Matricula de honor

Hace tiempo que finalice mis estudios universitarios, pero no cabe duda de que su inicio fue espectacular. Resido en un pequeño pueblecito de la montaña. Marché a la capital para estudiar el COU y después poder matricularme en la universidad...

Hace tiempo que finalice mis estudios universitarios, pero no cabe duda de que su inicio fue espectacular. Resido en un pequeño pueblecito de la montaña. Marché a la capital para estudiar el COU y después poder matricularme en la universidad. Apenas había cumplido los diecinueve años. Realmente las comunicaciones en aquella época era decepcionantes: malas carreteras, peores vehículos y mucho tiempo de espera en viejas y destartaladas estaciones de autobuses. Desde el pueblo a la capital casi agotaba la mañana entera de viaje. Es por ello que cuando me iba a matricular por primera vez de estudios superiores no rechazase la invitación de una pareja del pueblo que ofrecieron llevarme.

Era el mes de septiembre. Madrugamos bastante para así poder llegar ellos al trabajo. Este hecho me ofrecía la posibilidad de intentar matricularme en un día y no tener que hacer noche en la ciudad. A pesar de todo debía pasar por el apartamento que tenía alquilado (junto con otro compañero) para recoger algún documento. Iba adormilado y no se tiempo que llevábamos de viaje, pero de pronto el vehiculo comenzó a fallar hasta el punto de pararse y no volver a arrancar. La única solución era esperar a la grúa, pero claro éramos tres así que decidí hacer autostop, aunque ha sido algo que nunca me ha agradado.

No tardó en parar un vehículo azul, gama alta. Al acercarme a la ventanilla, amablemente un señor bajo el cristal y se ofreció a llevarme a la ciudad. Tendría unos cuarenta años, poco pelo, gafas de culo de botella y un aspecto no muy agradable. El caso es que decidí montar y llegar a la ciudad. Su nombre era Alfredo, y trabajaba para una empresa de telefonía (ahora todos tenemos móviles pero entonces estaba iniciándose su expansión). Me manifestó que tenía una entrevista y que debía de llegar con tiempo para asearse y cambiarse de ropa. La verdad es que la conversación fue agradable, y en todo momento se mostró muy educado y amable. Paramos en una gasolinera a tomar un café con intención de proceder a su aseo. No obstante no había duchas y tampoco el baño ofrecía unas condiciones muy higiénicas. Entonces me preguntó si conocía algún hotel donde poder alojarse. Llevaba un curso en la ciudad y aunque había algunos hoteles, desconocía sus tarifas y precios, por lo que le dije que le ayudaría a buscar.

Cuando llegamos a la capital y se ofreció a llevarle al apartamento para recoger la documentación que necesitaba para la matricula, le ofrecí la posibilidad de asearse y cambiarse de ropa, para que luego tranquilamente buscase su alojamiento. Alfredo agradeció el gesto y aceptó la invitación. Subimos al mismo y le dije donde estaba el baño. Mientras se duchaba yo busque la documentación y posteriormente me senté a esperar que acabase. Debido al madrugón me estaba quedando dormido. De pronto la puerta se abrió y el espectáculo no pudo ser más impresionante.

Tras la puerta estaba Alfredo completamente desnudo. Su pecho estaba cubierto de pelos, pero realmente lo que llamaba la atención era la enorme masa de carne que colgada entre sus piernas. A pesar de estar flácida era inmensa y mis intentos por no mirar me ponían en evidencia, no podía quitar los ojos de ella. Alfredo se dio cuenta de ello y me dijo que si nunca había visto a un hombre desnudo. Claro que lo había visto, pero en lugar de callarme y desviar la atención opté por contestar:

  • Si, pero nunca con una pirula tan grande.
  • Vaya, te gusta lo que tengo- - comentó Alfredo, mientras se tocaba su miembro y se acercaba a mí.

No sabía donde mirar, pero cada vez su polla estaba mas dura y cerca de mi cara. Entonces me dijo que si me gustaba podía tocarla, y así lo hice. Comencé a acariciarla despacio, cada vez mas dura y grande, y yo cada vez más excitado.

  • Te gusta por lo que veo, y lo haces muy bien.

Alfredo cogio su polla, la acarició y la puso sobre mi boca, que no dudó en abrirse. Imagino que él sentía placer, pero yo estaba loco de saborear su miembro, que poco a poco chupaba con más ganas. Notaba que cada vez estaba mas caliente, y mi pantalón comenzaba a abultarse. Estaba disfrutando de lo lindo, pero de pronto, él saco su polla de mi boca, y dijo que se le había hecho tarde. Cuando se puso un slip su bulto era exagerado y eso aún me excitó mas.

Tras vestirse dijo que agradecía lo que había hecho por él y que esperaba que volviéramos a coincidir. Le acompañé a la puerta, evidentemente con el pantalón completamente abultado y absolutamente empalmado, aunque sin ganas me despedí educadamente de él.

Me había quedado con la miel en los labios y con un calentón de órdago. Tenía dos opciones, o seguir con el juego y hacerme una paja descomunal, o bien ducharme, bajar el calentón y marchar a formalizar la matricula.

Opté por lo segundo y entré en el baño. Cual fue mi sorpresa al descubrir que Alfredo se había olvidado sus calzoncillos. Los tomé en mi mano y aspiré su aroma. La mezcla de sudor y orín era evidente y aquello volvió a excitarme, aunque decidí guardarlos en una bolsa para tirarlos a la basura.

Tras la ducha y la consiguiente bajada de calentura marché a la facultad. Mi sorpresa fue inmensa, había una enorme fija de estudiantes que estaban en mi misma situación, por lo que sería difícil conseguir matricularme ese día. Aún así esperé en la cola, pero lo más que conseguí fue número para la mañana del día siguiente. Quedé a comer en la cafetería y la tarde la planifiqué pensando en como ocuparía el tiempo solo. Decidí primero una siesta y posteriormente iría al cine.

En el mes de septiembre en la ciudad donde resido el calor es aún considerable y por ello al llegar a casa, me desnudé (solamente quedé puestos los calzoncillos) y me tiré sobre la cama quedando rápidamente dormido. No sé el tiempo que pasó, supongo que un par de horas o tres, cuando me despertó el timbre de la puerta. Desconocía quien podía ser ya que mis antiguos compañeros de clase estaban de vacaciones y nadie sabía que estaba en la ciudad. Supuse que serían mis vecinos de piso de abajo, una pareja de personas mayores encantadores y que nos trataban como si fueran de la familia. Aunque no tenía intención de abrir (estaba casi desnudo) sigilosamente me acerque a mirar por la mirilla. Cual sería mi sorpresa cuando tras la puerta estaba Alfredo.

Abrí la puerta y me comentó que por la mañana se había olvidado algo (aún desconozco dejó a propósito olvidados sus calzoncillos), por lo que venía a recuperarlo. Le invité a entrar y me dirigí al lugar donde había depositado su prenda. Cuando iba tras de mí, me abarcó por detrás y me aseguró que debía acabar lo que había empezado. Sus brazos me asieron por la espalda, y mientras una mano abarcaba mi pecho, la otra hurgaba entre mis calzoncillos, donde pronto se hizo con mi pirula. Me dirigió hacia una mesa camilla, donde me apoyó mientras él me acariciaba la espalda.

Poco a poco sus manos bajaban por mi espalda, y rápidamente deslizaron el calzoncillo, quedando mi culito al aire. Noté como se agachaba, y sus manos, separaban mis glúteos, mientras con su lengua seguía acariciándome. Notaba como sus dedos tocaban mi pequeño agujero, y después su lengua comenzó a actuar en el citado lugar. Desconocía estos placeres, pero me volvía loco. La lengua cada vez humedecía más mi ano y sus dedos intentaban entrar en el orificio que cada vez estaba más excitado.

  • ¿Te gusta, eh? –decía cuando sentía mis gemidos.
  • Siiii, no pares.- Contestaba loco de placer. Mi polla estaba completamente empalmada y notaba como chocaba con la mesa.

De pronto me hizo subir sobre la mesa y tirarme bocaarriba, comenzando a realizarme una inmensa mamada. Mi polla entraba y salía de su boca , mientras con su lengua lamía el glande. Mientras sus dedos no dejaban de trabajar mi ano que seguía creciendo. Alfredo aún continuaba vestido, y su sudor era evidente. Poco a poco se despojó de su ropa y quedó completamente desnudo. Su polla estaba inmensa y le dije que me dejara comerla.

Su polla gorda, era cabezona, y bastante gruesa. Empezó a lamer los huevos, duros y peludos, lo hacía despacio y eso me ponía mucho mas caliente. Después introduje la pirula entre mis labios y comencé a besarlo, poco a poco, la lengua empezó a dar golpecitos sobre su capullo, yo estaba disfrutando de lo lindo y apunto de correrme, se lo dije, pero el siguió con la polla dentro de mí, llegando incluso hasta mi garganta. Casi no podía respirar y estaba atragantado, pero no quería que aquello saliese de mi boca. Era exquisito su sabor, con mis labios bajé el prepucio metiendo mi lengua debajo del capullo saboreándolo, lo chupaba como si de un helado se tratase, Alfredo emitía pequeños gemidos de placer. Yo chupaba y chupaba aquella polla que empezaba a sacar el precum tan deseado a borbotones, era salado y denso, me encantaba.

Sacó su boca de mi polla y me dijo que si estaba preparado para él. Dije que sí de lo excitado que estaba pero sabía que alquella cosa destrozaría mi culito aún virgen. Alfredo no era inexperto por lo que siguió preparándome y lubricando mi agujerito. Sus salivazos eran frecuentes, y metía sus dedos hasta que aseguró que estaba listo.

  • Debes relajarte y disfrutar, y estate tranquilo.

Hizo que me bajase de la mesa y sobre una alfombra me colocó a cuatro patas. De repente, me dio un pequeño golpe en el culo y comenzó a introducir su polla. A pesar de que lo hacía despacio, sentía un inmenso dolor que me hacía gritar. Intentaba tranquilizarme pero el dolor era bestial. Incluso debía apoyar mi cara sobre el suelo, pues sentía que me partía en dos. Alfredo entraba y sacaba su polla, primero despacio, después con mas ritmo. Sus gemidos eran rotundos y el dolor que yo sentía se iba convirtiendo en placer, una vez que mi ano se había adaptado a aquella masa de carne. El cada vez jadeaba con más fuerza y yo cada vez sentía mas placer. De pronto me sacó su polla y puso tendido, haciendo que me sentase sobre su pirula. Mientras me follaba pajeaba mi miembro que estaba muy excitadísimo.

No pude más y mi polla estalló en una corrida fenomenal, mientras mi leche salió disparada llenando su pecho peludo. En mis innumerables y solitarias pajas, jamás había tenido una corrida semejante. Alfredo sintió mi leche y comenzó a culear con más fuerza. Sus jadeos se habían convertido en gemidos y gritaba que estaba a punto de correrse.

Sus embestidas eran espectaculares y de pronto sentí su leche caliente en mi culo, mientras él gritaba. Cuando terminó sacó su polla chorreando, llena de leche aún caliente.

Casi no podía moverme y por ello me ayudó a llegar hasta una cama donde quedamos los dos tendidos. Pasamos un tiempo quietos, hasta que quedamos descansados. Incluso cuando estaba su polla morcillona era totalmente excitante, por lo que no quería finalizar la jornada sin hacerle otra mamada. Comencé a chuparle su miembro y empezó a crecer en mi boca. Aún quedaban restos de su leche, y quería limpiarlo completamente. Alfredo gemía y tras varios lametones, su polla se hinchó, Alfredo gritó y mi garganta se llenó de leche, se había corrido dentro de mi boca y había decidido tragarlo todo.

Cuando paramos de nuestros juegos, se había hecho casi de noche, y tras el esfuerzo, Alfredo me invitó a cenar Tras la cena quedamos en que nos volveríamos a ver, pero hasta el día de hoy no ha habido nuevos encuentros. Aún así cuando recuerdo aquel caluroso día de fin de verano, tengo que pajearme.