May we meet again IX

– ¿Piensas dormir conmigo cada noche? – ¿No te gustaría?

Al despertar sintió un peso a su lado y el aroma inconfundible de la chica que tanto quería. Deseó permanecer así para siempre. La abrazó por la cintura y hundió su rostro en su hombro.

Recordó el día que la conoció y sonrió para sí misma.

– Agradezco cada día haberte salvado la vida – susurró aun con los ojos cerrados – agradezco haberme desviado de la ruta que siempre seguía y haberte encontrado.

– Yo en serio agradezco que me hayas salvado la vida – dijo riéndose – parece haber sido hace tanto tiempo – se acomodó a su lado para abrazarla mejor.

– Espero que tu mamá no se enoje porque hayas dormido conmigo.

– Tendrá que acostumbrarse.

– ¿Piensas dormir conmigo cada noche?

– ¿No te gustaría?

– Por supuesto que sí.

Elyza empezó a besarla entre suspiros y pequeñas caricias. La luz entraba por la ventana de la habitación. La rubia se colocó encima de Alicia y subiendo de a poco la camiseta que traía puesta, empezó a besarle el abdomen.

La chica no era la más romántica del mundo, de hecho Elyza nunca había sentido nada parecido al amor en lo que llevaba de vida. Con Alicia era una historia aparte, desde la primera vez que la había visto algo en ella había cambiado, lo sentía así como un engranaje que de un momento a otro empezaba a girar en otra dirección. Si hubiese sido cualquier otra persona dudaba de que pudiera haber hecho lo que hizo. Ella ni siquiera sabía usar un rifle, lo había encontrado pocos días antes y no se había dedicado a aprender cómo funcionaba. Sin embargo, había dado tres disparos certeros y le había salvado la vida a la morena. La rudeza que la caracterizaba había empezado a desaparecer desde entonces, había llorado más durante esos días que en todos sus años de vida.

Detuvo los besos al notar una cicatriz en su costado derecho. Tenía la forma de un pequeño círculo, un poco más oscuro que su piel. Lo repasó con su pulgar hasta que Alicia rompió el silencio.

– Es una herida de guerra – dijo al notar que Elyza se había quedado mirándola – ya sabes – agregó – una herida de alguna otra vida – explicó al ver que la chica la miraba con el ceño fruncido.

La rubia besó con suavidad la marca, que en un principio creyó que era una cicatriz y volvió a subir para besar a su chica en los labios.

Llamaron a la puerta y Elyza se puso de pie, peinándose la melena rubia con la mano. Del otro lado estaba Madison, que la miraba incómoda.

– Es hora de irnos – dijo viendo a su hija asomarse detrás de Elyza.

Alicia le sonrió tímidamente, asintiendo mientras Elyza volvía a cerrar la puerta.

– Pues parece que no le molesta en absoluto – dijo la morena.

– Y si le molesta no lo dirá – dijo la rubia con el rostro rojo intenso.

– Relájate – le pidió dándole un beso corto sobre la nariz – arregla tus cosas, prepararé desayuno para ambas – volvió a besarla, esta vez en los labios – te espero afuera.

Sus manos se tomaron mientras Alicia salía por la puerta y se soltaron cuando la morena desapareció por el pequeño pasillo hacia la cocina.

Elyza reunió alguna de sus cosas, las pocas que había sacado y desperdigado por la habitación. El cansancio que traía desde el día del hospital se había estado acumulando en el transcurso de la semana y en ese momento se dejó caer con pesadez en la cama, resoplando y reteniendo las lágrimas una vez más. Estaba agotada física y emocionalmente. Se restregó la cara con las manos y se quedó un rato con la mirada perdida afuera de la ventana. Si no fuese por Alicia, estaba segura de que ya hubiese perdido la poca cordura que le quedaba.

Decidió amarrarse las trenzas de sus botas con cierta pesadez. Jugó con sus armas, recargando las municiones, apuntando a diferentes sitios, detallando los rayones, quitando las manchas de sangre. Se puso el rifle en diagonal, guardo la colt en su koala, llevándolo a su hombro y salió de la habitación con su morral en una mano.

Salió a paso lento, viendo las paredes y las pinturas colgadas en el pasillo, algunas fotos familiares de quienes habían vivido en esa casa. Le dio un poco de nostalgia, pero se recompuso y entró a la cocina. Alicia iba de un lado a otro, guardando cosas en bolsas y luego esas bolsas en cajas. Se acercó a ella y le dio un beso corto en los labios antes de salir por la puerta principal cargada de cosas.

En el pequeño mesón de un mini bar había un vaso de jugo y galletas. Alicia volvió a entrar y le arrebató el bolso a la chica.

– Te ayudo espera – replicó Elyza al ver que seguía llevando cosas al auto.

– Tú encárgate de comer – dijo señalándola con el dedo.

Nick apareció a su lado con una sonrisa – no sabía que te podían gobernar – bromeó con Elyza que puso los ojos en blanco.

– Así que – dijo sentándose frente a ella – ¿Cuál es el plan?

Elyza lo miró un rato dubitativa.

– Vancouver podría ser una buena opción – suspiró – pero no lo sé, no lo he pensado bien.

– Creo que ir a la deriva es la mejor opción – dijo el chico pensativo – ya sabes, no tener expectativas.

– Supongo – dijo la rubia comiendo la última galleta – tal vez solo ir hacia el norte hasta que nos encontremos con los osos polares – bromeó haciendo reír a Nick.

– Hey, es un sitio solitario, apuesto a que no hay monstruos rondando por allí.

– Y tendríamos que vivir en iglús.

– Eso sería divertido – rio Nick – sé que no estás del todo bien rubia – le dijo con seriedad – pero lo vas a estar – Elyza asintió con una pequeña sonrisa de agradecimiento – ahora mueve tu trasero y vámonos de aquí.

Salieron de la cocina hacia la calle. Travis revisaba el auto con preocupación.

– No creo que vaya a soportar mucho más – dijo al ver a los chicos llegar donde estaba él – Se recalienta y dudo de que haya algún mecánico cerca que nos ayude.

– ¿Cuánto crees que pueda seguir andando? – preguntó Nick.

– Diez kilómetros como máximo.

La rubia frunció el ceño con preocupación, miró hacia los otros autos y resopló.

– Andaremos lo que se pueda, revisaremos otros autos en el camino.

– Vamos a perder mucho tiempo – intervino Travis.

– Si tienes una idea mejor, adelante – espetó la rubia con dureza.

– ¿Qué pasa? – preguntó Alicia llegando con ellos y notando la tensión entre ellos.

– Debemos tomar camino cuanto antes – dijo Travis sin dejar de mirar a Elyza.

La rubia estaba irritada, por alguna razón, o quizás muchas. Pero cuando Alicia tomó su mano para entrar al auto, su enojo se difuminó.

– Iré en la parte de atrás – le dijo a la chica.

– ¿Por qué te encanta tanto ir allí? – Preguntó Alicia – ¿No te da frío?

– Hey – dijo dándole un suave empujón – me gusta que el aire me alborote el cabello – Alicia rio y negó con la cabeza mientras se sentaba en el asiento delantero.

– Una tonta excusa para disimular el hecho de que nunca te peinas.

– Es parte de mi encanto – refutó la rubia.

– Toda tú eres un encanto – le dijo guiñándole un ojo y cerrando la puerta.

La rubia se quedó con una sonrisa tonta mientras subía, junto a Nick y Chris.

– Estás perdida rubia – bromeó Chris con Nick.

– Envidiosos.

Salieron de la pequeña urbanización, cerrando a su paso el pesado portón. Era un sitio seguro y procuraron mantenerlo así, por si en algún momento alguien más con vida lo encontraba.

Las calles estaban desiertas, el silencio solo era roto por ellos pasando a toda velocidad directo hacia el norte, sin saber que podían encontrar. La rubia miraba de un lado a otro, viendo las casas, los negocios y los autos abandonados. Muchos de los autos estaban inservibles ya, cuando empezó el caos, las personas que intentaban desesperadamente salir de la ciudad tuvieron que salir huyendo de inmediato, dejando los autos encendidos y, a esas alturas, las baterías ya deberían haber muerto.

Travis se detuvo en una intersección que daba hacia la autopista que salía de la ciudad. La carretera estaba obstaculizada por un choque y autos dispuestos al azar.

– Da la vuelta – gritó Elyza – hay otra vía del otro lado.

Se apresuraron hacia donde señalaba la rubia, pero la vía estaba igual. Las personas desesperadas generan caos y ahí estaba la estampa, no podían salir. Al menos no en un auto. Bajar por los acantilados tampoco era opción.

– Debe haber alguna forma de salir de aquí – dijo Alicia bajándose del auto.

– Hay una forma – habló Elyza y señaló un enorme edificio.

Había un centro comercial situado a un lado de la carretera, era enorme y debía de tener muchas entradas y salidas. Alguna de esas debería dar hacia el otro lado.

– ¿Y cómo haremos con las cosas? – preguntó Blanca aferrada a la caja de Sebastián.

Elyza rascó su cabeza pensativa, mirándolos a todos.

– ¿Crees que podamos atravesar el centro comercial con el auto? – preguntó Chris.

– Esto nos va a tomar tiempo – dijo la rubia con cansancio – es posible, ese lugar es enorme – dijo señalando el mall – pero este bebé no va a durar mucho – Travis la miró con angustia.

– Yo puedo revisar los autos del estacionamiento, alguno debe funcionar y ustedes pueden revisar el centro comercial – dijo Travis.

– Sí claro, está bien – dijo Nick empezando a caminar hacia el lugar.

– Es muy peligroso – le susurró Alicia a la rubia.

Elyza asintió y tomó su rifle hacia el frente – traten de conseguir algo rápido.

– ¿Crees que voy a dejar que vayas sin mí a ese lugar?

– Alicia…

– Calla y camina – la interrumpió tomando su mano y halándola para que caminara.

Chris, Nick, Elyza y Alicia enfilaron el camino hacia el mall, atentos a cualquier movimiento y sonido. En el estacionamiento se quedaron Travis, Blanca y Madison.

Los mostradores de vidrio estaban rotos. La entrada principal igual, había cuerpos amontonados en los pasillos, casquetes de balas regados por todas partes. Los muchachos de la armada, que alguna vez estuvieron de frente en contra de los caminantes, yacían en el suelo con mordidas y balas en el cráneo. Dieron una ojeada rápida a los morrales que encontraron, tomaron los walkie talkies de los guardias y siguieron caminando.

Los chicos se dividieron para abarcar más espacio. La planta baja parecía vacía y la peste les llenaba los pulmones, asqueados siguieron los pasillos más grandes buscando una salida.

Chris y Nick habían cruzado hacia la izquierda, rodeando la feria, estaban unos cuantos caminantes perdidos entre las mesas y sillas derribadas, pero siguieron caminando sin prestarles atención.

Alicia y Elyza habían ido hacia la derecha, sentían la brisa acariciarles la piel y apresuraron el paso. No escucharon los pasos que chapoteaban rápido y cuando Elyza cayó, siendo empujada por alguien, sintió el rifle enterrarse en sus costillas, el dolor le nubló la vista por unos segundos, hasta que se dio cuenta del chico que tenía encima intentando golpearla. El cabello rojo era inconfundible.

Leo la tenía en el suelo, cargaba un tubo de acero en las manos e intentaba estrangularla. Alicia luchaba por su parte con otro chico.

La rubia la miraba de reojo, intentando quitarse a Leo de encima. No entendía qué estaba haciendo ahí, se suponía que debían estar camino a San Diego o al menos eso fue lo que le había dicho Trevor.

– Chicas, esto esta infestado de caminantes – escucharon decir a través del radio – regresaremos por el otro lado.

Elyza aprovechó la distracción del momento y empujó a Leo con fuerza. El chico cayó a un lado, recibiendo un golpe de la rubia en su estómago. Mientras se retorcía de dolor, Elyza corrió hacia Alicia y le quitó al otro chico de encima, tan delgado, que no tuvo que hacer mucha fuerza.

Corrieron sin mirar atrás. Empezaron a escuchar disparos y las detonaciones cerca de ellas.

– ¡Corre! – gritó Elyza, empujando a Alicia hacia adelante.

La rubia se dio la vuelta y apuntó con su rifle, disparó a ciegas y volvió a correr. Salieron a un área abierta, desde arriba se veían los caminantes que al verlos caían a través del barandal directo al suelo. Y de una forma aterradora, con fracturas realmente graves, intentaban ponerse de pie.

Leo llegó hasta donde estaban y golpeó con fuerza a Elyza en la espalda. Alicia se fue sobre él, pero Leo la hizo a un lado de un fuerte empujón.

El pelirrojo apuntó a Elyza que estaba sobre el suelo, casi inconsciente y tras el eco de un disparo cayó al suelo de rodillas, llenando de sangre el suelo de cerámica.

Alicia gritó, el chico moreno miró la escena con pánico y corrió lejos, pero con otra detonación, una bala lo alcanzó, matándolo en el acto.

Elyza miraba la escena estupefacta, no entendía qué había pasado. Miró hacia todos lados buscando quién había hecho los disparos. Vio una silueta debajo del marco enorme de una de las entradas/salidas. La silueta sostenía un rifle en una mano y a  una chica rubia en la otra.

– ¡Sebastián! – la rubia se puso de pie de un golpe, mareándose en el intento y corrió hacia él, con Alicia a su lado.

El hombre estaba hecho un desastre. Tenía una herida por encima de su ceja, un hombro vendado y estaba sucio de pies a cabeza.

– Espero que no me hayan extrañado mucho – soltó el hombre con una sonrisa de triunfo en el rostro.


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