Matrimonio de conveniencia (2 de 3)

Una mujer necesita la nacionalidad y solicita un matrimonio temporal en una web de contactos. Un amigo me ofrece como candidato si saberlo yo. Cambian los intereses

El final anterior:

Estuvimos hasta casi las 6 de la madrugada disfrutando de duchas, mamadas y enculadas hasta no poder más.

Cuando nos separamos, quise acompañarla, pero se negó. Tomamos un taxi cada uno y nos separamos con intención de volver a quedar otro día, no antes de avisarle “Tu coño va a ser mío”.

CONTINUACIÓN:

El taxi me dejó en la puerta y antes de entrar, vi un paquete de periódicos que debía estar preparado para repartir entre algunos vecinos de la comunidad y del que tomé uno sin preocuparme de más, luego subí a nuestra planta. Cuando llegué a casa, entré sin hacer ruido, fui a mi habitación, me desnudé y decidí darme una ducha rápida y tomar algo ante de acostarme.

Estaba en calzoncillos en la cocina, calentando un poco de leche en la vitro, para no hacer ruido con el microondas, cuando apareció Andrea con un camisón corto, que justamente tapaba la braguita y sus tetas.

-Buenos días, siéntate y te preparo un café. –Le dije

-Buenos días. Madrugas mucho.

-Sí, soy de poco dormir.

Puesto en esa tesitura, preparé café, calenté leche, lo puse en una bandeja, junto a galletas, mermelada, mantequilla y pan tostado (comprado).

Mientras lo preparaba todo, Andrea me fue hablando:

-Tengo que darte las gracias por lo de la otra noche. Me pasé con la bebida y como no suelo beber nunca…

-No tienes por qué darlas. Era lo mínimo que debía hacer.

-…

Hizo un silencio mientras se movía inquieta. Hasta que por fin, se atrevió a hablar.

-Me desnudaste…

-Sí. Primero te acosté vestida, luego empezaste a hacer movimientos como que te molestaba la ropa y por eso te desnudé. Te dejé con el tanga y sujetador, que luego tuve que quitarte también. De todas formas, hubiese tenido que desnudarte cuando vomitaste, te manchaste y te tuve que meter en la ducha, con la diferencia de que no manchaste la ropa.

-Muchas gracias de nuevo por lo que hiciste. No tenías obligación de cuidarme.

-No te preocupes por eso, no fue ningún problema.

-Y… una cosa, ¿Disfrutaste al desnudarme y lavarme?

-Mucho. Ya podemos desayunar. –Dije mientras dejaba la bandeja en la mesa y me sentaba a su costado. No quise averiguar a qué se refería con la pregunta.

Iba a decirme algo, cuando me volví a levantar para buscar una botella de zumo de fruta. Se interrumpió y ya no dijo nada más.

Desayunamos en silencio. Yo miraba sus pechos que escasamente se movían, a pesar de no llevar sujetador. No me oculté para hacerlo, aunque tampoco lo hice con insistencia, y sé que se dio cuenta.

Cuando ella lo dio por finalizado, se levantó dejó la vajilla en el fregadero e intentó ponerse a fregar. Le dije que lo dejase, que ya lo haría yo y se marchó de la cocina con un “gracias” y sin decir nada más. Cuando terminé yo, fui colocando las piezas en el lavavajillas y el resto de las cosas en los armarios y nevera. Más tarde, ya preparada para salir, se asomó para decirme un escueto adiós y se marchó.

Los días fueron pasando sin grandes cambios. Una señora se encargaba de la limpieza y hacer la comida, mientas yo aprovechaba las horas que ella trabajaba para hacer mis cosas. Comíamos juntos y cenábamos juntos un día sí y otro no. Las cenas las hacía yo, porque no se me da mal guisar si no son cosas muy complicadas, y tras la cena un rato de televisión y charlas sobre diversos temas de actualidad y cada uno a su cama.

El día que ella no cenaba en casa, volvía tarde y acompañada, siempre de un hombre distinto, por lo que me entretuve en observar.

El primer día que salió, a mediodía, antes de irse a la tienda, me dijo.

-Nano, esta noche no me esperes a cenar, vendré tarde y espero haber cenado.

-De acuerdo, que te diviertas.

Yo, como siempre, aproveché el día para hacer mis cosas. Por suerte, mis amigas entendían mi situación de “casado” y me llevaban a la cama en horario de 8 a 10 de la tarde, además, creo que había algún acuerdo entre ellas para que volviese a casa completamente “seco”, imagino que era para que no tuviese ganas de hacer nada con Andrea. (Más tarde, Teresa me confirmaría que la noticia de mi boda había sentado mal entre ellas, ya que alguna tenía pretensiones para conmigo y habían decidido evitar en lo posible que nuestra relación prosperase.)

Llegué a casa poco antes de las 11 de la noche y, tras una ducha, ponerme ropa cómoda y prepararme un plato de picoteo, me senté a ver la televisión. No llevaría ni cinco minutos sentado, cuando entró en casa Andrea seguida de un hombre joven.

No entraron al salón a saludarme, sino que directamente fueron a la habitación, entre risas y murmullos.

Yo, curioso, bajé el sonido para ver si escuchaba algo. Solamente pude oír algunas risas más, gemidos y poco más tarde el grito femenino de “siii, siii, me corrooo…” y otro masculino parecido. No habrían pasado 45 minutos desde su llegada, cuando oí que se alguien salía de la habitación (era él) y decía:

-Quedamos cuando quieras. Tienes mi teléfono.

Y la respuesta desde el interior, un escueto:

-Si

Al pasar por el salón, debió oír el televisor, al que ya había subido el volumen, y cuando me vio, murmuró un casi inaudible: adiós, al que respondí con la misma despedida, pero con voz normal.

Poco después, Adriana fue al baño y luego volvió a la habitación. Estuve haciendo tiempo por si salía, pero como no lo hizo, cuando terminó el programa de TV, me fui a dormir.

Durante todo ese tiempo, yo mantuve la misma costumbre, gimnasio por las mañanas y control de negocios, comida con Andrea y tarde de negocios y diversión. Los días que ella venía a cenar, procuraba volver pronto y los que no venía, estaba en casa a la hora que ella volvía.

Las siguientes veces venía muy acaramelada con el tío de turno, solían encerrarse en la habitación entre treinta y cuarenta y cinco minutos, tras los cuales se marchaba el tío diciendo todos prácticamente lo mismo: Tienes mi número, llámame.

Solamente hubo una variación. Una de las noches, entraron en la habitación y menos de quince minutos después, salió el tío diciendo desde la puerta:

-Te repito que lo siento, Adriana, nunca me había pasado. Si te parece, quedamos otro día y te compensaré.

No entendí lo que ella dijo, pero me lo imagino. Lo vi pasar por la puerta del salón, sin decir nada, y mejor así. Si hubiese visto mi sonrisa, se hubiese ido mucho más avergonzado.

Ese día era sábado. Al día siguiente no se abría la tienda. Yo había estado con mis amigos tomando copas y tuve una sesión maratoniana de sexo con una de las amigas, por lo que no quería acostarme tarde. Me preparé el correspondiente plato combinado para cenar con la intención de irme a la cama al terminar, aun así, aguanté un debate muy interesante en Tv antes de irme a dormir.

Debía estar cansado del día anterior, porque contra mi costumbre de madrugar, eran más de las 10 de la mañana cuando me levanté. No se oía nada, por lo que me duché, vestí y me fui a preparar el desayuno. Mientras se preparaba el café y fregaba el plato utilizado la noche anterior, apareció Andrea.

Llevaba una bata corta, a medio muslo, cerrada con un cinturón y de un tipo de tela que dejaba adivinar pero no mostraba nada.

Como hacía habitualmente, se sentó a la mesa y yo puse sendas bandejas con el desayuno, situándome frente a ella.

Le pregunté:

-¿Qué tal el sábado?

-¡Psche! Bien. Como todos.

-Pero fuiste a buscar diversión y parece que la encontraste. ¿Lo pasaste bien?

-Como siempre.

-Yo fui a dar una vuelta por mis antiguos lugares, pero volví pronto.

-No estaban tus amigos y… amigas (pareció vacilar un momento)

-Sí, claro, estuve con ellos… y ellas (le hice la misma vacilación), hasta que me vine a casa.

-¿No te apetecía pasar la noche con alguna de ellas? Sabes que tenemos libertad por ambas partes para hacerlo.

Eso era lo que yo quería, que empezase ella a verse con otros, que se los llevase a la cama y que me invitase a hacer lo mismo.

-Sí, lo sé, pero pienso que puedes tomarlo mal y que tengamos problemas por ello.

-No seas tonto. Ya ves que muchas noches me traigo a un hombre a mi cama y no lo hemos tomado a mal. ¿O tú sí?

-No, para nada. Lo pensaré para la próxima vez.

Tras un breve silencio le pregunté:

-¿Tienes algo que hacer hoy? ¿Te apetece venir a tomar un aperitivo con José, su novia y conmigo?

-La verdad es que me encantaría. Ya estoy harta de hacer todos los días lo mismo.

Cuando se fue a vestir, envié un mensaje a José para quedar los cuatro, a lo que respondió que estaba con su novia y que nos esperaban en uno de los lugares habituales.

Seguidamente, envié otro a Teresa por si quería hacerse la encontradiza, que también confirmó su asistencia.

Cuando nos juntamos los cuatro, hubo unas presentaciones de recordatorio y enseguida tuvimos una conversación fluida, animada por vinos y cervezas.

De repente, apareció Teresa, haciendo como que “pasaba por allí” saludando a todos que la recibieron con alegría y sonrisas. Se la presenté a Adriana como “mi amiga Teresa, que estuvo en la boda ¿te acuerdas?”, lo que hizo que la sonrisa de borrase de su cara, aunque la trató con corrección.

Disimuladamente, le pasé dinero a José para que nos invitase a comer a un restaurante de buena fama y buen precio (sus posibilidades, aunque buenas, le hubiesen resultado gravosas si la invitación la hubiese pagado él). Durante la comida, seguimos con la conversación, pero con referencias por parte de Teresa de algunas de las juergas que nos habíamos corrido, contadas de una forma que parecía que podía haber habido mucho sexo.

A pesar de su buena cara y acompañar en las risas, me dio la impresión de que no era lo que más le agradaba. La sobremesa fue larga y nos salimos cuando ya el restaurante cerraba. Nos fuimos a casa y terminamos la tarde con conversación sobre temas varios, conversación que tuvo momentos de ligera tirantez por parte de ella, con referencias veladas a las juergas que había comentado Teresa, pero sin llegar a nada. Cenamos y cada uno a su cama.

Dos semanas más tarde, también en sábado, cuando me comunicó que saldría esa noche y volvería tarde, yo le dije que haría lo mismo y que no sabía a qué hora volvería.

Entre los habituales, estaba Teresa y me enrollé con ella. Esta vez si que fuimos a la casa, llamémosla matrimonial, para distinguirla de mi piso de soltero.

Llegamos pasadas las doce de la noche y nos metimos directamente en mi habitación. Tras cerrar la puerta, me acerqué a ella para besarla. Inmediatamente colaboró echando sus brazos a mi cuello y presionando tanto contra mí que notaba sus pechos clavados en el mío.

Nos fuimos desnudando mutuamente, entre sonrisas, fui soltando los botones de su camisa mientras ella soltaba los de la mía, como si fuera un juego, yo quedé con el torso descubierto y ella con un fino sujetador, que tras un nuevo apasionado beso, quedó suelto y cayó al suelo.

También cayó mi pantalón, mientras mis manos acariciaban sus pechos, de buen tamaño, y seguido el suyo. Me arrodillé ante ella para bajar su culote y retirárselo junto a sus pantalones, sin quitarle los zapatos de alto tacón, obligándola a abrir sus piernas para poder pasar mi lengua por su raja, sin profundizar.

La recorrí dándole cortos lametazos a lo largo del recorrido, al tiempo que oía cómo hacía pequeñas aspiraciones coincidiendo con ellos. Los labios se fueron abriendo poco a poco, sin que yo dejase de lamer los bordes. Su clítoris se empezaba a mostrar entre ellos y era alcanzado por algún toque de lengua, lo que le hacía emitir un gemido de placer.

-MMMM. Sigue, sigue. Ufff.

Cuando llevó sus manos a mi cabeza para dirigir la comida de coño, me retiré para decirle que estaríamos mejor en la cama.

Mientras ella se acostaba, yo terminé de desnudarme y volví a meterme entre sus piernas para seguir comiéndoselo. Su mano sobre mi cabeza guiaba mis acciones para darle placer. Hice hueco para introducir un dedo en su coño y frotar la parte superior, en busca de su punto ‘G’. Noté su himen, pero no me preocupé si lo rompía, porque tenía decidido que de allí no saldría virgen. Ella empezó a moverse en todas las direcciones, mientras me decía:

-Oooooohhhhh, siiiii, cabróoooon, que me estás haciendo, no pares NO PARES.

Y cosas similares, que me enardecían y estimulaban para seguir trabajándole coño y clítoris. Poco después, empezó a avisar.

-Sí, sí, sigue. Me voy a correr. Me voy a correeeer.

Yo recogí el clítoris con mis labios y me lancé a chuparlo, castigarlo con la lengua y presionarlo con los labios, sin dejar de actuar sobre su coño.

-Sigue, sigueeee. Me corroo. ME CORROOOO.

El grito tuvo que oírse en toda la casa y en las de alrededor, seguramente. Cuando terminó su orgasmo, dejé que se repusiera, acostándome a su lado.

La estrechez de la cama ayudó a que, una vez recuperada, comenzásemos de nuevo con caricias y besos. Teresa fue bajando por mi pecho hasta alcanzar mi polla. En ese instante sentí como sus labios la besaban y su lengua la recorría. Luego pude sentir cómo la humedad de su boca se transmitía desde mis huevos hasta la hinchada y palpitante cabeza, después noté como mi polla se llenaba de calor y que la suave y húmeda carne de su boca la envolvía.

Enseguida noté que iba tragando toda mi erección, despacio, dando tiempo a acostumbrarse a su longitud, hasta que se la introdujo casi toda. A partir de ese momento, empezó una de las mejores mamadas que me han hecho. Al principio lentamente subía y bajaba su cabeza a medida que mi polla salía y entraba hasta lo más profundo de su garganta.

-Mmmmm. Teresa, qué buena eres haciendo mamadas. Sigue, sigue.

Seguía metiendo y sacando con tranquilidad, pero yo estaba que ya no podía más. Notó mi respiración acelerada primero y luego el principio de las contracciones de mi polla, anunciando mi corrida. Forzó la penetración al máximo y me hizo descargar directamente a su estómago.

Cuando terminé, la sacó de su boca y estuvo limpiando los últimos restos que salieron.

Después de un descanso, volvió a chuparme la polla hasta ponérmela dura de nuevo. Me coloqué entre sus piernas y apoyé el glande en la entrada de su coño.

-Te voy a follar. Hoy vas a dejar de ser virgen. ¿Estás preparada?

Lo dudó, pero asintió con la cabeza.

Me bajé hasta su coño y empecé a lamerlo. Chupé su clítoris y lo masajee con la lengua hasta notar que su vulva era una fuente. Volví a subir hasta que mi polla rozó nuevamente su coño, y arrodillado entre sus piernas, la estuve moviendo por todo él, recorriendo con la punta toda su longitud.

Cuando note que estaba a punto de correrse, deslicé mi polla dentro hasta encontrar resistencia, lo que la hizo ponerse tensa, la metía y sacaba despacio para que se relajase. Con mi dedo, masajeé su clítoris y cuando volvió a excitarse, aceleré el masaje y se la clavé hasta el fondo.

Emitió un gemido al sentir como se abría, pero casi seguido se corrió en un aparatoso orgasmo. Seguí follándola con suaves y largas penetraciones, hasta que volvió a pedir más, por lo que aceleré mis acometidas hasta conseguir que se corriese una vez más.

No voy a contar todos los detalles, pero entre mamadas, comidas, folladas y enculadas se hicieron las 8 de la mañana, encontrándonos ya totalmente agotados. Nos quedamos dormidos, desnudos y estrechamente abrazados.

Nos levantamos pasadas las cuatro de la tarde. Yo tenía un hambre atroz. Cuando salí de la ducha, con la toalla en la cintura, entró Teresa. Yo me puse una camiseta publicitaria y unos pantalones cortos y me fui a la cocina. Podía preparar un buen bol de ensalada y unas croquetas compradas en bandeja para freír.

Poco después vino Teresa, solamente con el tanga. Le pasé el bol y ella continuó con la ensalada y yo me puse a freír las croquetas. Estando en ello, apareció Andrea:

-Buenos días.

-Buenos días, Andrea. –Le contesté – ¿Ya has comido?

-No. También me levanto ahora.

Llevaba el camisón que no mostraba nada, aunque en días anteriores llevaba otros más sugerentes, pero vi que caminaba de un modo extraño y pensé que había tenido una noche movida, como nosotros, por eso le pregunté:

-¿Has pasado una noche movida? ¡Eh!

-No. Habéis sido vosotros que no me dejabais pegar ojo.

-Lo sentimos, Andrea, pensaba que no se oían los ruidos de una habitación a otra. Evitaré que vuelva a ocurrir.

-No pasa nada. No pensaba que erais tan activos, de haberlo sabido me hubiese preparado tapones para los oídos.

En este intervalo, estaba la comida hecha. Habíamos añadido más ensalada y saqué algo de embutido. Comimos con ansiedad, por lo menos Teresa y yo, en silencio, con breves comentarios, entre Teresa y yo, a los que se añadía alguna vez Andrea. Cuando quedamos satisfechos, recogí los platos vacíos y metí el embutido sobrante a la nevera. Ellas quisieron ayudarme, pero no les dejé y quedaron sentadas dándome conversación.

Cuando tenía todo limpio y recogido, Teresa dijo que se vestía e iba a su casa. Yo le dije:

-Vamos pues a la habitación, que quiero darte una cosa antes de que te vayas.

Dejamos a Andrea en la cocina y nos fuimos a la habitación, y antes de que se fuese, nos echamos al cuerpo una última follada. Cuando se marchó, eran ya las 7 de la tarde, llevaba el coño irritado, pero se iba feliz.

La acompañé hasta la puerta para despedirla y a la vuelta, Andrea estaba en el sofá frente al televisor sin haberse vestido. Seguía con el camisón. Me senté en otro sillón y me puse a ver lo que estaban echando.

-¿Te has desquitado de estos días atrás, verdad?

-¿Por qué lo dices?

-¡Coño, os habéis pasado toda la noche follando!

-Bueno, tengo que reconocer que ha sido algo más largo que lo que es habitual en mis relaciones, pero es que para Teresa hoy era un día especial.

-¿Por qué es especial?

-Hoy ha dejado de ser virgen.

Se quedó callada un rato, no sé si para asimilar la noticia o por alguna otra cosa. Hasta que volvió a hablar.

-Puedo decirte una cosa.

-Por supuesto, cuéntame lo que quieras.

-Me da mucha vergüenza. Pero no debes decírselo a nadie.

-Te prometo que no diré nada. Cuéntame…

-Es que… Tengo muy irritada la vulva. Pero no digas nada ni te rías.

-Date una crema hidratante, porque imagino que no tenemos ninguna otra para calmar las irritaciones.

-Hidratante tengo, pero no me veo bien para aplicármela. ¿Te importaría dármela tú?

Me pareció extraño y anormal, ya que no era una operación tan complicada, máxime teniendo en cuenta que si se salía de la zona, no pasaba nada, pero acepté:

-No tengo ningún inconveniente. Cuando estés lista avísame.

-Bueno, esperaré un poco a ver si se me pasa y si no lo hace te aviso.

Cerca ya de las 12 de la noche me dijo:

-Nano, no se me pasa, te importaría darme un poco de crema.

-Sí, claro, voy a buscarla.

A mi vuelta, estaba recostada en el sofá, boca arriba, con las piernas dobladas y separadas. Me senté a su lado teniendo acceso a su coño. Lo que vi me pareció un enrojecimiento de frotárselo más que una irritación.

Puse un poco de crema en mis dedos y empecé a extenderla por la vulva. Nada más empezar, sus labios se abrieron como una flor y la humedad apareció en los bordes. En ese momento, vino una idea a mi cabeza “¿Y si lo que buscaba era ofrecérseme para que la follase?”. De momento, decidí aprovecharme.

Fui dando un suave masaje por toda la zona enrojecida y sus alrededores, recargando la crema cuando veía que la había absorbido y viendo cómo hacía lo imposible para contener sus gemidos, incluso pase por encima de su clítoris, sin presionar, lo que esta vez le hizo agitar su cuerpo y soltar un gemido que no pudo contener:

-MMMMMMMMMMMM.

-¿Te hago daño? –Le pregunté.

-Nnno, no, sigue.

Cuando tenía toda la zona cubierta, brillante por la cantidad aplicada que ya no absorbía la piel, le dije:

-Bueno, creo que esto ya está. Podemos dejarlo por ahora y si te sigue molestando mañana le daremos otra capa, pero creo que no será necesario.

-¡NOOOOOO!

-Sí, Andrea, te he aplicado una generosa cantidad. Si te aplico más no servirá para nada.

Mientras yo me giraba y cerraba el bote, ella cerró las piernas, se giró, se levantó y diciendo un “gracias” que sonó más bien a “cabrón hijo de puta”, se fue a su dormitorio. Yo recogí la crema y me fui al mío, donde dormí hasta el medio día siguiente sin enterarme de nada.

Cuando me desperté, me di una ducha para despejarme, y, tras vestirme, me fui a la cocina, coincidiendo mi llegada con la entrada en casa de Andrea, que venía del trabajo.

Como es normal, nos dimos los buenos días. Los de ella no eran un dechado de alegría, pero estaban bastante bien, yo se los di con normalidad. Mientras ella se iba a cambiar la ropa de calle por otra más cómoda, yo preparé la mesa y calenté la comida que nos había preparado la señora que venía a hacer las tareas de casa.

Cuando se presentó en la cocina, venía con el mismo camisón de la noche anterior.

-¿Qué tal llevas la irritación? ¿Se te ha curado ya? – Le pregunté.

-Bastante mejor. No me he puesto bragas ni tanga para no aumentar la irritación con el roce y me ha molestado menos.

Pensé: “¿Sin bragas? Creo que lo dice para calentarme, porque sabe que a los hombres nos pone saberlo”.

-Si quieres te doy otra aplicación en cuanto comamos. –Creo que hasta le noté un escalofrío que le dio.

-Sí. No me vendría mal. A ver si esto se me pasa pronto.

Al terminar de comer y limpiar y recoger la vajilla utilizada, le pregunté.

-Si estás lista, te puedo dar la crema ahora. –Le dije

-Sí, espera un momento que me lave y enseguida estoy contigo.

Se fue al baño y cuando salió, yo estaba en el sofá del salón, como la noche anterior, ella hizo lo mismo, quedando ante mí con las piernas abiertas, pero esta vez se veían los labios de la vulva ya abiertos y el clítoris sobresaliendo. Como si eso no me preocupase, me puse a repartir crema, evitando en lo posible su clítoris y llegando lo más justo al borde de los labios.

Al igual que en la noche, tenía la respiración agitada, pero no emitió ningún sonido. Cuando me pareció, di por terminado el masaje poniéndome de pie, pero no conté con la erección que llevaba y de la que vi que se había dado cuenta. Ella con cara de póquer, ni alegre ni seria, me dio las gracias, se fue a vestir y luego a trabajar.

Yo, esa tarde, solamente revisé los negocios y me fui pronto a casa. Desde allí llamé a Teresa para ver qué tal estaba y tras decirme que en una nube y mantener una conversación, colgamos, poniéndome con la cena, al ver que ya era la hora.

Cuando Andrea llegó se puso un camisón que marcaba más sus tetas y permitía el visionado velado de las aréolas más oscuras y los pezones que empujaban la suave tela.

En la cena, repetí las preguntas de mediodía y obtuve las mismas respuestas, por lo que le hice el mismo ofrecimiento.

Al terminar la cena y recoger todo, ella fue al baño y yo, tras recoger la crema, me senté en el sofá a esperarla, pero ella tenía otra idea y me dijo que mejor hacerlo en su cama, que estaría yo más cómodo.

En su habitación, ella quitó el camisón, quedando totalmente desnuda, y se tumbó a los pies de la cama, boca arriba y con sus pies en el suelo. Yo me arrodillé en el suelo, entre sus piernas, con una erección de caballo, pero ella me corrigió.

-Mejor acuéstate a mi lado, pero al revés, como si fuésemos a hacer un 69, así estarás cómodo y tendrás mejor acceso. –Me dijo.

Mejor acceso no, más cómodo sí, pero no dije nada. Me ubiqué como dijo, tumbado a su costado, apoyado sobre un brazo e incorporado para acceder a su vulva. Procedí a pasar mi mano, untada en crema, por su vulva, que nuevamente se encontraba abierta y con el clítoris sobresaliendo.

La visión de su coño abierto, unida a su desnudez, sus pechos tiesos y el roce de mis dedos sobre su vulva, me la pusieron dura al instante. Nuevamente no me di correcta cuenta de la situación. Mi polla se marcaba en mi pantalón (uso camiseta y pantalón de deporte corto para estar por casa) y que estaba a la altura de su cara.

Tomé consciencia cuando una mano me bajó la cinturilla y dejó mi polla al aire. Al mirar, vi que también se había semi incorporado y que en ese momento se metía el glande en la boca. Un latigazo de placer recorrió mi cuerpo y casi sin darme cuenta, apoyé mis dedos sobre su clítoris e inicié un suave masaje, que fue seguido de un fuerte gemido de ella.

-OOOooohhhhh, MMMMMMMMMMMMMMM.

Me subí sobre ella para hacer un 69 en condiciones y, mientras le comía el coño con pasión, hacía movimientos con la pelvis para que mi polla se hundiese hasta su garganta y volverla a sacar nuevamente. Notaba sus ahogos y su respiración urgente en los movimientos.

Metí dos dedos en su coño, frotando la parte superior, al tiempo que seguía lamiendo su clítoris. Retiré mi polla de su boca cuando sentí que se corría, por lo que pudo lanzar su grito de placer y disfrutar de su orgasmo.

-AAAAAHHHHHHH. Sigue, sigue. Acaríciame más.

Y seguí con los dedos en su coño, metiendo y sacando con más rapidez. Probé a chupar su clítoris y sus gemidos de placer aumentaron, por lo que seguí con mis acciones hasta que rompió en un nuevo y potente orgasmo que la dejó derrengada.

La dejé que se recuperase y cuando lo hizo, la ayudé a acostarse, dejándola tapada. Cuando me iba a marchar a mi habitación, oí que me decía:

-No te marches, duerme conmigo.

En mi mente calenturienta, me pareció una promesa más que una oferta, por lo que me desnudé completamente y me metí en la cama a su lado. Se puso de espaldas a mí, y yo le hice la cucharita, pegando mi polla a su culo y llevando mi mano a sus tetas. Las acaricié froté sus pezones, acaricié las aréolas junto al pezón y frotaba mi polla, nuevamente dura, por su culo, hasta que ella separó ligeramente sus piernas y permitió que mi polla entrase entre ellas.

Enseguida encontré el camino a su coño y volví a puntearlo como la primera vez, solo que ahora era ella la que lo deseaba y me lo demostraba echando el culo hacia atrás cuando mi polla iba en busca de su clítoris, lo que me obligaba a esquivar la entrada de su coño mientras ella hacía patente su frustración al no conseguir metérsela.

No sé si sus ganas eran mayores que las mías, pero la forcé a ponerse boca abajo y me situé entre sus piernas, levantando su culo para ponerla a cuatro patas. Se le metí de golpe, la agarré por los costados y me puse a follarla violentamente buscando calmar mis ganas de follármela que tenía desde hacía más de un mes. Ella correspondía con gemidos y acompasando sus movimientos con los míos.

No detuve mi marcha ni aun cuando noté sus orgasmos, que fueron varios, hasta que fui yo el que me corrí, llenando su coño de leche. Cuando se la saqué, una mezcla de flujo y semen empezó a escurrir por sus muslos, al tiempo que se dejaba caer sobre la cama al dejar de sujetarla yo.

Al momento, se quedó dormida. Procedí a taparla para que no cogiese frío y me fui a mi cama.

Al día siguiente, la oí levantarse, pero me hice el dormido, quería esperar a la noche para hablar con ella, así que, cuando se fue a trabajar, le dejé una nota como que había quedado a comer con José y que no podría estar con ella a medio día. Después llamé a José, pero no podía comer conmigo. Luego llamé a Teresa, que resultó que podía cogerse el día libre y pudimos quedar a las 10 de la mañana para pasarlo juntos.

Cuando nos juntamos, lo primero que hicimos fue ir a mi piso de soltero para follar. Teresa me dijo que pensaba mucho en mí y en la noche que habíamos pasado. Esta vez fue una relación tranquila pero muy satisfactoria por ambas partes. Ella se corrió varias veces y yo una.

Fuimos juntos a comer y a una sesión temprana de cine. Cuando nos separábamos, me preguntó si repetiríamos otra vez, le deje convencido que sí, sin tener muy claro si se refería a la noche de sexo o al día actual. Cualquiera de ellas me apetecía mucho.

Cuando volví a casa, era la hora aproximada de que llegase ella, sin embargo, ya estaba allí. Se encontraba preparando la cena, esta vez con una camisola playera, a medio muslo, que por su amplitud, no permitía comprobar si llevaba ropa interior, me cambié de ropa y me puse a ayudarla a poner la mesa mientras ella terminaba de hacerla.

Cuando nos sentamos, tras varias tonterías, entró en lo que realmente quería saber.

-¿Has pasado el día con José?

-Pues no. La nota la hice antes de hablar con él y le llamé al salir. Me dijo que no podía y entonces llamé a Teresa que sí que podía. –En ese momento, puso mala cara, como que le había sentado mal.

-¿Has estado con ella?

-Sí. Hemos comido e ido al cine.

-Y… algo más…

-A la salida he venido directamente a casa. ¿Quieres más detalles?

-No, no. Solamente era por hablar de algo.

Hubo un silencio entre nosotros que debió aprovechar para calmarse.

-Anoche disfruté mucho… -Me dijo. Vi la oportunidad de pinchar.

-Me alegro, pero creo que se nos fue de las manos. No pensaba que fuésemos a intimar tanto. No era ese nuestro acuerdo. Creo que me pasé contigo. Debí haberme contenido.

-Pero no pasa nada. Además fui yo la que empezó. El aplicarme la crema me excitó mucho y no me pude contener tampoco.

-Perdona, no te he preguntado. ¿Qué tal estás?

-Mejor pero todavía no estoy del todo bien. Te iba a pedir que me aplicaras la crema una vez más, pasado mañana viene mi novio para estar una semana y me gustaría estar totalmente curada… pero no sé si querrás.

-No tengo inconveniente, pero sin llegar a más. ¿Estás de acuerdo?

-Si, por supuesto.

Cuando terminamos de cenar, recogimos todo entre ambos, y cuando se iba a marchar para lavarse, le dije que esperase. Ya estaba en la puerta y se volvió sorprendida. Se me había ocurrido una idea malvada.

-Quítate la camisola y túmbate en sobre la mesa con los pies apoyados en el borde y las piernas recogidas. Mientras, yo fui a por la crema.

Continuará.

Gracias por leer mis relatos y agraceceré también sus valoraciones y comentarios.