Matrimonio por Contrato IV Capítulo

Nicki vio que se le había subido la sudadera. La piel morena y tersa de su abdomen hizo trizas su concentración. Se le ocurrieron un par de ideas sobre lo que podían hacer. Algo que implicaba subirle lentamente la sudadera para lamerle despacio los pezones...

N

icki se volvió para observar a su flamante esposa, dormida en ese momento. Había apoyado la cabeza en la puerta de la limusina. Se había arrancado el tocado de encaje, que yacía arrugado a sus pies. Los rizos negros caían alborotados, ocultándole los hombros. Olvidada, la copa de champán descansaba en el portavasos, ya sin burbujas. En el dedo anular llevaba un diamante de dos quilates

que relucía bajo los últimos rayos del sol de la tarde. Había separado los labios, voluptuosos y rojos, para respirar… y cada vez que lo hacía, se escuchaba un delicado ronquido.

Alexandria Maria McKenzie era su mujer.

Nicki cogió su copa de champán y brindó en silencio por el éxito obtenido. Por fin era la dueña absoluta de Dreamscape Enterprises. Estaba a punto de aprovechar la oportunidad del siglo y no necesitaba el permiso de nadie. Todo había salido a pedir de boca.

Bebió un buen sorbo de Dom Pérignon y se preguntó por qué se sentía tan mal. Su mente insistía en rememorar el momento en el que el Juez las había proclamado esposas. El momento en el que esos ojos de color zafiro la habían mirado rebosantes de pánico y terror mientras ella se inclinaba para darle el tradicional beso. El momento en el que esos labios, entonces pálidos y temblorosos, le habían devuelto el beso. Sin pasión. Ese momento.

Se recordó que Alexa solo quería el dinero. Su habilidad para fingir que era inocente resultaba peligrosa. Nicki se burló de sus pensamientos y brindó de nuevo antes de apurar el champán.

El conductor de la limusina bajó un poco el cristal tintado.

Señora, ya hemos llegado.

Gracias. Aparca en la parte delantera.

Mientras la limusina enfilaba la estrecha avenida de entrada, Nicki despertó a la novia con delicadeza. Alexa se removió, resopló y volvió a quedarse dormida. Nicki contuvo una sonrisa y estuvo a punto de susurrar su nombre. Pero se detuvo. Para retomar con facilidad su viejo papel de torturadora.

Se inclinó hacia delante y gritó su nombre.

Alexa se enderezó el asiento de golpe. Abrió mucho los ojos mientras se apartaba el pelo de las orejas y contemplaba el vestido blanco de encaje que llevaba como si fuera Alicia en el País de las Maravillas al aparecer en la madriguera del conejo.

¡Ay, Dios mío! Lo hemos hecho.

Nicki le entregó los zapatos y el tocado.

Todavía no, pero estamos de luna de miel. Si estás de humor, será un placer complacerte.

Ella la miró echando chispas por los ojos.

Lo único que has hecho es aparecer el día de la boda. Si hubieras tenido que organizar hasta el último detalle en tan solo siete días, estoy segura de que ahora mismo estarías derrotada.

Te dije que podía casarnos un juez de paz.

Alexa resopló.

Típico de ti. No movéis un dedo para ayudar y, cuando se os recrimina, te haces la inocente.

Roncas.

Alexa la miró boquiabierta.

¡Yo no ronco!

Sí que lo haces.

No. Alguien me lo habría dicho.

Estoy segura de que tus amantes no querían que las echaras a patadas de tu cama. Estás muy gruñona.

No.

Sí que lo estás.

La puerta de la limusina se abrió y el conductor le ofreció el brazo para ayudarla a bajar. Tras sacarle la lengua a Nicki, Alexa bajó del vehículo con la misma altivez con que lo habría hecho la reina Isabel. Nicki contuvo otra carcajada y la siguió. Alexa se detuvo en la acera y ella la observó mientras contemplaba las líneas curvas de la mansión, que recordaban a una villa típica de la Toscana.

La arenisca y la terracota le otorgaban una discreta elegancia, mientras que los altos muros y las grandes ventanas proyectaban un aura histórica. La avenida de entrada estaba flanqueada por un prado verde que se extendía hasta los pies de la mansión y que la rodeaba por completo. Las jardineras de las ventanas estaban cuajadas de geranios en flor, a fin de completar la apariencia de la vieja Italia. La planta de arriba contaba con una amplia terraza con barandilla de hierro forjado, donde se habían dispuesto mesas, sillas y un jacuzzi semioculto entre frondosas plantas. Alexa abrió la boca como si fuera a comentar algo, pero la cerró de nuevo.

¿Qué te parece? —le preguntó Nicki.

Ella ladeó la cabeza.

Es impresionante —dijo—. La casa más bonita que he visto en la vida.

Su evidente entusiasmo la complació muchísimo.

Gracias. La he diseñado yo.

Parece antigua.

Eso pretendía. Te prometo que tiene agua corriente y todo.

Alexa meneó la cabeza y la siguió al interior. El suelo era de mármol brillante y los techos, altos como los de una catedral, aumentaban la elegancia y la sensación de amplitud. En el centro del vestíbulo estaba la enorme escalinata de caracol, alrededor de la cual se disponían las distintas estancias, todas muy amplias y luminosas. Tras darle una propina al conductor, Nicki cerró la puerta.

Vamos, te lo enseñaré todo. A menos que antes quieras cambiarte de ropa.

Alexa se agarró la vaporosa falda y se levantó la cola. Por debajo asomaron los pies, cubiertos tan

solo con las medias.

Tú delante.

Nicki la guió en un recorrido completo. La cocina estaba muy bien equipada, y contaba con una encimera de acero inoxidable y cromo, si bien mantenía esa sensación acogedora que habría enorgullecido a cualquier abuela italiana. La isla central era de madera y estaba cargada de cestas con frutas, de ristras de ajos y de hierbas aromáticas maceradas en botes de cristal llenos de aceite de oliva, de pasta deshidratada y de tomates maduros. La mesa era de roble macizo y contaba con unas sillas recias y cómodas. Una selección de botellas de vino descansaba en un botellero de hierro forjado. Una cristalera daba paso al solárium, decorado con muebles de mimbre, estanterías y jarrones rebosantes de margaritas. Los cuadros no eran coloridos, al contrario, las paredes estaban adornadas con fotografías en blanco y negro de distintos edificios de todo el mundo. Nicki disfrutó mucho de las expresiones de Alexa a medida que iba descubriendo su hogar. La llevó escaleras arriba hacia los dormitorios.

Mi habitación está al fondo del pasillo. Tengo un despacho privado, pero tú puedes usar el ordenador de la biblioteca. Pediré cualquier cosa que necesites. —Abrió una de las puertas—. Tu habitación tiene baño privado. Como no conozco tus gustos, puedes redecorarla si te apetece. Nicki la observó contemplar la decoración en tonos neutros y suaves, la enorme cama con dosel y los muebles a juego.

Está muy bien, gracias —replicó ella.

La miró un instante mientras la tensión palpitaba entre ellas.

Sabes que debemos quedarnos encerradas aquí durante al menos dos días, ¿verdad? Hemos recurrido al trabajo como excusa para no irnos de luna de miel, pero no puedo aparecer en la oficina hasta el lunes o la gente empezará a especular.

Ella asintió con la cabeza.

Usaré el ordenador de la biblioteca para mantenerme al día. Además, Maggie me ha dicho que va a echarme una mano.

Nicki se volvió.

Ponte cómoda antes de bajar a la cocina. Prepararé algo para cenar.

¿Sabes cocinar?

No me gusta que haya desconocidos en la cocina. Bastante tuve cuando era pequeña. Así que, sí, he aprendido a cocinar.

¿Se te da bien?

Nicki resopló.

Soy la mejor.

Y con eso, cerró la puerta al salir.

¡Qué tía más arrogante!

Alexa se volvió para contemplar su nuevo dormitorio. Sabía que a Nicki le gustaba vivir entre lujos, pero la visita guiada la había dejado con la sensación que debió de tener Audrey Hepburn en la película

My Fair Lady

: incurablemente vulgar por más que su tutor se empeñara en pulirla.

Al cuerno con todo. Necesitaba que su vida fuera lo más normal posible, estuviera casada o no. Nicki no era su esposa de verdad y no tenía la intención de dejarse arrastrar por una falsa sensación doméstica que acabara pasándole factura al final del año acordado. Seguramente ni siquiera la viera a menudo. Suponía que ella también trabajaba hasta tarde y que, aparte de las fiestas ocasionales a las que tendrían que asistir juntas, llevarían vidas separadas.

Más segura tras la charla mental consigo misma, se quitó el vestido y se pasó una hora disfrutando de la lujosa bañera de hidromasaje que había en su cuarto de baño. Miró de pasada el camisón transparente de color negro que sus hermanas habían guardado en su bolsa de viaje y después lo metió en un cajón. Acto seguido, se puso unos leggins y una sudadera corta de franela, se recogió el pelo y bajó a la cocina. Mientras escuchaba el chisporroteo de la comida, se sentó en una de las sillas talladas. Levantó los pies, los apoyó en el borde y se abrazó las rodillas, dispuesta a contemplar a su flamante esposa.

Nick ya se había cambiado de ropa, por algo más cómodo, Alexa tuvo que hacer un gran esfuerzo para no mirarle el culo. Porque tenía un culo de infarto con ése pantaloncillo. No poder verla desnuda iba a ser una pena. A esas alturas no contaba que la hubiera visto desnuda de adolescente cuando Maggie le bajó el bañador en venganza por un acto igual. Además, si no recordaba mal, en aquel entonces estaba concentrada en la parte delantera de su persona.

¿Me ayudas?

Alexa se clavó las uñas de una mano en la palma a fin de volver a la realidad.

Claro. ¿Qué vamos a comer?

Fettuccini

alfredo con gambas, pan de ajo y una ensalada.

Alexa soltó un gemido.

¡Ay, eres cruel!

¿No te gusta el menú?

Me gusta demasiado. Pero me conformaré solo con la ensalada.

Nicki le dirigió una mirada de disgusto por encima del hombro.

Estoy cansada de las mujeres que piden una ensalada y después se comportan como si se merecieran una medalla. Una buena comida es un regalo.

Alexa apretó aún más los dedos contra la palma.

En fin, gracias por compartir conmigo la arrogante visión que tienes. Para que lo sepas, soy capaz de apreciar la buena comida mejor que tú. ¿No te has fijado en los entremeses que he elegido para la boda? ¿No has visto los que me he comido? Joder! Si cómo más voy a engordar.

Una mujer con curvas no tiene nada de malo.

Alexa se levantó de un salto de la silla y fue en busca de los ingredientes para la ensalada.

Eso lo he oído antes. Vamos a ponerte a prueba, ¿te apetece? ¿Cuánto pesa Gabriella?

Nicki no contestó.

Alexa resopló al tiempo que arrojaba un pimiento rojo a la mesa, que aterrizó junto a la lechuga romana.

¡Anda! ¿Te ha comido la lengua el gato? ¿Pesa cuarenta y cinco kilos, o eso se considera estar gorda hoy en día?

Cuando habló, el tono de Nicki ya no era tan arrogante.

Es modelo. Tiene que controlar el peso.

¿Y pide ensaladas cuando come en algún restaurante?

Nicki guardó silencio de nuevo.

Un pepino rodó por la encimera y se detuvo en el borde.

Ah, supongo que eso es un sí. Pero estoy segura de que tú admiras mucho su disciplina mientras la desnudas.

Nicki cambió el peso del cuerpo sobre los pies, pero sin apartar la mirada de las gambas que estaba preparando en la sartén.

Gabriella es un mal ejemplo.

La verdad, parecía incómoda.

Pues no lo entiendo. Maggie dice que sueles salir con modelos. Me parece que te gustan las mujeres flacas y que aceptas que solo coman ensaladas. —Lavó las verduras, cogió un cuchillo y comenzó a trocearlas—. Sin embargo, en el caso de alguien con quien no piensas acostarte, supongo que no te importa lo gorda que se ponga mientras te acompañe durante las comidas.

Resulta que detesto salir a cenar con mis parejas. Sé que tienen que cuidarse por su trabajo, pero disfruto mucho más con una mujer a la que le guste la buena comida y a la que no le dé miedo comer cómo yo. Tú no estás gorda. Nunca lo has estado, así que no sé a qué viene esta obsesión.

Me llamaste gorda en una ocasión.

No lo hice.

Sí lo hiciste. Cuando tenía catorce años, me dijiste que estaba engordando donde no debía hacerlo.

Joder, me refería a tus pechos. Era una adolescente insoportable que solo quería torturarte. Siempre has sido muy guapa.

En la cocina se hizo un repentino silencio.

Alexa levantó la vista de las verduras con la boca abierta. Durante todos los años que se había relacionado con Nicki Ryan, esta la había atormentado, torturado e insultado. Jamás le había dicho que fuera guapa.

Nicki batió la nata y dijo a la ligera:

Sabes a lo que me refiero. Eres guapa, pero desde el punto de vista fraternal. Os vi, a Maggie y a ti, dejar de ser niñas y convertiros en mujeres. Ninguna de las dos es fea. Ni gorda. Creo que te juzgas con demasiada dureza.

Alexa comprendió lo que le decía. Nicki no la veía como a una mujer guapa, sino más bien como a una irritante hermana pequeña que había acabado siendo atractiva. La diferencia era enorme, y tuvo que esforzarse para no sentirse dolida.

Bueno, pues yo voy a comerme esta ensalada y no quiero escuchar ni un comentario más.

Vale. ¿Te importa abrir una botella de vino? Hay una enfriándose en el frigorífico.

Alexa descorchó una cara botella de chardonnay y observó a Nicki mientras lo probaba. Percibió el olor amaderado y afrutado del vino. Se debatió durante unos instantes, pero claudicó. Una copa. Después de todo, se la merecía.

Se sirvió una copa y bebió un sorbo. El líquido se deslizó por su garganta. Era un poco seco, pero suave al gusto. Tuvo que contener un gemido de placer. Se lamió los labios mientras cerraba los ojos y dejaba que el sabor del vino la inundara.

Nicki estaba a punto de decir algo, pero se quedó muda. Verla beberse el vino y disfrutar de su sabor la dejó paralizada. La sangre comenzó a latirle en las venas y estaba mojada al instante. Alexa se lamía los labios con tanta delicadeza que deseó verla lamer otra cosa que no fuera vino. Se preguntó si también gemía de esa forma tan ronca cuando tenía a una mujer enterrada entre los muslos, enterrada en su húmedo cuerpo. Se preguntó si dicho cuerpo sería tan ardiente como sus labios y si se cerraría en torno a ella como si fuera un puño de seda, exigiéndole que le diera todo y obligándola a darle eso y mucho más. Los pantalones que llevaba revelaban todas sus curvas, desde el trasero hasta el delicioso contorno de sus piernas. Se le había subido la sudadera, dejando a la vista un trozo de piel desnuda.

Era evidente que se había quitado el sujetador, ya que no la veía como una mujer que la deseaba, sino más bien como a una hermana mayor sin deseos ocultos.

Deseó mandarla al cuerno por su capacidad para complicar las cosas. Tras dejar el cuenco con la pasta sobre la mesa, se dispuso a colocar los cubiertos.

Deja de beberte el vino así. No estás en una película porno.

Alexa soltó un grito ahogado.

¡Oye, no la pagues conmigo, so gruñona! Yo no tengo la culpa de que tu empresa sea más importante para ti que un matrimonio de verdad.

Sí, pero si no recuerdo mal, tú estabas muy dispuesta a aprovechar la oportunidad. Tú y yo estamos empatadas en esto.

Alexa cogió el cuenco de la pasta y se sirvió un plato.

¿Quién eres tú para criticarme? Siempre te lo han dado todo. Te regalaron un Mitsubishi Eclipse cuando cumpliste los dieciséis años. A mí me regalaron un Chevette. El recuerdo hizo que Nicki se tensara.

Tú tenías una familia. Yo tenía una mierda.

Alexa guardó silencio, durante el cual cogió un trozo de pan de ajo caliente cubierto por mozzarella derretida.

Tenías a Maggie.

Lo sé.

¿Qué pasó entre vosotras? Antes estabais muy unidas.

Nicki se encogió de hombros.

Cambió al llegar al instituto. Dejó de hablarme de repente. Ya no me dejaba entrar en su dormitorio para hablar con ella y al final acabó alejándose de mí por completo. Así que yo me concentré en mi vida. En aquella época tú también perdiste el contacto con ella, ¿no?

Sí. Siempre he pensado que le pasó algo, pero jamás habla del tema. De todas formas, mi familia pasó una mala racha durante un tiempo, así que no fuiste la única.

Pero ahora sois como

Los Walton

.

Alexa se echó a reír antes de llevarse el tenedor a la boca.

Mi padre tiene que compensarnos por muchas cosas, pero creo que hemos logrado completar bien el ciclo.

¿Qué ciclo?

El del karma. Cuando alguien la fastidia y te hace mucho daño. Nuestro primer instinto es devolvérsela o negarnos a perdonar.

Me parece razonable.

Ah, pero de esa manera, el ciclo de dolor y de vejaciones continúa. Cuando mi padre volvió, decidí que solo tenía un padre y que debía aceptar lo que él estuviera dispuesto a ofrecerme. Al final, dejó el alcohol e intentó compensarnos por el pasado.

Nicki resopló.

Se largó cuando erais pequeños y abandonó a su familia para darle a la botella. Abandonó a las gemelas. Y ¿después volvió pidiendo perdón? ¿Por qué volvisteis a aceptarlo en vuestras vidas?

Alexa pinchó una gamba con el tenedor, pero la dejó a medio camino de sus labios.

Tomé una decisión —contestó ella—. Jamás olvidaré lo que pasó, pero si mi madre aprendió a perdonarlo, ¿cómo iba a negarme yo a hacerlo? Las familias permanecen juntas, pase lo que pase.

Semejante facilidad para perdonar dejó a Nicki asombrada y aturdida. Se sirvió más vino.

Es mejor marcharse con la cabeza alta y el orgullo intacto. Es mejor dejar que ellos sufran por todo el daño que han causado.

Alexa pareció analizar sus palabras.

Estuve a punto de hacerlo. Pero me di cuenta de que, además de ser mi padre, es un ser humano que cometió un error. Si hubiera elegido mi orgullo, me habría quedado sin padre. Cuando tomé la decisión, rompí el ciclo. Mi padre acabó rehabilitado y reconstruimos nuestra relación. ¿Has pensado alguna vez en ponerte en contacto con tu padre? Las emociones la abrumaron de repente. Nicki luchó contra su antigua amargura y consiguió encogerse de hombros.

Jed Ryan no existe para mí. Esa fue la decisión que yo tomé.

Se preparó para recibir su lástima, pero Alexa se limitó a demostrarle una compasión que la alivió.

¿Cuántas veces había ansiado una paliza o un castigo por parte de su padre en vez de su negligencia?

En cierto modo, el desapego le había provocado una profunda herida que a esas alturas era incurable.

¿ Y tu madre?

Nicki clavó la mirada en el plato.

Está liada con otro actor. Le gustan los hombres que se dedican al mundo del espectáculo. Así se siente importante.

¿La ves a menudo?

El hecho de tener hijas adultas le recuerda su verdadera edad. Así que le gusta hacer como que no existimos.

Lo siento.

Unas palabras sencillas, pero sinceras y procedentes del corazón. Nicki alzó la mirada del plato. Por un segundo el aire entre ellas se cargó de energía, fruto de la comprensión y del deseo, si bien la sensación no tardó en desvanecerse como si jamás se hubiera producido. Nicki esbozó una media sonrisa con la que pretendía ridiculizar la confesión que acababa de hacer.

Pobre niña rica. Pero tienes razón en una cosa. El Mitsubishi era la caña.

Alexa se echó a reír y cambió el tema de conversación.

Háblame del acuerdo en el que estás trabajando. Debe de ser algo muy gordo para aceptar un año de celibato.

Nicki no mordió el anzuelo, pero sí le lanzó una mirada de advertencia.

Quiero que Dreamscape participe en una licitación para construir la nueva zona del río. Alexa enarcó una ceja.

He oído que quieren construir un spa y unos cuantos restaurantes. Todo el mundo está hablando de ese asunto, y eso que antes la gente no quería ni acercarse al río por la inseguridad de la zona.

Nicki se inclinó hacia delante, ansiosa

por hablar del tema.

Pero ahora está cambiando. Han aumentado la seguridad y los pocos bares y tiendas que ya funcionan van muy bien. Eso hará que la zona resulte atractiva tanto para los residentes como para los turistas. ¿Te imaginas todo aquello con senderos iluminados cerca de la orilla y con zonas de recreo? ¿Qué te parece un spa al aire libre donde puedes contemplar las montañas mientras te hacen un masaje? Ese es el futuro.

También he oído que solo les interesan que participen en la licitación los grandes estudios de Manhattan.

Nicki se puso tensa como si el tema fuera realmente una necesidad física. Tenía su sueño al alcance de la mano y no permitiría que nada se interpusiera en su camino. Pronunció las siguientes palabras como si fueran un mantra:

Voy a conseguir el contrato.

Alexa parpadeó y después asintió despacio con la cabeza, como si la convicción de Nicki la hubiera persuadido.

¿Dreamscape tiene capacidad para afrontar ese tipo de proyecto?

Nicki bebió un sorbo de vino.

El consejo de administración cree que es demasiado ambicioso, pero voy a demostrarles que se equivocan. Si lo consigo, Dreamscape subirá a lo más alto.

¿Lo importante es el dinero?

Nicki negó con la cabeza.

El dinero me da igual. Quiero dejar huella y sé cómo conseguirlo. Mi proyecto no es demasiado urbano, no quiero que compita con las montañas, al contrario. Quiero una estructura que se rinda a la naturaleza y que se integre en ella, no que compita con ella.

Me da la impresión de que llevas mucho tiempo reflexionando al respecto.

Nicki mojó el último trozo de pan en la salsa y se lo llevó a la boca.

Sabía que la ciudad no tardaría mucho en tomar la decisión y quería estar preparada. Llevo años pensando en distintos diseños para la zona del río. Estoy lista.

¿Cómo vas a conseguirlo?

Nicki clavó de nuevo la vista en el plato. Era curioso que Alexa supiera cuándo mentía. Una habilidad que tenía desde pequeña.

Ya cuento con el apoyo de uno de los miembros implicados en el proyecto. Richard Drysell es el encargado de la construcción del spa y compartimos la misma visión. Celebra una cena el próximo sábado a la que asistirán los otros dos miembros a los que necesito convencer. Así que espero causar buena impresión. —No añadió de qué manera pensaba que Alexa colaborara. Porque su flamante esposa jugaría un papel importante para sellar el acuerdo, aunque prefería explicárselo la noche de la cena. Cuando levantó la mirada, vio que ella había apurado el plato. El cuenco de ensalada seguía en el centro, aunque ninguna lo había tocado. De la pasta, del pan y del vino no quedaba ni rastro. Alexa parecía a punto de explotar—. La ensalada tiene una pinta estupenda —le dijo

.¿No vas a comértela?

Ella esbozó una sonrisa forzada y cogió el tenedor para pinchar unas hojas de lechuga.

Claro. Me encantan las ensaladas.

Nicki sonrió.

¿Vas a comer postre?

Alexa soltó un gemido.

Qué graciosa.

No tardaron mucho en recogerlo todo y en meter los platos en el lavavajillas, tras lo cual Alexa se acostó en el sofá de color arena del salón. Nicki supuso que buscaba la postura perfecta para hacer la digestión de forma rápida.

¿Vas a trabajar esta noche? —oyó que le preguntaba.

No, es tarde. ¿Y tú? —quiso saber Nicki.

Qué va, estoy cansada. —Se produjo un breve silencio—. Bueno, ¿qué quieres hacer?

Nicki vio que se le había subido la sudadera. La piel morena y tersa de su abdomen hizo trizas su concentración. Se le ocurrieron un par de ideas sobre lo que podían hacer. Algo que implicaba subirle lentamente la sudadera para lamerle despacio los pezones hasta que estuvieran bien duros bajo su lengua. El resto consistía en bajarle los leggins y comprobar en cuánto tiempo era capaz de ponerla a doscientos. Puesto que era imposible, se encogió de hombros.

No lo sé. ¿Vemos la tele? ¿Alguna película?

Ella negó con la cabeza.

Póquer.

¿Cómo dices?

Los ojos de Alexa se iluminaron.

Póquer. Tengo una baraja de cartas en la maleta.

¿Llevas tu propia baraja encima?

Nunca se sabe cuándo vas a necesitarla.

¿Qué apostamos?

Alexa se levantó de un brinco del sofá y se encaminó hacia la escalera.

Dinero, por supuesto. A menos que seas una cobarde. Dijo Alexa.

Vale. Pero usaremos mis cartas.

Alexa se detuvo en mitad de la escalera y la miró.

Vale. Genial.

Nicki usó el mando a distancia y los acordes de

Madame Butterfly

resonaron en el salón. Rellenó las copas y se acomodó frente a la mesa auxiliar. Alexa se sentó a su lado, con las piernas cruzadas. La observó barajar las cartas con destreza, con la rapidez de una experta.

Habla el que reparte. Jugamos a

five card stud

. Se apuesta primero. - Dijo Alexa.

Nicki frunció el ceño.

¿Qué apostamos? —quiso saber.

Ya te he dicho que dinero.

¿Le digo al mayordomo que abra la caja fuerte? ¿O nos apostamos las joyas de la familia?

Qué graciosa. ¿No tienes dinero suelto por ahí?

Nicki esbozó una sonrisa.

Lo siento. Solo llevo billetes de cien.

Ah…

Alexa pareció tan desilusionada que Nicki acabó riéndose.

¿Qué te parece si nos apostamos algo más interesante?

No pienso jugar al strip póquer.

Me refería a favores.

La vio morderse el labio inferior. El gesto le provocó una oleada de placer.

¿Qué tipo de favores? —le preguntó ella.

La primera que gane tres manos seguidas consigue un favor de la otra. Se puede usar en cualquier momento, como si fuera un vale de compra.

Alexa la miró con genuino interés.

¿Se podrá utilizar para cualquier cosa? ¿No hay restricciones?

No hay restricciones.

El desafío la conquistó como a cualquier jugador que hubiera olfateado una buena apuesta. Nicki presintió su victoria antes incluso de que Alexa accediera. Cuando asintió con la cabeza, estuvo a punto de relamerse los labios, porque de esa manera por fin lograría hacerse con el control de ese matrimonio durante los próximos meses.

Alexa repartía. Al ver sus cartas, Nicki estuvo a punto de echarse a reír, ya que suponía cuál sería el resultado, pero se negó a ser clemente. Alexa desechó una carta y cogió otra.

Nicki mostró las suyas.

Full.

Pareja de jotas. Te toca.

Nicki le reconoció el mérito. Alexa no cedía y mantenía sus emociones bajo llave. Supuso que fue su padre quien la enseñó a jugar y, de no ser por su maestría con las cartas, Alexa le habría resultado un rival difícil de vencer. En esa mano Alexa le mostró una pareja de ases, pero se rindió a su trío de cuatros.

Una mano más —anunció Nicki.

Sé contar. Me toca repartir. —Sus dedos volaron sobre las cartas—. ¿Dónde aprendiste a jugar al póquer?

Nicki observaba sus cartas con expresión neutra.

Tenía un colega que organizaba una partida semanal. Era una buena excusa para beber y eso.

Pues te pega más el ajedrez.

Nicki desechó una carta y cogió otra.

También se me da bien.

Alexa soltó un resoplido muy poco femenino.

Enséñamelas.

Ella le mostró su escalera con expresión triunfal.

Nicki casi sintió lástima. Casi.

Buena mano —comentó con una sonrisa engreída—. Pero no lo bastante. —Le mostró un póquer de ases, tras lo cual estiró las piernas al frente y apoyó la espalda en el sofá—. Eso sí, lo has intentado.

Alexa contempló sus cartas, boquiabierta.

La probabilidad de conseguir un póquer de ases jugando al

five card stud

es… ¡Madre mía, has hecho trampas!

Nicki meneó la cabeza al tiempo que chasqueaba la lengua.

Vamos, Al, suponía que serías mejor competidora. ¿Sigues siendo una mala perdedora? En cuanto a mi favor…

Nicki se preguntó si le estaría saliendo humo de verdad por las orejas.

Nadie es capaz de conseguir un póquer de ases a menos que dé un cambiazo con las cartas. ¡No me mientas, porque yo había pensado en hacer eso mismo!

No me acuses de algo que no puedes demostrar.

Has hecho trampas —insistió, con un deje asombrado y espantado a la vez—. Me has mentido en la noche de bodas.

Nicki resopló.

Si no quieres pagar la deuda, dilo. Típico de ti… no sabéis perder.

Alexa se retorció, furiosa.

Eres un tramposa, Nicki Ryan.

Demuéstralo.

Lo haré.

Y con esas palabras se lanzó a sus brazos, por encima de la mesa auxiliar.

Nicki se quedó sin aire en los pulmones al sentir el impacto de su cuerpo y acabó tumbada sobre la alfombra, mientras ella introducía una mano entre su ropa en busca de las cartas que sospechaba que había escondido.

Nicki gruñó, asaltada por el roce de ese cuerpo sobre el suyo, si bien lo único que quería Alexa era encontrar la evidencia de que había hecho trampas. Intentó quitársela de encima, pero en ese momento ella comenzó a rebuscar en el bolsillo del pantaloncillo, arrancándole una carcajada. Al escucharse, cayó en la cuenta de que esa mujer la había hecho reír durante la pasada semana más de lo que se había reído desde que era pequeña. Al sentir sus dedos en los bolsillos del pantalón, pensó que, si seguía buscando, acabaría encontrando algo. La carcajada se convirtió en un retortijón en las entrañas y de repente giró sobre el suelo llevándola consigo y la inmovilizó con su cuerpo, atrapándole las manos junto a la cabeza.

Durante la refriega, Alexa había perdido el pasador del pelo. Sus rizos azabaches le ocultaban parte de la cara. Esos ojos azules la contemplaban, furiosos, entre el pelo, destilando un desdén engreído que solo ella era capaz de sentir después de haberlo arrojado al suelo en primer lugar para reducirla.

Sus pechos, libres ya que no llevaba sujetador, subían y bajaban, tensando la sudadera. Tenían las piernas entrelazadas y ella había separado un poco los muslos.

Nicki descubrió que estaba en un buen lío.

Sé que tenías las cartas escondidas. Admítelo y ya está, para que podamos olvidar lo que ha pasado.

Estás loca, ¿lo sabes? —murmuró Nicki—. ¿Es que no sopesas las consecuencias de tus actos? —La vio hacer un mohín con el labio inferior y soltar el aire con fuerza. Los rizos cayeron por fin hacia un lado, despejándole los ojos—. No he hecho trampas. —El mohín siguió en su sitio. Nicki soltó un taco y le aferró las muñecas con más fuerza al tiempo que la ponía verde por obligarla a desearla y por no ser consciente del efecto que tenía sobre ella—. Alexa, ya no somos crías. La próxima vez que me tires  al suelo, prepárate para lo que suceda después.

¿Te crees Clint Eastwood o qué? ¿Ahora vas a decirme algo así como: «Anda, alégrame el día»?

El calor que sentía Nicki en la entrepierna se le subió la cabeza, ofuscándola hasta que solo fue capaz de pensar en la cálida humedad de su boca y en la suavidad del cuerpo que tenía debajo. Ansiaba estar desnuda con ella entre las sábanas revueltas; sin embargo, Alexa la trataba como si fuera una irritante hermana mayor. Pero eso no era lo peor. Alexa era su mujer. La idea la atormentaba. Algún instinto atávico y troglodita se apoderó de ella, instándola a hacerla suya. Por ley, ya le pertenecía. Y esa noche era su noche de bodas.

Alexa la retaba a convertir su ira en deseo, a sentir sus labios húmedos y trémulos bajo los suyos, mientras se rendía a la pasión. La lógica que lo había llevado a redactar una lista, a trazar un plan y a declarar que sería un matrimonio de Conveniencia acabó arrojada por la borda.

Decidió hacer suya a su mujer.

Saludos!

Gracias por los comentarios! que bueno que les guste!