¡Me acaba de poner cachonda, padrino!

En Pascua la ahijada va a buscar la rosca a casa de su padrino acompañada de su novio y discuten. Él la deja tirada y la joven se toma un jerez y unos pasteles con el padrino.

Camila era una joven gallega que estaba cómo un queso de tetilla. Era Pascua y fuera a recoger la rosca a casa de su padrino acompañada de su novio Javier, un joven desgarbado y chulo de más. Emilio, su padrino, al abrir la puerta y verlos, les dijo:

-Pasad, pasad.

Entraron en la casa. En la sala sobre una mesa camilla con la parte superior de cristal había una botella de Tío Pepe y una docena de pasteles. Sobre un mueble estaba la rosca. Emilio estaba con una sonrisa de oreja a oreja.

-Sentaros y tomar una copa de jerez y unos pasteles.

La sonrisa de Emilio desapareció de su rostro cuando dijo Javier:

-Tenemos prisa.

Camila no estaba de buen humor. Le dijo a su novio:

-Prisa la tendrás tú, yo no tengo ninguna.

El chulo sacó su chulería.

-¿A que vuelves andando para casa.

Camila no le callaba ni a su padre.

-No me voy a perder.

Camila era muchacha, bella, robusta, su cabello negro era corto y rizado y llevaba unos grandes aros de oro en las orejas, era de estatura mediana y sus ojos eran negros. Sus labios carnosos los llevaba pintados de rosa, cómo sus uñas. Tenía generosas tetas, que se marcaban en su camiseta blanca y largas y moldeadas piernas que dejaba ver su minifalda marrón.

Emilio no comprendía cómo su ahijada tenía un novio tan poquita cosa y tan gilipollas, pero no se quiso meter cuando le dijo:

-Ahí te quedas.

Camila se cabreó.

-¡Vete a la mierda!

Javier se dio la vuelta. Encaminándose hacia la puerta y moviendo el llavero con llaves del coche alrededor del dedo medio de la mano derecha, le dijo:

-¡Qué te preste el paseo de vuelta a casa!

-¡Mi padrino también tiene coche, payaso!

Camila se sentó en un sofá, le echó la mano a un pastel y le dijo a su padrino:

-Venga esa copa.

Emilio, que ya se había sentado en su sofá, echó dos copas de jerez. Mirando para las piernas de su ahijada, le preguntó:

-¿Cómo están tus padres?

-Bien, discutiendo un día sí y el otro también, pero bien, bien. ¿Sabe algo de la madrina?

-No, desde que se fue con Amancio parece que se los tragó la tierra.

-¡Ojalá! Al menos que se lo tragara a él.

-Y a ella, y a ella, que me metió unos cuernos de carallo, nunca mejor dicho.

Hablando de esto y de aquello acabaron con los pasteles y con media botella de jerez. Camila estaba relajada. Emilio le preguntó:

-¿Qué te pasó con tu novio para acabar discutiendo?

-El origen ya es viejo.

-Creí que llevabais tres meses juntos.

-Y los llevamos, tres meses y pico y en esos tres meses aún no... Son cosas íntimas.

Emilio la pilló por el aire, le miró para las tetas con descaro, y le preguntó:

-¿Aún no te corriste con él?

-Me da un no se qué hablar de esas cosas con usted.

-Aun no te corriste con él.

Al final confesó.

-Pues no.

-¿Qué pasó hoy?

Camila sonrió con timidez, bajó la cabeza, y le respondió:

-¡Ay, padrino, que no sé que me da hablar de estas cosas con usted!

-No pasa nada por hablarlo, así también te desahogas.

-Desahogarme es lo que hago... Mejor lo dejamos ahí.

Emilio estaba en plena caza y no iba a dejar marchar a su presa.

-A mí no me da corte decirlo, me la pelo, y a veces dos veces al día. Suéltate, coño, suéltate que no me voy a echar encima de ti cómo si fuera un sapo. ¿Qué fue lo que pasó?

-Es que va a pensar que soy una guarra.

-La mujer que no es guarra cuando juega con un hombre no vale un duro.

-¿Usted cree?

-Claro que lo creo. Cuenta. ¿Qué pasó?

Camila lo soltó de un tirón.

-Que después de más de tres meses le pedí que me comiera el coño y me dijo que no le gustaba el bacalao.

Emilio, que era un hombre de más de cincuenta años, con el pelo cano, alto y fuerte, le dio a la cabeza hacia los lados, y después le dijo:

-Hay tipos muy raros. ¿Folláis mucho?

-Sí, pero la saca al poco de meterla para correrse fuera.

-¿Probaste a mamársela antes de follar? Si se la maman a un hombre y se corre después aguanta más.

-Él después no quiere nada.

Camila abrió un poco las piernas. Emilio vio sus bragas blancas. Al ver para donde miraba, Camila, cerró las piernas. Emilio le dijo:

-Entonces ya se lo hiciste.

-Viniendo para aquí hicimos una parada y antes de pedirle que me comiera el coño le hice una mamada de las de película, de esas que se ven en los videos porno. Me tragué su leche y después ni besarme quiso.

-A mí si se tragan mi leche dejo seca a la que lo haga.

Con sonrisa de picarona, le preguntó:

-¿Cómo que la deja seca?

Volvió a abrir las piernas. Emilio le volvió a mirar para las bragas y esta vez no las cerró.

-Que le como el coño hasta que se corre tantas veces que ya no le quedan jugos que echar.

Carmela rompió a reír, abrió las piernas un poquito más, y después le dijo:

-¡Qué mentiroso!

-Tú deja que te coma el coño y ya verás como no miento. ¿Cuántas veces quieres correrte, tres, cuatro...?

Carmela estaba boquiabierta.

-¡¿Seguidas?!

-Sí, seguidas. ¿Cuántas veces quieres correrte?

Carmela ya estaba colorada cómo una grana.

-¡Me acaba de poner cachonda!, padrino

-¿Otra copita?

-Eche.

Poniendo las copas y mirándole para las bragas, le preguntó:

-¿Eres tan buena mamando una polla cómo me dijiste?

-¿Quiere que le haga una mamada?

-Si te animas...

-Me animo si me come el coño, pero solo eso, sin llegar más lejos, usted ya me entiende.

Emilio se levantó del sillón, y le dijo:

-Trato hecho. .

Camila se levantó, le puso un dedo en el mentón, hizo que se levantara, y le dijo:

-Le voy a hacer una mamada cómo nunca antes le hicieron.

Lo besó con lengua y se restregó contra él, después agarró con fuerza la hebilla del pantalón, abrió el cinturón, le bajó la cremallera y acarició su polla y los huevos por encima del calzoncillo, luego se la quitó y cerrando la palma de la mano derecha sobre ella lo masturbó hasta ponérsela dura, después se puso en cuclillas, metió la polla en la boca y movió la lengua arriba y abajo creando así un hueco para mantener la polla alejada de los dientes, a continuación le apretó la polla contra el cuerpo y lamió y chupó sus huevos, primero uno y después el otro... Chupó el glande mientras su dedo índice y pulgar apretando la polla subían y bajaban por ella, bajaban y subían... La saliva que caía de la boca engrasaban la polla y el círculo que hacían los dos dedos simulaba un coño apretado y engrasado. Camila acariciando los huevos de su padrino mamó la polla y lo masturbó lento, al principio, después fue aumentando la velocidad... Emilio se puso tenso, sus huevos se pusieron duros y comenzaron a retraerse. Arqueó su cuerpo hacia su ahijada, Camila siguió mamando y sintió cómo la boca se le llenaba de leche espesa y templada, leche que se tragó.

Al acabar de correrse Emilio, Camila, se puso en pie y lo besó, Emilio le comió la boca.

-¿Soy buena mamando?

Quitándole la camiseta, le respondió:

-Buenísima.

Tiró la camiseta al piso, le quitó el sujetador, y vio sus tetas, unas tetas redondas, tirando a grandes, con areolas marrones y pezones pequeños, pero gordos. Cogió las tetas con sus grandes manos y palpándolas puso sus pulgares sobre los pezones y sin apretar demasiado hizo movimientos circulares. Después apretó una teta contra la otra y le lamió el canalillo, luego besó los pezones y acto seguido los lamió de abajo a arriba, hacia los lados y alrededor y le dio suaves mordiscos. Su lengua giró alrededor de las areolas, mamó las tetas sin dejar de magrearlas. Le dio pequeños mordisquitos en los pezones... Camila comenzó a gemir, estaba muy excitada. Se agachó besó, lamió su tripita y le bajó la minifalda y las bragas, unas bragas que ya estaban encharcadas de jugos vaginales. Vio su coño, un coño rodeado por una tremenda mata de vello negro y rizado. Le dio un beso en el clítoris y después se lo acarició con la yema del dedo medio de la mano derecha. Abrió los labios vaginales con dos dedos y chupó su clítoris. Camila no necesitó más. Exclamó:

-¡Me corro, padrino!

Sus piernas comenzaron a temblar y corriéndose cayó de culo con la mano derecha entre las piernas en el sofá en que estaba sentada. Se encogió, abrió los ojos y Emilio vio que los tenía en blanco.

Al acabar de correrse, Emilio se agachó delante de ella, le abrió las piernas y le lamió el coño corrido. Gemía cómo un adolescente al saborear aquella delicatesen. Camila se recostó en el sofá, cerró los ojos y con las piernas abiertas de par en par se dispuso a disfrutar. Sintió la lengua de su padrino subir del coño al clítoris, entrar y salir de su vagina. Sintió cómo le chupaba los labios vaginales... Cuando la yema de un dedo buscaba su ojete, se echó hacia delante para que pudiera acariciarlo. Lo acarició mas de una docena de veces. Después sintió cómo el dedo entraba en su vagina, cómo salía empapado de jugos, cómo entraba en su culo y cómo se lo follaba mientras la punta de la lengua rozaba suavemente el glande erecto de su clítoris. Al apretarse la lengua contra el clítoris y lamer más aprisa de abajo a arriba. Camila, que no dejara de gemir, volvió a decir:

-¡Me corro, padrino!

De nuevo tembló y se convulsionó cómo si se estuviera muriendo de gusto.

Acabara de correrse cuando sonó el claxon de un coche. Camila le dijo a Emilio:

-Ese es Javier.

-¿Te vas a ir?

-Sí, pero vendré mañana para rematar la faena.

-Si vienes te voy a follar.

-Eso es a lo que me refería al hablar de rematar la faena, padrino.

Quique.