Matrimonio por Contrato - FINAL

Alexa la miró con verdadero afecto. Todo saldría bien. Después de pasar dos semanas lejos de Nickol, cada día era una prueba de fuerza y de resistencia que se negaba a no superar. Le había ocultado la verdad a su familia, pero pensaba decírselo ese fin de semana.

Alexa aparcó en el camino y entró en casa. Viejo Gruñón se acercó a la puerta para saludarla y pasó mucho tiempo acariciándole las orejas y besándolo en la cara, hasta que vio que movía el rabo con alegría. Contuvo una sonrisa. Ojalá su esposa fuera tan fácil. Su perro había progresado mucho con un poco de amor y paciencia.

Entró en la cocina, donde Nicki se afanaba preparando la cena. El delantal que tenía atado a la cintura la proclamaba como la «mejor chef del año», y era un regalo de la mamá de Alexa. Se colocó detrás de ella, se puso de puntillas y la abrazó con fuerza antes de acariciarle la nuca con la nariz.

Nicki se volvió y le dio un beso en condiciones.

Hola.

Hola.

Se sonrieron.

¿Qué estás preparando? —le preguntó.

Salmón a la plancha, espinacas y patatas asadas. Y ensalada, por supuesto.

Por supuesto.

Tengo una noticia —dijo Nicki.

Alexa la observó con atención. Sus ojos tenían un brillo triunfal y esos labios tan perfectos esbozaban una sonrisilla.

¡Ay, Dios! ¡Has conseguido el contrato!

He conseguido el contrato.

Soltó un chillido y se lanzó a sus brazos. Nicki se echó a reír y comenzó a darle vueltas antes de inclinar la cabeza y besarla. Como de costumbre, se sintió abrumada por la pasión y la ternura, de modo que le clavó las uñas en la espalda y se aferró a ella. Después de que Nicki la besara largo y tendido, la apartó un poco y la miró con una sonrisa deslumbrante. Le latía el corazón tan rápido y se sentía tan feliz que creía estar a punto de estallar.

Estamos de celebración, en el frigorífico hay una botella de champán que sobró de Nochevieja. Vamos a emborracharnos para celebrarlo.

Nicki la miró con una sonrisa mientras seguía preparando el salmón.

Nicki, estoy enamorada de ti. Te amo

La sorpresa más absoluta se reflejó en los ojos de Nicki, pero ella estaba preparada para esa reacción. Esperó con tranquilidad a que asumiera sus palabra para poder hablar. Sabía que Nicki no cedería a sus emociones, sino que pensaría con lógica y sería racional.

Nicki se zafó de sus manos con delicadeza y retrocedió un paso, hasta chocar con la encimera de la cocina.

¿Qué has dicho?

Alexa inspiró hondo antes de contestar.

Que te amo.

Nicki parecía no encontrar las palabras adecuadas.

Pero… es imposible. Tenemos un contrato. —Hizo una pausa—. ¿Verdad?

Pues claro. Pero a veces pasan estas cosas Nicki

Qué conveniente.

Alexa parpadeó al escucharla. Nicki la miraba como si le hubiera salido otra cabeza. De repente, se sintió muy intranquila. Retrocedió y se sentó en una de las sillas de la cocina.

Sé que es una sorpresa. - Al ver que Nicki guardaba silencio, continuó en voz más baja—. No lo había planeado. No había planeado que el nuestro fuera un matrimonio real. Pero te quiero, Nicki. Estaba esperando el momento adecuado para decírtelo. Y siento mucho soltártelo así sin más, pero no quería esperar. Por favor, di algo. Lo que sea.

Su esposa sufrió una transformación instantánea. La mujer a quien quería y con quien se reía comenzó a desaparecer. La distancia entre ellas creció, acompañada por un frío ártico que le provocó un escalofrío en la espalda. Su cara parecía tallada en piedra. Y mientras esperaba a que dijera algo, Alexa tuvo el repentino presentimiento de que habían llegado a otra encrucijada en el camino.

Nicki miró fijamente a su mujer.

Yo no quiero ésto.

El muro de hielo que se había estado deshaciendo se erigió de nuevo al instante. Las únicas emociones que se filtraban eran el resentimiento y la amargura. Sí, Alexa era buena. Se había dejado engañar por su actuación y tendría que pagar el precio.

La vio parpadear y menear la cabeza.

Vale. No quieres ésto. Entiendo que estés asustada, pero tal vez con un poco de tiempo cambies de idea.

Nicki estuvo a punto de ahogarse con una carcajada amarga. Desde que descubrió los documentos del préstamo y se reunió con su padre, las dudas y la necesidad de creer en Alexa habían librado una batalla en su interior. Sin embargo, dejó pasar el asunto y decidió confiar en ella. Confiar en que le diría la verdad sobre el uso que le había dado al dinero sin tener que presionarla.

Pero por fin había enseñado sus cartas, con esa expresión radiante y una mirada triunfal.

La rabia se apoderó de ella y la envolvió en una nube negra que amenazaba tormenta.

¿Qué pasa, Alexa? ¿Es que no te han bastado los ciento cincuenta mil dólares? ¿O te han entrado ganas de más por el camino?

Alexa tenía la cara descompuesta por sus palabras, pero Nicki sabía que era un truco, lo sabía muy bien.

Cuando habló, lo hizo con voz temblorosa:

¿Qué dices?

Se ha descubierto el pastel. Se acerca el final del contrato. Joder, ya llevamos cinco meses. Como no sabías qué iba a pasar, has decidido decir que me amas.

Alexa se dobló por la mitad y se rodeó el cuerpo con los brazos.

¿Eso es lo que crees? —Tomó una trémula bocanada de aire y se estremeció—. ¿Crees que lo he he dicho a propósito para atraparte?

Has admitido desde el principio que querías dinero y luego me engañaste diciendo que querías ser independiente. Así me descolocabas. —Soltó una carcajada carente de humor—. Negarte a que te comprara un coche nuevo fue muy inteligente por tu parte. Me tragué la interpretación.

¡Dios mío!

Se dobló por la mitad otra vez, como si le doliera de verdad, pero Nicki se quedó donde estaba, sin sentir nada.

Alexa se levantó despacio de la silla. Ya no le brillaba la cara. Su rostro reflejaba un dolor tan atroz que Nicki titubeó un segundo. Pero después endureció su corazón y se obligó a enfrentarse a la verdadera personalidad de su mujer.

La vio apoyarse en la pared y mirarla con espanto desde el otro extremo de la cocina.

No lo sabía —dijo Alexa con voz ronca—. No sabía que pensabas eso de mí. Creía que… — Inspiró hondo y levantó la barbilla—. Supongo que da igual lo que creyera, ¿verdad?

Al ver que se daba media vuelta para marcharse, Nicki le dijo:

Has cometido un grave error, Alexa.

Tienes razón —susurró ella—. Lo he hecho.

Acto seguido, se marchó.

La puerta se cerró. Nicki se quedó en la cocina un buen rato, hasta que escuchó unos pasos. Viejo Gruñón se sentó a su lado, con una expresión elocuente en sus ojos amarillos, consciente de que Alexa se había ido para siempre. El perro gimoteó. En la casa reinaba un extraño silencio. Volvían a estar solos, pero Nicki no sentía emoción alguna para llorar.

Se alegró de que el perro pudiera hacerlo por los dos.

D

os semanas.

Nicki tenía la vista clavada en la ventana de la cocina. Viejo Gruñón estaba tumbado a sus pies. Junto a su brazo había una taza de café humeante.

Deambulaba durante todo el día como un fantasma. El trabajo la mantenía ocupada, de modo que se concentraba en cuerpo y alma en sus diseños, pero se pasaba las noches dando vueltas en la cama.

Pensando en Alexa.

Sonó el timbre.

Meneó la cabeza y se dirigió a la puerta. Al otro lado se encontraban Jim y Maria McKenzie.

Al verlos sintió una punzada dolorosa, pero reprimió la emoción y abrió la puerta.

Jim, Maria, ¿qué hacéis aquí?

Supuso que habían ido por un solo motivo: destruirla por completo. Se preparó para las lágrimas de Maria, Se enderezó y se preparó para aceptarlo todo. Le sorprendía que hubieran esperado tanto tiempo. A su debido tiempo tendría que ponerse en contacto con Alexa para saber qué iban hacer con el resto del contrato y para intentar salvaguardar su imagen. Se preguntó qué les habría contado a sus padres sobre ella.

¿Podemos pasar? —preguntó Maria.

Por supuesto.

Los condujo a la cocina. Viejo Gruñón se escondió detrás de la cortina, ya que no se adaptaba bien a los desconocidos. Nicki le dio una palmadita en la cabeza antes de coger dos tazas.

Puedo ofreceros café o té.

Café, por favor —dijo Jim.

Maria declinó el ofrecimiento.

Nicki se afanó preparando la leche y el azúcar mientras intentaba desentenderse del nudo que tenía en el estómago.

Supongo que habéis venido para hablar de Alexa —dijo. Jim y Maria intercambiaron una mirada que no supo interpretar.

Sí. Nos ha estado evitando, Nicki. Pasa algo malo. No se pone al teléfono. Hemos ido a la librería para asegurarnos de que todo va bien, pero puso excusas y nos echó.

Jim asintió con la cabeza.

Tampoco ha hablado con su hermano, ni con Izzy o con Gen. Hemos decidido venir en persona para hablar con ella. Por favor, Nicki, dinos la verdad. ¿Tenéis problemas? ¿Dónde está?

De repente, Nicki tuvo la impresión de encontrarse en un episodio de la

Dimensión desconocida

y comenzó a darle vueltas la cabeza. Miró a la pareja sentada a su mesa y se preguntó qué narices iba a decirles. Alexa no les había hablado del contrato. Ni de su ruptura. Era evidente que no sabía cómo enfrentarse a la situación. Contuvo un gemido, lleno de dolor. Ni de coña iba a confesar lo que había pasado. No eran familia suya. No eran responsabilidad suya.

Esto… creo que ha organizado algo en Locos por los Libros. Velada poética.

Maria le cogió las manos. La mezcla de fuerza y ternura de esa caricia la dejó al borde de las lágrimas. Vio que Maria la miraba con preocupación.

Basta de mentiras. Ahora formas parte de la familia. Cuéntanos la verdad.

Sus palabras abrieron la caja que guardaba en su interior. Familia. La madre de Alexa todavía creía que formaba parte de la familia. Ojalá fuera verdad. Nicki agachó la cabeza. Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera contenerlas.

Nos hemos separado.

Maria siseó.

Se imaginó que Jim la fulminaba con odio y se rindió a lo inevitable. Había llegado el momento de que confesara sus pecados. Hasta el último. El cuidadoso plan se desmoronó ante sus ojos, y se dio cuenta de que tenía que dar el siguiente paso. Era hora de que la familia de Alexa supiera la verdad.

¿Qué ha pasado? —preguntó Maria en voz baja.

Nicki se apartó de sus manos y se puso en pie antes de echar a andar de un lado para otro, mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.

Alexa me dijo que me ama. —Cerró los ojos al ver la inmediata alegría que se reflejó en sus caras. —Levantó la barbilla y se negó a darles la espalda.

La conocida muralla de hielo la envolvió para protegerla—. Le dije desde el principio que no se iban a involucrar sentimientos.

Maria la miró sin entender por completo.

Nicki, ¿por qué le dijiste eso? Son un matrimonio maravilloso. Eres cariñosa y firme, y tienes mucho que ofrecer.

Meneó la cabeza.

No, no es verdad. Te equivocas. —Estuvo a punto de hablarles de la traición de Alexa, pero se mordió la lengua. Se negaba a romperles el corazón al confesar que había sido un matrimonio de conveniencia—. Hay otros motivos personales, Maria. Cosas de las que no puedo hablar. Cosas que tal vez usted no pueda perdonar.

Te equivocas, Nickol —dijo Jim en voz baja—. Siempre hay sitio para el perdón. Si os queréis. Yo traicioné la confianza de mis hijos. La de mi mujer. Huí y les di la espalda a todos los que prometí proteger. Pero me perdonaron y hemos vuelto a ser una familia.

Maria asintió con la cabeza.

El matrimonio es complicado. Las personas cometen errores. A veces hacemos cosas terribles.

Pero los votos que hicisteis son para lo bueno y para lo malo.

Nicki casi se ahogó con el nudo que sentía en la garganta.

No sirvo para las relaciones largas. Soy como mi padre. Ya va por la cuarta mujer. Solo se preocupa por sí mismo..

Se preparó para recibir su desdén y su estupefacción. En cambio, Maria se echó a reír y atravesó la estancia para abrazarla con fuerza.

Ay, Nickol, ¿cómo puedes decir eso? ¿No te acuerdas de las veces que te colabas en mi casa para robar galletas y echarle un ojo a tu hermana? Eres una mujer cariñosa, completa, no te pareces en nada a tu padre. Lo veo cada vez que miras a mi hija y el amor que sientes por ella se refleja en tus ojos.

Jim carraspeó.

Eres una mujer hecha y derecha, Nicki. Has cometido tus propios errores y has tomado tus propias decisiones. No culpes a los genes ni te escondas detrás de esas excusas. Eres mejor persona.

Maria le tomó la cara entre las manos. En sus ojos vio amor, ternura y comprensión.

Tu padre nunca nos habría hecho un regalo tan generoso. El dinero que Alexa y tú nos disteis nos ha permitido ocuparnos de nuestros hijos y conservar nuestro hogar.

Nicki frunció el ceño.

¿El dinero?

Maria meneó la cabeza.

Sé que Alexa dijo que la única condición era que no debíamos mencionarlo nunca, pero, cariño, tienes que saber que estamos muy agradecidos.

Nicki le siguió la corriente mientras su instinto la golpeaba con la pieza que faltaba del rompecabezas que era su mujer.

Sí, claro, fue un placer. Y lo usasteis para…

Maria ladeó la cabeza.

Para salvar nuestra casa, por supuesto. Ahora Jim puede hacerse cargo de las facturas y del mantenimiento. Por fin tenemos una oportunidad de salir adelante. Y todo gracias a ti.

El rompecabezas yacía delante ella en todo su esplendor. Completo. El dinero con el que se había burlado de Alexa no había sido para su librería. Alexa había mentido para salvar la casa familiar. Ese era el motivo por el que se había casado con ella.

Había intentado conseguir el préstamo para la cafetería, pero se lo habían denegado. Y en ese momento supo por qué no le había dicho la verdad. ¿Cómo iba a hacerlo? Nunca le había ofrecido un ambiente seguro en el que poder confesar. Se negaba a que les tuviera lástima a ella y a su familia, o a que lo usara en su contra. Alexa se ocupaba de los suyos, porque si quería a alguien, luchaba por esa persona hasta la muerte. Era la mujer más apasionada, cariñosa, cabezota y leal que había conocido en la vida, y estaba locamente enamorada de ella.

La verdad reverberó en cada músculo de su cuerpo. Y la había traicionado al creer los comentarios envenenados de Gabriella y de su padre en vez de a la mujer que la quería.

Tras la revelación, se preguntó si Alexa podría perdonarla.

Miró a Maria fijamente. Esa mujer no solo le había dado a su hija la fuerza para luchar por lo que creía, sino un corazón para amar de manera incondicional. Un corazón que esperaba que diera segundas oportunidades.

Pensó en su padre y en todas sus mujeres. Pensó en lo mucho que se había esforzado por evitar las emociones, a fin de no sufrir como sus padres la habían hecho sufrir. Porque la relación de sus padres había dañado a todos aquellos que los rodeaban.

Un trueno resonó en la estancia y la sacudió por completo.

Se dio cuenta de que si seguía por ese camino, se convertiría en una mujer similar a su padre. Apretó los puños. Al mantener las distancias en todas sus relaciones para evitar el sufrimiento, había creado una mujer que era un cascarón vacío. Y con sus actos le había hecho a su mujer más daño del que nadie se merecía.

En el fondo el miedo seguía latiendo en su interior con la misma fuerza que había latido siempre.

Pero, por primera vez en la vida, quería intentarlo. Quería darle a Alexa todo lo que ella necesitaba.

Quería ser amante, esposa y amiga. Quería protegerla y cuidarla, y pasar el resto de sus días con ella.

Tal vez si le entregaba todo lo que tenía dentro, todo lo que era, fuera suficiente para ella. La última muralla que protegía su corazón se tambaleó. Se derrumbó. Y desapareció.

De alguna manera Alexandria creía que sí era suficiente, porque la quería.

Le temblaban las manos cuando tomó las de Maria.

Tengo que hablar con ella.

Maria asintió con la cabeza.

Arreglen las cosas.

Se enderezó y miró a su suegro, que se encontraba en el otro extremo de la cocina.

Sé que la he fastidiado. Ojalá me perdone. Voy a hacer todo lo posible para que me perdone.

Jim sonrió.

Claro que sí, hija

Nicki miró al perro feo al que había llegado a querer.

Se me ha ocurrido una idea.

Maggie dejó una humeante taza de infusión delante de Alexa y se llevó el capuchino que la había atormentado los últimos minutos.

Nada de cafeína. El té tiene antioxidantes.

Alexa soltó una carcajada hueca.

Sí, mami. Pero no creo que vaya a pasarme nada malo por tomarme un café cuando estoy tan agotada.

Dios! estás muy gruñona.

¡Maggs!

Su amiga la miró con una sonrisa y le quitó la tapa al té.

Es que me gusta cabrearte. Así me aseguro de que no te conviertes en una de esas trágicas heroínas sobre las que tanto te gusta leer.

Vete a la mierda.

Eso está mejor.

Alexa la miró con verdadero afecto. Todo saldría bien. Después de pasar dos semanas lejos de Nickol, cada día era una prueba de fuerza y de resistencia que se negaba a no superar. Le había ocultado la verdad a su familia, pero pensaba decírselo ese fin de semana. Maggie la ayudaría. Y aunque no había conseguido el préstamo para la librería, Locos por los Libros comenzaba a dar beneficios de forma constante. Sobreviviría.

Alexa se repetía el mantra cada hora de cada día que pasaba separada de la mujer a quien amaba. Nicki había tomado una decisión y ella tenía que aceptar la realidad.

Llamó tu amiga la italiana, te crees que me invitó a cenar la otra noche.

Distraída por el cotilleo, Alexa sonrió y clavó la mirada en su amiga.

¿Y no me lo habías dicho?

Maggie se encogió de hombros.

Es una perra. Está interesada en ti, Al; Pero éso no le impide tratar de liarse a la amiga también. Le dejé bien claro que yo iba de los hombres y nada más!

Alexa soltó una carcajada.

Créeme Al, le dejé bien claro que no hay química ni nunca la habrá. No la soporto!

Así que discutisteis, ¿no? Puede que por fin hayas encontrado la horma de tu zapato.

Maggie resopló.

Qué tontería.

Alexa hizo un mohín.

Puede que sea interesante, deberías mirar en otra dirección Maggs.- mientras ahogaba una sonrisa

La separación te ha afectado el cerebro.

Por un instante, Alexa atisbó cierto arrepentimiento en los ojos de Maggie. Abrió la boca para decir algo, pero los poetas comenzaron a ocupar sus asientos. La música lenta que salía de los altavoces creaba el ambiente perfecto. Había muy pocas luces encendidas y ya anochecía en el exterior. La energía creativa llenó la estancia a medida que los poetas derramaban sus pensamientos y sus sueños a través del micrófono. Alexa aferraba el bloc de notas contra el pecho mientras observaba la función y se permitió disfrutar de la reconfortante sucesión de imágenes. Cerró los ojos y dejó que el resto de sus sentidos tomara el control, que le diera forma y juzgara las imágenes que fluían por su cabeza como las pinturas se fundían en el lienzo.

Se produjo un breve silencio cuando un nuevo poeta subió al escenario.

Y escuchó la voz.

En un primer momento, su mente aceptó la voz suave y nerviosa de la mujer que leía delante del micro. Cuando su corazón se percató del vínculo, la abrumó un miedo innombrable y atroz. Se quedó sin respiración. Abrió los ojos despacio, obligándose a mirar a la mujer que estaba en el escenario.

Su esposa.

Al principio, creyó que la imaginación le estaba jugando una mala pasada. La Nicki Ryan que conocía jamás se subiría a un escenario. De hecho, delante de ella había una desconocida.

Iba vestida de los pies a la cabeza con ropa de los Mets. Llevaba una gorra azul y naranja, y algunos mechones rubios se escapaban por debajo. Lucía el jersey de los Mets con unos vaqueros y unos deportivos. Tenía una cadena naranja en la mano, ya que Viejo Gruñón estaba sentado a su lado, con una serena dignidad que era más propia de un perro de pura raza que de un chucho. El perro tenía un pañuelo de los Mets al cuello. Una de sus orejas estaba caída, ya que se la había dañado en algún momento del pasado. No movía el rabo. Sin embargo, en sus ojos no veía la expresión atormentada que normalmente asociaba a su amigo canino. Entre las patas delanteras tenía un pizarrín en el que se leía

VUELVE A CASA

.

Parpadeó una vez, y luego otra, y después se dio cuenta de que la imagen era real.

Nicki tenía un desgastado bloc de notas en las manos. La oyó carraspear. Alexa contuvo el aliento cuando le llegó a través de los altavoces.

No escribo poesía. Pero mi mujer sí. Ella me enseñó a buscar lo extraordinario en las cosas más sencillas. Me enseñó mucho sobre las emociones, sobre la verdad y sobre las segundas oportunidades.

Hasta entonces no me había percatado de que una persona podía entregarlo todo sin quedarse con nada a cambio. Alexa, tú has cambiado mi vida, pero tenía demasiado miedo para aceptarlo. No me creía lo bastante buena. Pero ahora sé la verdad.

Desesperada, Alexa cerró los ojos, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Maggie le cogía la mano con fuerza. Su esposa quería que volviera. Sin embargo, si escogía ese camino, sería como decía el famoso poema y tendría que dar un salto al vacío. A esas alturas conocía la oscuridad que moraba en el interior de Nicki y sabía que si le daba la espalda, estaría a salvo. Que saldría adelante sola. No obstante, esa oscuridad le resultaba tentadora, porque ya no le era desconocida. En ese momento tenía que tomar una decisión. Y que Dios la ayudara, porque no sabía si tenía la fuerza necesaria para intentarlo de nuevo.

Abrió los ojos.

Escuchó murmullos y comentarios en voz baja. Clavó la vista en la mujer a la que amaba y esperó a que siguiera hablando.

Te quiero, Alexa. Te quiero a ti y sólo a tí. Quiero a este ridículo perro, porque también he llegado a encariñarme con él. Además, he descubierto lo que no quiero. No quiero vivir sin ti. No quiero estar sola nunca más. Y no quiero creer que no me merezco tenerte. Te juro por Dios que me pasaré el resto de la vida compensándote por lo sucedido.

A Alexa le tembló el labio inferior.

Maggie le dio un apretón en la mano.

¿Sigues queriéndola?

Casi se atragantó con la respuesta.

No sé si puedo intentarlo de nuevo.

Maggie tenía un brillo feroz en los ojos, que casi echaban chispas.

Sí que puedes. Puedes hacerlo una vez, y otra y las que hagan falta. Si la quieres lo suficiente.

Nicki se alejó del micrófono para acercarse a ella. El muro que había erigido con tanto cuidado comenzó a temblar.

Siempre has sido tú. Tú has conseguido que vuelva a estar completa. Me daba miedo no tener nada que ofrecer. Pero lo tengo. Y quiero entregártelo todo a ti.

El muro se sacudió con una fuerza demoledora hasta que quedó reducido a escombros.

Alexa tomó su decisión.

Se lanzó a sus brazos. Nicki la abrazó con fuerza, pegándole los labios a la oreja y acariciándole la espalda con las manos mientras le prometía al oído que no volvería a hacerle daño jamás. Una salva de aplausos y vítores rompió el silencio.

Maggie sonrió.

Ya era hora de que recuperaras la sensatez, hermanita.

Nicki estiró un brazo para incluir a su hermana en el abrazo. Su cara reflejaba una tranquilidad y una paz que Alexa ya había atisbado antes, pero que nunca había visto brillar con tanta fuerza.

Creo que podría considerar cambiar de idea, videndolas a ustedes tan felices. Soltó Maggie

Alexa soltó una carcajada. Nicki no comprendió las palabras de su hermana.

Creo que voy a llevarme a mi mujer a casa

Alexa puso los ojos como platos.

Solo si te dejas la gorra de los Mets.

Nicki sonrió.

La verdad es que he estado analizando tus argumentos sobre el tema. A lo mejor tienes razón. A lo mejor los Mets se merecen otra aficionada.

Alexa miró hacia arriba.

Gracias, Madre Tierra —susurró.

Alexa decidió que debía mandarle el libro de hechizos a Maggie. Algo le decía que la vida de su amiga estaba a punto de cambiar. Y que iba a necesitar toda la ayuda posible.

Como si supiera lo que estaba pensando, Nicki la besó.

Vamos a casa.

Alexa le rodeó la cintura con un brazo y dejó que la condujera de vuelta a la luz.

FIN

Epílogo

Maggie

La inseminación había resultado a la primera, iba a ser tía.

A

lexa gimió mientras apoyaba el plato en su voluminoso vientre. El disgusto que le provocaba la repentina habilidad de poder sostener objetos grandes sobre su cuerpo era tan evidente que Maggie tuvo que apretar los labios con rapidez para contener una carcajada. Su mejor amiga frunció el ceño aún más.

Cierra el pico, Maggie. Lo estoy pasando fatal. ¿Por qué no sale ya esta niña? Llevamos dos semanas de retraso y el médico no para de decirme que debo tener paciencia. Quiero que salga ya.¡Ya!

Maggie cogió el plato, donde no quedaba ni una sola miga del bizcocho, y le ofreció un vaso de leche a Alexa. El evidente malestar físico de su amiga la invitaba a hacer cualquier cosa para ayudarla, pero lo único que podía hacer a esas alturas era ofrecerle postres y masajes en los pies. Incluso había intentado regalarle unas chanclas rosas con pedrería, pero no podía usarlas porque no tenía espacio entre los dedos. Chasqueó la lengua de forma compasiva y se sentó en el brazo del sofá gris.

Lo sé, cariño. Es un asco. Pero te apuesto a que dentro de un par de días la tendrás en los brazos y estarás deseando que te deje dormir un poco más. Me han dicho que se pasan los días y las noches llorando.

Alexa movió los pies hinchados y suspiró.

A estas alturas ya ni duermo.

Pobrecita. Le he traído un regalo a la niña. —Maggie cogió la bolsa y la agitó en el aire, frente a Alexa—. Es de Milán, de uno de los diseñadores más importantes de moda infantil.

Maggs, deja de comprarle cosas. ¡Tiene más ropa que yo!

Me alegro. Eso significa que estoy haciendo bien mi trabajo. —Maggie observó a su amiga mientras apartaba el papel de seda y descubría los vaqueros negros, la camiseta rosa fucsia y la cazadora de piel. Las minúsculas botas de piel estaban adornadas con diminutos diamantes rosas—. ¿Te gusta?

¡Madre mía, que cucada! ¡Es increíble que hayas encontrado esto en una talla tan pequeña!

Maggie sintió un ramalazo de placer.

Ningún niño mangoneará a mi ahijada en el patio del cole. Empezaremos a educarla pronto para que sea la más mala de todas.

Alexa se echó a reír.

Nicki, ven a ver lo que ha comprado tu hermana.

Su hermana llegó procedente de la cocina, cogió la ropa y su expresión reflejó su espanto.

Joder, no. Mi hija no irá disfrazada de motera nada más llegar al mundo.

Alexa la miró echando chispas por los ojos.

No insultes a tu hermana ni menosprecies su regalo. Es el conjunto perfecto para traerla a casa desde el hospital.

Maggie se acomodó para presenciar el espectáculo. Su amiga, que solía ser muy pacífica, era víctima de unos cambios de humor tan radicales que la asustaban incluso a ella. Las hormonas eran un horror, pero su hermana parecía sobrellevarlo con aplomo. De hecho, Maggie se percató del brillo socarrón que aparecía en sus ojos al enfrentarse al desafío de su mujer. Las batallas que libraban le recordaban a la rivalidad que desplegaban de pequeñas. ¿Quién iba a pensar en aquel entonces que estaban hechas la una para la otra? Si el destino no hubiera intervenido, obligándolas a contraer matrimonio, tal vez jamás hubieran acabado juntas. Alexa, por supuesto, insistía en que era obra de su hechizo, y Maggie le seguía la corriente. Total, no le hacía mal a nadie.

Por encima de mi cadáver —replicó Nicki como si tal cosa—. Le pondremos el conjuntito que ya acordamos la semana pasada.

Alexa hizo un mohín para expresar su oposición a la idea.

Si voy a parirla yo, seré yo quien elija la ropa.

Mmm… tengo la impresión de escuchar eso mismo varias veces al día.

Alexa se enfadó aún más.

Mentirosa.

Nicki levantó las manos, a modo de fingida rendición.

¿Es que nadie va a apoyar ni a apoyarme mis decisiones? Dijo Alexa

Como si el mismo Zeus hubiera arrojado uno de sus rayos, de repente se escucharon pasos en el pasillo. Los pasos de alguien que atravesó la cocina y se detuvo detrás de ellas.

Maggie volvió la cabeza despacio. Sintió un hormigueo en la piel que la puso sobre aviso de… algo. Algo que se negaba a nombrar. La italiana Luciana Conte acortó la distancia que las separaba y le dio unas palmadas a Nicki en un hombro. Ella intentó no poner los ojos en blanco al percatarse del gesto y de su ensayada sonrisa.

Maggie sintió un nudo en la garganta y se vio obligada a reprimir las emociones, aunque ya tenía mucha práctica.

¿Por qué tengo la impresión de que siempre estás involucrada cuando hay algún problema? El acento italiano con el que se formuló la pregunta le acarició los oídos y otras partes del cuerpo, pero Maggie se negó a responder la burlona cuestión. ¿Por qué había aparecido Luciana? Pasar el viernes con Alexa y su hermana era ya una tradición que Maggie adoraba. Pizza, pasta y chianti.

Aunque alternaban la casa donde se reunían cada semana, era algo importante para ella. Un ancla en su alocada vida a la que se aferraba con fuerza.

Hasta que Luciana Conte llegó, arrasando con todo.

De repente, comenzó a aparecer los viernes por la noche, con alguna tarta o con una bandeja de pastas tan irresistibles como esos ojos negros. Actuaba como si el intento de seducirla no hubiera ocurrido nunca, como si fuera inocente.

Pero Maggie sabía la verdad.

Esa Mujer estaba enamorada de su mejor amiga.

Sí, trataba de disimular, pero ella se percataba de las miradas tiernas que le dirigía a Alexa.

Escuchaba los apelativos cariñosos que le decía en italiano y la risa que le arrancaban todos y cada uno de los comentarios de Alexa. La frustración le resultaba insoportable. Porque nadie parecía sospecharlo, y mucho menos su hermana. Nicki había superado los celos que sintió en otra época y le había abierto las puertas de su casa a su nueva amiga. De algún modo, enamorarse de Alexa la había llevado a creer en las buenas intenciones de la gente.

Por suerte, Maggie no estaba tan ciega.

Nicki le lanzó una mirada de advertencia.

Maggie siempre ha sido la fierecilla de la familia —dijo, esbozando una sonrisa—Recuerdo una noche que mamá llegó a casa con uno de sus novios. Estaba borracho y era un tío muy desagradable.

Alexa frunció el ceño.

Por favor, dime que nadie acabó herido.

Solo él.

Que se tropezó con la cuerda, la fregona mojada salió volando y él tipo acabó de culo en el suelo, montamos un buen alboroto, lo bastante gordo como para que mi madre lo echara de casa.

Maggie se rió y agitó una mano para restarle importancia al asunto.

No fue nada del otro mundo. Estaba aburrida y quería divertirme un poco.

Luciana la miró con una ceja enarcada, como si intentara comprenderla. Ella sintió que se acaloraba hasta tal punto que creyó abrasarse. ¡Ni hablar! No le permitiría adueñarse de sus pensamientos otra vez.

Bueno, creo que hemos tenido bastante entretenimiento por hoy. Es mejor que me vaya —dijo Luciana.

Alexa suspiró.

Sí, yo también me voy a la cama. Por lo menos tendré los pies en alto y veré algún programa basura en la televisión hasta que empiecen los ardores de estómago. —De repente, se quedó paralizada. Abrió la boca y soltó un extraño chillido—. ¡Ay, Dios mío! Estoy mojada.

Nicki miró hacia abajo.

Cariño, has derramado la leche. No pasa nada. Te traeré otro vaso.

Maggie se percató de la expresión de Alexa y el corazón comenzó a latirle con fuerza.

Nicki, no es leche.

¡Ah! —exclamó su hermana, cuya confundida mirada pasaba de una a otra sin parar—. Entonces ¿qué es?

Alexa contestó con voz tensa:

Ha llegado el momento.

¿De qué?

Maggie soltó un grito impaciente.

¡De que nazca la bebé, imbécil! ¡Acaba de romper aguas! Está de parto.

Como si fuera una escena sacada de una pésima serie de televisión, todas se quedaron inmóviles mientras Alexa jadeaba, asustada, y la mancha oscura se extendía por sus pantalones. Al cabo de unos segundos, la habitación pareció estallar.

Maggie y Alexa contemplaron a otras dos mujeres, que comenzaron a correr de un lado para otro como si se hubiera declarado el fin del mundo.

Nicki corrió hacia el dormitorio y regresó con la bolsa de viaje ya preparada. Acto seguido, cogió unas cuantas botellas de agua de la cocina y unas cuantas mantas, como si la bebé fuera a nacer de camino al hospital. Luciana comenzó a marcar números en su móvil y le dijo a la madre de Alexa que se fuera sin demora al hospital.

Nicki le lanzó a Luciana las llaves del coche, como si hubiera una ventisca y dudara de que el motor pudiera arrancar, aunque fuera un dichoso BMW. Luciana desapareció y Nicki enfiló el pasillo a la carrera en dirección al garaje, cuya puerta cerró de un portazo.

Maggie miró a su mejor amiga.

¿Qué narices están pensando? Ni que estuviéramos en los cincuenta. Vas a estar de parto unas cuantas horas.

Alexa suspiró y se frotó la espalda.

Cuando se emocionan se quedan sin riego sanguíneo en el cerebro. No pueden evitarlo.

Supongo. ¿Quieres cambiarte de pantalones antes de ir al hospital?

Buena idea. Ahora mismo vuelvo. Quédate aquí para que a Nicki no le dé un ataque cuando vuelva.

Vale.

Maggie empezó a limpiar los restos de la cena de la mesa y después observó que su hermana llegaba a la carrera por el pasillo con los ojos desorbitados.

¿Puedes darle de comer a Viejo Gruñón y sacarlo a pasear? Acabo de llamar al médico para decirle que vamos de camino. Gracias, Maggie, nos vemos en el hospital.

Cogió la bolsa y cerró la puerta.

Maggie clavó la vista en la puerta y apuró su copa de vino mientras se preguntaba cuándo se daría cuenta de que su mujer no iba con ella en el coche.

Al cabo de unos segundos, Alexa apareció en el vestíbulo con unos pantalones anchos de yoga y una camiseta.

¿Dónde está Nicki?

Se ha ido.

Alexa masculló algo.

¿Estás de coña? Esto es como el episodio de

Te quiero, Lucy

. ¿Te acuerdas de cuando Ricardo se fue al hospital y se dejó a Lucy en casa?

¡Ay, por Dios! Me encantó ese episodio. ¿Te acuerdas del episodio del chocolate?

Alexa se echó a reír.

¡Sí! No paraba de meterse bombones en la boca porque no era capaz de envolverlos tan rápido como debía. ¡Me encantaba Lucy!

Desde luego.

La puerta se abrió de repente. Nicki y Luciana entraron a la carrera, con las caras desencajadas y mirando hacia todos lados, como si hubieran perdido algo importante. Una mujer de parto, para ser más exactos.

¿Qué haces? —gritó Nicki—. Pensaba que ya estabas en el coche.

Alexa sorbió por la nariz.

Tenía que cambiarme de ropa y estábamos recordando los episodios de

Te quiero, Lucy

. No me grites o le diré a Maggie que me lleve al hospital en otro coche donde no vayas tú.

Nicki se quedó boquiabierta.

¡No me apetece hablar de

Te quiero, Lucy

! La niña está de camino… Vámonos ya. —Como si de repente hubiera comprendido que estaba perdiendo los papeles delante de su mujer embarazada, respiró hondo y añadió con voz más calmada—: Lo siento, cariño. Estoy acojonada. ¿Estás preparada para que nos vayamos?

Alexa la miró con una sonrisa de oreja a oreja.

Sí. —Se inclinó hacia delante para abrazar a Maggie y darle un beso. Por un instante, sus miradas se encontraron y algo profundo, una emoción eterna, pasó entre ellas—. La niña viene de camino —susurró con emoción.

Maggie parpadeó para librarse de las lágrimas y le dio un apretón en las manos.

Ánimo, que tú puedes. Yo iré dentro de un rato.

Te quiero.

Y yo a ti.

¡Alexa! ¡Vámonos ya!

Alexa se marchó caminando con dificultad. Maggie escuchó sus voces alejarse, enzarzadas en otra de sus discusiones, y la casa se quedó en silencio.

La niña estaba de camino.

Se llevó los dedos a los labios. Las cosas cambiarían en breve. Una emoción extraña crepitaba en el aire, robándole el aliento. Peligro. Miedo.

Nunca serán los mismas.

Levantó la cabeza, como una loba que oliera a su pareja. Luciana se acercó a ella con esa forma de andar lenta y elegante, como si estuviera torturando a su presa al acecharla. En esa ocasión Maggie decidió replicar.

No, no lo serán. Ahora serán más fuertes.

Lo vio esbozar una media sonrisa.

¿Por qué me ha parecido una amenaza,

cara

? Llevo semanas cenando contigo todos los viernes y apenas me diriges la palabra. Me vigilas como si estuviera a punto de robar las joyas de la familia. Te burlas de los regalos que les hago a Alexa y Nicki, te ríes de mis cumplidos. Así que ahora que por fin estamos a solas, ¿te importaría decirme qué te pasa?

La ira la abrumó de repente y, gustosa, dejó que la inundara.

Sé la verdad. Ah, sí, la ocultas muy bien, pero he estudiado tus movimientos. Esperas cualquier oportunidad para estar a solas con Alexa. Has buscado congraciarte con mi hermana hasta que te ha recibido en su casa como si fueras una más de la familia. Me he dado cuenta de todo y no te saldrás con la tuya mientras yo esté aquí.

Maggie le reconoció el mérito de no inmutarse. No fingió asombrarse, ni retrocedió por la sorpresa.

Por un instante, atisbó un brillo extraño en sus ojos que no tardó en desaparecer. Después, ladeó la cabeza y la miró, deteniéndose en cada una de sus curvas.

¿Eso es lo que crees de verdad?

Maggie experimentó una vacía sensación de triunfo al ver que no negaba la acusación.

Pues sí.

Muy bien. Así que lo mismo da que niegue tus palabras, porque ya tienes una opinión al respecto, ¿verdad?

Ah, eres buena, sí. Pero yo soy mejor que tú. Y tengo muchas más cosas que proteger.

Cuando habló, Luciana lo hizo con un extraño orgullo en la voz.

Sí, estás protegiendo a tus seres queridos, ¿verdad?

Ni siquiera le dio tiempo para que contestara. Se limitó a hacer un breve asentimiento de cabeza antes de alejarse.

Que pases una buena noche,

cara

. Nos veremos en el hospital. Después, ya veremos qué pasa. Y se marchó.

Maggie estuvo un buen rato con la vista clavada en la puerta. Unos sigilosos pasos se escucharon de repente, y Viejo Gruñón se sentó a su lado, como si hubiera sentido su repentino malestar. Le acarició la cabeza, le ajustó el pañuelo de los Mets que llevaba al cuello y dejó que la inundara la paz que transmitía el animal.

Luciana Conte quería jugar. Que así fuera. Ella se encargaría de mantenerla alejada de Alexa y de Nicki.

A toda costa.

Vamos, precioso. Tú vas a comer, yo voy a acabar de limpiar la cocina y después iremos a conocer al nuevo miembro de tu familia.

De alguna forma, Luciana Conte hacía estragos con su mente, con su cuerpo y con su tranquilidad. Y ahí se detuvo porque se negaba a incluir el corazón en esa lista. Habían pasado muchos años y había sufrido muchos malos momentos que la habían convertido en la Mujer de Hojalata. Ya no tenía nada que ofrecer.

Sin embargo, recordó una escena de su película favorita,

Mary Poppins

. Era como si el viento estuviera a punto de cambiar y a su alrededor ya nada sería lo mismo. Una ridiculez.

Desterró la idea y se puso manos a la obra.

Gracias por seguir la historia y por sus comentarios y puntuación,

Les Recuerdo que ésta historia no está escrita por mi, sólo hice una adaptación de el libro

Matrimonio por Contrato  -

JENNIFER PROBST

Besos!