May we meet again I [Lexark]
Fan fiction basado en la serie Fear the walking dead con Alicia Clark y Elyza Lex.
Alicia se lavaba las manos sobre el lavaplatos de la cocina, con la vista cansada miraba la carretera vacía. Se secó las manos y se dio la vuelta para salir.
El sol empezaba a ocultarse y Travis y Nick aún no llegaban a casa. Su madre, Madison esperaba paciente sentada en el sillón que daba hacia el ventanal de la sala, con el ceño fruncido y masajeándose la barbilla.
– No tardarán en llegar – dijo Alicia sentándose a su lado.
– Lo sé – le respondió su madre forzando una sonrisa.
Travis y Nick habían salido en busca de provisiones al mediodía, un poco tarde para lo que era habitual, pues siempre salían temprano por la mañana.
– Tendremos que dejar pronto la casa – soltó Alicia sin dejar de mirar por la ventana. Madison asintió.
Llevaban cerca de tres semanas allí luego de su viaje por México, y no les quedaban muchas opciones de donde conseguir alimento, agua y medicinas. Los pocos sitios fuera de peligro ya habían sido saqueados y los demás lugares estaban llenos de caminantes. No podían arriesgarse, así que tenían que moverse.
Chris cruzó la sala con mirada preocupada – ¿no han llegado? – Alicia negó mirándolo.
– Iré a buscarlos – dijo mientras agarraba un cuchillo y lo guardaba en el bolsillo del pantalón. Alicia puso los ojos en blanco.
Antes de poder siquiera dirigirse hacia la puerta principal, esta se abrió y vieron entrar a Travis cargando una bolsa negra sobre su hombro, seguido de Nick quien llevaba dos bolsas a ambos lados. Madison dejó escapar el aire que parecía haber estado reteniendo durante el rato que estuvo sentada y se levantó junto a Alicia para tomar las bolsas y sacar las provisiones.
Había cajas de cereales, latas de conservas, botellas de jugo y leche. Les había ido bastante bien, a pesar de no haber conseguido agua, que era lo que les empezaba a faltar.
Alicia tomó una lata de duraznos, luego de ponerse un abrigo y subió por el garaje hacia el techo de su casa. Se sentó en el borde, abrió la lata y empezó a comer viendo las calles y las casas vacías. Mañana era su turno de ir por provisiones, junto a Chris, frunció el ceño ante ese pensamiento. El chico no le caía mal, era solo que actuaba tan extraño que le enojaba e ir sola con él rodeada de caminantes le ponía los pelos de punta.
Chris llevaba puesta una camiseta blanca, con un bolso vacío sobre los hombros y un arma colt que Travis le había dado en caso de ser necesaria. Alicia lo miró de reojo tensando la mandíbula, se amarró su abrigo a la cintura, su bolso vacío a los hombros y tomó un bate que descansaba en el otro lado de la acera.
– Estoy lista – dijo sopesando el bate en sus manos.
Chris rodó los ojos, metió el arma en su pantalón y empezaron a caminar por la calle desierta rumbo hacia la zona no segura. Su prioridad era agua y no debían desviarse del camino que se suponía estaba ‘libre’ de caminantes, o en su mayoría.
– ¿cómo se supone que encontraremos provisiones si seguimos buscando en los mismos lugares? – dijo Chris secándose el sudor de la frente con un pañuelo, lo guardó en el bolsillo trasero y miró a Alicia que seguía con la vista fija al frente.
– Con los caminantes en la espalda no logramos nunca revisar con calma – espetó ella mirando instintivamente hacia atrás, como si el hecho de solo mencionarlos los atrajera.
Se encontraron con un grupo de autos que ya se sabían de memoria y empezaron a revisar, mirando de vez en cuando hacia los lados, atrás y al frente. Encontraron algunas botellas de agua medio llenas y las guardaron.
Alicia evitaba mirar los cuerpos putrefactos en el suelo, todos con alguna lesión en la cabeza, con la sangre seca en el asfalto y llenos de moscas. Hizo una mueca de disgusto cuando encontró tres de ellos apilados en la puerta de entrada de un supermercado.
– Que oportunos – dijo Chris caminando hacia Alicia y tapándose la boca.
– Ayúdame a moverlos – dijo Alicia con asco. Chris asintió y tomó a uno de los tobillos, la morena hizo lo mismo con el segundo.
El tercero era un poco más pesado, por lo que ambos tuvieron que quitarlo juntos.
– Nunca podré acostumbrarme a esto – se dijo a sí misma.
Al abrir la puerta los inundó un olor desagradable que les provocó arcadas. Alicia se cubrió la nariz y la boca con el dorso de su mano y caminó entre los cuerpos que estaban tirados en el suelo. Se metió al primer pasillo, mientras Chris revisaba el último. Registro los estantes, las cajas vacías en el suelo y las neveras que no funcionaban.
– Esto es completamente inútil – dijo Chris elevando la voz.
– Shh calla.
Alicia tropezó con una caja de plástico y su bate rodó por el suelo escondiéndose debajo del largo anaquel. Maldijo por lo bajo y se agachó a recogerlo.
– No puede ser – susurró sorprendida y con una sonrisa.
Debajo de los anaqueles había un montón de botellas de agua y latas de comida. Se apresuró a abrir su bolso y llenarlo mientras sonreía de oreja a oreja – ¡Chris! – Gritó emocionada – revisa debajo de los anaqueles.
Chris hizo una exclamación de alegría y empezó a recoger con entusiasmo lo que encontraba. Alicia se puso de pie, con el bolso a reventar en una mano y el bate en la otra.
– Vámonos ya – dijo elevando un poco la voz para que Chris la escuchara y salió sin mirar atrás.
Se llevó el bolso a los hombros y dio unos cuantos pasos, pero le pareció extraño el silencio y se dio la vuelta, estaba sola. Volvió a asomarse a la puerta – ¿Chris? – preguntó en un susurro, aguzó el oído pero no escuchó nada de vuelta. Miró hacia los lados empezando a impacientarse y entró de nuevo ajustándose bien el bolso a su espalda y apretando el bate con ambas manos hacia adelante.
Caminó despacio entre los anaqueles y notó una puerta al final que estaba abierta. Debía de ser el almacén y posiblemente ahí estaría Chris. Escuchó golpes secos y se detuvo, con la respiración acelerada y abrazando el bate contra su pecho. Se asomó por la pequeña ventana en la puerta y vio a varios caminantes tambaleándose de un lado a otro. Empezó a respirar con más fuerza buscando a Chris, pero no parecía haber ningún indicio de él.
Ignoró los gruñidos que se hacían más fuertes y ahogó un grito cuando unas frías manos le arañaron los hombros, se dio la vuelta cayendo hacia un lado y soltando el bate, que rodó fuera de su vista.
Asustada gateó fuera del alcance de los caminantes que iban detrás de ella hasta que pudo ponerse de pie. Desde el otro lado del supermercado salían más caminantes, no podía contarlos, sus ojos iban de un lado a otro buscando una salida. Corrió y saltó hacia el siguiente pasillo, por encima del anaquel, pateando a los caminantes que intentaban agarrarle los pies. Cayó con un estruendo al suelo, sintiendo las botellas y las latas hundirse en su espalda, gimió y se arrastró para tomar su bate. Volvió a ponerse de pie y corrió con dificultad hacia la puerta. Golpeó a una mujer en la cabeza, haciéndola a un lado, con tanta fuerza que la inercia hizo que ella misma girara, pero la vista no le gustó. Docenas de caminantes venían hacia ella y no había ningún rastro de Chris. Salió tan de prisa y con los nervios a flor de piel que su tobillo se dobló a unos cuantos metros y su cuerpo fue a parar sobre un auto, sentía el sabor metálico de la sangre y se encogió de dolor, escuchando los gruñidos acercarse con sed de ella.
La luz del sol parecía apagada, tres sombras iban hacia ella, los podía oler pero antes de que ninguno pudiera tocarla, se escuchó un fuerte disparo, un golpe en el suelo, un segundo disparo con otro golpe y un tercer disparo que hizo salpicar sangre sobre la camiseta que traía puesta.
Cuando abrió los ojos, vio una silueta borrosa dando brincos de victoria. La melena rubia iba de un lado a otro y Alicia no podía enfocar bien su vista.
– ¡Boom! – Gritaba – ¡eso estuvo increíble! – Dijo impresionada de sí misma la chica que se acercaba hacia ella – tres disparos certeros – elevó el rifle con ambas manos hacia el cielo – y es la primera vez que uso algo así.
Alicia estaba confundida y no entendía nada de lo que estaba pasando. Vio a la rubia acercarse con una sonrisa en el rostro y tendiéndole la mano.
– ¿Estás bien? – Le preguntó al ver que Alicia no reaccionaba – Oye – dijo agachándose hacia ella preocupada.
Alicia la miró y le tomó la mano para ponerse de pie. Asintió luego de unos segundos.
La rubia le sonrió buscando su mirada – ¿Y qué? – Preguntó – ¿nos quedamos aquí paradas? – dijo mirándola.
Alicia pestañeó varias veces y se llevó las manos a la cabeza – oh por Dios – susurró para sí misma – estuve a punto de morir.
La rubia se carcajeó – es el día a día ahora cariño – Alicia la miró con el ceño fruncido.
– Gracias – le dijo – por salvarme.
– Oh vamos – dijo la rubia restándole importancia – veo a una chica linda en problemas y tengo un arma – se colocó el rifle en diagonal, ajustando la correa – por supuesto que voy a salvarla – le guiñó un ojo y se dio la vuelta para revisar los autos.
Alicia se descolocó un poco y caminó detrás de ella preocupada – hay una docena de caminantes ahí dentro – le dijo – vine con mi hermano, pero no sé dónde está.
La rubia parecía no prestarle atención, revisaba los autos sin temor de lo que pudiera encontrarse. Llevaba una camiseta blanca, debajo de la chaqueta de cuero abierta, pantalones marrones ajustados y botas militares. Alicia parpadeó varias veces mientras la miraba y se acercó a ella corriendo con dificultad.
– Ayúdame a buscarlo – le pidió agarrándola del brazo para sacar la mitad del cuerpo que tenía dentro de una Ford.
– Mi límite diario de personas salvadas es una – le contestó distraída, mientras miraba una bolsa de frutos secos, comía unos cuantos y se daba la vuelta hacia otro auto.
– Por favor – le suplicó – está ahí dentro.
– Probablemente muerto ya – respondió la rubia sin tacto.
Alicia gruñó audiblemente, regresó sobre sus pasos a buscar su bate, con la rubia mirándola de reojo. Y se colocó frente a la puerta de vidrio del supermercado, vio a los caminantes dentro y cerró los ojos con fuerza.
Al dar el primer paso, una mano la detuvo y escuchó un suspiro.
– Estás loca – dijo la rubia disgustada – te acabo de salvar la vida, agradécelo no yendo directo hacia la muerte, por favor.
Alicia la miró y observó como la chica se quitaba la correa del rifle y verificaba las balas que le quedaban. Miró a ambos lados, asegurándose de que no hubieran más caminantes cerca y se alejó. La morena la siguió con la vista, preguntándose qué iba a hacer.
La chica sacó un koala debajo de un auto y tomó varios tubos de metal, armó un pequeño trípode sobre el capó del auto y ajustó el rifle sobre él.
– Ven aquí – le dijo a Alicia – abrirás una sola puerta y los atraerás hacia mí – Alicia asintió y caminó de nuevo hacia el súper, su tobillo quemaba, pero debía olvidarse del dolor por los momentos.
La rubia miró por la mirilla del arma y sin querer vio en un jodido plano el trasero de Alicia. Levantó la vista y sonrió, negando con la cabeza intentando concentrarse. Volvió a acomodarse y le hizo una seña a la morena para que abriera la puerta.
Alicia tomó dos tubos de metal y empezó a hacer ruido, mientras, uno a uno, salían los caminantes en fila.
– Colócate detrás de mí – le gritó.
Una vez que la chica obedeció, la rubia apuntó y empezó a disparar. Tal cual iban saliendo iban cayendo uno detrás de otro.
La rubia se secó el sudor luego de asegurarse de que no faltaba ninguno y que no había atraído a otros con el ruido. Alicia se acercó de nuevo al ver a Chris salir del lugar bañado en sudor y muerto de miedo.
– Cuando te digo que nos vamos, nos vamos idiota – le espetó furiosa la chica dándole un empujón.
Chris estaba pálido y cuando vio a la rubia acercarse, sacó su arma y le apuntó. La chica levantó las manos en señal de rendición.
– Baja el arma Chris – dijo Alicia poniendo los ojos en blanco – ella te acaba de salvar la vida.
Chris la miró con desconfianza y bajó el arma.
– Soy Elyza, por cierto – añadió mirándolos a ambos – y tú acabas de hacerme gastar toda una munición – dijo cruzando los brazos.
– Alicia – dijo la morena tendiéndole la mano, apenada – de verdad lo lamento, pero te estamos muy agradecidos… ambos – añadió mirando a Chris, quien seguía viendo a la rubia con seriedad.
Chris caminó alejándose de allí, tenso como una piedra. Elyza lo miró alejarse por la calle y volvió la vista a Alicia que seguía con ella.
– Supongo que debes irte – medio sonrió acomodándose el koala. Alicia asintió despacio, caminó unos cuantos pasos junto a la rubia que iba hacia el auto donde estaba el rifle y el trípode, pero gimió de dolor sosteniéndose de Elyza.
La chica la miró preocupada y la sostuvo mientras la ayudaba a sentarse en el asfalto. Observó su tobillo con cuidado y negó – no vas a poder caminar así, yo puedo llevarte.
Alicia la miró con vergüenza – no quiero molestarte más.
– no lo haces – dijo la rubia sonriendo – déjame hacer el trabajo completo de súper héroe – contagió la sonrisa a la morena, dándose por vencida.
La chica la ayudó a ponerse de pie y la llevó al auto donde estaban sus cosas. Abrió la puerta y la ayudó a sentarse en el lado del copiloto, echó el asiento hacia atrás, dejando más espacio para que Alicia pudiera estirar un poco más su pierna. Regresó a buscar el bolso de la chica y el bate lleno de sangre. Se los entregó y dio la vuelta, recogió sus armas y se metió en el auto también.
– ¿Adivina quién está de suerte hoy? – preguntó cruzando los dedos de la mano izquierda y con la derecha encendiendo el auto. Suspiró de alivio cuando escuchó arrancar el motor.
Chris se metió al auto luego de la reprimenda de Alicia y ambas chicas iban riendo y charlando, mientras el moreno miraba serio mirando por la ventana.
– Es una suerte que LA no haya sido bombardeada – decía Elyza – las bases militares cayeron más rápido de lo que se esperaba.
– ¿Dónde te estás quedando? – le preguntó la morena al pasar el portón de metal de la zona segura.
– Al este de la ciudad, está bastante limpio, yo misma me encargué de eso – respondió orgullosa.
Alicia no le quitaba la vista de encima cuando hablaba.
– Los primeros meses estuve completamente sola, pero mientras revisaba una pequeña zona de apartamentos, conocí a un señor que estaba igual de perdido que yo, pero más inteligente y a una chica obsesionada con las plantas, son como mi familia ahora – le explicó.
– Nosotros somos cuatro.
– Alicia – le reprendió Chris – no la conocemos.
Elyza lo miró por el retrovisor divertida.
– Si quisiera robarlos, ya lo hubiese hecho y me hubiese evitado el hecho de dejarlos con vida.
Chris desvió la mirada de ella y volvió a ver por la ventana. Se hizo silencio en el auto, hasta que la rubia se estacionó frente a una casa a oscuras y Chris bajó lanzando la puerta con furia.
– Es un idiota – dijo Alicia apenada.
Elyza asintió con una sonrisa y bajó para ayudar a Alicia.
– No tienes por qué hacer nada de esto.
La rubia la miró mientras la sostenía a su lado.
– ¿Quieres que te deje aquí con un tobillo, posiblemente roto, sabiendo que puedo dejarte exactamente en la puerta de tu casa sana y salva?
Alicia se sonrojó un poco y la rubia se llevó el bolso a su hombro y la ayudó a caminar hacia la puerta.
– ¿Qué ha pasado? – preguntó Madison preocupada mientras tomaba a su hija de un brazo y ayudaba a la rubia a meter a la chica en la casa.
– Me caí huyendo de unos caminantes – dijo la morena sin darle importancia.
– ¿Y quién es ella? – preguntó con desconfianza mirando a la otra chica.
– Soy Elyza – dijo tendiéndole la mano y ofreciéndole una sonrisa.
Madison le aceptó el gesto, pero no le devolvió la sonrisa.
– Está bien mamá, nos salvó la vida a mí y al idiota de Chris.
Esta vez Madison relajó el rostro y asintió en agradecimiento.
– Déjame ver tu tobillo – le pidió a Alicia sentándose a su lado.
La chica gimió de dolor cuando Elyza soltó las trenzas de su bota y la sacó.
– ¿Puedes mover los dedos?
Alicia asintió.
– Bien – dijo – ¿Puede buscarme un poco de hielo? – le preguntó a Madison.
– Yo puedo cuidar de mi hija ahora – soltó – está oscureciendo y debes irte.
– Mamá – le reprochó la chica.
– No, está bien, tiene razón – sacó un rollo de vendaje de su koala y se lo dio a Alicia – ajústalo luego – le indicó – Puedo traer algunos antiinflamatorios mañana, mi familia prefiere los remedios naturales, así que tengo montones de pastillas que no usamos.
– Sí claro – dijo Alicia rápidamente sin dejar de mirarla.
– Bien, el hielo funcionará, pero con los antiinflamatorios sanará más rápido – le dijo con una sonrisa y acomodó su tobillo en un cojín sobre el mueble.
Madison se fue a la cocina a buscar el hielo.
– Te veré mañana, entonces – dijo Alicia.
– Ha sido un gusto conocerte – dijo la rubia poniéndose de pie y haciendo una reverencia. La morena se rio con ganas haciendo temblar las velas de la sala – nos vemos mañana – dijo guiñándole un ojo que hizo sonrojar a Alicia, quien se mordió la sonrisa mientras la veía salir.
Elyza se acomodó el koala y se subió al auto, perdiéndose entre las casas desiertas, mientras Alicia la miraba alejarse, esperando el día siguiente para volverla a ver.
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