May we meet again V
Fan fiction basado en la serie Fear the walking dead con Alicia Clark y Elyza Lex.
La luna se asomaba entre algunas escasas nubes y alumbraba imponente ante la falta de energía eléctrica. Iban en silencio en la camioneta, cada quien absorto en sus pensamientos y cavilaciones. Las montañas eran siluetas negras a lo lejos, la brisa les alborotaba el cabello y aún se sobresaltaban cuando algún caminante aparecía en medio de la carretera, era imposible acostumbrarse a ver la muerte caminando, despreocupados de la soledad que abatía a los vivos.
– No tengo un color favorito – decía Alicia pensativa, respondiendo a la pregunta de Elyza – pero creo que si tuviera que escoger uno, sería el blanco.
– ¿El blanco? ¿En serio? – preguntó incrédula.
– ¿Por qué no?
– Ni siquiera es un color – espetó la rubia.
– Claro que lo es, el blanco queda bien en mí – dijo seria.
– Pff – bufó Elyza – cualquier color queda bien en ti – Alicia sonrió – pero está bien, aceptaré el blanco como “tu color favorito” aunque ni siquiera es un color – dijo para molestarla.
– ¿Y tú qué señorita cromática? – Preguntó – ¿Cuál es tu color favorito?
– Todos los colores son mis favoritos, pero el negro… – dijo haciendo un gesto con sus manos – el negro es, sencillamente, el color que domina mis gustos, aunque últimamente me ha gustado otro color y debo decir que pierdo toda mi cordura en él – agregó con picardía.
– ¿Cuál? – Preguntó Alicia con curiosidad.
– El verde de tus ojos – dijo – bien, eso sonó menos cursi en mi cabeza – y empezó a reír contagiando a Alicia y a Jaden que iba en el asiento trasero.
Les preocupaba el hecho de que, luego de varios días, aún no conseguían ningún sitio donde quedarse. El brazo de Elyza ya había mejorado, por lo que se turnaba con Alicia para conducir, se detenían solo para llenar los tanques de gasolina y descansar. Un día mientras alcanzaban la frontera con Canadá decidieron detenerse en una pequeña casa, era diminuta, por lo que solo se quedarían una noche. Sebastián se veía preocupado y miraba a través de la mirilla del rifle hacia ambos lados de la carretera y hacia las montañas.
– ¿Qué pasa? – le preguntó Elyza acercándose a él.
– No sé si estoy viejo y mis ojos me fallan – dijo – pero creo haber visto reflejos que nos seguían.
Sebastián era el último que venía en uno de los camiones, junto a Blanca, pero la chica pasaba la mayoría del tiempo durmiendo y no se percataba de nada.
– Sabes que es peligroso solo andar por ahí con tantas cosas a la vista – dijo señalando los autos – Elyza asintió – voy a hacer guardia esta noche – dijo.
– Pero, ¿quién va a manejar el camión mañana? – Preguntó la chica – déjame hacer guardia con Nick.
– Ya sabemos cómo terminó eso – dijo Sebastián y Elyza enarcó las cejas.
– Como quieras – dijo la chica dándose la vuelta.
Los chicos revisaron la casa, mientras los demás intentaban mantener ocultas las camionetas y camiones, cosa que era casi imposible.
La casa estaba vacía, había algunas colchonetas en las habitaciones, suficientes para todos. La cocina funcionaba a gas y de inmediato sacaron algunas cosas para cocinar.
– A este paso nos acabaremos toda la comida antes de encontrar un sitio para quedarnos – soltó Nick.
Elyza negó con la cabeza – Canadá es nuestra esperanza, tengo fe en eso.
– La fe hasta ahora no nos ha ayudado mucho – dijo Nick intentando sonar gracioso.
– Nos hemos mantenido vivos – dijo Elyza levantando los hombros – no soy la persona más religiosa del planeta, pero hay que ser agradecidos de vez en cuando, con lo que sea – y señaló al aire – y confiar en que conseguiremos lo que estamos buscando.
– Tiene razón – comentó Chris – no seas tan negativo – le dijo a Nick.
Ya estaba bien entrada la noche cuando lograron quedarse dormidos. Madison dormía junto a Alicia, seguido de Nick. Travis y Chris dormían aparte y Blanca en una esquina, mientras Elyza intentaba conciliar el sueño en otra. Sus ojos solo vislumbraban oscuridad, la luz de la luna ya era lejana e incluso el ruido del viento la alertaba. Escuchaba las botas de Sebastián pisando la grava y luchaba para no ponerse de pie e ir a acompañarlo, más que todo por orgullo.
– Hey – susurró Alicia acostándose a su lado.
– Hey – le dijo girándose hacia ella.
La morena pasó su brazo por la cintura de Elyza y acarició su cadera.
– ¿Problemas para dormir? – preguntó ya sabiendo la respuesta, la rubia asintió y suspiró de cansancio acercándose más a ella para abrazarla.
Alicia llevó su mano por el brazo de Elyza y subió en una caricia hasta su cuello y luego a su cabello, se acercó un poco más rozando sus labios con la frente de la chica y bajó su mano por su espalda, quedándose allí y acariciando con pequeños círculos su espalda baja.
Desde antes de que se desatara el infierno, Elyza tenía graves problemas para dormir. Su mente, simplemente, no podía quedarse quieta. Pensaba en todas las noches que había estado en peligro, se despertaba a mitad de la noche realmente alterada, con lágrimas en los ojos y maldiciendo su suerte. Sin embargo, cuando Alicia se acurrucaba a su lado, cuando acariciaba su cabello o sus manos, o cualquier parte de su cuerpo, la alerta de su cuerpo se apagaba y era capaz de dormir varias seguidas, un buen avance considerando las numerosas noches en vela que había pasado durante gran parte de su vida.
El sonido seco de varios disparos los despertó, cuando Elyza abrió los ojos, somnolienta, estaba completamente desorientada. Veía las figuras borrosas yendo de un lado hacia otro. Alguien la zarandeaba y escuchaba a una chica gritar su nombre a lo lejos.
– ¡Elyza! – Gritó – ¡tenemos que irnos! – Alicia la halaba del brazo para que se pusiera de pie.
Afuera se seguían escuchando varios disparos. Vio a Chris correr hacia una de las camionetas, seguido de Nick y Madison. Alicia se metió en otra camioneta junto a Elyza y Blanca. Veía a lo lejos las sombras borrosas de Travis y Sebastián disparando a una caravana de autos que venían desde la carretera principal, después de todo él tenía razón sobre los reflejos. Elyza sacó dos armas de su bolso y se bajó del auto.
– ¿A dónde crees que vas? – preguntó Alicia agarrándola del brazo con fuerza.
– Hay que ayudarlos – espetó furiosa – salgan a la carretera, nos encontraremos allá.
Alicia la miró preocupada y asintió indecisa.
Elyza corrió hacia donde estaban disparando y empezó a disparar a las llantas de los autos. Vio el jeep marrón y a Ka dentro de él. Se escabulló entre la maleza y apuntó, tragó saliva y sintió sus manos empezar a temblar, pero ya había jodido demasiado su existencia. Haló el gatillo y el chico se inclinó hacia el asiento del copiloto, muerto.
Salió deprisa hacia Travis que estaba oculto entre uno de los muros de la casa y le gritó que había que correr. Eran demasiados y empezaban a llegar más. Ellos junto a Sebastián empezaron a correr hacia la carretera donde los esperaban las camionetas, dejando atrás los camiones. Varios chicos corrieron detrás de ellos disparando y justo cuando Elyza logró saltar hacia una de las camionetas, uno de ellos le haló el brazo con fuerza, la chica se tambaleó y disparó el arma en su mano por accidente, el chico cayó al suelo y Elyza se desplomó en la parte trasera de la camioneta.
– Su hombro – dijo Travis exaltado.
– Mierda – sollozó la rubia – no de nuevo – las lágrimas corrían por su cara y Alicia la miraba desesperada por el retrovisor.
– ¡No te detengas! – le gritó Sebastián a la chica para que siguiera conduciendo.
– Solo aguanta, debemos llegar a algún sitio para revisarte.
A lo lejos se veían los focos de luces cada vez más lejanos, Elyza se había encargado de disparar a todas las llantas posibles, para que nos los siguieran. Travis hizo señas a Alicia y a Chris para que apagaran las luces de los autos.
Alicia vio la fachada de lo que parecía una posada y rezó porque estuviera vacía. Se estacionó afuera de la entrada y se bajó junto a Chris, que llegaba con la otra camioneta, Travis y Nick. Abrieron el portón de acero e inspeccionaron el lugar por fuera. Decidieron entrar luego de un rato al escuchar los quejidos de Elyza.
Entraron apresurados al lugar, empezaba a amanecer y el frío se hacía notar. Colocaron a Elyza sobre una mesa de comedor que estaba en lo que parecía ser la sala principal.
– Está bien – dijo Alicia tomando su mano intentando calmarla – Sebastián – llamó y él se acercó.
– Esto va a dolerte dos infiernos y medio – le advirtió.
– ¿Pueden hacer lo que sea que van a hacer rápido? – dijo Nick con tono calmado.
Todos lo miraron y vieron a docenas de caminantes salir desde los pasillos y las habitaciones cuyas puertas estaban abiertas.
Sebastián empezó a sudar y rompió la camiseta de Elyza, dejando el brazo libre. La chica sollozaba de dolor y apretaba con la otra mano la mano de Alicia. Los disparos no se hicieron esperar, ni los gruñidos, ni los chapoteos de sangre.
Tomó el brazo de la chica y lo empujó hacia arriba. El grito desgarrador de la rubia les erizó la piel a cada uno de los que estaban ahí. Alicia lagrimeaba y hacía algunos nudos con la camiseta rota de la chica para que dejara descansar el brazo ahí.
La ayudó a ponerse de pie y sacó el arma del pantalón de Elyza. Disparó abriéndose camino por un pasillo, mientras los demás iban detrás de ella aniquilando a los caminantes. Salieron al patio trasero que, milagrosamente, estaba vacío y se quedaron allí disparando hasta que no quedó ningún caminante de pie. Se dejaron caer en la tierra húmeda, todos exhaustos y sudorosos, a pesar del frío y rieron por la suerte que los acompañaba.
El silencio era roto por unos golpes acompasados que se escuchaban desde una pequeña habitación aislada. La puerta se abrió con una pequeña exhalación y de ella salió una niña de unos diez años. La pequeña tenía amputado un brazo y una cascada de sangre seca cubría la mitad de su cuerpo. Su rostro estaba marcado con varias heridas profundas que dejaban ver tejido y huesos. La chica se tambaleaba hacia los demás. Elyza la veía con tristeza y desvió la mirada cuando escuchó el gatillo y la detonación, el golpe del cuerpo al caer en la tierra y el resoplido de Chris al guardar el arma.
Eso era lo que más detestaba. La sonrisa se les borró del rostro y de repente vio a los demás como una nueva y extraña familia. Elyza forzó una sonrisa mirándolos, disfrazando el dolor de su brazo y el dolor de todas las cosas que habían pasado y habían visto hasta ahora.
– Creo que podríamos quedarnos aquí – les dijo como una pequeña promesa, una que iban a empezar a construir a partir de ese momento.
La posada estaba construida para soportar el frío, tenía chimenea en la sala principal y un horno a leña en la parte trasera. La recepción solo ocupaba un espacio mínimo de la sala, el resto eran pasillos angostos que daban a varias habitaciones y baños. El estilo era campestre, como si el lugar estuviese rodeado de un campo cálido, que no era el caso. A medida que empezaba a oscurecer el vaho al respirar se hacía más notable, se abrigaron todo lo posible y la mayoría se ajustó una pañoleta cubriendo parte del rostro, si bien el frío impedía la descomposición rápida de los cuerpos, el olor empezaba a ser desagradable, pero ninguno tenía la fuerza suficiente para empezar a sacarlos. Y, por primera vez, como una señal del agotamiento todos se quedaron dormidos acurrucados cerca de la chimenea.
Elyza de vez en cuando abría los ojos, era inevitable no hacerlo, además el frío la tenía incómoda, a pesar de que Alicia tenía parte de su cuerpo sobre ella. A Madison no le molestaba porque simplemente no se daba cuenta, la morena se acurrucó con ella cuando su mamá ya se había dormido y a la rubia tampoco le molestaba, pero no podía dormir. Levantó un poco su cuerpo y vio a todos profundamente dormidos, incluida Alicia.
La miró durante un rato, tenía una enorme chaqueta que Elyza había conseguido oculta entre sus cosas. Movió un mechón de cabello fuera de su cara y, muy cuidadosamente, retiró el brazo de la chica para poder ponerse de pie.
Tenía las piernas y los brazos entumecidos, al menos su hombro ya no dolía tanto. Se ajustó el abrigo y tomó su arma del mesón de la recepción, verificó la munición y la guardó en la parte trasera de su pantalón, donde siempre la ponía. Tomó uno de los cuchillos que estaban regados en el suelo y se encaminó por el primer pasillo que estaba libre de muertos.
Se puso al frente de la primera puerta y acercó su oreja a la madera. No escuchó nada del otro lado y empujó la puerta despacio empuñando el cuchillo con fuerza. La habitación estaba vacía, había una cama de dosel en el centro de espaldas a la ventana y una maleta a medio terminar sobre ella. Las sábanas estaban tiradas en el suelo y la ropa parecía haber sido guardada como si los huéspedes estuviesen apurados. Se acercó hacia otra puerta, que supuso era el baño. La empujó con la punta del pie, empezaba a sentir punzadas de dolor en su brazo inmóvil. Un chico se abalanzó sobre ella, tumbándola sobre la alfombra, escuchó el ruido seco de su cabeza golpeando al suelo pero al instante de haber sido derrumbada el chico permaneció inmóvil sobre ella. De forma inconsciente y con mucha suerte, Elyza había puesto el cuchillo sobre su rostro con fuerza, matándolo en el acto o rematándolo. Empujó el cuerpo inerte hacia un lado y respiró ruidosamente. A pesar del frío, la rubia estaba sudando, se puso de pie agarrando su brazo para intentar apaciguar el dolor y se sentó sobre la cama resoplando y reteniendo las lágrimas. Puso su pie sobre el rostro del chico y sacó el cuchillo con un ruido sordo. Pensó que tal vez habría más caminantes en las demás habitaciones, por lo que se cercioró de que todas las puertas estuvieran cerradas antes de empezar a limpiar.
Regresó a la habitación y comenzó a registrar. Encontró varios sobres de sopa, dos barras de chocolate y una caja de chicles. Encontró también gorros de lana, guantes y un par de orejeras. Debajo de la cama había un par de botas de nieve que le serían de mucha utilidad para salir a buscar suministros y unos lentes de sol. Guardó todo en un pequeño bolso que encontró dentro de la maleta. Revisó el baño y solo encontró unas tijeras, además de las cerámicas machadas de rojo, sintió arcadas y salió de la habitación.
Regresó a la sala y decidió ir hacia la puerta principal. Se deslizó con cuidado a través del umbral y respiró el aire helado. Miró a ambos lados y se acercó al portón de hierro, metió su cara entre los barrotes y permaneció allí durante un rato viendo la calle desierta. A lo lejos se vislumbraba un edificio alto y angosto, podía ser un hospital, pensó que deberían ir ahí pronto. Sintió su brazo arder y frunció el ceño de disgusto, porque Sebastián no dejaría que saliera así y mucho menos Alicia, se sentía como una carga, un peso muerto, se sentía completamente inútil. Miró sus botas llenas de escarcha y se dio cuenta de que empezaba a nevar. Echó un vistazo una última vez por la calle y volvió a la posada con desgana.
Al menos tenían un lugar seguro y pronto muy cálido, porque no pensaba morir congelada. Había tantas cosas que hacer, tantas cosas que ordenar y limpiar, debían darse prisa. Avivó el fuego de la chimenea, se tomó un calmante y se acomodó de nuevo junto a Alicia que suspiró al tenerla cerca. Elyza la miró un rato, agradeciendo su suerte por tenerla con ella y lentamente se quedó dormida.
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