Matrimonio esclavizado 04
-Tras una noche de sexo, mi mujer y yo nos entregamos como esclavos a Saúl, delante de sus amistades mientras estas usan y follan a Rosa y a Martín.
La sorpresa me la llevé cuando Ana caminó hacia Saúl totalmente desnuda, se puso frente a él, con la piernas abiertas y dejó que este metiese la mano entre ellas tocándola el coño a placer, en ese momento me corrí. Recogí la corrida en mi mano y me la llevé a la boca tal y como pensé que quería Ana.
S - Vaya, esto ha sido una verdadera sorpresa. Jaime, firma el contrato que la zorra de tu mujer ha dejado sobre la mesa y chúpame la poya antes de que me folle a mi nueva esclava Ana.
Obedecí, con cierta congoja, ya que ese numerito que Ana había montado a mi costa, me parecía innecesario y muy humillante, pero no es menos cierto que la situación me ponía muy cachondo, así que me arrodillé ante Saúl, me metí su poya en la boca y empecé a mamársela como me gustaría que me la mamasen a mi. Evidentemente lo hacía bien, la poya de Saúl estaba durísima y él mismo dijo alguna alabanza sobre mi habilidad, aunque lo hizo humillándome por no ser capaz de satisfacer a mi mujer y preferir comer la poya de quien la iba a follar como la zorra sumisa que realmente era.
Sus amigos le rieron la ocurrencia y le siguieron el juego a base de insulto y chistes humillantes sobre nuestra entrega, pero lo peor, ó lo mejor, fue la respuesta de Ana cuando le preguntó que opinaba sobre lo que estaba pasando.
A - Señor, esto es lo que nos merecemos, el cabrón de mi marido lleva meses fantaseando con que usted me folla y yo he descubierto que solo puedo gozar sintiendo que pertenezco a alguien poderoso, que no me respete y que me trate como la puta que soy.
Escuchar a mi mujer hablar así, después de todo lo que había pasado este día, me hizo dudar de todo, pero satisfizo mucho a Saúl, quien me apartó de una patada para follarse a Ana.
S - Mira bien como me follo a esta zorra y prepárate para limpiarnos cuando me corra en su coño.
Y tu Anita, que este cabrón vea tu cara de puta cuando te la metas entera de un golpe.
Yo me quedé arrodillado en el suelo, con mi cara a dos palmos de al poya de Saúl, Ana, que hasta este momento estaba mirando hacia Saúl, se dio la vuelta poniéndose encima de su poya con las piernas abiertas. Me miro con una mezcla de excitación y maldad mientras flexionaba las piernas y me hizo una seña con la mirada que yo interpreté como que deseaba que fuese yo quien sujetase la poya de Saúl para que apuntase directa a su agujero. Lo hice muy avergonzado y soportando las risas de todos los que estaban allí por ser capaz de rebajarme hasta ese punto a la primera ocasión.
Ana hizo lo que Saúl la había ordenado dando un grito, fue una mezcla de placer y dolor, tenía el coño empapado y a pesar de que la poya de Saúl era bastante más grande que la mía, le entró sin aparente dificultad. Apenas estuvo un par de segundos quieta y empezó a subir y bajar sobre esa poya que la llenaba su coño completamente. Al principio lo hacia despacio, sacándola casi de todo para volver a metérsela de golpe otra vez, poco a poco fue aumentando el ritmo al tiempo que Saúl la azotaba las nalgas con fuerza, sin parar de insultarla y haciendo mención a los pequeños morados que tenía por los azotes que la di durante el que sería nuestro último polvo.
S - Vaya, el culo de esta zorra ha recibido una buena azotaina no hace mucho. Se ve que ha nacido para puta y esclava, habrá que darla duro hasta que sepa lo que es dolor de verdad. ya veremos si cuando la deje el culo morado sigue gozando tanto.
Y tu cabronazo, sorbe los flujos que chorrean por mis pelotas, hacía mucho que no encontraba una puta tan deseosa de ser usada y humillada.
Tenía razón, el coño de Ana estaba soltando flujos de una manera que no había visto nunca y los cojones de Saúl brillaban cubiertos por estos, así que obedecí y me dediqué sorber las pelotas de Saúl recogiendo los líquidos que salían del coño de Ana. Mientras lo hacía sentí como Ana se corría varias veces dándole las gracias a Saúl.
A - Gracias Señor, nunca en mi vida había gozado tanto, no tengo nada y ya le pertenezco, pero que seré suya para siempre si así lo desea.
S - Me gusta que sepas que eres mía, pero no te hagas ilusiones, aprenderás a correrte solo cuando se te permita y seré yo el que decida cuando dejas de serme útil, de momento disfruta y que todos vean lo que sois.
En ese momento Saúl se corrió en el coño de Ana, era la primera persona que lo hacía desde que nos hicimos novios. El semen no tardó en rebosar por los huevos de Saúl y yo me afané en recoger cada gota. Ana se fue levantando despacio hasta que la poya de Saúl, ahora semi flacida, salió de su interior. En cuanto estuvo fuera me la metí el mi boca lamiéndola y succionándola para eliminar todo rastro de su corrida, mientras tanto vi que el resto de la corrida, tan copiosa que parecían cuatro de las mías, chorreó desde el coño de Ana hasta caer sobre el estomago de Saúl y para evitar que chorrease y le manchase en exceso, lo recogí con mi lengua tragándomelo y rebañándo su estomago hasta dejarle limpio antes de terminar de limpiarle la poya.
La reacción, tanto de Saúl como del resto, fue de alegría por saber actuar como debía a pesar de mi inexperiencia y sus comentarios mostraban un absoluto convencimiento que sería esclavo para el resto de mi vida por decisión propia.
Cuando Saúl consideró que su poya estaba suficientemente limpia, además de haberse empalmado de nuevo, mi indicó que hiciese lo mismo con el coño de Ana. Ella, que seguía de pié y abierta de piernas delante de mi, tenía un mano recogiendo el semen que seguía goteando de su interior, avanzó un par de pasos mientras que yo continuaba de rodillas, puso su coño sobre mi boca abierta y antes de que pudiese empezar a limpiársele, me hizo lamer su mano hasta dejarla limpia, solo entonces pude dedicarme a lamer su coño recién follado por Saúl hasta que le dejé limpio de su semen, lo cual provocó que Ana se corriese un par de veces más.
A esas alturas yo volvía a estar empalmado, realmente disfrutaba de todo lo que estaba pasando, las humillaciones, contemplar a mi mujer follada por Saúl, pero me asombró que chuparle la poya a Saúl y sobre todo comer su semen me resultase tan placentero. Reparé que Martín había sido liberado cuando Saúl habló.
S - ¿Veis por qué los esclavos han de llevar un cinturón de castidad? Son incapaces de controlar sus ridículas poyas, a la mínima se empalman y resultan molestos.
Martín, trae y ponle el cinturón a Jaime, a ver cuanto tarda en dejar de empalmarse.
Y tu, ponte de pié, pero si no eres capaz de bajar esa ridícula erección, te la bajará Martín y no creo que te guste la experiencia.
A todo esto Lisa y sus amigas habían rodeado a Ana y esposado sus manos a la espalda, se dedicaban a manosearla, pellizcar sus pezones, estirar los labios de su coño, insultarla y reírse de ella, además de azotarla por todo su cuerpo, en especial las tetas, el coño y el culo, el cual estaba de un rojo casi morado por los azotes de Saúl. En un momento dado la obligaron a ponerse en cuclillas, con las piernas bien abiertas, poniendo sus culos y coños en la cara de Ana por turnos para que los lamiese y mientras lamía a una de ellas, las otras dos continuaban con sus maltratos. En cuanto a los otros dos hombres estaban follándose a Rosa al mismo tiempo, no pude verlo con claridad, pero di por supuesto que uno lo hacía por el coño y el otro por el culo.
Martín volvió con el cinturón que me impediría tener erecciones, pero yo era incapaz de controlar la que ya tenía, todo lo que estaba pasando me resultaba demasiado excitante y mi poya seguía como una piedra. Saúl, al ver que seguía empalmado, le dijo a Martín que procediese como ya sabía. Al ver que se arrodillaba frente a mi y magreaba mis huevos, pensé que me la chuparía ó me haría una paja, pero me equivoqué, el magreo se hizo cada vez más brusco, Martín apretaba mis pelotas y las estiraba todo lo que podía causándome algo de dolor, aunque perfectamente soportable, cuando de repente me dio un manotazo en las pelotas que me hizo encogerme del dolor.
S - ESTIRATE. Ya te dije que no te gustaría la experiencia ó puede que me equivoque, pero mantente estirado y con las piernas abiertas hasta que Martín pueda ponerte el cinturón.
Obedecí y soporté como pude los golpes de Martín hasta que mi erección, cuando ya tenía mis huevos totalmente doloridos, por fin desapareció. Mantuve mis ojos cerrados mientras que Martín manipulaba mi poya y mis huevos para colocarme el cinturón, intentando no empalmarme de nuevo. Cuando terminó los abrí, me miré la poya y allí estaba, encerrada en un cinturón de castidad que impediría hacer cualquier uso de ella así como empalmarme, mis pelotas estaban presionadas por un aro en su base que las mantenía tensas y expuestas a ser golpeadas. Saúl mostró su aprobación y dio un par de indicaciones a las chicas mientras que Rosa seguía usada por los dos hombres que alternaban sus posiciones metiéndola sus poyas en cualquiera de sus agujeros.