Matacrisis 9, parte 1: las hermanas Abadía Vergas

El psicólogo mantiene la lucha entre su profesionalidad y su subconsciente mientras planea el tratamiento de Soraya con ayuda de la otra hermana de la familia Abadía Vergas.

Este relato viene de:

  • Primera parte: http://www.todorelatos.com/relato/70574/
  • Segunda parte: http://www.todorelatos.com/relato/72792/
  • Tercera parte: http://www.todorelatos.com/relato/77053/
  • Cuarta parte: http://www.todorelatos.com/relato/77264/
  • Quinta parte, la consulta 1: http://www.todorelatos.com/relato/77680/
  • Quinta parte, la consulta 2: http://www.todorelatos.com/relato/78143/
  • Quinta parte, la consulta 3: http://www.todorelatos.com/relato/78421/
  • Quinta parte, la consulta 4: http://www.todorelatos.com/relato/78698/
  • Quinta parte, la consulta 5: http://www.todorelatos.com/relato/79210/
  • Octava parte: http://www.todorelatos.com/relato/83215/

La vida transcurre apaciblemente para una familia madrileña de clase acomodada hasta que la crisis económica empieza a afectar a las consultas del matrimonio de psicólogos formado por Sergio y Rebeca.

Sergio se ve obligado a aceptar un trabajo muy especial que podría salvarles de la crisis… o quizás los arrastre en una espiral de dudoso final…

CAPITULO 9.1. SERGIO: las hermanas Abadía Vergas.

9.1. Primera parte: Rebeca conoce a Soraya.

Cuando llegaron Sergio y su mujer al día siguiente a la clínica, les esperaba Soraya detrás del mostrador.

Inmediatamente el psicólogo supo que estaba nuevamente desnuda bajo el uniforme. Lo confirmó la forma en que se marcaban los pezones de la joven, ocasionando la inmediata reacción de su pene.

Trató de disimularla, entrando aceleradamente en su despacho tras un breve saludo, especialmente cuando su mujer entró tras él y cerró la puerta a sus espaldas.

  • Sergio, ¿qué sucede? –preguntó su esposa, logrando que el pulso se le acelerase mientras se dejaba caer en la silla pensando con una sensación derrotista que había descubierto su erección-. No sabía que nos fueran a poner asistentes.

  • Es Soraya, -respondió él. Por un lado estaba aliviado al descubrir que Rebeca no iba a sacar a la luz su pequeña indiscreción… pero por otro lado se sentía ansioso por contárselo todo y que eso fuese suficiente para retomar el control total de su mente dividida- una de mis pacientes. Del Internado, ya sabes.

  • ¿Y qué hace aquí? –dijo Rebeca, frunciendo el ceño ligeramente.

  • Creo que puede ser bueno para la terapia que vuelva a relacionarse con el mundo que la rodea del modo más normal posible –se excusó por la presencia de la chica, pronunciando en voz alta la sugerencia que esa Bestia interior lanzó a modo de salvavidas que ocultase los acontecimientos pasados… y lo que esperaba lograr desde su oscura celda en el fondo de la mente del psicólogo.

Tras unos instantes de silencio, Rebeca aceptó la situación vista desde un punto de vista neutral, profesional.

  • Tienes razón. Seguramente probar una terapia ocupacional activa sirva para mejorar su recuperación –y dicho eso, se metió en su propio despacho.

Durante el resto de la jornada, Sergio luchó contra los impuros pensamientos que acometían su mente incluso mientras atendía a los pocos pacientes que tenía en esa época.

A pesar de ello, no podía dejar de imaginarse a la joven que estaba al otro lado de la puerta. Había parpadeos en los que su oscura y perversa mente escondida le mostraba escenas pornográficas en las que la chica aparecía desnuda masturbándose delante de él… o masturbándole a él.

Al terminar la jornada, apenas podía evitar esos pensamientos descontrolados, pero se hizo el firme propósito de no pasar de ahí.

Pero nuevamente los sucesos cambiarían sus intenciones.

Cuando fue a salir para avisar a Soraya de que era hora de cerrar y que podía irse a cambiar, descubrió que la chica no estaba. Fue fácil localizarla porque su voz salía del despacho de Rebeca, en donde estaban las dos hembras hablando.

No pudo evitar que su parte más oscura formase una nueva escena lujuriosa en su mente en la que pillaba a su mujer y a la joven besándose en la boca medio desnudas, momento en el que él entraba y se ponía entre ellas para compartirlas en un intenso trío.

Parpadeó. Era una idea tonta… pero a la vez muy sugerente. Y eso le enfadó. Se enfadó consigo mismo por no ser capaz de controlarse. Y con la intensidad de la emoción, él mismo liberó por un instante a su oculta y manipuladora sustancia negra.

Sin darse cuenta, se encontró marcando un número de teléfono. Cuando llevaba cuatro tonos estuvo a punto de colgar… pero al quinto se escuchó una voz femenina al otro lado de la línea.

  • ¿Diga?.

  • ¿Almudena?. Soy Sergio, el psicólogo de tu hermana, nos conocimos el otro día.

  • Ahh… sí, sí…

  • ¿Te importaría venir mañana sobre esta hora a la clínica? –y ante su significativo silencio, decidió inclinar la balanza-. Me gustaría hablar sobre cómo podrías ayudar a tu hermana en la terapia… si te interesa apoyarla.

  • Sí, sí… iré, sin problema.

  • Una cosa debo pedirte.

  • ¿Sí?.

  • Deberás hacerlo en secreto, -y remarcó- por ahora no interesa que nadie lo sepa, ¿lo entiendes?.

  • Sí –aceptó la hermana de Soraya.

  • Entonces nos vemos mañana. Hasta entonces.

  • Adiós.

Fue una conversación breve, pero sabía que iba a poder… ¡no!, tenía que manejar bien esto. Olvidarse del impulso que había dirigido su mano al teléfono. Tendría que aprovecharlo para de verdad usar a una hermana para ayudar a la otra.

9.1. Segunda parte: conociendo a Almudena.

Al día siguiente, menos de 24 horas después, casi todo estaba listo para el plan que iba tomando cuerpo en su mente.

Su mujer había terminado antes, pues había quedado con Inmaculada en su casa, así que sólo le faltaba hacer que Soraya se marchase antes de la llegada de su hermana.

  • Hoy puedes irte ya –la interrumpió mientras estaba de rodillas limpiando el agua que había desbordado el plato del tiesto de una de las plantas que tenían junto al mostrador, no sin antes apreciar brevemente la desnudez que se escondía bajo el blanco uniforme. Incluso llegó a vislumbrar parte del sexo de la chica, produciéndose la incómoda respuesta de su pene y el rugido apreciativo de su más oscura personalidad.

  • Gracias, Don Sergio –respondió ella, sin cuestionar sus razones.

  • Mañana tendremos nuestra segunda sesión de la terapia –comentó él y, antes siquiera de darse cuenta de lo que decía, añadió-… y trae unas bragas usadas de tu hermana.

  • ¿Para…? –empezó a cuestionar esta vez, extrañada.

  • Silencio –la cortó-. Mis métodos pueden resultarte extraños, pero dan resultados y es lo que importa. Si tienes dudas, siempre puedo pasarte con mi mujer… ayer se os notaba bastante en sintonía.

  • No… no, señor. Prefiero seguir con usted. Disculpe mis dudas. Usted es el experto.

  • Ahora ve a cambiarte.

Soraya ordenó los papeles que quedaban sobre su mesa antes de partir y esos instantes bastaron para que una nueva idea se escapase de entre los labios del psicólogo.

  • Hoy te cambiarás en mi despacho.

  • De acuerdo, Don Sergio.

Se sentó detrás de su escritorio mientras la veía volver con su ropa de calle. Sin pudor alguno, Soraya se quitó la bata y mostró su juvenil cuerpo desnudo. Se excitó, pero logró contenerse mientras no dejaba de observar cada detalle de las increíbles y femeninas curvas.

Se despidieron y la hizo dejar la bata sobre la silla tras el mostrador.

Con apenas media hora de diferencia entró Almudena.

La hermana de Soraya no ganaría ese día un concurso de elegancia, pero el chándal que traía no hacía sino mostrar aún más sus innegables encantos.

Llevaba el pelo recogido en una coleta y lo ajustado de su vestuario resaltaba especialmente la forma de sus espléndidos pechos y se ceñía tan estrechamente a su culo que dejaba ver claramente la forma de sus bragas.

  • Pasa y cierra la puerta, por favor –la llamó desde detrás de su mesa Sergio, contento de no tener que levantarse puesto que la erección de su pene residual de la visión del delicioso cuerpo de Soraya no había hecho más que intensificarse al posar sus ojos ahora en las formas de los senos de la hermana-. Siéntate y gracias por venir –indicó, señalando la silla frente a él, lo cual le otorgó una visión aún más directa.

  • Hola –saludó ella.

  • Bien, como ya te conté, mi idea es que participes en la terapia de tu hermana. Ya que estás aquí, imagino que quieres hacerlo, ¿verdad?.

  • Sí, claro –respondió ella, algo nerviosa.

  • Lo primero es que te comprometas en serio. Eso incluye un contrato de confidencialidad y secreto de todo lo que aquí ocurra, mis métodos y cuánto hablemos… si estás de acuerdo, claro.

  • Sí… sí… sólo quiero ayudar a Soraya.

Sergio sacó un papel de su escritorio. Un simple formulario de confidencialidad estándar de los que solía usar años antes. Se lo puso delante y señaló el final del texto.

  • Firma aquí.

La joven firmó con rapidez, tras fingir que lo leía. De haberlo hecho se habría dado cuenta de que no tenía nada que ver con lo que estaban hablando. Y eso hizo rugir más fuerte a la oscura forma que cada vez más controlaba a Sergio en esas situaciones.

  • Bien, ahora recuerda que nada de esto podrás comunicarlo de ninguna forma a nadie, ni tan siquiera a tus padres, Soraya… ni a tu novia –terminó comentando. Sabía que era una suposición arriesgada tras haberla visto sólo un instante, pero su parte más salvaje y pervertida se lo sugirió desde su escondite.

  • ¿Cómo… cómo sabe que…? –se asombró Almudena, picando el anzuelo.

  • Las hermanas saben esas cosas…. –mintió, dando a entender que Soraya se lo había contado- pero no te preocupes, no saldrá del circuito de la terapia. En fin, fue otra de las razones por las que tu hermana se siente tan dolida contigo, después de todo fue ella quien se sacrificó. Sí, vendió su cuerpo para que ese vecino vuestro no te violase, porque era a ti a quien quería… y cuando lo contaste se sintió tan doblemente traicionada… -siguió contando, lanzando un nuevo cebo que volvió a picar la chica, cuyos ojos se humedecían y su respiración se agitaba, produciendo un excitante movimiento de sus pechos ante Sergio.

  • ¿Qué tengo que hacer?... ¡haré cualquier cosa por mi hermana! –gritó, medio sollozando.

  • Estoy seguro –sentenció él, mientras su maliciosa y viciosa personalidad oculta sonreía de placer ante la pesca que tenía ante sí-. Tú parte va a consistir en ayudarme a que vuelva a tener unos lazos de amor con la familia, es uno de los primeros pasos hacia su recuperación -la contaba mientras ella asentía con la cabeza-. Y lo primero es la confianza ciega, debes de ser capaz de lograr su total y absoluta confianza. No contar nunca sus secretos ni nada que a ella concierna, salvo a mi, por supuesto.

  • Sí, claro.

  • Para empezar, tu primera misión es la de comprobar cómo se viste. Es muy importante para mi saber si usa un vestuario normal o si sigue conservando las costumbres que le introdujeron a base de golpes, torturas y humillaciones en el Internado –fue enumerando mientras Almudena se iba encogiendo con cada uno como si de golpes físicos se tratasen, mostrando sus intensos sentimientos de culpabilidad. Sergio esperó al final para lanzar su última ráfaga de “pecados” sufridos en el Internado, a pesar de no tener en ese momento la seguridad de que hubiese sucedido-… aparte de las numerosas violaciones y vejaciones sexuales que sufrió tanto allí como cuando fue prostituida.

  • Sí, sí –cortó Almudena, a punto de ponerse a llorar.

  • Sobre todo es muy importante el tema de la confianza y la confidencialidad. Tú debes tener una total confianza en mi y obedecer todo lo que te pida aunque no tenga sentido a veces, ¿comprendes?.

  • Sí.

  • En esto no quiero dudas, si quieres participar no habrá vuelta atrás, dependerás totalmente de mi y seré tú guía para orientar todos tus pasos… para lograr reinsertar a tu hermana.

  • Sí, sí. De acuerdo.

  • No quiero que después digas que no te lo advertí o que no harás esto o aquello porque no te parezca bien o no lo entiendas, es parte de tu contrato. Confianza ciega en mis peticiones y decisiones, sin poner ninguna pega. Será duro y a veces puede que te resulte desagradable…

  • Estoy dispuesta a todo por mi hermana –aseguró.

  • Eso espero, porque luego mucha gente dice una cosa y luego pretende abandonar el barco a mitad de trayecto.

  • No lo haré. Yo no. Es mi hermana, no la fallaré esta vez.

  • He oído eso tantas veces… pero…. No, eres muy joven para…

  • ¿Qué?... lo que sea lo haré, es mi hermana.

  • También lo era hace unos años cuando ella terminó en el Internado.

  • ¿Qué quiere?. Ya dije que haré cualquier cosa… ¿qué más quiere que diga?.

  • No quiero que digas nada más, quiero que de verdad te comprometas por el bien de tu hermana.

  • Lo hago.

  • ¿Totalmente?.

  • Sí, del todo.

  • Voy a pedirte que me lo demuestres. Que demuestres la profundidad de tu compromiso.

  • Dígame cómo, ¿qué debo hacer?.

  • Para empezar, debo contarte que he comenzado con tu hermana una terapia ocupacional –empezó a contarla, cediendo una mínima parte de información real mientras su oscura Bestia interior lanzaba el cebo bien decorado para engatusar a la joven que tenía enfrente para conducirla a… otras posibilidades- y me han comunicado que no está usando ropa interior.

  • ¿Qué?... ¿cómo?... –preguntó Almudena, acercándose al anzuelo que la oscura parte escondida de Sergio estaba lanzando y sin mencionar que había sido él quien pidió que no usase esas prendas ni que el trabajo era en esa misma clínica.

  • ¡Silencio! –gritó casi sin darse cuenta, pero el que la joven callase y no lanzase ningún tipo de protesta o gesto armó de valor a la parte más oscura de Sergio para lograr más control de la situación-. No interrumpas cuando estoy hablando. Y te recuerdo que nada de lo que yo te diga puedes hacerlo público… absolutamente con nadie, ¿comprendido?.

  • Sí.

  • Absolutamente con nadie, ¿entendiste? –repitió, mientras una corriente de fuerza pasional salía disparada en una pequeña explosión que aceleró las energías de su parte más oscura.

  • Sí.

Sin darse siquiera cuenta, la mano de Sergio salió disparada. Dio una suave torta de refilón en la cara de la chica, que instintivamente cerró los ojos y se apartó un poco. No se levantó ni puso respuesta alguna en sus labios o sus hechos.La Bestiadentro del psicólogo se envalentonó un poco más.

  • ¿Sí, qué?.

  • Sí, lo entendí… señor –terminó pronunciando la respetuosa fórmula, como si temiera otro recordatorio físico si seguía tuteando en este punto de la conversación.

La excitación de Sergio no se detenía, se hizo aún más potente. Su miembro se endureció aún más, luchando por salir de sus pantalones y poseer a la chica. El control racional se reducía por momentos, pero aún resistía.

  • Entonces sigo. Lo que quería decirte antes de que me interrumpieras –y ante ese comentario, la chica se encogió ligeramente y su respiración se hizo algo más agitada, provocando que sus pechos destacasen aún más frente a los lascivos ojos interiores del subconsciente de Sergio- es que podría ser que tu hermana necesite cierto detalle del Internado. Especialmente porque viajando en transporte público sin bragas, podría sufrir algún encuentro indeseado, ¿comprendes?.

  • Sí… sí… señor.

  • Así que en resumen, vamos a probar si mi teoría es correcta. Si acierto, tu hermana necesita llevar unas bragas mojadas –terminó, lanzando su oscura proposición. Pero viendo la expresión confusa de la chica, tuvo que aclarar la indecente propuesta-. Mojadas con semen.

  • No entiendo –anunció Almudena, mostrando una genuina expresión de confusión.

  • Que tiene que llevar puestas unas bragas en las que esté el líquido seminal de los hombres… y obviamente pensé en ti en primer lugar como forma de que os vayáis acercando y reconstruyendo vuestra relación.

  • Pero… pero… yo… yo no…

  • ¿Quieres participar o no?. Entiendo que mis métodos no te sean comprensibles y prefieras dejar a tu hermana sola…

  • No, no… quiero ayudarla… pero yo… yo no… nunca…

  • ¿No conoces a ningún chico que pueda ayudarte? –preguntó en tono neutro, pero ardiendo por dentro.

  • Supongo… pero…

  • ¿No te atreves por si acaso pidieran algo más de ti? –y ante la afirmación que dio con un movimiento tímido de cabeza, el psicólogo lanzó la sugerencia-. Quizás… quizás pudiera hacerlo yo.

  • ¿Sí?... –picó ella, poniendo una tierna sonrisa en su cara- sería fantástico… gracias… señor –dijo con la sonrisa más amplia sin darse cuenta de qué se proponía.

  • Entonces necesito tus bragas –anunció sin contemplaciones, borrando la sonrisa de la cara de la joven.

  • Pe… pero… pensé…

  • Si de verdad deseas ayudar a tu hermana, dame tus bragas para que pueda intentar dejar algo en ellas… pero si no quieres… -dijo lo más indiferentemente que pudo.

  • Lo haré –afirmó ella, poniéndose seria.

  • Bien –y al ver que se levantaba marchándose, preguntó-. ¿Te vas?.

  • Iba a quitarme las bragas.

  • No.

  • ¿No? –preguntó extrañada.

  • Delante de mí.

La chica instintivamente se llevó una mano hacia sus partes, lo cual no hizo sino incrementar la respuesta fisiológica del pene de Sergio.

  • ¿No creerás que puedo hacerlo así? –dijo chasqueando los dedos-. Necesito excitarme un poco –mintió, puesto que tenía ya bien endurecido su viril miembro.

La hermana de Soraya se sonrojó totalmente, pero tras dudarlo unos instantes, tragó saliva y avanzó hacia la mesa con una expresión decidida. Bajó la mirada y se deshizo el nudo del pantalón deportivo rápidamente, pero antes de que se lo bajase, la parte más oscura del subconsciente de Sergio volvió a hablar.

  • ¿Sabes hacer un strip-tease?.

  • ¿Qué? –preguntó.

  • Estoy casado –explicó-, así que conozco el cuerpo de la mujer.  Si no te importa, ya que tengo que hacer este esfuerzo para ayudaros a ti y tu hermana, lo mínimo es que hagas un pequeño baile mientras te desnudas para ver si así puedo darte lo que necesitas, porque como comprenderás me debo a mi esposa –dijo, subrayando el falso favor que fingía hacer.

  • Ya… lo intentaré, señor –aceptó la chica, volviendo a darle el respetuoso tratamiento como deferencia hacia el favor que suponía estaba haciendo.

La chica se puso aún más colorada mientras empezaba a moverse contoneando las caderas y su cuerpo en un baile cuya música escuchaba en su propia cabeza. Pronto se dio cuenta de que la excelente figura de Almudena estaba realmente relacionada con la danza, puesto que empezó a hacer unos giros y levantar las piernas de una manera que demostraba una gran flexibilidad de un tipo que Sergio sólo había visto en el ballet.

Se desabrochó el pantalón mientras la joven seguía girando y contoneándose, dejando caer el pantalón deportivo palmo a palmo y mostrando sus perfectos muslos.

Cuando por fin logró despojarse del pantalón, el psicólogo se encontraba al límite, masturbándose al compás de los movimientos de la chica. Logró aguantar hasta que ella le lanzó sus bragas, mostrando su perfectamente depilado sexo, entonces estalló en sus bragas, empapándolas con su leche hasta dejarlas chorreantes.

Dejó que Almudena siguiera bailando con su imaginaria música, lanzando sus piernas al aire y mostrando en toda su plenitud la raja en que se escondía la entrada a su vagina.

Sin decirla nada, ella misma terminó despojándose de la parte superior de su atuendo, mostrando un sujetador que apretaba intensamente sus juveniles pechos. Cuando los liberó, enseñándolos en toda su plenitud, la polla de Sergio volvió a levantarse como un resorte. Así pudo fingir que acababa de ponerse dura porque fue justo entonces cuando la chica se dio cuenta, como observó el psicólogo por la turbación de la joven hembra.

Aún estuvo cinco minutos más bailando completamente desnuda ante Sergio, pero al final tuvo que hacer que parase y la devolvió las bragas, puesto que notó que su parte más racional volvía a ascender a la superficie y no habría podido llegar más lejos.

Era mejor una victoria parcial que una derrota total.

  • Aquí tienes tus bragas –dijo, tendiéndoselas y mostrando su nueva erección al levantarse.

Ella se ruborizó nuevamente y aceptó la prenda con una expresión de asco que intentó esconder dándose la vuelta y vistiéndose nuevamente.

  • Tienes que ponerte las bragas –pronunció Sergio.

La chica se paralizó en el gesto de guardarlas.

  • Pero… pero… es que están…

  • Lo digo por tu bien. Si vas sin bragas se notará. Además, así comprobaremos mejor la reacción de tu hermana cuando te las quites y las eches a lavar, asegurándote que lo vea, ¿no te parece?.

  • Sí… sí… supongo… -respondió, poco convencida.

Después de un par de minutos haciendo tiempo, al final se puso las bragas empapadas por la reciente e intensa eyaculación de Sergio.

Se dieron un par de besos de cortesía, durante los cuales no pudo evitar rozarse con el pene de Sergio que aún estaba al descubierto y que dejó unas líneas de humedad en el costado del chándal, y se marchó.

Sergio se quedó excitado y terriblemente ansioso de descubrir cómo le saldría el plan que su mente más oscura y traviesa había puesto en marcha con estas dos hermanas.

Antes de irse a su casa, se hizo una paja en el servicio imaginándose a la joven gimnasta viajando en el metro con unas bragas empapadas con su semen en contacto directo con su femenino sexo.

Continuará...

QUIÉN ES QUIÉN (episodio 9)

  1. Almudena Abadía Vergas: hermana de Soraya. 16 años. Pelo castaño rizado.
  2. Arturo Abadía Vergas: hermano mayor de Soraya. Con 19 años descubre a Soraya, que tenía 15 años, masturbándose y logra obtener favores sexuales, que se prolongan de forma voluntaria por ambos hasta el internamiento de Soraya. Ingresa en el ejército poco después del internamiento de su hermana. Actualmente tiene novia militar también.
  3. Camila: hija de Sergio y Rebeca. Universitaria de 20 años. Morena. Ha comenzado una relación sentimental con Toni. Siente una fuerte atracción por Vanessa, la novia de su hermano. En ocasiones ayuda en la consulta a sus padres. Ha tenido una relación intermitente con una de sus mejores amigas desde hace años, jugando ambas con su bisexualidad.
  4. Darío: hijo menor de Sergio y Rebeca. 18 años. Repite curso en el instituto. Ha comenzado una relación con Vanessa hace casi 6 meses.
  5. Inmaculada: amiga de Rebeca. 41 años. Rubia. Casada tres veces. Se divorció de Enrique, con quien tuvo a su primer hijo, Adolfo. Su segundo exmarido, Eduardo, es el padre de Lorenzo y Nazario. Ahora está casada con Manuel. Sexualmente hiperactiva, tuvo una aventura con Sergio que duró dos años. Tiene una relación sexual con Juan, uno de los chicos del Internado, en la casa de él y siendo descubierto por Rebeca. También parece tener una nueva relación sexual con su primer marido, Enrique, y con su mujer actual.
  6. Rebeca: psicóloga. 42 años. Esposa de Sergio. Madre de Camila y Darío. Su mayor dedicación al trabajo ha provocado un distanciamiento en su vida de pareja, especialmente a nivel sexual. Intenta recortar su distancia afectiva con Sergio metiéndose en su misma clínica y compartiendo los casos especiales. Tiene miedo de que Sergio pueda serle infiel. No conoce la aventura que tuvieron su marido e Inmaculada, una de sus mejores amigas.
  7. Sergio: psicólogo con ingresos medio-altos al que la crisis le obliga a aceptar unos casos especiales para relanzar su carrera. 43 años. Casado con Rebeca, a quien envidia en el fondo por su mayor éxito de clientes. Tienen casa en Madrid y en San Rafael, donde suelen pasar los fines de semana. Tienen dos hijos: Camila y Darío. Tuvo una aventura con Inmaculada, cliente y amiga de su esposa. Tiene una lucha interior con un lado oscuro que mezcla el estrés con un fuerte componente de represión sexual en su vida diaria,la Bestia.
  8. Soraya Abadía Vergas: paciente de Sergio. Pelo castaño y ojos oscuros. Domina inglés y tiene nociones de francés y portugués. Apodada “Devora Vergas”. Fue secretaria de Don Rafael. 19 años. Residente en Madrid. Tiene dos hermanos: Almudena (16 años) y Arturo (22 años). Tres lesiones en forma de triángulo. Empleada a tiempo parcial en la consulta de Sergio y Rebeca.
  9. Vanessa: novia de Darío. 23 años. Mide 1’80 metros. Tiene piso propio. Mantiene una relación con Camila de juegos de provocación.

Nota: este relato es inventado. Gracias por leerlo y vuestros comentarios.

Toda la saga al completo (hasta ahora):

  • Primera parte: http://www.todorelatos.com/relato/70574/
  • Segunda parte: http://www.todorelatos.com/relato/72792/
  • Tercera parte: http://www.todorelatos.com/relato/77053/
  • Cuarta parte: http://www.todorelatos.com/relato/77264/
  • Quinta parte, la consulta 1: http://www.todorelatos.com/relato/77680/
  • Quinta parte, la consulta 2: http://www.todorelatos.com/relato/78143/
  • Quinta parte, la consulta 3: http://www.todorelatos.com/relato/78421/
  • Quinta parte, la consulta 4: http://www.todorelatos.com/relato/78698/
  • Quinta parte, la consulta 5: http://www.todorelatos.com/relato/79210/
  • Sexta parte, fragmento 1: http://www.todorelatos.com/relato/79750/
  • Sexta parte, fragmento 2: http://www.todorelatos.com/relato/80204/
  • Sexta parte, fragmento 3: http://www.todorelatos.com/relato/80546/
  • Sexta parte, fragmento 4: http://www.todorelatos.com/relato/81373/
  • Séptima parte, mitad 1ª de Darío: http://www.todorelatos.com/relato/82008/
  • Séptima parte, mitad 2ª con Darío: http://www.todorelatos.com/relato/82769/
  • Octava parte: http://www.todorelatos.com/relato/83215/

PD: cualquier duda o sugerencia no dejéis de hacerla, ya sea en la sección de Comentarios aquí mismo o en mi correo skaven_negro@hotmail.com

Un saludo a tod@s y Feliz Año Nuevo.