Matrimonio FemDom I

Porque cambio la relación convencional entre Mara y Tomas y como es desde entonces el nuevo estilo de convivencia FemDom

Matrimonio FemDom I

Tom estaba frente a la pica del lavabo empapando un par de transparentes bragas negras en agua jabonosa y frotándolas. Tenía que asegurarse que la sedosa prenda quedase limpia e impoluta. Mara solo aprobaba la perfección total. Cuando hubo acabado con aquellas, tendió la mano para tomar otras; pero, antes de remojarlas, les dio la vuelta, para mirar el manchado refuerzo que había cubierto el coño de su mujer. Mirándolo de cerca, lo vio cubierto con una película blancuzca que le demostraba que, esta semana, las secreciones vaginales de su esposa eran más habituales de lo habitual. Con un suspiro alzo las bragas hasta su nariz y cerrando los ojos, aspiró profundamente: el aroma almizcleño  golpeo su sistema nervioso con la fuerza de un martillo, vio lucecitas de colores dentro de sus cerrados párpados, mientras la sangre invadía su pene y saltaba al momento en erección.

Recordaba la expresión del rostro de su mujer, la primera vez que le había encontrado olisqueando así sus bragas: a él se le había puesto la cara roja como un tomate y había deseado que se lo tragase la tierra: había pensado que ella se mostraría irritada y despectiva, pero, en cambio, su reacción había sido de sorpresa. La sonrisa que apareció en su boca le mostro que estaba complacida, aunque fuese de un modo extraño, le había mirado como una gata a un ratón acorralado, se mostro muy comprensiva, se burlo de las escasas tareas domesticas desempeñadas por él y lanzo certeros dardos sobre su machismo. Mara había dejado de trabajar, para dedicarse en exclusiva a su casa, que el mantenía económica y holgadamente con un esplendido sueldo.

Mara se había sentado en la cama y le había hecho arrodillarse entre sus piernas, para lamerle la entrepierna, entre las bragas, hasta que se había corrido. En las semanas siguientes, la relación entre Tom y su esposa cambió, para empezar, Mara le había nombrado su “limpiabragas” personal…, luego, al ir escrutando más profundamente en la psique de su “pillado” esposo le había ido nombrando, sucesivamente “limpiabotas” del calzado, “siervo” domestico y finalmente “esclavo” y le llamaba así en privado y se lo susurraba en público.

Todo esto había variado la concepción que cada uno tenía de sí mismo y del otro. Tom siempre se había considerado un tipo muy macho y mentalmente equilibrado, pero desde que había caído bajo el dominio de Mara, se había dado cuenta de que todas aquellas ideas eran falsas pretensiones suyas y reconoció que desde que había conocido a su esposa, se había sentido un privilegiado por estar a su lado y que debía seducirla con su atención, utilidad y servicios.

La tarea que estaba realizando Tom en ese momento: lavar las bragas de su esposa, era solo una de las muchas tareas que le había impuesto su Ama desde que le había pillado…, además de cuidar de la ropa interior y medias de Mara, también debía limpiar sus zapatos y botas…, sin contar que debía realizar las tareas domesticas, tales como fregar el suelo, poner la lavadora, planchar y cocinar…, cosas que antes nunca había hecho y que ahora disfrutaba haciéndolas. Le encantaba servirle a Mara el desayuno en la cama, adoraba ayudarla a vestirse o desvestir, especialmente cuando arrodillado ante ella, subía las transparentes medias por sus esculturales piernas, para sujetarlas con el liguero, antes de colocar los elegantes zapatos de tacón alto en sus bellos pies.

¡Tomas!, ¡Ven, Tomas!, era la voz de Mara, así que corrió a la puerta. Estaba lloviendo,  Mara venia cargada con 3 bolsas que tomo y las puso sobre la mesa de la entrada. Ella se sentó en una silla del recibidor, cruzo las piernas, tendió un pie calzado con un mocasín hacia él que  se hinco de rodillas y dijo “limpia el agua de mis zapatos, antes que se dañen”…”¡empieza por la punta!, cariño”.

Tom empezó a lamer el suave cuero por la punta, para seguir luego por el resto del zapato,  recogiendo con la lengua, la lluvia que recorría incontrolada aquel calzado divino y bebiéndose lo que parecía la esencia destilada del cuero…

“Eso es –ronroneo Mara- no te dejes ni una gota de esa insolente lluvia y luego ¡me limpias las suelas!, que me parece se han embarrado un poco”

Tom hizo lo que su esposa le ordenaba. No podía decir que le gustase el sabor del barro, pero era tan emocionante para el encontrarse así a los pies de su mujer, sirviéndola y siendo útil que se convertía en sabroso hasta el más repugnante sabor.

Le encantaban los zapatos de Mara, antes de convertirse en su siervo, solamente le atraían los zapatos de tacones súper-altos, pero ahora le excitaba cualquier calzado que llevase su mujer. Cuanto más la servía, cuanto más completa era su dominio sobre él, más orgulloso se sentía de su dependencia y más le excitaban las pequeñas cosas de Ella.

Alzo el otro zapato para dedicarle sus atenciones, aunque antes tuvo que ajustarse la erección en la bragueta, para poder inclinarse sobre el zapato y poder lamerlo con devoción.

“¡Oh Tomas!... ¡Ha sido un día tan maravilloso!, gastando tu dinero a capricho, sintiéndome tan sexy, ¿si hubieras visto cómo me miraban los hombres cuando iba de tiendas…?

Mara disponía de las finanzas familiares a su antojo…, el, un alto directivo de una multinacional ingresaba íntegramente su salario en una cuenta a nombre solo de Ella, habían firmado ante notario la separación de bienes, después de poner las propiedades conyugales a nombre exclusivamente de su mujer.

Desde el cambio que se había producido en su relación…, Mara le hablaba como si fuera su amiga íntima y no como su esposo, le utilizaba sexualmente como si Ella tuviera derecho a gozar y él no, había descubierto que le excitaba cuando le hablaba de otros hombres y  aspiraba a convertirle en su cornudo sumiso… Antes, Tom era celoso…, ahora estaba más enamorado, la veía como una Diosa y reconocía su derecho imperial a disfrutar de su sexualidad sin límites, ni tabús… que la admiraran los hombres le parecía natural, le gustaba y volvía loca su imaginación.

“¿Ha ligado?, mi Ama” dijo tartamudeando, como si las pelotas estuvieran en su garganta…

“Te lo contare todo enseguida”- aparto los pies, se alzo y chasqueo los dedos- “Lleva los paquetes al cuarto de juegos y colócalos junto a mi sillón. Me he comprado tres pares de zapatos nuevos y quiero probármelos después de cambiarme de ropa”

continuara