Mayo... mes de trajeados
Un año más, por estas fechas, en España se celebran las graduaciones de los alumnos que se marchan a la Universidad. ¿Que nos deparará este día de fiesta?
Viernes de mayo, día de graduaciones y, aunque yo ya llevo dos años de carrera, siempre es bueno volver a tu viejo centro escolar y aprovechar para ver el acto antes de una noche de copas. Llamé al ascensor y, por sorpresa encontré a mi vecino del quinto. Se llama Martín y tiene 18 años, tiene buen cuerpo, es relativamente alto y es guapo de cara, con barba. En resumen, siempre me ha llamado la atención y de vez en cuando me hacía alguna paja con sus fotos. De hecho, un día mirando su cuenta de Instagram se me escapó un me gusta a una foto en la playa que había subido hacía dos meses. A partir de ahí no me lo crucé más y daba gracias, porque me podía morir de la vergüenza. Volviendo a la situación actual, ahí estaba Martín, al que veía por primera vez después de mi error. Entré en el ascensor, ahí estaba, en traje listo para graduarse y con unos zapatos negros preciosos y que daban ganas de lamer, siempre he sido yo muy fan de los tíos en traje con unos buenos zapatos. Al entrar Martín saludó educadamente y cogió su móvil, mientras escribía se reía disimuladamente y yo agaché la cabeza porque estaba bien seguro de que se estaba riendo de lo que había pasado dos meses atrás. Salimos del ascensor y cada uno se fue por su lado.
Llegué al instituto, un par de saludos, de miradas a cada cerdito que había en traje (que me ponían realmente cachondo) y tomé asiento con mi amiga Lucía. Acabó el acto y nos reunimos con un par de amigos más, eran las nueve nos fuimos de cena y por la noche de copas, con un centro de la ciudad lleno de niños de 18 años con su vestimenta elegante. A las cinco de la mañana me encontraba cansado y con bajón de tanto alcohol y me fui a casa.
Giré a la izquierda y llegué a mi calle, al fondo mi portal. En esto, en la acera contraria, en la misma dirección que yo, Martín. Otra vez a morir de vergüenza, aunque no tanta, porque mi vecino venía borracho perdido. Lo esperé en el portal con la puerta abierta y me dio las gracias en un tono bajo y con unos ojos que casi venían cerrados. En esto, mientras esperabamos el ascensor, inició con fuerza nuestra conversación:
-Qué, te gustó la foto en bañador? -mientras se reía-.
Yo no sabía donde meterme, y respondí que no había sido yo, que fue una amiga que me cogió el móvil porque quería saber quien era mi vecino.
-Ah, bueno -me repondió- y quién es tu amiga que si me gusta me la follo.
Entramos en el ascenor y pulse el botón del cuarto y el del quinto. Mientras me tocaba responder: "pff... no tío no te lo puedo decir" inventé. Pero no sabía que con esta respuesta se iba a inciar lo mejor del día.
-Ya, pues no te creo, pero no te preocupes...
Nada más acabar la frase, Martín al que tenía delante en traje y zapatos, me agarró los huevos y me empezó a comer la boca. "Tengo una llave del desván, vamos arriba que te voy a reventar el culo, cerdo". Yo no dudé y acepté. Mientras subíamos las escaleras reglamentarias para llegar al desván, Martín iba cuatro o cinco escalones por encima así que decidí agarrarle del culo y frenarle y aproveché para pasarle una lengua a sus zapatos, mientras el me decía "te ponen eh, pues ya verás mi rabo". Llegamos, abrió la puerta y entramos en un espacio muy bien aprovechado, una tele una consola y un sofá. Cerró la puerta y me tiró contra el sofá. Me quería romper el culo. Me senté con normalidad y se pueso delante de mi. Se fue quitando la americana y desabrochandose la camisa, mientras yo le acariciaba los abdominales con mis manos. Lo único que dejó fue la corbata, y lo aproveché para tirar de su cabeza y comerle la boca. Cuando se separó me dijo tajante: "comeme toda la polla". Dicho esto, le quité el cinturón, desabroché el botón y bajé la cremallera. Él se quitó los pantalones pero dejó los zapatos puestos en sus pies. Se quedó con una corbata, unos zapatos y un boxer rojo que marcaba una polla tremendamente empalmada, así que comencé por meterme en la boca el bulto del calzoncillo. Un minuto después, bajé de golpe el boxer y econtré una rica polla de 17 cm, cerrada, que fui dejando al aire su capullo poco a poco.
Empecé por comerle los huevos y ojalá os pueda hacer sentir como gemía, cierto es que borracho se goza más. Con su glande descubierto empecé a lamerle despacito la punta hasta metermela entera en la boca, y comencé con el mete-saca. El me decía "no pares puta", mientras resoplaba y se le escapaban gemidos. Pero el decidió tomar la iniciatiba, subio una pierna al sofá y mantuvo la otra en el suelo, me puso una mano en su zapato para que lo acariciase, me puso otra sobre su cacha y me cogió la cabeza y la empezó a mover hacia delante y hacia atras para gozar de una rica mamada. Cuando me la metía hasta la garganta, miraba al techo y gozaba, y yo no hacía otra cosa en esos momentos que agarrarle mas fuerte su culo blandito y su zapato de traje. De repente paró, me mandó levantar y desnudarme y se sentó él en el sofá. Yo dejé mis 16 cm al aire y el me agarró la polla y me empezó a hacer una paja, poco tiempo, puesto que me la empezó a chupar y cómo de bien, vaya un minuto de mamada, porque dijo que más no, que aquí mandaba el. Se levantó y de los cajones del mueble que mantenía la televisión, sacó unas esposas y un condón. Me puso las manos en la espalda y procedió a esposarme y me tiró de rodillas en el sofá. Me abrió bien el culo y me empezó a lamer el ojete. -Te vas a enterar-, escuché. Se puso el condón y empezó a embestirme como una bestia... "Como te gusta puta, como te gusta, cerdo", mientras yo gemía de placer por tener sus 17 centimetros dentro de mi culo. Bajó el ritmo de meter y sacar, habiendo un momento en el que me la dejó entera dentro y me empezó a dar cachetadas, "has sido un chico malo con ese me gusta en Instagram y estás pagando por ello, malo". Sacó su polla, me levantó me puso contra la pared y me folló de pie, con un ritmo precioso de embestidas.
Pasados unos cinco minutos, me giró y me arrodilló, mientras me ordenaba quitarle el condón con la boca y yo me corría solo, con las manos esposadas, y el se reía. Cuando conseguí sacarle la gomita no tardó no medio minuto en crrerse en mi cara mientras se la meneaba. Toda la lefa me manchó y el gemía con semejante orgasmo. Mientras terminaba de gozar me mandaba lamerle los zapatos. Poco después, ya bien desempalmados los dos me quitó las esposas y me empezó a besar los labios lentamente.
Me lamió la oreja y susurró: "cuando quieras estoy en el quinto y tengo un bonito desván".