Materializando un Te amo (4)

Déjame acercar, que yo sé hacerte

Sentada en su escritorio, suspirando seguido y realmente no era por alguien, no era por Julieta, o quizás si, quizás Julieta tenía todo el sentido, pero no era en la forma de sentirse distraída por ello, simplemente sus suspiros expresaban a gritos lo que comenzaba a pensar. Realmente era sentirse impotente, tener todo el poder en sus manos y al mismo tiempo, no tener el valor y no poder hacer nada, absolutamente nada.

-Doc – tocó la puerta Patricia - ¿puedo?

Micaela le hizo una seña, para que siguiera – dime

-quería molestarla en realidad – sonrió apenas, con sus cachetes sonrosados – mi hermana ha llegado a la ciudad – movió su bolígrafo, como lo hacia siempre que estaba afanada o nerviosa, y eso lo supo comprender Micaela – no tiene que decirme si

-si – le respondió sonriente – ve

-Doctora…

-ve pati, eres importante acá pero no vamos a quebrarnos por un día que no estés – miró su reloj – medio día de hecho

-Gracias!! – se levantó, dando un hondo y profundo respiro

-Pati

-¿si? ¿Señora?

-no dudes en buscarme para lo que necesites ¿está bien?

-está bien doc

-saludos a tu hermana – sonrió de nuevo, diciéndole “adiós” con su mano derecha.

En la oficina no había mucho que hacer, mas que leer muchos contratos, firmar muchos papeles y recibir muchas llamadas, pero eso no era mucho cuando realmente no quería hacer nada, o de pronto, quería hacer demasiado, pero no era trabajar, esperó algo, quizás no parecer muy desesperada para ella misma, quizás querer retener sus ganas de ir a verla, quizás tener sus dedos en un solo lugar fuera de su celular marcando el numero de Julieta, esperó, hasta que llegó casi las dos de tarde.

Caminó por que como para variar, siendo sarcástica en todo el sentido de la palabra, no le gustaba mucho usar su carro, pues vivía a diez minutos a pie de su apartamento a la oficina y en carro podía tardarse un poco más teniendo en cuenta el tráfico a la siete de la mañana. Cargó su bolso y al ver que el ascensor apenas estaba en el primer piso, se desvió para bajar por las escaleras. Estaba en silencio, teniendo una conversación mental  acerca de que iba a hacer.

-“estoy con Juli, en el súper del bebé, ven, hay mucho que hacer” – recibió un mensaje de Alejandra “como la amo” – pensó, sonriendo, amando con sus fuerzas a su amiga, ahora no era necesario inventar algo, excusarse con alguna mentira, por que lógicamente, no iba a llegar a decirle que la quería ver.

La mirada de Julieta estaba fija sobre un pequeño conjuntito de un color celeste, se enterneció, sonrió para ella misma, se imaginó automáticamente a Valentina metida en esa prenda tan pequeñita, casi de mentiras, hoy justamente se sentía conmovida, sensible, muy diferente, como si todo le afectara, como si todo fuera con ella, casi las cuatro de la tarde y sin tener claro que sería lo que iba a comprar, pues precisamente no llegó, al menos ella, con el fin de comprar algo especifico, a diferencia de Alejandra, que quería pronunciarse con algo, pero ese “algo” para ella tenía un significado muy en plural, la pudo observar, como loca de un lugar para otro comprando una y otra cosa, eso si, con la autorización de Julieta, sintió envidia, envidia de la buena, al verla tan bien con Carlos, que no hacia más que cargar cada prenda y juguete que a Alejandra se le atravesara por el camino.

-Bhuh – sintió su aliento, y cerró sus ojos para penetrarse con su olor – que concentrada andas

-Hola – se dio la vuelta para verla, verla, admirarla y querer robarle esa sonrisa con un beso que la dejara con dificultad para respirar “Hermosa” – pensó al verla

-Hola – le contestó Micaela, mirando hacia al fondo a Alejandra – creo que alguien está haciendo la compra del día

-Ah, si – se giró para mirar a su amiga – desde hace dos horas está en lo mismo – volvió a mirar a Micaela – que sorpresa que estés

-quería acompañarlas

-Gracias

-¿Por qué?

-por estar

-lo haré siempre que tu me dejes

-Mica! – gritó Alejandra desde lejos, acercándose de a poco, encartada con tantas cosas en sus manos

-Ale – le dio un beso en la mejilla al tenerla frente a ella – no crees que estás exagerando un poco? – se volteó, para ayudarle a Carlos y saludarlo también

-lo mismo le digo, pero es terca – se defendió él

-yo digo que es mi primera sobrina, así que no es exageración

-yo tengo hambre – murmuró Julieta, buscando algún lugar para comer, buscando algo de lo que estaba antojada, que no sabia bien pero estaba segura de que al verlo, sabría que sería justamente lo que quería comer

-hambre de qué? – cuestionó Alejandra, en doble sentido por supuesto

-a que te refieres Ale? – sonrió Julieta mirando velozmente a Micaela

-no se – encogió sus hombros, buscando la mirada de su novio para recibir su ayuda

-Hambre de comida comestible – contestó Carlos, riendo con una carcajada muy contagiosa – hambre de helado, hambre de cositas dulces…

-también está el hambre de sentir

-¿sentir? –

-Si mica, a ti no te da hambre de sentir un beso, una caricia, un suspiro, un or…

-Ya, comprendí – la interrumpió Micaela, alzando su ceja, comprendiendo el juego de Alejandra

-yo no le llamo hambre

-bueno, necesidad pues

-Tampoco

-¿Qué no es una necesidad? – dijo casi en grito

-Para ti que necesitas tener a tu hombre adentro tres veces al día, quizás – dijo, robando una sonrisa juguetona de Julieta – o no? –preguntó a Julieta

-Si… te apoyo

-Chicas, Chicas, esta conversación como que se calentó un poco, yo digo que hay un menor de edad acá – se refirió a Valentina – así que no se debería hablar de eso – fingió seriedad – además, no son tres veces mica, son cinco ¿eh?

La conversación fluyó, de una respuesta a otra, Micaela y Julieta, sin hablarlo, estaban dispuestas a no dejarse vencer por las bromas pesadas de esos dos que intentaban de una manera muy particular ser de Cupido, terminaron de comprar accesorios que a Alejandra le pareció, indispensable no tener al momento de que Valentina naciera. Salieron a un restaurante a comer, Carlos pidió su comida tradicional que no podía faltarle, Alejandra ordenó un plato típico de la comida mexicana, Micaela en cambio, sólo pidió algo de tomar porque sabia bastante bien que Alejandra no iba a ser capaz con el plato completo, y Julieta, Julieta aún no se decidía…

La comida llegó, y Julieta seguía viendo la carta, todo se veía tan exquisito pero nada lograba gustarle en verdad, Micaela la miró de reojo, sonriendo para si misma, no había otra mujer en el mundo que le gustara tanto en tantos sentidos - ¿nada? – se le acercó un poco

-mmm – Julieta la miró, precisamente sus labios, “no voy a poder con esto” – se dijo así misma intentando no demostrar tanta atracción, pero ver a Micaela era sinónimo de no querer dejar de verla – creo que quiero otra cosa

-no jodas – se metió Alejandra, llevándose un pedazo de quesadilla a su boca – vinimos acá por ti

-¿Segura? – le preguntó Julieta, viéndola específicamente, por la manera de degustar su plato – bueno, ¿Es que no puedo tener hambre?

-¿Qué quieres? Dime

-¿Por qué? Vas a buscarme lo que quiera? – se atrevió a preguntar, sintiendo latir su corazón

Julieta siempre había sido directa, más abierta, y más arriesgada – Si, sólo dime

-un helado – respondió, dándole tiempo considerable a Micaela para pensar a quien carajos se le ocurría comer helado con el frio que estaba haciendo y con la brisa que caía casi de imprevista

-Un helado – repitió, acordándose donde había visto una heladería

-Un helado grande, de chocolate y vainilla, con pasas, salsa de chocolate, barquillos, cerezas, y crema chantillí – concluyó – puede ser después de que comas, si quieras – sonó comprensiva

-mira que amable

Todos rieron – en la esquina a mano derecha creo que vi una heladería – le comentó Carlos

-Si? Vente

-No, mica

-casi acabas

-casi, no lo he hecho

-Carlos Andrés Martínez – le dijo Micaela, poniéndose de pie

-Ok, ok, Ya volvemos

Micaela dejó su bolso, solo por confianza de saber que no le pasaría nada ahí, se fue de la mano con Carlos, la confianza era extrema entre todos, disfrutó de la tenue brisa que caía como si fuera solo para darle un toquecito al viento y al clima.

Su celular comenzó a sonar, la primera vez ambas, tanto Julieta como Alejandra lo evitaron, pero cuando alguien te llama por mas de tres veces seguidas es por una urgencia. Alejandra buscó el móvil, fue ella porque en ese momento era ella quien mas confianza tenia con Micaela, en la pantalla apareció el nombre de Pati,  lo colgó sólo porque sabia que era de la empresa y estaba evitando que Micaela tuviera que volver, pues quería provechar todo el tiempo posible para que ellas dos, Micaela y Julieta, tuvieran la oportunidad para estar mas juntas.

-¿Qué? – le preguntó Julieta con una risita nerviosa

-¿Qué de qué?

-¿Qué me miras?

-que estás muy lenta

-¿perdón?

-no, si yo te perdono Juli – bromeó, robando un poco del refresco que Micaela había pedido – mmmm, prueba esto, está delicioso – le pasó el vaso a Julieta y luego volvió a su plato – no te estás apurando

-pero si ya tomé

-que no hablo del refresco tonta, sino de ella

-¿tengo que apurarme?

-pues – miró a su alrededor – eres tú quien tiene que dar el paso ¿no? – Preguntó – tú te fuiste, tú volviste, tú quieres

-que puedo hacer?

-no sé, atráela, ve a su casa, busca espacios para ustedes dos

-¿atraerla? ¿Tú crees que así como estoy, puedo atraer? Pff – sonrió sarcásticamente – no puedo ir a su casa, no cuando ella me ha dicho las cosas

-¿Qué te ha dicho?

-que yo hice mi vida… que tomé decisiones…

-si, si, si, toda esa mierda que decimos todas cuando estamos dolidas – la miró, dándole toda su atención – Eso pasa, mica está Dolida, y eso es muy comprensible

-Juli, Micaela nunca ha tenido otra mujer después de ti

-¿nadie, nadie?

-No, en serio.

-¿Cómo así?

-si vi a una o dos. -  Evitó decir tres o cuatro – almorzando con ella – en vez de decir “salir de su casa” – pero no fue nada serio

-y quien la estaba llamando?

-su secretaria.

-no sé, no sé

-porque eres tan insegura?

-es que me siento mayor, siento que estar embarazada no me da para estar su nivel, no puedo pensar en provocarla cuando sé que no soy atractiva ahora

Y la conversación no pudo fluir más, miró el helado que Micaela traía en sus manos, un helado que se había imaginado, dentro de una copa lo suficientemente considerable para pensar que se la iban a comer mínimo entre dos

-¿Así de grande? – preguntó, sabiendo la respuesta

-Si! – le recibió el helado y se corrió un poco para que Micaela ocupara su lugar

-Mira bebé – Alejandra le pasó


Micaela

Ha pasado un poco más de un mes desde que la volví a ver, no nos vemos todos los días pero sí la mayoría, me alegra saber que al menos, no necesito excusas, todo se nos da, o se me da para verla. Julieta siempre ha sido mi persona especial, así como cuando alguien conoce a una persona y desde el primer momento se da cuenta, sin necesidad de un tiempo para demostrarlo, que será inolvidable. Así es ella para mí, verla en esa situación, a un mes de ser mamá, de descubrir el milagro de la vida, de ser testigo de algo con lo que ha soñado y más que soñado se ha desvivido toda su vida, me produce no solo un choque de sensación que bloquean mi mente, sino también confusión, que se une exactamente a lo que siento, que no sé si es amor o el simple hecho de revivir un recuerdo que no dejé que muriera en mí.

-¿en qué piensas? – me preguntó, después de tomar su malteada – te pasa algo?

-es irónico ¿no? – la miré, me prestó toda su atención, y dejó su copa para acomodarse y observarme

-¿Qué lo es?

-que estés así – encogí mis hombros, no pensé en dañar el momento pero si era necesario volver hablar de ello, ella sólo suspiró y sin querer protestar a cambio, sólo me miró – aún no lo comprendo, Juli.

-hay una explicación ¿sabes? – intenté hablar, pero no me lo permitió – yo estaba muy dolida, estaba sola, siempre esperé una llamada tuya, y sé que te era difícil pero, me puse en el lugar de la víctima y quería que me buscaras, sabía que no iba a perdonarte pero aun así, lo necesitaba, siempre hiciste cosas tan increíbles, te saliste tanto de lo convencional conmigo que no me costaba creer que podías hacer cualquier cosa para sorprenderme – bajó su rostro, se ubicó en otra posición, ahora estaba un poco más ¿Cómo decirlo? Digamos que los meses se estaban notando ahora más que antes, y el cansancio la cogía fácilmente  – él llegó y supo cómo meterse y aprovecharse de mi situación

-¿en realidad se aprovechó, Julieta?

-¿Qué quieres decir?

-no lo sé, tú dices que se aprovechó, pero…

-yo estuve con él con tragos en mi cabeza, mica. Y no me violó o algo así, pero digamos que el licor ayuda a que seas torpe y cometas estupideces

La miré, detallé tantas cosas que me era imposible no creerle – yo no te voy a decir que no quise, porque en el momento, lo quise – tragué saliva y preferí no verla – ya habíamos salido, yo sabía que le gustaba y él se estaba esforzando, siempre me gustó su seguridad, él sabe, siempre ha sabido que soy lesbiana

-¿eres?

-Si

-no, una lesbiana no se acuesta con un hombre

-si una persona casada, le es infiel a su pareja, deja de estar casada por ello?

-Quizás no, pero el valor del matrimonio se pierde

-nunca me lo vas a perdonar?

-ya te perdoné, hay amores más fuertes que otros, eso no puedo discutirlo

-no digas tonterías Mica – se levantó, y comencé a sospechar que se estaba irritando – no puedes decir que porque pasó eso, me amaste más que yo a ti

-no voy a discutir eso

-no es motivo eso

-por qué siempre te defiendes?

Respiró, sus mejillas se fueron subiendo de color y yo no tenía la cabeza fría para hacerla calmar – no me defiendo, yo no pude ser adivina para sospechar que Gabi tenía cáncer – subió el tono de su voz – fueron muchos días sintiéndote así, y otra mujer se estaba apareciendo en nuestras conversaciones ¡tenía miedo!

-pudiste confiar en mí – me levanté, busqué algo que tomar

-siempre va a ser lo mismo?

-supongo que no

-las cosas están hechas Micaela – y ese Micaela era sinónimo de “estoy enojada” – yo no puedo cambiar lo que hice, además, esto debe superarse ¿no? – asentí con mi cabeza, sin mirarla a los ojos, yo también tenía miedo, tenía miedo de no saber qué iba a pasar y más ahora cuando sentía, así me costara ocultarlo, mas por orgullo que por dignidad,  que mis sentimientos seguían intactos – tú me dijiste a mi…

-sé lo que te dije


Ese momento incomodo se congeló por minutos que parecieron horas eternas, ninguna supo que decir, que más hacer, Julieta se fue hacia el baño, sentía su presión alta, ese tipo de conversaciones la deprimían, era como asegurarse una y otra vez de que las cosas tenían que quedarse así, se sintió arrepentida exactamente del bebé, y al mismo tiempo se dio cuenta que no era ella sola, y que a como diera lugar, tenía que defender su estado, pues así hubiera sido de una persona diferente a Micaela, Era su hija, su primera y muy seguramente su única hija, y ahora, ese ser que estaba formándose dentro de su cuerpo, estaba ocupando un lugar principal, incluso más principal que el que  Micaela ocupaba en su vida.

Salió del baño, y la encontró sentada en el sofá, con una pierna encima de la otra y sus manos cruzadas – Lo siento – escuchó decir – necesitaba decirte que me dolió verte así – Julieta sólo pudo lagrimear, le encantaba la sinceridad pero esa frase tan verdadera la estaba destruyendo a pedacitos – me alegro por ti…

-Primero está mi bebé, mica. Antes que nada – murmuró, buscó su bolso con la mirada – es ridículo, yo te amo. – soltó, en una voz que conmovió a Micaela, que no sabía realmente si era la voz o lo que dijo – si te duele ahora, te dolerá después cuando la veas en mis brazos – se refirió a la bebé – yo sigo enamorada de ti, y si para ti no tiene sentido, me acosté con otra persona pero nunca dejé de pensar en ti – eso sonó a descaro, pero lo comprendió, Micaela lo comprendió porque lo mismo le pasó a ella, con las tres mujeres con las que estuvo en el tiempo en el que se obligó a pensar que era verdad eso que decían por ahí acerca del que se enamoraba perdía.

Caminó hacia su bolso, lo tomó entre sus manos y abrió la puerta – no es oportuno que nos sigamos frecuentando así, no va a tener resultado si siempre me vas a juzgar por lo que hice y yo te voy a seguir amando

-no te vayas

-¿para qué quieres que me quede?

-no todo se arregla huyendo del problema; Julieta  - expresó, con su mirada perdida y sus ojos aguados

Dio cuatro, quizás cinco o los seis  pasos seguramente para llegar a ella, rosó la mano de Julieta que sostenía la puerta, se inclinó un poco para cerrarla – repítelo de nuevo – y se sintió tan débil, que ni siquiera fue capaz de esperar una respuesta, de escuchar ese “te amo” de nuevo, acercó su rostro y pudo sentir su respiración, ese olor tan particularmente encantador de la piel de Julieta, llevó sus manos a los costados de los brazos de Julieta, y la vio cerrar los ojos perdiéndose en ese momento

-no lo hagas…

Se detuvo, pidiéndole al cielo paciencia para comprender que pasaba, si realmente si estaba bien hacerlo – no pensemos… - le contestó y en un impulso que agradeció a si misma por hacerlo tan bien, probó nuevamente de esos labios que hacía mucho tiempo, porque para ambas fue una eternidad completa ese tiempo, no lo hacía. Besó sus labios con calma, pues nunca fue apresurada, Micaela tenía un lema en su vida que era más o menos de esperar con paciencia lo bueno, pues lo que venía rápido, rápido se iba.

Julieta soltó su bolso, caminó dos pasos más hacia atrás para apoyar su cuerpo contra la puerta, dejó libre sus manos para pasearlas por la espalda de Micaela, ella en cambio, no quiso ser tan paciente, mordió el labio inferior de Micaela y lo chupo como quiso hacerlo desde el día en que la vio en la casa de Alejandra.

Llevaba tanto tiempo sin besar sus labios que no recordaba lo que se sentía, tocar el cielo; literalmente sin tener que morir, Micaela no pensó en nada más que no fuera hacerle el amor, pero no pudo olvidar que Julieta estaba en embarazo y pensó, de una manera lejana que no debía hacerlo. Por eso no quiso pasar a más, sólo dejaron que ese beso se extendiera hasta que el aire pidió un respiro obligadamente y se miraran con deseo.

-Lo siento – Murmuró Micaela, girando su cabeza a otro lugar para cerrar sus ojos y de alguna manera, evitar las ganas que estaba sintiendo por llevarla a su cama y tocarla

-Si  - Julieta, sintió, que en tanto tiempo fue la primera vez que se sentía tan excitada, y se dio cuenta que ni siquiera con Federico, con esos tragos en su cabeza y la noche de coqueteo mutuo que hubo, alcanzó ni siquiera a humedecerse tanto como lo estaba haciendo con ese solo beso – yo también lo siento mucho – lo dijo en doble sentido, agarrando a Micaela de su camisa y llevándola otra vez a sus labios, rosó su lengua de la manera más sensual que pudo sobre los labios de Micaela, se fue, ella misma abriendo campo poco a poco para meterla dentro de la boca de la mujer que estaba pidiendo con todas sus fuerzas, más capacidad de aguante. Micaela tenía claro dos cosas, quizás las tres, incluyendo que Julieta no era cualquier mujer con la que estuvo en el tiempo que no La tuvo, en donde solo la hizo suya una o dos noches si mucho, y es que las razones más poderosas para tener que dudar si se dejaba hacer por Julieta, era que ella estaba embarazada, así no la viera, sentía su estómago moverse y eso de alguna manera le causaba miedo, miedo porque hacer el amor no es lo mismo que tener sexo, eso era seguro, miedo de enamorarse más de lo que se sentía y terminar días enteros como un fantasma atrapado en recuerdos, y lo otro era que sabía la existencia de aquel hombre que robó lo más preciado que ella tenía, porque no era que considerara  a Julieta como su propiedad, era que esa mujer sin saberlo, era su vida entera, y qué pasaría cuando viera al padre del hijo que estaba esperando la mujer que deseó desde que la conoció; fuera la mamá  de sus hijos.

-No – sintió sus labios morderse delicadamente por los de Julieta – Espera… - intentó separarse, intentó alejarse – no está bien…

-¿Por qué no está bien? – preguntó una Julieta de ojos oscuros, eso le gustó a Micaela, le encantaba esa mirada excitada de Julieta, esa mirada diferente de mujer con ansias de ser tomada y estar de acuerdo a que la hicieran a su manera – Shhh – le calló la bocaa Micaela con otro beso, en donde pudo explorar toda su cavidad bucal con su lengua, caminó con ella por el apartamento hasta chocarse con la mesa del comedor ; le preguntó con su mirada si se podía, no porque no le gustara hacerlo en la cama, simplemente quería agotar las dudas y negativas de Micaela por detenerse, pensó que mientras iban a la habitación, que seguramente la alejaría de quince segundos de hacerla suya, seguramente se arrepentiría de nuevo, y no quería escuchar otra vez no…

Micaela sólo respiró, se dio dos segundos para tomar una decisión, y no pudo negarse, como carajos iba a negarse, se subió ella misma sobre la mesa y retiró la decoración para poder sentirse más libre y con más espacio, abrió sus piernas para meter  el cuerpo de Julieta en medio de ellas, un besó más llegó, un beso que fue el inicio de una tarde llena de pasión.

Julieta

Tocar su cuerpo, eso no me lo quise imaginar solo por no ser crudamente masoquista ni en mis mejores sueños.

Paso mis manos por sus brazos, y entonces me doy cuenta que ella está igual o más excitada de lo que estoy yo, Micaela es más alta, más delgada, y para mí, más hermosa, tiene un par de ojos oscuros que son sus espejos, son reflejos que retratan sus estados con solo mirarlos, muerdo su labio de nuevo y ella me ayuda a desabotonar uno a uno los botones que cubren su torso, su piel morena se va desnudando y descubro que debajo de esa prenda, no hay nada más

-Eres tan hermosa –

-y que estás esperando para demostrarlo? – susurró, con su voz entre cortada, extendió sus brazos y arqueó su cabeza hacia atrás, entonces desabotoné el botón de su pantalón y bajé su cremallera mientras me acerqué, como si fuera a probar lo más exquisito que existiera, a sus senos. Sentí como pudieron erizarse al tacto con mi lengua, ese “ahhg” me gustó escucharlo, bajé mi mano a sus piernas y fui buscando su sexo para tocarlo aún con su pantalón encima.


De esas veces que suceden cosas cuando menos deben suceder, así mismo ocurrió en el momento en el que la puerta sonó y la excitación se congeló sólo para preguntarpor qué siempre había alguien que era oportuno para importunar, valiendo la redundancia.

-¿esperas a alguien? – preguntó, Una Julieta irritada, sin poder quitar su mirada del cuerpo del Micaela, sintiendo una molestia interior con el que fuera que estuviera tocando, le tocó mirar con  lástima como Micaela se componía de nuevo su camisa y sus botones se iban uniendo de nuevo

-no lo sé – respondió, intentando recomponerse, pensando realmente en cómo iba a hacer para bajarse de ahí, sintiéndose como la palabra lo exigía, literalmente, emparamada. ¿Quién es? – preguntó en voz alta, mientras organizaba el comedor de nuevo

-Renata – contestó una voz totalmente desconocida desde afuera, Micaela se ganó una mirada de reproche por parte de Julieta, quien logró de una manera rápida, girar sus ganas y deseo por celos. ¿Quién carajos es Renata? – se preguntó internamente, mientras limpió sus labios y se fue a la cocina

Micaela abrió la puerta, pensando en que ese momento lo había interrumpido una desconocida que a lo mejor se equivocó de piso, y no la culpaba, los números de cada apartamento eran difíciles de ver, o al menos había que reparar mucho la decoración externa del apartamento para verlos. Vio a una señorita, no le puso más de veinte años porque estaba totalmente segura de que no los tenía, con su mirada aguada y maletas en sus manos

-Hola – saludó Micaela, sin entender que pasaba

-¿tú eres Micaela?

-Sí, ¿Quién eres tú?

-Renata – volvió a decir su nombre – perdón por llegar así

-Tranquila, ¿pasa algo? ¿Qué buscas? – le ayudó con una maleta – quién eres?

-yo soy la hermana de Patricia – respondiócon dificultad  - no sabía a quién más buscar

-¿Qué pasó con Pati? – Julieta iba escuchando poco a poco lo que hablaba, ahora el problema no era buscar quien era Renata sino Patricia

Renata comenzó a llorar, no pudo hacer más que aferrarse a Micaela y soltar en llantos lo que no podía decir con las palabras, estaba inundada en el miedo y desesperación – dime que pasó

-Yo apenas llegué de Ecuador – Micaela asintió, eso lo sabía – Pati me acompañó, salimos del aeropuerto y nos fuimos a tomar algo, después solo llegaron dos tipos y me robaron todo, uno de ellosse propasó conmigo y me decía cosas y ella  solo lo empujó, y le pegaron

-¿Dónde está?

-En el hospital

-¿tan mal la dejaron?

-¿bromeas? – Preguntó, irónicamente, descargando su impotencia por su hermana, con esa mujer – ese maldito infeliz le metió una navaja – Julieta buscó sus zapatos, ya tenía su bolso en la mano cuando se tropezó con Julieta

-¿te vas?

-Sí. Tengo que hacerlo

-Hola – saludó a Renata, se inclinó para darle un beso a Micaela, no porque dudara de que Renata era algo, solo sintió ganas de hacerlo y fue correspondida, fue un beso corto, pero tierno.

Renata miró hacia otro lugar, estaba demasiado capacitada para ver ese tipo de cosas que, para mucha gente que conocía, era algo anormal.  – Si quieres dejamos esto acá – se refirió a las maletas – luego pasamos por ellas

-No – sería más fácil decir que si, La misma Renata lo sabía, pero iba a ser muy incómodo llegar de nuevo a ese lugar, en especial por Julieta, quien estaba Embarazada y probablemente tenia de esos momentos en que las embarazadas se sienten por todo, y por su culpa, a lo mejor, crearía una discusión sin sentido entre ellas – yo las llevo

-Vale

-A dónde vas? – Le preguntó de nuevo Julieta – te espero?

-no sé cuando llegue – encogió sus hombros – es mi secretaria – le explicó, simplemente porque lo que había pasado era razón suficiente para pensar de alguna manera de que ya había algo, no sabían qué, pero lo había. – Si quieres quedarte… - le susurró, para despedirse finalmente – cuídate ¿sí? – Se refirió al embarazo – si pasa algo, llámame.

-y sino, también lo haré – concretó Julieta, dando un largo suspiro de conformidad.