May we meet again VI
Fan fiction basado en la serie Fear the walking dead con Alicia Clark y Elyza Lex.
Sebastián, Chris, Travis y Nick habían empezado a excavar un enorme hoyo afuera de la posada con un juego de palas que habían encontrado en el armario de donde había salido la niña. Les parecía demasiado bizarro tener que meter todos los cadáveres en una fosa común, pero no se podían dar el lujo de hacer un entierro personalizado a cada uno. Estaban abrigados completamente y aun así titiritaban de frío. Paleaban con fuerza intentando emitir calor de esa forma. Dentro de la posada Madison, Blanca y Alicia apilaban los cuerpos en la entrada principal, era más trabajo, pero no podían esperar que la fosa estuviese lista y dejar los cuerpos regados por toda la casa. Elyza caminaba de un lado a otro intentando ayudar pero Alicia no la dejaba.
– Me siento completamente inútil – dijo Elyza persiguiendo a Alicia a cualquier parte que iba.
– Si no cuidas tu brazo, nunca se va a mejorar – dijo como si se tratase de una niña.
Elyza resopló mirándose el brazo envuelta en una venda que a su vez rodeaba su cuello para sostenerlo. Echó un ojo a Jaden, el chico estaba acomodando las maletas y las provisiones que había bajado de las camionetas. Habían perdido parte de sus suministros cuando tuvieron que salir corriendo de la pequeña casa donde estaban, pero al menos tenían suficiente comida para un par de meses.
– Jaden – lo llamó – ¿Sabes usar un arma? – el chico negó con la cabeza.
– No vayas a enseñarle a disparar al niño – intervino Alicia llegando junto a ella.
– ¿Disculpa? – Dijo Elyza incrédula – tiene que aprender, es un requisito para esta realidad.
– ¿Podemos hablar sobre cómo vamos a educar a Jaden luego? – preguntó.
– Siento que nos casamos, tuvimos un hijo y no me enteré – dijo entre risas, Alicia levantó una ceja de forma sugerente y, por primera vez, Elyza se sonrojó completamente. Jaden pasaba su mirada de una a la otra y ocultaba una sonrisa.
Alicia se alejó para tomar otro cadáver de los tobillos y sacarlo. Tenía una extraña sonrisa en el rostro, a pesar del trabajo sucio que estaba haciendo, pero miró a Elyza y asintió vencida.
– ¡Bien! – Dijo Elyza victoriosa – nos han dado permiso, vamos afuera.
Elyza le enseñó cómo disparar la colt, le explicó el funcionamiento del seguro y cómo cargar la munición. Le explicó el funcionamiento del rifle, cómo apuntar y cómo soportar la fuerza del disparo, pero no lo dejó disparar. Le enseñó algunas técnicas de defensa, lo que fue complicado por su brazo. Le explicó algunas curiosidades sobre los caminantes y Jaden asentía absorbiendo todo lo que le enseñaban.
Una vez que sacaron todos los cuerpos y los enterraron en la fosa, lo que le tomó varias horas, se sentaron todos cerca de la chimenea para comer.
Elyza se había sentado junto a Sebastián y le susurraba frenética algo. Alicia la miraba desde el otro lado, junto a Jaden.
– Debemos volver – le dijo la rubia – probablemente sigan algunas de nuestras cosas ahí.
– Si no se llevaron ellos nuestras cosas, probablemente lo habrán hecho otros – dijo Sebastián apacible.
– No perdemos nada yendo a ver – dijo y el hombre la miró con cara de cansancio – déjame ir a mí, entonces – Sebastián miró su brazo vendado y negó con la cabeza.
– ¿Qué tanto quieres ir a ver? ¿Tenías alguna cosa importante? – preguntó con curiosidad.
Elyza negó con la cabeza, notoriamente fastidiada – Dejamos mucha comida y agua, que obviamente necesitaremos.
La rubia no se había detenido a pensar en lo que había hecho en ese lugar, haber asesinado a Ka había hecho mella en ella, pero intentaba ignorarlo. Ka había matado a mucha gente inocente, se lo merecía. Aun así, su mente le jugaba malas pasadas, cuando Alicia la encontraba con la mirada perdida en cualquier parte. Ella no era una asesina, pero Ka siempre martilleaba en su cerebro, que incluso después de haber muerto, aún la atormentaba.
Sebastián estacionó el auto en la pequeña casa y ambos bajaron atentos a cualquier sonido extraño. Se acercaron a la parte trasera de la casa y ahí estaba la camioneta totalmente intacta. Desde el otro extremo se veían los camiones, esos sí habían sido saqueados. Lo que les extrañó porque hubiese sido mucho más sencillo llevarse las cosas del auto. Caminaron hacia el otro lado y descubrieron la razón. Las compuertas del camión estaban abiertas de par en par y dentro de él un grupo de caminantes estaban perdidos.
Cómo se subieron ahí, no tenían idea. Apuntaron y dispararon, con el silenciador, para no atraer ni a vivos ni a muertos. Eran un grupo de muchachos adolescentes, todos cayeron al suelo con un golpe seco.
En el extremo donde estaban los autos de los saqueadores había más cuerpos en el suelo y Elyza pudo ver a Ka en la misma posición donde lo había dejado, cuando le quitó la vida. Sintió arcadas y desvió la vista.
Probablemente los saqueadores se concentraron en abrir el camión primero a golpes y disparos, tal vez pensaron que había más comida y agua, y en su distracción olvidaron que el ruido atrae a esos monstruos y fue demasiado tarde cuando se dieron cuenta de que estaban rodeados. No parecía haber indicios de sobrevivientes y, si en algún momento hubo, ya no lo eran más.
Sebastián sacó las llaves de su bolsillo y se dirigió a la camioneta.
– Debe haber más de esas cosas cerca – murmuró Elyza.
– Será mejor ir andando ya.
Elyza caminó despacio hacia el jeep marrón y se acercó al cuerpo sin vida de Ka. Empezó a sentir arcadas de nuevo, pero permaneció ahí. La piel del chico estaba completamente blanca con algunos puntos morados. Vio en sus manos el cuchillo que le había dejado en la escalera. Se preguntó dónde estaría Trevor, miró hacia los cuerpos en el suelo pero no reconoció ninguno de los rostros. Pensó que tal vez Ka lo había dejado morir en la mansión, ya que no podía caminar. Miró con asco a Ka, eso hubiese sido algo típico de él y, en ese momento, se arrepintió de no haberlo matado en ese entonces. Apretó su puño y golpeó la puerta del jeep, con enojo. Empezó a gritar histérica y golpeó varias veces el auto, hasta que cayó de rodillas al suelo.
Sebastián se acercó a ella, pero se quedó a una distancia prudente. Elyza empezó a llorar y a maldecir.
A su alrededor se aglomeraba una masa considerable de caminantes. Esta vez Sebastián se acercó y la tomó de los hombros, ayudándola a ponerse de pie, la abrazó con fuerza y le susurró que todo iba a estar bien. Caminaron hacia la camioneta y se fueron de ese lugar para siempre, dejando atrás a un montón de caminantes hambrientos y desorientados.
– A veces hay que tomar la justicia por nuestras propias manos, aunque no nos corresponda, evitaste que ese chico siguiera asesinando personas. Y estoy seguro de que tú no asesinarás a nadie más.
Habían pasado varias semanas desde ese suceso. Elyza estaba sentada en un enorme muro de bloque de unos tres metros de alto. Balanceaba sus pies mientras recargaba su rifle. Del lado izquierdo tenía seis latas de Heineken que había encontrado en un bodegón días atrás. Del lado derecho tenía un pequeño radio de pilas y escuchaba Lady Marmalade. Debajo de ella una horda de caminantes la miraban expectante, alzando sus brazos y gruñendo, era aterrador. Sentía las uñas raspar las suelas de sus botas, pero ella solo estaba sentada allí, cantando y tomando cerveza.
Apuntaba y disparaba cuando veía que alguno se distraía y caminaba hacia otro sitio. Del otro lado del muro salía Blanca de uno de los autos.
– ¿Pero qué crees que estás haciendo? – le gritó subiendo por los muros y sentándose al lado de Elyza.
La rubia señaló a tres siluetas que salían y entraban de un supermercado.
– Mantengo ocupados a estas preciosidades para que los demás puedan buscar suministros, lo que sabrías si no pasaras gran parte del día durmiendo – le dijo tomando otro sorbo.
– Las guardias de la noche me tienen exhausta – se quejó.
– Nadie te obliga, habla con Chris o Nick y cambia turnos – la rubia le tendió una lata y ella la tomó.
A lo lejos vio a Alicia cargando una caja llena de botellas de agua mineral.
– ¡Te quiero, princesa! – le gritó la rubia un poco ebria, levantando la lata en señal de brindis.
Alicia sonrió y negó con la cabeza lanzándole un beso. Elyza terminó la lata y la lanzó a la multitud que tenía bajo sus pies. Los caminantes gruñeron frenéticos y la rubia reía con ganas. Llamó a Jaden y le dio su arma corta para que practicara su puntería.
– Vamos cariño, son todos tuyos – le dijo con la voz pegajosa.
El ambiente se llenó de las canciones de Black Eyed Peas y los disparos secos de Jaden, seguido de gritos eufóricos de Elyza y Blanca.
– Están completamente locas – dijo Madison viendo a las chicas junto a Jaden.
– Me gusta verla así de feliz – dijo Alicia distraída viendo como celebraba cuando Jaden acertaba una bala – no es muy común verla tan relajada.
Se metieron al auto y salieron de la zona. El rugido del motor y los neumáticos en el asfalto alertó a una docena de caminantes, pero ya daba igual si se iban o no, ya habían terminado su búsqueda. Los chicos se bajaron del muro hacia el otro lado, fueron hasta la camioneta y se marcharon.
Aún tenían pendiente registrar el hospital, pero cada vez les parecía más una misión suicida que una búsqueda regular de suministros. Ese lugar debía estar infestado de arriba a abajo, pero los medicamentos empezaban a escasear.
– Debe haber alguna farmacia cerca – dijo Chris mirando el mapa sobre la mesa de madera en medio de la sala.
– Lo más probable, pero hay más posibilidad de que estén ya saqueadas, porque nadie en su sano juicio entraría al hospital – comentó Travis.
– Creo que es preferible cerciorarse, posiblemente haya quedado algo – dijo Elyza, la chica estaba cruzada de brazos en el umbral cercano a la mesa.
– El hospital será nuestro último recurso – dijo Chris – hasta que las plantas medicinales de Blanca retoñen – agregó riendo.
Blanca lo miró desde el mesón de la recepción con el ceño fruncido – es mejor que nada – espetó – ustedes envenenen sus organismos con esos productos químicos, yo esperaré por mis plantas.
Esa semana optaron por cambiar los turnos, generalmente, los que permanecían despiertos durante la noche eran Blanca, Travis, Madison, Nick y Alicia. Y los demás se encargaban de la búsqueda de suministros durante el día. De vez en cuando Alicia acompañaba a la rubia en la búsqueda, pero cuando se trataba de lugares nuevos eran Sebastián, Elyza y Chris quienes iban. Jaden y Nick se encargaban de la vigilancia durante el día.
El clima había subido con los días, alcanzando unos 20ºC al mediodía, por lo que las búsquedas se hacían más sencillas. El exceso de abrigos les dificultaba el movimiento y, para su mala suerte, a los caminantes no parecía afectarles el cambio. A pesar de que se habían encargado personalmente de establecer una zona segura alrededor de la posada, de vez en cuando aparecían algunos caminantes desorientados. Temieron que alguien más los estuviese desviando.
Elyza había visto, más de una vez, a Alicia escabullirse fuera del muro para enfrentar a aquellos seres, con la navaja mariposa que le había obsequiado. La morena había mejorado muchísimo, a veces incluso se plantaba frente a tres o más y con una habilidad que recién Elyza le descubría, los aniquilaba a todos ella sola.
La rubia salió a la parte trasera de la posada. Fuera del muro quedaba una explanada cubierta de nieve que empezaba a derretirse y luego estaba un bosque de pinos precioso. Más allá del bosque solo había montañas enormes, no había viviendas ni carreteras.
Elyza se mantuvo a una distancia prudente de Alicia, que estaba distraída jugando con su cuchillo y caminando de un lado a otro. La rubia tomó un poco de nieve, hizo una bola y la lanzó, riendo a carcajadas cuando Alicia giró enojada.
La morena se agachó, esquivando otra bola de nieve y lanzándole una a Elyza. La rubia se empezó a reír y corrió a perseguirla, haciendo que Alicia corriera lejos de ella.
Corrieron hacia el bosque y Alicia se escondió entre los enormes troncos de los pinos.
– Alicia, no te escondas de mí – dijo la rubia en voz alta – ¿estamos jugando a las escondidas? ¿En serio?
– Encuéntrame – le pidió divertida.
La última vez que Alicia había jugado con la nieve, fue en una navidad cuando tenía doce años. Se esforzaba más por hacer bolas de nieve perfectas que terminaba empapada de los pies a la cabeza, pero ni una sola vez se había sentido como en ese instante. Elyza se había perdido entre los árboles buscándola, podía ver su melena rubia yendo de un lado a otro y por un momento olvidó todo el caos que las rodeaba, como si ese bosque no se hubiera enterado nunca que el fin del mundo ya había llegado.
Se acercó sigilosamente hacia ella y de un salto la abrazó, haciéndola caer al suelo. Elyza se dio la vuelta entre risas y se quedó un rato allí, con Alicia sobre ella riendo.
– Se supone que era yo la que tenía que encontrarte.
– Estabas tardando mucho – dijo Alicia cerrando el espacio entre ellas y dándole un beso.
Con los besos de Alicia, Elyza lograba recordar las vistas desde su celda. Era la única que tenía una ventana en prisión. Durante las noches frías, se asomaba por encima de la litera, agarrándose fuerte de los barrotes para no caerse y ver la luna brillante afuera. A veces el cielo se llenaba de estrellas y la rubia miraba cada una fijamente para saber si estas se movían o no. Siempre se movían, pero no realmente. De vuelta a la realidad, tenía la misma sensación de alegría mezclada con algo más que no lograba descifrar, pero lo sintió parecido a cuando a un niño le regalan el juguete que tanto quería. Alicia no era un juguete, por supuesto, pero sentía la misma gloria o algo parecido. El peso del cuerpo de la morena sobre ella provocaba una especie de tornado en sí misma y cuando la pierna de Alicia se situó en medio de sus piernas y presionó, Elyza creyó ver las estrellas, quizás hasta una constelación entera, no pudo contener el gemido y Alicia sonrió mirándola a los ojos. Estaba totalmente perdida. No podía coordinar sus pensamientos, solo escuchaba el martilleo de su propio corazón y como Alicia volvía a devorarle los labios.
De no ser por el frío nada ni nadie las hubiese podido detener. Las ramas rotas no alertaron a Elyza. Ella estaba desorientada y confundida cuando Alicia se detuvo y se levantó de inmediato, halándola del abrigo para que se pusiera de pie. Detrás de ella un caminante se acercaba a toda prisa, rozándole la nunca y poniéndole los pelos de punta a la rubia. Alicia se puso frente a ella y con la navaja en mano le atravesó el cráneo al No muerto, empujándolo con la palma de la mano para sacar su cuchillo y dejarlo caer.
– Eso estuvo cerca – dijo Alicia intentando controlar su respiración.
Elyza estaba confundida, miraba el cadáver y luego a Alicia.
– ¿Estás bien? – le preguntó la morena tomando su brazo. Elyza asintió, su pecho subía y bajaba con rapidez.
– Mejor nos vamos – dijo la rubia aun sin entender bien qué era lo que le estaba pasando.
Había perdido totalmente la noción del tiempo y del espacio. Miraba de reojo a Alicia, tenía las mejillas rojas, igual que su nariz, apretó su mano varias veces, como si de esa forma transmitiera alguna clase de mensaje.
Alicia abrió la puerta trasera, sacudió sus botas para no mojar el suelo adentro y le dijo a Elyza que iría a ducharse, le dio un beso corto y se alejó.
La rubia se dirigió a su habitación, la que había elegido para ella. Fue directo al baño con la idea de darse una ducha también, mientras llenaba la bañera con el agua que calentaban a diario y que tenían gracias a la nieve. Se desvistió e intentó relajarse en el agua caliente. Recordó a Alicia sobre ella, su pierna entre las suyas y el calor atravesó su vientre, abrió los ojos sobresaltada notando sus manos en su entrepierna. Definitivamente, la chica la había trastornado por completo. Se mordió los labios cediendo al placer, echó el pestillo en la puerta y cerró los ojos tocándose mientras pensaba en Alicia. Eso sí que era totalmente nuevo para ella.
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