Matrimonio por Contrato IX Capítulo
Se le endurecieron los pezones al abrir la puerta del cuarto de baño y descubrir una nube de vapor. Después de dejar la copa en el lavabo, comenzó a desnudarse.
—
N
o quiero ir.
—
Ya te he oído la primera vez, la segunda y la tercera. Ahora cállate y entra despacio en el camino de entrada. Vas a derramar el vino.
—
Detesto las reuniones familiares.
Alexa le pidió al Señor que le concediera paciencia. Nicki le recordaba a una niña en plena rabieta que prefería quedarse en casa jugando antes que ir a ver a su familia.
Las últimas dos semanas habían sido bastante apacibles, salvo por las cada vez más frecuentes quejas de Nicki sobre la cena de Acción de Gracias. Maggie le había recordado a Alexa que para los Ryan el día de Acción de Gracias era una pesadilla terrorífica más que una fiesta, de modo que fue muy paciente con Nicki, si bien se negaba a darle cuartelillo.
—
No podemos hacer otra cosa. Como estamos casadas, debemos asistir las dos. Además, no habrá mucha gente.
Nicki resopló.
—
Me aburriré como una ostra.
—
Pues emborráchate.
Nicki frunció el ceño y enfiló el camino de entrada. Los platos y las botellas de vino que llevaban en el asiento trasero se movieron, pero se mantuvieron en su sitio. Alexa abrió la puerta, salió del coche y estiró las piernas. El frío viento de noviembre le agitó la falda corta y le acarició las medias tupidas que llevaba debajo. Se estremeció mientras observaba la fila de coches aparcados frente a la casa.
—
Sabía que llegábamos tarde.
La expresión de Nicki cambió y se tornó más íntima, más cariñosa. Las profundidades de sus ojos castaños brillaron, por los recuerdos de esa misma mañana. Sábanas revueltas, gemidos y besos tórridos. Alexa sintió que su cuerpo reaccionaba al instante. Se le endurecieron los pezones, que quedaron delineados bajo el jersey morado, y el deseo hizo estragos entre sus muslos.
Nicki se acercó y le pasó un dedo por una mejilla, tras lo cual trazó el contorno de su labio inferior.
—
Te pregunté muy claramente si querías seguir o no, ¿recuerdas?
Alexa se puso colorada.
—
Es que no deberías haber empezado. Sabías que íbamos a llegar tarde.
—
Podríamos haber pasado de todo esto y habernos quedado en la cama todo el día de Acción de Gracias.
Alexa sintió un nudo en el estómago al escuchar la invitación, pronunciada con una voz muy suave.
—
¿Qué te parece? —insistió Nicki.
—
Creo que intentas chantajearme.
—
¿Y funciona?
—
No. Vamos.
Echó a andar y oyó la risa de Nicki tras ella. Nicki sabía que mentía. Siempre la tentaba. Después de dos semanas manteniendo una activa vida sexual, todavía no se habían saciado, y un día en la cama les parecía el paraíso.
Alexa cogió los platos de comida y Nicki hizo lo propio con el vino. La puerta estaba abierta, de modo que no tardaron en sumergirse en el caos familiar, ya que las recibieron con alegres gritos, apretones de manos, copas rebosantes y muchas conversaciones.
—
Hola, mamá —dijo Alexa mientras le daba un beso a su madre y olisqueaba con emoción el rollizo pavo relleno con salchichas. Las volutas de vapor se extendían por la cocina, rodeándola con su olor y su calidez—. Huele que alimenta. Estás muy guapa.
—
Gracias. Es sorprendente lo mucho que relaja liquidar la hipoteca.
Alexa sintió un ramalazo de miedo y se inclinó hacia delante.
—
Mamá, por favor. No lo menciones. ¿Se te ha olvidado que hicimos un trato?
Maria suspiró.
—
De acuerdo, cariño. Pero estoy muy agradecida y me resulta extraño no decírselo.
—
¡Mamá!
—
Vale, mis labios están sellados.
Su madre le dio un beso fugaz y se dispuso a preparar la bandeja de los aperitivos.
Alexa cogió una aceituna verde.
—
Yo la llevo.
—
No te lo comas todo por el camino. ¿Dónde está Nicki?
—
En el salón, hablando con papá.
—
Que el Señor nos pille confesados.
Alexa sonrió y se acercó a Nicki. ella cogió una aceituna negra y se la llevó a la boca. «Típico», pensó. Si a ella le gustaban las verdes, a Nicki le gustaban las negras. Eran polos opuestos en muchas cosas. En otras, eran idénticas.
Su sobrina apareció corriendo por el pasillo. El pelo rubio le caía desordenado por los hombros. Llevaba las piernas y los pies desnudos debajo del vestido verde, confeccionado con un grueso terciopelo y con mucho vuelo en la falda para que pareciera un vestido de princesa. La niña se lanzó a los brazos de su tía con un salto y Alexa la cogió con facilidad, tras lo cual se la colocó en una cadera.
—
Hola, bicho.
—
Tía Al, quiero helado.
—
Más tarde.
—
Vale. Quiero una aceituna.
—
¿Verde o negra?
La expresión que apareció en su cara solo podía hacerla una niña tan pequeña.
—
Las verdes están malas.
Alexa puso los ojos en blanco al percatarse del gesto triunfal de su esposa. Nicki cogió una aceituna negra bastante grande y se la colocó en la punta del dedo.
—
La niña tiene buen gusto. Para ti —añadió mientras se la ofrecía y la observaba comérsela—. ¿Está rica?
—
Mmm. ¿Puedo comer helado ya?
Alexa rió.
—
Después de cenar, ¿vale? Ve a decirle a mamá que acabe de vestirte.
—
Vale.
Taylor se marchó y los adultos siguieron bebiendo, comiendo y riéndose a carcajadas.
Alexa vio que Nicki hacía caso de su consejo y comenzaba a beber pronto. Aferraba con fuerza una copa de Vino. Aunque asentía a algunos comentarios, mantenía un cierto distanciamiento que a ella le encogió un poco el corazón. Hasta que sus miradas se encontraron…
Y surgió el fuego.
El aire crepitó entre ellas. Nicki meneó las cejas con picardía e hizo un gesto, señalando uno de los dormitorios.
Alexa meneó la cabeza y se echó a reír. Acto seguido, se dio media vuelta y se fue en busca de sus primas.
Nicki observó a su mujer disfrutar de la cercanía de la familia y recordó las reuniones familiares que se celebraban durante su infancia en su casa. Su madre bebía sin cesar, mientras que su padre les tiraba los tejos a todas las invitadas que fueran atractivas. Ella podía esconder todas las botellas de licor y todas las cajetillas de tabaco que quisiera, y subía a su habitación con alguna amiga dispuesta, porque nadie le prestaba atención. Recordaba el enorme pavo con su excesivo relleno que cocinaba la doncella y era más que un símbolo para presumir, y los regalos de Navidad que abrían sin sus padres, ya que nunca estaban con ellas
Los McKenzie parecían distintos. Bajo el habitual caos, había verdadero cariño. Hasta Jim parecía encajar de nuevo. La familia de Alexa había sufrido un duro golpe, pero habían capeado el temporal y en esos momentos parecían mucho más fuertes.
Nicki se esforzó por representar el papel de recién casada sin dejarse atrapar en el hechizo. La sensación de bienestar fue creciendo poco a poco, pero logró desterrarla sin miramientos. Esa no era su familia y solo los toleraba porque se había casado con Alexa. Necesitaba recordarlo. Sintió un dolor sordo en el pecho, pero se desentendió de él. Sí, parecían aceptarla abiertamente, pero solo porque creían que el matrimonio entre ellas era real. Al igual que sucedía con todos los demás, dicha aceptación llegaría a su fin.
De modo que era mejor acostumbrarse a la idea con tiempo.
Jim abrazó a Nicki por un costado tal cómo abrazaba a Alexa, su hija, y le dijo a su hermano:
—
Charlie, ¿te has enterado de lo que Nicki quiere hacer en la zona del río?
El tío Charlie negó con la cabeza.
—
Su empresa es una de las que van a participar en la licitación para renovar todos los edificios. Es muy gordo —añadió, henchido de orgullo—. Ahora puedo presumir también de una hija arquitecta.
No está mal, ¿verdad?
El tío Charlie asintió y ambos comenzaron a hacerle un montón de preguntas a Nicki sobre su profesión. De repente, sintió algo en su interior. Aunque respondió a todas las preguntas, las defensas que protegían sus emociones comenzaron a resquebrajarse. Jim no le hablaba como si fuera la esposa de su hija, sino como si fuera su hija, al compararlo con Lance y Alexa. Maria se había percatado de cuáles eran sus platos preferidos y se los señaló con una sonrisa, mientras que Nicki se ruborizaba al ser objeto de semejante atención.
Nicki ansiosa por disfrutar de un momento de paz para aclararse las ideas, se excusó y enfiló el pasillo en busca de un cuarto de baño. Al pasar por una de las habitaciones, vio a un grupito de mujeres hablando muy bajito y riéndose. Alexa tenía un bebé en brazos, el bebé de alguna de sus primas, supuso, y lo mecía con una elegancia natural. La conversación no se detuvo, y Nicki captó un «el sexo es genial» justo cuando se detenía al pasar frente a la puerta.
En ese instante la vieron y todas guardaron silencio mientras la miraban.
Nicki cambió el peso del cuerpo a la otra pierna al sentirse muy incómoda de repente bajo las miradas curiosas de las primas de Alexa.
—
Hola. Esto… estoy buscando el cuarto de baño. Todas asintieron, pero sin dejar de mirarla de arriba abajo. Al final, fue Alexa quien le dijo:
—
Utiliza el baño del último dormitorio del pasillo. Y cierra la puerta ¿quieres?
—
Claro.
Nicki cerró la puerta, meneó la cabeza y siguió caminando hasta el final del pasillo. De repente, la detuvo Taylor, que apareció prácticamente de la nada.
—
Hola.
—
Hola —replicó Nicki. La niña la miraba con los ojos como platos y ella tragó saliva, preguntándose si debía entablar una conversación con ella y si sería aceptable que se limitara a rodearla para seguir con lo suyo—. Estoy buscando el baño.
—
Yo también tengo que hacer pis —anunció la niña.
—
Ah. Vale. ¿Y por qué no vas a buscar a tu mami?
—
No está aquí. Tengo que hacer pis. Vamos.
Le tendió una manita y el pánico la abrumó. Ni de coña iba a llevar a una niña pequeña a hacer pipí.
No sabía qué hacer. ¿Y si había algún problema? Retrocedió un par de pasos y meneó la cabeza.
—
Esto… no, Taylor. ¿Por qué no le dices a la tía Alexa que te acompañe?
La niña hizo un puchero.
—
Tengo que ir ya.
—
Espera aquí.
Se volvió y llamó a la puerta de la habitación donde estaba reunida Alexa y sus primas. Al otro lado se hizo el silencio.
—
¿Quién es?
—
Nicki. Esto… Alexa, tu sobrina quiere que la lleves al baño para hacer pis.
Se produjo un silencio.
—
Nicki
, estoy ocupada. Acompáñala tú, ¿quieres? No tardarás nada.
Nicki se marchó, temerosa de admitir delante del grupo que analizaban cada uno de sus movimientos que era incapaz de manejar la situación. Regresó junto a la niña.
—
Bueno, ¿puedes esperar un minuto más? ¿Y si le digo a la abuela que te acompañe?
Taylor negó con la cabeza, agitando sus rizos rubios, y empezó a dar saltitos.
—
Tengo que ir ya, por favor, por favor.
—
Un momento. —Corrió por el pasillo hacia la cocina, donde Maria estaba rellenando el pavo—.
¿Maria?
—
¿Qué, Nicki?
—
Verás, es que Taylor necesita ir al baño y quiere que la acompañes.
Se limpió la frente con un brazo, pero siguió a lo suyo.
—
Ahora mismo no puedo. ¿Por qué no la llevas tú? No tardarás nada.
Nicki se preguntó qué pasaría si de repente se echaba a llorar. El espanto de la situación la golpeó con fuerza y comprendió que no le quedaba más remedio que llevar a Taylor al baño o se haría pis encima, le echaría la culpa a ella y entonces sí que se metería en un buen lío. Corrió otra vez hacia el pasillo y la encontró dando saltitos a la pata coja.
—
Vale, vamos. Aguanta, aguanta, aguanta —repetía una y otra vez mientras cerraba la puerta del baño y levantaba la tapa del inodoro.
Taylor se alzó el vestido y esperó, de modo que Nicki supuso que necesitaba ayuda con la ropa interior, le bajo las braguitas, tras lo cual la levantó para sentarla en el inodoro. La escuchó suspirar, aliviada, y al instante escuchó la confirmación de que todo iba bien. Recuperó la confianza. Podía hacerse cargo de una niña. No había nada que temer.
—
Quiero helado.
«¡Mierda!», pensó.
Decidió repetir las mismas palabras que había usado Alexa y que tan bien habían funcionado.
—
Después de cenar.
—
No, ahora.
Respiró hondo y lo intentó de nuevo.
—
Podrás comer helado, pero tendrás que esperar un ratito, ¿vale?
El labio inferior de Taylor empezó a temblar.
—
Quiero helado y ya he esperado mucho; y te prometo que me comeré toda la cena si me das helado ahora. ¿Sí?
Nicki se quedó boquiabierta al escuchar sus lacrimógenas súplicas. ¿Qué se suponía que debía hacer? Se recordó que era una arquitecta prestigiosa. ¿Tan difícil era controlar a una niña?
Mantuvo la voz firme y dijo:
—
Primero tienes que comerte la cena y después, el helado. Debes hacerles caso a tu madre y a tu tía.
El labio inferior tembló un poco más. Las lágrimas aparecieron en sus ojos azules.
—
Pero mamá y la tía Al nunca me hacen caso. Te prometo de verdad, de verdad, de verdad de la buena que me lo comeré todo, pero quiero helado ahora. Puedes cogerlo del congelador sin que te vean, yo me lo como aquí y no me chivaré. ¡Y serás mi mejor amiga! ¡Por favor!
Nicki se estremeció, aterrada, pero se mantuvo en sus trece.
—
No puedo.
Taylor empezó a llorar.
Al principio, Nicki creyó que podría hacerlo. Unas cuantas lágrimas, la tranquilizaría, la llevaría de vuelta con su madre y seguiría siendo la adulta que manejaba la situación. Sin embargo, la niña comenzó a sollozar con gran sentimiento mientras las lágrimas se deslizaban por sus sonrosadas mejillas. Los labios le temblaban tanto que Nicki no pudo soportarlo más. Tras suplicarle que dejara de llorar sin que sus palabras tuvieran efecto alguno, hizo lo único que le quedaba por hacer.
—
Vale, te traeré un poco de helado.
Taylor se sorbió la nariz con delicadeza. Las lágrimas le mojaban las pestañas rubias y seguían deslizándose por sus mejillas.
—
Te espero aquí.
Tras dejarla en el baño, Nicki volvió al pasillo, donde pensó que encontraría a su padre, a su abuelo o a alguna tía que la detuviera. Sin embargo, al entrar en la cocina descubrió una escena caótica. Abrió el congelador y vio un polo. Esperó por si la descubrían.
Nada.
De modo que tras quitarle el envoltorio al polo, cogió una servilleta y regresó al cuarto de baño.
Taylor aún estaba sentada en el inodoro.
Le ofreció el polo y ella extendió una manita regordeta mientras esbozaba la sonrisa más dulce que Nicki había visto en la vida. Se le derritió el corazón al tiempo que Taylor la miraba a los ojos y le prometía lo que quisiera.
—
Gracias. ¡Eres mi mejor amiga!
El orgullo la abrumó mientras la observaba comerse el polo. Los niños siempre tenían hambre, pensó, así que estaba segura de que después se comería la cena, si bien decidió recordarle que todo el episodio era un secreto.
—
¿Taylor?
—
¿Qué?
—
No te olvides que el polo es un secreto, ¿eh? Es nuestro secreto.
Ella asintió con la cabeza, muy seria.
—
Emily y yo tenemos muchos secretos. Pero no podemos contárselos a nadie.
Nicki hizo un gesto afirmativo con la cabeza, satisfecha.
—
Exacto. Los secretos no se le cuentan a nadie.
Alguien llamó a la puerta.
—
Nicki, ¿estás ahí?
—
Vete, Alexa. Estamos bien. Saldremos ahora mismo.
—
¡Tita Al! ¿Sabes qué? —gritó Taylor—. ¡Me estoy comiendo un polo!
Nicki cerró los ojos. La puerta se abrió y Nicki vio la escena desde el punto de vista de Alexa. Taylor estaba sentada en el inodoro, comiéndose el polo, mientras que ella la miraba sentada en el taburete de mimbre con un trozo de papel higiénico en la mano.
—
Mierda.
—
Mierda, mierda, mierda, mierda —repitió Taylor con alegría—. ¿Has visto mi polo, tita? ¡Me lo ha dado la tía Nicki! y es mi mejor amiga.
Nicki esperó el estallido. Las carcajadas. Cualquier cosa salvo el silencio que reinaba en el vano de la puerta. Cuando por fin logró reunir el valor para mirarla, descubrió que Alexa la observaba con una mezcla de asombro, sorpresa y otra emoción que no supo identificar. ¿Ternura?
La escuchó carraspear antes decir:
—
Esta vez sí que te has superado, bicho. Un mordisco más y me lo das.
—
Vale.
Nicki se preguntó por qué la niña no discutía con Alexa, y después supuso que debía sentirse agradecida. Su mujer envolvió el polo en un montón de papel higiénico y lo dejó en la papelera.
Después, apartó a Nicki y le quitó el trozo de papel de las manos para limpiar a su sobrina. Una vez listas, la bajó del inodoro, le subió las bragas, le bajó el vestido y ambas se lavaron las manos. Por último, Alexa le lavó la boca a la niña para borrar cualquier rastro del polo.
Alexa salió del baño con una niña de tres años muy contenta y una adulta confundida. De repente, se agachó al lado de su sobrina para decirle algo al oído. La niña asintió con la cabeza y corrió para reunirse con los demás invitados.
—
¿Qué le has dicho? —quiso saber Nicki.
Ella sonrió, ufana.
—
Le he dicho que como diga una sola palabra sobre el polo, jamás le daremos otro. Confía en mí, esa niña habla nuestro idioma.
—
¿No estás enfadada?
Alexa se volvió para mirarla.
—
¿Estás de broma? No sabes cuántas cosas le he dado a escondidas a ese angelito. Ha llorado, ¿verdad?
Nicki se quedó boquiabierta.
—
Sí, ¿cómo lo sabes?
—
Conmigo lo hace siempre. Eras un caso perdido desde el principio. Ah, una cosa más.
—
¿Qué?
—
Me has puesto a cien y pienso demostrártelo con todo lujo de detalles cuando lleguemos a casa.
El asombro la dejó pasmada.
—
Te estás quedando conmigo.
Alexa la besó con pasión y frenesí, metiéndole la lengua en la boca. Una vez satisfecha, se apartó con una sonrisa.
—
No. Pero voy a quedarme contigo en cuanto estemos en casa.
Acto seguido, echó a andar contoneando las caderas, dejándola excitada y con expresión confundida.
Dos semanas después Nicki mantuvo una reunión con Luciana Conte, la italiana le aseguró que tomaría una decisión a finales de año. La reunión fue un momento muy incómodo para Nicki, ya que Conte le preguntó por Alexa de inmediato, pero consiguió salir airosa del trance. Los inversores habían reducido la lista a dos candidatos: StarPrises, un importante estudio de Manhattan, y ella. Por delante quedaba una última reunión en Navidad donde revelarían la maqueta final del proyecto. Menos mal que contaba con el respaldo de Drysell, porque estaban a punto de librar la última batalla. Por desgracia, ignoraba de qué lado se inclinaba Conte, y esa incertidumbre la tenía de los nervios.
Estaba deseando llegar a casa y disfrutar de una buena cena, tras lo cual vería un poco de TV. Y después se metería en la cama con su mujer. Sin intención alguna de dormir. Mejor pasaba de la tv. Abrió la puerta, estampó los pies en el suelo con fuerza para quitarse la nieve de los zapatos e intentó calcular cuánto tiempo tardaría en comer, y en llegar a la parte más importante de la velada… y de repente pisó una caca de perro.
Gritó, furiosa, y levantó el zapato. Un zapato italiano cosido a mano que en ese momento lucía un tono más marrón que el original. Su precioso parquet estaba manchado. La casa olía a mierda en vez de a comida. Iba a matarla.
—
¡Alexa!
La susodicha llegó procedente de la cocina, colorada ya fuera por la culpa o por la vergüenza, y se detuvo al verla. Tras ella distinguió una sombra alargada. Nicki entrecerró los ojos al ver al sucio sabueso que la atormentaba desde que era pequeña. En ese instante decidió, que con sexo o sin sexo, esa mujer estaba fuera de control.
—
Se larga. Ahora mismo.
—
Pero…
—
Lo digo en serio, Alexa. ¡Por el amor de Dios, quiero a ese perro fuera de mi casa! Mira lo que acaba de hacer.
Alexa desapareció y, cuando volvió con un paquete de toallitas húmedas y una bolsa de basura, se dispuso a limpiarlo todo. Nicki se quitó el zapato con cuidado y rodeó la caca de perro mientras contemplaba que su mujer procedía a limpiar y a explicarle lo sucedido con idéntico fervor.
—
Escúchame un momento. Sé que no podemos quedárnoslo. Ni siquiera voy a intentar convencerte. Es que me llamaron del refugio para decirme que se le había agotado el tiempo y que lo sacrificarían hoy. No sé por qué nadie quiere quedarse con él, es un perro precioso, y te prometo que si nos lo quedamos solo un par de días, le encontraré un hogar.
La sombra se mantuvo en el vano de la puerta de la cocina, con los ojos amarillentos carentes de emoción mientras aguardaba el veredicto. Nicki gruñó, disgustada.
—
Nadie lo quiere porque es el perro más feo que he visto en la vida. Incluso podría ser peligroso.
Alexa resopló.
—
Es un encanto de animal, ni siquiera sabe gruñir. Los del refugio me han dicho que lo encontraron en una carretera desierta con una pata rota. Seguro que lo tiraron de algún coche.
«¡Mierda!», pensó Nicki.
—
Sé que está sucio, pero creo que es un perro inteligente y que el problema es que nadie lo ha educado. Lo mantendré en la habitación del fondo, lo limpiaré todo y te prometo que se irá dentro de un par de días. Nicki, por favor, ¿sí? Dame solo un par de días.
Irritada por sus súplicas y por su propia reacción, se quitó el otro zapato y se acercó al animal.
Como si quisiera desafiarlo, se plantó frente a él y esperó a que le demostrara algún signo de violencia o de comportamiento callejero a modo de excusa para echarlo de su casa.
No obtuvo la menor reacción. El perro no meneó el rabo, ni bajó la cabeza, ni le gruñó. Nada. Esos ojos amarillos se limitaron a observarla con expresión vacía.
Sintió un escalofrío en la columna mientras le daba la espalda al animal, decidida a no dejarse afectar.
—
Unos días. Y lo digo en serio.
Alexa parecía tan aliviada y preocupada que comenzó a preguntarse si en realidad todavía tenía algún poder sobre ella. De modo que decidió aprovecharse de su ventaja.
—
¿Has preparado la cena?
—
Ya casi está. Filetes de salmón con verduras de temporada y un pilaf de arroz. El vino está en el frigorífico. La ensalada está preparada.
Nicki ladeó la cabeza, impresionada por esa habilidad de darle lo que quería justo después de haber claudicado. Dio un paso hacia ella.
—
Creo que voy a ducharme antes de cenar.
—
Te subiré una copa de vino. Si quieres, puedes comer viendo la tele.
—
Es posible.
Alexa se apresuró a cogerle el abrigo, tras lo cual la invitó a subir al piso de arriba. Nicki decidió que unos cuantos días en compañía de un perro merecerían la pena si así era como Alexa iba a demostrarle su gratitud. Con esa agradable idea, entró en el dormitorio y se quitó la ropa.
Alexa acompañó a su perro temporal hasta la habitación trasera, que ya había cubierto con sábanas viejas que había cogido de su apartamento. Le dejó un comedero lleno y un cuenco con agua, tras lo cual se despidió de él besándolo en la cabeza. Se le rompía el corazón cada vez que lo miraba y veía que no meneaba el rabo. Jamás lo movía. Había algo en ese perro que la conmovía mucho, pero se contentaba con haberle proporcionado un poco más de tiempo para encontrarle un hogar donde lo quisieran.
Era el momento de satisfacer a su esposa.
Sirvió una copa de vino y subió la escalera, desde donde escuchó el agua de la ducha correr. La emoción le provocó un delicioso nudo en las entrañas. Sintió que se mojaba así sin más, solo con la idea de hacer el amor con Nicki. Se le endurecieron los pezones al abrir la puerta del cuarto de baño y descubrir una nube de vapor. Después de dejar la copa en el lavabo, comenzó a desnudarse.
—
Cariño, tienes el vino en el lavabo.
—
Gracias —replicó Nicki, aunque su voz sonaba amortiguada.
Alexa apartó la cortina y se metió con ella en el enorme plato de ducha con una sonrisa.
—
De nada.
El asombro que sintió Nicki fue tal que parecía que alguien le había dado un martillazo en la cabeza. Alexa aprovechó la oportunidad para pasarle las manos por el cuello y se pegó a su cuerpo, enloqueciendo al sentir el roce húmedo de esos duros pechos. Aunque nunca se habían duchado juntas, dado que aún no habían alcanzado ese nivel de intimidad, Nicki se adaptó a las circunstancias sin protestar.
Y con gran rapidez. Apenas dos segundos después tenía un palpitante clítoris. Gimió mientras la estrechaba con fuerza e inclinaba la cabeza para capturar sus labios, saborearlos y reclamarlos, provocándole una oleada de placer.
La besó con poca delicadeza y mucha pasión, mientras Alexa clavaba las uñas en su piel desnuda y se frotaba contra su cuerpo enjabonado. Entre tanto, el agua caía sobre ellas como si fuera una cascada, mojándole el pelo y aplastándoselo a ambos lados de la cara. Le devolvió el beso con frenesí, acariciándole la lengua con la suya, tras lo cual se Alexa se apartó besando toda la piel que estaba en su camino mientras quedaba de rodillas frente a Nicki.
—
Alexa…
—
Cállate —le dijo ella justo antes de acercarse al palpitante clítoris y literalmente empezar a comérselo .
El agua le caía en la cabeza y en la espalda mientras la acariciaba con la lengua, encantada con su sabor, con su textura y con los gemidos que Nicki mascullaba y que dejaban bien claro hasta qué punto le gustaba lo que le estaba haciendo.
En un momento dado Alexa introdujo sus dedos en Nicki sin dejar de saborear a su mujer, Nicki explotó en un orgasmo en el que estuvo a punto de perder la fuerza en sus piernas, luego instó a Alexa a levantarse, Se demoró un instante para mirarla a los ojos y después la penetró con sus dedos hasta el fondo. Alexa jadeó. Su cuerpo la acogió con alegría, cerrándose en torno a Nicki. El deseo la abrasó cuando Nicki la aferró por las caderas y comenzó a moverse arriba y abajo mientras que con su dedo pulgar le frotaba el clítoris. El placer le arrancó un gemido y a medida que el ritmo de los movimientos aumentaba, le mordió un hombro, echó la cabeza hacia atrás
y gritó al llegar al orgasmo.
Nicki la estrechó un buen rato bajo el agua y, cuando Alexa levantó por fin la cabeza, le echó el pelo hacia atrás.
—
El perro puede quedarse una semana.
Alexa se echó a reír y trazó el contorno de su cara con los dedos, encantada al ver a Nicki tan relajada y bromeando con ella. Adoraba todas las facetas de esa mujer tan obstinada que era su compañera de negocios, su esposa y mucho más.
—
No he hecho esto por el perro. Ha sido por motivos totalmente egoístas.
—
La mujer de mis sueños.
—
Te he traído vino. La cena está preparada.
Nicki guardó silencio y se limitó a contemplarla. Por increíble que pareciera, Alexa sintió que se le aceleraba el pulso y que se le endurecían los pezones. Un tanto avergonzada, hizo ademán de marcharse, pero Nicki la detuvo con una sonrisa pícara mientras recorría su cuerpo con un dedo con el que acabó penetrándola nuevamente.
Jadeó por la sorpresa mientras Nicki le acariciaba el clítoris. Alexa se agarró a sus hombros y negó con la cabeza, reacia a someterse al poder que Nicki tenía sobre ella.
—
No puedo…
—
Sí que puedes. Otra vez, Alexa.
La penetró hasta el fondo con el dedo, frotando la palma de la mano contra su sexo hasta que ella arqueó las caderas en su afán por sentirla aún más. Al cabo de un rato, una vez saciadas y aún estremeciéndose por los rescoldos del placer,
Nicki la estrechó con fuerza, cerró el grifo y la secó con suavidad. Sus caricias fueron delicadas y no dejó de mirarla con los párpados entornados, como si quisiera esconder lo que sentía por ella. Alexa le permitió que guardara sus secretos, dispuesta a recibir con gran avaricia, con una desesperación que la asombraba, lo que estuviera dispuesto a darle. Pero Nicki no tenía por qué saberlo. No tenía por qué vislumbrar siquiera lo profundo que eran sus sentimientos hacia ella, ni tampoco tenía por qué descubrir el secreto que siempre había sospechado y que acababa de reconocer en ese momento.
La amaba.
Con toda el alma. La quería por completo, lo bueno y lo malo, quería a su amiga, a su amante, a su compañera y a su rival. Deseaba pasar el resto de la vida a su lado y entregarse por entero, aunque sabía que Nicki no correspondía sus sentimientos. Enterró su descubrimiento en un lugar secreto de su corazón. Y después comprendió que aceptaría lo que Nicki quisiera darle, aunque jamás fuera suficiente.
La besó, sonrió y se esforzó por mantener alejada la tristeza de su cara.
—
¿Lista para cenar?
Nicki la miró con cierto asombro, casi como si supiera que le estaba ocultando algo importante, pero acabó devolviéndole la sonrisa.
—
Sí.
Nicki la cogió de la mano y salieron juntas del cuarto de baño.
Gracias por sus comentarios, qu bueno que disfruten ésta adaptación!
Besos!!
LaNoEscritora