Matrimonio por Contrato X Capítulo
Desde que fueron a la fiesta de Luciana Conte habían hecho el amor todas las noches. A veces, despacio. Otras veces, con pasión y abandono. Nicki le susurraba cosas eróticas y la halagaba; le decía que era preciosa y que la deseaba. Sin embargo, jamás la había mirado a los ojos
—
Vete.
El perro la miró con una expresión vacía. Nicki estaba contemplando la nieve caer al otro lado de la ventana y le echó un vistazo al reloj. Locos por los Libros había cerrado unas horas antes y Alexa no había llegado todavía a casa. Las carreteras estaban cubiertas de placas de hielo y el informe meteorológico había anunciado que se trataba de una ventisca prenavideña. Todo el mundo estaba encantado con la posibilidad de disfrutar de unas Navidades blancas. Personalmente, a Nicki le daba igual siempre y cuando mantuvieran las carreteras despejadas y no hubiera cortes en el suministro eléctrico.
Hizo una mueca al recordar que Alexa la había llamado «
Grinch
». Su alegría por las celebraciones la desquiciaba, así como su afán por decorar la casa, su insistencia en conseguir un abeto natural, e incluso su disposición a hornear galletas. Unas galletas muy bonitas pero que no estaban muy buenas. Cuando le dijo la verdad, Alexa le tiró una a la cabeza. Al menos el perro se encargó de limpiar el suelo.
Nicki miró de nuevo hacia la puerta. El delgaducho animal se encontraba en el rincón, mirándola con sus ojos amarillentos. La semana estaba a punto de acabar, y el chucho se iría por fin. No le gustaba la costumbre del animal de seguirla a todas horas y de estar pendiente de todos sus movimientos. No se comportaba como un perro normal y corriente que ladraba, meneaba el rabo y bebía agua de forma ruidosa. Ese perro le recordaba a un espectro. Alexa lo obligaba a comer, a beber y lo estaba acostumbrando a sacarlo a pasear con correa. El chucho lo aceptaba todo, pero con una mirada distante, como si estuviera esperando la hora de la verdad. Como si esperara que volviesen a dejarlo tirado en la carretera. Solo.
Meneó la cabeza, molesta por el escalofrío que le recorrió la espalda. Llevaba unos días soñando con el perro del que se deshizo Jed. Los sueños la torturaban de tal manera que recurría a su mujer en plena madrugada para alejar esos recuerdos. Era consciente de que se había acostumbrado a hacerlo con frecuencia. Se enterraba en su cuerpo y se perdía en su calor y en su pasión, hasta que el frío gélido que llevaba en el interior se mitigaba un poco y se hacía más llevadero.
Al ver que llegaba el Volkswagen amarillo, la inundó el alivio. Alexa abrió la puerta de la casa y estampó los pies en el suelo para limpiarse la nieve de las botas, riéndose a carcajadas al ver que le caían copos del pelo si sacudía la cabeza.
—
¿A que es genial? ¡La semana que viene habrá otro temporal, así que tendremos una Navidad blanca!
—
¿Por qué llegas tarde?
—
¿Estabas preocupada?
Alexa la miró con expresión juguetona mientras se quitaba el abrigo.
—
No, pero la semana pasada te dije que tu coche necesita un cambio de ruedas. ¿Lo has hecho ya?
—
Todavía no.
—
No puedes conducir con esta nieve si tienes las ruedas desgastadas. Te dije que cogieras el BMW y que dejaras tu coche aquí.
Ella hizo un mohín.
—
Odio el BMW, me pone nerviosa. Además, he conducido en condiciones mucho peores que estas y con peores coches. Oooh, qué alegría estar tan cerca de la chimenea. —Se calentó las manos y estornudó—. Dichoso resfriado, no hay manera de librarse de él. ¿Tenemos vino especiado para la cena? Creo que ponen
Qué bello es vivir
a las nueve.
Nicki frunció el ceño, consciente de que había cambiado el tema porque no quería seguir sus consejos.
—
Esa película está muy vista. Llevas unos días sintiéndote mal. Deberías ir al médico.
—
No tengo tiempo. Las vacaciones son la época más ajetreada en la tienda.
—
Yo te acompañaré mañana. Después te dejaré en la librería y llevaré el coche al taller para que le cambien las ruedas. Deberías cambiarlo de todas formas. Comprarte uno nuevo.
Alexa resopló.
—
Lo que tú digas, doña Ricachona. Resulta que ahora mismo no puedo permitirme comprar un coche nuevo y, además, me gusta mi escarabajo.
—
Yo te lo compraré.
—
No, gracias.
La frustración amenazó con apoderarse de Nicki. Alexa proclamaba a los cuatro vientos que se había casado con ella por el dinero. En ese caso, ¿por qué no lo aceptaba? Le había ofrecido sus servicios profesionales de forma gratuita para la ampliación de la librería. Un coche nuevo. Ropa nueva, aunque para ella estuviera perfecta con un saco de patatas. Todas los demás aceptaban su dinero, algo que para ella era lo más sencillo de ofrecer. Pero Alexa no. Ella se negaba a aceptar un céntimo más de lo acordado en el contrato, y Nicki se sentía culpable. La estaba volviendo loca.
—
Eres mi mujer y, si quiero, puedo comprarte un coche.
—
Un coche nuevo no entra en nuestro contrato.
—
El sexo tampoco.
Nicki esperó un estallido de mal humor por parte de Alexa, pero ella se limitó a reírse. Y después estornudó de nuevo.
—
Sí, supongo que tienes razón. Pero que sepas que acepto el sexo y rechazo el coche.
Nicki se acercó a ella caminando con brusquedad y el perro se encogió.
—
Pues considéralo un regalo.
—
Si quieres, puedes comprarme flores, pero no voy a deshacerme de mi coche. Hoy estás de un humorcito maravilloso, ¿eh?
—
No estoy de ningún humorcito. —Mientras replicaba, su mal humor empeoró un poco más. Negarlo de esa forma reafirmaba el comentario de Alexa—. ¿Por qué no me dejas que tenga un detalle bonito contigo?
Alexa se sentó en el suelo, frente a la chimenea, se quitó las botas y la miró.
—
Deja que se quede.
Nicki decidió hacerse la tonta.
—
¿Quién?
—
El perro.
—
Alexa, te he dado tiempo. Me prometiste que se iría el viernes. No quiero un perro. No lo quiero.
Esperó a que Alexa se lanzara al ataque y se preparó para ganar la discusión utilizando la lógica.
Sin embargo, ella asintió con la cabeza y sus ojos adoptaron una expresión tristona.
—
Vale. Se irá mañana.
Los remordimientos la asaltaron con fuerza. Lo que quería hacer era coger al perro y llevarlo al refugio esa misma noche. En cambio, su mujer extendió los brazos y llamó al chucho para que se acercara a fin de hacerle carantoñas. El perro se acercó poco a poco a ella, hasta detenerse justo delante. Alexa se movió muy despacio y le colocó una mano bajo el hocico, tras lo cual empezó a acariciarle el cuello mientras le murmuraba tonterías. Al cabo de un rato, el animal dejó de temblar, se relajó y bajó las orejas. Alexa lo instó a acostarse en su regazo y siguió acariciándolo. Tenía el pelo más suave porque Alexa lo había bañado y estaba un poco más gordo, ya que lo obligaba a comer.
Nicki observó la escena que se desarrollaba frente a sus ojos y sintió que el pasado y el presente se mezclaban. En su interior se libró una batalla entre la soledad y el riesgo a sufrir. Por primera vez desde que estaba con ellas, el chucho pareció rendirse un instante, pareció permitirse por un instante el lujo de disfrutar del cariño de alguien que aseguraba quererlo.
Y Nicki vio que empezaba a menear el rabo.
Su mujer no se percató del leve movimiento, ya que estaba disfrutando de la calidez del fuego con dos almas heridas y descarriadas a su lado. Alexa no se entregaba para ganar algo a cambio, no tenía un objetivo en mente. El amor no era un premio, sino algo que llevaba en su interior y que compartía de forma generosa. Todas las noches compartía su cuerpo con ella sin guardarse nada. La mujer con la que se había casado era una criatura feroz y orgullosa de la que se enorgullecía y ante la cual se postraba de rodillas. A la cálida luz del fuego, Nicki comprendió que la quería.
Estaba enamorada de su mujer.
El descubrimiento fue como una riada que la arrastró con fuerza, hundiéndola antes de devolverla a la superficie tosiendo y magullada, sacudiendo la cabeza mientras se preguntaba cómo narices había podido pasar. Se mantuvo en el centro de la estancia mientras Alexa pasaba de ella, y observó su vida abandonar la autopista y enfilar una carretera secundaria llena de piedras, baches y matorrales.
Abrumada por las emociones, retrocedió un paso, como si quisiera alejarse de todo ese lío.
«¡La madre que me parió!», pensó.
Estaba enamorada de su mujer.
—
¿Nicki?
Ella abrió la boca para contestar, pero se limitó a tragar saliva y tuvo que intentarlo de nuevo.
—
¿Qué?
—
Si no quieres ver la película, proponme otra cosa. Se me ha ocurrido que podríamos emborracharnos aquí delante del fuego mientras vemos nevar; pero, si estás de mal humor, estoy dispuesta a escuchar tus sugerencias.
Alexa hablaba de películas mientras ella acababa de experimentar la mayor crisis de su vida. Cerró los ojos y luchó contra las emociones que habían derribado el último muro de sus defensas, dejándola tan solo con las ruinas esparcidas a su alrededor. Como si el perro reconociera a una víctima de la guerra, levantó la cabeza y la miró. Y en ese momento, Nicki supo qué hacer.
Puesto que todo era demasiado nuevo como para expresarlo con palabras y estaba confundida como para planear de qué forma jugar sus nuevas cartas, las emociones, esas emociones delirantes y caóticas, la abrumaron hasta dejarla incapaz de hacer otra cosa que lo que hizo.
Atravesó la estancia y se arrodilló junto a Alexa. El perro gruñó, se levantó y se marchó a la cocina.
Alexa la miró con expresión interrogante mientras ella le colocaba una mano en una mejilla y contemplaba su cara como si la viera por primera vez. Examinó cada uno de sus rasgos y se lanzó por el borde del precipicio.
—
Quiero hacerte el amor.
Al escuchar las palabras de Nicki, a Alexa le dio un vuelco el corazón, que después siguió latiendo desbocado. No sabía qué era, pero había algo distinto esa vez, como si hubieran llegado a una encrucijada y Nicki hubiera elegido el camino menos transitado.
Desde que fueron a la fiesta de Luciana Conte habían hecho el amor todas las noches. A veces, despacio. Otras veces, con pasión y abandono. Nicki le susurraba cosas eróticas y la halagaba; le decía que era preciosa y que la deseaba. Sin embargo, jamás la había mirado a los ojos como si supiera quién era. En ese momento parecía haber arrancado las capas exteriores, de modo que la fruta escondida debajo había quedado expuesta.
Así se sentía bajo su mirada. Contuvo el aliento y esperó a que Nicki se apartara.
En cambio, Nicki le tomó la cara entre las manos y le dijo, rozándole los labios:
—
Sómos esposas y quiero que hagamos el amor.
Y entonces la besó. Fue un beso tierno, lento y abrasador que la derritió por completo, como si fuera caramelo líquido que vertiera sobre unas tortitas, hasta que su cuerpo cedió, separó los labios y sus lenguas se fundieron y comenzaron a moverse en una danza primitiva, bailada en millones de ocasiones por dos amantes.
Nicki la invitó con delicadeza a tenderse en la alfombra y la desnudó, deteniéndose para saborear cada centímetro de piel que quedaba a la vista con una veneración que la excitó, la postró de rodillas y avivó el deseo que sentían.
Con una silenciosa orden, le separó los muslos y se arrodilló entre ellos, tras lo cual separó los pliegues de su sexo con suavidad. Y después la acarició con los labios y con la lengua, arrastrándola hasta el borde del abismo. Siguió acariciándola así hasta que se corrió y se arqueó bajo Nicki. Sin embargo, la mantuvo inmovilizada y no se apartó de ella hasta que la escuchó sollozar y le suplicó que… que…
Se incorporó al instante y se detuvo justo cuando estaba a punto de introducir sus dedos.
—
Alexa, mírame.
Ebria de placer, Alexa abrió los ojos y miró a la mujer que amaba con toda el alma, aguardando que la poseyera, aguardando para recibir lo que Nicki pudiera entregarle.
—
Siempre has sido tú. —Hizo una pausa como si quisiera asegurarse de que la había escuchado, de que había entendido el significado de sus palabras. Un brillo intenso iluminaba las profundidades de sus ojos ambarinos. Entrelazó sus dedos con los de Alexa, en un intento por comunicarse con ella más allá de las palabras—. Y siempre serás tú.
Las apuestas habían cambiado y a esas alturas estaba dispuesta a conquistar su corazón mientras se entregaba a fondo a ella, amándola despacio y con un ritmo constante hasta dejarla al borde del abismo. En esa ocasión, cuando se dejó
caer, Nicki flotó con ella y ambas levitaron cogidas de las manos. Cuando volvieron a la realidad, la abrazó a la luz del fuego, la besó en una sien y ambas se sumieron en el agradable silencio que cayó sobre ellas como caía la nieve sobre el suelo en el exterior.
Alexa fue consciente de que algo había cambiado entre ellas, algo que Nicki todavía no estaba dispuesta a compartir, de modo que se aferró a la esperanza, aunque al mismo tiempo se reprendió por pensar que su corazón le perteneciera. Besó a Nicki por completo, su cara, su cuello, sus pechos; el olor de Nicki la atrapaba por completo, la tomó haciéndola suya y de nadie más.
Un rato después, adormecida por su delicioso calor corporal, lo oyó susurrar:
—
El perro puede quedarse.
Alexa se incorporó de inmediato y se preguntó si la había escuchado bien.
—
¿Qué?
—
Es mi regalo. El perro puede quedarse.
Abrumada, Alexa intentó buscar las palabras adecuadas para expresar lo que significaba lo que acababa de hacer, pero al igual que le había sucedido a Nicki, fue incapaz. De modo que extendió los brazos, lo instó a bajar la cabeza y la beso.
Al día siguiente, Nicki miró a su esposa enferma y meneó la cabeza.
—
Te lo dije.
Alexa gimió y se dio media vuelta para enterrar la cara en la almohada, tras lo cual tosió.
—
Se supone que no debes decir eso. Necesito Frenadol.
Nicki dejó a su lado una bandeja en la que le llevaba un tazón de caldo de pollo, agua y zumo.
—
Ni de coña. Ya estás tomando antibiótico y jarabe con codeína para la tos. El médico me lo ha dejado muy claro. Además, nada de spray nasal. He leído un artículo sobre el tema.
—
Quiero a mi madre.
Nicki se echó a reír y besó sus alborotados rizos.
—
Tienes la televisión y el mando a distancia; una caja de pañuelos de papel; un libro y el teléfono. Descansa un poco y dentro de nada estaré otra vez aquí.
—
Tengo que ir a la librería. Maggie es pésima atendiendo a los clientes.
—
Hoy tendrá que apañárselas sola. Piensa en todos los hombres a los que engatusará para que compren más libros. Tómate el caldo.
Alexa refunfuñó algo mientras Nicki cerraba la puerta sin hacer ruido.
Se subió al Volkswagen con aire satisfecha. Con Alexa en la cama, por fin tenía la oportunidad de cambiarle las ruedas y el aceite a esa birria oxidada. La había acompañado al médico, había llevado las recetas a la farmacia para comprar los medicamentos y después la había metido en la cama.
Parte de ella contemplaba la escena desde fuera y se percataba de que estaba actuando como una esposa. Una esposa de verdad, no ficticia. Lo peor de todo era la profunda satisfacción que le provocaba ese papel.
Cuando llegó a su destino, cogió los papeles del coche de la guantera y se dispuso a esperar.
Esperaba que Alexa tuviera el historial mecánico del coche entre todo ese lío de papeles, de modo que comenzó a hojearlos.
La carta del banco la dejó pasmada.
La leyó de arriba abajo y se fijó en la fecha. Era de hacía un mes. Mucho después de la boda. Después de que Alexa hubiera conseguido el dinero. ¿Qué narices estaba pasando?
La llamaron por teléfono y sintió la vibración de su Iphone. Contestó distraída.
—
¿Diga?
—
Ya era hora de que me cogieras el teléfono.
Los recuerdos del pasado la asaltaron de repente. Fruto de mucha práctica, el corazón se le heló de la misma manera que le sucedió a su voz.
—
Jed. ¿Qué quieres?
Su padre se echó a reír.
—
¿Ese es el saludo que me merezco por parte de mi hija? ¿Qué tal estás?
Nicki soltó la carta en su regazo y siguió hablando con su padre de forma automática.
—
Bien. ¿Ya has vuelto de México?
—
Sí. Me he casado.
Por cuarta vez. Nicki pensó que su madre saldría de repente de su escondrijo para armar gresca. Ese era el patrón habitual. Maggie y ella no eran más que peones que hacían el juego más interesante. Se le revolvió el estómago.
—
Felicidades. Oye, tengo prisa y no puedo seguir hablando.
—
Hija, necesito discutir un asunto contigo. Quedamos para almorzar.
—
Lo siento, estoy ocupada.
—
Será una hora como mucho. Hazme un hueco.
La amenaza resonó con fuerza desde el otro lado de la línea. Nicki cerró los ojos con fuerza mientras luchaba contra el instinto. Sería mejor hablar con él por si acaso Jed tenía la retorcida idea de ir a por Dreamscape e impugnar el testamento. Menudo lío.
—
De acuerdo. Nos vemos a las tres en punto. En Planet Diner.
Cortó la llamada y clavó la vista en la carta.
¿Por qué le había mentido Alexa al decirle en qué había usado los ciento cincuenta mil dólares?
¿Estaría involucrada en algo que ella jamás había sospechado? Si había solicitado un préstamo al banco para ampliar la librería y este lo había rechazado, ¿en qué había empleado su dinero?
Las preguntas siguieron asaltándola, pero todas carecían de sentido. Por algún motivo, Alexa no quería que ella descubriera la verdad. Si necesitaba dinero para algo, debería haber acudido a ella a fin de que solicitaran el préstamo juntas, porque de esa forma se lo habrían concedido sin dudar. ¿Qué narices estaba pasando?
Como tenía que esperar hasta que el mecánico acabara con el coche, se marchó a la oficina para hacer tiempo. Llamó a Alexa para ver cómo se encontraba y preguntarle si estaría bien hasta que ella acabara de almorzar con Jed. La tentación la instaba a preguntarle cosas más serias, pero una parte de sí misma dudaba, porque no tenía claro si quería saber la verdad. Aunque estuviera enamorada de ella, había algo básico que no había cambiado: no podía ofrecerle estabilidad ni una familia. Al final, si Alexa seguía a su lado, acabaría odiándola. La idea le provocó un pánico abrumador.
Jed la esperaba sentado en un rincón del restaurante. Nicki observó al hombre que le había dado la vida. El dinero y la ociosidad parecían sentarle bien. El sol mexicano le había aclarado el pelo y el bronceado de su rostro le otorgaba un carisma del que en realidad carecía. Era un hombre alto que siempre iba vestido con ropa de marca. Ese día llevaba un jersey rojo de Ralph Lauren y pantalones y mocasines negros. Sus ojos oscuros brillaban inducidos por el alcohol. Seguramente se había tomado un cóctel para poder enfrentarse a la hija que perdió hacía ya mucho tiempo.
—
Nicki, me alegro de verte.
Jed le tendió una mano y se saludaron con un apretón, tras lo cual pasó unos minutos coqueteando con la camarera.
Nicki pidió un café.
—
Bueno, ¿qué te trae por Nueva York, Jed?
—
Amber nació aquí. Estamos de visita. Se me había ocurrido instalarme de nuevo en la ciudad durante una temporada. Establecer mi hogar. ¿Te apetecería que pasáramos más tiempo juntos?
Nicki comprobó el estado de sus emociones para ver si las tenía bajo control. Por suerte, no sentía nada.
—
¿Por qué?
Jed se encogió de hombros.
—
He pensado que podía pasar más tiempo con mis hijas. Hace mucho que no nos vemos y eso. ¿Qué tal va el negocio?
—
Bien. —Nicki bebió un sorbo de café—. ¿Qué querías discutir conmigo?
—
Me han dicho que te has casado. Felicidades. ¿Amor, dinero o sexo?
Nicki parpadeó.
—
¿Cómo dices?
Su padre soltó una carcajada.
—
Que por qué te has casado con ella. Yo me casé con tu madre por amor y acabó siendo un desastre total. Con la segunda y la tercera, me casé por el sexo y tampoco funcionó. Pero con Amber es por el dinero. Por el dinero y por el respeto. Tengo la sensación de que este sí va a durar.
—
Una teoría interesante.
—
Bueno, ¿por qué te has casado tú?
Nicki apretó los dientes.
—
Por amor.
Jed se echó a reír mientras partía sus tortitas.
—
Al menos el tío Earl te ha dejado un buen trozo de tarta. Me he enterado.
—
Ni se te ocurra impugnar el testamento. Ya está todo hecho.
—
Te veo un poco subidita, ¿no? En fin, creo que nos parecemos más de lo que crees. A ambos nos gusta el dinero y también nos gustan las mujeres. y por mí no hay nada de malo en eso. Al contrario que tu madre que nunca ha estado muy de acuerdo con tus gustos. —Jed la señaló con el tenedor—. No he venido para crearte problemas. Tengo mi propia fortuna y no necesito la tuya. Pero a Amber se le ha metido en la cabeza que tengo que acercarme a mis hijas. Había pensado que podíamos almorzar todos juntos. Ya sabes, con Maggie y contigo. Y con los hijos
de Amber.
La situación era tan ridícula que Nicki se quedó sin palabras por un instante. Recordó todas las veces en las que le había pedido a su padre que hablara con ella, que almorzaran. Y en ese momento, p
orque su flamante esposa lo presionaba, Jed pensaba que ella estaba más que dispuesta a llevar a cabo el experimento de mantener una relación paternofilial. Una punzada de amargura resquebrajó el hielo.
Una oferta insignificante. Que llegaba demasiado tarde. Y lo peor de todo era que a Jed le daba igual.
Apuró el café y dijo: —Te agradezco el gesto, pero paso. No te he necesitado nunca y no te necesito ahora.
La expresión de su padre se tornó cruel.
—
Siempre te has creído mejor que yo, ¿verdad?. Pues escúchame, hija, la sangre es la sangre y pronto te darás cuenta de que estás destinada a cometer los mismos errores que he cometido yo. —Y añadió las siguientes palabras con un tono desdeñoso—: ¿Quieres saber la verdad?
Me casé con tu madre por amor, pero ella solo quería mi dinero. En cuanto me olí la verdad, quise ponerle fin a todo, pero era demasiado tarde. Estaba embarazada. Así que me quedé atrapado. Por tu culpa.
Nicki tragó saliva al contemplar la pesadilla que se abría ante ella.
—
¿Cómo?
Su padre soltó una risotada.
—
Pues sí, fuiste su desesperado intento por retenerme y funcionó. Un bebé conlleva una manutención y una pensión de por vida. Decidí quedarme e intentar que funcionara, pero jamás la perdoné.
Las palabras de su padre cobraron sentido a medida que las piezas encajaban. Jed jamás la había querido. Ni tampoco había querido a Maggie.
—
¿Por qué me cuentas todo esto ahora?
Su padre esbozó una sonrisa gélida.
—
A modo de advertencia. Porque eres como yo, Nicki. Aunque tienes a favor que no puedes embarazar a tu mujer ni ella a tí. - Mientras soltaba una risotada
Nicki miró a su padre un buen rato. Aunque mantenía las emociones bajo control, distinguió la punzada del miedo al reconocer que el hombre que le había dado la vida ni siquiera respetaba a su familia. ¿Y si Jed estaba en lo cierto? ¿Y si había pasado años luchando contra sus genes en vano? ¿Y si estaba destinada a convertirse en otra versión de su padre, aunque tardara más tiempo en llegar hasta ese punto?
Las últimas semanas la habían llevado a creer en cosas que no existían. El amor. La verdad. La familia. Alexa ya le había mentido con respecto al dinero. ¿Qué más mentiras le había contado? Sintió un escalofrío en la espalda. ¿Y si Alexa había planeado algo mucho más grande mientras ella se enamoraba de ella?
Las dudas la asaltaron con saña, pero las desterró mientras levantaba la cabeza.
—
No nos parecemos en absoluto. Buena suerte, Jed.
Arrojó unos cuantos billetes a la mesa, pero las palabras que acababa de decir se burlaban de ella con cada paso que lo alejaba de su padre.
Porque en el fondo de su corazón se preguntaba hasta qué punto eran ciertas. Se preguntaba si se parecía a Jed Ryan más de lo que pensaba.
Alexa recordó las últimas semanas, que habían sido perfectas. Su relación con Nicki se había estrechado hasta tal punto que el ritmo habitual entre ellas se había convertido en algo cotidiano. La Navidad con su familia había sido más tranquila, ya que Nicki se esforzó de verdad por disfrutar de la ocasión.
Hacían el amor con una pasión que le llegaba al alma. Creía que las barreras que había entre ellas estaban cayendo poco a poco. A veces la pillaba mirándola con una emoción tan descarnada que la dejaba sin aliento. Sin embargo, cada vez que ella abría la boca para decirle que la quería, Nicki cambiaba de actitud por completo y se cerraba en banda. Como si sospechara que en cuanto ella pronunciara las palabras, ya no habría vuelta atrás.
Había estado esperando la oportunidad perfecta, pero se le había acabado el tiempo. La quería. Ansiaba tener un matrimonio de verdad, sin contrato. Y necesitaba confesarle lo que había hecho con el dinero.
Sintió los nervios en el estómago. Nicki se había negado a casarse con Gabriella porque ella quería compromiso, familia. Como era lógico, temía cometer los mismos errores que su padre. Pero ella esperaba que cuando comprendiera que el amor era real, que formaba parte de Nicki, se abriría del todo y se permitiría amar.