Matrimonio por Contrato III Capítulo

Nicki siseó cuando Alexa extendió el brazo y le apartó el mechón rebelde de la frente. El tacto sedoso de su pelo en los dedos la complació. La expresión desconcertada de su cara hizo que cediera a la tentación de continuar la caricia y pasarle el dorso de los dedos muy despacio por la mejilla.

Alexa comenzó a golpear el suelo con el dedo gordo del pie al ritmo que marcaban sus uñas en la mesa.

Tengo algunos problemillas con esta lista.

Soy una persona flexible.

Mantengo una estrecha relación con mi familia y necesitaremos una razón de mucho peso para convencerlos de que he decidido casarme así de repente.

Diles que hemos vuelto a vernos después de todos estos años y que hemos decidido casarnos.

Alexa puso los ojos en blanco.

No pueden enterarse de este acuerdo, así que tendremos que fingir que estamos locamente enamoradas. Tendrás que venir a cenar a casa para hacer el anuncio oficial. Y tendrá que ser convincente.

Nicki recordó que el padre de Alexa los abandonó por culpa de su adicción al alcohol, que lo distanció de la familia.

¿Te sigues hablando con tu padre?

Sí.

Antes lo odiabas.

Se ha reformado. Y decidí perdonarlo. De cualquier forma, mi hermano y mi cuñada, junto con mi sobrina y mis hermanas gemelas, viven con mis padres. Harán un millón de preguntas, así que tendrás que ser persuasiva.

Frunció el ceño al escucharla.

No me gustan las complicaciones.

Pues lo siento, pero esto forma parte del trato.

Nicki supuso que podría concederle esa pequeña victoria.

Vale. ¿Algo más?

Sí. Quiero una boda de verdad.

Entrecerró los ojos antes de replicar:

Yo había planeado una boda en el juzgado.

Yo pensaba en un vestido blanco, una boda en el exterior, con mi familia y con Maggie como dama de honor.

No me gustan las bodas.

Sí, ya lo has dicho. Mi familia nunca se creerá que nos hemos fugado para casarnos. Tenemos que hacerlo por ellos.

Alexa, me caso contigo por motivos empresariales. No por tu familia.

Ella levantó la barbilla. Nicki decidió que debía recordar el gesto. Parecía una advertencia previa a la batalla.

Créeme, a mí tampoco me hace gracia este asunto; pero, si queremos que los demás piensen que esto es de verdad, debemos interpretar un papel.

Nicki compuso un gesto tenso, pero al final asintió con la cabeza.

De acuerdo. —Su voz destilaba sarcasmo—. ¿Algo más?

Alexa parecía un poco nerviosa mientras lo miraba de reojo, pero después se puso en pie y comenzó a andar de un lado para otro. En cuanto Nicki clavó los ojos en ese perfecto trasero, que se movía de un lado para otro, sintió una incómoda humedad. Su último pensamiento racional pasó por delante de sus ojos: «Levántate de la mesa, deja el juego y sal por esa puerta. Esta mujer te va a poner la vida patas arriba; te va a poner el mundo del revés. Y siempre has aborrecido los parques de atracciones».

Nicki luchó contra el pánico que la había asaltado de repente y esperó su respuesta.

«¡Joder!», pensó Alexa.

¿Por qué tenía que ser tan atractiva?

La miró de reojo mientras andaba de un lado para otro. Estuvo a punto de soltar un taco muy vulgar, pero se mordió la lengua. De pequeña solía poner cara de asco y llamarla «niña bonita» por su pelo dorado. Había conseguido domar los rizos infantiles gracias a un corte conservador, pero algunos mechones le caían por la frente en terca rebeldía. El color había cambiado con el tiempo, pero todavía le recordaba al de los cereales que comía para desayunar, e iba desde el rubio miel hasta el color del trigo. Sus facciones se habían endurecido, y su barbilla parecía esculpida. Le había dejado ver unos dientes blancos y perfectos con esa breve sonrisa. Sus ojos seguían siendo del mismo color castaño oscuro, y parecían ocultar secretos muy bien guardados bajo siete llaves. En cuanto a su cuerpo…

Siempre había sido una chica muy activa, pero cuando cruzó la estancia, la tela de sus elegantes pantalones beige se movió a su antojo, marcando sus musculosas y largas piernas, y un culo muy prieto. El jersey tostado de cuello de pico resultaba informal y apropiado para un sábado en la oficina. El bronceado de su piel, como si hubiera estado varias horas al sol. La agilidad felina de sus movimientos. Había crecido, y ya no era un niña bonita.

Nicki Ryan estaba como un tren… y aún la miraba como si ella fuera la niña pequeña que jugaba con Maggie. Cuando sus miradas se encontraron, no hubo indicios de que la reconociera, de que la apreciara. Solo atisbó una distante cordialidad, ofrecida a una persona a la que conoció en el pasado.

Pues ni de coña iba a ponerse a babear solo porque era atractiva. Su personalidad seguía dando pena. Era un plomo con mayúsculas. Una sosa con mayúsculas. Una mayúscula…

Se obligó a no pensar en lo siguiente.

Alexa detestaba el hecho de que su presencia la pusiera nerviosa y de que la excitara un poco. La semana anterior había realizado un hechizo de amor y la Madre Tierra la había escuchado. Tenía el dinero y podía salvar la casa familiar. Pero ¿qué narices le había pasado a su lista?

La mujer que tenía delante desdeñaba todos los valores en los que ella creía. No era un matrimonio por amor. No, se trataba de un matrimonio de conveniencia, simple y llanamente. De un matrimonio muy frío. Aunque el recuerdo de su primer beso había brotado desde el rincón más recóndito de su mente nada más verla, apostaría lo que fuera a que ella lo había olvidado por completo. Sintió que la humillación se apoderaba de ella. Se acabó. ¿Acaso la Madre Tierra no iba a permitirle conseguir un solo punto de su lista? Tomó una honda bocanada de aire y dijo:

Una cosa más.

Dime

¿Te gusta el béisbol?

Pues claro.

La tensión le provocó un nudo en el estómago.

¿Tienes un equipo preferido?

Ella hizo una mueca desdeñosa. Literalmente.

Solo hay un equipo que merezca la pena en Nueva York.

Alexa reprimió las ganas de vomitar e hizo la pregunta:

¿Cuál?

Los Yankees, claro. Es el único equipo que gana. Es el único equipo que importa de verdad.

Alexa inspiró y espiró varias veces, tal como le habían enseñado a hacer en clase de yoga. ¿Podía casarse con una seguidora de los Yankees? ¿No sería como renunciar a su moralidad y a su ética? ¿Soportaría estar casada con una mujer que veneraba la lógica como a un dios y que creía que la monogamia era algo de cuentos de hadas?

¿Alexa? ¿Estás bien?

Le hizo callar levantando una mano y siguió paseándose de un lado para otro mientras buscaba respuestas a la desesperada. Si daba marcha atrás en ese momento, no quedaría más alternativa que vender la casa. ¿Podría vivir consigo misma sabiendo que era demasiado egoísta como para sacrificarse por su familia? ¿Le quedaba otra alternativa?

¿Alexa?

Se dio media vuelta. La impaciencia se reflejaba en la cara de Nicki. Esa mujer no toleraba muy bien los arrebatos emocionales. Por muy buena que estuviera, sería un incordio, al igual que lo fue de pequeña. Seguramente tenía programados los días minuto a minuto. Ni siquiera conocería el significado de la palabra «impulso». ¿Conseguirían vivir un año entero en la misma casa? ¿No se

despedazarían antes de que pasaran esos trescientos sesenta y cinco días? ¿Y si los Yankees ganaban la Serie Mundial ese año? Tendría que soportar su cansina arrogancia y sus sonrisas. Por Dios…

La vio cruzarse de brazos.

No me lo digas, eres seguidora de los Mets.

Se estremeció al escuchar el tono de voz con el que lo dijo.

Me niego a hablar de béisbol contigo. No te pondrás ni una sola prenda de los Yankees cuando estemos juntas. Me da igual lo que te pongas cuando yo no esté cerca. ¿Entendido?

Se hizo el silencio. Se atrevió a lanzarle una miradita. Nicki la miraba como si su pelo se hubiera convertido en el de Medusa.

¿Estás de broma?

Negó con la cabeza, encantada de poder hacerlo.

No.

¿No puedo ponerme aunque sea la gorra de los Yankees?

Tú lo has dicho.

Estás loca —replicó

Me da igual lo que pienses. Venga, dime lo que sea para no perder más tiempo.

En ese momento Nicki hizo algo que la pilló totalmente desprevenida y la dejó pasmada. Se echó a reír. Y no con una sonrisilla contenida o desdeñosa. No, con carcajadas resonantes. El sonido llenó la estancia y la hizo vibrar con su vitalidad. Alexa tuvo que contener la sonrisa, sobre todo porque la broma había sido a su costa. Joder, estaba para comérsela cuando se sacaba el palo que parecía llevar metido por el culo.

Cuando por fin recuperó la compostura, Nicki meditó el asunto y acordó una solución:

Yo no me pondré nada de los Yankees, pero tú también tienes que ceñirte a las reglas: nada de los Mets. No quiero ver ni una taza de café ni un llavero por mi casa. ¿Entendido?

Eso la irritó. De alguna manera se las había apañado para darle la vuelta a sus palabras.

No estoy de acuerdo. No hemos ganado una serie mundial desde 1986, así que yo puedo ponerme mis cosas. Tú ya tienes bastante gloria… no te hace falta más.

Lo vio contener una sonrisa.

Buen intento, pero no soy como las blandengues con las que estás acostumbrada a salir. Si no hay Yankees, no hay Mets. O lo tomas o lo dejas.

¡Yo no salgo con blandengues!

Nicki se encogió de hombros.

Me da igual.

Alexa cambió el peso del cuerpo de un pie a otro y le costó la vida misma no apretar los puños. Era como un témpano de hielo. ¿Cómo era posible que se muriera de ganas de darle un mordisco aunque le recordara a la manzana envenenada que le habían ofrecido a Blancanieves?

¿Y bien? ¿Quieres pensártelo durante esta noche?

Se mordió el labio, con fuerza, y se obligó a contestar:

Vale. Trato hecho.

¿Algo más?

Supongo que eso lo cubre todo.

No del todo.

Nicki hizo una pausa como si estuviera a punto de sacar a colación un tema delicado. Alexa se juró que mantendría la calma, pasara lo que pasase. Ella también podía jugar a su mismo juego. Sería una reina de hielo, aunque la torturara verbalmente. Inspiró hondo y volvió a sentarse, tras lo cual cogió la taza de café y le dio un sorbo.

Nicki juntó las yemas de los dedos e inspiró hondo.

Quiero hablarte de sexo.

¿Sexo?

La palabra surgió de sus labios y rebotó en la estancia como un tiro. Parpadeó, pero se negó a demostrar emoción en su cara.

Nicki se puso en pie de un salto y se echó a andar de un lado para otro, ocupando la posición que ella acababa de abandonar.

Verás, tenemos que ser muy discretas con… en fin… con nuestras actividades extramatrimoniales.

¿Discretas?

Sí. Me relaciono con clientes muy exclusivos y tengo que proteger mi reputación. Además, si se pone en entredicho nuestro matrimonio, podrían violarse las cláusulas del acuerdo. Creo que lo mejor sería que accedieras a permanecer célibe durante este año. Es posible lograrlo, ¿no crees?

O sea que nada de acción.

Ella soltó una carcajada que a todas luces era falsa, lo que le llevó a preguntarse si lo que tenía en la frente era sudor o si se trataba de un efecto óptico por la luz. Nicki dejó de moverse y la miró con expresión casi incómoda. De repente, el verdadero significado de sus palabras prendió mecha en su cerebro y sintió una especie de fogonazo. Nicki quería que fuera la esposa perfecta, lo que incluía mantener su tálamo nupcial casto y puro. Sin embargo, no había mencionado su propio celibato. Maggie le había hablado de Gabriella, de modo que sabía que Nicki mantenía una relación. Alexa seguía sin comprender por qué no se casaba con su novia, pero no era quién para juzgarla. En ese momento lo único que le importaba era el cerda que tenía delante y las ganas de mandar el acuerdo a la mierda.

Pero se contuvo.

Aunque ardía de furia, mantuvo una expresión serena. Nicki Ryan quería hacer un trato. De acuerdo. Porque cuando ella saliera por esa puerta, Nicki firmaría el acuerdo del siglo. Sonrió.

Lo entiendo.

La cara de Nicki casi se iluminó.

¿De verdad?

Por supuesto. Si todos creen que el matrimonio es real, ¿qué pensarían si se rumorea que tu mujer tiene una aventura tan pronto después de la boda?

Exacto.

Además, así no tendrás que lidiar con los vergonzosos interrogantes acerca de tu capacidad de complacer a una mujer. Si tu esposa anda de cama en cama, es evidente dónde está el problema. En casa no le dan lo que necesita.

Nicki cambió de postura. Asintió con la cabeza, pero no con mucho ímpetu.

Supongo…

Bueno, ¿y qué hacemos con Gabriella?

Ella se quedó pasmada.

¿Quién te ha hablado de ella?

Maggie.

No te preocupes por Gabriella. Yo me encargo.

¿Te acuestas con ella?

Nicki dio un respingo, pero después fingió que le daba igual la pregunta.

¿Importa?

Ella levantó las manos en un gesto defensivo.

Quiero aclarar el tema del sexo. Al menos, encajo en los dos primeros puntos. Te aseguro que no estoy enamorada de ti y tampoco nos sentimos atraídas la una por la otra. Ahora me dices que si quiero tener una aventura loca de una noche, no puedo. Pero ¿qué reglas se te aplican a ti?

Alexa frunció los labios y se preguntó cómo pensaba salir Nicki de la tumba que acababa de cavarse ella solita.

Nicki miró fijamente a la mujer que tenía delante e intentó tragar saliva. Su voz ronca evocó escenas muy concretas. Unas escenas en las que estaba desnuda y le exigía una… aventura loca. Se mordió la lengua para no soltar un taco y se sirvió más café en un intento por ganar tiempo. Alexa la hacía pensar en el sexo con cada gesto. La inocencia de la juventud había dado paso a una mujer de sangre caliente con necesidades ardientes. Se preguntó qué clase de mujer satisfacía dichas necesidades. Se preguntó qué se sentiría al rodear esos pechos tan generosos con las manos y a qué sabrían sus labios.

Se preguntó qué llevaba puesto bajo el ajustado vestido rojo.

¿Nicki?

¿Sí?

¿Me has oído?

Sí. Lo del sexo. Te prometo que jamás te pondré en una situación incómoda.

Así que me estás diciendo que piensas seguir acostándote con Gabriella, ¿no?

Gabriella y yo tenemos una relación.

Pero no vas a casarte con ella.

La tensión se podía mascar en el ambiente. Nicki retrocedió unos cuantos pasos, desesperada por poner distancia entre ellas.

No es ese tipo de relación.

Vaya, qué interesante. Así que me estás diciendo que no puedo acostarme con otras mujeres porque ahora mismo no tengo una relación estable. Si hubiera tenido cubitos de hielo a mano, Nicki los habría chupado uno a uno. La acusación le provocó un extraño calor en la piel. Alexa había hablado con voz tranquila. Su sonrisa parecía relajada y franca. Nicki se sentía al borde de alguna demostración de poder femenino y se dio cuenta de que llevaba las de perder. Intentó ganarle la mano.

Si mantuvieras una relación estable con alguien, llegaríamos a un acuerdo. Pero los desconocidos son demasiado peligrosos. Puedo garantizarte que Gabriella sabe guardar un secreto.

En ese momento Alexa sonrió. Una sonrisa deliciosa y muy picara que prometía maravillas que desafiaban la imaginación. Y se las prometían todas a ella. Se le paró el corazón y al cabo de un segundo se le subió a la garganta. Fascinada, esperó a sus siguientes palabras.

Ni de coña, guapa

Intentó concentrarse en lo que decía mientras esos voluptuosos labios formulaban la negativa.

¿Cómo has dicho?

Si no hay sexo para mí, tampoco lo hay para ti. Me importa bien poco que sea con Gabriella, con una stripper o con el dichoso amor de tu vida. Si yo me quedo a dos velas, tú también. Tendrás que conformarte con este matrimonio tan pulcro y tan estipulado y apañártelas sola. —Hizo una pausa—. ¿Lo has entendido?

Nicki lo había entendido.

Pero decidió no aceptarlo. Y se dio cuenta de que estaban en un tris de disputar el punto de juego, de set y de partido, y de que necesitaba ganarlo.

Alexa, entiendo que no te parezca justo. Pero Gabriella también tiene que proteger su reputación, así que nunca quedarás en mal lugar. ¿Lo entiendes?

Sí.

¿Eso quiere decir que aceptas las condiciones?

No.

La irritación se apoderó de ella. Entrecerró los ojos y la observó con detenimiento. Decidió entrar a matar.

Hemos logrado ponernos de acuerdo en todo lo demás. Hemos alcanzado un compromiso. Solo será un año, después podrás tener una puta orgía, a mí me dará lo mismo.

Unos gélidos ojos azules se clavaron en ella con un brillo terco y decidido.

Si tú tienes orgías, yo también las tengo. Si tú quieres pasarte un año célibe, yo también lo pasaré. Si yo tengo que acostarme sola durante trescientas sesenta y cuatro noches, tú también lo harás. Y si quieres un poco de acción, tendrás que apañártelas con tu mujer. —. Y como las dos sabemos que no nos sentimos atraídas la una por la otra, vas a tener que buscar otra forma de aliviar la presión. Sé creativa. El celibato debería llevarte a descubrir otras formas de desahogo. —Sonrió—. Porque eso es todo lo que vas a conseguir.

Era evidente que Alexa desconocía que estaba ante una jugadora de póquer magnífico, que se había pasado los últimos años liberando tensión en partidas que empezaban por la noche y acababan al día siguiente, de las cuales salía miles de dólares más rica. Al igual que su antiguo vicio, el tabaco, el póquer la tenía muy enganchada, más por el placer que le provocaba que por el beneficio económico que conseguía.

Se negaba a que le ganara la partida, y además sentía que la victoria estaba cerca. Se lanzó a la yugular.

¿No quieres atenerte a razones? Vale, no hay trato. Despídete de tu dinero. En mi caso, solo tendré que encargarme del consejo de administración una temporada.

Alexa se levantó, se colgó el bolso del hombro y se plantó delante de ella.

Me alegro de haberte visto otra vez, niña bonita.

Un golpe certero.

Nicki se preguntó si sabía lo mucho que detestaba ese mote desdeñoso. Al escucharlo ardía en deseos de zarandearla hasta que lo retirase. Ya lo odiaba de pequeña y los años no habían mitigado lo hiriente que le resultaba. Tal como hacía en aquel entonces, apretó los dientes y sobrellevó la irritación con una sonrisa.

Sí, yo también me alegro. Pásate por aquí otro día. No vayamos a perder el contacto.

Descuida. —Hizo una pausa—. Nos vemos.

En ese instante, Nicki supo que se había equivocado. De parte a parte. Alexandria Maria McKenzie podría ganar al póquer: no porque supiera cómo ir de farol, sino porque estaba dispuesta a perder.

También era increíble jugando a ver quién se acobardaba antes.

Alexa se dio media vuelta. Caminó hasta la puerta. Giró el pomo. Y…

Vale.

La palabra salió disparada de la boca de Nicki antes de que pudiera pensar siquiera. Algo le decía que si Alexa se iba, no llamaría después para decirle que había cambiado de opinión. Y, joder, era su única candidata. Un año de su vida no era nada comparado con el regalo que suponía un futuro en que ella haría lo que siempre había soñado.

Le resultó admirable que ni siquiera se regodeara de su victoria.

Alexa se limitó a volverse hacia ella para decirle con tono seco y profesional:

Sé que el contrato no registra nuestro nuevo acuerdo. ¿Me das tu palabra de que te atendrás a las condiciones?

Haré que redacten un documento revisado.

No hace falta. ¿Me das tu palabra?

Su cuerpo vibraba por la energía. Nicki se percató de que confiaba en ella en la misma medida en que ella confiaba en Alexa. Sintió un aguijonazo de satisfacción.

Te doy mi palabra.

Entonces sellaremos el trato con un apretón de manos. Ah, y cuando se disuelva el matrimonio dentro de un año… mi familia no sufrirá por este engaño. Diremos que tenemos diferencias irreconciliables y fingiremos una separación amistosa.

Podré soportarlo.

Bien. Recógeme a las siete para ir a casa de mis padres y darles la noticia. Yo me ocuparé de todos los detalles de la boda.

Nicki asintió con la cabeza, aunque tenía la mente un poco abotargada tanto por la decisión como por la cercanía de Alexa. ¿Qué era el sutil aroma que desprendía su piel? ¿Vainilla? ¿Canela?

Contempló  que Alexa dejaba una tarjeta de visita en el escritorio de cerezo.

La dirección de mi librería —dijo ella—. Nos vemos esta noche.

Carraspeó para decir algo, pero era demasiado tarde. Alexa ya se había marchado.

A

lexa se removió en el asiento, mientras se prolongaba el silencio reinante en el BMW negro. Su futura esposa parecía igual de incómoda, pero decidió concentrar su energía en su reproductor de MP3. Intentó no hacer una mueca cuando Nicki eligió a Mozart. A Nicki le gustaba la música sin letra.

Casi se estremeció al pensar en compartir casa con ella.

¡Durante todo un año!

¿No tienes nada de Black Eyed Peas?

Ella pareció desconcertada por la pregunta.

¿Cómo dices?

Contuvo un gemido.

Me conformaría con cualquiera de los clásicos: Sinatra, Bennett, Martin…

Nicki guardó silencio.

¿Los Eagles? ¿Los Beatles? Por favor, dime que te suena alguno de los nombres.

Vio que ella tensaba los hombros.

Sé quiénes son. ¿Prefieres Beethoven?

Déjalo.

Se sumieron de nuevo en el silencio, roto únicamente por la música de piano de fondo. Alexa sabía que las dos se iban poniendo más nerviosas a medida que se reducían los kilómetros que los separaban de casa de sus padres. Interpretar a una pareja enamorada no sería fácil cuando eran incapaces de mantener una conversación de dos minutos. Decidió intentarlo de nuevo.

Maggie me ha dicho que tienes un pez.

Ese comentario le valió una mirada gélida.

Sí.

¿Cómo se llama?

Pez.

Parpadeó al escucharla.

¿Ni siquiera le has puesto nombre?

¿He cometido un delito?

¿No sabes que los animales tienen sentimientos al igual que las personas?

No me gustan los animales —adujo ella

¿Por qué? ¿Te dan miedo?

Claro que no.

Te asustaste de la serpiente que encontramos en el bosque. ¿Recuerdas que no querías acercarte y pusiste excusas para irte?

Tuvo la sensación de que la temperatura descendía unos cuantos grados dentro del coche.

No me asusté, es que pasaba del bicho. Ya te he dicho que no me gustan los animales. Resopló, pero después se mantuvo en silencio. Tachó otra cualidad de su lista. La Madre Tierra no daba una. Alexa decidió no contarle a su futura esposa lo del refugio de animales. Cuando estaban sobrepasados, siempre se llevaba algunos perros a casa hasta que hubiera plazas libres. El instinto le decía que Nicki pondría el grito en el cielo. Si acaso conseguía reunir la emoción necesaria para perder el control.

La posibilidad la intrigaba.

¿De qué te ríes? —le preguntó Nicki.

De nada. ¿Recuerdas todo lo que hemos hablado?

Nicki soltó un suspiro hastiado.

Sí. Hemos repasado a todos los miembros de tu familia en profundidad. Me sé los nombres y sus vidas por encima. Por el amor de Dios, Alexa, que jugaba en tu casa cuando éramos pequeñas.

Gruñó al escucharla.

Tú solo venías a buscar las galletas de chocolate de mi madre. Y te encantaba torturarnos a tu hermana y a mí. Además, eso fue hace muchos años. No te has relacionado con ellos durante la última década. —Intentó disimular la amargura con todas sus fuerzas, pero la facilidad con la que Nicki se había desentendido de su pasado sin mirar atrás seguía escociéndole—. Por cierto, no hablas de tus padres. ¿Has hablado con tu padre últimamente?

Se preguntó si sería posible acabar con hipotermia por el frío que Nicki desprendía.

No.

Esperó a que añadiera algo más, pero no lo hizo.

¿Qué me dices de tu madre? ¿Se ha vuelto a casar?

No. No quiero hablar de mis padres. No tiene sentido hacerlo.

Maravilloso. ¿Y qué vamos a decirle a mi familia sobre ellos? Porque van a preguntar.

Cuando Nicki habló, sus palabras fueron cortantes.

Diles que mi padre está en México y que mi madre anda en alguna parte con su nuevo novio.

Diles lo que te dé la gana. De todas formas no van a asistir a la boda.

Alexa abrió la boca para protestar, pero la mirada que le lanzó Nicki le dejó muy claro que el tema estaba zanjado. Genial. Le encantaba su don de gentes. Indicó la señal de tráfico a la que estaban llegando.

Esa es la salida para la casa de mis padres.

Nicki aparcó en el camino de entrada circular y apagó el motor. Las dos contemplaron la casa blanca de estilo victoriano. La estructura irradiaba calidez desde cada una de las columnas clásicas del elegante porche que rodeaba toda la casa. Los sauces llorones flanqueaban el jardín casi con gesto protector. Unos enormes ventanales con contraventanas negras salpicaban la fachada. La oscuridad ocultaba las señales del descuido ocasionado por las dificultades económicas. Escondía la pintura descascarillada de las columnas, los escalones desvencijados del patio y el tejado maltrecho. Alexa suspiró cuando el ambiente de su hogar la envolvió como una cálida manta.

¿Estás lista? —le preguntó Nicki.

La miró. Su expresión era impasible y su mirada, distante. Tenía un aspecto relajado y elegante con los Dockers color caqui, la camiseta blanca de Calvin Klein y los náuticos de piel. Su pelo aclarado por el sol estaba muy bien peinado, salvo por el mechón rebelde que caía sobre su frente. La camiseta se ceñía a su torso de maravilla. Demasiado bien para su gusto.

Ni que acabaras de pisar una mierda de perro.

La expresión impasible de Nicki desapareció y esbozó una sonrisilla torcida.

Esto… Maggie me ha dicho que escribías poesía.

Se supone que estamos locamente enamoradas. Si sospechan lo contrario, no podré casarme contigo y mi madre convertirá mi vida en un infierno. Así que métete en el papel. Y que no te dé miedo tocarme. Te prometo que no tengo sarna ni nada del estilo.

No me da miedo…

Nicki siseó cuando Alexa extendió el brazo y le apartó el mechón rebelde de la frente. El tacto sedoso de su pelo en los dedos la complació. La expresión desconcertada de su cara hizo que cediera a la tentación de continuar la caricia y pasarle el dorso de los dedos muy despacio por la mejilla. Su piel era suave.

¿Lo ves? No pasa nada.

Esos labios carnosos hicieron un mohín que ella supuso que era de irritación. Saltaba a la vista que Nicki Ryan no la consideraba una adulta, sino una especie de ser humano asexuado. Como una ameba.

Alexa abrió la puerta y le impidió replicar al decir:

Que empiece el espectáculo.

Nicki masculló algo y la siguió.

No tuvieron ni que molestarse en llamar al timbre. Los miembros de su familia salieron uno a uno, hasta que el porche delantero estuvo atestado con sus chillonas hermanas y con varios hombres que no les quitaban los ojos de encima. Alexa había llamado para decirles que se había comprometido. Se

había inventado que llevaba un tiempo saliendo con Nicki en secreto, que lo suyo había sido un romance fulminante y que se habían comprometido de forma impulsiva. Hizo hincapié en el pasado que compartían para que sus padres creyeran que habían mantenido el contacto a lo largo de los años y que seguían siendo amigas.

Nicki intentó quedarse rezagada, pero las hermanas de Alexa se negaron a darle el gusto. Isabella y Genevieve se lanzaron a sus brazos para darle un achuchón sin dejar de hablar.

¡Enhorabuena!

¡Bienvenida a la familia!

Izzy, te dije que sería guapísima. ¿A que es increíble? ¡Amigos de la infancia que ahora serán esposas!

¿Tenéis ya fecha para la boda?

¿Puedo ir a la despedida de soltera?

Nicki parecía estar a punto de saltar por la barandilla del porche para salir corriendo.

Alexa se echó a reír. Interrumpió a sus hermanas gemelas con un abrazo.

Dejad de aterrorizarla, chicas. Por fin tengo un prometida. No me lo vayáis a estropear. Sus hermanas se echaron a reír. Eran dos chicas idénticas de dieciséis años con el pelo del color del chocolate, los ojos azules y unas piernas larguísimas. Una llevaba ortodoncia, la otra no. Alexa estaba convencidísima de que sus profesores agradecían mucho ese detalle. Sus hermanas eran muy traviesas y les encantaba gastar bromas, haciéndose pasar la una por la otra.

Un grito exigente se hizo con su atención. Levantó al angelito rubio que tenía a los pies y cubrió de besos a su sobrina de tres años.

Taylor Bicho Malo, te presento a Nicki Ryan. Tía Nicki para ti, mocosa.

Taylor la miró con la cuidadosa atención de la que solo eran capaces los niños pequeños. Nicki esperó su opinión con paciencia. Después, su carita esbozó una sonrisa deslumbrante.

¡Hola, Nicki!

Ella le devolvió la sonrisa.

Hola, Taylor.

Aprobación recibida —dijo Alexa. Le hizo un gesto a Nicki para que se acercara—. Deja que siga con las presentaciones. Mis hermanas gemelas, Isabella y Genevieve, ya creciditas y sin pañales. — Pasó de sus gemidos de protesta y sonrió—. Mi cuñada, Gina. Y ya conoces a mi hermano Lance y a mis padres. Chicos, os presento a Nicki Ryan, mi prometida.

Ni siquiera se trabó con la palabra.

Su madre, Maria, tomó la cara de Nicki entre las manos y le dio un fuerte beso.

Nicki, mírate qué grande estás. —Abrió los brazos en señal de bienvenida—. Y qué bella.

Alexa se preguntó si lo que veía en las mejillas de Nicki era rubor, pero después desechó la idea

Nicki carraspeó.

Esto… gracias, señora McKenzie. Hace siglos que no nos vemos.

Nicki, tía, sí que hace siglos que no te veo. Y ahora me entero de que vas a formar parte de la familia al casarte con mi hermana. Enhorabuena. - Dijo Lance

Gracias.

Su padre se adelantó y le tendió la mano.

Llámame Jim —le dijo—. Recuerdo que te pasabas la vida atormentando a mi pequeñina. Creo que su primer taco oficial lo pronunció pensando en ti.

Pues creo que sigo teniendo el mismo efecto —replicó Nicki con sorna.

El padre soltó una carcajada. Gina se apartó de Lance para darle un fuerte abrazo.

Ahora a lo mejor cuento con alguien para igualar las fuerzas —dijo ella. Sus ojos verdes brillaban

. Siempre acabo perdiendo en las reuniones familiares.

Alexa soltó una carcajada.

Todos adentro. Brindaremos con champán, comeremos y después nos tomaremos un buen café.

¿Puedo beber champán?

¿Y yo?

Maria negó con la cabeza mientras miraba a las dos chicas, que se habían postrado de rodillas a sus pies con actitud suplicante.

Vais a beber zumo de manzana con gas. He comprado una botella para la ocasión.

¡Yo también, yo también!

Alexa miró a la pequeña que tenía en brazos con una sonrisa.

De acuerdo, mocosa. Tú también beberás zumo de manzana.

Dejó a su sobrina en el suelo y la vio correr hacia la cocina, afectada por la emoción reinante. La cálida aceptación de su familia la envolvió como una capa acogedora y se impuso a los nervios que tenía en el estómago.

¿Sería capaz de llevarlo a cabo? Lanzar un hechizo de amor para atrapar a una desconocida muy rica que sacara a su familia de los apuros era una cosa. Pasar un año entero con un Nicki Ryan de carne y hueso era harina de otro costal. Si sus padres se olían que había tramado un matrimonio de conveniencia para salvar la casa familiar, nunca se lo perdonarían. Ni se perdonarían ellos. Pese a las constantes facturas del tratamiento médico para la enfermedad cardiovascular de su padre, el orgullo familiar los instaba a rechazar cualquier ayuda económica de los demás. Saber que su hija había sacrificado su integridad para salvarlos les partiría el corazón.

Nicki la observaba con una expresión rara, como si intentara desentrañar algún misterio. El deseo de tocarla le quemaba los dedos.

¿Estás bien? —le preguntó Alexa

Sí, entremos —contestó

La observó entrar en la casa mientras ella intentaba que sus secas palabras no le dolieran. Ya le había dicho que no le gustaban las grandes familias. No debería ser tan infantil como para tomarse su reacción tan a pecho.

Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad, levantó la barbilla y la siguió. Las horas pasaron con una contundente lasaña italiana, pan de ajo con queso y hierbas aromáticas recién horneado, y una botella de chianti. Cuando por fin se fueron al salón para tomar café y sambuca, sentía un alegre cosquilleo en el cuerpo, avivado por la buena comida y la conversación. Miró a Nicki mientras estase sentaba a su lado en el ajado sofá beige a una distancia prudencial.

Tenía una expresión desdichada.

Nicki escuchó con educación, se rió en los momentos adecuados y representó el papel perfecto. Con la salvedad de que no la miraba a la cara, se alejaba cada vez que ella intentaba tocarla y no se estaba comportando como la prometida coladita por ella que se suponía que era.

Jim McKenzie se bebió el café con ademanes relajados.

Bueno, Nicki, cuéntame cosas de tu trabajo.

Papá…

No, no pasa nada. —Nicki se volvió hacia su padre—. Dreamscape es un estudio de arquitectura que diseña edificios en el valle del Hudson. Diseñamos el restaurante japonés que hay en la cima de la montaña de Suffern.

La cara de su padre se iluminó.

Un lugar maravilloso para comer. A Maria siempre le han gustado los jardines. —Hizo una pausa

. Bueno, ¿qué te parecen los cuadros de Alexa?

Alexa reprimió una mueca. Por Dios, qué mala pata. Sus cuadros eran un pobre intento de expresión artística y casi todo el mundo coincidía en que eran pésimos. Pintaba más como terapia que para impresionar a los demás. Le dieron ganas de estampar la cabeza contra la pared por no haberle permitido recogerla en su apartamento en vez de en la librería. Jim, que asesoraba a personas adictas

al alcohol, era capaz de detectar una debilidad cual ave carroñera bien entrenada, y en ese momento ya olía la sangre.

Nicki esbozó una sonrisa forzada.

Son estupendos. Siempre le he dicho que debería exponerlos en una galería de arte.

Jim se cruzó de brazos.

Así que te gustan, ¿no? ¿Cuál te gusta más?

Papá…

El del paisaje. Consigue que te metas de lleno en la escena.

El pánico la atenazó pese al hormigueo del alcohol cuando su padre captó la tensión entre ellas y acechó a Nicki como un depredador. Aunque Nicki lo había intentado, reconoció que estaba abocada al fracaso antes siquiera de comenzar. El resto de la familia ya se conocía el juego, así que observó la pelota empezar a rodar.

No pinta paisajes.

Las palabras reverberaron en la estancia como un tiro.

Nicki no perdió la sonrisa en ningún momento.

Está empezando con ellos. Cariño, ¿no se lo habías contado?

Alexa intentó contener el pánico.

No, lo siento, papá, se me había olvidado ponerte al día. Ahora pinto paisajes.

Detestas los paisajes.

Ya no —consiguió decir con voz cantarina—. Desde que salgo con una arquitecta he comenzado a apreciarlos.

Su comentario solo sirvió para arrancarle un resoplido a su padre, que siguió hablando.

Dime, Nicki, ¿te gusta el béisbol o el fútbol?

Los dos.

Los Giants han tenido una temporada genial, ¿no crees? Espero que Nueva York se lleve otra Super Bowl. Oye, ¿has leído el último poema de Alexa?

¿Cuál de ellos?

El de la tormenta.

Ah, sí, me ha parecido maravilloso.

No ha escrito un poema sobre una tormenta. Escribe sobre experiencias vitales relacionadas con el amor o con la pérdida. Nunca ha escrito un poema relacionado con la naturaleza, de la misma manera que nunca ha pintado un paisaje.

Alexa apuró el vaso de sambuca, pasó del café y rezó para que el licor la ayudara a pasar la velada.

Esto… Papá, acabo de escribir uno acerca de una tormenta.

¿De verdad? ¿Por qué no nos lo recitas? Tu madre y yo no hemos escuchado tus poemas más recientes.

Alexa tragó saliva.

En fin, es que sigo componiéndolo. Lo compartiré con vosotros en cuanto quede perfecto.

Pero has dejado que Nicki lo lea.

Se le revolvió el estómago y rezó pidiendo ayuda para encontrar la salida. Se le humedecieron las manos.

Sí. En fin, Nicki, creo que deberíamos irnos. Es tarde y tengo que encargarme de muchos detalles de la boda.

Jim apoyó los codos en las rodillas. Dejó de acechar y se lanzó a la yugular. El resto de la familia observó la inminente tragedia. La expresión compungida de su hermano le indicó que no creía que fuera a celebrarse boda alguna. Lo vio rodear la cintura de su mujer con los brazos, como si reviviera la pesadilla de cuando anunció que Gina estaba embarazada e iban a casarse. Taylor jugaba con sus Lego, ajena a la crisis.

Quería preguntaros por la boda —continuó Jim—. Vais a organizarlo todo en una semana. ¿Por qué no os tomáis un tiempo para que todos conozcamos a Nicki y podamos darle la bienvenida a la familia? ¿A qué vienen las prisas?

Nicki intentó salvarlas a ambas.

Lo entiendo, Jim, pero Alexa y yo lo hemos hablado y no queremos una gran ceremonia. Hemos decidido que queremos estar juntas y que deseamos empezar nuestra vida en común de inmediato.

Es romántico, papá —comentó Izzy.

Alexa le dio las gracias a su hermana con la mirada, pero de repente otra persona se puso en su contra.

Yo opino lo mismo. —Maria tenía un paño en las manos y estaba en la puerta de la cocina—. Disfrutemos de la boda. Nos encantaría celebrar una gran fiesta de compromiso para que Nicki pueda conocer al resto de la familia. Es imposible que todos puedan venir el sábado. Tus primos se la perderán.

Jim se puso en pie.

Pues asunto arreglado. Pospondréis la boda.

Maria asintió con la cabeza.

Una idea excelente.

Alexa cogió a Nicki de la mano.

Cariño, ¿te importa que hablemos un momento en una de las habitaciones?

Lo que tú digas, cielo.

La arrastró por el pasillo y lo obligó a entrar en un dormitorio. La puerta se cerró a medias.

Lo has arruinado todo —le soltó con un susurro furioso—. Te dije que fingieras, pero se te da fatal. ¡Y ahora mis padres saben que no estamos enamoradas!

¿Que a mí se me da fatal? Tú te comportas como si todo esto fuera una ridícula obra que has montado para los vecinos. Hablamos de la vida real y hago lo mejor que puedo.

Mis obras no eran estúpidas. Conseguimos mucho dinero con las entradas.

Annie

nos salió genial.

Nicki resopló al escucharla.

No sabes cantar, pero te quedaste con el papel de Annie.

Sigues cabreada porque no te dejé interpretarla a tí. Eras malísima!!

Nicki se tocó el pelo y emitió un gemido ronco.

¿Cómo narices consigues enredarme en estas conversaciones tan ridículas?

Será mejor que se te ocurra algo deprisa. Por Dios, ¿es que no sabes cómo tratar a una novia? Te has comportado como si fuera una desconocida con quien debes ser educada. ¡Con razón sospecha mi padre!

Eres adulta, Alexa, y él sigue interrogando a tus novias. No nos hace falta su permiso. Nos casamos el sábado, y si a tus padres no les gusta, peor para ellos.

¡Quiero que mi padre me lleve al altar!

¡Ni siquiera es una boda de verdad!

¡Pues ahora mismo es lo mejor a lo que puedo aspirar!

El dolor se filtró en su voz durante un instante, golpeada por la realidad de su situación. El suyo jamás sería un matrimonio de verdad y algo quedaría destrozado para siempre en cuanto Nicki le colocara la alianza en el dedo. Siempre había soñado con un amor para toda la vida, con una casita con jardín y un montón de niños. Sin embargo, iba a acabar con un montón de dinero y una esposa que la toleraba por educación. No iba a permitir que su incapacidad de fingir un poco de

emoción delante de sus padres echara por tierra su sacrificio. Se puso de puntillas y se aferró a las mangas de su camiseta. Le clavó las uñas en la tela y en la piel.

Ya puedes arreglar el entuerto —masculló.

¿Qué quieres que haga?

Alexa parpadeó. Le temblaron los labios al pronunciar las palabras con sequedad.

¡Haz algo, joder! Demuéstrale a mi padre que será un matrimonio de verdad o…

¿Alexa?

Su nombre se coló por la puerta abierta desde el pasillo. Su madre la llamaba preocupada por saber si estaban bien.

Viene tu madre —.

Lo sé… seguro que nos ha escuchado discutir. ¡Haz algo!

¿El qué?

¡Lo que sea!

¡Vale!

Nicki le rodeó la cintura con los brazos y la pegó por completo a ella antes de inclinar la cabeza. Sus labios cubrieron los de Alexa mientras la estrechaba con fuerza contra su cuerpo, de modo que acabaron unidas desde las caderas hasta el pecho.

Se quedó sin aire en los pulmones y se tambaleó cuando le fallaron las rodillas. Había esperado un beso preciso y controlado para tranquilizar a su madre y demostrarle que eran amantes. Sin embargo, estaba experimentando una descarga eléctrica y energía sexual incontenida. Los labios que la besaban eran ardientes y se apoderaban de los suyos mientras los mordisqueaba y le introducía la lengua en la boca. Después comenzó a acariciarla con un ritmo sensual que la obligó a arquear la espalda y a dejarse conquistar. Se aferró a Nicki y le devolvió el beso. Ansiosa por sus caricias, se embriagó con su olor almizcleño y con su sabor; se deleitó con la dureza de su cuerpo mientras la pasión las consumía y las lanzaba por un precipicio.

Soltó un gemido ronco. Nicki le enterró los dedos en el pelo para sujetarle la cabeza con firmeza mientras continuaba con el sensual asalto. Alexa sintió que se le endurecían los pezones y que el deseo la asaltaba entre los muslos.

Alexa, car… ¡Ah!

Nicki se apartó de sus labios. Aturdida, Alexa observó su cara en busca de algún indicio de emoción, pero Nicki estaba mirando a su madre.

Lo siento, Maria —dijo con una sonrisa muy ufana.

Maria soltó una carcajada antes de mirar a su hija, que seguía entre sus brazos.

Siento interrumpir. Volved al salón cuando hayáis terminado.

Alexa escuchó sus pasos al alejarse. Despacio, Nicki bajó la vista.

Su expresión le causó un escalofrío. Había esperado ver sus ojos nublados por la pasión. Sin embargo, esos ojos castaños tenían una mirada clara. Su cara parecía relajada.

El miedo le provocó un escalofrío en la espalda. Si se reía otra vez de ella, frenaría en seco la boda.

Si se reía…

Nicki la soltó y retrocedió. Se hizo un pesado silencio, como el de una ola gigantesca que ganaba velocidad justo antes de romper.

Creo que hemos resuelto el problema —dijo Nicki.

Alexa no replicó.

¿No es lo que querías? —insistió

Levantó la barbilla y ocultó como pudo las inconvenientes emociones que se retorcían en sus entrañas como serpientes.

Supongo que sí.

Nicki se quedó quieta un momento antes de extender una mano hacia ella.

Será mejor que presentemos un frente común.

La cogió de la mano sin apretar demasiado, con una delicadeza que le llenó los ojos de lágrimas.

Las contuvo y decidió que padecía un síndrome premenstrual bestial. No había otra explicación posible para que un beso de Nicki Ryan le provocara tanto placer y tanto dolor a la vez.

¿Estás bien? —le preguntó Nicki.

Alexa apretó los dientes y después esbozó una sonrisa tan deslumbrante que podría pasar por una modelo en el anuncio de un dentífrico.

Pues claro. Ha sido una idea genial.

Gracias.

Pero cuando salgamos, no te pongas tan tiesa como un palo. Finge que soy Gabriella.

Jamás podría confundirte con Gabriella.

La pulla la hirió en lo más hondo, pero se negó a mostrar la menor debilidad.

Seguro que sí. Pero que sepas que tú tampoco eres mi ideal de mujer, niña bonita.

No, me refería a que…

Déjalo. —La condujo de vuelta al salón—. Siento la interrupción, familia. Creo que será mejor que nos vayamos. Se hace tarde.

Todos se pusieron en pie de un salto para despedirse. Maria le dio un beso en la mejilla y le guiñó un ojo para expresar su aprobación.

Admito que no me gustan las prisas —le susurró su madre—, pero eres adulta. No le hagas caso a tu padre y sigue los dictados de tu corazón.

Alexa sintió un nudo en la garganta.

Gracias, mamá. Tenemos muchas cosas que hacer durante esta semana.

No te preocupes, cariño.

Estaban casi en la puerta cuando Jim hizo un intento de última hora.

Alexandria, lo menos que podrías hacer es posponer la boda unas cuantas semanas por la familia.

Nicki, seguro que estás de acuerdo…

Nicki le colocó una mano a Jim en el hombro. La otra aferró con fuerza la de su prometida.

Entiendo por qué quieres que esperemos, Jim. Pero, verás, estoy locamente enamorada de tu hija y vamos a casarnos el sábado. Nos haría mucha ilusión contar con tu aprobación. Todos se quedaron callados. Incluso Taylor dejó de parlotear para observar la escena que se desarrollaba ante ella. Alexa esperó la explosión.

Jim asintió con la cabeza.

Vale. ¿Podemos hablar en privado un momento?

Papá…

Solo un momento.

Nicki siguió a su padre a la cocina.

Alexa reprimió la preocupación mientras conversaba con Izzy y con Gen sobre los vestidos de las damas de honor. Atisbó la expresión seria de Nicki mientras esta escuchaba lo que su padre tenía que decir. Al cabo de unos minutos los vio darse un apretón de manos. Cuando regresó, su padre le dio un beso de despedida un tanto avergonzado.

Tras despedirse de todos, volvieron al coche.

¿Qué quería mi padre?

Nicki salió del camino de entrada y se concentró en la carretera que tenía delante.

Le preocupaba pagar los gastos de la boda.

El sentimiento de culpa se apoderó de ella, ahogándola. Se le habían olvidado por completo los gastos de la boda. Por supuesto, su padre había supuesto que él correría con ellos, aunque los tiempos habían cambiado. El sudor le humedeció la frente.

¿Qué le has dicho?

Nicki la miró.

Que me niego a dejarlo pagar y que si hiciéramos lo que él quiere y esperásemos un año, aceptaría su dinero. Pero dado que hemos decidido acelerar la boda, he insistido en pagarlo todo. Así que hemos hecho un trato. Él paga su traje y el de tu hermano. Y yo pago los vestidos de las mujeres, incluido el tuyo, y los demás gastos de la boda.

Alexa soltó el aire con fuerza y observó el rostro de Nicki gracias a los faros de los coches que circulaban en dirección contraria. Su cara permanecía impasible, pero ese gesto la conmovió.

Gracias —dijo en voz baja.

Ella se estremeció como si sus palabras la hubieran golpeado.

No hay de qué. Jamás les haría daño a tus padres. Nadie suele tener el dinero necesario para pagar los costes de una boda en una semana. Y entiendo lo que es el orgullo familiar. No se me ocurriría arrebatárselo.

Alexa tuvo que tragar saliva porque la emoción le provocó un nudo en la garganta. El resto del trayecto lo hicieron en silencio, mientras ella contemplaba la oscuridad. Su oferta sugería que entre ellas había una relación auténtica, e hizo que anhelara algo más. Debería haberle presentado a su familia a un amor de verdad, no a uno falso. Las mentiras de esa noche comenzaron a pasarle factura al comprender que había hecho un trato con el diablo por el vil metal. Por el dinero necesario parsalvar a su familia. Pero seguía siendo dinero.

La voz ronca de Nicki rompió el silencio y la sacó de sus deprimentes pensamientos.

Pareces muy alterada por la mentirijilla de esta noche.

Detesto mentirle a mi familia.

Y ¿por qué lo haces?

Un silencio incómodo se hizo entre ellas.

Nicki insistió.

¿Hasta qué punto quieres el dinero? No pareces muy contenta con la idea de casarte conmigo.

Mientes a tu familia y preparas una boda falsa. ¿Solo para ampliar el negocio?

Podrías conseguir un préstamo como la mayoría de los empresarios. No me termina de cuadrar. Las palabras acudieron a su boca y estuvo a punto de contarle la verdad. A punto de contarle lo de la enfermedad que afectó a su padre poco después de regresar al seno familiar. Lo de la falta de seguro médico para pagar las astronómicas facturas. Lo de la lucha de su hermano por continuar estudiando Medicina al tiempo que mantenía una familia. Lo de las interminables llamadas de los acreedores que llevaron a su madre a poner la casa en venta, pese a la enorme hipoteca que pesaba sobre ella.

Estuvo a punto de hablarle de la pesada carga de la responsabilidad y de la impotencia que arrastraba desde entonces.

Necesito el dinero —contestó sin más.

¿Lo necesitas? ¿O lo quieres?

Cerró los ojos al escuchar el deje desdeñoso de la pregunta. Nicki quería creer que era egoísta y superficial. En ese momento, se dio cuenta de que necesitaba todas las defensas posibles contra esa mujer. Su beso había destrozado cualquier ilusión de neutralidad entre ellas. Sus labios la habían afectado hasta lo más hondo de su alma, como aquella primera vez en el bosque. Nickol Ryan había derribado sus defensas, dejándola vulnerable. Tras una semana conviviendo en la misma casa ya se estaría acostando con ella.

No le quedaba otra alternativa.

Necesitaba avivar su desprecio por ella. Si la creía un ser inmoral, la dejaría tranquila y ella podría marcharse con el orgullo intacto y con su familia a salvo. Se negaba a aceptar su lástima o su caridad.

Si le contaba la verdad sobre su familia, sus demás defensas cederían. Incluso podría darle el dinero sin nada a cambio, y estaría siempre en deuda con ella.

La idea de acabar convertida en la mártir de la película para salvar Tara la llenó de vergüenza. No, mejor que la creyera una empresaria desalmada, tal como quería. Al menos, así se lo echaría en cara y se mantendría alejada de ella. Le bastaba con estar cerca de esa mujer para ponerse a cien. Y antes muerta que quedarse por debajo de Gabriella.

El trato que había hecho con el diablo seguiría sus propias reglas.

Alexa recurrió a toda su fuerza de voluntad y se lanzó a su segunda sarta de mentiras de esa noche.

¿Realmente quieres saber la verdad?

Sí, quiero saberla.

Tú creciste con dinero, niña bonita. El dinero elimina toda la infelicidad y las tensiones. Yo estoy harta de tener que luchar como mi madre. No quiero esperar otros cinco años para ampliar la librería. No quiero tener que lidiar con intereses, con bancos y con ratios de ingresos y gastos. Voy a usar el dinero para añadir una cafetería a Locos por los Libros y convertirla en un éxito.

¿Y si no funciona? Volverás al punto de partida.

El edificio tiene valor propio, así que siempre podría venderlo. Y voy a poner lo que sobre en un plan de inversiones sólido. Puedo comprar una casita directamente y tener algo seguro para cuando nuestro matrimonio se disuelva.

¿Por qué no pedir doscientos mil? ¿O más? ¿Por qué no intentar dejarme seca?

Alexa se encogió de hombros antes de contestar.

He calculado que necesito ciento cincuenta mil para conseguir todo lo que quiero. Si creyera que me darías más dinero, te lo habría pedido. Al fin y al cabo, salvo por tener que lidiar con mi familia, es un trato muy cómodo. Yo solo tengo que lidiar contigo.

Supongo que eres más práctica de lo que creía.

Aunque el comentario debería haberla halagado, solo consiguió humillarla. Sin embargo, sabía que era la forma de establecer entre ellas la distancia que necesitaba con desesperación. Por supuesto, el precio era su reputación. Pero se recordó el objetivo y guardó silencio.

Nicki aparcó delante de su bloque de apartamentos. Alexa abrió la puerta del coche y cogió el bolso.

Te invitaría a subir, pero ya pasaremos juntas tiempo de sobra durante el próximo año.

Ella asintió con la cabeza.

Buenas noches. Estaremos en contacto. Puedo mandarte a la empresa de mudanzas para llevar tus cosas a casa cuando estés lista. Haz lo que quieras con la boda y comunícame cuándo y dónde, que allí estaré.

Vale. Nos vemos.

Nos vemos.

Alexa entró en el apartamento, cerró la puerta y deslizó la espalda por el marco de madera hasta caer al suelo.

Acto seguido, se echó a llorar.

Nicki la vio entrar en el edificio y esperó a que se encendiera la luz de su apartamento. Solo se escuchaba el ronroneo del BMW en el silencio de la noche.

La irritación que la invadió al escucharla admitir sus motivos la inquietaba. ¿Qué más le daba para qué quería el dinero? Era la excusa perfecta para que ambas superasen el año que les esperaba sin sufrir daños. Necesitaba mantener las distancias con ella. Los padres de Alexa habían conseguido que experimentara un peligroso anhelo. Y aunque había logrado reprimir dicha emoción a toda prisa, seguía cabreada por el hecho de conservar la tenue esperanza de conseguir algún día una familia normal.

Tal vez se debiera al aspecto que tenía Alexa esa noche. A su pronta sonrisa, al rictus relajado de sus carnosos labios.

Le había costado la vida misma no inclinar la cabeza para saborear lo que se ocultaba tras esos voluptuosos labios. Se moría por introducirle la lengua en la boca y tentarla hasta que entrara en el juego. Los ajustados vaqueros se ceñían a su trasero y acentuaban el contoneo de sus caderas. La camisa rosa que llevaba debería haber sido recatada, hasta que la vio inclinarse hacia delante y logró

atisbar el sujetador rosa palo de encaje que le cubría los pechos. La imagen se le grabó a fuego en el cerebro y le impidió concentrarse durante el resto de la noche. De modo que había pasado el resto de la velada intentando que se inclinara para poder echar otra ojeada. Como una adolescente cachonda.

Vio que se encendía la luz de su apartamento y se alejó de la acera a toda prisa. Estaba hirviendo de furia. Alexa la perturbaba hasta el punto de retorcerle las entrañas. Al igual que su familia. Recordó lo cariñosa que había sido la madre de Alexa con ella cuando era pequeña. Recordó la culpa que la asaltaba por desear que su propia madre desapareciera y la dejara con Maria McKenzie. Recordó el antiguo dolor de sentirse fuera de control en un mundo que no estaba ideado para que los niños estuvieran solos. Recordó todas las cosas que se juró no desenterrar en la vida. Matrimonio. Hijos. Relaciones que solo provocaban un dolor agónico que nadie se merecía. Había erigido barreras para que Alexa no pudiera atisbar la menor debilidad. Si llegara a sospechar que la deseaba, las reglas cambiarían. No era su intención que esa sirena tuviera poder sobre ella.

Pero todo había cambiado con el beso.

Soltó un taco muy soez. Recordó que Alexa jadeó y puso los ojos como platos. La dichosa camisa por fin se abrió lo bastante como para poder contemplar la maravillosa piel cubierta por el encaje rosa.

En aquel momento estuvo a punto de apartarla de un empujón, pero ella se aferró a sus brazos al escuchar a su madre. Así que no podía culparla de haber cedido a la tentación a fin de seguir manteniendo el engaño.

Hasta que su húmeda y cálida boca se abrió para ella. Hasta que su dulce sabor le embriagó los sentidos y el arrebatador aroma a vainilla y a especias la enloqueció. El beso se tornó exigente. Rudo. Apasionado.

Sin embargo, Alexa no debía saberlo jamás. Tras el beso, se aseguró de adoptar una expresión impasible, Se negaba a romper las reglas. Alexa era una mujer vital que jamás sería feliz con la promesa que ella se hizo de niña. Un año sería suficiente.

Ojalá siguiera de una pieza cuando dicho año acabara.

Adaptación de Matrimonio por Contrato

Autor: Jennifer Probst

Gracias por sus comentarios y puntación.. Saludos!