Mayra, la adolescente sin límites
Un relato protagonizado por una adolescente adicta al sexo y su novio, mucho mayor. Una tarde de sexo descontrolado se convierte en una aventura inesperada, que se matiza con incesto y algo más...
Mayra es una muchachita de 19 años recién cumplidos. Su carita fresca y joven concuerda a la perfección con su edad, pero su maravilloso cuerpo de hembra puede hacer confundir. Es un típico exponente de mujer argentina: morocha, delgada pero no flaca; tiene unas caderas soñadas, un culo redondo y bien firme. Sus tetas no son enormes, pero son más que generosas, están paraditas y harían delirar a cualquier hombre.
A pesar de su edad, Mayra ya es una mujer experimentada en temas de sexo; es casi una adicta. Desde muy jovencita, con el primero de sus novios, empezó a experimentar, de a poco, todas la variantes del sexo, y todas le gustaron.
Esa tarde estaba con su actual novio, Adrián, un tipo varios años mayor que ella al que conoció por internet. Habían empezado a chatear de vez en cuando, hasta que una de esas charlas derivó a temas sexuales y no pudieron controlarse. Terminaron escribiendo las cosas más sucias de las que eran capaces y masturbándose frente a la pantalla de la PC. Luego se siguieron nuevas charlas, todas invariablemente giraban alrededor del sexo, y las citas frente al chat se arreglaban con expresa intención de calentarse mutuamente y terminar masturbándose. Después vino el intercambio de fotos. Adrián fue el primero en pedir, y Mayra envió un par de fotos explícitas, tomadas desde debajo de su pollerita de jean, donde podía apreciarse que no llevaba ropa interior y que su vulva estaba completamente depilada. Adrián respondió con fotos igualmente explícitas, y eso se convirtió en una costumbre, en un intercambio habitual. De a poco empezaron a tener curiosidad por conocerse personalmente; el siguiente paso fue hablar por teléfono. Obviamente, fue una charla caliente, y cada uno pudo escuchar al otro gemir en el teléfono mientras se masturbaban, hablándose muy sucio al oído. Finalmente, con la iniciativa de Adrián, se habían conocido; se encontraron en una plaza cercana a la casa de él, se reconocieron, se rieron un poco, algo avergonzados por estar cara a cara con el extraño al que se habían mostrado en sus aspectos más íntimos, y fueron a tomar un café juntos, y a charlar esta vez en persona. Así comenzó el noviazgo; de esto hacía ya más de seis meses, y Adrián ya tenía permiso de entrada en casa de Mayra.
Esa tarde estaban ambos, como dije, en la habitación de ella. Toda la familia de Mayra, esto es, padre, madre y hermano mayor, había salido, así que la casa era sólo para la pareja. Habían comido, habían mirado una película, habían mirado juntos videos porno en internet, como les gustaba hacer cada vez que podían, y ahora estaban en plena sesión fotográfica. Tanto a Mayra como a Adrián los calentaba sobremanera sacarse fotos en plena actividad sexual. Se calentaban mientras las tomaban, se calentaban luego al mirarlas juntos, y se calentaban mucho más al publicarlas en una página web dedicada al porno amateur y al leer los comentarios lujuriosos de los internautas.
Adrián estaba, cámara en mano, arrodillado en el suelo al borde de la cama, mientras Mayra, sólo con unas cortitas medias de algodón, posaba en cuatro patas, con las piernas separadas, y pasando un brazo por debajo de su entrepierna, con cuya mano metía un tubo de desodorante en su concha. Adrián tomaba fotos, enfermo de excitación, y ella sacaba lentamente el pomo, dejando ver lo empapado que había quedado, para nuevamente meterlo hasta el fondo. Desde que había descubierto la masturbación, en su temprana adolescencia, Mayra adoraba esos desodorantes femeninos cuya forma le permitía encajarlos en su vagina y cabalgarlos hasta acabar como una loca.
Cada tanto Adrián bajaba la cámara, se tomaba un respiro, pasaba la lengua por la vulva de Mayra, como para no desaprovechar el flujo blanquecino que se le escurría a ella en medio de su excitación, y luego seguía disparando, desde diferentes ángulos, imaginando los comentarios que sus imágenes iban a generar en el público de la web, imaginando cómo cientos de tipos desconocidos iban a pajearse mirando la entrepierna de su novia, mirando en primer plano esos agujeritos divinos que sólo él podía tocar, saborear y penetrar.
En cuestión de media hora, la cámara quedó en segundo plano y Adrián quiso pasar a ser también protagonista de la historia. De a poco se había trepado a la cama y sus manos habían empezado a recorrer la anatomía de Mayra, y a estimular donde él sabía que a su novia la ponía más cachonda. A la muchachita la ponía loca que su novio le acariciara la espalda, mientras le chupaba suavemente el lóbulo de la oreja. Eso había empezado a hacer Adrián, provocando que Mayra gimiera como una gatita en celo y, aún en cuatro patas, levantara la colita al cielo pidiendo más caricias. Adrián pasaba su mano entre las nalgas de ella, se detenía en su ano y jugaba un poquito con un dedo ahí. Mayra buscó entre las piernas de Adrián, bajó un poquito el elástico de su bóxer y liberó la verga dura y babeante que anhelaba atención. Empezó a pajearlo suavemente y a pasar la lengua por la puntita de su cabeza, pero pronto no pudo contenerse más y se la metió entera en la boca. Empezó una mamada salvaje, mientras el muchacho se acomodaba hasta quedar tendido de espaldas sobre la cama. Mayra quedó a cuatro patas, con las piernas abiertas, el culo bien arriba, y chupando frenéticamente el palo de su novio. Así siguieron un buen rato, mientras Adrián le decía cosas sucias a su novia, cosas que sabía que a ella le gustaban. Le susurraba:
-Dale putita, comete la verga de tu macho, trolita chupapija… - Y ella sólo respondía con un ronco gemido de calentura e intensificaba la chupada.
En determinado momento, en medio del embotamiento causado por el placer, Adrián pudo ver, casi espantado, que justo un par de metros detrás del culo de Mayra, la puerta de la habitación se abría muy despacio. No pudo reaccionar; estaba atontado por el placer de la chupada que estaba recibiendo, y el terror de ver la puerta abriéndose terminó de paralizarlo.
Vio cómo la puerta se abrió unos centímetros más, lentamente y sin hacer ruido, y luego apareció asomando detrás el rostro de Héctor, el papá de Mayra. Evidentemente había llegado a la casa, ellos no habían escuchado la puerta, pero Héctor sí había escuchado los gemidos en la habitación de su hija y se había acercado a ver qué pasaba.
Héctor era un tipo de unos cuarenta y cinco años, delgado, con quien Adrián guardaba una buena relación. Desde el principio habían desconfiado el uno del otro y se habían tratado con un respeto receloso, pero con el correr de los meses ambos habían logrado una relación cordial y se trataban con confianza, casi como iguales. Cabe decir que la edad de Adrián estaba más cercana a la de Héctor que a la de Mayra…
El tema es que, en una de sus charlas vía chat antes de conocerse, en un momento de calentura extrema, Adrián había deslizado la fantasía del incesto con su hermana, y Mayra, lejos de escandalizarse, se había mostrado muy excitada por el tema, y posteriormente había reconocido sus propias fantasías incestuosas, que involucraban a su hermano mayor… y a su padre.
Adrián se convirtió en un espectador mudo de la entrada de Héctor a la habitación, en plena faena sexual. Quedó sorprendido de la falta de reacción del padre de la chica, que había dado dos pasos dentro del cuarto, sin despegar su mirada del fantástico culo de su hija. Adrián imaginaba la vista que el hombre tendría de su hija. Muchas veces la había disfrutado él mismo, cuando estando en algún hotel podía mirar a su novia desde atrás, mientras ella le dedicaba una chupada, gracias a algún espejo colocado para ese fin. Él sabía que esa vista era irresistible. Sabía que en ese momento Héctor estaría viendo las nalgas de su hija levantadas, algo separadas, el ano delicado en medio, y por debajo vería asomar los labios mayores de la concha, abiertos, y los labios menores entre ellos, mojados e hinchados. Esta situación hizo a Adrián excitarse aún más, si eso era posible. Silenciosamente le hizo señas a su suegro de que se acercara, ya no le importaba traspasar todas las barreras en la búsqueda del máximo placer.
Héctor no dudó en acercarse más, hipnotizado por la vista que tenía de su hermosa hijita. Mientras caminaba silenciosamente fue desabrochando su pantalón y Adrián vio cómo sacaba una verga enorme en proceso de erección. Héctor se quedó de pie, mirando la concha de su hija y acariciándose lentamente la verga. Entonces Adrián le hizo otra seña para que avanzara. Dado que Héctor ya estaba a escasos centímetros de Mayra, el significado de la seña sólo podía ser uno: que diera rienda suelta a sus deseos con su propia hija. Adrián sujetó a Mayra por la cabeza, como empujándola contra su pija, gesto que ella entendió como que su novio estaba a punto de eyacular, por lo que se hundió más la pija en la boca y succionó con más fuerza. En ese momento, con la chica sujeta por su novio, el padre se arrodilló en el suelo y tomó las nalgas de su hija con ambas manos, abriéndolas aún más.
Mayra sufrió un tremendo sobresalto al sentir las manos en su culo, y quiso incorporarse para mirar quién estaba tocándola de esa forma. Pero Adrián, prevenido, la sujetó con más fuerza y no le permitió levantar la cabeza. Inmediatamente Héctor hundió su cara entre las nalgas de su hija, y se escucharon los gritos de miedo de Mayra, ahogados por la verga palpitante de su novio, que le ocupaba toda la boca. Adrián quiso tranquilizarla, aunque la movida era riesgosa; todo podría terminar de la peor manera. Sin embargo, no podía dejar que su novia siguiera aterrorizada sin saber qué sucedía. Acercó su boca al oído de la chica y le dijo:
- Tranquila putita, es tu papito el que te está lamiendo el orto…
Mayra se quedó paralizada una fracción de segundo, luego quiso incorporarse nuevamente, esta vez con más violencia, pero Adrián la sujetó fuerte y no se lo permitió. Entonces, en cuestión de pocos segundos, la jovencita comprendió lo que estaba sucediendo, se hizo la imagen mental de su novio entregándole la pija para chupar y su propio padre, detrás, lamiéndola a ella, y esa imagen la volvió loca de calentura. De inmediato levantó más el culo y separó más las piernas, y sin parar de emitir gemidos ahogados chupó la pija de su novio con más desesperación que nunca. Era la primera vez que gozaba de dos hombres al mismo tiempo, y el hecho de que uno de ellas fuera su propio padre la elevaba a un nivel de calentura que nunca había experimentado. Héctor ya había pasado la lengua por el ano de su hija miles de veces en unos pocos minutos, y ahora había bajado un poco, para probar los jugos vaginales que la chica derramaba sin parar. Metía la lengua lo más profundo que podía en la concha de su hija, luego la sacaba, masajeaba el clítoris y volvía a repetir la operación. Luego de unos minutos en ese plan, desesperado por más, el hombre se levantó del suelo, y al pararse, Adrián pudo ver que la verga de su suegro era realmente imponente. Era de un largo algo superior a la media, pero muy gruesa; estaba completamente parada, y el glande brillaba debido al líquido pre seminal que lo bañaba.
Adrián se sorprendió al encontrar esa imagen excitante. Descubrió que, más allá de la situación inverosímil, la vista de esa tremenda pija a punto de penetrar a su novia lo excitaba por sí misma. Acercó nuevamente la boca al oído de su novia y le susurró:
- Ahora tu papá te va a meter la pija hasta el fondo, ¿Querés, putita reventada?
Mayra se sacó la pija de su novio de la boca por primera vez en casi veinte minutos y respondió, jadeante:
- Sí, la quiero toda, quiero que me rompa la concha con su verga…
Al escuchar esto, Héctor quedó enceguecido de excitación y arremetió sin compasión contra la vagina de su hija. La penetró de un solo empujón, causándole dolor y placer al mismo tiempo. Mayra gritó una vez, y luego su grito se convirtió en gemido de placer. Su padre la bombeaba lentamente. Metía su pija entera y la retiraba casi hasta sacarla toda, para empujar nuevamente hasta el fondo, una y otra vez. Adrián estaba hipnotizado por la situación y por la imagen de su suegro montando a su propia hija. Pero necesitaba ver en primer plano esa monumental verga horadando la conchita de su novia. Se giró levemente, para permitir a Mayra que siguiera chupando y poder tener una vista lateral de la pija de su suegro y la concha de su noviecita. Apenas vio la verga de Héctor, no pudo resistir la tentación. Estiró la mano hacia ella, y en el momento en que salía de la juvenil concha, la tomó con la mano entera. Héctor lo dejó hacer; Adrián, sin soltar la verga de su suegro, la guió nuevamente hacia los labios abiertos de la concha de Mayra, y la introdujo mirando muy atentamente cómo ese trozo de carne se hundía en la vagina. Al salir la pija repitió la operación. A la tercera vez, esperó un poco antes de guiar nuevamente la verga hacia adentro. Se dio cuenta de que le gustaba sostener esa pija en su mano, y cediendo a un súbito impulso, empezó a pajear lentamente a su suegro. Su mano resbalaba por el tronco de esa pija, que estaba empapada por los fluidos vaginales de Mayra. Llevaba los dedos rítmicamente hacia la raíz y luego a la punta del pene, y Héctor no podía creer lo que veía y lo que sentía. En medio de su estupor, se dirigió por primera vez a su hija y le dijo:
- No sabés qué buena paja me está haciendo tu novio, May…
Mayra, que había pensado que esa tarde ya no podía depararle más sorpresas ni más placer, dejó la verga de Adrián y giró la cabeza. Vio a su padre, de pie, desnudo de la cintura hacia abajo, mirándola con una cara de excitación que ella no le conocía hasta ese momento. Sobre la cama estaba Adrián, extasiado con la mirada clavada en la verga de su suegro, y masturbándolo sin parar. Mayra creyó que se iba a desmayar de la excitación. De hecho, sintió un mareo que por un instante la desconectó, para luego volver y darse cuenta de que lo que estaba viendo era real. Se sentó en la cama y empezó a masturbarse mientras miraba la escena. Héctor miraba maravillado cómo los deditos de su hija se hundían rítmicamente en esa suave y completamente depilada conchita. Adrián alternaba su mirada entre su novia y su suegro. La vio extremadamente caliente al observar la escena, y le preguntó:
¿Te calienta cómo le agarro la pija a tu papá? ¿Te gusta que lo pajee delante tuyo?
Me vuelve loca, hijo de puta. – Fue la respuesta ronca de Mayra.
Entonces Adrián, que sentía ganas desde hacía un rato y tenía ahora un incentivo mayor en la calentura de su novia, se acercó a su suegro y sin pensarlo dos veces se metió la verga en la boca. Era la primera vez que hacía algo así. Jamás había fantaseado siquiera con algo como eso, pero el calor del momento lo llevó y no pudo ni quiso evitarlo. Empezó a chupar como tantas veces había visto hacerlo a su noviecita y a otras mujeres; se metía la pija en la boca todo lo que podía y luego la sacaba lentamente, succionando. Notó en esa verga el sabor inconfundible de la concha de Mayra, lo que lo excitó aún más, y se dio cuenta de que la sensación de chupar una verga le gustaba. Al menos en ese momento, en esa situación, le gustaba. Lo siguió haciendo, mientras escuchaba que su suegro comenzaba a gemir. Miró de reojo a Mayra. La chica estaba desencajada, con una expresión de descontrol en el rostro, masturbándose de la manera más violenta que él había visto jamás. En ese momento Héctor anunció que estaba a punto de acabar. En medio segundo Adrián se dio cuenta de qué era lo que debía hacer. Dejó el miembro de su suegro y se paró en la cama, invitando a Héctor a hacer lo mismo. Se paró junto a Mayra y empezó a masturbarse rápidamente. Héctor lo imitó, entendiendo el plan, posicionándose al otro lado de Mayra y comenzando también a masturbarse.
Sin dejar de meter sus dedos en su concha, Mayra vio en primer plano las dos vergas amadas y abrió la boca. Los dos hombres acercaron más sus miembros, apuntando a la boca abierta, y aceleraron sus movimientos masturbatorios. Unos pocos segundos después, la pija de Héctor comenzó a disparar chorros calientes de semen espeso, que dieron sobre la cara de Mayra, dentro de su boca y sobre sus tetas. Adrián empezó a eyacular enseguida, estimulado por esa escena, y mientras Héctor seguía derramando esperma sobre su hija, él también empezó a regar a su novia con su leche ardiente. Casi todos sus chorros fueron a parar dentro de la boca de Mayra, que juntó toda la leche que pudo en su boca, la mostró brevemente a sus amantes y luego la tragó. La muchachita había acabado como nunca antes, mientras sus machos la bañaban en leche, y debajo de su concha, en su sábana blanca, había quedado un gran lamparón de flujo vaginal tibio, producto del mejor orgasmo de su joven vida.
Los tres amantes se tendieron brevemente en la cama, aunque Héctor se levantó en un par de minutos y se fue, sin mirar atrás, sin decir palabra, y cerrando la puerta. Adrián se quedó pensando si esa experiencia habría arruinado para siempre su relación con su suegro y, sobre todo, con su joven novia. Lo que no sabía aún, era que la experiencia había despertado deseos reprimidos en los tres, y que ese sólo sería el comienzo de las aventuras sexuales más descontroladas que tendría en su vida.
FIN