Matacrisis 6 (parte 2: Vanessa y Camila)

La hija de los psicólogos sigue envuelta en los extraños juegos de Vanessa en este largo fin de semana.

Este relato viene de:

  • Sexta parte, fragmento 1: http://www.todorelatos.com/relato/79750

La vida transcurre apaciblemente para una familia madrileña de clase acomodada hasta que la crisis económica empieza a afectar a las consultas del matrimonio de psicólogos formado por Sergio y Rebeca.

Sergio se ve obligado a aceptar un trabajo muy especial que podría salvarles de la crisis… o quizás los arrastre en una espiral de dudoso final...

CAPITULO 6.2. CAMILA.

Nada más llegar a la casa, Camila fue a tomarse la pastilla con un poco de agua a la cocina mientras Vanessa desaparecía con la excusa de ver cómo estaba Darío.

Regresó completamente desnuda, riéndose en voz baja cuando Camila reaccionó de una forma torpe medio girando el cuerpo, demostrando el conflicto interno entre el intenso deseo de contemplar el cuerpo que tantas sensaciones la provocaba y la reacción innata de pudor.

  • ¿Qué pasa, guapetona, nunca has visto a otra mujer desnuda? –dijo risueñamente a la vez que se llevaba un dedo a los labios para chupárselo mientras giraba las piernas para esconder su entrepierna en un gesto de pudor tan claramente falso que hizo que Camila se relajase y sonriera.

  • Claro que sí… pero… pero… -empezó a tartamudear-… ninguna tan…

Vanessa se puso frente a ella y en un par de zancadas se situó enfrente suyo, provocando el leve roce entre sus cuerpos, apenas separados por el más fino tejido.

  • ¿Quieres un regalo? –dijo, arrastrando las palabras suavemente y en voz baja casi labio con labio.

  • Sí –respondió Camila, cerrando ansiosa los ojos mientras esperaba con ansiedad el momento que iba a llegar… pero que no llegó.

Abrió los ojos. Vanessa no estaba, se había ido silenciosamente.

Desconcertada y algo triste, Camila empezó el recorrido que la llevaría a su dormitorio cuando Vanessa reapareció en el umbral de la cocina. Llevaba algo en la mano.

Era un consolador. De un color azul intenso, recubierto de estrías y puntos.

  • Quiero que lo tengas tú… con la verga de tu hermano tengo más que suficiente –dijo ella, mientras acariciaba el consolador en toda su longitud de una forma deliberadamente lenta y a la vez que su mirada adoptaba un tono picante-. O casi siempre… -añadió, llevándose el consolador a la boca para besarlo e ir metiéndoselo poco a poco en la boca, apretando los labios a su alrededor.

Camila la observaba intensamente, sin parpadear, mientras Vanessa entrecerraba los ojos a la vez que realizaba un intenso juego con su boca.

El intenso azul del aparato que sostenía con una de sus manos parecía brillar con la humedad que le otorgaba la salivación que obtenía de la boca de la poderosa hembra, que realizaba un continuo movimiento de mete-saca del consolador cual si de una verdadera polla se tratase alternándolo con el repaso de las partes más alejadas a base de largos lengüetazos.

A la vez, la mano que ahora tenía libre se iba deslizando sobre su cuerpo en caricias que la llevaban desde sus pechos hasta su conchita, todo ante los ojos expectantes de Camila.

Estaba deseando cualquier gesto, una mínima invitación, una palabra… para unirse. ¡Cómo deseaba poner sus manos sobre ese cuerpo que quitaba la respiración!. La temblaban las piernas con la ansiedad. Sentía que sus propios muslos se empezaban a empapar de los fluidos que salían nuevamente desde su sexo, tremendamente caliente y excitado.

Cuando observó que Vanessa hacía un alto, contuvo la respiración.

Pero no se produjo la invitación. La sensual hembra fue sacándose lentamente el consolador de la boca, terminando con una chupada a su extremo antes de dejar que emprendiese el camino hacia abajo… apenas rozando su cuerpo. Lo hizo bajar por su cuello hasta quedar entre sus pechos, haciéndolo dibujar un perfecto círculo alrededor de sus elevados pezones antes de proseguir por su abdomen hasta la entrada de su hinchada concha.

Maravillada, observó cómo de una forma magistral fue introduciendo con lentitud el amplio consolador en su interior. Palmo a palmo, Vanessa fue introduciéndoselo en la vagina ante los ojos de Camila, hasta que sólo dejó el extremo fuera.

Entonces abrió los ojos y la miró, paralizándola.

  • Toma tu regalo –ordenó suavemente, separando sus piernas.

Sin poder creerlo aún, de forma inconsciente, Camila alargó su mano derecha para extraer el objeto del interior de la novia de su hermano. Recibió una palmada con la mano y miró a Vanessa, que sonreía de una forma traviesa.

  • Toma tu regalo –volvió a ordenar, en un tono ligeramente más alto.

De forma automática, Camila volvió a extender su diestra hasta que vio cómo Vanessa volvía a alzar su propia mano. Entonces decidió probar con su mano izquierda, pensando de forma extraña que hubiera algo en su diestra que no gustase a la otra chica. Pero antes siquiera de haber extendido del todo el brazo, recibió un nuevo golpe en su zurda.

  • Pero, ¿cómo…? –empezó a preguntar.

  • Sin tocar… -sentenció, antes de aclarar- no te has lavado las manos.

Durante un instante, Camila pensó en ir a lavarse las manos, pero Vanessa bloqueaba el paso así que empezó a darse cuenta de que en realidad no quería que se las lavase. Tenía que conseguir el consolador de otra forma en la que no tuviera que emplear sus manos.

Lentamente se agachó, hasta quedar de rodillas. Esta vez no hubo movimiento alguno de las manos de Camila. Tenía la entrepierna de la novia de su hermano frente a ella. Era perfecta, como un sueño. Tras una breve pausa decidió lo que haría, apoyándose en el suelo con las manos y adoptando una pose a cuatro patas.

Adelantó la cabeza, hasta situarla entre las piernas de Vanessa, que volvió a separarlas ligeramente mientras el consolador se mantenía en su interior con ligeros movimientos que lo sujetaban con el poder de la musculosa vagina de la hembra.

Podía oler el íntimo perfume de Vanessa. Era delicioso. No sabía la razón, pero la excitaba estar así, como una perra olisqueando la entrepierna de la chica.

Una gota resbaló por el borde del consolador y rozó la punta de su nariz al caer. Fue la señal. Se estiró, arqueando la espalda, hasta poner su boca en contacto con la cálida y suave tersura del volcán que tenía Vanessa entre las piernas. Dejó resbalar sus labios, sintiendo un inconfundible estremecimiento en la hembra que estaba de pie, hasta rodear el extremo del consolador. Tenía un sabroso sabor. El sabor del sexo de la novia de su hermanito.

Como confirmando que iba por buen camino, las manos de Vanessa se apoyaron en la cabellera de Camila para acercarla hacia su sexo mientras sentía en la punta de sus labios cómo se relajaba la musculatura que retenía el instrumento azul. Lo suficiente para que descendiese unos milímetros. Lo justo para que pudiera sujetarlo entre sus dientes, percibiendo cómo según lo iba sacando los jugos de la chica iban resbalando por la superficie hasta caer al interior de su boca.

Se sentía muy vulgar. Vulgar pero tremendamente excitada por la situación. Durante un bestial segundo se imaginó siendo descubierta así por uno de sus… pero descartó el pensamiento rápidamente.

Estaba tan excitada, que cuando ya había logrado sacar la mitad del consolador de la intimidad del sexo de la otra joven, intentó llevarse una de sus manos hacia su propia conchita. Comenzó a resbalarse y estuvo a punto de tener que soltar el aparato, rozándolo con su nariz.

Tuvo que retornar a su anterior posición mientras notaba cómo parte de ese intenso perfume impregnaba sus fosas nasales al haber entrado unas gotas en su interior al rozar el azul instrumento.

Al final, logró extraerlo completamente mientras escuchaba un sonido de succión cuando se terminó de desprender del interior del húmedo y caliente sexo volcánico de Vanessa.

Al sacarlo, por el peso añadido estuvo a punto de caer hacia delante y tuvo que apoyarse en un codo para no resbalar completamente hasta el suelo. Mientras, Vanessa se puso en cuclillas sobre ella y mirándola hacia abajo con una sonrisa la dijo:

  • Espero que lo disfrutes tanto como yo… -y con un último guiño, se levantó y marchó contoneándose desnuda.

Un rato después, Camila se levantó, aún asombrada por lo que estaba pasando en esa noche y por tener entre sus manos un consolador que acababa de sacar con la boca de la vagina de Vanessa.

Por un breve instante, pensó en usarlo allí mismo, pero se dio cuenta de que cualquiera podría sorprenderla en la cocina. Y lo peor era que esa idea excitaba a una pequeña parte de su ser que no sabía que tuviera. Era inquietante… pero en cuanto se acercó el aparato azul a su nariz y descubrió el íntimo aroma de Vanessa, sus dudas parecieron perder fuerza.

Se marchó hacia su habitación andando como en un sueño.

Pero cuando pasó por la habitación de sus padres, no pudo evitar pararse. Una escena indescriptiblemente morbosa y excitante sucedía ante sus ojos.

La puerta estaba abierta de par en par y sobre la cama estaba su hermano con los ojos vendados y completamente desnudo, aunque como Vanessa estaba encima suyo tampoco es que le viera gran cosa. Lo que sí podía ver con claridad eran los huevos de su hermanito. Estaban hinchadísimos y parecían moverse con vida propia mientras la poderosa hembra completaba una impresionante mamada en la que parecía meterse toda la polla por completo de su hermano dentro de la boca… y Camila se dio cuenta de que a su vez su hermano no se quedaba atrás.

A pesar de tener las manos inmovilizadas, estaba comiéndole el coño a Vanessa de una forma imparable y enérgica. Nunca se le habría ocurrido, claro que no se le había pasado ni por un instante por la cabeza que su hermano fuera tan… tan macho.

Sabía que no era virgen y que hacía el amor con Vanessa. Pero una cosa era saberlo y otra muy distinta el verlo en primera persona, donde realmente su cerebro lo llegaba a asimilar.

Y sentía celos. Por un lado, celos de su hermano por tener a Vanessa y ser capaz de hacerla gozar de esa manera. Por otro, celos de la novia de su hermano por tener un verdadero macho con una polla tan magnífica y que no se quedaba dormido como la había pasado a ella.

Debería de apartar la vista, pero no podía. La resultaba hipnótico mirar cómo Vanessa se introducía completamente el pene de su hermano, devorándolo con gran ansiedad, para segundos después estar dándole besos en la punta del capullo ante sus ojos y paseando su lengua de un extremo a otro del miembro varonil. Se decía a si misma que estaba aprendiendo, que de esa forma sabría hacer un verdadero sexo oral a su propio novio.

La realidad era que volvía a estar tremendamente excitada, como la llevaba pasando casi toda esa larga noche.

Su cuerpo reaccionaba sin control. Sentía endurecerse sus pezones al límite, creciendo todo lo que le permitía la ropa, mientras sentía crecer un calor y humedad en su interior constante.

Empezó a acariciarse su sexo, desplazando su inundada ropa interior a un lado y palpando de una forma suave sus sensibles intimidades.

Mientras, seguía observando como hipnotizada la aparentemente interminable resistencia de su hermano, frente a los dos anteriores machos a los que Vanessa había realizado mamadas esa noche… o que ella recordaba, porque no estaba aún segura de lo que había pasado realmente en la clínica.

La excitación de Camila era tal que ni se dio cuenta de que aún sostenía en una mano el consolador que la había regalado Vanessa mientras se masturbaba al ritmo del perfectamente sincronizado 69 que hacían ante sus ojos su hermanito y su novia.

En un momento dado, Vanessa comenzó un imparable torbellino de sube bajas y lametones sobre la polla de su hermano mientras la propia Camila hacia lo propio con su conchita, llevando a sus dedos a superar todos los límites que siempre había tenido cuando se masturbaba.

Como si fuera a propósito, ambos hermanos explotaron a la vez. A la vez que Camila alcanzaba un potente orgasmo, observaba como Vanessa sujetaba con una mano el pene de su hermano para tenerlo a menos de un centímetro de su boca abierta mientras comenzaba a recibir los blancos chorros de su corrida dentro de ella… todo coincidiendo con el momento en que Darío detenía la labor de su lengua para poder emitir unos pequeños gritos al liberar la tensión de su viril miembro.

Con las piernas temblando ligeramente, Camila se apoyó en el marco de la puerta mientras Vanessa bajaba su cabeza para limpiar los restos de semen que habían caído sobre el cuerpo de Darío. Lo hizo girando la cabeza y mirándola directamente a los ojos.

Camila no tuvo tiempo de intentar esconderse, pero la novia de su hermano no parecía molesta por el espionaje. Al contrario, la guiñó un ojo mientras sonreía y comenzaba la labor de limpiar los restos de la corrida de la desnuda entrepierna de su novio usando tan sólo su lengua y sin dejar de mirar de una forma insinuante a Camila. Parecía casi una invitación.

Esta vez pudo su sentido moral. Por mucho que desease estar con Vanessa, estaba mal la mera idea de intervenir… no intervenir, ¡actuar!. Sobre todo porque había allí un joven que no era sólo un hombre, es que era su hermano y la mera idea de tener el más leve contacto de índole sexual con él la resultaba repulsiva.

Mientras giraba para marcharse, vio por el rabillo del ojo cómo Vanessa se encogía de hombros y se situaba verticalmente sobre la cabeza de su hermano para obligarle a seguir dándola placer por fuera y por dentro de su empapadísimo sexo.

Estaba entrando en su dormitorio cuando escuchó el intenso gemido felino que dejó escapar Vanessa al alcanzar, con casi total seguridad, su preciado orgasmo.

Cerró la puerta mientras sentimientos poderosos batallaban en su interior, puesto que frente a su pudorosa forma de ser estaban el intenso deseo de haber estado allí para contemplar toda la escena y los celos por no haber sido ella la que hubiera estado en lugar de su hermano gozando y haciendo gozar a Vanessa.

Sabía que no tardaría en volver a escuchar los ruidos del sexo que saldrían del cuarto de sus padres, así que se desvistió mientras buscaba unos tapones para los oídos.

En su lugar, sus ojos se detuvieron en el consolador azul que brillaba bajo la luz de su dormitorio. Lo rozó con los dedos de su mano. Aún estaba húmedo en algunos puntos y su instinto la hizo agarrarlo para llevarlo hasta su nariz, donde recogió el intenso aroma que aún desprendía.

El olor de Vanessa.

No pudo resistirse. Tendida sobre la cama, comenzó a lamerlo mientras usaba su mano libre para acariciarse la vulva. Estuvo así varios minutos, saboreando los restos de la húmeda cueva del placer de Vanessa sobre la irregular superficie del fabuloso aparato, excitándose cada vez más y masturbándose sin darse cuenta cada vez con más intensidad mientras recordaba cómo había extraído el azulado artilugio del interior de esa magnífica hembra.

Sus dedos cobraron vida propia ante su descontrol, mientras ella se imaginaba en la cama de sus padres en el lugar que había visto ocupar a su hermano y ofreciéndose a comerle el coño a Vanessa mientras ella hacía lo propio con el suyo mismo. Ni siquiera llegó a saber cuántos dedos se llegó a introducir cuando se corrió.

Una fuerte oleada de placer, acompañada por unos espasmos intensos de su vagina la despertaron de su ensoñación. Abrió la boca para lanzar un grito de oscuro placer, pero el consolador que le habían regalado no permitió salir ningún ruido porque la mano que lo sostenía se crispó por el orgasmo y lo dejó caer a medias dentro de su propia boca.

Se dio cuenta de que había revuelto su cama. Ella misma estaba empapada en sudor y notaba cómo parte de la humedad de su propia conchita se deslizaba entre sus piernas rumbo a las sábanas. No la importó.

Con la mente dominada por la lujuria, deslizó el consolador hasta encontrar la entrada a su vagina. La perforó sin miramientos, pero no la dolía. Estaba tan excitada que la dilatación de su concha era máxima y no tuvo problemas para hacer desaparecer casi todo el consolador en su interior de un solo movimiento.

Sin detenerse un instante a pensar siquiera si podría ser descubierta… incluso deseándolo, comenzó una loca y rápida penetración de su vagina con ese falso pene. La delicia de sus estrías y formas lograba hacerla arrancar nuevos gemidos de placer a la vez que no podía dejar de tocarse el cuerpo al no saber dónde colocar su otra mano de lo potente y anulador del pensamiento que eran los efectos que sobre sus sentidos ejercían las corrientes eléctricas que descargaban sin cesar desde el interior de su sexo pura y salvajemente penetrado con ese consolador.

Durante un tiempo que su mente hubiera sido incapaz de calcular, Camila siguió penetrándose con el consolador como si fuera una carrera contrarreloj, ahogando sus gemidos mordiendo la almohada.

Por su mente pasaban sucesiones de imágenes, pequeñas fantasías que la hacían aumentar más o menos el ritmo con que su mano lanzaba el azulado consolador al interior de su vagina, empapándolo en sus fluidos y mezclándolos en su mente con alguna humedad escondida en una de las estrías de su preciada Vanessa.

En su mente se vio transportada al dormitorio de Kat y Rada, las dos sirvientas rusas de su novio, en donde se imaginó entrando para ofrecer su sexo a esta pervertida pareja. Se imaginaba siendo arrastrada entre las dos a la cama, para comerle el coño a una de las hermanas mientras su gemela la rompía en dos con su propio falso pene.

Luego su imaginación corría a un oscuro callejón, donde entraba de la mano de Vanessa para ser entregada a un grupo de hombres a cambio de unas monedas. Reconoció las caras del padre de Toni, Frederick, un par de amigos de sus padres, uno de sus profesores de la universidad e incluso el joven que se había pajeado entre los dos coches esa misma noche mientras Vanessa hacía la mamada a su compañero.

Al final regresaba a la cocina de su casa, donde Vanessa la recibía sentada completamente desnuda y se abría de piernas para que ella pudiera sacarle otro consolador que se le había clavado en el coño… y Camila se ponía como una perrita en su mente a sacarlo con su lengua.

Sin poder evitarlo, esta imagen la ayudo nuevamente a correrse. Aún más intensamente que antes. Incluso cuando soltó el consolador, éste fue extraído hasta la mitad tan sólo de las fuertes contracciones de su sexo húmedo y calentorro. Durante un breve instante, así tendida desnuda sobre el revoltijo de las sábanas de su cama, Camila se sintió una verdadera zorra y se avergonzó… pero cuando se sacaba el consolador recubierto de sus humedades, no pudo evitar llevárselo a la nariz para olerlo.

Le pareció que notaba aún restos del olor de Vanessa y eso la gustó. Se quedó así dormida, con el consolador apoyado entre sus pechos, cerca de su corazón.

Se despertó sobresaltada al darse cuenta de que la estaban acariciando. Se incorporó rápidamente, con lo que el consolador fue a caer al suelo, mientras observaba a Vanessa junto a ella.

Acababa de retirar la mano de sus piernas. Sostenía una pequeña pluma mientras trataba de contener la risa tapándose la boca con la otra mano. Llevaba puesta una antigua bata de Camila de color rosa que la quedaba excesivamente corta y mostraba casi todas sus piernas.

  • Vamos, dormilona, es hora de levantarse… -y añadió, agachándose para recoger el consolador y colocárselo de nuevo entre los senos- … espero que pudieras descansar… jajaja…

Acababa de salir del dormitorio cuando se asomó de nuevo por la esquina para añadir con un provocativo guiño:

  • Te has perdido el desayuno especial de Darío… pero puedes pasarte a tomar el segundo, aunque sea con leche… de vaca… jajaja…

Y se marchó, riéndose de su propio chiste y haciendo que Camila se ruborizase aún más, puesto que al hecho de haber sido descubierta dormida y desnuda con un consolador ahora se sumaba la visión mental de la boca de Vanessa recibiendo la lechada especial de su hermanito.

El resto de la mañana transcurrió sin mayores incidentes, hasta que llegó la hora de comer y Toni avisó que se acercaría.

  • ¿Podrías prestarme un par de cositas? –susurró Vanessa al oído de Camila, produciéndole una pequeña descarga de adrenalina y que se le erizase el vello.

  • Sí, claro…

Así fueron de regreso a su dormitorio, Camila delante con unos pantalones vaqueros y una blusa amarilla, y Vanessa detrás aún cubierta sólo con la antigua bata de la hija de los psicólogos.

  • ¿Qué necesitas? –preguntó, mientras Vanessa cerraba la puerta a su espalda.

  • Todo –respondió ella mientras dejaba caer la bata, mostrando su escultural cuerpo y sin que Camila pudiera hacer otra cosa que quedarse mirando hipnóticamente sus suaves curvas-. Pero me conformo con lo que llevas.

  • ¿Qué?.

  • Vamos, no seas tonta. ¿No pensarías estar así vestida cuando llegue Toni, verdad?. No es nada sexi –la reprochó, chasqueando la lengua. Y añadió-. Desvístete.

Sin poner en duda la situación, Camila empezó a quitarse la blusa, dejando a la vista un sujetador de encaje también amarillo. Y cuando iba a desabrocharse el pantalón, Vanessa se acercó y agarró el sujetador por el centro, tirando hacia ella hasta que pensó que lo rompería y luego soltándolo.

  • Eso fuera.

Camila se quitó obedientemente el sujetador, mientras se ruborizaba intensamente al posar Vanessa sus manos en el vaquero para hacer descender la cremallera, metiendo su mano en ese pequeño espacio para tocarla directamente la entrepierna. Paseó un instante su mano por la rajita de Camila, que inmediatamente empezó a lubricarse y a sentir cómo crecía su concha excitada por la caricia.

Salió la mano de la cremallera y Vanessa sacó el botón que mantenía aún el vaquero anclado a la cintura de la chica, haciendo que se deslizase hacia abajo por sus piernas mostrando las bragas del mismo tono que el sujetador que ya había sido retirado, mostrando unos pechos sonrosados con los pezones ligeramente crecidos en reacción por la simple presencia de la novia de Darío.

Camila no decía nada, absolutamente concentrada en el momento y sintiendo hasta el más leve roce o el más mínimo olor del perfume corporal propio de la otra hembra que ocupaba su habitación. Temblaba por dentro, ansiosa por el próximo roce, la próxima mirada, una insinuación…

Frente a ella, Vanessa colocó lentamente sus manos en su cintura para irlas bajando pegadas a su cuerpo hasta agarrar la pequeña braga y bajarla con lentitud hasta las rodillas. Entonces volvió a subir sus manos por el interior de los muslos hasta alcanzar la conchita de la chica, acariciándosela suavemente mientras mantenía sus ojos fijos en los de ella.

Lentamente, metió uno a uno los dedos de una de las manos hasta dejar sólo fuera al pulgar. Camila gimoteó apagadamente mientras aguantaba los ojos de Vanessa, sonrientes y traviesos. Apenas pudo captar cómo se pasaba la lengua por los labios. Sólo era capaz de sentir sus dedos en el interior de su sexo, moviéndose lentamente. Con la otra mano mantenía separados sus labios vaginales, sosteniéndolos con suavidad.

Camila se sentía cada vez más excitada, nuevamente estaba alcanzando una sensación interior de calor tal que le parecía casi inaguantable. Pero como vino, se fue.

Bajó los ojos al notar cómo Vanessa sacaba sus dedos y la vio deslizarlos sobre su cuerpo desnudo hasta llegar a sus pechos. Rodeó sus areolas, primero la de un seno y luego la del otro, hasta dibujar un círculo a su alrededor con sus propios fluidos. Entonces cambio la mano de rumbo y se la metió en su propia boca, chupando sus dedos uno a uno frente a los ojos de Camila.

  • Quiero eso –anunció, señalando hacia la entrepierna húmeda de Camila.

  • Ehhh… sí… ¿ahora?... –preguntó, ansiosa. Por fin se lo había pedido, sería suya.

  • Claro, Toni está a punto de llegar y necesito unas bragas.

  • Sí… claro… las bragas… -comentó Camila, bajando los ojos para que no se notase su decepción y terminando de sacárselas para ofrecérselas a Vanessa.

Una vez las cogió se sus manos se las llevó a la nariz, olfateándolas. Pareció gustarle lo que olía, porque se las puso. Luego dirigió sus manos hacia los pechos de Camila y se los palpó antes de sostenerlos desde abajo como si los estuviera pesando.

  • ¿Ves?, no necesitan que las escondas ni las sujetes. Libres están mejor, no las tienes caídas y además así puedes lucir los pezones –terminó, pellizcándoselos suave y largamente un par de veces-. Deberías repetir esto unas cuantas veces más, hará que Toni se anime… de tu hermanito ya me ocuparé yo.

Rompió el contacto visual y rompió su hechizo. Camila suspiró al salir del trance y se dio cuenta de su propia desnudez, aunque no la importaba en esos momentos mientras observaba a la magnética Vanessa revolver buscando algo de ropa que la gustase. En un momento dado se giró y la miró de reojo.

  • Empieza… ¿no pensarás que siempre te lo haga yo, verdad?.

Por un instante, Camila no supo a qué se refería, pero luego se dio cuenta de que hablaba de su sugerencia sobre sus pechos. Y obedeció, comenzó a pellizcarse los pezones despacio mientras miraba los movimientos del culo en pompa de Vanessa.

Justo cuando Vanessa se colocaba un top deportivo con un ligero escote redondeado y que llegaba a mitad de camino de su ombligo, Darío abrió la puerta.

Se las quedó mirando un instante, quieto en la entrada de la habitación, y su cara adoptó una extraña expresión antes de ruborizarse. Camila reaccionó tarde, estaba atrapada en la hipnótica visión de Vanessa. Tardó unos segundos en darse cuenta de que su hermano podía verla completamente desnuda, con su sexo humedecido y pellizcándose los pezones. Al principio se cubrió los pechos con las manos, luego desvió una para esconder su sexo mientras se iba girando, pero ya no hacía falta porque comenzó a cerrar la puerta mientras las avisaba que Toni estaba aparcando abajo.

De espaldas ya a la puerta y con la respiración agitada, Camila notó cómo Vanessa apoyaba sus manos en sus hombros y acercaba su cuerpo al de ella para decirla al oído:

  • Es tu hermano, tu familia… mi familia… una no se oculta de la familia…

La hizo girarse hasta estar de frente y la retiró sus brazos hasta ponerlos a ambos lados del cuerpo, exponiendo toda su desnudez ante sus ojos. Se miraron a los ojos y Camila fue presa nuevamente del hipnotismo animal de Vanessa. Cuando la pellizcó los pezones con fuerza, demasiada, apenas dio un respingo.

  • Esta es mi chica… -dijo en un tono de aprobación Vanessa, haciendo que Camila se sonrojase- Y ahora vístete, que nosotras ya somos familia… pero Toni no… hasta que no consuméis… -terminó, con un guiño de sus encantadores ojos.

Algo confusa, Camila se vistió mientras Vanessa volvía con su hermano, dejando la puerta abierta. Se iba a poner un nuevo conjunto de lencería hasta que recordó las palabras de Vanessa y sólo se puso las bragas.

Tenía la sensación de que sería un día largo.

Continuará...

Nota: este relato es inventado. Gracias por leerlo y vuestros comentarios.

El resto de la saga (lo que llevo publicado) está en:

  • Primera parte: http://www.todorelatos.com/relato/70574/
  • Segunda parte: http://www.todorelatos.com/relato/72792/
  • Tercera parte: http://www.todorelatos.com/relato/77053/
  • Cuarta parte: http://www.todorelatos.com/relato/77264/
  • Quinta parte, la consulta 1: http://www.todorelatos.com/relato/77680/
  • Quinta parte, la consulta 2: http://www.todorelatos.com/relato/78143/
  • Quinta parte, la consulta 3: http://www.todorelatos.com/relato/78421/
  • Quinta parte, la consulta 4: http://www.todorelatos.com/relato/78698/
  • Quinta parte, la consulta 5: http://www.todorelatos.com/relato/79210/
  • Sexta parte, fragmento 1: http://www.todorelatos.com/relato/79750