no pudo resistirse y también lo hizo metiendo su lengua en su boca.

Terminaron de besarse apasionadamente y se quedaron quietos mirando la orilla.

Como no tenia toalla Lourdes se secó un poco con su falda aunque quedó algo sucia.

Después de arreglarse un poco la ropa se dispusieron a volver. Casi había dejado de llover.

Antes de llegar a casa vieron a un grupo de jóvenes en bici. El que iba el primero era el vecino que la había saludado dos veces y al verla volvió a repetir el saludo.

-¿Conoces a ese chico?

-Si. Vive enfrente nuestro y me ha saludado cuando me ha visto.

-¿Te gusta?

-Es más joven que yo. Pero…no sé, tal vez.

-Bueno… su padre se puso algo celoso.

-Pero ahora solo tengo ojos para ti papi. Me ha encantado masturbarte.

-Y a mi que me lo hicieras hija.

-Mañana volveremos a montar en bici.

-Está bien.

Él ya sabia porque lo decía.

Continuará…..

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