Matacrisis 6 (parte 1: ¿trastorno postraumático?)
La familia de unos psicólogos durante la crisis económica va a sufrir unas profundas transformaciones que les llevarán a explorar un mundo oscuro. Es el turno de la hija.
Este relato viene de:
- Primera parte: http://www.todorelatos.com/relato/70574/
- Segunda parte: http://www.todorelatos.com/relato/72792/
- Tercera parte: http://www.todorelatos.com/relato/77053/
- Cuarta parte: http://www.todorelatos.com/relato/77264/
- Quinta parte, la consulta 1: http://www.todorelatos.com/relato/77680/
- Quinta parte, la consulta 2: http://www.todorelatos.com/relato/78143/
- Quinta parte, la consulta 3: http://www.todorelatos.com/relato/78421/
- Quinta parte, la consulta 4: http://www.todorelatos.com/relato/78698/
- Quinta parte, la consulta 5: http://www.todorelatos.com/relato/79210/
La vida transcurre apaciblemente para una familia madrileña de clase acomodada hasta que la crisis económica empieza a afectar a las consultas del matrimonio de psicólogos formado por Sergio y Rebeca.
Sergio se ve obligado a aceptar un trabajo muy especial que podría salvarles de la crisis… o quizás los arrastre en una espiral de dudoso final..
CAPITULO 6. CAMILA: ¿trastorno post-traumático?.
No se podía estar quieta. Los nervios no la dejaban quedarse esperando en el portal… y mucho menos dentro de la casa, con la posibilidad de volver a encontrarse con el hombre que la había desvirgado en contra de su voluntad.
Porque ella no había pensado, ni soñado siquiera, que el primer hombre que la penetrase y llenase de semen fuese el padre de Toni.
Ya bastante la había costado acceder siquiera a la idea de tener sexo con Toni. De no haber sido por Vanessa ni se lo habría planteado tan pronto. Realmente aún tenía incluso dudas sobre si realmente le quería o si estaba tonteando dentro de un juego extraño con ella. Porque a veces no podía evitarlo. No podía evitar pensar que si no fuese por Vanessa ni se le habría ocurrido empezar esa relación.
Y ahora eso. Cuando estaba dispuesta a entregar su cuerpo a Toni, éste se quedó dormido y su padre la había sometido con su polla mientras ella admiraba a escondidas la relación lésbica que mantenían Kat y Rada, las sirvientas gemelas.
Aún sentía en su interior la humedad caliente de los restos de los fluidos que el padre de su novio había introducido en su vagina aprovechando que la calentura de la visión del sexo entre las gemelas había hecho que le confundiese al principio con su propio novio.
Esa sensación de suciedad interior y de haber sido mancillada en lo más íntimo la intranquilizaba. No podía pensar con claridad. No sabía qué hacer y cada vez que pasaba un hombre, cualquier hombre, cerca suyo se sentía como si la estuvieran desnudando y quisieran violarla allí mismo. Se sentía muy vulnerable.
Sonó un pitido.
Giró la cabeza y observó a Vanessa. Aliviada, fue corriendo hasta el coche y entró.
- ¿Qué tal, guapetona, una noche movida? –preguntó con un guiño exagerado Vanessa.
Sin poder contenerse, rompió a llorar y se inclinó sobre la novia de su hermano. Ella la acogió entre sus brazos y empezó a acariciarla la cabeza mientras la dedicaba palabras suaves. Tras un rato, Vanessa levantó el mentón de Camila entre sus manos y acercó sus labios. La besó con fuerza. Unieron sus labios y la lengua de Vanessa forzó la apertura para entrar en el interior de la boca de Camila.
Pasaron unos segundos interminables en los que no sabía cómo reaccionar y tan sólo dejaba que la novia de su hermano siguiera besándola con fuerza y pasión, gobernando con su lengua todos los límites del interior de su propia boca. Con los ojos cerrados se dejaba llevar y ni siquiera se dio cuenta cuando dejó de llorar y levantó sus propias manos para unir aún más sus cabezas y poner a su propia lengua a responder a la lujuria que se extendía desde el caliente cuerpo de Vanessa.
Otro pitido rompió la escena justo cuando una de las manos de Camila se dejaba caer buscando un contacto aún más íntimo con la novia de su hermano. Había un coche parado al lado con un grupo de chicos.
Cinco chavales que debían de tener entre quince y dieciocho años. Babeando pegados a los cristales del coche que compartían las chicas empezaron a hacer gestos obscenos y a invitarlas a pasar a otro tipo de juegos no relacionados con la automoción.
Camila se protegió instintivamente, echándose hacia atrás en su asiento, mientras Vanessa bajaba su ventanilla y hablaba con una entonación claramente insinuante.
¿Qué pasa guapos, tenéis algo para nosotras?.
Oye tía, ¿por qué no os venís?. Lo pasaremos bien –dijo el que estaba sentado en el sitio del acompañante.
Venga, que Manu quiere mojar –añadió otro desde atrás, ganándose un codazo del chaval mencionado.
Tenemos casa y bebidas –terminó otro de los que ocupaban los sitios de atrás.
Juerga sana y hetero, ¿no? –respondió Vanessa, como si en verdad se lo estuviera pensando.
De hecho, Camila estuvo a punto de intervenir para decirla que ella no pensaba ir con esa cuadrilla de críos. Pero antes siquiera de decir nada, notó como ella respondía a sus pensamientos tocándola una pierna de forma tranquilizadora con la mano derecha mientras seguía asomada por la ventanilla del automóvil.
Sí –contestó uno de ellos desde el asiento trasero sin dudar.
Pero si queréis seguir donde lo habéis dejado, no pasa nada… -terció otro, obviamente recalentado por la visión del beso que habían compartido esas dos hembras ante sus ojos.
Me apunto –siguió el que se sentaba junto al conductor.
Venga, guapas… lo pasaréis muy bien y no olvidaréis esta noche –intervino el que estaba al volante.
Vanessa ronroneó, apoyándose de forma que pudiesen observar con más claridad los atributos que se escondían apenas bajo su ropa.
No sé… no tenéis pinta de aguantar mucho… -comentó, lanzándoles una pulla que fue rápidamente contestada en un lío de voces.
¿Pero qué te crees, tía?...
Vente aquí y verás lo que es una polla…
Será cerda…
Vaya con la puta lesbiana…
Cuando acabemos contigo no vas a poder sentarte en un mes…
Ya, ya… palabras, palabras… -siguió insistiendo ella, incitándolos aún más hasta que uno salió fuera por la puerta de atrás. Vanessa lo miró y les lanzó su particular tregua- Tú, campeón, ¿hacemos una apuesta?.
¿Qué?... –respondió él, completamente descolocado.
Os propongo un trato… -empezó, con una voz tan suavemente sugerente que todos los gruñidos y salvajadas que se decían desde el otro coche cesaron para prestar atención a cada palabra que salía de su boca como si estuviesen hipnotizados- Haré una mamada a este pionero y si logro que se corra antes de cinco minutos aceptaréis lo que os pidamos, incluyendo el dejarnos tranquilas.
¿Y si no se corre? –dijeron varios de ellos al unísono, retornando a sus caras una salvaje expresión de animales sedientos de sexo.
No me voy a correr –sentenció el chico que ya estaba fuera del coche.
Entonces las dos seremos vuestras el resto de la noche –contestó Vanessa, provocando gritos de júbilo entre las filas masculinas y un asombrado respingo de Camila, la cual, aunque quería, no lograba mover los labios para decirle a Vanessa que no la metiese en esa apuesta y que… que la parecía mal que hiciera lo que había dicho que iba a hacer.
El chico pasó al asiento de atrás y se desabrochó el pantalón, sacándose un pene que demostraba ya una intensa erección. Camila se quedó mirándolo medio hipnotizada.
El chico no debía llegar a los dieciocho años pero tenía un pene grande y gordo que atraía su mirada y de algún modo la hacía sentir una pequeña corriente en su cuerpo que nacía del interior de su propio sexo, olvidando momentáneamente la sensación de malestar e incomodidad de saberse con restos de semen del padre de Toni dentro de sí misma.
Vanessa pasó atrás y se inclinó, apartándose el cabello a un lado mientras realizaba una primera valoración visual del miembro de su oponente.
Pareció gustarle lo que veía, o eso creía Camila, porque observó como se humedecía los labios y ponía una mirada brillante.
Pegó un lametazo al extremo del capullo del chico, que se estremeció e hizo además de extender las manos hacia la cabeza de la novia de su hermano.
- Ni me toques, -dijo mirando hacia arriba e inmovilizando con su mirada al chico- no has ganado. Empezad a contar el tiempo, tú también cariño –añadió con un guiño travieso a Camila.
Entonces, de forma increíble, abrió la boca al máximo e hizo desaparecer en un único movimiento la mitad de la polla del chaval, que recibió esta acción echándose hacia atrás con los ojos cerrados y lanzando un gemido intenso.
Vanessa no dejaba de trabajar con su boca. Camila podía ver cómo esa mitad del pene que tenía dentro estaba siendo recorrido con la lengua de la chica, notándose su movimiento en las paredes de la boca y en las expresiones de intenso placer que surcaban el rostro del chico, que a duras penas lograba contener el deseo de agarrar la cabeza de la hembra para imponer un menor ritmo que le permitiese aguantar el tiempo necesario y que hacía movimientos extraños de sus extremidades superiores que parecían querer arrancar su propia ropa de la intensidad del momento.
Tras unos instantes en que el chico parecía a punto de explotar sin apenas haber pasado dos minutos, Vanessa sacó la polla de su boca y se dedicó a pasear sus labios y su lengua por el resto del mástil del hombre. Éste se llevaba las manos al pelo, agarrándolo a ratos y frotándose la cabeza luego.
Mientras, sus cuatro amigos vitoreaban y lo animaban para que aguantase. El menor de ellos incluso se estaba haciendo una paja entre los dos coches mientras contemplaba el espectáculo.
Camila contemplaba sin poder creer lo que veía. Estaba asombrada. Vanessa era increíble. No podía comprender porqué se había comportado así con esos críos ni porqué había organizado esa apuesta. Sobre todo porque había ignorado su opinión al haberla incluído en el trato y… ¡¡qué era la novia de su hermano!!.
Pero también la asombraba otra cosa. La espectacular destreza, o eso la parecía, con la que realizaba la mamada al macho que apenas aguantaba y cuya cara era todo un poema. Intuía que Vanessa estaba jugando y que podría haber logrado la victoria ya, pero prefería alargar la situación por algún tipo de interés oculto. A veces parecía que si hubiese una facultad del sexo, habría sacado matrícula de honor.
Mientras todos estos pensamientos pasaban con una extraña lentitud por la mente de Camila, que se sentía un poco espesa, la hembra que ocupaba el asiento de atrás volvió a lanzarse sobre la humedecida polla del chico tras una breve mirada. Casi la pareció que era una dedicatoria. Como si fuese un torero ofreciendo su esfuerzo en la lucha con el toro a su dama.
Llevaban algo más de tres minutos cuando Vanessa acometió de frente por segunda vez la erecta polla, engulléndola sin contemplaciones y adaptándose a un ritmo frenético con todas las partes de su boca.
La furia de la mamada que estaba haciendo la hembra de pura raza no impidió que Camila observase cómo la tensión en el pene alcanzaba su momento cumbre, justo un instante antes de empezar a liberar la tensión acumulada en esos excitantes minutos.
El reloj acababa de sobrepasar los cuatro minutos y medio cuando el chaval lanzó un gemido ahogado, casi desmallado, que fue precedido por el comienzo de la emisión del esperma acumulado en un torrente tan abundante que debió sorprender incluso a Vanessa, puesto que separó un instante su boca para dejar que parte de la leche saliera de la boca mientras aprovechaba para realizar una profunda inspiración seguida de la succión de los restos que escurrían aún del pene.
Levantó la cabeza triunfante, con unos hilillos de semen que partían de sus comisuras y del centro del labio superior, casi rozando la nariz. Lentamente giró la cabeza mostrando su victoria y relamiéndose.
Sin decir nada, con una mano acarició los huevos del chaval casi como agradeciendo su labor productora del esperma de ese espécimen masculino.
El chico no podía con su cuerpo. Tenía una inmensa sonrisa mientras su respiración seguía estando agitada. Ni se daba cuenta de que sus pantalones estaban manchados con esa poca fracción de la eyaculación que Vanessa no había llegado a tragarse, además de unos pocos restos que aún fluían en forma de pequeñas gotas desde la punta relajada del antes poderoso miembro.
- Creo que está clara mi victoria, ¿no os parece, muchachos? –comentó Vanessa, rompiendo la magia del momento.
Camila había temido que el grupo se lanzase sobre ellas a pesar de la apuesta, pero se comportaron honrosamente y se despidieron con gestos de pena mientras su agraciado compañero subía al coche con una expresión de cansancio mezclada con la satisfacción de esa ración de sexo oral que había conseguido.
Sin embargo, fue Vanessa la que no dio por terminado el asunto, y dando la vuelta al coche se acercó a la ventanilla del conductor y habló en voz baja unos instantes con los chicos. Cuando terminó todos estaban de nuevo de buen humor y se marcharon saludándolas como si fuesen amigos de toda la vida.
Antes de volver a entrar, Vanessa miró la puerta trasera y sonrió tras murmurar algo. Se acercó a la ventanilla del conductor y le dijo a Camila:
- Anda, guapetona, pásame un pañuelo de papel… -se quedó mirándola un instante antes de añadir- y quita esa cara de susto que tienes.
Sin saber cómo reaccionar, Camila le tendió el pañuelo y Vanessa limpió algo del lateral del coche y se fue a tirarlo a una papelera. Luego volvió a entrar en el coche y arrancó.
- Parece que el pequeñito también se había corrido –comentó como si nada.
Entonces fue cuando Camila se dio cuenta de que lo que su compañera de aquella extraña experiencia nocturna acababa de quitar con el pañuelo era los restos de la eyaculación del chavalillo que se había estado pajeando mientras observaba la mamada que Vanessa realizó en el asiento de atrás.
Apenas un minuto más tarde, mientras el silencio se había instaurado en el interior del vehículo, rompió el silencio con uno de los temas que Camila había temido que saliera a la luz, a pesar de que era lógico esperarlo.
¿Y bien, cariño, qué es lo que te ha pasado?.
¿Quieres decir aparte de haber visto a la novia de mi hermano ponerle los cuernos? –soltó de golpe, sin poderse contener.
Vanessa frenó de golpe y le dio un sonoro bofetón, pillando desprevenida a Camila, que se quedó completamente inmovilizada por el asombro.
- Que te quede claro una cosa, Camila –empezó, abandonando su tono sedoso e incitante habitual y pasando a una seriedad poco habitual en ella-. Ser la hermana de Darío no te otorga inmunidad. He hecho lo que consideré necesario para evitarnos problemas y hacer una mamada no significa absolutamente nada... además, no parecías tener tan mala opinión de mi cuanto te estaba consolando antes, ¿verdad? –y, volviendo de nuevo a su tono habitual añadió con una cara a la que había retornado la expresión pícara-. Ahhh… y por si no lo sabes, tu hermanito la tiene mucho mejor armada y me da bastantes más cosas… no sé si me entiendes…
La verdad es que no entendía nada. Se llevó la mano a la zona donde había recibido la torta, pero Vanessa se la agarró y con un movimiento lentamente deliberado hizo que pusiera su mano sobre el comienzo de su minifalda. La hizo meter la mano por debajo hasta alcanzar su sexo.
Vanessa no llevaba bragas y tenía su sexo húmedo y caliente.
- Eso es por tu hermano… y esto es por ti –y dejando la mano de Camila apoyada bajo su falda contra su palpitante concha, se acercó a la zona donde aún se marcaba su mano. Fue depositando lentamente besos por la zona hasta alcanzar el lóbulo de la oreja, que atrapó en su boca para estirarlo suavemente entre sus labios y acariciarlo con la punta de la lengua. Al soltarlo, en su camino de retorno deslizaba la lengua por la cara de Camila hasta que encontró nuevamente sus labios y volvieron a fundirse en un nuevo beso.
Esta vez Camila respondió sin dudarlo, metiendo su propia lengua en la boca abierta de la otra chica y sin darse cuenta del acto reflejo que su mano realizaba al ir metiendo poco a poco sus dedos en el interior húmedo y acogedor del sexo de Vanessa.
Perdió la noción del tiempo mientras seguían besándose y masturbaba como una autómata a la novia de su hermano. Ni tan siquiera se había dado cuenta de que Vanessa tenía uno de sus pechos entre sus manos hasta que la pellizcó el pezón a través de la tela.
Dime… -susurró Vanessa a su oído en un momento en que separó su boca de la de Camila- ¿qué pasó con Toni, lo hicisteis?. ¿Perforó esa cavernita?.
No… -contestó Camila, jadeante y sacando lentamente los dedos de la conchita de esa amiga tan especial y extraña que era la novia de su hermanito- … Toni… se… quedó dormido… y… y su padre… su padre me… me violó… -resumió, sin querer contarle que había sido mientras hacía de mirona de la tórrida sesión de sexo que habían tenido las sirvientas gemelas de la casa ante sus ojos.
¿Te violó?.
Sí… por la espalda… yo creía que era Toni… pero luego vi el bigote y…
¿Y dónde estabas?... quiero decir, para no saber que no era Toni.
En el pasillo… -respondió, ruborizándose- había ido a por mi ropa. Toni me había desnudado en la entrada de la casa –añadió como explicación.
Ya… y entonces Adolfo –el nombre del padre de Toni- te agarró y te metió su pene a la fuerza.
Ehhh… no, yo creía que era Toni y le dejé…
¿Y cómo pudiste equivocarte?.
Estaba a oscuras, olía también a alcohol…
¿Y cómo sabes que Adolfo te conocía?.
No lo sé –admitió.
¿Y tú te resististe, lanzaste algún tipo de grito o movimiento para que no te siguiera penetrando?.
No… pero…
¿Cuándo descubriste que era Adolfo y no Toni?.
Al marcharse, vi su bigote al trasluz.
Es decir, que estaba borracho y ni siquiera debía de saber que eras tú y además no intentaste impedir que te jodiera… mi pequeña Camila, eso fue una confusión no una violación.
¿Qué?... yo… -empezó, confusa- pero yo no me parezco siquiera a su mujer… y no usó preservativo y...
Shhh… -la interrumpió, poniendo un dedo sobre su boca- Deberías saber que Don Adolfo es un golfo y menos fiel que un conejo en celo. Intentó pagarme varias veces para mantener relaciones, ¿o te creías que es algo espontáneo?. Seguramente pensaría en su borrachera que eras alguna que hubiese picado… pero lo otro tenemos que solucionarlo… no queremos que te quedes preñada, ¿verdad?. ¿Usas pastillas?.
¿Pastillas?.
Anticonceptivos, reguladores del ciclo, como las quieras llamar…
No, nunca pensé…
Anda, déjame que me ocupe. A ver si lo podemos solucionar esta noche –sentenció Vanessa antes de arrancar e ir hasta una gasolinera.
Espérame aquí y no te metas en más líos, campeona… -la dijo antes de irse hacia el edificio donde estaba la oficina del cobro.
Mientras Vanessa estuvo fuera, Camila no pudo dejar de pensar en lo extraña que estaba siendo esa noche.
Primero la violación… Bueno, no. Tenía razón. Adolfo no la había violado porque en realidad ella se había dejado pensando que era Toni y estando borracho no podía estar segura de que no hubiera sido una confusión como decía Vanessa.
Luego había llegado Vanessa y la había besado de una forma tan cautivadora que se había olvidado de todo hasta que apareció el grupo de chavales y presenció la mamada que hizo a uno en el marco de una competición que, según la había dicho, era la mejor salida para evitar problemas mayores.
Y cuando la había acusado de poner los cuernos a su hermano, había sacado un lado duro. La había abofeteado y logrado tomar el control sin que ella supiera reaccionar. Y es que en realidad cada vez sentía algo más fuerte por ella y no podía evitar irse sometiendo a sus caprichos.
Para terminar, había vuelto a calentarla de tal manera que ahora su único pensamiento era el buscar una manera de conseguir más. Quería más. Deseaba más. No podía evitar desear intensamente poderse convertir en la amante de Vanessa. Era un impulso tan fuerte que saturaba toda su mente.
Justo en ese momento, cuando sus pensamientos estaban cada vez más locos, ella volvió a entrar sonriente y posó una mano sobre su pierna. ¡Qué dulce era su tacto!. La recorrió un escalofrío de placer.
Solucionado. He hablado con mi amigo y te hará un reconocimiento.
¿Qué? –preguntó, confundida entre los sentimientos que despertaba en ella la cercanía física de Vanessa y el comentario que acababa de realizar.
Conozco un médico y le he llamado para que te haga una exploración, por si acaso.
Yo… pero… -empezó a responder, ruborizándose ante la idea.
Mira, guapa –dijo Vanessa, retornando al tono duro y serio-. ¿No decías hace un rato que te habían violado?. ¿Qué crees que habría sucedido?. Tendría que haberte llevado a que te viesen en un sitio donde no tendrías nada de intimidad. Encima de que te hago el favor… si no te gusta me lo dices y nos vamos a casa.
No te enfades. Lo siento, haré lo que dices… pero no te enfades conmigo –concedió Camila, ansiosa sin poder evitarlo por complacer a Vanessa y que su relación no sufriera un revés. Intentó besarla, pero la rechazó-. Venga, vamos, porfa…
Está bien, si insistes lo haremos –respondió ella, adoptando nuevamente su tono habitual de voz desenfadado e incitante, y cambiando completamente la situación de forma que incluso parecía que había sido idea de Camila el ir a ver al médico que conocía Vanessa.
Quince minutos más tarde habían llegado. Era la misma clínica donde trabajaban sus padres como psicólogos, salvo que se entraron por el extremo opuesto del edificio, por la entrada de las consultas médicas especializadas.
Llamaron al timbre y tras un par de minutos apareció el médico de guardia de la clínica. Debía ser ese al que conocía Vanessa.
Pelirrojo, rondaría la treintena y tenía una cara pecosa que no impedía fijarse en que tenía la nariz torcida. Las sonrió de una manera extraña, o eso le pareció a Camila, cuando las dejó pasar y las condujo a una de las salas.
Al encender las luces, se dio cuenta de que contenía una de esas sillas especiales para embarazadas que aparecían en las películas de la televisión.
Lo primero que hizo fue ponerla una inyección que facilitaría la exploración, la dijo. Justo antes de empezar la verdadera revisión médica.
Por favor, desnúdate –la indicó.
No querrás que te hagan una exploración sin verte –añadió Vanessa.
Pe… pero… ¿y no puedo ponerme una de esas batas de las embarazadas? –preguntó Camila, ligeramente mareada.
La clínica tiene casi todo cerrado bajo llave, sólo tengo el material básico –la explicó el hombre-. Bueno, ¿empezamos o me vas a tener toda la noche así?. Soy un profesional y no será el primer cuerpo de mujer que vea –añadió.
Estaba nerviosa, ligeramente mareada y buscaba una manera de salir de la situación. En alguna parte debía de haber algo que pudiera usar para cubrirse, aunque la costaba pensar un poco. Pero como si la leyese el pensamiento, Vanessa cerró la puerta y se acercó por su espalda.
El médico se sentó frente a ellas, mientras Camila permanecía totalmente inmóvil al notar cómo se pegaba el ardiente cuerpo de Vanessa a su espalda. Podía notar sus pechos contra su espalda, apenas separados por un trozo de tela, y su aliento cálido cuando la susurró al oído.
- Levanta los brazos, guapetona.
Sin mediar palabra, sin pensarlo siquiera, los levantó hacia el techo. Ni se dio cuenta de la mirada de lujuria contenida del pelirrojo ni del bulto que empezaba a notarse en su pantalón. Sólo podía sentir a Vanessa.
Situada detrás de ella, fue dejándose resbalar rozándola por detrás con su cuerpo y por delante por sus dos manos que iban acariciando levemente el fino vestido que cubría su cuerpo.
De cuclillas detrás de ella, Vanessa empezó a subir el vestido de Camila. Al descubrir su delicada lencería, húmeda por toda la intensidad de ese largo día, Vanessa acercó la cara y olisqueó como un animal. Notó su nariz contra su conchita, sintió el leve roce de su lengua catando la humedad que la impregnaba. Eso hizo que Camila lubricase aún más, sintiendo cómo crecía su excitación y notando cómo su sexo respondía sin poder evitarlo. También sus pechos reaccionaron, sobre todo sus pezones, que se endurecieron ante la esperada futura visita de Vanessa.
Entornó los ojos y suspiró. Nada más importaba. Ni tan siquiera el extraño hombre que estaba delante suyo observando con la boca levemente abierta y unos ojos de depredador.
El vestido siguió su lento rumbo ascendente mientras Vanessa agarraba con sus dientes la tela que protegía la más íntima zona de Camila para lograr desplazarlo lo suficiente para poder pasear su lengua por la creciente hinchazón de la conchita de la chica que no dejaba de excitarse sin poder controlarse.
Cuando ya no podían subir más los brazos de Vanessa, cuyas manos rozaban los pechos de Camila mientras sostenían en alto el vestido, el proceso se detuvo unos instantes en los que no dejaba de pasear su lengua por la rajita e incluso la mordía juguetonamente y provocaba una descarga de adrenalina que se mezclaba con una sensación de estar liberando aún más fluidos hasta escuchar cómo eran sorbidos con avidez por la hembra que seguía de cuclillas entre sus piernas.
Entonces Vanessa subió. Se fue levantando despacio, mientras paseaba su lengua con una mezcla de su propia saliva y el flujo de Camila por la espalda de la chica. Llegó por su espalda hasta la altura de las tetas de la hija de los psicólogos. Entonces desprendió completamente el vestido y lo dejó caer a un lado, volviendo las manos hasta acaparar sus senos y amasarlos lentamente mientras iba estimulando los pezones con cada paso.
Camila mantenía los ojos cerrados, sintiendo cada movimiento de la novia de su hermano y cómo la empezaba a dar ligeros besos en el cuello. El mareo era superado absolutamente por esa increíble sensación. Su excitación era total. En esos momentos habría sido capaz de cualquier cosa, pero no se atrevía a romper el silencio ni a moverse no fuera que Vanessa se alejase de ella y terminasen esos gloriosos contactos.
- Bájate las bragas, siéntate y colócate con las piernas abiertas –escuchó decir en voz alta el pelirrojo y, como si fuese una burbuja que estallase, de pronto todo cesó.
Se encontró frente al médico, que estaba a unos centímetros de su cuerpo. Podía oler su aliento mientras la hablaba. Un aliento a cebollas.
Inmediatamente se dio cuenta de que estaba desnuda, apenas cubierta en su parte más íntima. ¿Qué había pasado?. Se notaba muy caliente, sentía chorrear su sexo. Miró detrás y vio a Vanessa sentada de una forma relajada en una silla, con las piernas separadas y una mirada lujuriosa.
Estaba confundida. ¿Lo habría soñado todo?. Seguía sintiéndose algo desorientada. Quizás había sido efecto de la droga que hubiera pensado que Vanessa… sí, tenía que ser eso. Le había escuchado a su padre decir que algunos relajantes producían algo parecido a alucinaciones. Pero le había parecido tan real… y su cuerpo también sufría las consecuencias, con una vulva húmeda e hinchada y los pezones muy endurecidos.
Notó un roce contra su muslo y al mirar comprobó que los pantalones del pijama del uniforme que llevaba el médico tenían un enorme bulto que obviamente nacía en su entrepierna. Estaba segura que era su pene, aunque él ya se estaba dando la vuelta.
Esta vez no lo pensó. Despojándose de la última prenda que cubría su anatomía, se sentó sobre la silla de exploración y se dejó colocar por las rudas manos del médico los pies sobre unas piezas laterales que los permitían descansar a la vez que dejaban la entrada a su sexo completamente abierto.
La cara del hombre le pareció de todo menos profesional. Tenía la boca entreabierta y parecía querer lanzarse sobre ella de un momento a otro. Decidió mirar a Vanessa, pero lo que veían sus ojos la intranquilizó aún más… pero también volvió a elevar una excitación que en realidad no había aún desaparecido.
Vanessa se había reclinado y tenía la pequeña falda levantada de forma que podía ver su coño. Un coño sobre el que estaba aplicando sus dedos con intensidad, masturbándose mientras no dejaba de mirar el cuerpo desnudo de Camila y sacaba lentamente la lengua para humedecerse los labios. Pensó que iba a volverse loca. Tenían que ser los efectos de la droga, pero no podía apartar la mirada por temor a que al volver a abrir los ojos descubriera que no era más que otra alucinación.
Mientras, el médico estaba palpándola. Separaba sus labios vaginales mientras la iba metiendo un par de dedos en su interior.
No llevaba guantes… estaba segura… o casi, pero no quería apartar los ojos de Vanessa. La deseaba tanto… y verla masturbarse frente a ella la ponía muy cachonda. Se sentía en celo como si fuese un vulgar animal.
- Voy a tener que lubricarte, está muy seco –comentó el médico. ¿De qué hablaba?. Ella estaba chorreando. No le respondió siquiera-. No te muevas.
El tipo era un gracioso, ni que ella tuviese ganas de ver cómo la metía una crema. Sobre todo mientras disfrutaba de la visión de Vanessa, que estaba masturbándose como una loca y empezaba a empapar el asiento mientras iba alternando una mano con la otra en su intimidad y al hacer el cambio de manos se dedicaba a chuparse los dedos mientras no cesaba en mirar directamente a los ojos a la inmóvil Camila. Su mirada era hipnótica, incluso a pesar de que tenía los párpados entrecerrados.
Notó el primer contacto, pero no se dio cuenta. Sólo cuando ya llevaba quizás un minuto, Camila lo pensó. El lubricante que estaba usando el médico era muy raro… parecía… no podía ser, tenía otra alucinación. Tenía que ser eso. Porque parecía que estuviera lamiéndola el coño.
Miró, no pudo evitarlo esta vez.
La cabeza del hombre estaba entre sus piernas y… Era cierto. Justo en ese momento levantaba la cabeza lo suficiente para dejar caer un escupitajo en su coño. Bajó de nuevo la cabeza para seguir perforándola con la lengua mientras sujetaba sus muslos con las manos descubiertas. No llevaba guantes y sus uñas brillaban. Eran los restos de haber estado usándolos dentro de su húmedo sexo.
Quería gritar. Quería obligarle a que se detuviese. Pero no podía. Sentía sus miembros muy pesados y se dio cuenta de que sólo el haber girado la cabeza para verlo la había costado lo que parecían siglos. Era como si su cuerpo funcionara a cámara lenta.
Pero no sus sentidos.
Estaba disfrutando. La lengua del macho que tenía entre las piernas le estaba dando una increíble sensación de gozo.
Cuando vio que dirigía de nuevo una de sus manos hacia su coño, ni pensó en oponerse. Se relajó y recibió con agrado la penetración que uno a uno iban realizando los dedos de la mano en el espacio que dejaba la lengua en la entrada a su volcánico sexo.
Se oyó suspirar como si el sonido viniera del otro lado del cuarto y eso la recordó a Vanessa.
Pero al mirarla de nuevo descubrió que estaba sentada de una forma normal, con la espalda recta y las piernas cruzadas. Incluso parecía estarse quedando dormida. ¡No podía ser!. De verdad, esta vez no. No podía haberlo soñado, no quería ni pensar que lo había imaginado. Deseaba sentirse amada por esa hembra y la había excitado sobremanera el pensar que ella se masturbaba por causa de su cuerpo, de que la desease.
Notó un pellizco en su vulva y una palmada en los muslos, así que tuvo que dirigir nuevamente la atención al médico que la estaba examinando.
Justo cuando posó su mirada allí donde antes la había estado dando una sesión intensa de lengua y dedos, veía su cara medio sonriente. No le veía las manos. No podía ser, no quería creer que se estaba imaginando todo, que eran alucinaciones. No podía ser.
- Te haré una receta, porque tienes restos de una eyaculación –empezó, en un tono que intentaba ser neutro pero en el que la chica creía detectar una especie de contención-. Pero no observo daños ni desgarros, está claro que no forzaron nada. ¿Qué sucedió?. Porque espero que no me hayáis molestado por nada.
Camila estaba confusa por toda la situación desde que había llegado a la consulta. Confusa y aturdida. Una parte de ella deseaba que todo hubiera sido real y otra parte la decía que habían sido alucinaciones por las drogas.
Al final, Vanessa contó un resumen de lo que la había contado Camila, que apenas habló para añadir un par de cosas.
- Bien, entonces te extenderé la receta –comentó el médico pelirrojo, añadiendo con un tono ya más pícaro y una ligera sonrisa-. Pero para otra vez, creo que deberías aprender a realizar una mamada que reactive a tu novio y te evitarás este tipo de situaciones.
Y dicho esto, la dio un cachete en su delicada conchita mientras se levantaba. No llevaba guantes en la mano. ¡Tenía que ser cierto entonces!. No podía haber sido un sueño.
Mientras pensaba esto, inició el movimiento de levantarse, pero Camila apoyó una mano en su hombro y al mirarla la vio formar con los labios la palabra “espera”. Volvió a reclinarse, aún ligeramente atontada.
Vanessa fue contoneando las caderas a la mesa donde estaba escribiendo de espaldas el médico y se puso detrás suyo, extendiendo la mano para agarrarle los testículos.
¿No cree que deberíamos enseñarle a qué se refiere, Doctor? –pronunció en un tono lascivo la muchacha.
Sí, desde luego… -respondió, girándose.
Camila seguía reclinada y desnuda, pero esta vez sus instintos la llevaron a presenciar la escena con una mano en su propio sexo, masturbándose.
Vanessa ronroneaba como una gatita mientras iba haciendo unos movimientos serpentinos que provocaban el roce de los dos cuerpos mientras iba descendiendo.
Cuando tuvo su cabeza a la altura del paquete del médico, abrió la boca y empezó a mordisquearlo y besarlo sobre el fino tejido del pantalón blanco del pijama del uniforme. Se notaba un bulto impresionante y pulsante. La lucha del hombre por mostrarse inmóvil contrastaba con la fuerza con que se agarraba a la mesa que tenía detrás. Sus nudillos estaban blancos por la presión.
Tras unos instantes, Vanessa bajó de un solo movimiento pantalón y calzoncillos con ambas manos, liberando el pene que le azotó la cara como un látigo grueso y chorreante al ser liberado.
Puso sus manos detrás, agarrándose a las dos partes del culo del macho, mientras jugaba con su cara con la polla. Se desplazaba de lado y giraba para lograr que la dura polla fuese rozándola por toda la cara. En el momento cumbre, puso toda la cabeza de lado, de tal forma que Camila viese como atrapaba el pene a la mitad entre sus dientes como si fuese un pepinillo gordo de color carne con una punta colorada e intensamente mojada. La guiñó un ojo, dedicándoselo… o eso la pareció.
Giró de nuevo la cabeza para estar de frente al masculino cuerpo y engulló la polla, empezando un lento movimiento con la cabeza que la iba acercando y separando de los huevos del hombre apenas unos centímetros. Podía ver a ratos cómo el extremo del pene asomaba al deformar alguno de los carrillos de la poderosa hembra, obligado a cambiar de posición rápidamente por una lengua obviamente experta.
Y mientras esto ocurría, la desnuda y excitada Camila no podía dejar de masturbarse mientras el médico paseaba sus ojos entre la hembra que le estaba haciendo la mamada y la otra joven que se masturbaba frente a él mostrándole su coño húmedo y hambriento.
Según aumentaba el ritmo de la mamada, la propia Camila respondía masturbándose con más fuerza y metiéndose más dedos. Estaba excitadísima y no la preocupaba lo que sucedía. Que la novia de su hermano estuviese haciendo sexo oral con el médico que acababa de examinarla su más preciada intimidad la ponía cachonda sin poder evitarlo. Sabía que buena parte de esa desinhibición era por la droga que le habían inyectado… pero en el fondo su mente gozaba realmente porque muy en el fondo era algo que quería.
Deseaba con todas sus fuerzas poder demostrar a Vanessa que podía contar con ella para todo… y sobre todo, follar juntas. La deseaba y esa noche no podía controlarse.
Cuando al fin el pelirrojo entornó los ojos, levantando la cabeza y lanzando un grito, llegó la explosión. Vanessa no dejaba de succionar, tragándose toda la leche que recibía directamente al fondo de la garganta porque había escogido ese momento para ponerse completamente de frente al nacimiento de la polla.
Y Camila también estalló, corriéndose como una loca hasta dejar empapado el tapizado. Aún pudo ver a Vanessa sacándose la polla, ahora flácida de su boca y apretarla para extraer sus últimas gotas antes de relamerse.
Se levantó y la miró, sonriendo al detener sus ojos en el volcán de humedad que acababa de explotar.
Acercándose, se agachó y la besó con fuerza en los labios vaginales antes de introducir su lengua y empezar a limpiarla, ocasionado que Camila volviera a tener una intensa descarga. Volvió a llevarla al límite utilizando sólo su boca, una boca y una lengua que aún contenían restos de las dos corridas que la había visto recibir esa noche. Todo entró en su interior.
Se sintió una vulgar perra en celo, pero no la importó. Sólo deseaba que la noche no acabase y que Vanessa siguiera haciéndola gozar. Cerró los ojos.
Cuando los abrió de nuevo todo había acabado. O no había sucedido. No lo sabía. Todo era confuso. El hombre y Vanessa hablaban de pie a su lado como si nada. Para cuando la vieron despertar, él la alcanzó amablemente su ropa y salieron para que se pudiera vestir.
No entendía nada. ¿Había sido real o lo había imaginado todo?. Se sentía excitada aún, al menos ligeramente. ¿Su mente confusa por el anestésico habría soñado todo?. Estaba totalmente desorientada.
Cuando se marcharon, se despidieron con un par de besos del Doctor. Al darle la receta, Camila vio que se llamaba Frederick.
Montaron en el coche y fueron hasta la farmacia de guardia, donde Vanessa bajó para recoger el medicamento y charlar alegremente con el farmacéutico, mientras Camila se quedaba en el coche recuperándose de los efectos del anestésico.
Estaban llegando a la casa de los padres de Camila cuando una imagen vino a su mente. Frederick llevaba unos pantalones vaqueros cuando se fueron. Miró a Vanessa y suspiró, no sabía si sería capaz de preguntarlo.
Lo que sucedió el resto de la noche… eso, eso es otra historia.
Continuará...
Nota: este relato es inventado. Gracias por leerlo y vuestros comentarios.