Materializando un Te Amo (3)

-no cambiaría en nada – dijo, por fin Julieta – Mica siempre ha sido delicada conmigo – y no fue capaz de mirarla a los ojos, se levantó a ayudar a Alejandra en lo que fuera a preparar, riéndose por dentro, nerviosa por fuera y con una sonrisa sobre sus labios.

-no vas a decir nada… - concluyó Micaela, mirándola una y otra vez, las veces necesarias, mientras que Julieta tenía su mirada perdida en la ventana

-¿Qué tienes para decirme, tu?

-En realidad – suspiró, desanimada, sinceramente pensó, que no había caso con Ella, con Julieta – sólo vine a aclararte una cosa – la miró, robando su mirada, sus ojos claros fijos en ella – o mejor no – cambió de idea, imaginando que lo que pensaba resultaría mejor – de hecho, quiero que me mires

-Te estoy mirando – le respondió Julieta, a un metro de distancia, sentada sobre su cama

-dime que estas segura de que yo te engañé

-que importa eso ahora?

-De mucho – le confesó, sobre todo, porque quería escuchar de sus labios un sí, para pensar que tiró a la basura cuatro años de su vida muy valiosos al lado de una mujer que no aprendió a conocerla, o un no, para hacerla arrepentir de que nunca valió la pena irse – me lo puedes responder?

-no lo sé

-por que lo dudas? – Sintió que iba ganando, Julieta estaba dudando y eso le daba una entrada automática a pensar que no estaba segura – si te fuiste…

-No lo se Micaela, tu cambiaste mucho por esos días – y recordó, esos terribles días en los que casi ni hablaban, Micaela llegaba de trabajar, a leer un libro, a dormir, y se levantaba a comer – y ella no dejaba de llamar a casa

Micaela se quedó en silencio, eso era comprensible – porque no me buscaste? – Encogió sus hombros, buscando una respuesta ella misma – porque no me dijiste que estabas sintiéndome distante

-porque tenía miedo

-De que? – se mostró interesada

-de escuchar que te estabas aburriendo y que otra mujer estaba separándome de ti

El silencio llegó, por más excusas que probablemente tenían sentido para cualquiera, para la misma Micaela, no comprendió totalmente su decisión. – tan mal estaba que te fuiste así como así?

-tu estabas extraña, alguien más te llamaba, mis padres estaban presionándome para irme a estudiar, quería que te fueras conmigo pero nunca hubieras dejado tu familia, y la vi.

-Sólo la viste saliendo de mi casa, por favor. – se alteró, Micaela perdió su calma, las lagrimas habían parado y solo estaban en esa habitación, las ganas de algo más… tanta presión, de tantos días alejadas, el sentimiento de verse, los nervios… verla ahí, embarazada, pero no menos de hermosa, le producía cierta sensación de atracción, de interés, de pasión.

-¿Qué hacia saliendo de NUESTRA casa el día en que yo no estaba? – no le dio tiempo de responder – de noche!! – le dio dos segundos, y su mirada acusadora llegó de nuevo – o me vas a decir que estaban hablando del clima – recordó, esa hipótesis tan rebuscada de Mariana, que sólo ella, para Julieta, se la creía. – dime

-en realidad no fue con algo claro, o si. – se preparó para explicarle, pero Julieta no fue capaz por escucharla.

-No quiero saber.

-Está bien – se levantó, mirando alrededor de la habitación, buscando por algún lado, la fotografía de ese hombre – no te lo explicaré, eso es pasado

-Eso mismo – fingieron las dos, pero se les olvidó, que fingir que no duele, duele el doble

-Como se llama?

-¿Quién?

-El padre – expulsó con desgano

Julieta se dio unos minutos, los suficientes para preguntarse si debía hablar de ello con ella

-Federico – respondió

-Tienes algo con él? – y dejó de mirarlo todo, para responderse con la mirada que le diera Julieta, pues era de las que pensaba que en los ojos están las verdades que la boca calla

-yo no tengo que hablar esto contigo

-Ah, no? –

-No

-porque estás  a la defensiva? – y tocó el punto clave, ese que le produjo escalo frío a Julieta, porque con sólo verla, sentía celos, envidia, de quien fuera la estuviera buscando, se imaginó a otra mujer, igual de hermosa a ella a su lado.

-No – sonrió, demostrando que mentía, huyendo a la mirada de Micaela – no estoy a la defensiva, lo que no comprendo es para que me lo preguntas

-quiero saber, nada más.

-él está allá, yo acá –

-no me dice nada esa respuesta

-es la única que puedo darte – intentó, buscando de alguna manera posible, sonar conmovedora – no sé que decirte

-que te hizo meterte con un hombre?

-tu ves… - la miró a los ojos – a un hombre como algo de otro mundo

-No es eso

-si lo es, Micaela

-No, Julieta, no es que sea algo de otro mundo, simplemente, que en el mío – le aclaró – un hombre está muy a parte de ser algo dentro de mi vida

-pero no es tu caso

-Desde un punto de vista si

-¿Por qué?

-porque tu lo eras.

El silencio llegó de nuevo, Era algo parecido a imán, algo extraño, Mariana y Alejandra esperaban en la entrada de la casa, mientras hablaban de todo y a la ves intentaban imaginar que estaría pasando, Clara, de vez en vez pasaba, pisando fuerte sus pequeños tacones para que se dieran cuenta, en especial Micaela, que estaba por ahí. Y Ellas dos… Micaela no quería irse, estaba parada, a punto de salir, pero algo la impulsaba a quedarse, quería escuchar muchas cosas, o simplemente quedarse ahí, solo para estar a su lado, así fuera de esa manera tan distante, y Julieta… Julieta, Julieta…

-Siéntate aquí – le dijo, dando dos palmaditas sobre su cama – me siento incomoda así

Micaela se sentó, mirando las sandalias de la mujer que tenía al lado, el conjunto materno de azul celeste que le generaba ternura, esa carita tan natural, le encantaba esa faceta, sin tanto maquillaje, no comprendió porque se maquillaba tanto, si era tan hermosa así. – va a ser niña?

Julieta asistió jugando con sus dedos, sintiéndose nerviosa, con cosquillas en su estómago, con ganas de un beso, de algo más, tanto tiempo sin Micaela y tenerla tan cerca, definitivamente no la dejaba actuar inteligentemente – cuanto tienes?

-seis y medio

-va todo bien con el embarazo?

-Si

-siempre has sido tan difícil –comenzó a decir, sin recibir respuesta alguna – tan llevada a tu parecer… tan terca… tan orgullosa… tan egoísta… Gabriela está enferma – dijo, así como así – tiene cáncer – tomó unos segundos, pensando en que temía todos los días levantarse y que de pronto ya no estuviera Su hermana

-¿qué? – le preguntó Julieta, inentendible, Gabriela era la hermana menor de Julieta, tan sólo tenía veinte años – Gabi…

-Si, Gabi. – no la dejó continuar – si fuera una persona, la mataría una y mil veces – expresó, aceptando que todavía no podía con ese tema – la golpearía con todas mis fuerzas, hasta dejarla muerta – concluyó en calma, refiriéndose al cáncer – está muy delgada – encogió sus hombros – cada vez la veo menos, mi papá se mantiene llevándola de un lugar a otro de el mejor medico al más importante intentando curar algo que es incurable – Julieta la miraba sabiendo que debía escuchar, sintiendo casi que su dolor, Micaela estaba destrozada, y aunque, generalmente pocas veces lloraba, la expresión en su rostro era justamente lo que demostraba su estado. – Ellos piensan que no sé – sonrió, tristemente – nadie lo sabe fuera de Camila y mis padres

-¿Por qué?

-me imagino que Gabi no quiere que la miren con lastima. Tú sabes como es

-como te enteraste?

-por pura casualidad, ella no quiere estar de allá para acá, pero  quien hace reaccionar a mi papá – respiró hondamente – esa fue la razón – alzó su rostro, para mirarla

-¿Cuál razón?

-para sentirme callada… extraña… distante… tenía miedo – lagrimeó – aún lo tengo – se encogió de hombros y cuando Julieta quiso abrazarla, ella sólo se alejó – yo sé que sin decirte nada nunca ibas a saber – le explicó, logrando generar una sensación y vacio extremo en Julieta – pero te necesitaba a mi lado – te necesito aún, lo pensó, pero claro que no se lo iba a decir – Gabriela es toda mi vida… ha sido como una especie de hija, son ocho años de diferencia entre ella  y yo,  pero siempre me he hecho cargo de ella… las pocas veces que logro verla, ella sonríe – recordó, y dejó salir su lágrima – a lo mejor sabe que sé – volvió a sonreír – pero se hace, como yo. Mis hermanas no saben nada, de lo contrario estaríamos mas unidos pero sería sólo mientras la acompañamos, después sería lo mismo, y comprendo, Gabi no está con eso, yo tampoco.

Julieta sólo cerraba sus ojos, escuchando cada palabra como un puñal con filo y muy puntudo – llega  para el otro mes, mis padres se hacen los que están viajando, pero están con ella, las quimioterapias y esas cosas ya están terminando- entonces la vio, la vio llorando, y no supo que sentir – sé que no querías escucharlo, pero no es justo para ninguna que te quedes sin saber que pasó. Yo te iba a decir, pero no quería hablar de eso… no me gusta, ni siquiera Ale lo sabe. Es doloroso. Saber que no va a estar… es, yo se que algún día moriremos… puede ser hoy, mañana o en treinta años, pero es algo incierto – pasó sus manos por sus ojos para limpiarse – helena estaba conmigo cuando me di cuenta, por esas malditas vueltas del destino – dijo, enojada, sabiendo que por ese motivo todo se dio para que las cosas pasaran así – sólo porque quería ir a almorzar donde mamá… ese día que la viste salir de casa fue a entregarme papeles, y a darme la autorización para viajar… quería acompañar a Gabi.. por esos días comenzarían los tratamientos, pero tu me cambiaste todo… me jodiste Julieta, te fuiste sólo por que la viste salir… ni quiera me reclamaste… te devolviste y no volví a saber de ti – Julieta reventó, reventó en llanto y casi que en gritos, de esos llantos con ganas incalmables que parecieran que no se acabaran, esos que te dejan sin ánimo de nada pero a la vez te quitan un peso de encima, y no era para poco… que estupidez… que estúpida fue – pensó, desde adentro solo porque su llanto no le permitía hablar – es todo – Micaela se levantó, la puerta se abrió y Clara entró, no entendió que pasaba, no comprendió que pudo decirle Micaela para que su hija estuviera así

-Márchate de mi casa, por favor – le dijo con tanto enojo… que estaba a punto de perder su clase y mandarla, literalmente a la mierda

-Si señora. Julieta – la miró, sin poder tocarla, sin recibir una respuesta, ni siquiera una mirada – llámame después, no quiero ser desconocida tuya, cuando fuiste la mujer de mi vida – y terminó, suspiró, sin preguntarse de donde le había salido esas palabras, dio tres pasos y con respeto, miró a Clara, se inclinó un poco para despedirse y salió.

Era tiempo de quemar esa época, pensó que ya era suficiente de tantas lágrimas y momentos amargos, se echó a caminar hacia adelante, con su cabeza en frente y con una disposición segura, se encontró a  su amiga ahí, afuera de su auto fumándose un cigarrillo, que tiró a la nada cuando la vio

-ya estaba preocupada – exhaló lo último que le quedaba de humo – como te fue?

-Bien – Micaela la miró a los ojos, pensando que tan sincera era esa respuesta

-Bien de bien o de bien mas o menos o de bien por puro y físico puto protocolo? – comentó, a modo de pregunta mientras se daba la vuelta para subir al carro

-el de no sé bien

-ah, clarísimo – dijo irónica -hablaron?

-mucho

-como quedó todo?

-le expliqué lo que pasó – suspiró, tranquila por ese lado – al menos ya sé que le quedó claro que no le fue infiel

-Segura que le quedó claro? Digo… - encendió el auto y puso algo de música – Julieta es de lo más imposible que conozco para hacer cambiar de opinión

-Phf – sopló dándole la razón

-¿Cómo hiciste?

-le dije la verdad

-no quieres hablar, ¿verdad?

-Ale, sabes lo extraño que es todo esto? Hace una semana hubiera pensado que esto sólo pasaría en mis sueños y mira…

-Vamos mi amor, no puede ser tan malo. A propósito ¿tienes hambre?

-Si, a Doña Clara se le olvidó ofrecerme si quería  un vaso de agua – bromeó, generando una gran carcajada por parte de Alejandra

-En serio? Dios, que grosería.

-se le olvida el puto protocolo del que hablas – buscó en su bolso su celular – dame el numero de ella

-¿De quien?

-De Julieta, obviamente.

-¿la llamaras?

-si no me busca en menos de una semana; si.

-Eso es lo que quería escuchar, tú tienes que luchar.

-Ale, no hay que luchar por nada, sólo es porque me aterra el hecho de estar cerca a su lado y no llevar una conversación agradable, por lo demás es cuento olvidado.

-Claro que no

-Claro que si

-No Mica, las cosas se quedan así ¿entonces?

-Así. – Le respondió – se te olvida que está por darle la vida a una criatura que casi nace?

-y eso que? Por ser madre es imposible de tener?

-No. Simplemente ya tiene otra vida

-el tal Freddy ese es un anónimo que se lo tiró en una noche de borrachera

-se llama Federico – la miró, subiendo la ventanilla porque el viento comenzaba a molestarla – y Julieta no toma, y si toma, sabe hasta donde hacerlo. Así que creo que esa opción no es ni siquiera considerable

-te dijo algo de él?

-lo suficiente para dejarme claro que no tienen nada pero al mismo tiempo n o sabe si eso es del todo cierto

-De que hablas?

-de que Julieta sigue siendo la misma muchachita que se deja llevar por lo que los demás quieren ver en ella

-si tanto te irrita esa faceta, porque te interesa tanto el tema?

-no preguntes tonterías Ale.

-Dímelo

-cállate y llévame a comer algo

-Micaela María, yo no me voy a  meter mas

-te lo agradezco – le gruñó el ojo, sonriendo, pero dentro de la broma, se lo decía en serio, y Alejandra lo sabía

-Si, pero… - buscó en su celular el numero de su novio – si tanto te molesta que aún sea una muchachita, tampoco lo seas tu – y antes de que Micaela pudiera contestarle algo al respecto, algo como que atrevida era su amiga, o preguntarle porque decía eso, o simplemente exponerle su punto en desacuerdo con esa afirmación, Alejandra inició una conversación con su novio.

A veces la vida se convierte en todo lo que siempre pedimos que no fuera, son las acciones de cada uno, lo que nos lleva a eso,  o quizás el simple camino que nos toca recorrer.

-¿Qué te parece Pati?

Patricia la miró, con sus lentes a centímetros de sus ojos y un lapicero en constante movimiento sobre el escritorio – es cierto.

-si, pero que te parece?

-Doctora Mica, me parece que usted anda un poco pensativa.

-Pati, tu crees que hay amores imposibles?

-imposible solo es la capacidad mental que tiene cada persona. Si mentalmente usted piensa que es imposible, físicamente también lo es. – buscó palabras, pensó en algo que no sonara muy agresivo, que la ofendiera o la hiciera sentir mal – es por lo que me contó la otra ves, no?

-Ajm – contestó Micaela, mirando su computador

-el tiempo no se puede perder – y esa frase retumbó una y otra vez en la cabeza de Micaela. Patricia, su asistente, le cambió el tema, porque era realmente urgente la firma de Micaela para realizar los proyectos que tenían pendientes y modificar otros asuntos que estaban por solucionar. Salió caminando, con ese taconeo veloz que siempre le llamó la atención a Micaela, ya casi era las doce del día y Alejandra aun no la llamaba para ir a almorzar, con ese, eran cuatro días en los que Julieta todavía no se reportaba y teniendo el numero de su celular a tan solo un paso de ella, pensó que era lo mejor así.

Golpeó una y otra vez el piso con sus tacones, se sentía nerviosa, ansiosa, y tonta, si, realmente tonta, Quizás Alejandra tenía mucha razón y ella era igual de niña que Julieta.

Y Julieta, como si pudiera sentir lo mismo que Micaela, salió por fin de su casa, en el carro de su papá, después de discutir con su mamá sobre el mismo tema que tocaron los días anteriores, ese mismo que siempre existía cuando se trataba de Micaela, pensó, todo el tiempo, cada minuto de cada hora en la que tuvo razón cuando estaba despierta, y no había razón, le daba hasta vergüenza mirarla a la cara, después de lo que le dijo, como no creerle, sería un verdadero descaro de su parte si ponía en tela de juicio, la explicación de Micaela.

Ya todo estaba en orden, Federico era lo único que la tenia intranquila, sus llamadas estaban aumentando a dos en el día, todos los días…

-ale, estás con Mica? – le envió un mensaje después de que no consiguió hablarle

Encendió el auto, sin saber donde buscarla – no, estoy en reunión. – le respondió Alejandra, para después sin dejarla enviarle otro mensaje, ponerle – vive en la carrera cincuenta y seis, el edificio queda frente a la constructora

-ella está ahí?

-Si –

Después de responderle a Julieta, pidió un permiso para ir al baño, llamó a Micaela solo para decirle que estaba enferma y que no quería salir, y como Carlos estaba trabajando estaría esperándola en su casa.

El camino a casa fue corto, mas corto que quince minutos de recorrido, saludó a Hugo, y se fue directo al ascensor, tenía afán porque no sabia que hacer, quizás aprovechar la compañía de Alejandra para buscar la manera de volver a hablar con Julieta, o preferiblemente para su miedo, escuchar una negativa de su amiga pidiéndole que le diera tiempo, que se lo diera ella misma también.

Esperó el ascensor, se entretenía como  niña mirando los números cambiar de color a medida que bajaba de piso, se le ocurrió por puro instinto mirar hacia la entrada, por reflejo o porque algo el decía que lo hiciera y la vio.

La vio y no supo que hacer, se bloqueó y pensó inmediatamente que esto solo era obra de su amiga, pero como le agradeció en ese momento, al menos no estaba doña Clara para interrumpirlas y si no fuera por que se quería engañar, mas que nada, se sentía feliz por que como fuera, necesitaba un beso. Mínimo un abrazo, como el que se dieron el día que Micaela fue a casa de Julieta.

Julieta caminó, Hugo le preguntó algo, algo que no logró entender porque su cabeza solo digitaba una información, más bien creaba una conversación, como saludarla, que decirle, como hablar… como carajos iba a pedirle perdón, si sintió que en ese momento pedir perdón no era suficiente.

-Hola – le dijo, sonriendo nerviosamente.

La puerta del ascensor se abrió, Micaela le dio la señal de que siguiera, y entró después de ella – pensé en que si no me buscabas, lo iba a volver hacer yo

-lo siento…

-todo es costumbre – susurró tiernamente – a veces nos toca esperar…

-es en este? – preguntó el piso y después de recibir la aprobación de Micaela, salió después de ella. Curiosamente, sentía lo mismo, esa ansiedad inmanejable.

Y después de una conversación, sobre lo bonito que estaba el apartamento de Micaela, el buen gusto que tuvo siempre y que a Julieta le fascinaba, preguntas casuales, y miradas chocantes que no lograban decir nada y decirlo todo al mismo tiempo… por fin, llegaron al punto.

-pedir perdón no es suficiente, pero no puedo hacer más

-¿Qué te hace pensar eso?

-no me ves

-Si.

-bueno, es eso.

Las dos estaban cerca, relativamente cerca, tan cerca que Micaela podía sentir la respiración agitada de Julieta, cerca como que si se corrían un poco mas, se rosarían, cerca. – yo te hice mucho daño Mica, me lo hice a mi misma, y generé muchos errores

-Es un error que estés así?

-no lo sé

-no lo es – lo dijo segura – siempre lo quisiste

-si… pero…

-el tiempo no se puede devolver, tu decidiste cosas…

-mica… es ridículo decirlo, pero… - la mirada de Julieta lo dijo todo, como el arrepentimiento de todo y querer mejorar lo que por ahora, no se podía, no por que no quisieran, sino porque ella estaba embarazada, porque no sabia a que estaba con Federico.

-vamos a llevarnos bien – lo dijo casi natural, pudriéndose por dentro

-Bien – concluyó Julieta, queriendo otra cosa, como Micaela, pero sin decir nada más – ahora cuéntame de ti

-dime que quieres saber

-todo lo que me perdí este tiempo

-por ejemplo…

-tu trabajo – comenzó, sin llegar realmente a lo que quería saber

-mi trabajo – suspiró – soy gerente comercial de una empresa que produce sobre todo, materiales y aparatos para computadores, no es muy reconocida porque r elativamente es nueva pero nos va muy bien – sonrió

-tu familia…

-Camila se casó, y pues, Irene sigue viviendo con Felipe.

-sigues estudiando?

-oh no- rieron las dos – tus sabes que estudié solo para no quedarme como anónima en el medio, pero ya no más

-te ves muy bien ahora – comentó, con sus ojos brillosos, sintiéndose feliz de estar hablando bien con ella, pero con el mismo vacio adentro, y pensar que todo pudo ser tan diferente – siempre, pero, estas linda – y hermosa y… pensó, en miles de cosas, mientras bajó su mirada con un disimulo que Micaela pudo notar y que la hizo sonrojar, que sonrojar, la hizo excitar y seguramente sentirse deseada. Las dos sonrieron, que ganas en ese lugar… ganas de todo y algo mas…

-y no estoy con nadie – dijo Micaela, de la nada respondiendo a lo que Julieta se moría por preguntar

-Vamos!

-en serio – sonrió – nadie

-nadie, de nadie de algo serio, o nadie de nadie? – y Micaela sonrió, acordándose del mismo comentario que solía hacer Alejandra

-nadie de nadie

-por que?

-no me queda tiempo para una relación,  además no hay nadie especial en mi vida – las dos volvieron a mirarse, el tiempo había pasado y el timbre sonó. Alejandra golpeó la puerta como siempre, para abrir un momento después con su llave y entrar abrazada con Carlos. – interrumpimos? – preguntó Carlos con una sonrisa de oreja a oreja y con dos bolsas de comida en su mano

-no mi amor – se anticipó Alejandra, con un tono de voz gracioso – si aun están vestidas, no – bromeó, causando risas de los demás

-aunque, por poco – le siguió la broma Micaela, aumentando, esa chispita entre las dos – si nos interrumpen

-¿en serio? – preguntaron ambos

-Si de verdad, le pedía a Mica que me ayudara a abrirme un poco – dijo, maliciosa – necesito estar preparada – y señaló su vientre

-Ahhh, entendí – comentó Carlos, un tanto contento, como si fuera cierto que apenas lograra comprender – necesitas que mica te ayude para que no te duela tanto

-correcto – contestó Micaela, aguantando las ganas de reírse

-eso debe ser toda una experiencia ¿no? – le preguntó, exactamente a Micaela

-¿Qué, mi amor?

-mi vida – le respondió a su novia – debe ser muy diferente, no tan sexual sino más suave ¿me explico? No puedes entrar de una si está embarazada

-no cambiaria en nada – dijo, por fin Julieta – Mica siempre ha sido delicada conmigo – y no fue capaz de mirarla a los ojos, se levantó a ayudar a Alejandra en lo que fuera a preparar, riéndose por dentro, nerviosa por fuera y con una sonrisa sobre sus labios.


Gracias por leerlo :)