Me apetece follar (7)
"El trayecto fue tranquilo. Íbamos callados y, por una vez, todos los miembros estaban en sus braguetas, y mi coño tapado, aunque húmedo."
Continuación de Me apetece follar (y 2 , 3 , 4 , 5 y 6 )
El trayecto fue tranquilo. Íbamos callados y, por una vez, todos los miembros estaban en sus braguetas, y mi coño tapado, aunque húmedo. Estos instantes de expectación, de intriga, son deliciosos. Saber que vas a ser follada con intensidad pero sin conocer los detalles es fantástico. Como estar en una fiesta y cruzar las miradas con el hombre más atractivo, mientras sabes que esa noche estarás con otro pero pensando en él. Notar mi vagina ya palpitante per con los labios todavía pegados entre sí con viscosa suavidad. Si no estuviese esposada me tocaría para sentirme aún más.
Iba con los ojos vendados, me ayudaron para bajar del coche. La poderosa mano de Max me guió hasta el interior del restaurante. Al final del pasillo se oía bullicio, hombres esperando su presa. El ruido cesó unos segundos cuando se abrió una puerta. Supongo que José entro. El macho alfa haciendo callar a la manada enloquecida, hambrienta. Conversación. Risas. Acuerdo. Las reglas pactadas, el precio fijado. La puta, yo, estaba lista.
Mi negro se puso tras de mí, y me metió la punta de uno de sus dedos en el culo. Dí un respingo.
- Última oportunidad para echarte atrás.
A modo de respuesta me eché atrás... haciendo que su dedo me penetrase aún más. Rió.
- Te cuidaré.
Me dio un fraternal beso en la cabeza y me dio la mano, conduciéndome a la sala. La fiesta acababa de empezar.
Cuando entré se hizo un gran silencio, roto al instante por los gritos, jaleos y carcajadas de los amigos del novio. Estaban claramente borrachos. Vendada no podía ver cuántos eran, pero como mínimo habría diez personas por el ruido.
- Mirad la gatita que hemos atrapado para vosotros - dijo José. - Os la traemos bien atada para que no arañe. ¿Queréis que la suelte?
Todos gritaron al unísono pidiendo mi liberación. Me quitaron las esposas. Yo misma me quité la la venda de los ojos y bola de la boca.
Efectivamente eran muchos, pero no me paré a contarlos. Todos iban ridículamente vestidos con faldas escocesas, salvo el novio (eso supuse), al que le habían puesto una falda de colegiala. Sin quitarme la capa ni la capucha me acerqué a él. Sólo mis labios y mi nariz sobresalían de mi disfraz, como una dulce y tentadora muerte.
- Qué bien te queda la falda - le dije.
Le cogí de ella sacándole del grupo.
- Este es tu último día especial, habrá que tratarte bien.
Le senté en una silla. Me pusieron música para moverme a su son. Me quité la capa y la puse sobre él, poniéndole la capucha y dejándola caer por detrás del respaldo. Le esposé con las manos en la espalda, y le puse la bola que antes me amordazaba a mí. Me senté sobre él. Su ridícula falda dejaba libre su erección. No era un miembro especialmente interesante, pero instintivamente me situé dejándolo entre mis nalgas.
Le lamí las orejas mientras le susurraba todas las guarradas que se me ocurrían.
¿Te hace esto la cerdita de tu mujer? - decía mientras movía mi culo sobre su paquete. Me miraba con ojos desencajados, y la bola dejaba a la vista una ligera sonrisa. Sus amigos estaban descontrolados. Les miré.
¿Te pones faldas cuando no te ven? Vas depilado como una niñita - ¡Marica!, le gritaron mientras se reían. Todo lo primitivo de los hombres sale a la luz en este tipo de momentos.
¿Quienes de vosotros le han visto las tetas a su prometida?
Tengo una teoría, y es que en una despedida de soltero siempre hay al menos dos que se han follado a la futura esposa del novio. Algunas veces amigas que pasan de manos, otras novias insatisfechas que se dejan llevar en una noche de locura. Pero siempre hay alguien. En este caso todos gritaron ¡Yo, yo! como energúmenos. Todos de broma, salvo uno, al que otro miró de manera cómplice. Seguro que se las había visto de verdad.
Tú, ¿cómo te llamas? - le pregunté, señalándole, sin moverme de las rodillas del novio.
Marcos - contestó tímidamente.
Ven, Marcos.
No le delataría, pero sí le pondría cachondo. Le coloqué detrás mío y girando la cabeza le besé. Sus manos fueron a mis tetas, pero las recoloqué en mi culo. Comencé a moverme simulando que me estaba follando.
- ¿Cómo se llama el novio?
¡Samuel!, gritaron.
- ¿Y la novia?
¡Sonia!
- Samuel, imagina que soy Sonia. Estoy sentada sobre ti, y tu amigo me está follando. - Tal como estaba, con la mordaza, no podía contestar. Le besé sobre ella. Mis manos fueron atrás, a la polla de su amigo. Claramente la prometida salió a buscar centímetros que no encontraba en casa, apenas la rodeaba con mis dedos. Sin ser el negro ariete de Max, Marcos estaba bien armado.
Alterné gemidos con besos al novio, mientras le susurraba. Marcos me está follando, cariño... La tiene enorme... Quiero que me folle el culo, ¿me dejas, cariño?
Seguí simulando la follada, aumentando el ritmo de la paja a su amigo. Él también me hablaba, mientras me apretaba las tetas Vamos, puta, a tí también te voy a follar. Mi teoría estaba confirmada.
- ¿Alguien me quita el corsé? ¡Me está apretando!
Aparté a Marcos de un empujón y me dirigí a la turba que eran sus amigos. Uno, alto, rubio, con gafas, cara de pringado y bastante poco habilidoso comenzó a desatarme torpemente la negra prenda, que yo sujetaba por delante. Le costó bastante, pero aproveché para ir caldeando más el ambiente colando mis dedos por sus faldas. Cuando acabó me acerqué al novio y me volví a sentar. Le rodeé con mis brazos, dejando caer el corsé, quedando mis duros pezones a escasos centímetros de su cara. Le golpeé los carrillos con las tetas, ante las risas de sus amigos. Señalé a uno de ellos, y me dí la vuelta, utilizando al novio como silla. Le hice arrodillarse ante mí.
- ¿Te gusta que las chicas te controlen, verdad?
Le cogí la cara y conduje su boca hacia mi pezón. Me lo chupó dulcemente y me hizo estremecer. Mientras lo hacía se tocaba por debajo de su falda escocesa, y caí en la cuenta de que todos los demás estaban haciendo lo mismo.
- Comes los pezones realmente bien, tienes que tener muchas amigas... ¿Has probado los de Sonia?
Todos respondieron afirmativamente de nuevo. Muchos se masturbaban ya con la polla fuera de la tela. Era hora de pasar a algo más.
Le mandé de vuelta al grupo, y puse el antifaz al novio. Hice una señal a Max, el cual comprendió perfectamente. Acerqué mi pecho a la cara del novio.
- Vas a hacer todo lo que te diga si quieres salir de aquí follado.
Le quité la mordaza, y le ordené que lamiese. Echó la cabeza hacia delante, buscando algo y encontrando mi pezón, que chupó con fuerza.
- Muy bien...
Le agarré la polla y comencé a masturbarle. Me separé.
Dí el nombre de uno de tus amigos.
Sergio.
Le volví a ordenar que lamiese, y volvió a repetir el gesto. Sergio se acercó e hizo lo propio con mi otro pezón. Acaricié sus cabezas como una hembra con sus dos cachorros. En este tipo de encuentros somos más animales que personas.
Me volví a apartar, mandando de nuevo a Sergio al grupo, y les dije a todos con un gesto que callasen. Max ya estaba desnudo, y le dije que se acercase. Su herramienta ya estaba lista para la acción.
Chupa de nuevo - ordené a Samuel. Confiado, volvió a buscar mi pezón, pero encontró la dura vara de Max. Se echó hacia atrás cuando su lengua notó la verga. Yo me arrodille entre sus piernas y, quitándole la absurda falda, le dí un lametón.
Chupa - insistí. No se movió. Todos sus amigos se morían de risa.
Me metí sus huevos en la boca y le masturbé como una puta profesional. Me sentí poderosa.
Chupa - dudó. Paré de lamer.
Chupa. No te follaré a ti ni a tus amigos si no lo haces. Chupa - abrió la boca.
Chupa - Max le metió la verga entre los labios.
Comencé a lamer, y al mismo ritmo lo hizo él. Sus amigos se debatían entre la estupefacción y la excitación. Max le agarró la cabeza. No podía mover las manos, pero estaba dando posiblemente su primera mamada a un negro impresionante mientras una puta, yo, le hacía la felación de su vida. Ni me dí cuenta de que José se había desnudado ya. Estaba concentrada en la polla del novio y en sus labios, en los que desaparecía buena parte de mi negro.
Jose se había arrodillado tras de mí. Con un tirón seco rompió mis bragas. Separó la abertura del segundo tanga y me penetró. Clavándome las uñas en el culo me comenzó a follar mientras yo seguía comiéndole la polla al novio, que hacía lo propio con Max. Cada vez que paraba, paraba yo.
Sus amigos comenzaron a rodearme. Ya estaban desnudos, y me tocaban mientras se masturbaban...
Quitaron las esposas y el antifaz al novio, que me agarró la cabeza para forzarme a comérmela entera.
- Te has ganado follarme el culo, campeón - le dije. José se tumbó debajo de mí, y el novio me sodomizó. El cabrón lo hizo con ganas, para devolverme la humillación a la que le sometí. Al menos le consolaría que a todos les hicimos pasar por lo mismo. Cada polla que me comí, cada verga que me follo, fue compensada previamente con el ariete de Sam en la boca de su propietario. Por si alguien lo duda, sí. Todos aceptaron el intercambio de favores.
A partir de entonces, sexo predecible. Me follan. Me sodomizan. Tres pollas dentro, dos en las manos. Se turnan. Juegan conmigo. Grito. Gimo. Me corro... Me corro otra vez. Se corren...
Varias horas más tarde el sumidero de la ducha se llevaba lo que parecían litros de semen. El agua lo hacía deslizar desde todos los rincones de mi cuerpo a la vez que moratones y mordiscos comenzaban a revelarse. Había sido una noche intensa. La espuma del gel me provocaba escozor al llegar a mi ano.
Me pongo el albornoz y salgo. Max y José ya están en traje, sentados en una mesa, tomando una copa, con dos montones de billetes frente a ellos.
- La mitad es nuestra, la mitad es tuya.
Cuento. Setecientos cincuenta euros.
- La chica es la estrella, es lo justo. - dice José.
Sopeso mi escozor, mi cansancio, las marcas de mi cuerpo. La humillación de ducharme en el semen de diez personas. El placer de ser follada por ellos. El morbo de dominar la situación. El dinero.
- ¿Habrá más como este? - respondo.