Matrimonio por Contrato V Capítulo
Se le escapó un gemido en cuanto los rozó con los pulgares. Nicki también gimió, satisfecha, y siguió acariciándola de forma insoportable. Alexa sintió su excitación, sintió su presión en la parte inferior del abdomen y se mojó al instante.
Alexa sintió que la que tenía encima estaba totalmente tensa. Hasta ese momento se encontraba tan pendiente de la discusión que mantenían que se le había olvidado que Nicki la había inmovilizado contra el suelo. Abrió la boca para soltar una bordería sobre la sumisión, pero se detuvo.
Y la miró a los ojos. En ese momento contuvo el aliento.
«¡Ay, Dios!», pensó.
El deseo sexual fluía entre ellas cual tornado que ganaba velocidad y fuerza a cada segundo que pasaba. Esos ojos castaños la miraban con un brillo ardiente. Con una expresión a caballo entre el deseo y la ira. Se percató de que Nicki estaba apoyada entre sus muslos y de que sus labios se encontraban a escasos centímetros de los suyos, si bien tenía el torso elevado para aprisionarle las manos. La situación había perdido el tinte de broma fraternal. Tampoco parecía típica de dos amigas ni de dos socias. Lo que quedaba era el deseo entre dos mujeres, y Alexa se sintió arrastrada al torbellino por las necesidades de su cuerpo.
—
¿Nicki? —dijo con voz ronca, titubeante.
Sintió los pezones endurecidos, tensando la tela de la sudadera. Los ojos castaños de Nicki recorrieron su cara, sus pechos y la parte de su abdomen que quedaba expuesta. La tensión entre ellas resultaba casi insoportable. La vio inclinar la cabeza. El roce de su aliento le acarició los labios mientras decía:
—
Esto no significa nada Alexa.
Su cuerpo contradijo dichas palabras en cuanto se apoderó de sus labios con un ansia feroz. Al instante y sin delicadeza, le introdujo la lengua en la boca, dispuesta a explorar su interior. Alexa sintió que se le nublaba la razón, atrapada entre el escozor que le había provocado el comentario y el placer que la recorría en oleadas. Le aferró las manos con fuerza y se dejó llevar, arrastrada por el deseo y el vino. Levantó las caderas para acogerla entre los muslos y frotó los pechos contra los de Nicki.
Había perdido el control en apenas unos segundos. El vacío desolador de los últimos años fue sustituido po
r sabor, las caricias y el olor de Nicki.
Le devolvió el beso con pasión, introduciéndole también la lengua en la boca, y soltó un gemido ronco. Nicki le soltó las manos para acariciarle el abdomen y ascender en busca de sus pechos. Sintió que los pezones se le endurecían aún más cuando le levantó la sudadera. El fuego que ardía en esos ojos castaños mientras contemplaba sus pechos estuvo a punto de abrasarla. Tras acariciarle un pezón con un pulgar, arrancándole un grito, lo vio inclinar la cabeza. Era el momento de la verdad. Si la besaba de nuevo, se rendiría. Su cuerpo la deseaba y no encontraba objeción alguna para detener lo que estaba sucediendo.
Alguien llamó al timbre.
El sonido reverberó por las paredes. Nicki se incorporó y se separó de Alexa al instante, como si fuera un político pillado con las manos en la masa, murmurando algunas palabrotas que Alexa ni siquiera sabía que existían.
—
¿Estás bien? —le preguntó Nicki.
Alexa parpadeó al presenciar el recatado comportamiento de una mujer que poco antes había estado a punto de arrancarle la ropa. Respiró hondo, tal como le habían enseñado a hacer en las clases de yoga, y se sentó al tiempo que se bajaba la sudadera.
—
Claro. Abre la puerta.
Nicki la observó un instante, como si estuviera decidiendo si se fiaba o no de su fachada, tras lo cual asintió con la cabeza y salió de la estancia.
Alexa se llevó los dedos a los labios y trató de recuperar la compostura. Había cometido un error garrafal. Obviamente, su reciente celibato había hecho estragos en sus hormonas, listas para revolucionarse en cuanto una mujer la tocara. El último comentario de Nicki pasó por su cabeza a modo de mordaz colofón.
«Esto no significa nada.»
Escuchó que alguien hablaba en el pasillo. Acto seguido, una morena muy alta y con unas piernas larguísimas entró en el salón con total confianza, como si conociera bien la casa. Alexa observó en ese momento a una de las mujeres más guapas que había visto en la vida… y que a todas luces era la ex de Nicki.
Sus interminables piernas, que ascendían desde los altísimos zapatos negros de plataforma, estaban enfundadas en unos pantalones de seda. Llevaba un cinturón plateado en torno a sus delgadas caderas y un top metálico ceñido a sus diminutos pechos y con escote de pico que dejaba al descubierto la parte superior de sus hombros. Una larga melena negra perfectamente ondulada le caía por la espalda.
Ni un solo rizo encrespado a la vista. Sus ojos eran de un asombroso verde esmeralda y estaban rodeados por espesas pestañas negras. Tenía los labios voluptuosos y los pómulos afilados, lo que le confería una elegancia serena. Tras echar un vistazo por el salón, sus ojos se clavaron en Alexa.
En ese momento supo que iba a vomitar.
La diosa se volvió hacia Nicki con expresión arrepentida. Hasta su voz tenía un deje erótico cuando dijo:
—
Es que tenía que conocerla.
Alexa comprendió con espanto que Gabriella no solo se acostaba con Nicki, sino que también sentía algo por ella. La miró de mujer a mujer, y la expresión dolida que rondaba sus ojos le reprochó que le hubiera robado a su mujer. En parte, Alexa contemplaba la escena como si estuviera viéndola desde fuera, y le resultó graciosa. Era como ver un episodio de un
reality show
de televisión. Al menos no se trataba de
Jersey Shore
, pensó aliviada. Al ver que sus pensamientos tomaban un camino desquiciado, se aferró como pudo a la poca cordura que le quedaba.
Se puso en pie y miró fijamente a la escuálida diosa que la observaba desde la ventaja que le otorgaba la diferencia de altura. Tras esforzarse por recuperar la compostura, fingió mentalmente que llevaba ropa de verdad y no un atuendo más apropiado para un gimnasio.
—
Lo entiendo —replicó con formalidad.
—
Gabby, ¿cómo has conseguido burlar las medidas de seguridad?
Las ondas inmaculadas se deslizaron sobre un hombro cuando Gabriella extendió un brazo para entregarle algo a Nicki.
—
Todavía tengo la llave y el código de acceso. Después de que me dijeras que ibas a casarte… bueno, las cosas se pusieron bastante intensas.
Esas palabras aguijonearon la sensible piel de Alexa. Al cuerno con todo. Se negaba a que Nicki continuara manteniendo una relación en la sombra cuando habían firmado un contrato. Por tanto, necesitaba fingir que era una esposa posesiva. Tragó saliva con fuerza y se obligó a regalarle una sonrisa serena a su adversaria.
—
Gabriella, siento mucho que nuestra decisión te haya hecho daño. La verdad es que todo ha sucedido muy rápido. —Tras esas palabras, soltó una carcajada y se interpuso entre Nicki y la modelo
—
. Nos conocemos desde hace años y cuando nos encontramos de nuevo, fue como un vendaval. —
Fingió mirar con adoración a su flamante esposa, aunque le picaban los dedos por el deseo de estamparle un puñetazo. Nicki le rodeó la cintura con los brazos y ella sintió su calor corporal a través de los leggins—. Debo pedirte que te marches. Es nuestra noche de bodas.
Gabriella los observó con expresión calculadora.
—
Es raro que no hayáis ido a algún sitio más… romántico.
Nicki salvó a Alexa en esa ocasión.
—
El trabajo me reclama, así que hemos pospuesto el viaje.
Gabriella dijo con voz cortante:
—
Vale. Me voy. Necesitaba ver con mis propios ojos por quién me has dejado. —Su expresión dejó bien claro que no comprendía la decisión de Nicki—. Estaré un tiempo fuera de la ciudad. Me he comprometido a ayudar en un proyecto de reconstrucción en Haití.
«¡Madre del amor hermoso!», pensó Alexa. ¡Participaba en causas humanitarias! Esa mujer era físicamente perfecta, tenía dinero y ayudaba a los demás. Sintió que se le caía el alma a los pies.
Gabriella se volvió y reparó en la baraja de cartas.
—
Mmm… siempre me ha encantado jugar a las cartas. Pero no lo veo muy apropiado para una noche de bodas.
No les dejó opción de replicar. Con la elegancia de una cobra, salió por la puerta sin echar la vista atrás.
Alexa se alejó de Nicki en cuanto escuchó el clic de la puerta de entrada. En la estancia reinaba un silencio tenso, si bien su cabeza era un hervidero de pensamientos.
—
Lo siento, Alexa. No la creía capaz de aparecer de repente en mi casa.
La pregunta surgió del fondo de su alma. Aunque se juró que no le preguntaría, la breve y sangrienta batalla acabó antes de empezar siquiera. De modo que le soltó:
—
¿Por qué te has casado conmigo y no con ella?
Comparada con Gabriella, ella salía perdiendo en todas las facetas. La novia de Nicki era guapa, elegante y escuálida. Su forma de hablar denotaba que era inteligente, colaboraba con causas humanitarias y se había comportado con mucha clase para ser una mujer despechada. Además, era obvio que quería a Nicki. ¿Por qué le había hecho daño de esa forma?
Nicki se alejó de ella.
—
Eso da igual —le respondió con frialdad.
—
Necesito saberlo.
Alexa sintió un gélido escalofrío por la espalda al ver su expresión decidida. Nicki acababa de alzar sus defensas y de repente ella se encontró con una mujer carente de emociones y de sentimientos.
—
Porque quería más de lo que yo podía darle. Quería sentar la cabeza y formar una familia.
Alexa retrocedió un paso.
—
Y ¿qué tiene eso de malo?
—
Se lo dejé muy claro desde el principio. No mantengo relaciones permanentes. Nunca he querido tener hijos y jamás seré el tipo de mujer que sienta la cabeza para formar una familia. Me lo prometí hace muchos años. —Hizo una pausa—. Por eso me casé contigo.
Alexa sintió que todo le daba vueltas cuando por fin comprendió el alcance de esas palabras. Su esposa podía experimentar arrebatos de pasión. Sus caricias podían ser ardientes y sus labios, abrasadores, pero su corazón era de piedra. Jamás permitiría que una mujer la conquistara. Estaba demasiada herida como para arriesgarse. De alguna forma, sus padres la habían convencido de que el amor no existía. Aunque vislumbrara un débil rayo de esperanza, Nicki no creía en los finales felices.
Ella solo veía a los niños como víctimas, y una vida de sufrimiento.
¿Cómo podría una mujer luchar contra semejante convicción con la esperanza de ganar? La necesidad de Nicki de contraer un matrimonio de conveniencia le resultó perfectamente razonable.
—
¿Estás bien? —le preguntó Nicki
Alexa decidió acabar la noche haciendo un mutis espectacular. Nicki Ryan podría romperle el corazón. De nuevo. Necesitaba mantener una actitud fría y práctica para salvaguardar su orgullo. Y debía mantener las distancias en todo momento. Logró componer una expresión serena y ocultó el dolor en lo más hondo de sí misma, hasta que se convirtió en una pequeña bola albergada en su estómago.
—
Deja de preguntarme si estoy bien. Por supuesto que estoy bien. Pero ni se te ocurra pensar que puedes ir a echarle un polvo rápido a tu ex. Tenemos un trato.
La expresión de Nicki se volvió tensa.
—
Te di mi palabra, ¿recuerdas?
—
También haces trampas al póquer.
El recuerdo de la desastrosa partida de póquer hizo que la consumiera la humillación. Nicki cambió el peso del cuerpo de un pie a otro mientras se pasaba las manos por el pelo. Alexa supo que estaba a punto de soltarle el sermón.
—
Sobre lo que ha pasado…
En ese momento Alexa la interrumpió con una carcajada digna de un premio de la Academia.
—
¡Madre mía! No me dirás que vamos a tener una conversación sobre eso, ¿verdad? —Puso los ojos en blanco—. Nicki, escúchame, debo confesar una cosa. Sí, el nuestro es un matrimonio de conveniencia, pero resulta que hasta hace poco iba vestida de novia y es nuestra noche de bodas y…
—
Levantó las manos en señal de rendición—. Me dejé llevar por todo ese rollo. Y como tú estabas disponible… En fin.
—
¿Disponible?
—
Bueno, quiero decir que estabas a mano. No ha significado nada, así que vamos a correr un tupido velo, ¿te parece?
Nicki la observó con los ojos entrecerrados, deteniéndose en cada uno de sus rasgos faciales. El tictac del reloj era lo único que se escuchaba mientras ella esperaba. Atisbó una emoción extraña en esos ojos castaños y juraría que acabó mirándola con arrepentimiento.
Debió de tratarse de un efecto extraño de la luz.
Al cabo de un momento, Nicki asintió con la cabeza.
—
Le echaremos la culpa al vino, a la luna llena o a lo que sea.
Alexa se volvió.
—
Me voy a la cama. Es tarde.
—
Vale. Buenas noches.
—
Buenas noches.
Alexa subió la escalinata y, una vez en su dormitorio, se metió bajo las sábanas sin lavarse los dientes ni la cara, y sin ponerse el pijama. Se subió el edredón hasta la barbilla, enterró la cara en la almohada y se rindió al sueño, un lugar donde no tenía que pensar ni sentir, un lugar donde nadie le hacía daño.
Nicki mantuvo la vista clavada en la escalinata. El vacío palpitaba en su interior y no sabía por qué. Se sirvió el resto del vino en la copa, ajustó el volumen de la música y se acomodó en el sofá. La música la envolvió y la relajó.
El error que había estado a punto de cometer la torturaba. De no ser por la aparición de Gabby, Alexa estaría en su cama. Y adiós al matrimonio sin complicaciones.
«Imbécil», se dijo.
¿Desde cuándo permitía que el deseo por una mujer trastocara sus planes? Ni siquiera cuando rondaba a Gabriella antes de que su relación se volviera más íntima le preocupaba el resultado. Su objetivo era claro y necesario. Sin embargo, eso no había bastado para detenerla después de saborear a Alexa McKenzie. Una mujer que destruía su mente, la hacía reír y la tentaba con las delicias de su cuerpo sin la menor manipulación. Era distinta de todas las mujeres que había conocido a lo largo de su vida y quería seguir manteniéndola en la categoría de amiga. Era la mejor amiga de su hermana.
Quería reírse al recordar su pasado en común y vivir en armonía durante el año estipulado antes de decirle adiós con cordialidad.
Y durante la primera noche había estado a punto de arrancarle la sudadera.
Apuró el vino y apagó la música. Ya lo solucionaría. Alexa había admitido que solo quería un cuerpo dispuesto en la cama. Era obvio que no se sentía atraída por ella. Posiblemente había bebido demasiado vino y había acabado atrapada en la fantasía de la boda. Tal como había admitido. Solo quería el dinero, pero echaba de menos el sexo.
Su testaruda mente insistía en decirle que Alexa no podía reaccionar de esa forma tan apasionada con todas las mujeres que la tocaban. Sin embargo, decidió hacer caso omiso de las señales de advertencia, abandonó el sofá y subió para acostarse en su propia cama.
A
lexa echó un vistazo a la multitud y deseó estar de vuelta en Locos por los Libros, celebrando su lectura semanal de poesía. La cena a la que asistían esa noche era clave para el futuro profesional de Nicki. Sabía que entre los invitados se encontraban muchas personas importantes y Nicki debía causar una buena impresión si quería que tuvieran en cuenta su proyecto.
Tras entregarle el abrigo a la encargada del guardarropa, dejó que Nicki la acompañara hasta el atestado salón de baile.
—
Supongo que has trazado un plan de ataque, ¿verdad? —le preguntó—. ¿Quiénes son las dos personas en las que deberías concentrarte?
Nicki caminaba hacia una espesa nube de humo de tabaco. Un reducido círculo de ejecutivos con aspecto conservador rodeaba a un hombre vestido de forma impecable, con un traje gris y una corbata de seda.
—
Hyoshi Komo va a construir el restaurante japonés. Su voto es crucial para lograr un tercer socio en el plan de desarrollo del río.
—
Bueno, y ¿por qué no te acercas para hablar con él?
Alexa tomó una tartaleta de salmón de la bandeja que llevaba un camarero ataviado con un esmoquin, y después cogió una copa de champán de la bandeja de otro.
—
Porque no quiero formar parte del grupo. Mi plan es diferente.
Alexa bebió un trago de burbujeante champán y suspiró, encantada.
—
No te emborraches —le advirtió Nicki
Ella resopló.
—
No sabía que las esposas fueran tan controladores. Vale, ¿quién es el hombre al que debes impresionar en última instancia?
En ese momento la expresión de Nicki se volvió calculadora.
—
No es hombre, es mujer, Luciana Conte. Es la dueña de una exitosa cadena de pastelerías en Italia y ha decidido expandir su negocio en Estados Unidos. Quiere abrir la primera tienda aquí, en el proyecto del río.
Al ver que Alexa apenas le prestaba atención porque estaba concentrada en las tartaletas de cangrejo que tenía al lado, Nicki resopló, cogió dos y se las puso en un plato.
—
Come —le dijo.
—
Vale.
Alexa claudicó, sin protestar siquiera por la orden. Se metió la primera tartaleta en la boca y gimió, encantada.
Nicki frunció el ceño y en ese momento ella comprendió que por su culpa estaba muy gruñóna. Otra vez. Le estaba mirando los labios como si ella también quisiera comerse una tartaleta de cangrejo.
—
Alexa, ¿me estás escuchando?
—
Sí. Luciana Conte. Una pastelería. Supongo que quieres que circule entre los invitados para cantar tus alabanzas, ¿no?
Nicki esbozó una sonrisa tensa.
—
De momento voy a concentrarme en Hyoshi. ¿Qué te parece si mantienes los ojos abiertos y buscas a Conte? Es alta, con acento italiano, y de pelo y ojos oscuros. A ver si consigues trabar conversación con ella. Así no te aburrirás.
En la mente de Alexa resonó una lejana campana a modo de alarma, pero apenas le prestó atención ya que estaba más interesada en los deliciosos aperitivos.
—
¿Quieres que hable con ella?
Nicki se encogió de hombros, si bien fue un movimiento muy estudiado.
—
Vale. Sé amable. Si descubres algo interesante, dímelo.
De repente, Alexa sintió un escalofrío en la espalda al comprender exactamente lo que Nicki esperaba de ella.
—
¿Quieres que espíe para ti?
Cuando contestó, Nicki lo hizo con un deje impaciente en la voz.
—
No seas ridícula. Tú relájate y limítate a disfrutar de la fiesta.
—
Para ti es fácil decirlo. No llevas las tetas al aire.
Nicki carraspeó y cambió de postura.
—
No haberte puesto el vestido si te resulta tan incómodo.
Sus palabras la pusieron tensa.
—
Me lo ha prestado Maggie. Yo no tengo vestidos caros.
—
Podrías haberme pedido el dinero para comprarte uno.
—
No necesito tu dinero.
—
No sé por qué, pero lo dudo mucho. Me parece que no firmaste nuestro acuerdo por altruismo. Deberías aprovechar las circunstancias y pillar todo lo que puedas.
Entre ellas se produjo un breve silencio. Alexa creyó congelarse de frío.
—
Tienes razón. He sido una imbécil. La próxima vez acabaré con todo lo que haya en Macy’s y te enviaré la factura. —Dio media vuelta y meneó la cabeza—. Después de todo, el único beneficio que obtendré de este matrimonio será tu dinero. Con esas palabras le dio la espalda y se alejó. «Idiota», pensó.
Se colocó junto a la cristalera por la que se accedía al balcón y cogió una segunda copa de champán.
Nicki Ryan pertenecía a ese mundo. Un mundo lleno de dinero, supermodelos y conversaciones refinadas. Entre el humo de los puros reconoció las notas de Shalimar y de Obsession. Allá donde miraba veía sedas y satenes, casi todos negros o de colores neutros. Tonos discretos a fin de lucir mejor los diamantes, las perlas y los zafiros, todos genuinos, claro estaba. Todo el mundo estaba moreno y apostaría lo que fuera a que nadie llevaba autobronceador.
Suspiró hondo. Se había vestido con esmero para la fiesta y había bajado la escalinata conteniendo la respiración a la espera de conocer la opinión de Nicki. Hasta ella sabía que estaba estupenda con el vestido de Maggie. Sin embargo, la idea de querer complacerla le resultaba irritante.
Nicki la había mirado de arriba abajo. Pero en vez de dedicarle un piropo, había rezongado algo sobre su elección de vestuario antes de alejarse. Ni siquiera la ayudó a ponerse el abrigo ni volvió a mirarla hasta que estuvieron en la fiesta. Se sentía dolida, pero se reprendió por tonta. Decidió componer una expresión serena y hacer como que se vestía de esa forma todos los sábados por la noche.
Sin embargo, mientras Nicki le contaba sus planes acerca del proyecto del río, se había percatado de la emoción de su mirada, y su cuerpo reaccionó al instante.
Pasión. Un deseo feroz iluminaba esos ojos castaños. Fantaseó con la idea de convertirse en la mujer que le provocara esas emociones. Pero de repente recordó que Nicki solo sentía dichas emociones por sus edificios. Jamás por las mujeres.
Y jamás por ella.
Inspiró hondo y apuró el champán. Acto seguido, pasó por las cristaleras dobles de la terraza y se acercó a un grupo de mujeres que parecían estar hablando de una estatua. En cuestión de segundos logró unirse a ellas, se llevaron a cabo las presentaciones y se lanzó de cabeza a la vorágine de la cháchara social.
Nicki la observó pasear por la estancia y masculló una palabrota. Joder, otra vez había metido la pata.
Debería haberla halagado por lo guapa que estaba con el dichoso vestido. Sin embargo, no estaba preparada para lo que vio cuando Alexa bajó la escalinata, arreglada para la fiesta.
El vestido de color azul eléctrico tenía un gran escote y dejaba parte de sus hombros al aire. El bajo rozaba el suelo y la tela, drapeada con maravillosos pliegues y con un brillo metalizado gracias al
entramado de los hilos, tenía una caída espectacular. Llevaba sandalias plateadas de tiras que dejaban a la vista las uñas de su pies, pintadas de rosa chillón, si bien el vestido las ocultaba al caminar. Se había recogido el pelo en la coronilla, aunque había dejado algunos tirabuzones sueltos junto a las orejas y por la nuca. Se había pintado los labios de rojo. Cuando parpadeaba, la luz le arrancaba destellos a la sombra de ojos metalizada que se había aplicado. Estaba segurísima de que todas las personas presentes estaban pendientes de ella.
Había estado a punto de ordenarle que se cambiara de ropa . La mujer con la que se había casado carecía de la gélida sofisticación que se sabía capaz de controlar. Al contrario, era una Eva voluptuosa que invitaba a cualquiera al infierno y que convertía una manzana envenenada en el más delicioso de los manjares. Sin embargo, se limitó a mascullar algo por lo bajo antes de darle la espalda. En aquel
momento se preguntó si lo que había vislumbrado en sus ojos era una expresión dolida; pero, cuando la miró de nuevo, descubrió a la mujer problemática y sarcástica con la que se había casado.
La ira la inundó de repente al pensar en la facilidad que tenía Alexa para lograr que se sintiera fatal.
En realidad, no le había dicho nada malo. Se había casado con ella por dinero y lo había admitido abiertamente. ¿Por qué tenía que fingir y hacerse la víctima inocente de ese lío?
Se obligó a alejar a su mujer de sus pensamientos y se concentró en el grupo de ejecutivos que rodeaba a Hyoshi Komo. Nicki tenía muy claro lo que debía provocarle al japonés para asegurarse su apoyo.
Emoción.
Si lograba emocionar a Hyoshi Komo, conseguiría el contrato.
La pieza final del rompecabezas era Luciana Conte. La famosa millonaria que era muy conocida en el ambiente empresarial por su simpatía, su dinero y su inteligencia. Creía en la pasión, no en la precisión, y su comportamiento era diametralmente opuesto al de los otros dos socios. Nicki esperaba
que una alegre conversación con su mujer ayudara a limar ciertas asperezas, sobre todo porque se rumoreaba que la italiana era una donjuán. Aunque se sentía bastante culpable, desterró dicha sensación mientras se unía al grupo.
Alexa decidió que había llegado la hora de buscar a su esposa.
Salvo por el momento de la cena, no habían estado juntas en toda la noche. Mientras tarareaba por lo bajo la letra de «I Get a Kick Out of You» echó un vistazo por el salón, si bien no pudo localizarla entre la multitud. Decidió salir al recargado pasillo. Tal vez hubiera ido al baño.
Sus tacones resonaban sobre el pulido suelo de mármol. La música se fue perdiendo en la distancia mientras contemplaba encantada los cuadros que adornaban las paredes, musitando de vez en cuando si veía alguno conocido. Sus pasos la llevaron hasta un recodo del pasillo a través del cual se accedía a
una estancia similar a una galería, con estanterías llenas de libros antiguos con cubiertas de piel cuidadosamente dispuestos. Contuvo el aliento al sentir el enorme deseo de acariciar los lomos de los
volúmenes y de escuchar el crujido del papel antiguo al pasar las páginas, cargadas de historia.
—
Ah, de modo que si quiero que se fije en mí esta noche debería convertirme en un libro, ¿no?
Alexa se volvió al instante. Había una mujer en el vano de la puerta que la contemplaba con un brillo guasón en los ojos que parecía genuino. Llevaba el pelo largo recogido en una coleta que le daba el aspecto de un pirata acostumbrado a encandilar a las mujeres desde hacía siglos. Tenía los labios carnosos y una nariz prominente que destacaba en el conjunto de sus fuertes rasgos, típicamente italianos. Llevaba pantalones negros, camisa negra de seda y unos carísimos zapatos de piel; su porte era elegante y seductor. Alexa supo de inmediato que se trataba de una mujer simpática, agradable y letal para las mujeres. La idea le arrancó una sonrisa. Sentía debilidad por las italianas.
—
Sí que me he fijado en usted —replicó al tiempo que se volvía de nuevo y seguía contemplado los libros—. Sabía que acabaría hablando conmigo al final de la velada.
—
¿Y deseaba que llegara ese momento, signorina?
—
Tanto que apenas puedo respirar. Bueno, ¿qué hacemos, usamos uno de los dormitorios de este lugar o vamos a su casa?
Un asombrado silencio siguió a las palabras de Alexa, que miró por encima del hombro y vio que la mujer lucía una expresión a caballo entre la decepción y el deseo. Suponía que le habría gustado cortejarla, pero al mismo tiempo no le apetecía rechazar su invitación. Alexa soltó una alegre carcajada al presenciar la lucha interna que estaba librando la mujer y su repentina falta de confianza.
De repente, esos ojos negros la miraron con un brillo cómplice.
—
Está bromeando, ¿verdad?
Alexa se dio media vuelta sin dejar de reír.
—
Supongo que sí.
Ella meneó la cabeza con jovialidad.
—
Es una mujer malvada por tentarme de esa manera.
—
Y usted es una mujer malvada por pensar que una mujer sería capaz de hacer algo así.
—
Tal vez tenga razón. Una mujer como usted debería tener alguién que la vigilara a todas horas. Cualquiera se sentiría tentado o tentada de robar semejante tesoro.
—
Ah, pero si fuera un verdadero tesoro, no me dejaría robar fácilmente. Mucho menos por la primera que se me acercara.
La desconocida fingió ofenderse.
—
Signorina, jamás la insultaría pensando que la búsqueda del tesoro sería breve. Estoy segura de que usted requeriría un intenso trabajo.
—
Signora —lo corrigió—. Estoy casada.
La expresión de la mujer se tornó triste y apenada.
—
Una lástima.
—
Me parece que usted ya lo sabía.
—
Es posible. Pero permítame presentarme. Soy Luciana Conte.
—
Alexa McKenz… quiero decir, Alexa Ryan.
Conte se percató de su titubeo y pareció tomar nota.
—
Recién casada, ¿verdad?
—
Sí.
—
Sin embargo, deambula usted sola por un pasillo y nadie la ha visto en compañía de su ¿esposa? en toda la noche. —Meneó la cabeza—. Las costumbres americanas son atroces.
—
Mi esposa ha asistido a la fiesta por cuestiones de negocios.
—
Nickol Ryan, ¿verdad?
Ella asintió con la cabeza.
—
Supongo que la conoce. Va a presentar un proyecto para la rehabilitación de la zona del río.
Luciana mantuvo una expresión neutra. Era obvio que detrás de la fachada de mujer carismática se ocultaba una agresiva mujer de negocios, y Alexa estaba segura de que ya conocía su identidad antes de acercarse a ella. Nicki subestimaba a Conte si pensaba que podía engatusarla con una simple conversación. Saltaba a la vista que la mujer que tenía delante mantenía el placer separado del
trabajo.
—
Todavía no he tenido el gusto de conocerla.
Se inclinó hacia ella muy sutilmente. Los efluvios almizcleños de su colonia se alzaron entre ellas.
La miró a los ojos y sus miradas se entrelazaron un instante.
Alexa esperó sentir el asalto del deseo sexual, esperó que saltaran chispas, esperó que el deseo recorriera su cuerpo y le confirmara que Nicki Ryan no era la causa de sus problemas. Nada. Ni siquiera un hormigueo.
Suspiró para sus adentros y se resignó a luchar contra la atracción que sentía por Nicki y a admitir que tal vez aún estuviera colada por ella como cuando era pequeña. Si Luciana Conte no le provocaba ni una pizca de deseo sexual, lo llevaba muy crudo.
A continuación, suspiró de verdad y dijo:
—
Creo que adorará a mi esposa tanto como yo la adoro.
Luciana captó la indirecta y la aceptó con elegancia.
—
Ya veremos. En cuanto a nosotras, ¿podemos ser amigas?
Alexa sonrió.
—
Sí. Amigas.
—
La acompañaré hasta el comedor para tomarnos una copa y me contará todo lo que haya que saber de usted.
Alexa aceptó el brazo que le ofrecía y salieron juntas de la biblioteca.
—
Luciana, me imagino que debe tener muchas en ésta fiesta dispuestas a ser conquistadas por usted.
—
Signora, se subestima—replicó ella al tiempo que le guiñaba un ojo con gesto pícaro—. Todavía sufro por su pérdida.
Alexa soltó una carcajada justo cuando entraban en el comedor y alzó la mirada, sorprendida de que su esposa se plantara frente a ellas. Nicki se detuvo delante de ella, intimidándola con su altura. Alexa abrió la boca para hablar, pero antes de poder hacerlo, Nicki la estrechó entre sus brazos.
La sorpresa le impidió hablar durante unos segundos.
—
Hola, cariño. Estaba hablando con la signora Conte. Creo que todavía no os conocéis, ¿verdad?
Las mujeres se observaron mutuamente como harían dos gallos de pelea. Nicki fue la primera en rendirse, seguramente porque era la que le convenía a sus intereses empresariales; le tendió la mano a Luciana.
—
Luciana, ¿cómo está? Veo que ya conoce a mi esposa.
Mientras se estrechaban las manos, Alexa observó, perpleja, la expresión de su esposa. ¿No le había dicho Nicki que engatusara a Luciana Conte con su burbujeante conversación o se estaba volviendo loca? ¿No le había insinuado que quería información de primera mano a ser posible? Sin embargo, en
ese momento parecía estar irritada, como si ella la hubiera traicionado.
Nicki olía a jabón y a limón. Le colocó la mano en la cintura y sintió que le rozaba la curva del vientre con la yema de los dedos. Imaginó que dichos dedos descendían unos centímetros… ¿qué se sentiría al tener esos dedos en su interior, llevándola a los lugares que deseaba descubrir pero que tanto miedo le daban? Se concentró de nuevo en la conversación que mantenían.
—
Felicidades, Nickol. Alexa me ha dicho que están recién casadas. Debe de ser difícil obligarse a asistir a un evento social por cuestiones de negocios, ¿verdad?
—
Desde luego.
Nicki inclinó la cabeza. Alexa contuvo el aliento cuando sintió el roce de sus labios y de su nariz en
la oreja. Se le endurecieron los pezones y experimentó un hormigueo. Rezó para que la copa preformada del sujetador ocultara la evidencia de la traición de su cuerpo.
Luciana apenas fue capaz de disimular que el gesto le resultó gracioso.
—
Al parecer, Richard cree usted es la mujer perfecta para el trabajo. Tal vez deberíamos concertar una reunión para que expusiera sus ideas.
—
Gracias. Llamaré a su secretaria para concretar la fecha y la hora.
Alexa se percató del tono eficiente de la voz de Nicki y supo que Luciana también había reparado en ella. Nicki no se prestaba a ciertos jueguecitos típicos, por ejemplo el de fingir ser demasiado importante como para hacer una llamada en persona a fin de concertar una reunión.
—
Muy bien. — Luciana tomó una de las manos de Alexa y la besó en la palma—. Alexandria, ha sido un placer conocerla. —Pronunció su nombre con un sedoso acento italiano—. Dentro de dos semanas celebro una cena a la que acudirán unos cuantos amigos íntimos. ¿Le apetece venir?
Consciente de que Luciana la había invitado a ella sola, se volvió hacia Nicki y le preguntó:
—
Cariño, ¿tenemos algún compromiso?
En esa ocasión, el gesto de Nicki no fue sutil en absoluto. Se situó tras ella y la abrazó por la cintura,
estrechándola contra su cuerpo. Su trasero acabó presionado contra su pelvis y se sintió atrapada. Tras colocarle las manos justo debajo de los pechos, contestó:
—
Iremos encantadas.
—
Maravilloso. Será un placer volver a verlas. A las ocho en punto. — Luciana se despidió de Nicki
con un asentimiento de cabeza y, después, le sonrió a Alexa—. Que pasen una buena noche. Nicki la soltó poco después de que Luciana se marchara. La repentina ausencia de su calor corporal le provocó a Alexa un escalofrío en la espalda. Su rostro perdió la expresión de una amante y adoptó un rictus impersonal.
—
Vamos.
Sin pronunciar una palabra más, salió de la estancia, le pidió los abrigos a la encargada del guardarropa y se despidió. Alexa charló un instante con los pocos amigos que había hecho y siguió a su esposa hasta el coche.
El silencio se prolongó durante todo el trayecto hasta que llegaron a casa. Asqueada por la tensión,
Alexa fue la primera en hablar.
—
¿Te lo has pasado bien?
Nicki gruñó.
Alexa lo tomó como una afirmación.
—
La comida estaba muy buena, ¿verdad? Me ha sorprendido comprobar que algunas mujeres son muy agradables. Y me han invitado a la inauguración de la exposición de Millie Dryer. ¿A que es genial?
Nicki resopló.
—
¿Qué tal tus planes? ¿Has conseguido lo que querías?
Como respuesta obtuvo otro sonido extraño.
—
No me ha ido tan bien como a ti, al parecer.
La ira se apoderó de Alexa al instante y replicó con voz cortante:
—
¿Cómo dices?
—
Da igual.
Alexa apretó los puños. El frío que la había acompañado durante la noche se transformó en un calor abrasador.
—
Eres una hipócrita y una idiota. Me pediste que buscara a Luciana Conte y que le sonsacara información. ¿Me has tomado por una idiota, Nicki? Primero me utilizas y ahora te cabreas. He hecho lo que querías. Así que estamos en paz, ya no te debo ningún favor.
—
Me limité a sugerirte que intentaras averiguar algo que fuera útil para mis planes. Te pedí que la engatusaras, no que le provocaras un calentón que va a durarle varios días.
Giró al llegar a la avenida de entrada y aparcó frente a la casa haciendo que los neumáticos chirriaran.
Alexa contuvo el aliento.
—
¡Vete a la mierda, Nicki Ryan! Esa mujer me ha tratado con educación y no se ha pasado de la raya desde que le dejé claro que estoy casada. Pero se te escapa el detalle más importante, niña bonita.
Luciana no mezcla los negocios con el placer. Aunque me desnudara delante de ella y le suplicara que te diera el contrato, sería capaz de negarse. No puedo ayudarte con esta mujer. Apáñatelas como puedas.
Salió del coche y caminó hasta la casa.
Nicki soltó un taco y la siguió.
—
Vale. En ese caso no tendremos que asistir a su fiesta. Me limitaré a concertar una reunión de trabajo.
Alexa abrió la puerta y meneó la cabeza.
—
Pues no vayas. Yo sí iré.
—
¿Cómo?
—
Que yo voy a ir. Me cae bien y creo que será divertido.
Nicki cerró la puerta de golpe, entró en tromba en el salón y se quitó el abrigo de un tirón.
—
Eres mi mujer. No irás a ninguna fiesta sin mí.
Alexa se quitó el abrigo y lo colgó en el armario.
—
Soy una socia que se limita a seguir las reglas. Tú y yo somos libres para vivir a nuestro aire siempre y cuando no nos acostemos con terceras personas, ¿verdad?
Nicki acortó la distancia que las separaba y la miró echando chispas por los ojos.
—
Me preocupa mi reputación. No quiero que Conte se lleve una impresión equivocada.
Alexa levantó la barbilla, pero se mantuvo en sus trece.
—
Cumpliré nuestro trato, pero iré a la fiesta de Luciana Conte. Hace mucho tiempo que no me divierto en compañía de una mujer. De una mujer simpática, divertida y… cariñosa.
Pronunció la última palabra tras una pausa, de modo que quedó suspendida en el aire y resonó como un trueno. Fascinada, observó a la mujer impasible que conocía transformarse en algo distinto. Sus ojos se oscurecieron, apretó el mentón y todo su cuerpo se tensó. Levantó las manos y la aferró por los
brazos. Parecía dispuesta a zarandearla o a hacer otra cosa. Algo completamente… irracional. La recorrió una descarga eléctrica y separó los labios para respirar. A la espera de que lo iba a suceder.
—
¿Tanto deseas a una mujer, Alexa? —le preguntó Nicki con tono burlón.
Acto seguido, inclinó la cabeza de modo que sus labios quedaron separados por apenas unos milímetros. Con deliberada lentitud, sus manos ascendieron por los brazos hasta cerrarse en torno a su cuello y, con los pulgares, la instó a levantar la cabeza, de modo que se percató del ritmo alocado de su pulso, visible gracias al escote del vestido. Sin apartar la mirada de sus ojos, prosiguió con la
tortura acariciándole las clavículas y la curva de los hombros. Después, descendió. Por la parte delantera. Hasta que ambas manos se detuvieron justo sobre sus pechos. El deseo avivó los sentidos de Alexa. Su cuerpo se derritió. Sintió que se le endurecían los pezones, ansiosos por recibir sus caricias.
Se le escapó un gemido en cuanto los rozó con los pulgares. Nicki también gimió, satisfecha, y siguió acariciándola de forma insoportable. Alexa sintió su excitación, sintió su presión en la parte inferior del abdomen y se mojó al instante.
—
A lo mejor debería darte lo que tanto deseas. —Nicki presionó para frotarse contra ella a modo de aperitivo, y Alexa se estremeció. Acto seguido, introdujo las manos bajo el vestido para acariciar su cálida piel—. Si te doy lo que quieres, a lo mejor no necesitas ir en busca de Conte.
Alexa sintió un nudo en las entrañas a medida que esos experimentados dedos la acariciaban y le pellizcaban los pezones con suavidad y delicadeza, pese a sus hirientes palabras. Se estremeció bajo sus manos, abrumada por las emociones y las sensaciones, pero su mente mantuvo la claridad en todo momento. La respuesta de su cuerpo la obligaba a jugar para ganar. Si Nicki ganaba esa batalla, su posición se debilitaría. Iba a besarla. En ese mismo momento. Le
resultaría tan placentero que le suplicaría más, de modo que tanto su orgullo como su cordura acabarían hechos jirones. Nicki quería besarla por un solo motivo: porque su poder y control se habían visto amenazados y quería afianzar su posición. En el fondo, no la deseaba a ella. La movía el afán de la conquista sexual, el afán de establecer su dominación, y ella era la mujer que tenía más
cerca.
De modo que se sobrepuso, recuperó el control como pudo y sacó el as que guardaba en la manga.
Se pegó a ella y dejó que sus labios se quedaran apenas a unos milímetros de distancia de los de Nicki.
Sintió el roce de su aliento en la boca.
—
No, gracias —susurró al tiempo que le apartaba las manos de su cuerpo—. Prefiero que nos atengamos a lo acordado. Buenas noches.
Tras darle la espalda, se marchó escaleras arriba.
Las manos de Nicki descansaban a ambos lados de su cuerpo, vacías. La había saboreado por un instante: sus curvas, su olor, su calor. No obstante, en ese instante estaba sola, en mitad de la sala, igual que la noche de bodas. Una mujer casada, excitada y sin alivio a la vista. Sorprendida por la ridícula tesitura en la que se encontraba, intentó repasar los acontecimientos de la noche para ver en
qué momento se había equivocado.
Nada más verla con Conte, lo había poseído una furia incandescente. El calor comenzó a invadirla por los pies, subió hasta su estómago, siguió hacia el pecho y por fin rodeó su cabeza como si fuera una banda de hierro al rojo vivo.
La mano de Alexa descansaba en el brazo de la italiana, que debía de estar contándole algo muy gracioso, porque la vio echar la cabeza hacia atrás y soltar una carcajada, con las mejillas sonrosadas.
Sus labios brillaban bajo las luces de las arañas. Actuaban como si fueran amigas de toda la vida cuando en realidad acababan de conocerse.
Pero lo peor fue verla sonreír.
Una sonrisa deslumbrante, hechizante e incitante que dejaba bien claro a la persona que la recibía que era justo lo que estaba buscando, todo lo que deseaba. Era una sonrisa capaz de provocarle a cualquiera unos sueños muy calientes y de torturarlo durante el día. Nicki jamás había sido la receptora de esa sonrisa, y eso la enloqueció.
Así que el tiro le salió por la culata y le destrozó el plan. Si bien esperaba que Alexa lograra entretener a Conte y sonsacarle un poco de información que pudiera serle útil para cerrar el trato, no había imaginado que acabaría pasándoselo tan bien a su lado.
Soltó un taco al tiempo que recogía el abrigo, dispuesta a irse a la cama. Mientras subía la escalera, reflexionó sobre las palabras de Alexa. Si Conte separaba los negocios del placer, había hecho una mala jugada. Tal vez, cuando concertara la reunión con ella, debería concentrarse en el aspecto logístico de la construcción y dejar de lado el plano sentimental del asunto. Tal vez Conte solo se mostrara apasionada en su relación con las mujeres. Tal vez quisiera una mujer fría y eficaz a la cabeza del equipo de arquitectos.
Nicki se detuvo en la puerta de Alexa. La luz estaba apagada. Aguardó un instante y aguzó el oído por si la escuchaba respirar. Se preguntó qué llevaría para dormir. De repente, se la imaginó con un diminuto conjuntito negro y se puso a cien, aunque la simple idea de verla con unos leggins y una sudadera corta de franela ya le provocaba sensaciones que no había sentido con ninguna otra mujer.
¿Estaría despierta en la cama, fantaseando con Conte? ¿O estaría pensando en su último beso, ansiando más?
Caminó hasta su dormitorio. Alexa la había rechazado. Había rechazado a su esposa, joder. Y al final estaba atrapada precisamente con lo que más la horrorizaba: una esposa que le hacía tilín. Cerró la puerta del dormitorio y se obligó a desterrar esos pensamientos de su mente
Saludos!
Agradecida por sus comentarios,
LaNoEscritora