Matrimonio maduro: Los tres ya por fín. (Revisado)
Quedo con el matrimonio y eso fué lo mejor que me pudo pasar.
Hola de nuevo. Voy a seguir relatándoos mi siguiente encuentro, ahora ya con el matrimonio al completo.
Unos días después de mi caliente encuentro con Juan, me llamó por teléfono y me dijo que su mujer quería hablar conmigo:
"Hola, soy Marimar ¿te gustó follarte a este cerdo?" Fue lo primero que me dijo.
"La verdad es que lo pasamos muy bien, pero me hubiera gustado que tú hubieses estado allí", dije yo.
Tenía una voz dulce, pero con un tono un tanto dominante. Era una mezcla de sensualidad y cabreo contenido. No hay que decir que ya me estaba tocando la polla por dentro de mi pantalón.
"Bueno, a ver si te portas bien conmigo cuando nos veamos" me contestó.
"Eso por descontado. Tengo muchas ganas de comerte el coño", añadí. Me había sacado la polla del pantalón y me la estaba pelando lentamente mientras hablaba con ella.
"Y más cosas que harás, maricón" dijo un poco seria finalmente antes de pasarle el teléfono a Juan.
"Bueno, pues el sábado a eso de las 7 estamos en tu casa", dijo Juan. "Aféitate toda la polla, que a Marimar le gusta así" Y colgó sin añadir nada más.
Buffff, estaba a tope. Menuda paja me estaba dando, pero decidí parar. Me fui al cuarto de baño, me mojé bien toda la polla, los huevos y la raja del culo y me apliqué una buena cantidad de espuma de afeitar. Al cabo de un par de minutos, me depilé todo y me quedé sin un pelo. Me puse crema por todas las zonas para evitar que se me irritara la piel y me fui para el frigorífico. De todas las zanahorias que había en una bolsa elegí la que me pareció la más adecuada para la enculada que me iba a dar. Ya cuando las compro en el supermercado, suelo elegir la bolsa que tenga las zanahorias más largas y de un grosor medio. A veces tardo un poco más del tiempo necesario para una labor normal de compra, pero no creo que levante demasiadas sospechas haciendo esto (o quizás sí, da igual). Quizás penséis que, habiendo consoladores a buenos precios en el mercado, no es necesario recurrir a la huerta murciana para aliviarse los calores anales. Error. Una buena zanahoria, bien pelada, de buena longitud y que sea fina en la punta, pero vaya aumentando de grosor a cada centímetro, es el mejor dilatador anal que la naturaleza nos puede proveer. Le das un golpe de calor en el microondas para quitarle el frio del frigorífico y de paso, que esté calentita como una polla real y ya tienes una buena herramienta para abrirte el ojete. Y así fue, me la empecé a meter poco a poco en mi culo con la ayuda de la crema que me había puesto por la zona. El ojete se fue adaptando cada vez más al grosor creciente de la hortaliza y la coloqué de manera que me iba sentando poco a poco sobre ella mientras que me iba pajeando y pellizcándome con fuerza los pezones. Arriba y abajo. Me sentaba cada vez más abajo para clavármela bien. Un poco de dolor. Más abajo, un poco más de dolor, pero sintiendo que el ojete se me abría como nunca. Que pajote. Menuda corrida. No pude evitar chupar toda la lefa de mi mano cuando acabé. Estuve dos días con dolor de culo, pero feliz pensando en la cita con este par de salidos. Me ponían mucho y eso que todavía no la había visto a ella.
Y llegó el día. Tuve que frenarme toda la mañana y no pajearme porque estaba muy cachondo, pero me quería reservar para ellos. A eso de las siete y media de la tarde, tocaron al fono y subieron para casa. Estaba muy nervioso sin saber que me iba a encontrar, pero Marimar no decepcionaba. Mediría 1,65 m, llevaba una media melena de color castaño rojizo, grandes ojos verdes y un tanto entrada en carnes. Esto era bueno porque debajo del vestido veraniego y liviano que lucía, se adivinaban unas enormes tetas. Enormes de verdad. Y un culazo que prometía calor y sabor. Y encima llevaba gafas. Gafas de pasta oscuras. Me ponen muchísimo las tías con gafas. Era la típica señora que igual no te fijabas en ella si la veías por la calle, pero si te detenías unos minutos a contemplarla, te dabas cuenta de que era una madurita muy pero que muy follable. Eso es lo que más ponía de los tríos, que follabas con gente aparentemente "normal" pero que secretamente eran unos guarros de mucho cuidado. Matrimonios de los que nunca hubieras sospechado que les gustaba hacer estas cositas pero que luego te chupaban la polla entre los dos. Eso es muy grande.
Los recibí con una gran sonrisa, unos besos a la ya no desconocida Marimar y un apretón de manos a Juan.
_ ¿Os pongo alguna cosa? dije
- "Un gin-tonic para los dos, si tienes" dijo Marimar con un tono más relajado de como la recordaba en la conversación telefónica de hace unos días.
Me serví otro yo para ponerme a tono, nos sentamos en el sofá los tres (Marimar en medio de los dos) y estuvimos hablando un poco de todo. La conversación fue derivando hasta llegar a hablar sobre lo que habíamos hecho Juan y yo el otro día. Marimar estaba medio relajada, medio enfadada. Por una parte, le ponía mucho lo que habíamos hecho, pero le parecía un poco infidelidad por parte de su marido el que hubiéramos follado ya sin que ella hubiese estado presente. Creo que esta mujer no sabía que su marido le chupaba la polla habitualmente a un amigo común suyo. Bueno, yo no iba a desvelar nada.
"¿Sabes lo que hice cuando Juan me contó vuestra follada?" dijo ella.
"No tengo ni idea, pero me lo vas a contar. ¿A que sí?" Le miraba a sus carnosos labios, pero inevitablemente se me iban los ojos a sus enormes pechos. Bufff, que tetones que se gastaba. Me estaba poniendo muy cachondo.
"Le pegué una hostia, me lo llevé al dormitorio y le pegué una buena enculada con el strapon que tenemos", dijo con una ligera risa. "Ha estado dos días que no se podía sentar bien. No le dilaté bien el ojete para que se jodiera por su traición." continuó.
"Que puta que eres", dijo Juan.
"¿Puta? Como me has hecho tú." dijo ella.
Ahí ya no podía más. Eché mano a sus dos enormes tetas y me puse a morrearla con lascivia. Guarramente. Esta tía me ponía a mil. Ella alargó su mano y empezó a sobarme la polla por encima del pantalón.
Juan comenzó a tocarle el coño a través del vestido y a darle bocados en el cuello. Después de un par de minutos así, tenía que liberar mi rabo. Me puse de pie, me bajé los pantalones (no llevaba calzoncillos) y me polla salió disparada como un resorte. Lucía esplendorosa, toda depilada y un poco reluciente por el aceite corporal que me había puesto. Y más grande. Afeitarse la polla es lo que tiene, que parece más grande.
- "Menuda polla" "Ahora te entiendo" dijo Marimar.
Se pusieron los dos a chuparla con mucha pasión. Marimar se adueñó de ella y Juan, mientras le tocaba los dos pechos, intentaba también chuparla, pero Marimar estaba desatada. No podía parar de chupar, tragándosela hasta la base. Me comía los huevos y me la meneaba y en un acto de "reconciliación" se la pasaba a su marido para que no se quedara sin su ración de rabo.
- "Que rica, cariño. Te gusta, ¿eh? Come, maricón mío" decía ella en un tono casi maternal.
Entre morreos y tocadas de coño, pusimos en pie a Marimar y le quitamos el vestido. Una diosa. Llevaba unas bragas color carne diminutas de la cual asomaban unos interesantes y muy abundantes pelillos. Y también un sujetador bien reforzado para contener esos grandes tetos. Me recordaba a esos enormes sujetadores que había visto en mercadillos y que pensaba que no había mujeres para esas barbaridades. Pero sí, allí tenía una.
Rápidamente se lo quitó y por fin pude verlas. Enormes, no muy caídas para el peso que debían de tener y estupendas para una mujer de cincuenta años. La naturaleza y la gravedad habían sido generosas con ella. No abarcaba cada teta con las manos. Las más gordas que he tocado nunca. Unos melones de verdad. Comencé a amasárselas mientras la besaba y Juan, arrodillado seguía chupando mi polla y empezaba a bajarle las bragas a Marimar.
Esto lo que quería ver. Y ahí fue lo mejor. Que pedazo de coño. Grande y bastante peludo. Como me gustan. Los coños peludos evocan sexo guarro, con olores y los llevan así mujeres que no es que no se cuiden, es que les gustan las cosas naturales. Es un contrasentido que me pidiera que me afeitara la polla cuando ella tenía un coñazo como ese, pero creo que era para que me la pudieran chupar bien a fondo.
No pude evitar arrodillarme y ocupar el puesto de Juan. Tenía que comerme ese coño ya. Y fue maravilloso. Olía como a sudor, pero a sudor recién segregado, sudor sobre cuerpos limpios. Sudor sexual. Y su sabor era miel. No era un coño de sabor ácido (que los hay), era suave. Era el momento en el que más bisexual me sentía. Comía coño y comía polla. Alternaba en mi boca la polla de Juan y el coño de Marimar, mientras ellos se besaban y me decían marranadas. Era feliz. Feliz con una polla y un coño a mi entera disposición y no sintiéndome culpable por hacerlo. Era algo natural. El estado normal de una persona debe ser ese: Disfrutar de lo que le gusta y sin ataduras, sin complejos.
"Come maricón, come polla y coño, que eso es lo que quieres" decía Marimar con la voz un tanto entrecortada del gustazo que estaba teniendo. Y su coño, ya chorreante la delataba. La polla de Juan estaba creo que más dura que la vez anterior. Se notaba que también estaba disfrutando de mi comida de nabo y huevos. Hubo un momento en que Marimar, con un toque un tanto furioso, me "obligaba" a tragármela hasta el fondo.
"Puta de mierda, traga polla", decía. Esos insultillos me ponían a mil.
Había que irse a la cama, pero ya. Y allá que fuimos. Sin haberlo ensayado previamente me tumbé en la cama y Marimar se puso encima de mí en la posición del 69. Su enorme coño me cubrió totalmente la boca, inundando toda mi cara de caldos exquisitos. Y ella se dedicaba a comerme la polla con fruición. Estaba gozando como una perra. A veces me ahogaba un poco porque su tremendo coño peludo me tapaba la boca y la nariz, pero estaba disfrutando como nunca. Juan mientras tanto se pajeaba y tomaba posición para penetrar en el coño a Marimar. Ahí bajo estaba yo como espectador de excepción, viendo un primer plano del majestuoso culo de esta hembra y a dos centímetros de mi cara, el rabazo de Juan que poco a poco se metía en ese chochazo peludo. Se la metía con lentitud. Disfrutando cada centímetro de la penetración y haciendo que Marimar se echase hacia atrás buscando una penetración más rápida y profunda. Era una cerda desatada. Era el coño de mi vida. Yo le comía los huevos a Juan mientras la follaba y luego pasaba al coño de ella. Luego volvía a la polla de Juan, la lamía por abajo a todo lo largo y la sacaba del coño para chuparla con los fluidos y de paso observar el agujero dilatado que le quedaba a Marimar. Marimar gemía sin parar y comenzó a hurgar en mi culo. Ummmmm. Estaba deseándolo. Tenía el culo bien lubricado del sudor ocasionado por nuestra pasión y los dedos entraban con bastante facilidad. Se avecinaba algo interesante.
(continuará)