Matrimonio sometido

Historia mezcla de realidad y de ficción dónde se narran las experiencias de un hombre dominante que satisface sus más oscuros y lascivos instintos ante un matrimonio sumiso, dispuesto a entregarse por completo y sin reservas a la causa.Consta de 6 capítulos que incluyo todos en este mismo relato.

· PRÓLOGO ·

Exclusivo para mis perros

El presente relato es una plasmación de ideas de un alto nivel obsceno, no apto para cardíacos, que sólo pretende en parte divertir, y por otra mostrar mi lado interior más oscuro. Ni que decir tiene, que entiendo el BDSM como un juego no como una extensión de mi vida diaria, por lo que la base del relato se sustenta principalmente en profundas exageraciones y divagaciones acerca de mis instintos más lascivos, indecentes y escabrosos.

Este relato describe una de las muchas posibilidades que se podrían dar en una sesión real, si se diera el caso, y siempre en base a mis reflexiones y fantasías.

Para los lectores

Escribiré desde una perspectiva en primera persona, de forma que puedan entender un poco mejor los sentimientos que describo junto con las situaciones que se sucedan. Trataré de no ser demasiado intenso, pero tampoco me mostraré aburrido y tradicional. La historia empieza de forma suave, introductoria, subiendo de intensidad gradualmente a medida que avanza la trama.

Como se trata básicamente de un relato, le daré un toque más poético a la narración, sin llegar a ser empalagoso, pues crearía el efecto contrario al que quiero causar;  Intentaré combinar ratos de sutilidad y elegancia, con otros de perversión y lujuria desenfrenada. Espero que les guste, o que, como mínimo, no les resulte indigesto.

[Este relato tiene una parte Real -Capítulos 1 al 3- y otra Ficticia -capítulos 4 al 6-]

· CAPÍTULO 1 ·

EL BSDM Y LA SOCIEDAD

Yo siempre he tenido tendencias dominantes. De hecho, los momentos más eróticos, completos y satisfactorios de mi vida sexual han estado relacionados con esta peculiar inclinación. Que sea dominante no quiere decir que sea déspota, ni arrogante, ni maltratador. Al contrario, adoro y amo a la mujer por encima de todas las cosas, me parecen los seres más delicados, sensibles y bellos que ha creado jamás la naturaleza. Es decir, que soy dominante cuando se da la ocasión, como juego erótico, y dentro de un contexto absolutamente consensuado.

Obviamente es algo que nunca he compartido con mi círculo más cercano; aunque lo explicara de una forma coherente, jamás me entenderían… Entonces ¿para qué molestarse? Todas las personas tienen cosas que guardan para si mismas, así que si a mí me ha tocado disfrutar de este maravilloso mundo en secreto, oigan, ¿qué quieren que les diga? No quiero perjudicar mi vida personal, social y profesional por falta de conocimiento ante los falsos estereotipos y los prejuicios creados por la sociedad de hoy día.

El BDSM me parece una opción tan válida para disfrutar de la sexualidad adulta como cualquier otra catalogada como “convencional”, únicamente pienso que, en muchos casos, es un mundo al que sólo accede gente con una inquietud por el autodescubrimiento superior al del promedio de la población. Bien es cierto que también hay mucho tarado, bastante desequilibrado mental y gente viciosa sin más que entran en el BDSM absolutamente confundidos acerca de lo que realmente significa. Pero tarados y desequilibrados los encontramos en todos los ámbitos ¿no es cierto?

La gente tiende a generalizar y, en base a estas personas trastornadas, nos engloban a todos los amantes del S/M en un mismo conjunto, cosa que adultera bastante la sensación y falsifica la percepción que se tiene desde fuera, sumando a esto arquetipos y demás clichés sociales que no se ajustan para nada a la realidad. Yo al menos, no opino que todos aquellos que practican el sexo “normal” sean violadores o pederastas; No en vano muchos de ellos, los que se autodenominan “normales”, sí nos incluyen en el mismo saco que a los dementes, lunáticos y tarados a los que hacía referencia. Como decía Nietzsche, “En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón”

Pero bueno, en parte se entiende; ¿Cómo vas a esperar que lo comprendan, si no lo conocen? El desconocimiento lleva a la confusión, así lo creo yo.

Si alguna vez, en una conversación se daba la posibilidad y lo he confesado, ha habido reacciones de todo tipo, pero en general poco comprensivas. Claro que pensándolo bien, no se puede entender lo que no se conoce y además los prejuicios provienen siempre de lastres en la educación o represiones impuestas en el mismo círculo familiar. Si cuando estamos en esa edad no te explican lo referente al sexo “convencional”, como para pensar que lo hagan en el sexo “vicioso” como suelen calificarlo los que se denominan “normales”: Y sin conocimiento, como he dicho anteriormente, no hay entendimiento.

· CAPÍTULO 2 ·

LOS INICIOS

Con la trentena superada, un buen trabajo, salud, y durante la época más estable de mi vida en muchos aspectos, me había replanteado varias cuestiones.

No tengo pareja pero no es por falta de oportunidades, y, sin querer hacer ostentación de mis atributos físicos y/o habilidades, tengo que decir que atraigo bastante a las mujeres de una forma natural. No tengo un físico espectacular y nunca he sido un ligón de discoteca, pero tengo mis encantos y cualidades. Soy moreno bronceado, de complexión normal, alto, de manos grandes, rostro de facciones bien definidas y grandes ojos negros de mirada profunda.

Nunca me basé en lo que hacían, o dejaban de hacer los demás, pero en cierto modo, envidiaba a muchos de mis amigos, pues habían conseguido, a su manera, conseguir una felicidad más o menos definida en cuanto a sus deseos y aspiraciones.

En esta disyuntiva tuve varios escarceos amorosos, de forma eventual, pues no solían durar mucho tiempo debido principalmente a mi desinterés por las relaciones convencionales, las conversaciones absurdas y banales, y los posteriores encuentros sexuales que en ocasiones no me satisfacían del todo, pues mi intención era dominar y someter sexualmente a una mujer, de preferencias opuestas a las mías, es decir, sumisa.

Eso sí, en cuanto se cambiaban los parámetros de estas relaciones, y estando con una chica, probábamos algo diferente en el plano sexual, sin necesidad de entrar en el campo del BDSM, las relaciones mejoraban sustancialmente para ambos, lo cual contrastaba con la escasa excitación que me producían los encuentros formales; estoy hablando de cosas alternativas como; sexo duro con palabras subidas de tono, azotes suaves en las nalgas,  bofetones “cariñosos”, retorcimiento moderado de los pezones de la chica, grabar los encuentros y luego disfrutarlos, etc. Tampoco era nada del otro mundo, pero al menos podía encontrar sensaciones diferentes que me permitían gozar mejor mi sexualidad.

Aun así tenía claro que mis inclinaciones era otras, bastante más complejas de lo que ninguna de las mujeres con las que había estado últimamente, estaban dispuestas a compartir.

Quizás ante todas estas barreras, opté por dejar las relaciones convencionales a un lado, y me centré en buscar gente que me ayudase a entrar en ese maravilloso mundo al que tanto anhelaba pertenecer. Como cita el Marqués de Sade, “El amor perjudica los delirios del gozo más que los favorece”. Así que hice caso al gran maestro, y me volqué en mis verdaderos instintos y sentimientos.

Mi búsqueda iba a tener un principal protagonista; Internet, una herramienta que ha permitido ampliar y unir en gran parte a la comunidad y a los amantes del BDSM. No habían muchas más opciones, así que indagué y me empapé bastante de todo en cuanto a páginas de información, contactos, foros y chats, principalmente.

Mi intención claro está, era encontrar una pareja ideal. Una mujer básicamente, (ya que mis instintos heterosexuales hacen decantarme siempre por esa opción de forma natural), inteligente, sumisa, comprensiva y que compartiera mis gustos y preferencias sobre este mundillo. No buscaba alguien a quien esclavizar de por vida, no estamos en la Edad media y por tanto no entiendo la dominación como esclavitud perpetua y sin reservas. Una sumisa pienso que debe tener dos capacidades para decidir; una es la de cuando empezar una relación y la otra es cuando terminarla. El peso de las decisiones que transcurran dentro de esa relación, lógicamente las debe llevar a cabo la persona dominante.

Buscaba a alguien a quien someter que entendiera mis deseos y necesidades, y que también supiera separar el contexto del BDSM de la vida privada y que combinando ambas con sutilidad, destreza, interés y compromiso.

Entiendo que el respeto y las formas no se deberían perder nunca, excepto en público donde habría que mostrar “normalidad”, pero hablando de la vida privada, tampoco se podría estar dominando a un régimen severo constante y eterno pues esto podría provocar graves problemas y trastornos más que disfrutarlo de una forma sana y consensuada. Esto, en esencia, quiere decir que habría momentos de mayor y menor intensidad según cada situación, y que habría que definir unas pautas específicas de comportamiento para evitar confusiones o desasosiego dentro de la relación.

También descarté de inmediato la idea de entablar cualquier tipo de relación con personas que basaban sus preferencias en el aspecto económico. Esta condición <>, o requisito indispensable,  me hacía pensar que anteponían el interés monetario a su verdadera inclinación que en la mayoría de casos seguramente ni siquiera era compartida.

Realicé las primeras pesquisas en Internet, sin prisas ni obsesión alguna; rápidamente me di cuenta de algo; La tarea iba a ser ardua, pues a medida que avanzaba la investigación, descubrí que por cada mujer sumisa/switch había de promedio unos 10 o 20 Amos. Y esto presuponiendo que muchas de estas personas que decían llamarse sumisas fuesen realmente lo que decían ser, cosa que era mucho suponer.

El escenario era realmente dantesco. ¿Qué podía hacer? Medité y me consolé pensando que del mismo modo que había muchas supuestas sumisas que no lo eran, gran parte de los amos que existían tal vez tampoco lo eran tanto.

En efecto, tras algunas averiguaciones y charlas breves pero interesantes con otros sumisos/as y amos/as, me di cuenta que, uno de los problemas que había era el de la dificultad para conseguir la suficiente confianza con la persona en cuestión, puesto que habían personas indeseables que sólo pretendían perder el tiempo, desahogarse, o incluso hacer daño moral de forma gratuita, sin venir a cuento. Como decía en mi prólogo, en el chat, que refleja algunos aspectos la vida misma, existen enfermos, tarados y demás calaña peligrosa, que tienen como misión principal malmeter, tergiversar y crear confusión entre los realmente interesados, dificultando notablemente las posibilidades de encontrar alguien afín.

· CAPÍTULO 3 ·

EL DESCUBRIMIENTO

De una forma casual, más bien accidentada, tuve la suerte de conocer a los que hoy en día son mis perros esclavos, a los que domino y someto con gran satisfacción y orgullo.

Llevaba unos meses buscando en la red de forma esporádica pero continua. Como dije anteriormente, sin obsesión ninguna, pero en ese momento concreto llevaba más de 3 semanas navegando de 2 a 3 horas diarias intentando entablar algún tipo de amistad (me conformaba con eso) medianamente sincera.

Había tenido un día duro en el trabajo, y tras llegar a casa me puse a chatear volviendo a la rutina de los anteriores días, esta vez con algo más de hastío y menos predisposición que de costumbre. A ello se unieron los rechazos, indiferencias y confusiones habituales.  Y en una de esas confusiones, causada principalmente por mi culpa, conocí  a mi sumisa particular, mi dama.

Recuerdo perfectamente el momento y mis malos modos, que por un lado eran impropios de mí y por otro lado reconocí que no eran las mejores formas de proceder para conseguir mis objetivos. Si ya existían dificultades, no debía yo además añadir más palos a la rueda, pero en ese momento la despaché de un modo despectivo.

Al  día siguiente, ya más calmado tras haber tenido un día bastante relajado en la oficina, me dispuse a mi tarea habitual de una forma más optimista y sosegada.

Al poco de abrir el chat, recibí una respuesta de Laura (así se llamaba la perra) en forma de disculpas al respecto del malentendido que había sucedido el día anterior. Pese a que el error fue mío, no perdí la ocasión y me hice el interesante a lo que ella volvió a mostrar sus disculpas, al parecer de forma sincera. Me sorprendió su sumisión y a la vez su claridad y firmeza para explicar el asunto. Poco después de haber entablado un primer intercambio de opiniones, fue directa al grano: Eran matrimonio de sumisos y su interés era el de encontrar un Amo que compartiera sus inquietudes acerca de la dominación, principalmente psicológica.

Estaba de acuerdo en cuanto a lo del sometimiento psíquico, puesto que en mi opinión no hay sensación más placentera que la de someter, humillar, avergonzar y degradar a un nivel profundo y espiritual mucho más gratificante que cualquier sesión de sexo convencional o castigo corporal que me exista, en mi opinión.

En cuanto a dominar a una pareja, he comentado que mi intención inicial era encontrar una mujer sumisa, pero dado el escaso éxito en mi acometido, amplié mis aspiraciones a sumisas/switch y parejas de sumisos principalmente, no como búsqueda activa de ello, pero sí había fantaseado la posibilidad de entablar una relación de ese tipo.

Por eso cuando se presentó la ocasión de domar a Laura y su pareja, el que sería mi criado particular al que llamaremos Cornelio (en honor a su enorme cornamenta), me mostré altamente receptivo, dispuesto a colaborar y gustarles desde el principio, pues masticando bien la idea, me emocionaba tanto o más el hecho de someter a una pareja que a una mujer sola, por las múltiples posibilidades que ello ofrecía, y porque ampliaría mis conocimientos de dominación al impartir disciplina por partida doble.

Quizá no sea la forma que yo esperaba o anhelaba, pero a veces la vida da giros inesperados y las cosas que no esperas superan las expectativas iniciales. Así me ocurrió en cuanto empezamos las primeras sesiones de charla. La química surgió desde el primer momento, y, los pocos problemas, dudas o inquietudes que brotaban sobre la marcha iban resolviéndose de una forma más o menos pactada pero también natural y sincera.

Se mostraron ante mí de varias formas, describiéndose, enviándome fotos y con sesiones de webcam. Ciertamente son una pareja bastante descompensada físicamente; él es un hombre de 47 años, con gafas, lampiño, enjuto, alto y desgarbado de pelo negro liso y largo, recogido con una cola, un aspecto cuanto menos, peculiar. Ella es todo lo contrario, bajita, pelo rubio, tez blanquecina, senos generosos, algo corpulenta con mirada firme y seductora además de unos suculentos labios carnosos y unos enormes y bellos ojos azules. La verdad es que se conserva de fábula a sus 44 primaveras.

Decidí empezar la relación para ponerlos a prueba, en medida de lo que las posibilidades nos lo permitían, principalmente debido a la diferencia geográfica. Recuerdo que el primer instinto de mis perrillos fue el de querer impresionarme más de la cuenta, debido a que yo había remarcado, en base a una mala experiencia con sumisas, que no estaba dispuesto a relacionarme con alguien que no mostrara iniciativa alguna ni interés en ser sometido y complacer a su Dueño activamente. Es algo contradictorio, que un sumiso tenga carácter y sea participativo en su idea de servidumbre, pero la gracia no está en dominar a alguien carente de personalidad que se deja arrastrar continuamente y que no aporta valores positivos a la relación, que se limita a respuestas monosilábicas esperando que su Señor por arte de magia resuelva todos sus anhelos y deseos de ser sometido, sin entregar prácticamente nada a cambio.

A mi me seduce más la idea de domar y/o adiestrar a alguien con dos dedos de frente, respetuosa con su superior, dinámica e imaginativa a partes iguales. Para convertirla en lo que precisamente quiero que al final sea; Una esclava sin personalidad con la voluntad totalmente anulada y entregada a su Señor. Lo cual supone un reto para ella y para mí, además de un objetivo, un gozo enorme y una profunda satisfacción.

Pronto empezaría el adiestramiento y, en unos meses, un primer encuentro que seguramente iba a marcar la línea del éxito o del fracaso en la relación.

· CAPITULO 4 ·

EL ENCUENTRO

Platón dijo “El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos”

En esencia, yo siempre me he guiado por mis sentimientos pero también éstos se han impulsado fuertemente por mi conciencia y razonamiento. Normalmente pongo todos estos elementos en una balanza e intento hacer un juicio justo.

Sobre el tema de conocer personalmente a mis esclavos no había necesidad de hacer juicio alguno, más que un deseo, petición u ofrecimiento, para mi resultaba algo necesario. No hay hombre para conducir mi carruaje, ni riendas que tomar, ni caballos que me arrastren, simplemente, es pura convicción, necesitaba saber si estaban dispuestos a asumir según que situaciones.

Su entrenamiento había sido del todo satisfactorio, pese a algunos desajustes e incomodidades iniciales, habían ido acometiendo todas y cada una de las órdenes e instrucciones que recibían por mi parte. Yo me habían volcado en su educación ergo no podían fallarme, al menos en el aspecto de la voluntariedad, pues como seres humanos cometieron varios errores que paulatinamente, y con toda la paciencia, rigor y severidad del mundo, me molesté en corregir.

El sometimiento mental era absoluto, les estaba prohibido entablar nuevas relaciones, obviamente con la finalidad de evitar distracciones y tentaciones que los desviaran de su principal función, que no era otra que la de servirme y formarse acorde a mis enseñanzas, no podían permitir que nuevas distracciones en sus vidas enturbiaran dicho aprendizaje.

Se les autorizaba a continuar con su vida tal y como había sido hasta el momento de conocerlos en cuanto a las relaciones con amigos y familiares, así como dejar de un lado temas de índole laboral. Pero cambiaron algunas cosas en cuanto a otros aspectos “controlables” de su vida cotidiana.

Estos aspectos eran, principalmente;

-Vestimenta

-Hábitos alimenticios

-Control del ejercicio diario

-Control sexual

-Régimen de salidas (fuera de mi horario laboral)

-Castigos por incumplimiento

Estos y otros que iban imponiendo sobre la marcha según mis deseos y /o necesidades.

Al ser una relación a distancia, era difícil comprobar si se había incumplido alguna norma, pero yo soy prodigiosamente imaginativo en ese aspecto, y me las ingeniaba para encomendar tareas que difícilmente podían ocultar su incumplimiento.

Algunos castigos se debieron a faltas suyas reiteradas durante las charlas que manteníamos diarias; como ejemplo un día, Laura había sido algo impertinente en cuanto a su actitud hacia mí y decidí imponerle el siguiente castigo: “Mañana me enviarás una foto a mi correo. Ésta debe mostrar únicamente tu culo, con un plátano introducido dentro, y con mi nombre escrito claramente en tus nalgas como prueba inequívoca de que eres tú”… Algunas veces la obligaba a enviarme fotos completamente desnuda (con el rostro tapado por motivos obvios de discreción) con mi nombre escrito en sus pechos, vientre, o según era mi ocurrencia. A veces me gustaba que añadiera pinzas en sus pezones, o con todo tipo de artilugios varios introducidos en su vagina y ano, Cornelio disfrutaba enormemente fotografiando mis peticiones obscenas.

Después de un tiempo de conocimiento mutuo, adiestramientos, sometimientos y castigos varios llegó el momento de llevar a la práctica toda la educación que habían recibido y que se habían ido sometiendo lenta pero inexorablemente hacia mis dominios.

Había conseguido una semana libre en el trabajo por lo que podía resolver algunos asuntos atrasados y pasar unos días de maravillosas obscenidades con mi pareja de sirvientas.

Como mis reuniones habituales se realizaban en Madrid, quedamos los tres en el punto concreto a la hora adecuada y en la fecha señalada. La idea era pasar con ellos 2-3 días, para que pudiéramos realizar una primera toma de contacto así como evaluar las sensaciones y la química que pudiera surgir dentro del grupo. Al fin y al cabo, mis sumisos ya eran pareja y se conocían perfectamente, faltaba por ver si estaban dispuestos a entregarse de una forma total y abnegada.

Confieso que estaba algo nervioso cuando llegó el momento, además confluyeron en mí sentimientos y sensaciones que hacía años que no experimentaba. Concretamente desde que realicé mis primeros coqueteos en el BDSM con una anterior relación. Las largas sesiones de adiestramiento a distancia de mis esclavos elevaron la tensión y expectativa del momento, además de mis ganas evidentes de dominar y someter estrictamente a una pareja, se sumaron a ese estado de nerviosismo casi quinceañero.

· CAPÍTULO 5 ·

PRIMERA TOMA DE CONTACTO

Alquilamos un apartamento para la ocasión, y quedamos en un restaurante cercano para comer, tomar algo de vino y romper el hielo con las típicas presentaciones y algunas conversaciones distendidas para comenzar.

La primera impresión fue altamente satisfactoria, y no me refiero al físico, puesto que ya que había visto fotos y sabía cómo eran, lo que me impresionó fue la sencillez con la que transcurrió todo, de esta forma, mi templanza, seguridad y aplomo para conducir la situación, hizo que los evidentes nervios iniciales de mis cachorros se disiparon con mayor rapidez de lo que en un principio habría esperado.

Durante la comida charlamos sobre temas triviales sin mayor importancia, aunque para entonces ya mostraban una actitud de clara de sumisión y respeto, que si bien no era detectable a vista de los demás, yo sí supe captar de inmediato, y tuve el ingenio para corregirlos con la misma “transparencia” cuando requería la ocasión. Con mucha sutilidad y elegancia, mientras ellos compartían entusiasmados mi compañía y se impregnaban de mi sabiduría y conocimiento; Estaban claramente ansiosos e impacientes por ser mis criadas personales.

Ya en el apartamento, concluimos fijar una serie de reglas básicas de comportamiento, que rápidamente ordené anotar a Cornelio en una hoja para que las tuvieran bien presentes y no usar como burda excusa el haberse olvidado de ellas. Lógicamente ellos también tenían que matizar algunos aspectos, antes de entrar de lleno en el juego.

Bueno, básicamente los 3 coincidíamos en cuanto a los límites establecidos: Nada de agujas, scat o zoofilia.  Cuando hubiera algún situación, ya fuera provocada por el estrés, dolor físico o mental, o simplemente para aclarar alguna cuestión concreta o desavenencia, se había acordado una palabra clave, que utilizarían para detener la sesión en cualquier momento, y expresar la discrepancia que pudiera surgir en ese momento.

Tampoco había restricciones en cuanto a sus necesidades fisiológicas evidentemente, pero no les estaba permitido tocarse entre ellos en mi presencia a menos que yo lo ordenara, y Cornelio no podía masturbarse sin mi  autorización.

En cuanto a lo demás, a Cornelio le permitía un máximo de 8 horas de sueño, en un cuarto acomodado para la ocasión, con una manta en el suelo y un cuenco de agua por si tenía sed por la noche, además de una botella vacía para la orina, pues le estaba terminantemente prohibido salir de la habitación bajo ninguna circunstancia dentro de su horario de sueño, para ello me aseguraba atándole con una cadena. Si en algún momento era descubierto bebiendo agua del cuenco con las manos o masturbándome aunque fueran simplemente tocamientos el castigo era extremadamente severo.

En cuanto a Laura tendría una serie de privilegios, principalmente el de dormir con su Señor, y satisfacerme sexualmente, así como actuar de acompañante en mis salidas. Naturalmente su rango era superior al de Cornelio, al que podía a su vez someter y vejar siempre bajo mi tutela y consentimiento, pues ella no olvidaba que seguía siendo mi esclava.

No había ningún tipo de límite o inconveniente más por su parte, e hice redactar en una hoja, bien claramente, las normas estrictas que debían asumir;

-No mirarás a tu Señor a los ojos, a menos que yo lo ordene

-Cuando quieras hablar, levantarás la mano, y sólo si se te permite, darás tu opinión, y siempre te dirigirás a mí de forma respetuosa y en postura sumisa

-Tu postura se definirá según el rol que adoptes en cada momento y según me apetezca

-Las veces que no seas mi perro serás mi sirvienta, estos son los 2 roles que asumirás principalmente durante tu entrenamiento, más alguno que se me ocurra sobre la marcha.

-Tu vestimenta irá acorde a mis gustos, principalmente, irás desnudo/a o con un tanga y en tacones, o llevarás traje de sirvienta o lo que me apetezca en cada momento.

Esta era una lista para ambos, así que ordené a Cornelio que escribiera otra, con tareas de las que se ocuparía él en exclusividad;

- Como sirvienta te ocuparás de la limpieza general. También harás la compra y te preocuparás por cocinar y servirme el desayuno, comida y cena.

-Tu función cuando salgamos al exterior será la de chofer, sin salir del coche, a menos que se te ordene lo contrario.

-Te ocuparás de los preparativos sexuales de tu señora antes, y limpiarás los restos después, así como de satisfacer cualquier necesidad que ella pueda solicitar.

-También te ocuparás de masajearme cuando así lo solicite, especialmente los pies.

Obviamente esto eran unas normas que había que seguir, pero yo era muy ingenioso y creativo; ofrecía una gama de prácticas mucho más amplia que esta sencilla lista. No me ceñía a unos comportamientos o protocolos estipulados y me gustaba improvisar cosas sobre la marcha, lo cual daba mucho más margen de diversión, morbo y erotismo al juego.

En efecto, su adiestramiento había comenzado, había empezado con muy buen pie, puesto que las sensaciones que percibía eran cálidas y confortables, aunque esto pueda parecer una contradicción, teniendo en cuenta que iban a ser sometidos a un régimen estricto de servidumbre, degradación, humillación y placer. Mi maestría y saber hacer  los tranquilizó hasta tal punto (tal vez porque ya hacía tiempo que estaban domesticados) de que me convencí inmediatamente que mis funciones allí iban a ser retorcidamente agradables y satisfactorias en todos los sentidos para las partes implicadas.

· CAPITULO 6 FINAL ·

ALGO PARA RECORDAR

A mi cerdita Laura le asombró bastante mi carácter alegre, positivo y firme, además de  mostrar una fortaleza mental y una seguridad en mí mismo que evidenciaban mi fuerte y marcada personalidad. En ocasiones ejecutaba con destreza y elegancia las órdenes que ellos acataban con sumisión y respeto; Otras veces, me gustaba ser más ofensivo, brusco, desagradable para su mayor humillación: Sabía ser justo cuando convenía y severo y estricto con mis castigos cuando se presentaba la ocasión. Yo dirigía el funcionamiento de la relación, ya que era el principal dueño de ambos, de Cornelio y de Laura, que a su vez ejercía de sumisa conmigo y Dómina con él. Era una complementación perfecta a mi parecer.

Como rezaban las normas que había impuesto, se vistieron varias veces de sirvientas, aunque alguna vez obligaba a Cornelio a desnudarse completamente, quizás dejándole una minúsculo tanga y unos zapatos de tacón, y le obligaban a bailar y cantar delante de mí y de su esposa, y lo usábamos para nuestro regocijo y divertimento personal. La situación me provocaba una mezcla de gracia, vergüenza ajena y terrible erotismo al mismo tiempo. Cuando sus actuaciones no eran lo suficientemente cómicas o divertidas, recibía azotes en el culo por mi parte, y sonoros guantazos por parte de su mujer, Laura, mientras le animábamos a que fuera un poco más original. Los temas de canciones que debía cantar, sólo podían ser dos: Odas a la grandeza de su Señor o relatos cantados de sus experiencias más humillantes e infidelidades varias de su pareja. El grado de intensidad de los golpes dependía de sus actuaciones pero también según el momento de día, mis ganas o cansancio acumulado.

En ocasiones los quehaceres de Cornelio con la limpieza y demás no le permitían estar a mi plena disposición por lo que a veces salía a pasear, a tomar algo, o me reunían en privado en la habitación con mi perrilla Laura para descansar o hablar de nuestros asuntos, así como realizar actos propios de Amo-esclava.

Mi cerdita saboreaba mis mezquinos pero placenteros tormentos. A veces sacaba a relucir ese carácter dominante que tienen todas las mujeres, y tenía que pararle los pies, sobre todo cuando hablaba sin permiso, cosa que hacía frecuentemente, y que estaba penalizado con un azote por letra. A veces me daba la impresión de que lo hacía deliberadamente, y que simplemente quería que le calentara las nalgas. Antes de una buena sesión de azotes y tortura de pezones (había comprado cadenas y material para la ocasión) Me gustaba follarme el delicioso culito de mi pequeña. Laura tiene un culo casi perfecto,  carnoso y respingón como para cogerlo con mis granes manos (tengo unas manos enormes). Me gustaba variar el ritmo de mis embestidas, cosa que ella agradecía con gritos y súplicas. Me gustaba verla suplicar, era lógico, el impotente de su marido apenas duraba unos minutos si no es que a veces tenía la prodigiosa (y vergonzosa) habilidad de llegar al orgasmo sin ni siquiera tocarse, simplemente viendo como montaba brutalmente a su señora. Como eso no estaba prohibido, y era algo involuntario, no lo castigué cuando le ocurrió en varias ocasiones, ya que yo también sabía ser conmiserativo con su patético comportamiento.

En otros momentos, me tumbaba en el sofá junto a Laura y utilizábamos a Cornelio como reposapiés, eso cuando no los estaba masajeando, lamiendo o, en el caso de la mi sumisa, pintando. Lo de lamernos los pies me parecía más divertido y adecuado hacerlo después de un paseo, o de una salida nocturna, pues lamerlos limpios recién salidos de la ducha no tenía ninguna gracia. Lo mismo ocurría cuando su esposa orinaba, no solía usar papel, pues cuando terminaba daba un grito y al momento Cornelio se lo estaba limpiando con la lengua.

Cornelio había avanzado mucho en cuanto a su sometimiento, que ya era casi altruista. Disfrutaba mucho viendo como satisfacía a su esposa, y yo no me privaba de darle esa satisfacción. Como era tan bueno haciéndolo, se le encomendó la tarea de ser a partir de aquel momento, la única sirvienta de la casa, y Laura pasaría a ser mi juguete sexual que no se movería de mi lado a menos que se lo indicara.

Mi alimentación la preparó Cornelio a conciencia, puesto que antes había tomado buena nota sobre mis hábitos alimenticios, y me complació enormemente siendo mi cocinero particular. Cuando mi esclava y yo terminábamos de comer, volcábamos los restos de la comida en un plato, y yo lo ponía en el cuarto donde Cornelio dormía junto al cuenco de agua. Lógicamente no podía tocar el plato con las manos así que su forma de comer los sabrosos restos de sus Dueños era hacerlo en forma de perro, hundiendo el hocico en el plato para poder alimentarse.

Alguna vez Laura añadió un escupitajo al plato, mientras le decía con desprecio: “Así irás mejor alimentada perra” en ese momento yo añadía una sonora carcajada al comentario y él enrojecía de vergüenza mientras comía del plato con devoción.

Recuerdo un día, que uno de los platos que cocinó, no recuerdo ahora exactamente cuál, pero me pareció sumamente desagradable, y tras mandarlo llamar, espeté: “¿Qué es esta mierda repugnante que nos has preparado?” Creo que recordar que se pasó con el tono de sal, y en esto yo no admitía errores, y por consecuencia el castigo fue muy estricto. Además de obligarle a comer los restos directamente del suelo (que previamente había depositado con desprecio) le obligué a realizar 30 flexiones y 30 abdominales completamente desnudo, mientras gritaba “Perdón Señor” y “Gracias Señor”por cada abdominal y flexión que realizaba.

Yo  era perfectamente consciente de que no sería capaz de realizar dicho castigo por completo, en parte debido a su baja forma, así que aproveché para patearle el trasero como forma de motivación para que cumpliera su cometido, pero fue totalmente imposible así que lo dejé estar por el momento. Haber incumplido el castigo le otorgaría una buena sesión de azotes por la noche.

Principalmente me gustaba usar el cinturón, y dejarle el culo bien dolorido y  marcado, mientras el perro gimoteaba y lloriqueaba, su mujer echó más leña al fuego y le gritó: “No llores como un marica, el Señor está siendo demasiado bueno contigo, si por mi fuera te dejaría el culo sangrando, subnormal”. La sesión de azotes y latigazos estaba siendo especialmente dura, sobre todo cuando Laura tomó las riendas, Cornelio tuvo que suplicar, entre sollozos, que ya había tenido suficiente; ella, algo indignada, se acercó cogiéndole de los pelos y dijo: “Pararé cuando me dé la gana, impotente de mierda”. Le escupió en la cara y prosiguió con el castigo, mientras le ordenaba que por cada latigazo gritara su nombre, como venía siendo habitual, cada vez que recibía un castigo: “Sí, Señora” y “Gracias Señora” por cada golpe que recibía.

Muchas veces Laura hacía pagar a Cornelio el trato vejatorio al que yo la sometía. Aquel día fui muy duro con mi esclava pues, además de obligarla a llevar un plug-anal acoplado a su ano y unas cuantas pinzas a lo largo de su cuerpo, había estado encadenada por largo rato, después de alguna contestación suya que, aunque no fue desconsiderada, si fue improcedente para mi gusto. Luego recapacitó y reconoció que había cometido un error.

Utilizaba a mi putita como objeto sexual para mi disfrute, penetración en varias posturas, sexo oral, anal y vaginal principalmente, cosa que me gustaba de hacer por largo rato, y que solía aderezar con golpes, insultos y humillaciones; utilizando un vocabulario de lo más grotesco y vejatorio para su persona, remarcando aspectos sobre ella, que la degradaban como mujer y como persona, lanzando todo tipo de improperios, desnudando así su lado más patético y oscuro.

Además de todas estas experiencias, y otras que no alcanzo a  relatar, mejoré mucho mis conocimientos y habilidades como Amo, además de disfrutar enormemente la experiencia, como también esperaba que mis esclavos personales hubieran gozado de igual forma.

Los días transcurrieron mucho más rápido de lo esperado, y había llegado el momento de despedirme; debería volver a mi monótona rutina diaria. Lo cierto es que la experiencia había sido inolvidable, en todos los aspectos; había sido enriquecedora, interesante, erótica, intensa, morbosa y gratificante a la vez.

Ya esperaba con ansia un nuevo encuentro. Eso sí, me parecía bien que la relación fuese esporádica-continuada. Pues lo momentos vividos eran de tal intensidad, que sólo podrían vivirse en momentos espaciados en el tiempo, es preferible antes de convertir esta maravillosa experiencia en algo monótono. Shakespeare es claro al respecto “Si todo el año fuese fiesta, divertirse sería más aburrido que trabajar”. Cierto como la vida misma…

· FIN ·