Matrimonio de conveniencia (3 de 3)
Una mujer necesita la nacionalidad y solicita un matrimonio temporal en una web de contactos. Un amigo me ofrece como candidato si saberlo yo. Por fin somos matrimonio
Final anterior:
Cuando terminamos de cenar, recogimos todo entre ambos, y cuando se iba a marchar para lavarse, le dije que esperase. Ya estaba en la puerta y se volvió sorprendida. Se me había ocurrido una idea malvada.
-Quítate la camisola y túmbate en sobre la mesa con los pies apoyados en el borde y las piernas recogidas. Mientras, yo fui a por la crema.
CONTINUACIÓN:
Lo hizo así, y, como imaginaba, no llevaba nada debajo. Su cabeza quedaba ligeramente en el otro borde de la mesa y no le permitía ver lo que yo iba a hacer si no era con mucho esfuerzo. Humedecí con agua tibia un trozo de papel de los utilizados para la limpieza de la cocina y que se venden en rollos, procediendo a pasarlo por los alrededores de la vulva, que ya empezaba a abrirse y apreciarse su humedad, pero sin ningún signo de rojeces.
Me entretuve limpiando todo bien, entre cambios de papel y gemidos de ella. Cuando consideré que ya estaba bien caliente, procedí a extender la crema despacio, recorriendo por los lados el espacio entre la ingle y el labio correspondiente, por abajo llegando hasta su ano, que estaba bastante expuesto por la abertura máxima de piernas que tenía, y por encima, pasaba casi rozando su clítoris.
-Mmmmmmm.
-¿Te hago daño?
-No, no. Sigue, el masaje es muy agradable. Dame bien por todo, a ver si se cura ya.
Cuando veía que subía su excitación, yo disminuía los movimientos y hablaba con ella del trabajo o de su novio. Cuando se relajaba un poco, volvía al masaje. Cuando creí que su calentura era tal que en cualquier momento se iba a correr, di por terminado el masaje.
-Creo que ya es suficiente. La piel no admite más crema.
-Noooo. Sigue un poco más.
-Es inútil, aunque te dé el resto del tubo, no va a servir de nada.
-Pero yo necesito… -Ahí se interrumpió.
-¿El qué?
-No, nada, déjalo. Me voy a acostar.
No quise insistir. Sabía que iba muy caliente, tanto que pensé que igual podía arder su cama. No me equivoqué mucho. Aparte de nuestra follada, fue la primera vez que la oí gemir con fuerza y el grito de placer de su orgasmo. Yo, caliente pero con la sonrisa en los labios, me fui a dormir.
Al día siguiente, ella se levantó justa de tiempo. Yo estaba desayunando en la cocina cuando entró ella, se comió la tostada, se bebió el zumo y se tomó un café, todo ello de pie y sin decir nada más que los buenos días al entrar. Y al terminar:
-Me voy, que se me ha hecho tarde. Perdona que no te ayude a recoger.
La última palabra la dijo en la puerta y dudo que oyese mi contestación cuando ya estaba saliendo.
Yo quise dar otra vuelta de tuerca y llamé a Teresa para ver si le apetecía pasar una semana con nosotros, tras explicarle la situación. Como su trabajo lo realizaba en casa con el ordenador, quedamos en que le avisaría para recogerla con su equipo y maleta y que trabajaría desde allí.
Al día siguiente, Andrea me pidió que fuese a buscar a Dimitri al aeropuerto, para no tener que cerrar la tienda. Le dije que iría encantado. Llegaba a media mañana y fui a buscarlo con José y su coche, fuimos a casa a dejar las maletas y lo llevamos a la tienda. Nada más bajarse, llamé a Teresa para que estuviese preparada, fuimos a su casa, la recogimos junto a sus cosas y nos fuimos a la nuestra. Se instaló en mi habitación y, por la hora que era, nos fuimos a comer los tres.
Total, que entre sobremesa y copas, volvíamos a casa sobre las 10 de la noche, encontrándonos con Andrea y Dimitri sentados y abrazados en el sofá. Saludamos y dije a Andrea.
-Andrea, he propuesto a Tere que se venga a pasar unos días conmigo, así no nos sentiremos cortados a la hora de actuar entre nosotros.
La cara le cambió, aunque se repuso inmediatamente y dijo:
-Sí, si… de acuerdo.
-¿Habéis cenado? –Les pregunté.
-Nnn. Todavía no. Estábamos hablando…
-Me cambio y preparo algo de cenar.
-Te acompaño. –Dijo Teresa
Nos cambiamos y fuimos a la cocina, preparando una cena de picoteo. Cuando estuvo todo listo, les avisamos y nos pusimos a cenar. Teresa había estudiado algo de ruso e incluso había estado trabajando unos meses allí, por lo que esta vez, el que se sentía desplazado era yo. Ellos hablaban mezcla ruso y español y yo no me enteraba de casi nada si no me lo traducían.
Acabada la cena y un poco más de conversación, nos fuimos todos a dormir. En nuestra habitación, primero entró Teresa y detrás yo, que cerré la puerta. Ella se desnudó y se iba a poner un camisón pero no la dejé y le pedí que se acostase desnuda. Ella lo hizo sonriente y totalmente receptiva a la proposición implícita en mis palabras.
Cuando me metí yo en la cama, aprovechó su estrechez para pegarse a mí, y empezar a sobarme la polla por encima, sin sujetarla, hasta que consiguió ponérmela dura, cosa que no le resultó difícil.
Entonces bajó hasta ella y empezó a lamerla y a realizar una suave mamada, sin presionar demasiado. Se le metía completamente en la boca y la iba sacando todo con calma, excepto al llegar al glande, que ponía los labios en forma de “o” y ajustaba al borde para hacer dos o tres salidas y entradas mientras lo rozaba con la lengua.
La hice cambiar de posición para montar un 69, con ella encima de mí, y presionando sobre su culo amplió la separación de sus piernas y bajó hasta que su coño hizo contacto con mi boca. Fui recorriéndolo con la lengua los labios hasta que sentí que era ella la que forzaba el roce para que llegase a su clítoris, entonces empecé a chuparlo y lamerlo, al tiempo que le metía primero un dedo, y luego dos, en su coño la follaba con ellos a distintas velocidades.
-¡No pares! ¡Por favor, por favor! – Gemía con pequeños gritos, al tiempo que seguía moviendo su cuerpo descontroladamente y presionaba sobe mi cabeza como si quisiera meter su clítoris hasta mi garganta, mientras yo bajaba el ritmo, obligándola a rogar que continuara.
-¡Sigue! ¡Sigue! ¡Por favor! ¡Sigue! – Rogaba y suplicaba para que le permitiera alcanzar su orgasmo.
Cuando me pareció suficiente y porque mientras ella rogaba, dejaba de mamarme la polla, aceleré el movimiento de mis dedos y la succión y frotamiento de su clítoris, lo que hizo que al instante estallara en un potente orgasmo remarcado por grandes gritos.
-SIIIII. SIIIII. ME CORROOOOOOOO. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH.
Cayendo seguidamente sobre mí, en estado de semiinconsciencia que produce un buen orgasmo.
Aproveché para mojar los dedos en su abundante flujo y untar con ellos su ano e ir dilatándolo. Conforme se fue recuperando empezó a emitir gemiditos y a apretarse sobre mí, al tiempo se movía suavemente buscando el roce de su coño conmigo.
Con tres dedos en su culo y ya recuperada, fue ella misma la que se empaló en mi polla que apenas había perdido dureza y que rápidamente la recuperó cuando entró en su estrecho agujero.
Esperó un momento para acostumbrarse y enseguida empezó el movimiento. Primero despacio, acelerando poco a poco. Yo pasaba el pulgar por encima de su clítoris, obligándolo a salir de nuevo para poder rodearlo y rozarlo con la yema de mi dedo.
Si antes había gemido y gritado, ahora fue lo mismo o más. Pidiéndome que siguiera y que le diese duro. Coloqué mi dedo índice sobre mi pelvis, con la yema del dedo hacia arriba y la punta en la base de la polla, así, cuando se le clavaba entera, su clítoris chocaba con mi dedo, lo que le hizo hacer un baile de movimientos que me tenían constantemente al borde del aguante.
Cuando por fin se corrió, también con grandes exclamaciones, yo lo hice también, soltando toda mi carga dentro, en lo más profundo.
Cuando se relajó un poco, se salió y echó a un lado. Yo vi que mí polla no estaba muy limpia y le dije:
-Teresa, ahora seguimos, que voy a lavarme.
-Mmmmm
Cuando iba a salir, me di cuenta de que me había dejado la puerta entreabierta y enseguida me vino el pensamiento de si habríamos molestado a los otros, pero luego recordé que la había cerrado yo precisamente, por lo que deduje que alguien había estado mirando.
Después de lavarme, cerré nuevamente la puerta y continuamos hasta completar tres horas de sexo y descansos, donde me corrí dos veces y Teresa no sé cuántas, pero si se seguro que el alboroto en el cuarto fue mucho. Cuando decidimos dormir, nos fuimos a dar una ducha y volví a encontrarme con la puerta abierta.
La semana transcurrió con normalidad, Andrea y Dimitri se iban a la tienda, mientras que yo atendía mis cosas por la mañana, Teresa trabajaba en su ordenador en casa ya mediodía nos juntábamos a comer. Por la tarde, Andrea y yo nos marchábamos, ella se iba a la tienda y yo me iba al gym o a tomar algo con José, Dimitri se quedaba un rato dormido en el sofá y luego se iba también a la tienda, Teresa seguía con su trabajo.
Por la noche, nos juntábamos a cenar algo, generalmente echo por Teresa y yo, porque una vez quiso hacer algo Dimitri y tuvimos que pedir unas pizzas.
Transcurrido el tiempo de vacaciones de Dimitri, Andrea y él salieron temprano al aeropuerto. Nosotros nos despertamos para despedirlo y volvimos a la cama, donde estuvimos despidiéndonos a gusto, hasta que la mujer de la limpieza tocó en la puerta diciendo:
-¡Ala, venga ya! ¡Basta de jueguecitos, que tengo que limpiar!
Abrimos las ventanas y nos fuimos a dar una ducha, que fue larga y lo hubiese sido más sin los carraspeos de la mujer.
Los días fueron pasando, ella se llevaba un hombre a la cama casi un día sí y otro no, yo me iba a mi piso de soltero y una vez a la semana me citaba con Teresa, Marta o Eva, por separado en casa.
A los seis meses o poco más, me citó Teresa una tarde para pedirme consejo. Estaba seria y como temerosa y me contó lo siguiente: Al parecer, Dimitri le había ofrecido trabajo en Rusia, vivienda gratis consistente en una habitación cocina-cuarto de estar-dormitorio y un baño, un sueldo aceptable y con la ventaja de poder mantener su trabajo y no pagar el alquiler de aquí.
Además del pedir consejo, quería decírmelo antes y pedirme que no me enfadara.
Parece ser que en los días que estuvo Dimitri aquí, hablaron y había nacido algo entre ellos que quería llevarlo adelante.
-Nos acostamos una tarde, y te aseguro que ni de lejos folla como tú, pero lo hace con mucho cariño y resulta satisfactorio.
Yo le dije que era una oportunidad, que incluso podría dar alguna clase de español a los rusos y si echaba de menos un buen polvo, que siempre podría venir unos días de vacaciones a mi piso de soltero, que yo estaba tan enfadado que la invitaba, y que la dejaría satisfecha para una buena temporada.
Entendió la broma, y sonriendo y llorando a la vez, me dio un abrazo, acompañado de un beso. Una cosa nos llevó a otra y terminamos con una buena follada de despedida y mi ferviente deseo que de todo marchase estupendamente.
Cuando volví a casa, iba un poco apenado. No estaba enamorado de ella, pero me gustaba y podíamos haber llegado a algo. Esa noche no tenía ganas de nada, aun así, preparé cena para Andrea y me encerré en mi cuarto. Cuando Andrea vino y me preguntó para cenar, aduje que algo que había tomado me había sentado mal y me quedé en la cama.
Cuatro meses después, Andrea vino una noche muy seria, no quería cenar y pasaba el tiempo sentada en el sofá, frente a la tv, pero con ésta apagada. Al cuarto “qué te pasa = nada”, ya tenía claro que algo pasaba. Me senté a su lado y le cogí la mano antes de volverle a preguntar. Tras su quinto “nada”, pasé mi brazo por su hombro, la atraje hacia mí y junté y le cogí ambas manos.
Ella, al estar contra mi pecho, empezó a llorar de forma imparable. La acaricié, la abracé, le dije todas las palabras cariñosas que se me ocurrieron, sin dejar de pedirle que me contase lo que le ocurría, hasta que al fin:
-Me pasa que toda mi vida es una mierda. Que todo me va mal. Que hace días que el negocio no marcha bien. Que le venía justo para pagar los alquileres e impuestos y conseguir mantenernos. Que me estoy comiendo el género porque no puedo reponer porque no me queda dinero. Que estoy pensando en cerrarlo y volverme a Rusia. Que últimamente en las conversaciones notaba raro a Dimitri y que, cuando le he llamado para comunicarle mis intenciones, me ha dicho que lo nuestro se había acabado porque tenía otra relación. ¡Soy una desgraciada! –Frase seguida de nuevos lloros.
La dejé que llorase un poco más, hasta que se calmó un poco y entonces le hablé.
-Yo ya me había dado cuenta de algo de eso (lo había mandado investigar al sospechar que no iba bien) y creo que debería de ampliar la tienda, añadiendo más artículo de regalo y quizá también algo de perfumería.
-¿No me has escuchado? Me estoy quedando sin dinero ni recursos. No puedo invertir más en el negocio. Además, ¿Dónde voy a meterlo? La tienda es demasiado pequeña. Es muy fácil dar consejos cuando no te afecta para nada.
-Perdona, pero todavía no se han terminado las falsedades…
-¿Qué quieres decir? –Me interrumpió.
-Pues eso, que todavía no te he dicho algunas cosas acerca de mí…
-No me digas que tú también me dejas.
-Déjame explicarte sin interrumpirme. Yo no soy lo que te he hecho creer. Antes de venir tú con tu oferta, vivía bastante bien de las rentas de mi familia. Soy propietario, entre otras cosas, de un local mucho más céntrico que el que tienes ahora y como más del doble de amplio, con un sótano que puede servir de almacén. Si aceptas, aportaré capital y nos haremos socios, te cambiaras a mi local, gratis durante un año, por lo menos, y nos iremos a vivir a mi piso de soltero, que por cierto es bastante más grande que este.
Se separó de mí y se me quedó mirando fijamente, intentando averiguar si era una tomadura de pelo o le estaba hablando en serio.
-¿Hablas en serio?
-¿Tengo cara de estar de broma?
Se abrazó nuevamente a mi cuello y se echó a llorar de nuevo, en una mezcla de llanto y risa. Entre hipos me dijo:
-Como sea una mentira, te mato.
Seguidamente, volvió a preguntar.
-¿Y por qué enviaste el currículum?
-No lo envié yo, lo hizo José en mi nombre.
-No lo entiendo. ¿Por qué?
-Muy sencillo. Vio tu foto y pensó que eras la mujer ideal para mí. Una mujer 100.
-¿Y por qué no dijiste tu situación desde el principio?
-Porque no quería que me aceptases por mi patrimonio y para salir de Rusia. No quería una buscona.
La dejé pensativa tras decirle: Descansa y mañana hablamos.
Esto era un jueves, y el domingo ya estábamos viviendo en mi piso de soltero. Quedó alucinada por su tamaño. Debía de pensar que dormiría conmigo, por la cara que puso cuando le enseñé su habitación.
Como la tienda necesitaba pocos arreglos, el martes hicimos la nueva inauguración y a partir de ahí, todo fue viento en popa, consiguió remontar y pagar las deudas que tenía pendientes
En nuestra relación todo seguía igual. Ella se traía a alguien cuando quería y yo hacía lo mismo. La ventaja era que en la nueva casa no nos oíamos unos a otros… o eso creía yo.
Presté más atención a cerrar la puerta y levantarme entre follada y follada, con la excusa de beber algo, comprobando muchas veces que la puerta estaba abierta.
Un domingo por la mañana, estaba preparando el desayuno, cuando vino con un vaporoso camisón, que mostraba todo, dando poco a la imaginación y me dijo:
-El otro día se cumplieron los 18 meses de nuestra boda, (ya lo sabía, pero no quise decir nada), y es el momento de decidir si continuamos o nos divorciamos. ¿Has pensado en qué quieres hacer?
-Tú eres la necesitada. Me adaptaré a lo que quieras.
-Quiero modificar las condiciones
-Tú dirás.
-A partir de ahora, tu dormitorio o el que quieras será el dormitorio principal, donde dormiremos ambos. El que se traiga compañía, deberá irse a otro. También haremos que este matrimonio parezca normal: iremos juntos a fiestas, saldremos al cine y al teatro, iremos de vacaciones… Todo lo que hace un matrimonio normal.
-¿También tendremos hijos? – dije con una sonrisa en los labios.
-Si lo intentamos lo suficiente… -me dejó lo que entendí como una muda promesa.
Ese mismo día lo reorganizamos todo. Puesto que mi dormitorio tenía el armario-vestidor más grande, se convirtió en el dormitorio común y ahí fue donde empecé a sentir las molestias de la vida en común. Mi armario pasó de tener libre la mitad del espacio a tener que cambiar algunas cosas a otra habitación. El baño del dormitorio se llenó de cremas, jabones y otros elementos de uso femenino. Me preguntaba ¿Dónde tendría metido todo aquello en la otra casa?
A mediodía tuvo la delicadeza de mostrarse totalmente desnuda ante mí, mientras elegía la ropa que se iba a poner para ir a comer y que no encontraba nada a su gusto entre todo el revoltijo de prendas.
-Andrea, ponte cualquier cosa, que vamos a comer en un bar-restaurante de barrio, no en un restaurante de postín. –Le tuve que decir, porque si seguía así, desnuda, doblando la cintura y mostrando su coño y ano y cuando no, sus tetas vibrando, me hubiese puesto a follarla y nos quedábamos sin comer.
La parte positiva vino después de cambiar y organizar todo. Nos preparamos, ahora sí, con ropa para salir, estuvimos visitando algunos locales donde estaban mis amigos habituales, viendo que se integraba totalmente en el grupo con todos. También tomamos unas cervezas con Marta y Eva, sin que Andrea hiciese el más mínimo gesto de desagrado o celos, sino todo lo contrario.
Más tarde me propuso ir a tomar algo a un bar que había conocido, que con la bebida te ponían algo para comer, en cantidad suficiente como para que con dos o tres consumiciones te quedases satisfecho, y allí nos fuimos.
No era de los bares a los que estaba acostumbrado pero estaba bien. Tuvimos que hacernos sitio junto a la barra, con esfuerzo, pero lo conseguimos y, mientras hablábamos de cómo podría ser nuestro futuro, cayó la primera ronda. Mediada la segunda, llegó hasta nosotros un elemento cuya cara me sonaba.
-¡Hola Andrea! Cuanto tiempo sin vernos. –A mí ni me saludó.
-Si mucho. Ahora hacía tiempo que no venía por aquí.
-Pasé por tu tienda y vi que estaba cerrada y tampoco vives en la misma dirección.
-No, hemos cambiado. –Dijo cortante.
El otro se dio por enterado y terminó.
-Bueno, pues ya sabes, cuando quieras echar una buena follada, llámame.
-¡Que sabrás tú de una buena follada! ¡No tienes ni idea! Largo, déjanos en paz.
El tío se largó abochornado, luego caí en quién era. Era uno de los que se trajo alguna vez a follar a casa y que tardó menos de diez minutos en salir. No dije nada y seguimos a lo nuestro, aunque si noté a Adriana que tenía cara como que le había contrariado mucho el encontrarnos con él.
Aún visitamos dos bares más y nos encontramos con más gente conocida suya, con las que mantuvimos conversaciones normales. No nos encontramos con ningún otro compañero de cama, a pesar de que aquella parecía ser su zona de caza.
Siguiendo la costumbre, a las 11 de la noche estábamos en casa. Nos cambiamos de ropa, yo camiseta y pantalón corto fino y ella camisón a medio muslo, semi-transparente. Pusimos en marcha la Tv, pero como no había nada que me gustase y a Adriana tampoco, nos fuimos a la cama.
-Parece que hoy va a ser nuestra noche de bodas. –Le comenté.
-Ya lo veremos mañana-. Respondió
Me metí desnudo en la cama, mientras ella iba al baño. Cuando volvió, se metió con el camisón, pero al ver que yo estaba desnudo, fórmula habitual en mí para dormir, se lo quitó, junto con el tanga y se metió desnuda también. Ni que decir tiene que la visión me la puso dura al instante.
La cama es grande (2x2) y estábamos uno en cada lado. Me acerqué un poco más al centro y le dije:
-Parece que estemos enfadados.
Ella me miró, vio el bulto bajo la ropa e inmediatamente se movió hasta quedar montada a caballo sobre mí. Cuando se movía, la punta de mi polla daba ligeros toques en su coño mientras se mantenía apoyada con sus brazos estirados y las manos en mi pecho.
Con ambas manos libres, aproveché para acariciar sus tetas, sus pezones se pusieron duros al momento. Los tomé entre mis dedos, frotándolos suavemente y enseguida emitió un suave ronroneo de placer. Abrió más las piernas y la punta de mi polla entró en contacto con su raja, que resbaló hasta que lo apoyó en toda mi longitud, iniciando un suave movimiento frotándose contra mi polla.
La forcé a inclinarse más y chupe y mordisqueé sus pezones, haciendo que sus gemidos aumentasen. Su coño bañaba mi polla y caía por mis huevos hasta la cama, como si la hubiese metido bajo la ducha. En uno de los movimientos hizo que entrase en su coño. Lo hizo como un cuchillo caliente cortando mantequilla. Al momento estaba toda dentro y empezó a mover su pelvis hacia atrás y adelante en una larga cabalgada, cada vez más rápida.
-Siii. Qué gusto. Me corrooooo.
Siguió con movimientos más lentos hasta que acabó su orgasmo, luego se salió y se acostó a mi lado. Tomo mi cabeza y la empujó hasta su coño, el cual me puse a lamer y chupar con ganas. Su clítoris se hinchó más. Su coño, que escasamente se había cerrado, destilaba flujo sin parar. Estaba muy excitada de nuevo.
-No parees. Sigue, sigue. Méteme los dedos. Mmmmmmmm.
Le hice caso. La follaba primero con un dedo y luego con dos, mientras chupaba su clítoris y notaba como se estiraba en mi boca. No tardó mucho en volverse a correr. Encogió sus piernas y se giró de costado en posición de cucharita. Su cara reflejaba satisfacción.
Yo no lo pensé dos veces. La cogí del culo y la puse a cuatro patas, me introduje entre sus piernas, le froté la polla por su húmedo coño y se la clavé de golpe hasta lo más profundo que pude.
-Aaaaaaaaaaaaaaahhhhh.
Fue un quejido de dolor mezclado con algo de placer. Esperé que se acostumbrase e inicié un lento mete saca que fui aumentando según veía cómo se iba calentando.
Ella empezó a gemir, ahora de placer, y a pedir más velocidad. Metí mi mano bajo su cuerpo y la llevé hasta su clítoris, masajeándolo a la vez que me movía en su interior.
Sus gemidos fueron aumentando al tiempo que lo hacía mi excitación. El roce sobre mi polla me proporcionaba latigazos de placer y me ponían en el disparador. Cuando ya no pude más, lancé mi descarga acompañada de mi gemido anunciador del orgasmo. Por suerte consigo que no se me baje de inmediato, y con dos o tres folladas más, se corrió ella también.
Nos dimos un pequeño descanso, en el que incluimos una ducha juntos, enjabonándonos bien por todos los lados. Cada uno se entretuvo en las partes que más le interesaban del otro. Ella enjabonó mi polla y los huevos, mientras yo me entretenía en su coño y ano en el que iba presionando para meter el dedo mientras frotaba todo alrededor.
Una vez aclarados, procedimos a secarnos uno al otro y nos volvimos ya calientes a la cama, pero antes de salir del baño, vi un bote de crema corporal y lo cogí.
Ya en la cama, seguimos con las caricias. Le frotaba el clítoris, le metía los dedos en el coño y luego se los pasaba por el culo para ir dilatando, porque mi intención clara era metérsela por el culo, hasta que pasé a ponerla a cuatro patas, sin separarme de la crema.
Se la metí por el coño y la empecé a follar tranquilamente. Con una mano me agarraba a su costado, mientras con la otra dejaba caer crema en su culo, dejaba el bote en sus riñones y la iba metiendo con los dedos, primero con el pulgar y luego intentándolo con los demás.
Ella aparte de gemir, solamente dijo una vez:
-Por favor, Nano, por ahí no. Lo he hecho solo un par de veces y me dolió mucho.
-No te preocupes, te lo haré bien y no te dolerá (o será muy poco)
La verdad es que el culo dilataba bien. Cuando ya entraban tres dedos y el cuarto apuntaba con breves quejas, decidí encularla.
Se la saqué del coño chorreante, la embadurné más de crema y la apunté a su ano.
-Por favor, despacio y detente si te lo digo.
Ni caso.
Del primer empujón entró el glande.
-AAAAAAAAAAAAAH.
-¿La saco?
-Uff. No, sigue.
Fui metiendo poco a poco toda la polla hasta chocar con sus glúteos. Esperé a que se acostumbrase y empecé a moverme, bajé mi mano para acariciarle el clítoris, hasta que pidió que le diese más fuerte, que la agarré de ambos lados y empecé a follarla con brusquedad.
Al rato, anunció su orgasmo. Seguí dándole hasta que anunció el segundo, entonces me corrí en lo más profundo de su culo.
Yo fui a darme otra ducha, cuando se lo dije a ella, estaba boca abajo, murmuró algo ininteligible y se quedó callada. A mi vuelta, la estaba profundamente dormida, la cubrí con la roma y me acosté a su lado y me dormí también.
Al día siguiente se levantó dolorida. Yo estaba preparando el desayuno cuando entró en la cocina:
-Lo ha sido. –Me dijo.
Me la quedé mirando extrañado.
-Nuestra noche de bodas, lo que me preguntaste anoche.
-Jajajajajajaja. Buenos días. ¡A desayunaaaar!.
Durante el desayuno, me dijo:
-Perdona Nano, tengo que confirmar una cosa, pero si quieres no me respondas.
-Dime. Intentaré satisfacer tu curiosidad.
-El día de nuestra boda te acostaste con todas tus amigas ¿verdad?
-Pues sí. –Y le conté todo lo que había pasado.
-Me lo imaginé por su forma de comportarse. Gracias por confirmarlo.
Y los días siguieron pasando. Yo evitaba llevar mujeres a casa, lo que no quiere decir que no me acostase con nadie. Nuestras relaciones eran buenas, follábamos cada dos o tres días.
De vez en cuando, ella salía alguna noche y solía volver con algún acompañante que despachaba al poco rato y, en justa correspondencia, un par de días después, yo me llevaba a casa a Marta, a Eva o a alguna otra.
Cada dos o tres meses, Teresa nos hacía una visita de entre 3 y 5 días. Por las noches salíamos los tres a cenar y bailar, y durante el día la follaba sin descanso. Cuando se volvía, se iba más que contenta.
A Andrea, el negocio le iba bien, incluso había buscado una dependienta para la tienda y un estudiante que le iba algunas tardes para organizar el almacén.
Cuando se iban a cumplir los dos años y medio, yo ya tenía decidido continuar con ella todo el tiempo que quisiera, así que, el día señalado, le envié un ramo de flores a la tienda y reservé mesa en uno de los mejores restaurantes de la ciudad para cenar, que, aunque era difícil reservar mesa, el chef y dueño me tenía alquilado el local a mí, y reservé también una suite en el hotel de enfrente del restaurante. Había notado que hacía muchos meses que no traía hombres a casa y, aunque debía estar satisfecha por mi parte, no le vendrían mal nuevas emociones.
La fui a buscar a la salida y me agradeció el ramo de flores con un cálido beso, me preguntó que dónde íbamos, le dije que esperase a verlo. Le encantó el restaurante. Estuvo muy alegre y animada durante la cena, a pesar de no beber mucho. Al principio, intenté sacar el tema de lo nuestro, pero ella desvió la conversación todas las veces, lo que me hizo temer lo peor.
Tras la cena, la abracé y salimos fuera. La dirigí al hotel y me dijo:
-¿Todavía no vamos a casa?
-No, hoy dormimos fuera.
Ya en la habitación, la ayudé a desnudarse entre caricias y luego me desnudé yo. En sus ojos se podía apreciar la lujuria y excitación que la embargaba.
Nos acostamos abrazados, acariciándonos mutuamente. Su excitación iba creciendo, y yo aproveché para preguntar entre besos:
-¿Sabes qué día es hoy?
-Sí. Hoy se cumplen los dos años y medio que nos dimos para hacer vida de matrimonio.
Con un poco de miedo a su reacción le pregunté.
-¿Estás dispuesta a renovar el contrato?
-Hasta que tú quieras. ¿Y tú?
-Para siempre. –Lo dije sin pensar, pero enseguida me di cuenta de que era verdad.
Entonces ella me sorprendió.
-Entonces, tengo que contarte una cosa…
-Dime el qué.
-¡Estoy embarazada!
En seguida me saltaron las preguntas como una ametralladora:
-¿De cuánto tiempo?
-¿Te encuentras bien?
-¿Qué vamos a hacer?
-¿Qué…? –y la pregunta del millón.
-¿Quién es el padre?
Me miró ofendida.
-¿No has notado que hace ya más de cuatro meses que no llevo a nadie a casa? ¿No has notado que te busco más? El padre eres tú. Estoy de casi dos meses, me encuentro bien y lo que voy a hacer es tenerlo.
Esto último lo dijo entre lágrimas, se levantó y encerró en el baño para llorar. No hubo manera de entrar. No me dejó y no quise hacer uso de la facilidad de abrir las puertas por si se encierran los niños u ocurre algo.
Salió como a las tres horas, envuelta en una toalla. Yo estaba desnudo y tal cual me acerqué a ella para abrazarla pidiéndole perdón. Al final, se acercó a mí, apoyó su cabeza en mi hombro y me abrazó para seguir llorando. La acompañé hasta la cama, la ayudé a acostarse y la tapé. Me acosté al otro lado, me acerqué a ella y la abracé mientras lloraba, hasta que, rendidos, nos dormimos.
Por la mañana, cuando se despertó, yo estaba sentado en un sillón, ya duchado y vestido. Había estado pensando largo rato. Me miró, desvió la vista y directamente me dijo en voz baja.
-Si quieres, nos separamos hoy mismo.
-¿Por qué?
-Por el embarazo, por si no quieres ser padre. Perdóname, pero todo este tiempo he sospechado que yo no era la única mujer en tu vida, por eso, y perdóname por hacerlo sin decirte nada, decidí no acostarme con nadie para tener la seguridad de que la criatura era tuya. Dejé de tomar las pastillas y ese mes, el pasado, ya no me vino la regla. Me hice las pruebas la semana pasada y me confirmaron el embarazo. – Hizo una breve pausa para secárselas lágrimas y siguió.
-Si no quieres seguir, lo entenderé y no te molestaré nunca más. Mañana podemos ir al abogado.
Me acerqué y la ayudé a levantarse. La toalla se quedó en la cama cuando se puso de pie. Miré su tripa, pero no se notaba nada. La abracé y ella a mí. Le dije:
-Ayer tenía la intención de renovar nuestro contrato indefinidamente…
-Lo entien…
-Pero hoy estoy dispuesto a cancelarlo –aparecieron más lágrimas en su cara- A partir de ahora, si me aceptas como marido, no habrá más contratos, seremos un matrimonio normal, que cuidará de una preciosa criatura. ¿Quieres?
Siguió llorando abrazada. Pero pudo decir:
-Sí, quiero.
Ni que decir tiene que pasamos la mañana follando, con mucha precaución por mi parte.
FIN
PD.:
-Oye Nano
-Dime
-¿Y qué pasa con el resto de las mujeres?
-Se han acabado todas.
…