Matrimonio de conveniencia (1 de 3)
Una mujer necesita la nacionalidad y solicita un matrimonio de temporal en una web de contactos. Un amigo me ofrece como candidato si saberlo yo.
-¡Mira Nano, qué tía tan cojonuda está buscando marido!
Me lo decía mi amigo José, mientras me enseñaba una ficha de una aplicación de citas de su teléfono.
Pude leer un texto que decía más o menos lo siguiente:
-“Busco hombre entre 30 y 35 años con fines matrimoniales con el fin de conseguir permiso de residencia. Urge porque es para abrir un negocio ya montado, solamente a falta de licencia. Se exige la convivencia exclusivamente imprescindible y se otorga la máxima libertad, dentro de una absoluta discreción. Separación garantizada transcurrido el tiempo prudencial obligatorio.
Yo, mujer 28 años, me llamo Andrea, descendiente de los niños españoles enviados a Rusia durante la guerra civil, buen poder adquisitivo y con interés en residir en España. Solo personas serias.”
-Y a mí qué coño me importa. Yo no busco pareja para casarme.
-¿Y vas a dejar pasar un pibón como éste? ¿Te imaginas cómo será follártela? Deberías contestar al anuncio.
-Anda, déjame en paz, que siempre estás con lo mismo.
La conversación quedó ahí.
Era viernes noche y estábamos en un bar con ambiente musical y pista de baile. Esa noche seguimos nuestra juerga, como otras muchas noches.
José tenía novia, pero su familia era muy conservadora y la obligaban a estar en casa a las 10 de la noche, lo que nos venía muy bien para luego irnos de marcha juntos.
Nos enrollamos con un par de chicas de muy buen ver y nos fuimos a un hotel cercano, donde tomamos dos habitaciones. No puedo decir que fuese una de mis mejores noches.
La que me tocó a mí, estaba de muy buen ver, delgada, con pechos pequeños y unas buenas curvas. Después de unas cuantas copas y unos bailes bien juntos para que notase mi erección y sentir cómo se clavaba su sujetador en mi pecho, nos fuimos al hotel.
Entramos en la habitación enganchados por un morreo brutal. NI siquiera recuerdo si cerramos la puerta.
Entre beso y beso nos fuimos desnudando hasta llegar a la cama, sobre la que caímos desnudos ya y entrelazados de manos y piernas.
No sé por qué pero, mientras la besaba, vino varias veces a mi mente la imagen de la rusa.
De su boca, pasé a besar su cuello y bajar hasta sus pechos. Entonces me di cuenta de que no eran dos pechos duros y firmes, sino dos huevos fritos aplastados, pero eso no hizo que bajase mi interés, al contario, después de chuparlos y lamerlos, fui yo el que bajó hasta su coño para comérselo hasta conseguir su primer orgasmo.
Al principio no tenía mucha pinta de estar totalmente limpio, pero puestos en materia, no me amilané y me puse a comerlo como si fuese un auténtico manjar.
Recorrí con mi lengua el borde sus labios, desde el monte de venus hasta el ano, lamiendo despacio y sin tocar el clítoris ni meter la lengua, hasta que ella me agarró del pelo y forzó a mi cabeza a que presionase sobre su coño y que la frotación fuese más intensa.
Tuve que hacer un esfuerzo para separarme ligeramente y poder meter una mano para pellizcar su sobresaliente clítoris con fuerza, lo que hizo que me soltase inmediatamente, tras emitir un sordo gemido, aprovechando yo para rodearlo con mis labios y succionarlo entre ellos, al tiempo que lo lamía y metía dos dedos en su coño .
No me dio tiempo a más. Se corrió con un orgasmo intenso llenándome la mano y la boca de sus líquidos.
Estuve besando su coño, por el exterior para no hipersensibilizarlo más, durante unos segundos, en los que empecé a oír unos suaves ronquidos. Por lo visto, el placer y el alcohol habían hecho efecto, dejándola prácticamente inconsciente. Así que procedí a taparla, me vestí, pagué la habitación con derecho a desayuno y me fui a mi piso de soltero.
De nuevo, mientras volvía a mi casa, la imagen de la rusa apareció en mi cerebro. Mis pensamientos fueron derivando a una relación imaginada, donde le hacía el amor en distintas posturas y llenándola de orgasmos. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, borré esos pensamientos de mi mente y seguí mi camino.
Insatisfecho y caliente como estaba, esa noche volví a soñar con ella. Desperté en medio de la noche con una dolorosa erección, que tuve que calmar a mano y que acabó con la copiosa corrida de un orgasmo bestial. Hacía años que no me masturbaba y, desde luego, no recordaba una corrida como esa.
Tengo que decir que me llamo Fernando, Nano para los amigos, que viene de mi niñez, cuando empezaba a hablar y me preguntaban mi nombre. Yo respondía Fffnano. Tanto Fffnano y Fffnano, al final, mi familia me llamaba Nano, luego se enteraron mis amigos y lo aplicaron también y así se me ha quedado.
Tengo 32 años, soltero y bien parecido a tenor de lo que dicen las mujeres con las que me relaciono. Mis padres fallecieron en un accidente hace cuatro años, dejándome una situación desahogada, con varias viviendas alquiladas por el centro de la ciudad, bastante dinero, que se incrementó con la indemnización por el accidente y el seguro de vida, y varios locales de bares y tiendas que también me proporcionan una buena renta mensual, como para permitirme no trabajar y vivir muy bien.
Mis aficiones son: por la mañana, el gimnasio y karate,, a medio día: aperitivo y comida, tarde: control de negocios y noche: baile y diversión, a ser posible, con sexo incluido, que suele ser casi siempre, pues tengo fama de follar bien, con buen instrumento (18 cm) de un grosor normal y con mucho aguante, gracias a la experiencia.
Al día siguiente, sábado, José y yo estuvimos tomando el aperitivo juntos mientras comentábamos la noche tan desastrosa que habíamos pasado (a mi amigo se le durmió con la polla en la boca), cuando volvió al tema de repente.
-En serio Nano, deberías contestar al anuncio. Si sale bien, estarás casado con una tía cojonuda y que no será tan putón como las que nos relacionamos y si sale mal, te la habrás follado no sé cuántas veces. En cualquier caso, podrás presumir de llevar a tu lado a un bellezón.
Tras dos horas de insistencia y una comida amargada por ello, no me quedó más remedio que decirle que me lo pensaría, porque no quería dar mis datos reales, no fuera a ser una buscona.
Después de comer, fuimos a mi casa a tomar unas copas mientras veíamos un partido de fútbol, que a mí no me gusta pero a él sí, y entre copa y copa, me quedé dormido un momento, hasta que me despertó para decirme que se iba con su novia y que quedábamos donde siempre, a las 10:30 para seguir la juerga.
El miércoles, estaba en el gym, corriendo en la cinta, con los auriculares puestos y escuchando música de mi teléfono, cuando el sonido de un mensaje me avisó de que alguien me decía algo. Paré, consulté el teléfono y vi que era un correo con una dirección extraña.
Lo iba a borrar, pero vi que el remitente era andrea@... con un dominio extraño. Decidí cambiar de opinión y abrirlo a ver qué era lo que decía.
Me llevé una sorpresa al abrirlo y ver que contestaba a un mensaje mío que yo no recordaba haber escrito:
“Hola Fernando o Nano como dices en tu correo que te llaman (permíteme la licencia). Tu “currículum” me ha gustado. No pasa nada porque seas hombre de pocos recursos y que ahora estés en el paro.
Precisamente esta es una de las razones que me deciden a escribirte y aceptar tu candidatura. Así, de esta forma, tú me ayudas a mí y, en justa correspondencia, yo te ayudo a ti.
Además, tenemos la suerte de que mi negocio está montado en tu propia ciudad, con lo cual no tendrás que salir de ella, ni de tu círculo de amigos.
Por desgracia, no tengo mucho tiempo para fomentar una relación de mutuo conocimiento antes de la boda, que deberá ser a la mayor brevedad.
Las condiciones de nuestro matrimonio serán las siguientes:
-Tras la boda te pasaré una asignación mensual de 200 euros para tus gastos, además de casa, comida y ropa, que irán a mi cargo.
-Como dice el anuncio, tendremos que convivir un tiempo, pudiendo separarnos después. (Un año mínimo es el plazo legal para casados y será obligatorio, pero lo prolongaremos a 18 meses o más, si no hay problemas entre nosotros)
-Durante ese tiempo, ambos podremos llevar nuestra vida aparte, pero siempre con discreción.
-En el momento en que el divorcio sea firme, recibirás mil euros y no volveremos a vernos más.”
Seguían algunas instrucciones y comentarios más, que no voy a detallar por ser poco importantes.
Lo primero que vino a mi mente y que me hizo sonreír, fue que 200 euros era lo que gastaba en un fin de semana flojo y más de los mil euros en la semana entera.
Lo segundo fue el preguntarme, cuándo le había enviado yo un correo, puesto que no había pensado en ella desde la noche de la fabulosa paja.
Pensando y dándole vueltas, caí en la cuenta de que el sábado cuando me quedé dormido, pudo enviarlo mi amigo, puesto que tenemos la costumbre de dejar los teléfonos sobre la mesa para estar al tanto por si suenan.
Fui al correo y, efectivamente, se había enviado un mensaje a la muchacha, incluyendo una foto mía, debidamente recortada de una que nos hicimos pescando, donde aparecía de medio cuerpo, con una camisa corriente, que acentuaba mi “falta de recursos” y un texto donde explicaba que llevaba varios años en paro y que sobrevivía gracias a pequeños trabajos y a que un amigo me dejaba vivir en su casa.
Seguía información de peso, altura, color de ojos, etc. Bastante aproximados a la realidad.
Tras la correspondiente discusión con mi amigo, que fue de las que hacen historia, terminé claudicando, pero le hice acogerme en su piso de soltero. Para cubrir las apariencias, donde adaptamos una habitación llena de trastos como dormitorio mío, compré varias prendas de ropa usada para tener repuesto y diverso material de higiene de lo más barato, procediendo a dejarlo como si estuviese de medio uso.
La misma mujer que adecentaba mi piso, adecentó mi habitación, mientras yo compraba armario para la ropa y una estantería para poner algún libro, además de varios de estos usados. Tras echar un vistazo a todo, me pareció que quedaba bien, dando imagen de hombre ordenado pero con pocos recursos.
El mensaje de ella también me informaba de que llegaría en avión a la ciudad el siguiente domingo, a las 10 de la mañana, así que hice que mi amigo me llevase al aeropuerto en su coche, un cinco puertas corriente, y unos minutos antes de la hora estaba delante de la puerta de llegadas con el correspondiente ramo de flores.
Quince minutos después de la hora prevista, apareció por la puerta arrastrando su maleta. Estaba impresionante, hasta el punto de que muchas caras de hombre y algunas de mujer, fijaron su mirada en ella. No pude evitar escuchar el murmullo de mi amigo:
-¡Joder, qué buena está!
Y pensar que estaba totalmente de acuerdo.
Enseguida me reconoció y vino hacia mí. Llevaba poco equipaje. Solamente una gran maleta. El resto, según dijo, venía por transporte.
Yo alargué mi mano para entregarle las flores y saludarla, pero ella dejó la maleta, me abrazó y me dio un par de besos. No fue una cosa consciente, pero al sentir su cuerpo pegado al mío y el maravilloso olor que desprendía, se me puso la polla de golpe como una piedra. Ella lo tuvo que notar porque, cuando se separó de mí, una enorme sonrisa iluminaba su cara.
Yo le presenté a José, como el amigo que me dejaba vivir en su piso hasta que pasase la mala racha. También le dio un par de besos, pero sin abrazo.
Mientras íbamos a por el coche, esperando distraerme para que mi polla se calmase, le pregunté
-¿Qué planes tienes? ¿Tienes pensado donde alojarte?
-Si, en la que será nuestra casa. Los muebles y casi el resto de cosas ya están allí. En la maleta solamente traigo las últimas cosas personales que necesitaba hasta mi venida y algunas más que vienen por transporte. Llevo hechos ya varios viajes para tenerlo todo listo. Ahora solamente me faltas tú y nuestra boda.
-Para cuando la tienes prevista –Le pregunté, dando por hecho que yo no opinaba y que ella lo tenía todo preparado.
-Cuanto antes mejor. Aquí es costumbre invitar a la familia y amigos, así que depende de lo que tardes en invitarlos. Yo no tengo familia aquí.
-Podemos celebrar la boda el próximo sábado. Yo tampoco tengo familia y mis amigos son muy pocos.
Así lo acordamos. Ella elegiría el juzgado y concertaría la cita, luego me lo diría y nos reuniríamos allí el sábado.
Me dijo que cuando quisiera podría llevar mis cosas a su casa, le dije que tenía pocas y que si quería, podíamos recogerlas ya. Estuvo de acuerdo, por lo que fuimos a casa de José, entró en mi habitación y vi que la recorrió toda con la vista, mientras yo empaquetaba las pocas prendas que había comprado y volvimos a salir, dejando libros y algún adorno que había comprado.
La llevamos hasta su casa, un piso relativamente céntrico, cuatro habitaciones, cocina, dos baños: uno pequeño y otro un poco más grande, además de una terracita pequeña. Le calculé unos 60/70 metros, más o menos la mitad de mi piso de soltero. Me enseñó la vivienda y la que iba a ser mi habitación, dándome permiso para que fuese instalando mis pertenencias, mientras ella iba a ponerse cómoda.
Mi habitación era pequeña, como correspondía a la vivienda. Una cama de 105, un armario adaptado al espacio que había, que deduje comprado en la tienda de una marca sueca, una mesita escritorio con una televisión pequeña y un ventanal que daba a la terraza, con puerta de cristal corredera de salida.
No tardé mucho revisar la habitación y organizar y colocar mis cosas, ayudado por José.
De repente, entró ella, dejándonos mudos de la impresión. Vista de abajo arriba, unas zapatillas con algo de tacón, unas larguísimas piernas, cuyo final se perdía en unos pantaloncitos mínimos, sobre los que se veía un ombligo de escasa profundidad bajo un top que ocultaba un par de tetas redondas y tiesas, de tamaño justo, que se mantenían firmes a pesar de ir sin sujetador y con un par de pezones empujando la tela.
Nuevamente mi polla reaccionó, obligándome a sentarme en la cama para disimular la erección. Si se dio cuenta, no se le notó nada.
Nos invitó a ver la casa, aceptando por mi parte para ir tras ella y esperar que se me bajase de nuevo. La casa constaba de un pequeño recibidor que enlazaba con un pequeño pasillo, que dejaba a la izquierda un amplio salón y giraba a la derecha, donde había cuatro puertas a la derecha, el baño, la cocina, dos habitaciones iguales, una de ellas la mía, contigua al dormitorio principal, con otro baño entre ellas, y por último, el dormitorio principal, también bastante amplio.
Al fin nos despedimos y nos fuimos. José me dejó en mi casa y, tras quedar por la noche para salir a tomar algo, subí a darme una buena ducha, cambiarme y marchar a comer.
Por la noche, nos juntamos para cenar y luego ir a un bar que era muy habitual para nosotros y donde iban la mayoría de nuestros amigos. Como siempre, José se fue de la lengua y contó lo de la boda. Aproveché para invitarlos y me tocó pagar varias rondas entre risas, comentarios jocosos y tomaduras de pelo. Recuerdo que pensé: “Todavía no me he casado y ya me he gastado la asignación de tres meses”.
Por su parte, las mujeres se empeñaron y compitieron en llevarme a su terreno para hacerme echar el último polvo de soltero. Al final, ganaron dos de ellas, Marta y Eva, ambas, mujeres despampanantes y que sabía que eran unas fieras en la cama, pues éramos un trío bastante habitual y, a veces, incluyendo a mi amigo José.
No fue una noche agotadora, porque ellas trabajaban al día siguiente y tenían que madrugar, pero sí que fue una buena noche.
Como conocían el camino, las envié a la habitación para que se fueran desnudando, mientras yo preparaba unos Gin-Tonics. Cuando entré con ellos en la habitación, vi que ambas no sólo se habían desnudado, sino que ya habían empezado sin mí.
Me quedé mirando un momento. Marta, acostada boca arriba en la cama, se besaba con Eva, a cuatro patas a su lado, mientras la mano de esta recorría su cuerpo, de los pechos al perineo en una suave y erótica caricia.
Dejé las copas en la mesita de noche, me desnudé y metí mi cabeza entre las piernas de Eva, arrastrándome boca arriba. Cuando ella sintió que la punta de mi lengua recorría su coño, separó más sus piernas para que su pelvis bajase y así aumentar y sentir el roce más fuerte.
Eva movía su pelvis para que mi lengua la recorriese entera, mientras yo hacía pequeños movimientos arriba y abajo para alcanzar más recorrido con ello conseguía llegar desde su clítoris a su ano.
Como pude, metí mis brazos entre sus muslos y mi cabeza para alcanzar sus tetas, así pude acariciarlas, amasarlas, frotar y estirar sus pezones erectos y jugar con ellas, sin dejar de comerle el coño.
Ellas se movieron en posturas inverosímiles para que Eva pudiese comerle el coño a Marta y que yo siguiese con lo mío. De repente, no sé cómo se pusieron de acuerdo, se separaron dejándome en el centro de la cama, Marta se puso a caballo sobre mi cara, con el coño en mi boca, mientras Eva se apoderaba de mi polla, ya erecta, con su boca en una mamada profunda.
No veía lo que hacía pero tan pronto sentía como su lengua recorría mi pene desde la base a la punta, rodeando el borde del glande y sentía también cuando la metía en su boca, profundizando en varios intentos hasta metérsela hasta la garganta.
Yo, mientras tanto metía mi lengua por todas las partes que podía, llegando a mamar su clítoris de vez en cuando y haciendo gemir a Marta, cuya voz se unía a la mía, apagada por su coño.
-Mmmmmmm. Siiii. Sigueee. Cómemelo máaaassssssssss.
Eva se subió sobre mí y se sentó sobre mi polla, que quedó encajada entre los labios del coño. Yo notaba cómo se movía, desplazándose desde el principio hasta el glande, frotando su clítoris a lo largo de mi polla y volviendo a retroceder.
Marta, al borde del orgasmo, seguía pidiendo más.
-Sigue, cabrón, que me tienes a punto. Siiii, mássss.
Yo ya no sabía qué hacer, si dejarme llevar por las sensaciones que llegaban a mi cerebro desde la polla, causadas por Eva, o el placer de comerle el clítoris y hacerla disfrutar con mi boca a Marta.
Pronto se dilucidó el dilema. Sentí como cambiaban las sensaciones, al sentir que mi polla entraba en una estrecha zona, muy húmeda, que la aprisionaba con suavidad, seguida de un frotamiento a gran velocidad. Empecé a sentir que me corría, sin poder avisar. Al mismo tiempo, Marta empezó a gemir.
-Sigue, sigueee. No pares ahora. ¡¡¡Me corroooooo!!! Siii. ¡Me corroooooo! ¡Me corroooooo! Aaaaaaaaaaaaaaahhhhh.
Sentí que derramaba una gran cantidad de flujo en mi boca y, sin poder aguantar más, me corrí en el coño de Marta, la cual, al sentir mi corrida y oír a su compañera, también estalló en un fuerte orgasmo.
Ambas se dejaron caer una a cada lado mío y los tres nos quedamos un momento relajados y casi dormidos. Poco después; Marta se sentó y dijo:
-Eva, es tarde, debemos irnos. –Y dirigiéndose a mí: - Contigo no hemos terminado. Volveremos a vernos.
E, inclinándose sobre mi flácida polla, inició una nueva mamada hasta que consiguió ponérmela en forma de nuevo. Entonces de unió Eva y continuaron con la felación a dos bocas. Así, mientras una me la chupaba, la otra me comía las bolas y se intercambiaban.
Yo acariciaba sus cabezas y ejercía presión sobre una u otra, según quién me daba más placer, mientras se escapaban gemidos de mi boca.
No tardé mucho en estar a punto, y les avisé:
-Me voy a correr. Siiii. Me voy a correr. ¡Me corrooooo….!
Eva, que era la que la tenía en la boca, se le metió hasta dentro y empezó a recibir mi corrida. Cuando terminé, se levantó y se dio un morboso beso con Marta, compartiendo con ella la parte de mi corrida que no había tragado.
Yo quedé exhausto y relajado, hasta el punto de que no me di cuenta de que ambas se habían vestido y marchado.
Los días pasaron. Fui organizando mis cosas y preparando todo. Llamé a mi restaurante favorito y concerté una cena para nosotros (el matrimonio) y mis amigos, ya que ella me había dicho que no tenía familia aquí.
El jueves me llamó para indicarme la hora y el juzgado. Yo le comenté lo de la cena. Ella me comentó que la pagaría, pero le dije que era un regalo de mis amigos. Me preguntó si podría ir su novio, que vendría para la boda y sería su testigo.
De momento, me quedé algo perplejo, pues era algo que no esperaba, pero enseguida me repuse y le dije que sí. Al fin y al cabo, no importaba uno más o menos.
El sábado coincidimos ante la puerta del juzgado, cinco minutos antes de la hora, ella, su novio, mi amigo José, que sería mi testigo, y yo. Andrea aprovechó para presentarme a su novio: Dimitri, que no hablaba nada de español. Nos estrechamos las manos y esa fue toda la relación que mantuvimos hasta pasar ante el juez.
El acto fue soso, el juez se limitó a leernos los artículos de la ley relativos al matrimonio, nos presentó los papeles para que firmásemos, primero nosotros y luego los testigos, terminando con la frase:
-Ya son ustedes marido y mujer.
Seguidamente, ante la mirada pasmada del juez, Andrea y Dimitri se fundieron en un morboso beso, mientras José me daba la enhorabuena estrechándonos las manos. Tras esto, me fui en dirección a la salida, seguido de José y cabreado por el espectáculo que la ya mi esposa y su novio estaban dando.
Fuera, fue José el que me recordó que el matrimonio era una farsa y que no debía ponerme celoso por lo que estaban haciendo. Yo se lo acepté, pero le recordé que se suponía que había aceptado para follármela, pero si tenía novio… ¿Cómo iba a hacerlo?
Cuando salieron, abrazados y con sonrisa cómplice, puse mi mejor cara y nos fuimos a comer. La comida resultó extraña. Las conversaciones se mantenían entre Andrea y Dimitri y entre Andrea y nosotros. Las pocas veces que José intentó decir algo, recibió una patada en la espinilla de mi parte. No me interesaba que se le pudiese escapar algo de mi vida y situación.
Tras comer, José nos llevó a casa y él marchó a la suya. Ya en nuestro “nido de amor”, la pareja se metió en el dormitorio principal y yo, que no sabía qué hacer, en el mío.
Mientras hacía tiempo para ir a la cena, escuché los murmullos en la habitación contigua, luego unos ruidos de cama y unas palabras en ruso intercaladas entre varios ¡Aaaaahhhh!
No había cerrado totalmente la puerta, por lo que enseguida vi pasar a Andrea, envuelta en una bata, hasta el baño y poco después, sonaba el ruido de la ducha.
No hay que ser muy listo para saber lo que había pasado. Debían tener muchas ganas, por lo poco que habían durado. Y pensando en esto me quedé dormido, José y yo habíamos pasado una “mala” noche con la excusa de la despedida de soltero.
Me despertó Andrea llamándome desde la puerta y avisándome de que teníamos que ir a cenar. Me di una ducha rápida, y con la misma ropa de la boda, nos fuimos al restaurante, en un taxi, por supuesto.
José había ido antes y aleccionado a todos para que ninguno se fuese de la lengua. Todos sabían ya el motivo del matrimonio y conocían sus términos. En la mesa rectangular, éramos 20. Andrea sentada en un extremo, con Dimitri a su derecha y rodeada por mis amigos, en el otro extremo, me senté yo, a mi derecha José, a mi izquierda Marta y Ana y alrededor, el resto de mujeres.
Empezamos la cena con alegría por parte de mis amigos y la seriedad de Dimitri que no se enteraba de nada, solamente lo que le traducía Andrea. Pronto, Ana, que estaba más alejada de mi lado, pidió cambiar su sitio con José y ahí empezó mi calvario.
Mientras los demás estaban con chistes, comentarios jocosos y risas, una mano por la derecha y otra por la izquierda, se posicionaron sobre mi polla y mientras una soltaba mi cinturón, la otra bajaba la bragueta y sacaba mi polla, empezando una suave paja, a la que se unió enseguida la otra mano para acompañarla en sus movimientos.
Las muy cabronas me llevaban al borde del orgasmo y paraban, comían algo y volvían a meter la mano para seguir con la paja. Su conversación era normal, tanto entre ellas como con los demás, nadie se daba cuenta de que tenían una mano ocupada cada una.
Estuvieron toda la cena calentándome. Al terminar, me dejaron sin acabar, con un calentón increíble y teniendo que recomponer mi ropa antes de levantarme.
Andrea me miraba con cara extraña, por lo que pensé que se había dado cuenta de algo o lo imaginaba.
De la cena, nos fuimos a un bar musical cercano, no habitual entre los amigos, donde estuve bailando con todas las chicas, que no me dejaban ni un momento, y sobre todo, con Eva y Marta, que, como las demás, no apartaban sus culos de mi polla en un frotamiento continuo. Encima, llevaban unos vestidos livianos, que entallaban sus culos y me hacían sentir cada detalle de su piel.
Cuando ya estaba agotado de bailar con unas y con otras, fui a sentarme. Todavía no había puesto el culo en el asiento, cuando Eva me pidió que fuese a la barra y trajese unos combinados, Marta decidió acompañarme para ayudarme a llevarlas, pero lo que hizo fue agarrarme del brazo y salir por una puerta que llevaba al hotel adjunto y de allí, a los ascensores. Estaba claro que no solo conocía muy bien el lugar, sino que ya estaba todo preparado, pues ni siquiera pasamos por la recepción.
En el ascensor, empezó a morrearme y frotarme la polla sobre el pantalón. No sé la planta ni me fijé en la habitación donde me metió.
Cerró la puerta, y con excitación, camino de la cercana cama, fue quitándose el vestido mientras nos besábamos. Ya junto a la cama, desabrochó el cinturón y me bajó pantalones y calzoncillos. Me obligó a sentarme en el borde, se arrodilló entre mis piernas y con un par de lamidas y una chupada volvió a poner mi polla en forma.
Sin perder el tiempo, se puso de pie, empujó de mis hombros para hacerme caer boca arriba sobre la cama, dándome el tiempo justo para girarme y subir los pies, se subió sobre mí, apartó el tanga a un lado y se la metió de golpe. Empezó un mete saca a toda velocidad, botando sobre mis muslos, al tiempo que acallaba nuestros gemidos metiéndome la lengua hasta la garganta.
Hice algún intento de ponerme yo arriba, pero ella no me lo permitió. Cuando se incorporó ligeramente, aproveché para meter mis manos entre ambos, dirigiendo una a los pechos y la otra a su clítoris frotando ambos con suavidad.
-¡No pares! por favor, por favor – Gemía con pequeños gritos, mientras se movía metiendo y sacando mi polla en el coño todo lo rápido que podía.
-¡Siiii! ¡No pareeeess! ¡Me corroooo! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!
Tras su orgasmo, que debió de ser intenso, esperaba seguir en cuanto se recuperase, pero se limitó a descabalgarme, coger su vestido del suelo e ir a abrir la puerta, dando paso a Eva, que ni se quitó el vestido. Saltó directamente a la cama y me cabalgó, subiendo la falda, apartando su tanga y, aprovechando que todavía la tenía dura, clavársela en el coño.
Este fue una follada para quitarse la calentura ella. Por mi parte, solamente pude acariciar su clítoris al compás de sus movimientos. Si me notaba excitado, se detenía, para reanudar el movimiento poco después. Cuando se corrió, se levantó, se fue hasta la puerta y dio paso a otra. Así hasta cinco.
Todas ellas evitaron que llegase a correrme. Las insulté, les dije de todo, pero ellas, riéndose me daban o lanzaban un beso y se marchaban.
La última fue Teresa, que me extrañó porque siempre la había considerado como inalcanzable. Nunca se iba con ninguno de los amigos, ni conocíamos a alguien que se hubiese acostado con ella. Y me dejó de piedra cuando, ya montada sobre mí, me dijo:
-Nano, ¿Te importa que me la meta por el culo? Soy virgen y me gustaría seguir siéndolo.
A mí me daba igual donde meterla, lo que me importaba era correrme de una puta vez.
Había entrado desnudándose, quitándose incluso la ropa interior. Y al subirse, había dejado su bolso sobre la cama. Lo abrió, sacó un tubo de gel, y empezó a lubricarse el ano, al tiempo que movía su coño sobre mi polla, haciéndola resbalar por el interior de su raja, que estaba muy mojada.
Cuando debió de considerar que lo tenía bien lubricado, incorporó ligeramente su cuerpo y tomando mi polla, la dirigió a su ano, introduciéndosela poco a poco.
Ante su estrechez y con la calentura que llevaba, me hubiese corrido al momento, pero ella iba parando para acostumbrarse, hasta que la tuvo dentro completa.
-¡Ufff! –Exclamó- Ya pensaba que no tenía final.
Cuando se acostumbró, comenzó a moverse despacio. Yo sentía mi polla aprisionada por su estrechez, dándome una sensación placentera en toda mi extensión.
-MMMMMM. Teresa, ¡qué culo más rico tienes! Sigue moviéndote, sigue.
Como a las demás, acariciaba su clítoris con mis dedos, pero esta vez, fui más espabilado. Si ella se detenía, yo hacía lo mismo. Al principio, no le importaba, pero poco a poco deseaba que continuase pero no lo hacía hasta que ella comenzaba a moverse de nuevo.
Intenté aguantar para que ella se corriese, pero era demasiada excitación y se me hacía imposible soportar la espera. Cuando ya no pude más me dejé llevar, acelerando mi mano sobre su clítoris, consiguiendo que, mientras llenaba su culo de leche, ella alcanzase su orgasmo, ayudando al mío con las contracciones de su ano.
Ya relajados ambos, nos fuimos a la ducha, donde intenté follarla otra vez pero por delante se negó y por detrás estaba dolorida, además de que se hacía tarde, con lo que, una vez limpios, nos vestimos y volvimos a la fiesta. Teresa se fue con las mujeres, que estaban bailando y yo me fui a la barra a tomar un gin-tonic, mientras las veía hablarse entre ellas al oído, para compensar la música.
Teresa lucía una amplia sonrisa y todas le daban besos y hacían caricias, lo que me hizo pensar que igual era virgen de los dos agujeros y yo había estrenado uno.
Con el gin-tonic algo menos de medio, se acercó Andrea de la mano con Dimitri, para decirme si quería irme con ellos a casa, ya que ellos se iban porque Dimitri volvía a su país temprano por la mañana. Como no llevaba idea de irme a la cama con ninguna más, accedí y tras despedirme de cuantos amigos encontré, nos fuimos en taxi a casa.
Ellos fueron al dormitorio principal y yo al mío. Mientras me desnudaba, los oía hablar en ruso, dando la impresión de que lo hacían en plan cariñoso.
Sin hacer mucho caso, solamente el que obligaban las circunstancias sin taparme los oídos, decidí darme una nueva ducha porque, entre los últimos momentos con Teresa y lo que imaginaba de la conversación, me estaba entrando algo de calentura.
Con la toalla y las zapatillas, me fui a la ducha, donde estuve disfrutando unos momentos de relax bajo el chorro de agua. Luego, salí del plato, sequé mi cuerpo y seguí secándome la cabeza y el pelo. En esas condiciones, con la toalla por la cabeza, no pude ver cómo se abría la puerta y entraba Andrea.
El ligero cambio de temperatura y el ligerísimo ruido, me hizo sacar la cabeza y ver a Andrea con la puerta abierta, mirando mi polla, que seguía morcillona. Le dije, mientras bajaba la toalla para cubrirme:
-¡Oh!, perdona no me he acordado de echar el pestillo, como con José no era necesario… -Fue lo primero que se me ocurrió.
Andrea: -No, perdona tú. Tenía que haberme dado cuenta de que estaba ocupado. Ya espero a que termines.
Todo esto lo dijo sin apartar la vista de mi polla, que ante la situación, estaba creciendo.
Cuando salí, toalla a la cintura, me la encontré esperando en la puerta. Le di las buenas noches y me fui a la cama. Todavía recuerdo el morbo que me dio hasta que me dormí.
El domingo empezó temprano. Me despertaron los ruidos y conversaciones entre Andrea y Dimitri y ruido de maletas. Andrea llamó a mi puerta para decirme que acompañaba a Dimitri al aeropuerto y que volvería más tarde. Me levanté justo para despedirme de él y volví a la cama, quedándome dormido de nuevo.
Me levanté tarde, desayuné después de una ducha rápida y, viendo la hora, me puse a preparar algo para comer. La nevera vacía me lo impidió, así que decidí esperar a Andrea para comer fuera.
Cuando vino, tenía que ir a la tienda para ultimar preparativos para la inauguración yo decidí acompañarla y echar una mano en lo que se pudiese. Comimos y cenamos en un bar cercano y al llegar a casa, cada uno a su habitación después de una despedida cortés y un gracias por la ayuda.
El lunes y martes fue más de lo mismo: lleva esto allí, trae aquello, abre esas cajas y coloca el contenido allí… Y entre medias, llamada a José para que invitase a todos nuestros conocidos a la inauguración, que sería el miércoles, último día de mes.
Fue un éxito de gente. No pensaba yo que conocíamos a tantas personas. Fue llamar a unos pocos para que la voz se corriera y la tienda estuviese llena de gente en constante entrar y salir desde las 8 de la tarde que se abrió hasta cerca de las dos de la madrugada que pudimos cerrar.
Los que quedaron a última hora, fueron el grupo de juergas habituales que, al cerrar, propusieron ir a tomar algunas copas. Aunque tanto Andrea como yo estábamos cansados, no pudimos negarnos a tomar una copa, que se convirtieron en varias.
Mis amigas bailaban conmigo intentando calentarme, mientras mis amigos bailaban o bebían con Andrea para entretenerla y despistarla.
Cerca de las cuatro de la madrugada, yo ya estaba lo bastante caliente y decidí irme a casa. Cuando fui a decírselo a Andrea, vi que se había pasado mucho con la bebida, por lo que decidí llevármela conmigo, aunque no quería porque se lo estaba pasando muy bien. Hubo que decirle que cerraban el bar ya.
A pesar de estar cerca de casa, llamé a un taxi porque no se tenía de pie. Durante el viaje, estuvo dándome besos en la cara, cuello y, si me descuidaba, en los labios, mientras decía palabras en ruso que, por supuesto, no entendía.
Conseguí llevarla del taxi a casa, más o menos bien, pero ya en ella, tuve que llevarla en brazos a la habitación y depositarla sobre la cama, totalmente inconsciente.
La dejé acostada vestida, cubierta por una sábana y me fui a dormir. Nada más meterme en la cama, pensé que podría vomitar y ahogarse, o pasarle cualquier cosa, por lo que volví a su habitación tal y como estaba (yo duermo desnudo)
Murmuraba palabras ininteligibles y se tocaba la ropa, por lo que pensé que le molestaba y procedí a desnudarla hasta dejarla en tanga y sujetador transparentes. Se podía observar que no iba depilada, aunque si lo llevaba bien recortado.
Viéndola así, inconsciente, con esas hermosas tetas, tamaño justo y con la calentura con la que me habían dejado mis amigas, no puede evitarlo y le quité sujetador y tanga sin que ella hiciese el menor signo de enterarse, luego separé sus piernas, me subí arrodillado entre ellas y estuve unos segundos admirando sus tiesos pechos y su raja depilada, con una mata de pelo recortado sobre el pubis.
Mi polla estaba a reventar. Levanté sus piernas hasta colocarlas en mis hombros, metí una almohada bajo sus riñones, paseé mis dedos ensalivados por su raja para humedecerla y me puse a recorrerla con la polla toda a lo largo, desde el ano hasta el clítoris y viceversa.
Tuve que volverla a humedecer poco después, pero pronto noté que ya no hacía falta. Ella misma estaba lubricando naturalmente.
Yo me movía despacio. Bajaba mi polla hasta el final de su raja y la subía despacio, dejando que los labios del coño la abrazasen y rozasen el glande, hasta chocar con su clítoris, luego hacía el recorrido contrario para volver a empezar.
Cuando pasaba por la zona de entrada de su vagina, sus labios se abrían y mi polla quedaba más cubierta, por lo que empecé a detenerme un par de movimientos arriba y abajo en esa zona, notando además cómo la punta chocaba con su clítoris e incluso alguna vez, se introducía levemente en su vagina.
De repente empezó a acelerar su respiración y percibí lo que me pareció un orgasmo, pero eso no detuvo mis acciones. Estaba cerca del mío y no quería parar.
Poco después de continuar con la frotación, me sentí a punto, por lo que tomé mi polla con la mano y me hice una paja dejando que el glande golpease su clítoris. Volví a sentir un nuevo orgasmo de ella y me vino justo para levantar la polla u lanzar un goterón de leche sobre sus tetas y cuello y varios más que cayeron entre sus tetas y pubis.
Me pareció que ella abría los ojos y posaba una mirada vidriosa sobre mí. Salí de entre sus piernas y la dejé que volviese a su inconsciencia, luego mojé una toalla y limpie su cuerpo y la tapé con la ropa de cama. Volví a mi habitación, me puse un calzoncillo, tomé una manta, recogí un cubo de la cocina y volví a la habitación, con la intención pasar la noche en el silloncito que había, que por cierto, era de lo más incómodo.
Ya amanecía cuando empezó a hacer ruidos extraños que me despertaron de mi duermevela. Me vino justo para arrastrarla al borde de la cama y poner su cabeza sobre el cubo, aunque no pude evitar que parte de una bocanada cayese sobre su cuerpo.
Cuando creí que ya había echado hasta la primera papilla, la hice levantarse y acompañé a la ducha y como parecía que se tenía en pie, la dejé bajo el agua mientras yo iba a cambiar la cama. Cuando volví, estaba sentada en el suelo de la ducha, cayéndole el agua por el cuerpo.
La hice ponerse en pie, disfruté dándole jabón en sus tetas, cuerpo y coño, aclaré el jabón y le puse una bata de baño para secarla, ayudado por una toalla. La volví a llevar a la cama donde quedó más tranquila, descansando. Yo me fui a mi habitación, me desnudé, fui a lavarme la polla y me acosté a dormir.
Acostumbrado a acostarme tarde y levantarme relativamente pronto, a medio día estaba despierto. Me duché, vestí y pronto el aroma del café recién hecho se extendió por la casa. Andrea todavía tardó una hora en levantarse. Vino desnuda, como si fuera un zombi, a la cocina, donde yo, a falta de otra cosa, me tomaba el segundo café.
Fue directamente a la cafetera, se sirvió un café, se lo tomó despacio, soplando para bajar la temperatura. Cuando terminó, dio media vuelta y, sin decir nada, se marchó de nuevo a la cama. Mientras, yo me fui al cercano supermercado para realizar compras necesarias para rellenar la nevera.
A la vuelta, todavía no se había levantado. Lo hizo una vez que tenía todo colocado ya en los armarios y nevera y estaba terminando de preparar un caldo y algo de pasta.
-Buenos días, dormilona.
-mmggrrrr
-Siéntate un momento y come algo.
Con cara de zombi, probó un poco de caldo y otro poco de pasta. Se fue de nuevo a su habitación, tardó un rato a salir, luego fue al baño saliendo después ya arreglada para ir a la tienda. Se había saltado la mañana.
Le pregunté si la acompañaba, pero negó con la cabeza y se fue.
Yo, a media tarde, llamé a José y quedamos para cenar e ir a tomar unas copas. Seguidamente llamé a Andrea para saber cómo se encontraba y casi no me prestó atención. Al parecer muchos de los amigos invitados a la inauguración estaban pasando a comprar. Le dije que cenaría con José y luego iríamos a dar una vuelta, que volvería tarde y que si necesitaba algo, me llamase.
Cenamos tranquilos, en buena conversación, aunque tuve que aguantar algunas pullas por parte de José. Luego fuimos a hacer la ronda por los sitios habituales. En uno de ellos, José se enrolló con una conocida, (follamiga mas bien), y nos separamos.
Yo me quedé en la barra terminando un gin-tonic para irme a casa inmediatamente, pues mi intención era estar en ella como muy tarde, a las 11 de la noche, cuando una mano tocó mi hombro y una voz llamó mi atención:
-Hombre, el recién casado. ¿Ya te ha echado de casa tu mujer? ¿No has sabido satisfacerla?
-¡Teresa, qué sorpresa! ¿Qué haces aquí? –Le dije.
-Buscar a algún casado que quiera ponerle los cuernos a su mujer. Y sobre todo, si tenemos alguna cosa pendiente, como contigo. –Me dijo
-Yo siempre pago las mías. ¿Qué quieres tomar?
Seguimos tomando un par de copas más, mientras teníamos una conversación, unas veces distendida y otras bastante salida de tono. Poco a poco, las palabras fueron pronunciándose más cerca, hasta terminar en besos con lengua hasta la garganta.
En un momento en el que nos separamos e iba a pedir la tercera ronda, la miré y le dije:
-La tomamos aquí o en casa.
-¿Tu mujercita aceptará que hagamos un trío?
-Iremos a mi piso de soltero.
Pagué, salimos a toda marcha y nos fuimos en taxi a mi piso. Empezamos a desnudarnos en el ascensor. Al llegar a mi planta ya llevábamos el torso desnudo. No había problema de que nos viesen los vecinos, porque toda la planta era mía.
De la puerta a la cama fuimos en un visto y no visto. Las ropas de ambos ya estaban en el suelo. La ayudé a quitarse el tanga, mientras ella se quitaba el sujetador y la volví a ayudar para que quedase acostada como yo quería. Me arrodille e introduje entre sus piernas. Un conocido aroma a hembra caliente llegó a mi nariz.
Empecé besando y acariciando sus muslos, desde la rodilla hasta la ingle, subiendo por una pierna y bajando por la otra.
-Mmmmm. –Gemía
Pronto llevó sus manos a mi cabeza, con la intención de dirigirla a donde ella quería, que no era ni más ni menos que su centro, cosa que estuve evitando un buen rato, justo hasta que empezó a darme puñetazos en la cabeza, al tiempo que me dedicaba las frases más cariñosas:
-¡Cabrón, cómeme el coño de una puta vez!
-¡Hijoputa. Cómemelo ya!
Le hice caso y recorrí varias veces su raja, deteniéndome en su clítoris para sacudirlo con la punta de la lengua. Casi de inmediato, empezó a convulsionar en un gran orgasmo.
-OOOOOHHHH. SIIIIII. ME CORROOOO. ME ESTOY CORRIENDO. NO PAREEEEESS.
Yo bajé el ritmo, esperando que se calmase, y fui reptando por su cuerpo para besar sus pechos. Empecé lamiendo sus pezones, pero enseguida se recuperó y me dio la vuelta, quedando sobre mí. Fue desabrochando mi cinturón, mientras yo empujaba un zapato contra otro para descalzarme.
Tomó mi polla que ya estaba prácticamente en su máximo esplendor, y se la metió en la boca iniciando una magnífica mamada. Al principio solamente conseguía metérsela hasta la mitad, pero a base de insistir y de voluntad, consiguió que le entrase casi toda.
Una vez conseguido, realizó varios intentos más para acostumbrarse y siguió felando con maestría, utilizando la lengua para presionar en la entrada y salida y chupando el glande como si fuera un caramelo. La detuve cuando ya iba camino de correrme.
Se levantó y fue hasta su bolso, volviendo con un tubo de lubricante que me entregó, se subió a la cama y se puso a cuatro patas. Le hice abrir bien las piernas y me puse a lamer desde su coño a su ano, deteniéndome un momento en este último, hasta que noté que se excitaba y que en su coño, había más humedad que la proporcionada por mi saliva.
Apoyé el tubo de lubricante en su ano y metí una buena cantidad. La que se salió y quedó alrededor, la aproveche para facilitar la introducción de un dedo, luego dos y por fin tres, dada la facilidad de dilatación que tenía. Me puse en la polla una buena cantidad, la apunté a su ano y fui metiéndola despacio.
Al momento de meter la punta, ella echó el cuerpo para atrás y se ensartó ella sola.
-¡Déjate de remilgos y dame duro! -Me dijo.
No esperé a que se acostumbrase y me la estuve follando unas veces suavemente y otras de forma brutal. En ambos casos, siempre pedía más e intentaba forzar las acometidas moviendo el culo atrás y adelante. Mi mano izquierda agarraba su costado y con la derecha alternaba en acariciar su clítoris y alguna palmada en el cachete.
Cuando estaba al borde de mi orgasmo, ella anunció el suyo:
-Siiiii. No pares. Me viene, me viene, ME VIENEEEEE, AAAAAAAAHHHH.
Intenté aguantar un poco más, pero las contracciones de su ano lanzaron mi orgasmo, llenando su recto con una buena cantidad de leche.
Esa noche me corrí tres veces y ella no sé cuántas. Estuvimos hasta casi las 6 de la madrugada disfrutando de duchas, mamadas y enculadas hasta no poder más.
Cuando nos separamos, quise acompañarla, pero se negó. Tomamos un taxi cada uno y nos separamos con intención de volver a quedar otro día, no antes de avisarle “Tu coño va a ser mío”.
continuará
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