Mayte, mi primera sumisa

Una historia real y cómo sucedió

Era una época en la que yo estaba muy activo. Aún sin cumplir los treinta la vida me estaba tratando muy bien. Comercial a nivel nacional y con expectativas de crecer dentro de la empresa, bien considerado, buen sueldo y libertad.

Lo único malo en todo esto era que, por las necesidades errantes de estar de aquí para allá, las relaciones estables se trasformaban en difíciles.

Para eso, lo que estábamos en las mismas condiciones, en aquella época teníamos nuestro Messenger. Bendito Messenger que tantas cosas nos aportó.

Yo era asiduo de buscar en diversas páginas de contactos, de sexo, de estar a la caza y, en cuanto era posible, llevarme esos contactos a la privacidad del Messenger a ver qué pasaba.

Recuerdo que una de esas veces y por medio de una página de amistades, en mi lista de contactos terminó Mayte. Por la foto de su perfil no aparentaba mucho, una rubia más en una foto de paisaje con fondo, pero lejos de eso, en nuestras charlas lo pasábamos muy bien. Tanto que una tarde, me lancé a intentar que diéramos el paso de vernos en persona. Aceptó.

Quedamos para el Jueves en la tarde en un centro comercial. Ya además del Messenger teníamos nuestros teléfonos y, curiosamente sin llamarnos, manteníamos un intercambio fluido de sms.

Llegué y aparqué en el centro comercial para dirigirme hacia donde ella me dijo me esperaba. Yo, despistado de toda la vida, no percibí su presencia hasta que ella se me presentó. Quedé gratamente sorprendido.

Una rubia colosal, de grandes ojos y labios carnosos para morderlos allí mismo, una voz ronca (me encantan las mujeres de voces rotas) que intentaba distraerme de la visión de su cuerpo. Un cuerpo perfecto que tiraría, en un par de años, a lo voluptuoso pero que ahora estaba en su plena perfección.

Varias cañas después ya sabíamos un poco más el uno del otro. Ella secretaría de dirección en un colegio privado (el mejor de la zona) y viviendo sola con la madre. Amante del buen vino, y de la salsa, alegre y de fácil conversación (al menos conmigo).

Mientras hablábamos y nos conocíamos más, no disimulaba mi repaso a su anatomía, cuello terso y largo, pechos de tamaño ideal que, atrapados en el sujetador, no me dejaban adivinar la consistencia de sus pezones. Manos de dedos delicados, uñas largas perfectamente pintadas. Maquillada en su justa medida.

Cuando se levantó para ir al baño, pude contemplar el resto de su anatomía, cuerpo delicioso con unos jeans ajustados que hacían delicioso el momento de visión de sus nalgas moviéndose a cada paso.

Tomé mi caña y, brindando a los dioses, bebí disfrutando de mi suerte. No sabía hasta dónde llegaría este encuentro pero, Mayte valía la pena de conocerse y si todo quedaba en amistad “sin roce”, sería una agradable amistad.

Ese día no quise prolongar mucho más la situación y por culpa de mi agenda, tuve que despedirme. Todo calculado para ver la reacción que, lejos de impresionarme, me agradó. Me agradó ver que ella también se quedaba con ganas de más y que, con los dos besos de despedida, nos citábamos para otro día.

Pasaron tres jornadas de muchos mensajes por el móvil y charlas en el Messenger. Yo como siempre con mi “humor pícaro” llevando la conversación hacia las parcelas que me interesaban. Mayte siguiéndome con toda naturalidad en esas conversaciones.

Era el momento

“Te invito esta noche a cenar, vamos, si no tienes nada mejor que hacer”

“¿Cómo?” respondió ella “Pensé que no me lo pedirías” fue su siguiente mensaje

Le dije que quería ir por su cuenta al lugar de encuentro o si prefería pasara a recogerla. Seguía esperando su respuesta en la pantalla de mi pc, “se lo está pensando” me dije.

“Esta es mi dirección, toma nota” me dijo finalmente.

Ya estaba la suerte en marcha, vamos a ver cómo se da todo.

La esperaba ya en la puerta de su casa cuando la vi salir y me quedé admirándola. El rubio de su cabellera contrastaba con la vestimenta totalmente negra que trajo. Zapatillas de tacón con un pantalón ajustado de talle corto, esos que son a la cadera. Blusa abotonada de seda transparente que dejaba ver un sujetador, también negro, de encaje. Entró y, al sentarse en el coche, por el rabillo del ojo vislumbré el hilo de su tanga asomando por encima de la cinturilla del pantalón.

Tras los dos besos (en las mejillas) de bienvenida, arranqué camino del restaurante.

Elegí una pequeña taberna en el campo, de comedor pequeño (no más de 10 mesas) pero platos selectos e imaginativos.

Nuestra entrada causó sensación, bueno, Mayte causaba sensación. Su cuerpo atrapaba cualquier mirada y sus gestos, su manera de moverse, su voz…todo era sensual en ella.

En la mesa más cercana había un grupo de unos 7 hombres, seguro que era una salida de amigos, que no paraban de mirarla. Nosotros a lo nuestro (pero a mí no se me escapaba la situación).

Nuestra conversación, como siempre, amena y muy “pícara” con todo tipo de comentarios. Lejos de ser yo una persona graciosa (no me lo considero) estaba claro que Mayte se reía mucho conmigo.

En un momento concreto me dijo que necesitaba ir al baño y se levantó caminando hacia la puerta de los servicios. Pude ver claramente su hilo dental asomando por la parte trasera de su pantalón mientras se levantaba. Lo vi yo y los siete comensales de la mesa de al lado. Esto se repitió a su regreso cuando ellos, ya más envalentonados, no sólo la siguieron durante todo el trayecto con sus miradas, sino que por lo bajo ya no se cortaban en hacer comentarios de ella.

Según se sentó le dije “si no estoy yo aquí, esos siete te colocan en la mesa y te toman de postre y tienen cara de no dejarte descansar hasta mañana”

Mayte sorprendida, los miró, me miró a mí y soltó una carcajada mientras, como para encender más la hoguera, me tomaba de la mano y se incorporaba hacia mí para darme un ligero beso, un pico, en los labios. Hizo esto lentamente e inclinándose de forma que, nuestros vecinos, pudieran recrearse con la parte trasera de su anatomía y pudieran nuevamente contemplar como sobresalía su tanga del pantalón.

Al salir de allí, la tomé de la cintura y pasando por la mesa de nuestros vecinos, me atreví a meter mi mano en el bolsillo trasero de su pantalón. Ahora verían como mi mano tocaba su culo.

Llegamos al coche comentando la situación, riéndonos

“Sí, sí, tú ríete, pero si los dejo ellos te violan, se les veía en la mirada”

Mayte me miró a los ojos y pude ver una luz que más tarde supe identificar, pero no en ese momento y dijo “uff”, sin más

De allí fuimos a un pub a tomar unas copas, en lugar de sentarnos nos quedamos en la barra, los dos de pie, frente a frente, mientras la tomaba de la mano o la tomaba de la cintura y la atraía hacia mí para hacerle algún comentario al oído.

En una de esas, tras el comentario, la mantuve pegada a mí y comencé a besar su oreja, al notar su entrega, pasé a lamérsela y mordisquearla.

Mayte no solo se dejaba sino que sus manos, apoyadas en mi pecho, empezaron a acariciar mis hombros, mi cuello, mi pecho. Me lancé a buscar su boca y la encontré. El beso fue muy húmedo, nuestras lenguas buscaban, lamian, jugaban.

Ya estaba todo claro, tiré de ella hasta el coche. Durante el trayecto nos comimos a besos. Ya en el coche pensé si dirigirme a mi casa (la suya descartado) pero recordé que tengo las llaves de una pequeña casa que mi familia tiene en el campo, nos pillaba más cercana y, al estar cerrada, nadie nos molestaría.

Durante los 20 minutos de trayecto los comentarios eran más calientes y mi mano libre viajaba de sus muslos a su boca, donde ella besaba y lamía mis dedos.

Una vez llegamos y entramos, la llevé directo a la habitación principal, cama doble y a los pies de la misma un mueble antiguo tipo tocador con un gran espejo, igual de antiguo, que proyectaba la imagen de toda la cama.

Delante del espejo nos seguimos besando mientras Mayte me desnudaba, yo la dejaba hacer. Cuando me tenía sólo en bóxer, procedió a quitarse sus zapatillas y el pantalón. Ya así la tomé de la mano y la atraje a mí para morder su cuello, lamerlo mientras mis manos desabrochaban su blusa y se la quitaba. Mordí su cuello mientras la despojaba del sujetador y contemplé uno de los mayores placeres visuales que hay, unos pechos perfectos coronados por unos pezones apetecibles y duros como piedras que empecé a lamer.

Me separé un poco para contemplar su cuerpo, la giré para verla en el espejo mientras me situaba detrás, su cara era una mezcla de morbo y vergüenza. Entonces ella se movió colocándose detrás de mí y, mientras acariciaba mi pecho desde atrás, sentí su lengua lamiéndome toda la espalda. Esta imagen en mis retinas durante varios minutos hasta que ya no aguanté más, la giré y semi senté en el tocador para agacharme y ponerme a lamer sus muslos, morderlos mientras avanzaba en la búsqueda de mi tesoro, su coño.

Mayte sólo puso sus manos en mi cabeza y aceptó su entrega separando algo más los muslos.

Para cuando mi lengua llegó a su clítoris, ya por sus muslos bajaban hilillos de flujo. El castigo lingüístico al que la sometí fue implacable, cuando más excitada la sentía, paraba y relajaba su clítoris dando pequeños soplidos sobre el mismo, cuando notaba que su respiración se acompasaba, volvía a la carga con mis lamidas en su botón del placer.

Tras varios minutos así, decidí que ya era hora y, clavándole dos dedos en lo más profundo de su coño, me lancé a lamer el clítoris hinchado y sentir, en mi mano, su corrida acompañada de un gemido.

Me incorporé y la llevé a la cama, la besé para compartir el sabor de sus flujos y colocándome encima de ella, la penetré

A partir de ese momento una parte de mí no dejaba de disfrutar del momento, de su cuerpo, pero otra parte de mi me decía que algo fallaba, que algo no marchaba del todo bien.

Mayte en todo momento se dejaba hacer, participaba, sentía sus orgasmos, pero no era como yo lo esperaba

Tras varias posiciones y orgasmos de ella, la tenía a cuatro, tomándola de las caderas, follándola mientras analizaba qué estaba fallando, qué pasaba, esto me enfurecía más y más la arremetía.

Tomé sus cabellos y tiré arqueando su espalda, ella gimió profundamente..

“No puede ser” me dije….

Para comprobar mi sospecha, la saqué y la giré poniéndola boca arriba, miré su cara, miré sus ojos y tomé sus brazos inmovilizándola…

Su mirada se encendió

“Si, es, lo es…” me dije y salté de la cama para ir a buscar algo muy concreto. Como no estaba preparado improvisé y, tomando el cinturón del albornoz, regresé a la cama donde até sus muñecas a la cabecera de la cama, dejando espacio para poder manipularla y girarla cuando quisiera.

Mayte me miró y sus ojos se encendieron.

Tomé su cara en mis manos y mirándola a los ojos le dije “ahora te vas a enterar, te he descubierto y lo voy a aprovechar”

Dicho esto más se encendieron sus ojos mientras, con su boca, buscaba mis dedos para chuparlos. La dejé un rato para sacarlos y decirle “mejor esto” y de golpe le coloqué la punta de mi pene en los labios.

Con las manos atadas a la cabecera, se lanzó como loca a lamer y chupar mi poya. Yo al principio miraba como cabeceaba sobre la misma para después, tomándola del cabello, pasar a follarme la boca mientras ella seguía el ritmo y babeaba sobre las sábanas.

“Una diosa de cuerpo perfecto, una puta preciosa que convertiré en mi esclava” pensaba yo mientras la veía seguir chupándome la poya.

La tomé de los cabellos y le dije “ahora te voy a reventar a pollazos” y la giré colocándola a cuatro para tomarla de las caderas y ensartársela de golpe. Ahora Mayte sí gozaba, movía su cuerpo y no gemía, gritaba de gusto mientras la trataba salvajemente.

Tras dos orgasmos suyos la saqué para colocarla nuevamente boca arriba y clavársela. Ver su cara transformada, sus gritos de placer, sus pezones endurecidos, me excitaba.

Cuando estaba a punto de correrme, la saqué y dirigí el total de mí corrida a su cuerpo, sus pechos, su cara, su vientre fueron los receptores de mi semen. Mayte no sólo estaba preciosa, sino que era la imagen viva del sexo y el placer.

La dejé así cuando salí de la habitación, tenía algo en mente que esperaba me saliera bien.

Al regresar tenía algo en mis manos, un papel que coloqué en el tocador. Me dirigí a la cama y mordí los labios de Mayte que gimió y se revolvió en la cama

“Desátame” me dijo y se quedó esperando mientras yo la contemplaba. Llevé mi mano a su sexo, y metí dos dedos en su coño, estaba empapada.

“De eso nada, Mayte. No pienso desatarte…ahora me perteneces y esta es tu esencia.” Dije mientras agitaba mis dedos en su coño ahora más empapado.

“Vas a convertirte en mi esclava, eres sumisa y serás mi sumisa complaciente. Pero además tu cuerpo pide guerra, tienes naturaleza de puta y lo quiero disfrutar. Te adiestraré y te convertiré en mi puta esclava, mi sumisa obediente y caliente”

Con el final de mis palabras, mis dedos arrancaron otro orgasmo en su cuerpo.

Los saqué para llevarlos a su boca y giró su cabeza, la abofeteé inmediatamente y como loca se lanzó a chupármelos.

Mi erección era ya épica, la desaté y la llevé hasta el tocador colocándola con las manos apoyadas en él, mirando al espejo, mientras separaba sus piernas. Una de mis manos empezó a usar sus propios flujos para lubricar el agujero de su ano, mientras la miraba en el espejo. Con mi otra mano la tenía fuertemente sujeta de los cabellos.

“Ahora vas a ser marcada como mi puta zorra, como mi esclava sexual Mayte”

Dicho esto sustituí mis dedos en su ano por mi poya, la apoyé en su esfínter y apreté hasta vencer su contracción. A Mayte le dolía, se arqueaba y mordía su labio inferior, yo avanzaba adentrándome en sus entrañas.

Ahora ya dilatada, empecé lentamente a follarme su culo. Al principio simplemente con su rendición y entrega, al poco, con su placer y aceptación mostrada en sus movimientos de cadera.

“Desde hoy, Mayte, te voy a convertir en mi puta esclava, tu cuerpo es mío y podré hacer contigo lo que me plazca” le decía mientras la enculaba

“¿Estás de acuerdo?” le pregunté

Al principio no dijo nada, estaba entregada al placer de su follada anal, hasta que tiré del pelo y le arreé una sonora cachetada en las nalgas

“Si, si, como tú digas” respondió y siguió agitándose con mi poya en sus entrañas

“Repite conmigo” le dije mientras la follaba “Yo, Mayte, me entrego a ti, entrego mi cuerpo para ser tu esclava, tu puta”

Ella entre jadeos, repitió todo palabra por palabra.

“Desde hoy mi ser y mi cuerpo te pertenece para que hagas conmigo lo que te plazca”

Lo repitió entre jadeos

“Seré tu sumisa más obediente y tu puta más caliente”

Otra vez, palabra por palabra

“Obedeceré en todo lo que me mandes, me vestiré como tú me indiques y viviré para complacerte”

Nuevamente entre los jadeos provocados por el placer de mi enculada, lo repitió todo

Entonces le dije, mirándola a los ojos en el espejo y sin dejar de follar ese delicioso culo

“Me servirás obedientemente, tu cuerpo es mío, podré entregarte a quien me plazca y compartirte, nunca me negarás nada pero que te quede una cosa clara, desde el día de hoy, este culo sólo recibirá mi poya, sólo lo follaré yo”

Mayte asentía a todo esto con la cabeza mientras era ya inminente un nuevo orgasmo en su cuerpo.

Del tocador, le acerqué los papeles y el bolígrafo y le dije

“Fírmalo, es tu contrato, el contrato de tu sumisión y emputecimiento, de tu entrega a mí”

Tomó el bolígrafo, firmó y me miró con ojos implorantes. Redoble mis acometidas en su culo y me corrí mientras ella hacía lo mismo gritando.

Al separarme de su cuerpo la vi temblando, le fallaban las rodillas y las fuerzas tras el orgasmo.

Así se inició mi historia con Mayte de la que os contaré algunas cosas más