Matacrisis 14: Camila y Vanessa rumbo a México (2)

A miles de metros sobre el mar, Camila no puede escapar de las sorpresas que acompañan a Vanessa.

El viaje a México de Vanessa y Camila. Segunda parte: sobre el océano.

Cuando Camila despertó por un momento se sintió desorientada. No sabía dónde estaba.

Luego, recordó que estaba volando rumbo a México para pasar unos días de vacaciones junto a la exuberante Vanessa, amiga íntima y confidente de todas las perversiones reales o imaginadas que tenía en los últimos tiempos… algunas protagonizadas por la propia exnovia de Darío, hermano de la dulce Camila.

Pero no estaba allí. Debería haber estado sentada a su lado, pero su asiento permanecía vacío. La hija de los psicólogos imaginó que estaría en el lavabo aunque lo que hizo que pegase un brinco, o lo habría dado de no encontrarse atada con el cinturón del asiento por sugerencia de Vanessa, fue el descubrir de repente que el otro asiento junto al suyo estaba ahora ocupado… y que desde esa ubicación estaba siendo observada con atención por una desconocida.

Al darse cuenta de que estaba ya despierta, la pasajera morena que ocupaba el asiento que daba al pasillo la sonrió alegremente.

Una sonrisa abierta remarcada por sus chispeantes ojos. Pese a estar sentada, Camila se dio cuenta de que su nueva vecina de viaje era algo más baja que ella. Tenía el oscuro y liso cabello dividido en el centro de la cabeza y caía hacia ambos lados con un brillo especial. En realidad, toda su cara tenía un extraño brillo que la hija de Sergio no fue capaz de identificar en ese momento.

  • ¿Haciendo amigas en cuanto me voy un momento? –interrumpió sus pensamientos Vanessa, que justo apareció en ese momento, aunque Camila no recordaba haberla visto venir por el pasillo.

  • No, yo… ehh… -empezó a responder Camila, pero la cortó la risa de su amiga.

  • No seas tonta, la he invitado yo. ¿Ya os habéis presentado?.

  • No –respondió la desconocida.

  • No –confirmó la hermana de Darío.

  • Gemma, esta es Camila –las presentó formalmente Vanessa-. Camila, esta es Gemma. Está de luna de miel  y… bueno, si eres capaz de presentarte sola ya me ocuparé yo de su marido –concluyó las presentaciones mientras las guiñaba un ojo antes de añadir mirando a Gemma-. No te preocupes, estoy con ella –terminó, lanzando un rápido vistazo a la hija de Rebeca, que no pudo evitar sonrojarse mientras su amiga desaparecía en uno de los asientos en la fila que tenían delante.

  • Hola –logró articular la hija de los psicólogos, antes del intercambio protocolario de besos en las mejillas-. Soy Camila.

  • Gemma –confirmó la alegre recién casada-. Mi chico y yo… quiero decir, mi marido y yo –se corrigió con una risilla-. Aún no me acostumbro. Mi marido… mí marido –saboreó las palabras. Camila no pudo evitar sonreír también, la forma de ser de la chica era contagiosa-. Vamos de Luna de Miel, como vosotras…

  • No, no, sólo son vacaciones –aclaró atropelladamente la hija de Sergio.

  • Aaah, disculpa. Por lo que me había contado Vanessa entendí que… bueno… ya sabes… -se aturulló la joven recién casada junto a ella.

  • No pasa nada, no te disculpes. ¿Y a dónde vais?.

  • ¡Vamos a estar en el mismo hotel!. ¿No es una coincidencia increíble? –volvió a sonreir Gemma con esa alegría contagiosa con la que mostraba su perfecta y blanquísima dentadura-. Podríamos apuntarnos para hacer excursiones o actividades, ¿qué te parece, os gustaría acompañarnos?.

  • Bueno, sí, claro –respondió Camila, atrapada en el entusiasmo de la joven, pese a que una parte de ella había llegado a imaginarse que Vanessa y ella no llegarían a salir de la habitación del hotel ni para comer. Claro que estaba segura que también Gemma y su marido querrían tener intimidad durante su Luna de Miel, así que no creía que tampoco fuesen a coincidir demasiado, ¿verdad?. Además, la positiva y alegre energía que desprendía la joven esposa era contagiosa y la caía bien de una forma instintiva.

  • ¿Y… y… cómo es? –se atrevió a preguntar la recién casada.

  • ¿Cómo es qué? –preguntó a su vez Camila, confundida.

  • Sois pareja, ¿no? –se atrevió a preguntar Gemma-. Espero que no te moleste… es que os estuvimos escuchando al despegar cuando contabas lo de… bueno, ya sabes… y luego, cuando coincidimos en el lavabo… Vanessa y yo, quiero decir… bueno, ya sabes, como había cola estuvimos hablando un rato y me dio la impresión de que no sois sólo amigas, y como yo nunca… bueno, mi chico y yo… mí marido y yo, quiero decir, ya sabes… es que, me preguntaba… ¿cómo es?... es que yo nunca he estado con otra mujer y… bueno, no es que yo sea, ya sabes… el caso es que él siempre ha querido hacer cosas nuevas… y algunas… me daban miedo, no sé si me comprendes… y como vosotras… bueno, no sé, es que entendí a Vanessa que… y yo… yo… y como además ninguna de mis amigas es…

  • No somos lesbianas –aclaró, sonrojándose de tal forma que Camila se imaginó que sus cabellos se habían vuelto del color del fuego por un momento, pero la simpatía que sentía en su interior por Gemma y el reflejo que veía en la cara de la recién casada de sus propias inseguridades la invitaba a abrirse con esa joven a la que apenas conocía de unos minutos antes como si en realidad fuesen amigas hacía mucho tiempo. Admitió su bisexualidad de una forma indirecta-. Pe… pero si hemos hecho… cosas.

  • Y… y, ¿cómo es? –volvió a preguntar la chica.

  • Bien, bien. Está bien.

  • Pero, ¿cómo es? –insistió Gemma.

Camila notó que estaba nerviosa, agarrándose a los reposabrazos para, seguramente, no retorcerse esas cuidadas manos. No pudo evitar fijarse en la perfección que mostraban, la delicada atención a que debía de tratarlas, no como ella, que tenía temporadas en las que aún se mordía las uñas si estaba nerviosa o agobiada.

  • Hay cosas… no es fácil de explicar. El sexo con un hombre está bien, muy bien a veces… pero con otra mujer es más… es diferente, más intenso en algunas cosas, no se puede explicar, hay que sentir…

  • Lo que quiere decir es que ningún hombre la ha comido mejor el coño ni saboreado ese rico afluente del Duero que tiene –interrumpió Vanessa desde el pasillo y provocando que ambas féminas se sobresaltasen y pusieran coloradas de la vergüenza. Afortunadamente esta vez la española había hablado en un tono relativamente bajo y casi todos los pasajeros llevaban un rato dormidos a su alrededor. Luego no dudó en bromear frente a sus caras-. Lo digo por si alguna quiere regalarme un Vega Sicilia. Aunque tampoco le haría ascos a un Rioja. Venga, dejadme pasar, que cualquiera diría que estáis esperando que os coma el coño ahora como si fuerais inspectoras de Aduanas…

Fue entonces cuando ambas chicas se dieron cuenta que tenían las piernas separadas, sobre todo Camila, la cual incluso había desplazado una mano hasta la zona de su entrepierna sin darse cuenta.

Inmediatamente se acomodaron bien en sus sitios, pegándose al fondo de sus asientos mientras la despampanante Vanessa pasaba frente a ellas. La chica no dudó en ir apoyándose contra la pared en la que se apoyaban sus respaldos, de forma que paseó sus pechos en los que destacaban sus erectos pezones por delante, muy cerca, de sus caras.

La encantaba provocar… y Camila, en el fondo, gozaba siendo provocada.

  • ¿Y bien, ya os habéis presentado como buenas compatriotas? –las preguntó, aunque no las dejó responder, puesto que siguió hablando en un tono confidencial y misterioso-. Ya te habrá puesto Camila al corriente de nuestra misión tras las líneas enemigas y de que si hablas con alguien de ello… ¡no disfrutarás tanto como con nosotras!... jajaja… -rompió la breve tensión del momento-. Nuestra misión es pasarlo a tope y disfrutar de todo lo que se nos presente, ¿qué te parece, te unirás a nosotras, Gemma?. ¿Preparada para pasar la madre de todas las Lunas de Miel ?... porque como pienses dejarlo todo en manos de Sergio lo llevas claro, cariño –terminó, provocando un doble efecto con sus palabras en Camila.

Primero tuvo un breve sobresalto al escuchar el nombre de su padre, sobre el cual Vanessa había hecho recordar a Camila que también era un hombre y, quizás, tan o más dotado que su propio hermano, al que ya no podía evitar imaginar como un potente amante que había sido capaz de saciar a su íntima amiga especial. Luego se dio cuenta, apenas un segundo después de que todos esos pensamientos cruzasen su mente, que debía de ser el nombre del marido de Gemma.

Luego vino el segundo, una descarga de celos cuando Vanessa trató a Gema con el tratamiento de cariño , algo que la hija de Rebeca ansiaba destinase únicamente para ella misma.

Con la indecisión presente en la cara de la recién casada, Vanessa jugó una carta más.

  • ¿Verdad, Camila?. ¿A qué podemos pasar unos ratos increíbles las tres juntas?. Los hombres no tienen imaginación, son unos aburridos, apenas sirven para joder… pero para divertirnos, ir de fiesta, hacer unas compras y practicar actividades al aire libre nada mejor que unas buenas amigas, ¿no te parece?.

  • Claro –asintió ella, incapaz de contradecir en nada a su amiga, sobre todo porque no veía nada raro y, además de que en realidad Gemma la caía bien a pesar de esos breves celos, estaba claro que la recién casada preferiría pasar la mayor parte del tiempo con su estrenado esposo.

Mientras confirmaba las palabras de Vanessa, sintió como su amiga la cogía de la mano y cuando giró la cabeza captó un breve gesto que no llevaba a duda. Ella misma se volvió y agarró a su vez de la mano a Gemma, que respondió apretándosela con energía pero sin fuerza y con una nueva y confiada sonrisa en su rostro.

  • Me apunto –se sumó la joven esposa.

  • Y así no te aburrirás cuando Sergio se canse –añadió con un guiño cómplice Vanessa, obteniendo una carcajada general.

  • Gracias. Creo que va a ser muy emocionante –anunció Gemma tras la relajante risa compartida entre las tres féminas.

  • Eyyy… pero espero que nos invitéis a cenar algún día –dejó caer la intrigante amiga de la hija de los psicólogos después de que la recién casada se despidiera y se levantase para ir junto a su marido en la fila delantera.

  • Claro. Contad con ello –respondió ella, con una nueva sonrisa en su brillante cara.

Un minuto después, Vanessa soltó la mano de Camila y sonriendo con picardía la guió un ojo mientras hacía un gesto hacia delante.

  • ¿Qué te parece, cariño?.

  • Es muy agrada…

  • Y está buenísima, ¿eh?. Que te he visto cómo la mirabas.

  • No, yo…

  • Pues si ella está bien no veas Sergio, qué pedazo tranca… -se relamió Vanessa justo antes de añadir con un toque de lujuria- Y se apunta a los juegos .

  • ¿Juegos? –preguntó Camila, buscando descifrar esta nueva maniobra de su intrigante compañera de vacaciones.

  • No me seas impaciente, cariño. Ya los descubrirás. No serán las Olimpiadas pero te aseguro que te encantarán y haré de ti la… mujer que mereces ser –concluyó con un lascivo repaso de sus ojos por la anatomía de Camila que la hizo sentirse totalmente desnuda, como si estuviera expuesta a una mirada de rayos X.

Y un poco excitada, debía reconocer, aunque apenas alcanzaba a imaginar qué sorpresas la aguardaban en los días que pasaría en México junto con Vanessa y la pareja de recién casados.

  • Una cosa más. Júrame que vas a participar en todo. No puedes negarte a nada de lo que te pida… hazlo y te aseguro que la Camila que volverá a España será una mujer completamente distinta. Muyyyy distinta –solicitó Vanessa mientras presionaba con una mano el muslo de la joven hija de Rebeca y acercando lentamente su sensual rostro hacia el de la impresionable joven.

Camila no podía negarse. Era incapaz de resistir el embrujo al que la tenía sometida esa mujer a la que tanto deseaba y por la que sería capaz de casi todo… o quizás de todo si accedía. Con Vanessa una nunca podía estar segura de nada.

  • Lo ju… ju… juro –respondió apenas con un susurro a la vez que una sonrisa enorme aparecía en la cara de su compañera de viaje y sus labios se cerraban en torno a los suyos para sellar el contrato mientras el avión de Iberia sobrevolaba a miles de metros por encima del Océano Atlántico.

  • Eres toda mía –anunció Vanessa tras unos interminables momentos en que intercambiaron saliva y casi las propias lenguas entre sus bocas.

  • Siiiii –confirmó Camila, completamente entregada, justo antes de que sus bocas volvieran a unirse en otro conjunto de prolongados besos, abrazadas en la estrecha y escasa intimidad de sus asientos.

Después de un intercambio de besos y caricias, al final Vanessa insistió en que debían dormir para coger fuerzas frente a lo que las esperaba.

Al principio Camila fue incapaz de quedarse dormida, pero un rato más tarde su mente ya disfrutaba de un paseo por las nubes de sus sueños.

Al principio todo parecía normal, un sueño normal. Iba caminando por una calle del centro de Madrid, la única diferencia con la realidad era que estaba vacía y, aunque Camila sabía que eso era extraño en esa burbuja creada por su mente dormida le pareció de lo más normal. Incluso cuando al girar en una esquina se encontró paseando por una playa de arenas blanquísimas.

Y ya no estaba sola, Vanessa estaba con ella. Iban cogidas de la mano, sus cuerpos femeninos apenas cubiertos por unos pequeñísimos bikinis.

Incluso en sueños, esa pequeña intimidad fue como un fogonazo para la hija de Sergio y Rebeca.

Iban hablando, pero parecía un galimatías, no llegaba a entender que estaba escuchando de boca de Vanessa y a la vez sabía que era algo que no debería hacer… pero que sabía que tendría que hacer, no tenía opción cuando ella la pedía algo también en sueños.

Llegaron a una hoguera, unos troncos largos y más gruesos que sus brazos estaban apilados y ardían en mitad de la blanca arena. Dentro una forma oscura se debatía, algo muy pequeño pero que poco a poco iba creciendo.

Camila intuía que tenía que escapar, pero no podía. Vanessa estaba de rodillas junto al fuego cogiendo unas cenizas y pintándose el rostro con sus dedos como si fuese una india de un western. Luego repitió la operación con sus fascinantes pechos, porque ahora estaba desnuda. Ambas lo estaban.

La antigua novia de su hermano se levantó y con manos delicadas pero firmes, dibujó con las cenizas los mismos dibujos que la adornaban sobre el impaciente cuerpo de la hija de los psicólogos.

Empezaron a besarse. Estaban abrazadas, sus cuerpos desnudos entrelazados tendidos sobre la arena mientras las llamas calentaban sus cabellos y las frías aguas del mar rozaban sus pies.

Otro fogonazo la recorrió, seguido de otro nuevo cuando la Vanessa de sus sueños se deslizó hasta la entrepierna de Camila para comenzar a devorar lentamente el inflamado sexo de la responsable hija de Sergio.

Sus manos buscaron los cabellos de Vanessa y apretaron su rostro contra su coño, pero su mirada fue desviándose hasta volver a contemplar el fuego y esa oscura forma que iba creciendo en su interior.

La urgencia por escapar era cada vez mayor, casi insoportable, pero la presencia de Vanessa era para ella como unas esposas que la inmovilizaran contra la arena.

Entonces, rodeando la hoguera apareció una pareja.

Reconoció enseguida a Gemma, cubierta extrañamente con un poncho que sólo dejaba a la vista sus delicados brazos y sus piernas de un blanco lechoso que competía con la propia blancura de la playa.

El hombre que la acompañaba, porque no había duda en ello, pues iba totalmente desnudo salvo por un inmenso sombrero que le tapaba la cara, tenía una erección impresionante. Y Gemma le sujetaba el pene como si se tratase del más preciado de los regalos.

Otro fogonazo recorrió el sueño de Camila.

Vanessa seguía aplicada en su entrepierna. Era algo que sabía, porque no podía mirarla.

No podía porque Gemma estaba sobre ella. Sabía que era ella aunque no podía verla. No podía ver nada y sentía como si se asfixiara incluso en el sueño. Su única opción era comer ese coño peludo que notaba apoyado contra su boca y que taponaba su nariz.

Cuanto más devoraba el peludo sexo de la incorpórea presencia de la recién casada en su sueño, más fogonazos recorrían la escena y mayor era la intensidad de las sensaciones que provenían del lugar donde su propio sexo recibía los cuidados de su amante amiga.

Un nuevo fogonazo la hizo abrir los párpados. Seguía desnuda en la playa, tumbada sobre la arena mientras las olas lamían sus piernas. Y sentía una calidez en su interior que sólo podía venir de un sitio.

Iba a mirar hacia abajo, pero en cambio miró a la hoguera.

Era de noche, lo sabía sin necesidad de descubrir que en su sueño las estrellas no estaban colocadas como cuando las miraba despierta.

La hoguera brillaba más que nunca, aunque los maderos eran los mismos. Ni siquiera estaban consumidos, pero a pesar de ello ardían con mayor intensidad.

En su centro, la oscura forma casi había adoptado la forma definitiva, la que provocaba un intenso deseo de correr gritando y romper la barrera entre el sueño y la vigilia.

Pero no podía.

No cuando Vanessa y Gemma estaban besándose abrazadas junto a las llamas.

Sólo entonces pudo mirar abajo.

Descubrió a un hombre. El hombre que acompañaba a Gemma al llegar a la playa de sus sueños. Su rostro seguía oculto por el sombrero y su polla lo hacía a ratos, según entraba y salía del empapado coño de la española.

Porque sabía que lo tenía empapado. Y sabía que cuando se despertase estaría así, mojado e hinchado.

El movimiento del aparato masculino perforándola era hipnótico. Lo miraba sin pestañear, mientras escuchaba las palabras de ánimo de Vanessa y Gemma.

Entonces la negra sombra que había en el fuego surgió.

Lo sabía sin mirar.

Estaba a su lado.

Era Toni… pero también algo más. Se reía de ella mientras la insultaba y humillaba con su sucio vocabulario.

Kat y Rada también estaban. Primero aparecieron sus manos, acariciando el cuerpo del antiguo novio de Camila, luego sus rostros idénticos. También se reían de un chiste que sólo ellas conocían.

Vanessa llamó a Toni, que pasó sobre Camila con las dos rusas junto a él como si estuvieran pegadas.

Gemma no estaba.

En cuanto llegaron junto a Vanessa, en la nuca de Toni apareció otro rostro y la hija de Rebeca quiso gritar, pero en vez de eso se puso a gemir de placer en su sueño.

Era el rostro de su violador: Adolfo, el padre de Toni.

Se dirigió hacia ella, pero esta vez las rusas no estaban. Lo acompañaba Gemma, sonriente como si nada extraño pasase.

Se detuvo a su lado y agarró el sombrero del hombre que estaba penetrando a la hija de Rebeca en su sueño.

  • Eres aún más zorra de lo que pensé… -entonó con voz de borracho mientras retiraba el sombrero del hombre que tenía su grueso miembro dentro del coño de Camila.

Era Sergio. Su padre.

Las crueles risas empezaron a inundar sus oídos mientras observaba con una mezcla de horror y fascinación cómo la herramienta musculosa de su padre seguía perforándola y provocándola fogonazos y entonces…

Despertó.

Tenía la cabeza de Vanessa apoyada en su hombro, pero no era eso lo que la había despertado.

Eran las risas de un grupo de personas en otra parte del avión.

Camila se sintió aliviada por un momento y suspiró.

Luego se dio cuenta de la verdad. Estaba empapada. Sudaba y… otro tipo de humedad manaba de ella, de lo más profundo de su cuerpo.

Pero no podía moverse. No podía ir al baño. Incluso en esos momentos no quería ser responsable de poder llegar a despertar a Vanessa.

Se sintió avergonzada por el sueño, que poco a poco se iba disipando de su mente.

Y sintió excitada… humillantemente empapada.

Luego volvió a dormirse y ya no recordó nada mientras el avión continuaba su camino rumbo a México.

Continuará...

PD: cualquier duda o sugerencia no dejéis de hacerla, ya sea en la sección de Comentarios aquí mismo o en mi correo skaven_negro@hotmail.com

La historia de Camila, dentro de la saga familiar:


QUIÉN ES QUIÉN

  1. Adolfo: padre de Toni. 50 años. Mantiene una relación no consentida con Camila cuando ella está espiando a las criadas de la casa. También abusa de ella en una casa rural durante un fin de semana, aunque ella sólo informa de ambos sometimientos a Vanessa. Tiene bigote.
  2. Camila: hija de Sergio y Rebeca. Universitaria de 20 años. Morena. Ha comenzado una relación sentimental con Toni. Siente una fuerte atracción por Vanessa, la novia de su hermano. En ocasiones ayuda en la consulta a sus padres. Ha tenido una relación intermitente con una de sus mejores amigas desde hace años, jugando ambas con su bisexualidad.
  3. Darío: hijo menor de Sergio y Rebeca. 18 años. Repite curso en el instituto. Ha comenzado una relación con Vanessa hace casi 6 meses.
  4. Ekaterina: una de las criadas, de origen ruso, en casa de la familia de Toni. Gemela de Rada. Abreviadamente llamada Kat. Tiene una sesión de sexo lésbico con su hermana ante la mirada de Camila.
  5. Erick: chico de 18 años recién cumplidos. Rubio de ojos azules. Tiene una sesión de sexo por webcam con Camila por intercesión de Vanessa. Se conocían de la noche en que la hija de Sergio sufrió el abuso sexual por parte de Adolfo, padre de Toni, en que el coche en que viajaba con otros cuatro amigos se detuvo junto al de Vanessa y Camila.
  6. Frederick: médico pelirrojo que atiende a Camila a petición de Vanessa tras la relación no consentida entre Camila y Adolfo, el padre de Toni. Sobre la treintena. Cara pecosa, nariz torcida y aliento a cebollas.
  7. Inmaculada: amiga de Rebeca. 41 años. Rubia. Casada tres veces. Se divorció de Enrique, con quien tuvo a su primer hijo, Adolfo. Su segundo exmarido, Eduardo, es el padre de Lorenzo y Nazario. Ahora está casada con Manuel. Sexualmente hiperactiva, tuvo una aventura con Sergio que duró dos años. Tiene una relación sexual con Juan, uno de los chicos del Internado, en la casa de él y siendo descubierto por Rebeca. También parece tener una nueva relación sexual con su primer marido, Enrique, y con su mujer actual.
  8. Rada: una de las criadas, de origen ruso, en casa de la familia de Toni. Gemela de Ekaterina. Tiene una sesión de sexo lésbico con su hermana ante la mirada de Camila.
  9. Rebeca: psicóloga. 42 años. Esposa de Sergio. Madre de Camila y Darío. Su mayor dedicación al trabajo ha provocado un distanciamiento en su vida de pareja, especialmente a nivel sexual. Intenta recortar su distancia afectiva con Sergio metiéndose en su misma clínica y compartiendo los casos especiales. Tiene miedo de que Sergio pueda serle infiel. No conoce la aventura que tuvieron su marido e Inmaculada, una de sus mejores amigas.
  10. Sergio: psicólogo con ingresos medio-altos al que la crisis le obliga a aceptar unos casos especiales para relanzar su carrera. 43 años. Casado con Rebeca, a quien envidia en el fondo por su mayor éxito de clientes. Tienen casa en Madrid y en San Rafael, donde suelen pasar los fines de semana. Tienen dos hijos: Camila y Darío. Tuvo una aventura con Inmaculada, cliente y amiga de su esposa. Tiene una lucha interior con un lado oscuro que mezcla el estrés con un fuerte componente de represión sexual en su vida diaria,la Bestia.
  11. Toni: novio de Camila. Tiene 22 años. De familia económicamente pudiente, cuenta con dos criadas en su piso de Madrid: Ekaterina y Rada.
  12. Vanessa: novia de Darío. 23 años. Mide 1’80 metros. Tiene piso propio. Mantiene una relación con Camila de juegos de provocación.