Matacrisis (5, la consulta -parte 4-)
La familia de unos psicólogos durante la crisis económica va a sufrir unas profundas transformaciones que les llevarán a explorar un mundo oscuro. Comienzan las sesiones con algunas de las víctimas de un siniestro Internado en el que no había límites para los castigos ni para los trabajos extras.
Este relato viene de:
- Primera parte: http://www.todorelatos.com/relato/70574/
- Segunda parte: http://www.todorelatos.com/relato/72792/
- Tercera parte: http://www.todorelatos.com/relato/77053/
- Cuarta parte: http://www.todorelatos.com/relato/77264/
- Quinta parte, la consulta 1: http://www.todorelatos.com/relato/77680/
- Quinta parte, la consulta 2: http://www.todorelatos.com/relato/78143/
- Quinta parte, la consulta 3: http://www.todorelatos.com/relato/78421/
- Quinta parte, la consulta 4: http://www.todorelatos.com/relato/78698/
La vida transcurre apaciblemente para una familia madrileña de clase acomodada hasta que la crisis económica empieza a afectar a las consultas del matrimonio de psicólogos formado por Sergio y Rebeca.
Sergio se ve obligado a aceptar un trabajo muy especial que podría salvarles de la crisis… o quizás los arrastre en una espiral de dudoso final..
CAPITULO 5.A. SERGIO.
Se encontraba muy nervioso esa mañana de sábado.
Después de la sesión con Tatiana, en la que había estado más a punto que en ninguna de las anteriores de perder el control y que los oscuros impulsos que surgían del rincón donde mantenía encerrada ala Bestiase liberasen en una explosión de salvaje descontrol, no había podido relajarse.
No lo suficiente.
Cuando esa noche se habían ido sus hijos, y después de recordar especialmente a Camila que al día siguiente tenían consulta por la mañana, Sergio se lanzó a por Rebeca. Había intentado que su mujer accediera a tener el suficiente sexo con él como para dejarle tan cansado y relajado que su subconsciente animal se diese por satisfecho. Lo había intentado. Pero ella le interrumpió en mitad de la intentona de desnudarla sobre el sofá para hacerla el amor, insistiendo en que tenía que terminar un artículo.
Había sido un jarro de agua fría. A lo que siguió una situación de enfado que lo llevó al punto de querer imponerse por la fuerza y reclamar sus derechos carnales como amante esposo. Logró refrenarse a duras penas.
Así que cuando su mujer fue al dormitorio, la mezcla de sentimientos negativos y violentos obligada a servir de nueva potencia alimentaria para esa zona de su oscuro subconsciente que no paraba de crecer con la represión de ese lado de su personalidad que no tenía forma de aliviarse en otras actividades de ningún tipo, ni siquiera sexual, le dejó en un estado tal que apenas pudo siquiera satisfacerse a si mismo.
Ni siquiera logró alcanzar el éxtasis con la liberación de su esperma en el interior de su realmente hermosa mujer.
Se pasó la noche con ensoñaciones en las que llegaba a arrastrar a su mujer del cabello por toda la clínica para luego forzarla delante de una clase entera de alumnos que apareció al abrir el cuarto de las escobas, para luego descubrir que eran todas sus pacientes del Internado y que también estaban allí Inmaculada y su propia hija. Todas desnudas y todas suplicando de rodillas delante de él que las regase con su leche porque su mujer no le complacía.
Despertó pasadas las 2 de la madrugada, sudando. Su mujer estaba a su lado, pero de espaldas. Tenía el pantalón del pijama ligeramente desplazado y podía verle parte de la línea que conducía hasta su vagina… su deliciosa vagina… y su estrecho ano. Llevaba años soñando con perforarlo, pero su mujer era muy puritana en ese sentido. No admitía siquiera el roce de sus dedos.
Esa era una de las razones por las que había disfrutado tanto de su relación con Inmaculada. Ella no tenía esos reparos. Había podido usar todos sus agujeros y era una buena mamadora. Se empalmó sólo de pensar en el cuerpo desnudo de esa deliciosa mujer.
Inmediatamente se lo recriminó. Se debía a Rebeca. Ella era su mujer, su amante, su confidente… bueno, quizás ahora tenía ese pequeño secreto. Pero ante todo debía recordar que amaba a su mujer y no podía dejarse arrastrar de nuevo a otro error de ese calibre.
No podía dormir con todas esas ideas en su mente y tampoco quería despertar a su mujer. Sabía que eso no resolvería nada porque sólo había una forma de calmar su inquietud.
Se levantó y fue a darse un paseo por la terraza, aunque no creía que la temperatura hubiese refrescado tanto como para ayudarle a enfriarse, pero al menos se distraería un instante.
No pretendía espiar a su hija. Pero instintivamente miró a la calle cuando escuchó que se detenía un coche.
Eran Camila y Toni. Se acercaron al portal, dejando el coche en doble fila, y pudo ver cómo se despedían con una serie de besos que sólo terminaron cuando el novio de su hija posó una mano sobre uno de sus pechos y empezó a toquetearlo sobre el vestido.
Tampoco es que fuese algo inmediato, pero al final Camila le apartó la mano y entró en el portal.
Sergio sabía que no tendría que haberles estado espiando y fue de regreso al interior de la casa antes de que subiese su hija.
Reprimió un taco. Había dejado tan entornada la puerta corredera, para evitar que entrasen mosquitos o se produjese demasiada corriente, que ahora le costaba meter los dedos para abrirla de nuevo.
Acababa de meterlos y comenzar la apertura cuando se abrió la puerta de la vivienda.
En realidad no tendría que esconderse. Al fin y al cabo era su casa. Pero lo hizo, se apartó a un lado hasta quedar oculto.
Su hija pasó por el salón a oscuras, alumbrándose con el teléfono móvil, rumbo al cuarto de baño.
Ese fue el momento que aprovechó Sergio para entrar y dirigirse de puntillas de regreso a su propio dormitorio. Pero nuevamente algo le detuvo. Su hija estaba hablando en el lavabo en voz baja con alguien y unas palabras llamaron su atención.
- … fue como me dijiste, le hice la mamada y se reanimó... –paró mientras escuchaba a su interlocutor y luego le respondió- Sí, lo hicimos –otro comentario al otro lado de la línea, seguido de una nueva respuesta de Camila-. No estuvo mal, aunque tendría que compararlo cuando no esté borracho… ¿no te parece?... jajaja –otra nueva interrupción bajo los atentos oídos de Sergio- Sí, mañana nos vemos y hablamos por la tarde. Un beso, mi amor.
Sergio estaba sorprendido y ligeramente excitado.
Su hija acababa de hablar con alguien y había afirmado haber hecho una mamada, se suponía que a Toni. ¿O no sería a Toni?. ¿Estaría su hija jugando a algo peligroso e indecente?.
No. Su hija no era así, debía haberlo malinterpretado. Aunque… aunque parecía que había hablado con alguien para contarle que había practicado una mamada y… y quizás algo más, con una tercera persona. Y lo de “mi amor” debía referirse a Toni, ¿verdad?.
Claro que se notaba que su hija también estaba contenta por el efecto de haber tomado algo de alcohol, de eso estaba seguro por el tono de su voz.
Si pudiera ver el registro de llamadas de su móvil… No. No podía. Era una invasión de su intimidad. Y seguro que tenía que haber otra explicación.
Pero cuando su hija salió del cuarto de baño, se apartó a las sombras del salón mientras ella iba a su dormitorio.
Decidió esperar unos instantes.
Una parte de él ya había tomado la decisión de intentar ver su lista de llamadas. Su hija siempre se dejaba el móvil en el mismo sitio. Si se dormía rápido, podría entrar y mirarlo en un momento sin que nadie tuviera por qué descubrirlo.
La puerta de su hija se abrió y durante un segundo el corazón le brincó en el pecho. Pensó que le iba a descubrir. Sería una situación bastante violenta.
No ocurrió nada. Tras unos instantes en los que lo único que podía escuchar era el sonido de su impetuosa sangre palpitándole en los oídos, se dio cuenta de que simplemente se había abierto la puerta del dormitorio de su hija porque no la había cerrado bien.
La luz que salía se cortaba cuando Camila pasaba por delante de la lámpara de su mesilla.
No pudo evitarlo. Le pudo la curiosidad.
Se acercó y miró.
Su hija estaba buscando algo en un cajón, de espaldas a él... y completamente desnuda. Pudo admirar su espalda con una piel tan suave que brillaba y su perfecto culo en pompa. Un culo prieto, del poco uso.
Se reprendió mentalmente. Había vuelto a pensar en el cuerpo de su hija como si fuese el de una hembra cualquiera. Y no era así, no podía seguir así. Las sesiones y la falta de sexo con su mujer le estaban dando unas ideas de lo más absurdas.
Aún así no podía dejar de mirar cómo se movía el culito de su preciosa hija, apreciando levemente el contorno de su rajita cuando separó ligeramente sus perfectas piernas.
Al final encontró lo que buscaba. Y no era un pijama.
Era un consolador de un color azul intenso y recubierto de puntos y estrías. Debía de tener no menos de tres dedos de anchura.
Camila empezó a masajearse con una mano la entrepierna, girando hacia la cama mientras miraba hipnotizada el consolador que sostenía en su otra mano. De no ser así, seguramente habría descubierto que alguien la espiaba a través de la rendija que dejaba su puerta.
Sergio se encontró mirando el coñito perfectamente depilado de su hija. Estuvo un par de minutos frente a él, mientras su hija se lo acariciaba con una mano y acercaba el consolador a su boca.
Siguió masturbándose con los ojos entrecerrados, de pie, con las piernas ligeramente separadas y mientras iba chupando el extremo del falso pene de plástico.
Estaba tan excitado viendo masturbarse a su hija que no pudo evitarlo. Se sacó su propio miembro viril para masajearlo en la contemplación del perfecto cuerpo juvenil de su adorada hija.
Ella se sentó en el borde de la cama y siguió masturbándose, ahora de lado con respecto al lugar que ocupaba su padre, y metió un poco más el consolador dentro de su boca juguetona, en la que la lengua tenía un papel claramente activo. Se veía que estaba practicando y que realmente aún no era una experta mamadora, pero no dudaba que pronto lo sería.
No podía verle la conchita, pero en cambio sus ojos se centraron en los pechos. No se había dado cuenta de las tetas tan increíbles y de esos pezones tan crecidos que tenía. Sus areolas, al menos la que veía más directamente, parecían sudar con el ejercicio. Se veían fabulosas.
Al final, Camila se tumbó y dejó nuevamente a la vista su dilatado coño. Sergio observó como dirigía el falso pene, de un azul que brillaba por la saliva, hasta la entrada de su sexo.
Se lo empezó a meter de una forma torpe, sin práctica. Durante un fugaz instante, Sergio estuvo a punto de entrar y enseñarla cómo debía metérselo, de tan nervioso que se puso por la inexperiencia de su hija.
Pero se dio cuenta de que hacer eso, sobre todo llevando su duro pene fuera al no poder ahora volver a meterlo en sus pantalones, no sería lo más adecuado.
Su hija logró introducir al final el consolador y comenzó una lenta progresión para que ocupase su húmedo sexo. Podía ver que había mojado incluso la parte de la sábana que contactaba con la parte inferior de su hinchado sexo.
Él siguió masturbándose, mirando a su hija auto penetrarse vaginalmente con el consolador y estimulándose manualmente sus perfectas tetas gemelas.
Estuvo varios minutos así, hasta que logró meterse casi todo el consolador. Amortiguaba sus gemidos mordiendo la almohada, mientras se pellizcaba los pezones en el culmen.
La explosión del sexo de su hija fue tan potente que provocó que el consolador saliera parcialmente, empapando con su flujo las sábanas.
Podía ver la sonrisa de su hija, obviamente saciada.
Apagó la luz de su mesilla, pero aún así Sergio siguió teniendo una visión deslumbrante de su cuerpo desnudo tendido sobre la cama porque tampoco esa vez había bajado la persiana.
No se había sacado el consolador, pero el propio movimiento de relajación posterior al orgasmo estaba haciendo que se deslizase fuera. Reluciente y brillante de los líquidos que lo empapaban.
Sergio también tenía las manos empapadas. Llenas de su propio esperma.
Fue a lavarse, procurando hacer el menor ruido posible.
Entonces recordó el móvil de su hija.
Volvió y entró. Su hija seguía desnuda. Y completamente abierta. El consolador descansaba apenas apoyado el extremo dentro de la lubricada vagina de su hija. Su bellísimo cuerpo empapado en sudor exudaba sexo.
Apartó a duras penas la vista y las manos de su hija. Su pene reaccionó de forma distinta, se volvió a poner extremadamente duro. Dolía dentro de sus pantalones.
Cuando al fin logró apartar la vista del cuerpo desnudo de su hija, cogió el móvil. Mala suerte. La batería escogió precisamente ese instante para acabarse.
El sonido de la música de cierre del móvil estuvo a punto de provocarle un infarto, pensando en Camila despertándose desnuda con un consolador a medias dentro de su cuerpo y su padre en su dormitorio con el pene duro.
Por suerte para él, su hija estaba demasiado dormida.
Dejó de nuevo el teléfono en su sitio y empezó a abandonar la habitación.
Empezó. Porque la visión del cuerpo desnudo de su hija le nubló la personalidad por un instante. Agarró el consolador y se lo metió un poco. No pareció darse cuenta.
Sin darse cuenta, unas babas empezaron a caer de la boca entreabierta de Sergio, que se había sacado de nuevo el pene.
Las babas fueron a caer en la zona en que consolador y cuerpo de su hija se unían. No le importó. Metió un poco más el consolador.
Camila seguía sin reaccionar, apenas un ligero movimiento de acomodación. Un oscuro impulso gobernaba entonces a Sergio, que no dudó en empezar a follar el sexo de su hija con el consolador mientras en la otra mano preparaba su propia polla.
Cuando su hija empezó a gemir en sueños, Sergio despertó de su ensoñación.
Asustado en parte, soltó el falso pene de plástico que había reintroducido hasta la mitad en la lubricada vagina de Camila, y se dio cuenta de que tenía listo su propio miembro para... No. Prefería ni pensarlo.
Abandonó rápidamente el dormitorio de su hija y regresó a la cama con su mujer, aún empalmado.
La notaba excitada en sueños. Rebeca tenía medio expuesto su propio sexo ahora. Y él sabía que podría someterla sin dificultad, forzarla incluso a romperle luego su ano.
No. Se acabó. Debía dormirse y ya está. O perdería el control y no sabría que podía ocurrir esa noche.
Al final logró quedarse dormido, no sin antes darse cuenta de que Rebeca se había despertado y que incluso se había acercado a su aún dura polla.
En sus sueños no se detenía. Clavaba hasta el fondo el consolador en el interior de la vagina de su hija y la llevaba hasta un nuevo orgasmo sin que se despertase, mientras su esposa le animaba con sugerentes frases al oído. Daba la vuelta a su dormida hija, a la que mantenía el consolador hasta el fondo de su vagina y la penetraba por un ano dilatado que su mujer y Begoña regaban con sus propios fluidos mientras se masturbaban encima de Camila.
A la mañana siguiente seguía excitado, quizás incluso más después de lo sucedido esa noche. Se masturbó dos veces seguidas mientras se duchaba, no pudiendo evitar que se mezclasen en su mente imágenes de su hija continuando el sueño pornográfico que había tenido con ella, Begoña y su mujer.
Ahora sólo le quedaba esperar que fuese suficiente para mantener controlada a esa parte salvaje de su mente que hacía una semana había comenzado a despertarse.
5.A.5. LA CONSULTA DEL SÁBADO: BAMBI.
Padre –dijo Camila, asomando la cabeza por la puerta e interrumpiendo los pensamientos en los que Sergio estaba enfrascado, recuerdos de una larga noche.
Dime.
He llamado a la puerta, pero como no me oías… -empezó, para luego pasar a la verdadera cuestión- el caso es que ya está aquí tu paciente.
Ahh… vale, vale, cariño. Gracias. Que pase.
Su hija se apartó para dejar pasar a una pelirroja de intensos labios y aún más intensa mirada en el fondo de sus azules ojos.
La chica llevaba una gabardina larga de un material plástico del color del vino y bajo el que se apreciaban unas medias también rojas. Unos zapatos de tacón, abiertos en la zona de los dedos, completaban su indumentaria.
Buenos días y bienvenida. Mi nombre es Sergio –se presentó, buscando lanzar directamente la sesión para reducir cualquier problema que le pudiera ocasionar su lado oscuro si dejaba que la situación se desmadrase.
Gracias. Mi nombre es Bambi –se presentó a su vez la chica.
Curioso nombre, si me permites.
Ya, -respondió ella, claramente acostumbrada a que se mencionase ese tema- es que mi padre es francés y le gustó más que otros.
Bien, si quieres ponerte cómoda, vamos a empezar.
Fue un error previsible, visto en la distancia.
Parecía de una típica película de porno barato. Cuando Bambi se quitó la gabardina, Sergio se dio cuenta del grabe error, pero ya era tarde. Debajo no llevaba casi nada. Un bikini de dos piezas en color burdeos la cubría apenas los senos y dejaba poco espacio para la imaginación sobre cuántos pelos podían proteger la entrada a su cueva del amor.
La erección inmediata de su polla fue tan intensa que resultó dolorosa para Sergio, que a duras penas podía dejar de pensar en que lo mejor sería saltar sobre ella y montarla allí mismo antes de que entrase otro macho a competir con él.
Desechó tan animales pensamientos, intentando concentrarse en seguir al menos las preguntas de rutina que impidiesen que su mente más oscura tomase el control de la situación y lo llevase a cometer algo de lo que después pudiera arrepentirse.
Ehhh… bien… emmm… ¿cómo te llamas?... quiero decir, dame tu nombre completo… para la ficha, ¿sabes?.
Bambi François-Reverdy Martínez, aunque si ya conoce a alguna de mis compañeras de cuarto sabrá que sobre todo me llamaban la “conejita roja”, por el color de mi vello púbico –le respondió de una forma rápida y directa la chica. Eso tuvo un cierto efecto suavizante de la tensión del momento para Sergio.
Pues no, aún no he hablado con nadie de sus acompañantes en los cuartos del Internado –empezó comentando, justo antes de pasar a la siguiente pregunta-. ¿Y qué edad tienes?.
Diecinueve años.
Diecinueve… ¿y cómo es que aún estabas allí?. Quiero decir que se supone que ya pasarías a la universidad.
Algunas teníamos ciertas cualidades que nos hacían tener que repetir cursos.
¿Qué cualidades?.
Que alguno de los inversores privados o los directores se encapricharan contigo, que tuvieses un cuerpo por el que pagasen con mucha frecuencia en las salidas, que hubiese algún comprador, para extorsiones, … cosas de esas.
Explícate mejor, porque no soy un experto en estos temas –comentó el psicólogo, aprovechando la facilidad de dar información sin ninguna vergüenza aparente de la deliciosa chica.
Yo, por ejemplo, era la favorita dela Subdirectora, Doña Blanca. Me tenía de ayudante personal y se encaprichó… así que mis notas pasaron a ser de suspenso para tenerme a su lado hasta cuando se cansase –empezó, reactivando el interés de Sergio por conocer cosas del famoso Internado-. Había otras que tenían un cuerpo que se vendía con facilidad, eran muy solicitadas para follarlas… bueno, prostituirlas. En realidad creo que nos emputecieron a todas, pero unas tenían una bolsa de clientes más amplia que otras. Algunas llegaban a no poder dormir el fin de semana porque tenían una lista de hombres, mujeres o parejas dispuestas a pagar por disfrutar de sus cuerpos. Otras veces era que alguna con un cuerpo con algún detalle especial hacía que la pudieran vender a un comprador, camuflándolo de matrimonios al llegar a una cierta edad… lo más buscado eran las vírgenes, claro que muy pocas lo eran al entrar. Y luego estaban las que a veces lograban el pelotazo de acostarse con algún personaje al que pudieran extorsionar los del Internado… ya sabe, políticos, empresarios, … Otras veces ni se sabía porque hacían repetir a algunas.
Lo tenían todo bastante pensado y bien montado… -comentó Sergio.
Bastante… pero no lo suficiente, por eso al final lo desmantelaron –aclaró la chica.
Por cierto, ¿tú estás casada o no estabas en ese grupo que mencionaste?.
No, a mi me tenían por ser una favorita de Doña Blanca –repitió Bambi-. Pero creo que lo estaba pensando para un hijo o sobrino, no pude enterarme antes de que saltase todo.
¿Y dónde estás viviendo ahora?.
Estoy en un piso alquilado aquí, en Madrid, con una prima.
¿Y tus padres?.
En Barcelona. Viven allí los dos.
Tal como lo cuentas parece que no estén viviendo juntos.
Se divorciaron hace un año.
Vaya, lo siento.
Yo no, así ahora que soy mayor de edad no tendré que ir a ver a mi padre… -y tras pensarlo un instante, añadió- salvo con mis condiciones. Fue culpa suya que me violase mi tío y que eso me llevase al Internado.
No comprendo… ¿te dieron una plaza por haber sido violada por tu tío?.
Nooo –contestó ella, algo molesta por tener que estar recordando esa parte de su vida.
Pero a la zona oscura, perversa y morbosa de Sergio no le importaba y casi tenía el control. La otra parte, la racional, se oponía, aunque aceptó promover esta confesión para intentar refrenar su lado oscuro y poder reorganizarse antes del final de la sesión.
Con un gesto la invitó a continuar.
Mi tío estaba en prisión y le concedieron la posibilidad de hacer salidas de fin de semana, así que empezó a venir a casa invitado por mi padre. Yo tenía dieciséis años la primera vez que vino. Esa primera noche entró en mi cuarto con la excusa de que no encontraba sábanas y yo me ofrecí a darle unas porque mis padres ya estaban durmiendo. Ni pensé en porqué había cerrado la puerta. Cuando me volví para agacharme y abrir el cajón del armario, me bajó el pantalón del pijama y las bragas de golpe. No sabía cómo reaccionar. Intenté darme la vuelta y me pegó una bofetada. Me tiró sobre mi cama y terminó de quitarme toda la ropa de cintura para abajo. Cuando quise darme cuenta, me obligó a meterme mis bragas en la boca para no poder gritar. Usó su cinturón para atarme las manos a la espalda. Me agarró por las piernas y me llevó al borde de la cama, abriéndomelas. No sabía cómo reaccionar y él no hablaba. Se colocó entre mis piernas mientras yo sólo podía gemir con mis bragas en la boca y mirar de lado qué sucedía porque me tenía boca abajo. Se bajó los pantalones y sacó su pene. Me abrió el culo y me empezó a meter su gorda polla por el culo. Fue muy horrible y doloroso. No paró hasta meterme toda su polla dentro y luego empezó a joderme. La verdad es que tardó poco en correrse, pero se me grabó de por vida. Aún recuerdo cuando sacó su pene lleno de una mezcla de su esperma y mi propia mierda. Luego me dijo lo típico de que lo sentía y que es que llevaba mucho tiempo sin mujer y no se había podido controlar y demás… pero se dio cuenta de que no lo creía y empezó a golpearme hasta que prometí no contarlo. Tenía dieciséis años y no sabía qué hacer… -se lamentó.
Es lógico, no pasa nada. Tú no eras culpable de nada, fuiste su víctima simplemente porque estabas allí. Por nada más.
Gracias, Don Sergio –contestó sonriéndole y mostrando una boca que llamaba a su polla. No pudo evitar pensar que la tenía grande como buzón de correos. Ideal para hacer mamadas. Por suerte, no dejó ver esos pensamientos-. Aún hay gente, sobre todo de mi familia, que piensa que yo le provoqué. El caso es que cada vez que salía de permiso me violaba. La mayor parte de las veces me jodía por el culo, pero a veces por la vagina. Después de dos o tres meses, no recuerdo, también me obligó a hacerle mamadas tragándome toda su leche. Un día, trajo a otros dos reclusos. Estaban todos borrachos. Me había apostado a las cartas y había perdido, así que me dijo que tendría que follar con esos dos desconocidos. Intenté resistirme, chillando y pataleando, pero al final me llevaron al salón y me desnudaron. Los dos hombres se turnaron en violarme sin condón por la vagina hasta correrse dentro mientras mi tío me sujetaba las muñecas y me insultaba. Tuve suerte, los vecinos llamaron a la policía. Como todos tenían antecedentes les quitaron unos meses los permisos, pero mi tío convenció a mi padre de que había sido culpa mía, que yo era una provocadora y le había estado incitando y persiguiéndole para tener sexo. Así que al final terminaron enviándome al Internado. Y como mi tío vuelve a tener la condicional, he preferido venirme aquí con mi prima.
¿Y qué hay de tu madre?.
Ella lo sabía. Me creía. Pero aún así apoyó la decisión de mi padre y aunque ahora estén divorciados, no estoy preparada para volver tampoco con ella.
¿Y a qué te dedicas, o aún no has pensado en el futuro?.
Quiero entrar en la universidad… pero no quiero ser una carga tampoco para mi prima. Estoy trabajando en un par de sitios.
¿En dónde?.
¿Para qué quiere saberlo? –preguntó a su vez la chica, recelosa.
Comprende que has pasado por unas situaciones muy duras, que serían capaces de alterar la forma de ser y comportarse de la mayoría. Mis sesiones buscan restablecer el equilibrio de tu mente y que puedas tener una perspectiva sincera de lo que te rodea, que puedas reorganizar tu vida con los menores trastornos emocionales.
¿Y?.
La comunicación tiene que ser total y absoluta –insistió Sergio, buscando convencerla para que contase todo-. Cualquier detalle podría ser esencial. Además, todo lo que digas en las sesiones está dentro del secreto profesional. Estoy para ayudarte. Pero hay unas reglas. Y la primera es la sinceridad, que no te guardes nada, porque realmente a quien engañas es a ti misma. Yo soy esa parte de tu conciencia que te intentará guiar con mano firme a la mejor de las situaciones posibles.
¿Con mano dura?.
Exacto –respondió él, sin darse cuenta inicialmente de la sutil diferencia de interpretación.
¿Cuan dura? –insistió ella, con un fino destello en el fondo de sus ojos-. ¿Me castigaría si no le respondo?.
En cierto sentido, sí –respondió Sergio, aunque sólo una parte de él había comprendido las posibilidades que ofrecía esa situación de poder que le era ofrecida.
¿Y qué pasaría si le dijese que trabajo de masajista?... ¿y que bailo en un local los fines de semana? –dijo, con una sonrisa traviesa-. ¿Qué haría esa conciencia mía que tiene usted para guiarme?.
Fue entonces cuando realmente Sergio se dio cuenta de que no era un bikini. Realmente era una prenda de una bailarina de strip-tease a lo que había añadido la media larga con blonda y cubriéndose el cuerpo de una forma tan antinatural para el verano.
Bambi estaba tan emputecida de su estancia en el Internado que lo primero que se le había ocurrido para obtener dinero al salir era vender su cuerpo.
Era su misión profesional orientarla para abandonar esa actitud, procurar que volviese a un estilo de vida lo más normal posible.
Por una vez, su parte más oscura estaba de acuerdo. Claro que porque tenía en mente una perversa finalidad completamente diferente: quería someterla, hacerla su puta privada.
Mis sesiones deben buscar alejarte de cualquier tentación de vender tu cuerpo a cualquiera, si es eso lo que has querido decir.
No soy una puta –aclaró ella-. Soy una especialista en bailes exóticos y masajes.
¿Quieres decir que no has practicado sexo con ningún cliente? –quiso cerciorarse el psicólogo, mientras una parte de él se decepcionaba parcialmente pensando que se hubiera equivocado.
Emmm... con alguno sí –confirmó ella-. No pude evitarlo. Algunos despiertan aquello para lo que me programaron en el Internado... y a veces me dejo llevar.
Esa bestia oscura que anidaba en el fondo de Sergio ronroneó y la morbosa excitación retornó a su cuerpo. Nuevamente su pene volvía a la vida, endureciéndose de nuevo por momentos y conjurando imágenes de lujuria desenfrenada allí y ahora con la erótica y excitante pelirroja.
Entonces tú conciencia tendrá que guiarte para olvidar esas falsas costumbres, ¿no crees? –soltó, sin apenas pensarlo.
Supongo... –respondió ella, no muy convencida.
Tienes que sentirlo completamente, al cien por cien. ¿Aceptas que tu conciencia te guíe?.
Vale, de acuerdo –dijo, tras pensarlo un instante.
Una mano de Sergio salió disparada y atrapó la barbilla de Bambi, obligándola a acercar su cara. Claro que tampoco ella intentó lo contrario. La oscura bestia rugía oliendo la victoria en el interior del psicólogo, que cada vez se resistía menos a su empuje ni hacía nada para refrenar las intensas palpitaciones de su pene.
- Te he preguntado que si lo aceptas –comenzó a pronunciar, remarcando la última palabra. Y añadió-. Si lo aceptas con todas sus consecuencias y obligaciones.
Durante unos instantes se quedaron con los ojos frente a frente, sin pestañear. Una lucha de tres voluntades, la de Bambi, la de Sergio y la dela Bestia. Yal bajar ligeramente sus azules ojos, Bambi determinó la victoria y pronunció la frase que se intuía en el ambiente mientras empezaba a respirar de una forma ligeramente más acelerada.
- Acepto –y, adelantándose, besó en los labios al psicólogo a modo de cierre del trato.
Recibió una bofetada, lanzada por un instinto salvaje que ahora gobernaba al psicólogo. Pero Bambi reaccionó de una forma inesperada que derribó las últimas barreras que la parte lógica y profesional de Sergio aún mantenía. Agarró la mano que le había abofeteado entre las suyas y la besó con devoción.
Lo acepto todo... –empezó tras besarle la palma de la mano- mi... –y pasó a besarle los dedos, para luego introducirlos en su boca y chupárselos- Conciencia.
Ven aquí, pequeña –continuó hablando esa parte oscura de Sergio que tenía el control de la situación. Se deslizó en su asiento, aprovechando sus ruedas, hasta dejar un espacio entre sí mismo y la mesa.
Bambi no dudó. Se levantó, desperezándose como una gatita e incluso fingiendo un ronroneo, antes de ir contoneándose al otro extremo de la mesa. Empezó a agacharse al contemplar el bulto de la entrepierna de Sergio, pero él la detuvo chistándola.
Paseó sus manos por los hombros de la chica hasta alcanzar los tirantes de la parte superior del falso bikini, para luego descender agarrado a ellos hasta capturar entre sus manos la zona en forma de copa que escondía las tetas de Bambi.
Situó ambas manos en el centro y tiró hasta romperlo, dejando que las mitades de la prenda colgasen a ambos lados de los pechos libres de la chica. Un instante duró la admiración por las perfectas formas y las cumbres de pezones rodeadas por unas areolas ligeramente coloradas por la presión a la que habían estado sometidas atrapadas en esa prisión de una talla menor a la que necesitaban.
Empezó a jugar con sus manos, acariciando al principio las tetas de Bambi, para luego amasarlas y pellizcarle los pezones hasta dejárselos estirados al límite.
Ella respiraba entrecortadamente, disfrutando del trato que estaban recibiendo sus pechos y se acercó para ofrecérselos casi en la boca.
Pero la bestia no pensaba dejar el juego. La agarró por los hombros y la obligó a doblar las piernas y ponerse a la altura de su polla, liberada de su encarcelamiento y ofrecida a la tierna boca de la hispano-francesa.
No quiero ensuciarme el pantalón... recuérdalo, pequeña.
Sí, mi... –empezó ella- ahhh... –gritó mínimamente al recibir otra inesperada torta, volviendo a su trabajo al comprender su error sin quejarse, aplicando nuevamente su boca a la polla de Sergio.
Sólo hablarás cuando te diga... y ahora sólo lo harás cuando tengas que responder mis preguntas, pequeña conejita –certificó él.
Me has dicho que vives con tu prima en un piso de alquiler. ¿Estáis solas las dos?.
Sí –respondió y antes de que pudiese añadir más, Sergio usó sus manos para reconducirla a su labor.
Bien. Cuando quiera una respuesta larga, ya te avisaré –explicó-. ¿Cómo se llama y a qué se dedica tu prima?.
Alejandra –empezó a responder, con una voz algo más espesa por la mezcla de saliva y líquidos preseminales que ya tenía en su boca pero sin olvidar mantener la erección de Sergio mediante una de sus manos, que le acariciaba el miembro para mantenerlo listo-. Tiene 25 años y está preparando la oposición para medicina –dicho esto, retornó obediente y sin demora a usar su boca para continuar con la mamada en la polla del psicólogo.
Sergio procuraba mantenerse lo más serio posible, sin demostrar lo mucho que estaba disfrutando de la mamada y procurando alargar todo lo posible la situación rebuscando las preguntas que obligasen a Bambi a detener la actividad de su boca pero a la vez ansiando que no se detuviese para poder llenarle la boca con su leche. Sentía los huevos cada vez más hinchados y doloridos por la presión dentro de los pantalones, pero no se atrevía a bajárselos por tener a su hija al otro lado de la puerta y a su propia mujer en un cuarto cercano.
¿Tomas alguna droga o alcohol como sé que hacíais en el Internado?.
No, Señor... bueno, algo de alcohol sí, claro... auuuu... –gimoteó al agarrarla por el cabello y tirar de él lo suficiente para que le mirase a los ojos desde su posición agachada. Levantó la otra mano y ella aceptó el castigo cuando esta vez la agarró un pezón y se lo retorció.
Piensa las cosas antes de responder y no me mientas... ¿comprendido, mi pequeña conejita? –preguntó el psicólogo y Bambi asintió con la cabeza-. Ahora responde a la pregunta correctamente.
Sí, Señor. Tomo alguna copa y esta semana un cliente me ofreció una ralla.
A partir de ahora las drogas prohibidas, salvo que yo te diga lo contrario. ¿Entendido, conejita?.
Sí, Señor... obedezco a mi Conciencia –y dicho esto, volvió a mamar el pene de Sergio tras liberarla los cabellos.
¿Por qué decidiste hacer terapia y por qué conmigo?.
Nos recomendaron en una reunión de algunas chicas del Internado que hiciéramos algún tipo de terapia y como no quería pastillas no iba a ir a un psiquiatra. Pregunté y me dieron un par de nombres de psicólogos y usted me quedaba más cerca del local donde bailo... y ahora sé que acerté. Mi Conciencia me guiará, gracias Señor –y nada más terminar de responder, volvió a chuparle la polla aún con más fuerza e interés.
Estaba en la gloria. Tenía una guapa chica de diecinueve años comiéndole la polla y había dejado claro que le obedecería a cualquier cosa. No pudo evitarlo. Se relajó y apoyó ambas manos en los reposabrazos de su sillón mientras sentía moverse su semen hacia la salida en palpitantes pulsaciones.
Con gran maestría, Bambi cerró los labios en torno a su pene mientras descargaba hasta la última gota almacenada dentro de su boca. Le excitó oírla tragar toda su leche y como fue lamiendo su polla según se la iba sacando, para relamerse al final y extraer las últimas gotas con su mano para luego chuparlas.
Le miró un instante, justo lo suficiente para que él supiera lo que pensaba y la bestia sexual que se ocultaba en su mente saludase ese gesto con un parpadeo de aceptación.
Entonces Bambi se lanzó de nuevo sobre su pene, con las manos y la boca... incluso en un momento dado introdujo una de sus manos por su cremallera para estimularle los huevos. Apenas un par de minutos después tenía nuevamente el pene erecto y sus testículos trabajando para tener lista una nueva partida de semen cuanto antes.
Ella se levantó y se bajó el resto de su falso bikini, mostrando su conchita. Tenía una pequeña mata de pelo rojizo que parecía tener forma de flecha señalizando la entrada de su vagina, aunque la hinchazón que demostraba su sexo no daba lugar a dudas.
Se tumbó boca arriba sobre la mesa, abriéndose de piernas más de lo que había visto nunca Sergio. Puso todo su sexo a la vista e incluso podía ver su ano, ligeramente dilatado y pidiendo guerra.
- Fóllame... –murmuró, terriblemente excitada, con su sexo palpitante y húmedo a la vista- tómame, jódeme...
Ese momento fue como un portazo. Una corriente de aire había revuelto su interior y había logrado cerrar una de las rejas que daban acceso a los controles a su particular bestia ávida de sexo y lujuria salvaje.
Pero seguía excitado y no podía pensar con claridad. Pese a ello, sabía que follar con Bambi ahí y ahora no era ni seguro ni correcto. Reuniendo fuerzas, logró articular unas palabras de mando.
- Cuando y dónde yo quiera, Bambi. Este es un viaje con varias etapas y la de hoy ha terminado... –aunque según estaba hablando, una de sus manos estaba ya acariciando la entrepierna de la chica y empezando a masturbarla. Debía ser rápido o terminaría haciendo algo de lo que se arrepentiría. Tenía que pensar con calma en todo lo que había sucedido- Ahora vete y no olvides lo que te he dicho. Toma mi tarjeta, tiene mi número privado también por si acaso.
A regañadientes ella obedeció y se volvió a vestir, salvo el sujetador roto, que lanzó sobre las piernas de Sergio con un guiño antes de irse.
Sin pararse a pensar, lo guardó en un cajón del escritorio.
5.A.6. LA CONSULTA DEL SÁBADO: BEGOÑA.
Cuando Begoña entró, apenas un cuarto de hora más tarde de finalizar la sesión con Bambi, el psicólogo aún estaba excitado. Tenía el pene completamente duro y sus huevos habían preparado nuevas cantidades de semen. Sentía llenarse los depósitos con una nueva y fresca ración de leche.
Mentalmente, había logrado ir cerrando más compartimentos para aislar los oscuros impulsos salvajes que esa parte animal de su mente liberase antes con Bambi. Aún así, el riesgo era elevado. Tendría que concentrarse al máximo para mantener bajo control esos instintos primarios que últimamente andaban desmadrados.
Si tan sólo Rebeca le hubiera concedido esa noche de sexo desenfrenado que necesitaba para haberse descargado de tensión... y si su hija no hubiera estado masturbándose de esa manera ante sus ojos... quizás habría podido resistir la tentación
No. No podía engañarse. Aquello, esa parte oscura de su mente, esa perversa zona era él mismo. Era una parte intrínseca de él mismo, una zona que no había podido someter al control de su mente consciente y que ahora se rebelaba, provocándole entrar en una espiral peligrosa.
Y era él quien debía detenerla para poder recuperar el control. Luego ya tendría tiempo de ordenar sus ideas y domar a esa bestia oculta para que sirviese a sus fines en vez de al contrario. No podía seguir cediendo el control. No debía.
Al entrar la chica no se levantó. No quería que malinterpretase la erección de su pene... y, sobre todo, no deseaba enfrentarse a la posibilidad de que volviera a hacerle una mamada y perdiese de nuevo el control. Sólo de pensar en ello, su polla incrementó la presión para salir de la prisión de los pantalones.
Buenos días, Begoña –saludó, procurando mantenerse lo más serio y frío posible.
Buenos días, Don Sergio... aquí tiene el papel que me pidió –y le tendió el certificado firmado por sus padres.
Giró para dirigirse hacia el diván, ofreciendo una bonita vista de sus piernas y su culo prieto. Ese día llevaba unos shorts muy ajustados que terminaban poco más debajo de la entrepierna de la chica. Se la veía deliciosa y dulce. Por encima llevaba una camiseta de tirantes que se había salido ligeramente por la parte de la espalda, dejando al descubierto una parte de la zona que rodeaba la columna. Pudo ver una curiosa marca, como de tres puntos agrupados en forma de triángulo.
¿Dónde había visto eso antes?. Le sonaba mucho. ¡Alto!. Ya estaba dejándose ir. No podía volver a la situación del diván, donde ella pondría a la vista el canalillo entre sus tetas y él no podría ocultar su erección.
Quieta, Begoña. Hoy mejor te sentarás aquí, frente a mí –y mientras ella volvía obedientemente, prosiguió-. Esta primera sesión será una toma de contacto, así que te haré unas preguntas de rutina para rellenar tu ficha.
Como desee, Don Sergio –repuso ella, sentándose frente a él y luciendo una media sonrisa mientras se apartaba un mechón del cabello que le caía sobre uno de los ojos.
Veamos dónde lo dejamos el otro día… -comentó, mientras rebuscaba falsamente entre sus papeles, pues tenía perfectamente localizada la ficha de Begoña pero de esa manera lograba hacer tiempo mientras su pene se iba calmando lentamente-. Ahhh… veo que falta tu vivienda. ¿Dónde tienes tu residencia actual?.
En Chamberí…
Una gata madrileña, entonces.
Sí… supongo, Señor.
¿Tú estado civil es soltera, verdad?.
Sí, Señor, por supuesto.
No lo veo yo tan claro. He recibido información acerca de que algunas erais objeto de venta en matrimonios concertados.
Emmm… sí, es verdad, Señor. Pero yo no… a mi me tenían para otras cosas.
¿Qué cosas?.
Don Rafael solía usarme como complemente del pago de algunos profesores y de los jardineros, siempre follándome anal y oralmente. Le gustaba reservar mi vagina sólo para los castigos más graves o para él… y los clientes, claro. Pero lo que consideraban mi especialidad era el sexo anal porque por mucha caña que me daban, lograba mantener una dilatación anal lo suficientemente estrecha como para que pareciese que siempre era como la primera vez. Les encantaba competir a ver quién era el que lograba dilatarme más el culo, disfrutaban organizando fiestas de sexo de todos contra mi culo. Una vez me tuvieron dos días follando por el culo con Don Rafael, los tres jardineros y la mitad de todos los profesores del centro… incluso vino Doña Blanca,la Subdirectora, con un par de alumnos a los que quería premiar y que también me violaron. Se turnaban durante horas y cada vez que uno terminaba, tenía que comerle la polla. Los dos primeros tenían restos de mis propias heces, incluso aunque me habían puesto varios enemas antes. Casi vomité, pero tuve que tragármelo todo porque si vomitabas era peor…
¿En qué sentido? –interrumpió Sergio, quien pese a todo lo que había estado procurando, nuevamente estaba excitándose con el relato.
Usaban látigos o pinzas para pezones y otras partes… -dijo, sonrojándose levemente- A una compañera llegaron a meterla una manguera para dejarla completamente limpia. Yo no quería, así que me lo tragué todo. Apenas me dejaron unas horas para dormir, cuando volvieron a despertarme y a seguir jodiéndome por el culo y la boca. Y cuando terminaron, me introdujeron media docena de hielos pequeños en el culo, porque al día siguiente tenía que estar con uno de los mecenas del Internado en un hotel de Sevilla para que me pudiera joder por todas partes un par de días. Me hicieron ir vestida medio estilo colegiala, con coletitas y demás… y tenía que fingir durante el día que era una sobrina suya. Era un enfermo. En cuanto estábamos un rato a solas, me metía mano o me hacía ir sin bragas con una minifalda que apenas escondía nada. En el hotel teníamos habitaciones contiguas, pero la puerta estaba siempre abierta para que él pudiera ir a buscarme cuando quisiera y follarme en una u otra habitación. Si me resistía, me azotaba y me recordaba que se lo diría al Director y sería peor. Así que le obedecía en casi todo y dejaba que me penetrase sin protección porque decía que hacerlo con preservativo era como comerse un caramelo con el envoltorio. La última noche fuimos a otro hotel y me dejó atada desnuda bajo su cama mientras cenaba con su mujer y luego subían a follar encima mío. Todo el rato yo llevaba un vibrador en la vagina y él lo activaba a ratos sin que pudiese evitarlo. A la mañana siguiente, entraron a recogerme de debajo de la cama y me sacaron por detrás para volver a Madrid.
Interesante –fue lo que se le ocurrió decir al pobre Sergio, cada vez más dominado por los impulsos que recibía desde su oscuro interior y sintiendo el crecimiento cada vez mayor de su propio pene. Cambio de tema, intentando enfriar su cerebro-. ¿Y con quién decías que estás viviendo aquí, en Madrid?.
Con mi madre y mi hermana pequeña, Elsa –y añadió-. Hoy cumple quince años.
Eso está muy bien… ¿y tú padre?.
Salió de viaje por unos días.
¿Trabajo?.
Sí, Señor.
¿Cómo consideras tu relación con tu familia?. ¿Te llevas bien con todos?.
Sí, no me puedo quejar… aparte de que me gustaría que mi padre no viajase tanto. Pero el trabajo es el trabajo…
Cuéntame cómo llevas el tema del alcohol, ¿bebes con regularidad?.
Un poco. En reuniones, Señor, Don Sergio.
¿Y drogas?.
Para nada, Don Sergio… cuando estaba en el Internado ya me obligaron lo suficiente para odiarlas. No pienso volver a tomarlas nunca pronunció, con gesto firme.
Te creo y me parece estupendo –la apoyó. Y mientras estaba hablando, algo le vino a la mente. Ya recordaba dónde había visto algo parecido a la marca que le pareció ver en la espalda de Begoña. Estaba en otra espalda, la de Soraya. No podía ser una coincidencia, ¿verdad?.
Gracias, Don Sergio, es…
Tu espalda –la interrumpió el psicólogo-. Me ha parecido ver que tienes una especie de marca.
¿Qué?... yo… -se la veía con la mirada huidiza- no sé qué quiere decir… yo…
Ponte de pie.
Yo…
Ponte de pie ya, Begoña, o la sesión acabará y no habrá más –reiteró él, sabedor de que ella necesitaba liberarse de todo lo sucedido. O al menos era la que más lo había demostrado.
Se levantó tras unos instantes, bajando el mentón y dejando que parte de sus cabellos hicieran sombra sobre sus ojos.
- Date la vuelta –dijo Sergio, observando el lento movimiento de la chica hasta tener frente a él de nuevo ese delicioso y prieto culito juvenil. Decidió estirar más la situación, pero sólo lo justo para asegurarse de lo que creía haber visto. No quería que esa oscura bestia que rondaba en su interior volviese a salir más ya ese día-. Y súbete la camiseta.
Antes de poder darse cuenta, Begoña no sólo se había subido la camiseta. Se la había quitado, quedando sólo cubierta por el sujetador de cintura para arriba.
La vista de Sergio se nubló, mientras oscuras palpitaciones bullían en su interior y su miembro se endurecía tanto en la erección que incluso pasó por su mente que pudiera romper su cremallera por la alta tensión.
Cuando recuperó un poco del control, con la sangre chocándole en los oídos y el pulso acelerado, observó la marca. La impresión le hizo levantarse y acercarse, sin importarle en esos instantes que pudiese darse cuenta de la tremenda erección.
De hecho, se dio cuenta. Sergio la vio moverse ligeramente hacia el lado contrario a por el que él llegaba, pero a la vez se obligaba a mantenerse en el sitio y que una de sus manos se abría y extendía como buscando agarrar ese pene que avanzaba hacia ella.
La agarró por la cintura y miró con atención. No era una marca cualquiera. Eran quemaduras. Tres quemaduras circulares dispuestas de tal forma que creasen la imagen de un triángulo.
¿Qué significa esto? –dijo a la vez que señalaba con su dedo índice la zona para que no hubiese posibilidad de error.
Es… la marca del Internado.
Sabía que era verdad. Estaba diciendo la verdad. Pero no toda la verdad. En un impulso, Sergio atrapó en su mano desde atrás uno de los pechos de Begoña, de tal forma que hizo que el sujetador subiera y dejase parte de la carne expuesta. Apretó el pecho hasta que notó que ella empezaba a estar dolorida, aunque le sorprendió que no intentase huir ni quitarle la mano.
Son quemaduras. Nos quemaba con un cigarro Don Rafael –no contento con la respuesta, la mente perversa de Sergio decidió ahora hacer que se colocase totalmente detrás de la chica y agarró la otra teta, estrujándola de igual forma. Mientras, su duro pene incomodaba a la chica al chocar violentamente contra su cintura-. Significan: disciplina, obediencia y educación. Era el lema del Internado. Por favor, Don Sergio, suélteme, me duele.
Y yo creo que mereces un castigo por no contarme las cosas directamente. No me gusta tener que sacar las respuestas. ¿Comprendes?.
Sí, Señor… aceptaré su castigo, pero suélteme las tetas, se lo suplico.
De rodillas entonces –y la soltó, observando como se ponía de rodillas aún de espaldas a él-. Y termínate de desnudarte, vamos a ver qué otras cosas me escondes.
Sin protestar, Begoña se bajó los shorts y el tanga que había debajo, mostrando su depilada entrepierna. Luego se quitó el sujetador, mostrando sus perfectas tetas, completamente erguidas y tersas.
Dio un par de vueltas a su alrededor hasta quedarse frente a ella, con su miembro a la altura de la cabeza de Begoña. Se bajó la cremallera. No hizo falta decir más. Ella agarró su dura polla y la sacó para poder metérsela en la boca.
Una parte de él quería detenerla, quería guardarse el pene y poner fin a esa situación. Pero la otra parte de su mente estaba ahora al mando y gritaba de placer ante la liberación de la tensión que acumulaba.
La mamada continuó varios minutos, en los que la chica no dejaba de meter y sacar el miembro viril de Sergio de su boca, jugando con sus labios y su lengua mientras las manos de Begoña recorrían por un lado la erecta polla y por otro iban bajando cada vez con mayor frecuencia a su propia entrepierna.
Sergio disfrutó viendo cómo se masturbaba ante él mientras le chupaba el pene. Era una sensación exquisita. Y ya sabía dónde quería dejar su leche esta vez.
Cuando más intensa era la masturbación en la conchita de la chica y la tensión en su propia polla estaba llegando al límite, Sergio la agarró por ambos lados de la cabeza para obligarla a separarse.
Ella miró extrañada, hasta que sintió el primer chorro en la nariz y abrió la boca pensando en recibir la lechada. Nada más lejos de lo que quería hacer esa vez Sergio.
Apuntó lo mejor que pudo hasta lograr que las siguientes rociadas de su semen fuesen a la zona superior de los senos de Begoña. Al final, terminó dejando su pene apoyado entre las tetas para que las últimas gotas resbalasen por en mitad en un rumbo hacia el ombligo.
Llevó de nuevo su pene a la boca de su paciente, hasta que se lo dejó bien limpio para poder guardarlo de nuevo.
Tendió una toallita húmeda a la chica, que seguía de rodillas.
Puedes limpiarte… salvo la parte de tus pechos.
Sí, Señor… gracias, Don Sergio.
Y date la vuelta, vamos a seguir con tu ficha.
La chica giró sin levantarse y, en el fondo oscuro de la mente del psicólogo, una voz se quejó de no tener oportunidad de volver a castigar a la chica.
¿Qué te impulsó a hacer terapia, ésta terapia?.
Me la recomendaron, me dijeron que era muy bueno ayudando a la gente y que tenía unos sistemas de lo más modernos.
¿Quién te lo dijo? –se extrañó Sergio, que nunca se habría definido como usuario de métodos modernos porque él era de la vieja escuela.
Un orientador que nos visitó en casa.
-En fin… ahora ha llegado el momento de que me cuentes cómo fuiste al Internado. Qué ocasionó que te mandasen allí… -antes de que ella empezase a hablar, añadió- y no quiero tener que descubrir que me ocultes nada, ningún detalle importante porque quiero ser tu Conciencia y guiarte para recuperar una normalidad en tu vida, pero también tendré que castigarte si no cumples con tu parte. Así que ya sabes, una vez lo asumas estarás en posición de que avancemos en tu terapia.
Sucedió cuando tenía quince años recién cumplidos. De hecho, fue el mismo día de mi cumpleaños. Ese día fuimos a una finca con familiares de mis padres. Tíos, primos y demás. Me hicieron una fiesta estupenda entre todos, hasta que llegó la hora de irse a dormir y tuve otra fiesta que no esperaba ni quería –dijo, con un poco de amargura en la voz. Por un instante, Sergio se puso tierno y pensó en decirla que se vistiera pero apenas un instante después el sonido de las palabras de la chica mezcladas con la visión del movimiento de sus tetas hicieron que esa bestial parte subconsciente tomase de nuevo el control-. Regresaba a mi dormitorio cuando un par de primos me hicieron señas para ir a su cuarto con una botella de vino que habían sacado de la bodega. Creía que era por mi cumpleaños, pero al entrar se cerró la puerta con llave y al mirar pude ver a su padre, mi tío, desnudo apoyado en la puerta y con su pene tieso. Intenté escapar, pero sus hijos, mis propios primos, me agarraron y entre los tres me desnudaron mientras me manoseaban por todas partes y me tapaban la boca con la mano para que no pudiese gritar. Era una iniciación les entendí. Como no habían podido irse de putas, decidieron cogerme a mi para que mi tío les enseñase a convertirse en hombres. Fue el primero en follarme, mientras sus hijos miraban y me tocaban los pechos. Pero en vez de correrse dentro de mí, sacó su polla y lanzó su rociada sobre mi vientre. Les dijo que el que lograse lanzarla más arriba, podría follarme la boca. Luego uno de mis primos ocupó su lugar, pero tardó demasiado en sacarla cuando sintió que iba a eyacular y su chorro se quedó entre mis pelos del pubis. Mi otro primo le siguió y supe por su cara de inmediato que no intentaría siquiera sacar su pene. Estuvo dándome tortas en los muslos todo el rato mientras me follaba hasta que soltó toda su leche dentro de mí. Creo que en ese momento dudaron si hacerme un lavado pero mi tío tenía demasiadas ganas de follarme la boca, así que me obligó a base de golpes en los pezones con una regla de metal. Al final acepté comérsela. Casi me atraganto, no sabía qué hacer y él no dejaba de presionar contra mi garganta, pero luego empezó a decir que si era tonta o no sabía usar la lengua. Al final me dejó casi toda su leche dentro, en el fondo de mi garganta, y el resto en gotas por mi cara y pechos. Me hicieron beberme media botella de vino y cuando mi tío ya se estaba marchando, empezaron a oír que me estaban buscando y el muy cabrón dijo que yo me había montado una fiesta con sus hijos y que nos había pillado. Entre que se me había subido parte del vino, el olor y demás, mis padres lo creyeron y después de llevarme al médico decidieron mandarme a un centro especial donde no hubiese chicos hasta que aprendiese a controlar lo que ellos pensaban que eran instintos de ninfómana. No pude convencerles de lo que había pasado en realidad. No quisieron creerme.
¿Y cómo te hace sentir eso con tus padres?. ¿Tienes algún sentimiento adverso con ellos por aquello o lo que te sucedió en el Internado?.
No… bueno, me habría gustado que me creyesen entonces. Pero durante mi estancia en el Internado he pensado que ellos creían que hacían lo que más me convenía y que tampoco sabían qué pasaba dentro. Así que no, no los culpo de una forma racional. Aunque a veces se me escapa alguna grosería o me enfado con más facilidad con ellos, pero les quiero. No fue su culpa.
¿Y qué hay de tu tío y tus primos?.
A ellos sí. Les odio sin problemas. Me violaron doblemente. Lo hicieron físicamente ese día, pero también son los responsables de todas las demás violaciones y castigos que recibí en el Internado. Me gustaría… desearía hacerles pagar por todo.
¿Les denunciaste?.
No. Como no me habían creído no me hicieron un análisis de sus espermas y yo parecía una borracha viciosa por lo que ellos contaban y ahora ya es tarde.
Ahondaremos en ellos más adelante, si quieres. Ahora puedes vestirte. Hemos terminado la sesión por hoy –sin embargo, como ella seguía sin moverse, preguntó-. ¿Querías comentar algo más?.
Yo… no quiero que piense… no soy una puta… ya no… pero… es que después de tanto tiempo… ahora en cuanto alguien me mira… me mojo. Me lubrico preparándome para… y cuando quedo con mis antiguas amigas y traen a sus novios no puedo dejar de pensar en que quieren meterme sus pollas… y… y ya lo he hecho con un par de ellos. He quedado con un par de novios de mis amigas y les dejé que me follaran casi de inmediato, no podía resistirme y tenía que entregarme. Por eso quería hablar con usted, me siento sucia. Me siento enferma…
Bien, no te preocupes. Es normal que al principio tengas descontrolados tus impulsos. No eres la única –dijo, pensando en Bambi-. Por eso tienes que hacer terapia. Será especial, porque me convertiré en tu Conciencia. Cuando tengas dudas, te las resolveré y no harás nada que no te deje hacer, ¿de acuerdo? –ella asintió-. Por supuesto, si te portas mal, deberé castigarte para corregir tu comportamiento hasta que logremos que tu mente vuelva a controlar a tu cuerpo, ¿estamos de acuerdo?.
Sí, Don Sergio –y dicho esto, se levantó y se vistió, cuidando de no quitarse los restos de semen de sus tetas al ponerse encima el sujetador. Cuando terminó, se acercó al psicólogo y sin mediar palabra le besó primero en los labios, dejando que sus lenguas luchasen y se entrelazasen un buen rato. Luego se agachó y agarrando con suavidad la polla medio flácida, la estimuló manualmente hasta hacer que estuviera de nuevo dura para poder besarle en el capullo-. Gracias, Don Sergio, mi Conciencia.
Cuando se fue Begoña, él no pudo levantarse en un buen rato. Hasta que no descendió su erección no se encontró con fuerzas para ir al lavabo para adecentarse, pasando por delante de su hija, lo cual hizo que su pene volviese a reaccionar sin poderlo evitar. Por suerte, ella no se dio cuenta porque estaba leyendo un libro.
SÁBADO TARDE: ESPERAR NO SIEMPRE ABURRE.
Después de las intensas sesiones de la mañana, Sergio esperaba poder irse con Rebeca a su casa de las afueras para desconectar y tratar de poner sus ideas en orden.
Nuevamente había dejado que su parte más oscura de la mente tomase el control y eso había desembocado en un sábado que había excedido casi todo lo que pudiera haber imaginado.
Pero no podía ser. De repente, Rebeca le anunciaba que tenía un partido de tenis con Inmaculada así que no podrían irse hasta bien entrada la tarde. A lo mejor al final incluso tendrían que cenar en la ciudad, con lo que le molestaba aguantar el calor justo esos días que podían salir a las afueras y paliar un poco el exceso de las temperaturas.
No es que no le gustase el verano. Al contrario. Sobre todo porque en el fondo de su ser adoraba ver cómo las mujeres se mostraban más exuberantes y deliciosas, mostrándose en su mejor esplendor.
Además, ese verano su hijo tenía una novia especialmente asombrosa, con un verdadero cuerpo de infarto y que parecía tener buena parte de culpa en el esplendor que estaba desarrollando rápidamente su propia hija. Hasta entonces no se había dado cuenta de los impresionantes cambios que habían transformado a su hija en una auténtica y deseable hembra totalmente femenina.
Esa tarde Camila iría al centro después de comer. No le gustaba la idea con esa mezcla de zona comercial que quemaba las tarjetas y de grupos de gente dispuestos a generar problemas capilares.
En cuanto su mujer se marchó y Camila salió, tomó la decisión de seguirla… bueno, no, lo que ocurría es que iban en la misma dirección. Pero antes de irse se pasó a recordarle a su hijo que debía estudiar para su último examen.
Al bajar, se dio cuenta de que su hija aún estaba en la entrada del portal.
Decidió esperar. Había esperado que su hija fuese directamente a la parada del suburbano para coger el metro, pero estaba claro que esperaba a alguien. Qué tonto había sido, seguramente Toni ya habría vuelto a la ciudad, había salido esa mañana para llevar unos bultos a una finca que tenían sus padres en las cercanías de Valladolid, y le estaba esperando.
Cuando estaba a punto de darse por vencido, apareció un taxi. Dentro no estaba Toni. Vanessa, la novia de Darío, era la ocupante. Camila se subió con alegría y saludó con un par de efusivos besos a la otra chica. Por un momento, Sergio incluso pensó que iban a llegar a besarse en los labios. Se sintió asqueado al pensar así de su hija, ella no era así. Lo había visto, era totalmente heterosexual. Y, sin embargo, una parte de él había tenido esa corazonada y su propio pene había reaccionado duramente frente a esa idea. Estaba claro que era un pensamiento que agradaba a esa parte más oscura y de sexualidad gamberra que le había dominado buena parte del sábado.
En cuanto arrancó el taxi, salió del portal. Justo en ese momento otro taxista aparecía en la esquina y sin poder evitarlo, lo llamó y le pidió que siguiera al otro vehículo. Un par de billetes extras solucionaron las dudas del conductor.
Se detuvieron enla GranVía, moviéndose ahora a pie rumbo a las calles peatonales más comerciales y abarrotadas.
Sergio hizo otro tanto un semáforo más adelante, procurando cruzar sin que se fijasen en él.
Las veía muy entretenidas y sonrientes, incluso le pareció que en un par de ocasiones su hija intentó coger de la mano a Vanessa. Pero fue al final la otra chica la que se lanzó sobre el cuello de Camila para hacerle algún comentario que puso claramente colorada a su hija y las vio dirigirse a la sección de lencería de una de las tiendas.
En ese momento, alguien se chocó con él.
Apartó la mirada de su hija para encontrarse con una chica hermosamente proporcionada, alta y delgada. Su silueta deportiva y su pelo castaño rizado le llamaron la atención. Le sonaba de algo…
Lo siento –empezó a disculparse, y fueron sus ojos los que le dijeron de qué la conocía.
Almudena –dijo, sin poder evitarlo, identificándola.
¿Qué? –respondió, confundida la joven.
Eres Almudena Abadía Vergas –insistió, ya completamente convencido de su identidad.
Sí… emmm… esto, ¿nos conocemos? –preguntó, a su vez, curiosa la chica.
Eres la hermana de Soraya. Me ha hablado de ti. Soy Sergio, su psicoterapeuta –y extendió la mano a modo de presentación.
Ahhh… hola… -y cuando ella respondió al apretón de manos, esa chispa que anidaba especialmente en ese sábado hizo que Sergio la atrajese para aprovechar y darle un par de besos en sus sonrosados carrillos.
¿Estás sola?.
Sí, he venido a por un par de cositas –algo que demostraba claramente el par de bolsas que llevaba.
Te invito a un café… -pero recordando que tenía dieciséis años, cambio el producto rápidamente- o mejor un refresco.
No sé…
Así podremos hablar sobre tu hermana.
De acuerdo –contestó, tras pensarlo un instante.
Fueron hasta un local cercano y, mientras, Sergio pudo tener un par de visiones fugaces del excelente trasero de la chica. Prieto y firme. Acompañado de un movimiento de caderas muy… sugerente… y tampoco estaban mal sus pechos. Se notaba que estaban comprimidos y que si fuesen liberados tendrían una buena fila de admiradores babeando.
De hecho, cuando se sentó frente a ella, le fue complicado mantener controlada la reacción de su propio pene frente a esos senos que se insinuaban bajo la ropa ajustada.
Tu hermana me contó –empezó, una vez tuvieron las bebidas en su poder y el camarero se lanzó en busca de turistas a los que sacar una buena propina- todo lo que sucedió antes de que la enviasen al Internado. Especialmente lo de cierto individuo que vivía debajo vuestro –la joven se sonrojó intensamente y bajó la mirada a su bebida-. Me contó cómo descubrió que pensaba violaros a las dos y que decidió ofrecerse ella para protegerte –anunció, buscando generar una sensación de culpa. Los gestos nerviosos de las manos y la expresión de Almudena le dijeron que había acertado y que seguramente ella misma ya se sentía bastante culpable antes por lo que había sucedido con su hermana y que esto era una puntilla.
Yo… yo… no lo sabía… pensé que ella… que era…
Una puta. Pensaste que tu propia hermana estaba tan obsesionada con el sexo que había sido ella quien había seducido a vuestro vecino y que lo que hacía era por su propio disfrute, ¿verdad? –ella asintió con gesto triste-. Cuando en realidad ella estaba dando su cuerpo a cambio de protegerte de ese sádico que te habría violado y roto tu virginidad. Tú hermana estaba actuando para cuidarte y la correspondiste traicionándola. Condenándola a pasar tanto tiempo en un Internado donde la violaron, la sodomizaron, la torturaron e hicieron cosas aún peores –continuó, inventando en parte lo que realmente le había contado Soraya. Su oscura mente modificó el relato lo suficiente para buscar su fin, una idea que había estado oculta en su mente perversa y ahora salía a la luz.
Lo siento… yo… -contestó, al borde de las lágrimas.
Sergio se cambió a la silla de al lado y la rodeó con sus brazos, rozándola y acariciándola por encima de la ropa sin que se diese cuenta. Incluso tocó uno de sus pechos, comprobando que estaba en lo cierto, tenían un buen tamaño y una textura ideal.
No te preocupes. Tu hermana te quiere y te podrá perdonar –empezó a levantar su pequeña trampa-, pero necesitaré tu ayuda.
Lo que sea, haré lo que sea por mi hermana… -picó ella, medio sollozante y sin mostrar ninguna reacción antes los tocamientos camuflados de amistosa amabilidad del psicólogo.
Será un trabajo duro, pero si sigues mis instrucciones yo creo que podremos ayudar entre los dos a tu hermana y ella podrá perdonarte totalmente… ¿qué te parece? –finalizó el lazo de la trampa, levantando la barbilla de la chica.
Sí, haré lo que me diga, cualquier cosa por Soraya…
Así me gusta, pequeña. Apúntame tu teléfono móvil y te avisaré de lo que hay que hacer –y decidió asegurar su operación-. No comentes a nadie que me has visto ni nada de lo que hemos hablado, será nuestro secreto.
De acuerdo. Gracias, señor… lo siento, no recuerdo su nombre…
Don Sergio… me llamo Don Sergio… -sonrió.
Gracias, Don Sergio. No les defraudaré.
Se terminaron sus bebidas y ella se marchó feliz, contenta, pensando que iba a ayudar en la terapia de su hermana y seguramente con la idea de que volverían a donde estaban antes de que todo aquello sucediera.
Esa oscura parte de la mente de Sergio sonreía. Tenía claro lo que iba a hacer con esa chica y estaba seguro de que lo conseguiría sin que se opusiera… todo por el bien de Soraya, por supuesto.
QUIÉN ES QUIÉN
(capítulos 1-5)
- Adolfo: padre de Toni. 50 años. Mantiene una relación no consentida con Camila cuando ella está espiando a las criadas de la casa. Tiene bigote.
- Almudena Abadía Vergas: hermana de Soraya. 16 años. Pelo castaño rizado.
- Bambi François-Reverdy Martínez: paciente de Sergio. Padre francés y madre española, divorciados y residentes en Barcelona. 19 años. Apodada en el Internado como la “conejita roja”. Pelirroja de ojos azules. Era la favorita de Doña Blanca,la Subdirectoradel Internado. Desde los 16 sufrió abusos sexuales, incluyendo violaciones, por parte del hermano de su padre durante los permisos carcelarios que tenía. Vive en Madrid en un piso alquilado compartido con su prima. Para obtener dinero para gastos y ayudar en el alquiler a su prima, trabaja de masajista y bailarina exótica. Reconoce prostituirse con alguno de los clientes.
- Begoña Sierralta Lindström: paciente de Sergio. Apodada “culo prieto”. 17 años. Más de 1’70. Rubia. Ojos castaños. Le hace una mamada a Sergio el día que se conocieron. Tiene una hermana pequeña, Elsa. Vive en Madrid. Explica que la marca que tiene son tres quemaduras que eran la marca del Internado y significaban= Tres quemaduras son: Disciplina, Obediencia y Educación. Fue internada con 15 años.
- Camila: hija de Sergio y Rebeca. Universitaria de 20 años. Morena. Ha comenzado una relación sentimental con Toni. Siente una fuerte atracción por Vanessa, la novia de su hermano. En ocasiones ayuda en la consulta a sus padres. Ha tenido una relación intermitente con una de sus mejores amigas desde hace años, jugando ambas con su bisexualidad.
- Darío: hijo menor de Sergio y Rebeca. 18 años. Repite curso en el instituto. Ha comenzado una relación con Vanessa hace casi 6 meses.
- Ekaterina: una de las criadas, de origen ruso, en casa de la familia de Toni. Gemela de Rada. Abreviadamente llamada Kat. Tiene una sesión de sexo lésbico con su hermana ante la mirada de Camila.
- Enrique: primer marido de Inmaculada. Hijo común: Adolfo. Casado por segunda vez con Lucía. Profesor de Administración y Dirección de Empresas enla Universidad CarlosIII de Madrid.
- Hugo: profesor de gimnasia en el Internado. Se sabe que viola brutalmente a Zoraida.
- Inmaculada: amiga de Rebeca. 41 años. Rubia. Casada tres veces. Se divorció de Enrique, con quien tuvo a su primer hijo, Adolfo. Su segundo exmarido, Eduardo, es el padre de Lorenzo y Nazario. Ahora está casada con Manuel. Sexualmente hiperactiva, tuvo una aventura con Sergio que duró dos años. Tiene una relación sexual con Juan, uno de los chicos del Internado, en la casa de él y siendo descubierto por Rebeca. También parece tener una nueva relación sexual con su primer marido, Enrique, y con su mujer actual.
- Juan de Mindsor Rodríguez-Mayoral: paciente de Rebeca. 18 años. Apodado “toro”. Vive en Triana-Madrid. Padres divorciados. Un hermano. Personalidad agresiva, aparentemente, especialmente contra los homosexuales. Internado con 16 años tras agredir a la novia de un compañero. Mantiene relación sexual con Inmaculada, siendo observados a escondidas por Rebeca.
- Lola Núñez Cantalapiedra: paciente de Sergio. Apodo: “Lolita la cortita”. 18 años. Casa familiar en Pozuelo, pero los padres le han preparado una en Madrid para que no tenga que usar el transporte público. Muy ingenua. Entra en el Internado con 15 años, por recomendación de un amigo de la familia, amante de la madre, con el que había tenido sexo oral sin conocimiento de esa realidad. Un hermano mayor.
- Lucía: segunda mujer de Enrique. Ex-profesora. Problemas de fertilidad.
- Luciana: argentina que va a casarse con el padre de Sara y que participa en el fin del Internado al descubrir a la chica en un prostíbulo al que acude con un amante, aunque antes realiza varias visitas al local y asegurándose de tenerla siempre para su aventura sexual con un antiguo conocido.
- Manuel Flores Cienfuegos: paciente de Rebeca. Apodado “ojitos”. 19 años. Durante la terapia reside en un piso del portal de al lado ala Clínicadonde tienen sus consultas Sergio y Rebeca. Consume alcohol y, ocasionalmente, porros. Conductor temerario. Internado con 17 años. Pelo castaño y ojos azules.
- Rada: una de las criadas, de origen ruso, en casa de la familia de Toni. Gemela de Ekaterina. Tiene una sesión de sexo lésbico con su hermana ante la mirada de Camila.
- Rafael: nombre del Director del Internado.
- Rebeca: psicóloga. 42 años. Esposa de Sergio. Madre de Camila y Darío. Su mayor dedicación al trabajo ha provocado un distanciamiento en su vida de pareja, especialmente a nivel sexual. Intenta recortar su distancia afectiva con Sergio metiéndose en su misma clínica y compartiendo los casos especiales. Tiene miedo de que Sergio pueda serle infiel. No conoce la aventura que tuvieron su marido e Inmaculada, una de sus mejores amigas.
- Sara María Zorrilla Silvestre: paciente de Rebeca. 20 años. Apodada “Zorra Salvaje”. Internada con 14-15 años. Lesbiana. Amante y protectora de Tatiana en el Internado. De pelo castaño y silueta deportiva. Vive en Madrid en un piso compartido con dos de sus hermanas (Magdalena y Mónica, hermanas directas del primer matrimonio de su padre). Tiene un total de 5 hermanas (del segundo matrimonio son: Clara, Estela y Elisa), el resto viven en Valladolid con su padre, quien planea una nueva boda con Luciana, de origen argentino.
- Sergio: psicólogo con ingresos medio-altos al que la crisis le obliga a aceptar unos casos especiales para relanzar su carrera. 43 años. Casado con Rebeca, a quien envidia en el fondo por su mayor éxito de clientes. Tienen casa en Madrid y en San Rafael, donde suelen pasar los fines de semana. Tienen dos hijos: Camila y Darío. Tuvo una aventura con Inmaculada, cliente y amiga de su esposa. Tiene una lucha interior con un lado oscuro que mezcla el estrés con un fuerte componente de represión sexual en su vida diaria,la Bestia.
- Soraya Abadía Vergas: paciente de Sergio. Pelo castaño y ojos oscuros. Domina inglés y tiene nociones de francés y portugués. Apodada “Devora Vergas”. Fue secretaria de Don Rafael. 19 años. Residente en Madrid. Tiene dos hermanos: Almudena (16 años) y Arturo (22 años). Tres lesiones en forma de triángulo. Empleada a tiempo parcial en la consulta de Sergio y Rebeca.
- Tatiana Pulido Katchora: paciente de Sergio. Apodada “cachorrita”. Rasgos eslavos. Melena castaña y ojos azul celeste. 17 años. Vive en Las Rozas con su madre (el padre suele irse temporadas) y dos hermanos. Dos hermanastras por parte de madre: Ekaterina y Rada. Hermanastro por parte de padre: Juan. Hermano: Iván. Fue amante de Sara en el Internado.
- Toni: novio de Camila. Tiene 22 años. De familia económicamente pudiente, cuenta con dos criadas en su piso de Madrid: Ekaterina y Rada.
- Vanessa: novia de Darío. 23 años. Mide 1’80 metros. Tiene piso propio. Mantiene una relación con Camila de juegos de provocación.
- Zoraida Botas Buendía: paciente de Rebeca. Apodo: Zorraida. 17 años. Reside en Villaviciosa. Dos hermanos. Entró con quince años al Internado.
Continuará...
Nota: este relato es inventado. Gracias por leerlo y vuestros comentarios.