Matrimonio esclavizado 01
Dentro de unas horas llegará Ana, mi mujer. Hace una semana que se la llevó de viaje su amante, Saúl, un hombre de más de setenta años que nos tiene en su poder desde que invertí todo nuestro patrimonio y nos arruinamos hace unos seis años.
Dentro de unas horas llegará Ana, mi mujer. Hace una semana que se la llevó de viaje su amante, Saúl, un hombre de más de setenta años que nos tiene en su poder desde que invertí todo nuestro patrimonio y nos arruinamos hace unos seis años.
A Saúl le conocí durante dos semanas en las que trabajé como su chofer recorriendo una buena parte de España, el caso es que, tanto tiempo juntos en el coche hizo que mantuviésemos largas conversaciones en las que terminamos entrando en temas bastante privados. Terminado el trabajo insistió en que fuese a cenar con Ana a su casa algún día, no se por qué acepté, pero pude conocer de primera mano que Lisa su mujer, a pesar de tener más de cincuenta años, era tremendamente atractiva y disfrutaba mostrando su encantos.
A partir de entonces nos incluyeron entre sus amistades, todas poder, dinero e información en exclusiva para invertir; por nuestra parte, los ahorros que teníamos por algunas herencias familiares nos permitían vivir sin agobios, aunque a su lado éramos unos pobretones.
Saúl nos para invertir y aumentar nuestro capital, hicimos varias operaciones que nos reportaron buenos beneficios, cenábamos con Saúl y Lisa dos veces por semana. Lisa doblaba la edad de Ana, pero se llevaban muy bien, incluso empezó a vestir de manera más provocativa influida por Lisa y no puedo decir que me importase verla así, lo único que me molestaba era la atracción que Saúl y también Lisa mostraban sin tapujos por Ana ya que ambos se definían como bisexuales y tenían sexo con otras personas. eso era algo que nunca se nos habría ocurrido, pero poco a poco empezó a formar parte de nuestra fantasías, que Saúl se follase a mi mujer, con apenas treinta años, follando con un tío como Saúl, de más sesenta y cinco y nada atlético me ponía como una moto, a Ana la pasaba algo parecido, pero a ella la ponía fantasear con que lo hacía obligada, a veces a mis espaldas y otras con mi consentimiento, pero siempre forzada por las circunstancias. Esos polvos en los que tanto ella como yo nos contábamos nuestras fantasías eran cada vez más salvajes.
Antes de la crisis, habíamos invertido todos nuestros ahorros creyendo que en un año habríamos doblado la inversión, pero en tres meses y antes de que pudiésemos reaccionar nos encontramos con el dinero justo para sobrevivir, sin poder tocar un patrimonio que se había reducido a la milésima parte y unas deudas que nos dejarían en la calle y sin nada más que lo puesto en menos de cuatro meses.
Necesitaba buscar una solución antes de que Ana se enterase, decidí hablar con Saúl confiando en que él nos pudiese ayudar a no quedarnos en la calle.
Llamé a Saúl y me dijo que le preparase toda la documentación para estudiarla y que nos veríamos, dentro de dos días, en un apartamento que tenía para temas personales.
Me llamó la atención que el apartamento estaba en el centro del bario chino, encima de un burdel y en la misma planta que la pensión donde las putas subían con sus clientes. Me recibió una mujer de unos cuarenta años, estaba vestida con el uniforme de doncella, pero de doncella de película porno, tacones de aguja, medias negras, una falda tan corta que dejaba a la vista la blonda de estas, con un escote que incluso permitía ver parte de las aureolas de sus pezones y un collar al cuello con una chapa similar a la que llevan los perros. La seguí hasta el interior, Saúl estaba con otro hombre, trajeado, de unos cuarenta años que me presento como Martín, su gestor alternativo, se puso a revisar todos los papeles mientras yo le explicaba a Saúl lo desesperada que era mi situación.
Saúl escuchó, me dijo que encontraríamos una solución, pero que no sería fácil y debía que asumir ciertos sacrificios. Volvimos con el gestor, Saúl revisó los papeles al tiempo que el gestor explicaba mi situación y el coste de sanear las cuentas, que era aun peor de mis cálculos, además de quedarnos en la calle nos condenarían a prisión dos años ó más.
Saúl se quedó pensativo y me explicó que la única solución que veía factible era entregarnos a él como sus esclavos durante cinco años, él pagaría todas nuestras deudas, nuestras necesidades básicas, vivienda, comida, ropa, transporte y médicos estarían costeadas por él y pasados los cinco años podríamos volver a ser libres. Por lo visto Martín y Rosa, la doncella, eran un matrimonio que llevaban diez años a su servicio y desde hacía cinco por deseo propio.
Me dio un sobre y dos días para aceptar su propuesta. En el sobre me dijo que iba nuestro contrato como esclavo por cinco años, pero solo podría leerle en compañía de Ana y ser ella quien le devolviese el contrato, tanto firmado como sin firmar.
Antes de irme pude contemplar lo que significaría aceptar el trato de Saúl. Este tocó una campanita al tiempo que hacía una seña a Martín, quien se desnudó rápidamente, pude ver que bajo el traje llevaba un collar y unas medias como Rosa y un cinturón de castidad, también se cambió sus zapatos por unos de mujer con tacón de aguja, Rosa entró en el salón y en cuanto vio a su marido desnudándose hizo lo mismo, apenas tardó diez segundos ya que no llevaba ropa interior. Cuando lo hizo pude apreciar que, no solo estaba muy buena, si no que tenía sus pezones y su coño anillados, totalmente depilada y con varios tatuajes en sus nalgas y en su pubis.
Martín, en cuanto estuvo desnudo, se arrodilló, se acercó a Saúl, le desabrochó los pantalones y se puso a chuparle la poya, fue entonces cuando reparé que llevaba algo metido en culo. Rosa, mientras tanto, se había tumbado sobre la mesa, totalmente abierta de piernas, con estas bien levantadas y el culo justo en el borde, en esa posición dejaba su coño y su culo expuestos totalmente y a disposición de quien se acercase. Saúl me explicó varias cosas mientras yo observaba atónito como Martín le comía la poya a Saúl.
"Bien Jaime, no vayas a pensar que Martín es marica, realmente a él no le gustan los hombres, al principio era bastante reacio a chupármela, pero como verás ahora lo hace con una maestría y una dedicación admirable.
En cuanto a Rosa, es una esclava fantástica y muy rentable, siempre dispuesta a ser usada por mi ó por cualquiera que la alquile. Reconozco que al principio, al igual que Martín, también me dio algún problema, pero bastaron quince días de reclusión en el centro de adiestramiento para que aprendiesen a obedecer."
La verdad es que Martín era capaz de meterse la poya de Saúl, que era realmente grande, entera en su boca, lo cual le ocasionaba arcadas que aguantaba como podía sin dejar de mamar esa enorme poya. Pasado un rato Martín estaba congestionado babeante y exhausto, además de tener toda la cara llena de lagrimas, Saúl el apartó de una patada, se levantó dirigiéndose hacía Rosa y le metió la poya de un solo golpe haciéndola gemir. Empezó a bombear como un animal al tiempo que la azotaba las tetas con fuerza y pellizcaba sus pezones estirándoles y retorciéndoles hasta tal punto que parecía arrancárseles. Rosa soportaba todo sin moverse, reprimiéndose los gritos todo lo que podía y de vez en cuando le daba las gracias a Saúl.
En cuanto Saúl se corrió dentro de Rosa, Martín se acercó, le limpió la poya con su boca y acto seguido hizo lo mismo con el coño de Rosa, sorbiendo y lamiendo hasta que saco toda la corrida de Saúl, la cual se tragó sin ningún tipo de reparo.
"Bueno, esto solo es una pequeña muestra de lo que espero de mis esclavos. En el contrato está todo muy bien detallado y explicado, pero ya sabes, si decides leerle, solo podrá ser en compañía de Ana y será ella quien me de vuestra respuesta.
Por cierto, la oferta es para los dos, si Ana no aceptase, no habría trato.
Ahora vete y os espero aquí pasado mañana al mediodía, salvo que decidas no hablar con Ana y vengas tu solo con el sobre sin abrir."
Me quedé sin palabras, tenía dos opciones y ambas con consecuencias que arruinarían nuestra vida, la cárcel empezó a parecerme la opción buena, aunque el mero hecho de plantearme aceptar ser esclavos de Saúl y hacer cosas como lo que acababa de contemplar me dejaba atónito. Cuando pude reaccionar me levanté despacio, sin decir nada, con la vista clavada en el sobre y me dirigí a la salida como un autómata, pero antes de llegar a la puerta escuche de nuevo a Saúl.
"Por cierto, en el caso de que vuelvas tu solo, cuando entres por esa puerta Ana estará al tanto de vuestra situación, de esta conversación y tendrá una oferta similar, pero para ella sola.
Te aviso por que en el fondo te aprecio y tengo la seguridad de que Ana preferirá entregarse a mi que ir a la cárcel, tu sabrás si prefieres seguir a su lado ó perderla para siempre."
A partir de ahí no recuerdo nada más hasta que me desperté tirado en la calle, con una resaca impresionante, cerca de las cinco de la mañana y con el móvil lleno de llamadas y mensajes de Ana preocupada por mi. Decidí ponerla un mensaje de que estaba bien, sin batería y que iba hacia nuestra casa en un taxi. Durante el trayecto recordé la escena de Saúl con Martín y Rosa, me sorprendí al darme cuenta que me empalmaba, pero sin saber por qué, en vez de Rosa veía a Ana follada por Saúl, lo cual me ponía todavía más cachondo y al tiempo me dejaba realmente confuso.